martes, 2 de agosto de 2011

TESOROS DE DAVID "SALMO 25" Charles Spurgeon


Título: «Salmo de David». David es retratado en este Salmo como en una miniatura fiel. Su confianza santa, sus muchos conflictos, su gran trasgresión, su amargo arrepentimiento, su profunda aflicción están aquí; de modo que podemos ver el mismo corazón del «hombre según el propio corazón de Dios». Es, evidentemente, una composición de los últimos días de David, por la mención a los pecados de su juventud, y por las penosas referencias a la astucia y crueldad de sus muchos enemigos, no sería una teoría especulativa el referiría al período en que Absalón
capitaneó una gran rebelión contra él. Este ha sido llamado el segundo de los siete Salmos Penitenciales. La marca del verdadero santo es que sus aflicciones le recuerdan sus propios pecados, y su pena por el pecado le lleva a su Dios. C. H. S.

En estos cuatro Salmos, que se siguen el uno al otro, podemos hallar el alma de David presentada en todas las diferentes posturas: postrado, de pie, sentado y de rodillas. En el Salmo veintidós está echado, postrado sobre su rostro, gimiendo en el suelo, incluso casi entrando en un grado de desesperación; hablando de sí mismo en la historia de Cristo en el misterio: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»
En el Salmo veintitrés está de pie, y en pleno favor de Dios, a pesar de sus enemigos, erguido y triunfando sobre toda oposición: «El Señor es mi pastor, nada me faltará.»
En el Salmo veinticuatro están sentado, como un doctor en su silla o un profesor en su cátedra, dando una conferencia sobre la divinidad y describiendo el carácter del hombre «que asciende el santo monte», y cómo ha de realizarlo, y después participa de su felicidad.
En este Salmo veinticinco está de rodillas y levanta su voz a Dios, y sobre estos dos goznes gira todo el Salmo; por una parte ruega de todo corazón a Dios suplicando misericordia; por otra, humildemente lamenta su propia miseria. Thomas Fuller

Vers. 1. A Ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Ved cómo el alma santa vuela a su Dios como una paloma a su cobijo. Cuando los vientos de la tempestad están desatados, los navíos del Señor amainan las velas y se dirigen al bien recordado puerto de refugio. ¡Qué misericordia la del Señor al condescender a escuchar nuestro clamor en tiempo de tribulación, aunque nosotros podamos habemos casi olvidado de El en nuestras horas de supuesta prosperidad! Muchas veces el alma no puede levantarse; ha perdido sus alas, y se siente pesada, pegada a la tierra; más semejante a un topo que hurga que a una águila que se remonta. En estas temporadas nubladas no hemos de renunciar a la oración, sino que, con la ayuda de Dios, hemos de ejercer todas nuestras
potencias para levantar nuestros corazones. Que la fe sea la palanca, y la gracia el brazo, y la masa muerta se moverá.
Pero ¡qué alivio sentimos a veces! A pesar de este tirar y este esfuerzo, hemos sido totalmente derrotados, hasta que la piedra imanada celestial del amor de nuestro Salvador ha desplegado sus atracciones omnipotentes, y entonces nuestros corazones han subido a nuestro amado como en llamas de fuego. C. H. S.
El elevar el corazón presupone un abatimiento previo del alma. El alma del hombre es oprimida por el pecado y los cuidados de este mundo, que, como los plomos a la red, la hacen hundir, y no puede subir hasta que Dios envía oraciones espirituales, como corchos a la red, para ponerla a flote; las cuales proceden de la fe, como la llama del fuego, y que han de librarnos de los cuidados seculares y todas las cosas que nos oprimen, y que nos dan evidencia de que los mundanos no pueden orar, como el topo no puede volar. Pero los cristianos son como águilas que se remontan hacia el cielo.
Viendo, pues, que el corazón del hombre, por naturaleza, está fijado a la tierra, y que por sí mismo no es capaz de levantarse de ella, como una piedra que está fija en el suelo, hasta que Dios la levanta con su poder, la Palabra y sus obreros, nuestra petición principal ha de ser al Señor para que se complazca en atraemos, y que podamos correr hacia El; que quiera exaltarnos y elevar nuestros corazones al cielo, y no seguir echados en el charco de esta tierra. Archibald Symson

Un hombre piadoso ora igual que un albañil edifica. Ahora bien, un albañil pone un fundamento, y como no puede terminar en un día vuelve al día siguiente y halla que el trabajo del primer día está firme; y luego añade un día más de trabajo; después viene el tercer día, y encuentra firme el trabajo de los dos primeros días; y trabaja un tercer día y hace las paredes, y así sucesivamente hasta que todo el edificio ha terminado.
Del mismo modo, la oración es la edificación del alma, hasta que alcanza el cielo; por tanto, un corazón piadoso ora y va llegando más v más alto en la oración, hasta que al fin sus oraciones llegan a Dios. William Fenner
Una oración sin la intención del afecto es como un cuerpo sin alma con todo, su devoción es algo externo, dijo uno: una cabeza sin cerebro, y un cuerpo sin alma: «Este pueblo se acerca a mí con sus labios, pero su corazón está lejos de mi» (Isaías 29:13). Un hombre carnal puede levantar su corazón en oración lo mismo que un topo puede volar. David halla la tarea difícil; pues el mejor de los corazones es pesado, y empuja hacia abajo, como el peso de un reloj o el plomo de una red. Por tanto, poniendo a un lado todo peso y el pecado que nos asedia, orando a Dios,
acerquémonos a El, como el hierro al imán. John Trapp

Vers. 2. Dios mío, en Ti confío. La fe es el cable que amarra nuestro bote a la orilla, y al tirar de él nos acerca a la tierra; la fe nos une a Dios, y entonces tira de nosotros hacia El. En tanto que el anda de la fe se mantiene firme no hay temor de la peor tempestad; si falla, no nos queda esperanza. Hemos de procurar que nuestra fe sea sana y tuerte, pues de otro modo la oración no puede prevalecer ante Dios. Ay del guerrero que tira su escudo; ¿qué defensa tendrá el que no halla defensa en su Dios? C. H. S.
Vers. 3. Ciertamente ninguno de cuantos esperan en Ti será confundido. El sufrimiento ensancha el corazón, al crear poder para simpatizar. Si oramos sinceramente por nosotros mismos, no seguiremos mucho tiempo dejando en el olvido a nuestros compañeros de sufrimiento. No hay ninguno que tenga compasión del pobre como los que han sido pobres o aún lo son; ninguno tiene tanta ternura para con cl enfermo como el que tiene mala salud. Hemos de estar agradecidos por las penas ocasionales si nos preservan de la dureza crónica del corazón, porque de todas las aflicciones, el corazón desabrido es la peor; es una plaga para el que lo tiene y un
tormento para los que le rodean.
Sean avergonzados los que se rebelan sin causa. David no había provocado a sus enemigos; el odio de ellos era inmerecido. Los pecadores no tienen razón justificable o excusa válida para transgredir; no benefician a nadie, ni aun a ellos mismos, con sus pecados; la ley contra la cual faltan no es dura ni injusta; Dios no es un amo tiránico; la providencia no es esclavitud; los hombres pecan porque quieren pecar, no porque sea provechoso o razonable hacerlo.
De ahí que la vergüenza sea la retribución apropiada. Sonrójense con vergüenza penitencial ahora, pues de otro modo no podrán escapar al desprecio perdurable y la vergüenza amarga que es el destino de los necios en el mundo venidero. C. H. S.

Que la vergüenza recaiga sobre el que la merezca, incluso los que obran con deslealtad, sin ser provocados por mi parte. Y así fue; porque Ahitófel se ahorcó; Absalón fue colgado por la mano de Dios y Joab le dio muerte; los que conspiraron con él perecieron, en parte, por la espada, y en parte huyeron, avergonzados de su empresa. ¡Oh el poder de la oración! ¿Qué hay que no consigan los santos si lo piden? John Trapp

Vers. 4. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Hay los caminos de los hombres y los caminos de Dios; las sendas del pecado y las sendas de la justicia; hay tus caminos y mis caminos; los tuyos son caminos de verdad, los míos son caminos de error; los tuyos son buenos ante tus ojos, y los míos son buenos ante mis ojos; los tuyos llevan al cielo, y los míos llevan al infierno. Por tanto: «Muéstrame tus caminos, oh Señor; enséñame tus sendas», para que, equivocadamente, no vaya por mis caminos en vez de por los tuyos; sí, guíame en la verdad,
y enséñame, para que no me desvíe de tus caminos y entre en los míos; «muéstrame tus sendas» mediante el ministerio de tu Palabra; «enséñame tus sendas» con la guía de tu Espíritu; «guíame en tu verdad» mediante la ayuda de tu gracia. Robert Mossom

Vers. 4, 5, 9. Haz lo que sepas, y Dios te enseñará lo que has de hacer. Haz lo que sepas es tu deber presente, y Dios te dará a conocer u deber futuro cuando pase a ser presente. Ocúpate en evitar las omisiones conocidas, y Dios te guardará de las comisiones temidas. Samuel Annesley

Vers. 5. Encamíname en tu verdad, y enséñame. David sabía mucho, pero se daba cuenta de su ignorancia y deseaba seguir en la escuela del Señor; cuatro veces en estos dos versículos solicita ser admitido a la escuela de la gracia. Sería bueno que muchos que enseñan a otros, en vez de seguir sus propios métodos y trazar nuevos caminos de pensamiento para si mismos, inquirieran sobre los antiguos y buenos caminos de la propia verdad de Dios, y solicitaran al Espíritu Santo que les diera entendimientos santificados y deseosos de aprender. C. H. S.
Aquel cuya alma es insaciable en la oración, avanza, se acerca a Dios, gana algo y termina con su corazón más elevado. Así como un niño que ve a su madre con una manzana en la mano y le gustaría poseerla va a su madre y se la pide con disimulo: ahora le agarra un dedo, luego se lo deja; otra vez tira del dedo, y lo tiene apretado, y así sigue tirando y llorando hasta que consigue lo que desea.
Así el hijo de Dios, viendo todas las gracias que hay en El, se acerca al trono de la gracia pidiéndolas, y con sus oraciones sinceras y fieles abre las manos de Dios hacia él; Dios trata a sus hijos como hacen los padres, y retiene lo deseado un tanto; no porque no esté dispuesto a darlo, sino para hacer más vivo el anhelo; para acercar al que desea a El. William Fenner
Porque Tú eres el Dios de mi salvación. Jehová Trino es el autor y perfeccionador de la salvación de su pueblo. Lector, ¿es El el Dios de tu salvación? ¿Hallas en la elección del Padre, en la expiación del Hijo y en el avivamiento del Espíritu la base de tus esperanzas eternas? Si es así, puedes usar esto como argumento para obtener nuevas bendiciones; si el Señor ha ordenado que seas salvo, sin duda no va a rehusarte instrucción en sus caminos. Es dichoso que podamos dirigirnos al Señor con la confianza que David manifiesta aquí; nos da gran poder en la oración y
consuelo en la prueba. C. H. S.

En Ti he esperado todo el día. El esperar en Dios es:
1) Vivir una vida de deseo hacia Dios; esperar en El como el mendigo espera en su benefactor, con deseo sincero de recibir provisiones, como el enfermo del estanque de Betesda observaba cuándo serían agitadas las aguas, y esperaba en los pórticos con deseo de que le ayudaran a entrar en ellas y ser sanado.
2) Es vivir una vida en Dios, como el amante espera a la amada. El deseo es amor en movimiento, como el pájaro al volar; el deleite es amor en reposo, como el pájaro en su nido; ahora bien, aunque nuestro deseo debe ser hacia Dios de tal forma que aún deseemos más de Dios, sin embargo nuestro deleite ha de ser tal en Dios que nunca deseemos más de Dios. Condensado de Matthew Henry en Comunión con Dios
En Ti he esperado. Esperado para oír la voz secreta de tu Espíritu, poniendo paz en mi conciencia; esperado para sentir el vigor renovador de tu gracia, avivando mi obediencia; esperado para ver el poder subyugador de tu Espíritu Santo, apagando mi pecado rebelde; esperado para sentir la virtud alentadora de tus consuelos celestiales, como refrigerio para mi alma que desmaya; esperado todas estas bendiciones. Robert Mossom

Vers. 6. Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias. Hay una santa osadía que se atreve a tratar así con el Altísimo. Cultivémosla. Pero hay también una incredulidad no santa que sugiere nuestros temores. Esforcémonos contra ella con toda nuestra fuerza. ¡Qué joyas son estas dos expresiones: «tus piedades y tus misericordias»! Son como la miel del lenguaje; su suavidad no hay palabra que la supere; pero en cuanto a los favores de la misericordia que implican, la lengua falla en poder describirlos. C. H. S.
¡Oh, en qué forma un abismo llama a otro abismo! ¡La profundidad de mis múltiples miserias dama, en voz alta, a la profundidad de tus múltiples misericordias!; incluso esta misericordia por la cual Tú perdonas mis pecados y ayudas mis debilidades; esta misericordia por la cual me santificas por tu gracia y me confortas con tu Espíritu; esta misericordia por la cual me libras del infierno y me aceptas en el cielo. «Recuerda, oh Jehová», que tus piedades y tus misericordias
han sido «desde antiguo» para tus santos. Robert Mossom
Que son perpetuas. David era un creyente sano en la doctrina del amor eterno de Dios. Las bondades del Señor no son una novedad. Cuando le rogamos que nos las conceda, podemos poner énfasis en el uso y costumbre que vienen de muy antiguo. En los tribunales de justicia los hombres hacen mucho hincapié sobre los precedentes, y nosotros podemos invocarlos en el trono de la gracia. «La fe» -dijo Dickson- «tiene que hacer uso de las experiencias y repetirlas ante Dios, desde el registro de una memoria santificada, como un recordatorio que El no puede olvidar.» C. H. S.
El amor divino es una fuente eterna, que nunca deja de manar en tanto que hay una vasija vacía o capaz de recibir algo más; y está a disposición de todos los que llegan: por tanto, acudamos; y si no tenemos bastantes vasos para almacenaría, vayamos a pedir prestados vasos vacíos, y no pocos; «paga tus deudas con ello, y vive del resto» (2ª Reyes 4:7) hasta la eternidad. Elisha Coles
en La soberanía de Dios

Vers. 7. De los pecados de mi juventud, y de mis transgresiones, no te acuerdes. El mundo no hace caso de los pecados de los jóvenes, pero no son tan pequeños, después de todo; los huesos de los festines de nuestros jóvenes en la mesa de Satanás van a quedarles dolorosamente atragantados en el cuello cuando sean mayores. El que presume de su juventud está envenenando su edad madura y su ancianidad. ¡Cuántas lágrimas van a mojar estas páginas cuando algunos se
reflejen en su pasado! C. H. S.
Antes de llegar al punto principal, primero hemos de quitar del texto el estorbo de una doble objeción. La primera es: Parece (pueden decir algunos) muy improbable que David hubiera tenido pecados en su juventud si consideramos los principios en que transcurrió su pasado.
El primero era la pobreza. Leemos que su padre Isaí era tenido como anciano, no como un hombre rico; y es probable que sus siete hijos fueran la parte principal de su riqueza.
Segundo: penas. David, aunque era joven, no era mimado, sino que trabajaba de firme; enviado por su padre a seguir las ovejas con crías, donde parece haber aprendido la inocencia y simplicidad de las ovejas que guardaba.
Tercero: piedad (Salmo 71:5): «Porque Tú eres mi esperanza, oh Dios; Tú eres mi confianza desde mi juventud.» Y de nuevo en el versículo 17 del mismo Salmo: «Oh Dios, Tú me has enseñado desde mi juventud.» David empezó a ser bueno pronto, un santo aunque joven. Y lo que es más, se hallaba constantemente en el horno de la aflicción (Salmo 88:15): «Aun desde mi juventud estoy afligido y enfermizo; me han abrumado tus terrores, y estoy amedrentado.»
De lo que se trata es, pues: ¿Cómo podía ser corrupta esta agua que era clarificada diariamente?
¿Cómo podía oxidarse un pedazo de acero que era bruñido con regularidad? ¿Cómo podía el alma de David en su juventud estar ensuciada por el pecado, si era rascada constantemente por el sufrimiento? Pero la respuesta es fácil: porque aunque David, en general, era un hombre según el corazón de Dios (la mejor trascripción de la mejor copia), con todo, especialmente en su juventud, tuvo sus faltas y debilidades; sí, sus pecados y transgresiones.
Si la juventud de David, que fue pobre, penosa y pía, era culpable de pecados, ¿qué diremos de la de aquellos cuya educación ha sido rica, despreocupada y pecaminosa? Y afirmo que la del resto está llena de oprobio, pena y silenció en la conciencia de todos. Thomas Fuller
Y de mis transgresiones. Otra palabra para los mismos males. El penitente sincero no puede pasar por las confesiones a galope; se ve obligado a lanzar muchos gemidos, porque los muchos pecados le abruman con innumerable aflicción.
Un sentimiento penoso de algún pecado provoca en el creyente un arrepentimiento por la masa entera de sus Iniquidades. No hay nada que satisfaga del todo una conciencia despierta, como no sea el perdón más pleno y claro. David no quiere que sus pecados sean perdonados, sino olvidados.
Conforme a tu misericordia acuérdate de ml, por tu bondad, oh Jehová. David y el ladrón moribundo exhalan la misma oración, e indudablemente están basados en la misma alegación, a saber, la gracia gratuita y la bondad de Jehová, inmerecida por nuestra parte. No nos atrevemos a pedir que se nos mida nuestra porción en las balanzas de la justicia, sino que pedimos que se nos trate con la mano de la misericordia.

Vers. 8. Bueno y recto es Jehová; por tanto, Él enseñará a los pecadores el camino. No es menos verdadero que maravilloso el que, por medio de la expiación, la justicia de Dios ruega tan insistentemente como su gracia para la salvación de los pecadores, para salvar a aquellos por los que Cristo murió. Además, tal como un buen hombre de modo natural se esfuerza en hacer a los demás como él mismo, así también el Señor nuestro Dios, en su compasión, traerá a los pecadores al camino de la santidad y los modelará a su propia imagen; así, la bondad de nuestro Dios nos lleva a esperar que sean reclamados los pecadores.
No lleguemos, sin embargo, a la conclusión de que la bondad de Dios salvará a todos los pecadores que siguen descarriándose por sus propios caminos; pero podemos estar seguros de que El renovará el corazón de los transgresores y los guiará al camino de la santidad. Que los que deseen ser librados del pecado se consuelen en esto: Dios mismo condescenderá a ser el maestro de los pecadores. ¡Qué escuela es ésta que Dios quiere enseñar en ella! La enseñanza de Dios es práctica; El enseña a los pecadores no solamente la doctrina, sino el camino. C. H. S.
Como la elección es el efecto de la soberanía de Dios, nuestro perdón es el fruto de su misericordia, nuestro conocimiento una corriente de sabiduría, nuestra fuerza una impresión de su poder; así que nuestra pureza es un rayo de su santidad. Stephen Charnock

Vers. 10. Todas las sendas de Jehová. ¡Qué frecuentes, qué marcadas y qué numerosas son las huellas para cada familia y cada individuo! Adondequiera que vamos, vemos que la misericordia y la verdad de Dios han pasado por allí, por las profundas huellas que han quedado detrás. Adam Clarke

Vers. 11. Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande. Aquí hay un ruego bendito que no falla nunca. No por nuestros propios méritos, sino para glorificar tu misericordia y para mostrar la gloria de tus atributos divinos.
Perdona mi pecado que es grande. Es confesado; es aborrecido; está consumiendo mi corazón de pena. Señor, perdónalo; pronuncia con tus labios la absolución. Pesa muchísimo, y te ruego que lo quites. Su tamaño no es una dificultad para Ti, porque Tú eres un Dios grande, pero la miseria con que me oprime es el argumento que uso para pedirte perdón rápido.
Señor, el paciente está muy enfermo; sánalo, pues. El perdonar a un gran pecador te va a acarrear gran gloria; por tanto, por amor a tu nombre, perdóname.
Observa en qué forma este versículo ilustra la lógica de la fe, que es lindamente contraria al espíritu legal; la fe no mira los méritos en la criatura, sino que considera la bondad del Creador; y en vez de quedar aplastado por los méritos negativos del pecado, mira a la preciosa sangre y suplica con más vigor debido a la urgencia del caso. C. H. S.
Entre las obras divinas no hay ninguna que establezca mejor su gloria que la de la remisión.
El pecado, al ser cometido, es causa de mucha deshonra para Dios, y, con todo, al perdonarlo, Dios levanta para si un gran honor. Como Dios perdona los pecados por amor a su nombre, estará dispuesto a perdonar muchos pecados lo mismo que pocos, grandes y pequeños; en realidad, cuanto mayores y en mayor número son los pecados, mayor es el perdón y, como resultado, mayor la gloria de Dios; y, por tanto, David, sobre esta consideración del nombre y la gloria de Dios, hace de la grandeza de su iniquidad un motivo de perdón.
En realidad, el incurrir en pecados graves para que Dios pueda glorificarse más al perdonarlos es una aborrecible presunción, pero el esperar que estos pecados graves en que hemos incurrido serán perdonados por Dios si sentimos verdadero arrepentimiento, por amor a su nombre, es una expectativa bien fundada, y puede ser apoyada en nuestros espíritus contra las mayores tentaciones de sentirnos abatidos. Nathanael ARDÍ
David alega la grandeza de su pecado, y no la pequeñez del mismo; refuerza su oración con esta consideración: que sus pecados son muy graves. Cuando un mendigo pide pan, alegará lo extremo de su pobreza y su necesidad. Cuando un hombre afligido dama misericordia, ¿qué puede haber más apropiado que alegar la extremosidad de su caso? Y Dios permite este ruego porque El es movido a misericordia hacia nosotros, no por nada que haya en nosotros, sino por lo miserable de nuestro caso.
El honor de Cristo es salvar a los mayores pecadores que acuden a El, como el honor de un médico es curar los casos más desesperados de enfermedades y heridas. Por tanto, no dudemos que Cristo ya a estar dispuesto a salvar a los mayores pecadores que acudan a El; porque El está deseoso de glorificarse a sí mismo y exaltar el valor y virtud de su propia sangre. Viendo que El está así dispuesto a redimir a los pecadores, no se negará a mostrar que puede redimir hasta lo sumo. Jonathan Edwards
Los pecadores que acuden a Dios en busca de perdón consideran sus pecados como muy
grandes; porque frente a un gran Dios -grande en poder, en justicia, en santidad- yo soy un gusano, y además peco, y esto atrevidamente contra un Dios tan grande. ¡El que un gusano se levante frente a un Dios grande e infinito, hace que cada pecado sea grande, y reclama la venganza máxima de un Dios tan grande!
Debido a que han pecado contra la gran paciencia, despreciando la bondad y longanimidad de Dios, que se dice «atesora su ira» (Romanos 2:4, 5).
Los pecados parecen grandes porque dan lugar a grandes misericordias. ¡Oh, contra qué
misericordias tan grandes y bondades pecan los pecadores, y hacen pecado de estas
misericordias!
Lo que hace mayor el pecado a los ojos de los pobres pecadores que claman pidiendo perdón es que han pecado contra una gran luz -la luz de la conciencia-; esto aumenta el pecado en alto grado, especialmente para aquellos que están bajo la influencia del evangelio; y es en realidad el pecado de todos en esta nación.
Aun así, no hallamos que la juventud de David sea pecaminosa en grado notable; pero el que no ocupara su juventud para obtener conocimiento y servir al Señor de modo pleno fue su carga y su queja delante del Señor; cuánto más penoso y abominable a sus almas ha de ser para aquellos cuya juventud ha transcurrido sólo en la vanidad, las palabras vanas, el mentir, jurar, profanar el día del Señor con diversiones y excesos de todas clases, cuando el Señor lo pone sobre sus conciencias. Anthony Palmer en La nueva criatura del Evangelio «¡Oh!» -dijo Faraón-, «¡quitad estas ranas asquerosas, este trueno horroroso!» Pero, ¿qué dice David? «Señor, ¡quita la iniquidad de tu siervo!» El uno quería verse libre de castigo. Y es muy verdadero que un cristiano más bien suele perturbarse por el pecado que por las ranas y el trueno; ve más inmundicia en el pecado que en las ranas y sapos, y más horror que en el trueno y el relámpago. Jeremiah Dyke
Faraón lamentaba más los golpes que recibía que la dureza de corazón de dentro. Esaú se lamentaba, no porque había vendido el derecho de nacimiento, que era su pecado, sino porque había perdido la bendición, lo cual era su castigo.
Esto es lo mismo que llorar por aplicarse una cebolla; el ojo derrama lágrimas porque duele. Un marinero lanza un fardo durante una tempestad, que desea recoger al regreso, cuando los vientos hayan amainado. Muchos se quejan más de las aflicciones con las cuales han nacido que de los pecados con que han nacido; tiemblan más ante la venganza del pecado que ante el veneno del pecado; el uno los deleita, el otro los aterra. William Secker

Vers. 12. ¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El temor presente engendra seguridad eterna; teme a Dios, que está sobre todas las cosas, y no tendrás que temer a los hombres en absoluto. AGUSTÍN
El le enseñará el camino que ha de escoger. Aquellos cuyo corazón es recto no errarán por falta de dirección celestial. Cuando Dios santifica el corazón, ilumina la mente. Todos deseamos escoger nuestro camino; pero, ¡qué misericordia cuando el Señor dirige esta elección y hace que la elección libre sea la elección buena! Si hacemos nuestra la voluntad de Dios, Dios nos permitirá tener nuestra voluntad.
Dios no fuerza nuestra voluntad, sino que deja mucho a nuestra elección; sin embargo, El instruye nuestra voluntad, y por ello escogemos lo que es agradable a su vista. La voluntad debe estar sometida a la ley; hay una manera en que podemos escoger, pero somos tan ignorantes que necesitamos ser enseñados, y somos tan voluntariosos que sólo Dios puede enseñarnos de modo efectivo. C. H. S.

Vers. 13. El que teme a Dios no tiene que temer nada más. Gozará de bienestar. Ocupará la estancia del contentamiento. Uno puede dormir tan bien en un camastro como en la cama más mullida; no es la abundancia, sino el contentamiento, lo que nos da la verdadera comodidad. C. H. S.
El temor santo de Dios va a destruir los temores pecaminosos de los hombres, tal como la serpiente de Moisés devoró las serpientes de los magos. Robert Mossom

Vers. 14. El secreto de Jehová es para los que le temen. Algunos dicen aquí «la amistad»; significa relación familiar, intimidad, confidencias, y amistad selecta. Este es un gran secreto.
Las mentes carnales no pueden ni imaginarse lo que significa, y aun los creyentes no pueden explicarlo en palabras, porque es necesario sentirlo para conocerlo.
La vida espiritual más elevada es por necesidad una senda que el ojo del águila no conoce y que el cachorro del león no puede seguir; ni la sabiduría ni la fuerza natural pueden forzar la puerta de esta cámara interior. Los santos tienen la clave de los jeroglíficos del cielo; sólo ellos pueden descifrar los enigmas celestiales. Son los iniciados en la comunión de los cielos; han oído las palabras que no es posible que repitan a sus compañeros. C. H. S.
Hay un sentido vital en que «el hombre natural no discierne las cosas del Espíritu de Dios» y en que todas las realidades de la experiencia cristiana quedan por completo fuera de sus percepciones. El hablarle de la comunión con Dios, del sentimiento de perdón, de la viva expectativa del cielo, del testimonio del Espíritu Santo, de las luchas de la vida espiritual, sería como razonar con un ciego sobre colores o con un sordo sobre armonía musical. John Morison
¡Ah!, pero tú dices: ¿No conocen el evangelio muchos hombres carnales y hablan de las cosas del mismo con la fuerza del entendimiento, etc.? Contesto con el texto de Colosenses 1:26, 27 que, aunque puedan conocer las cosas que revela el evangelio, no conocen las riquezas y gloria del mismo; que el mismo conocimiento rico del que habla la Palabra ellos no lo tienen, y por tanto no lo conocen; un niño y un joyero miran los dos una perla y la llaman igual; pero el niño no la conoce como una perla en cuanto al valor y riqueza de la misma, como el joyero, y por tanto no se puede decir que la conozcan igual. Thomas Goodwin
El andar con Dios es la mejor manera de conocer la mentalidad de Dios; los amigos que andan juntos se comunican los secretos. El secreto de Jehová es para los que le temen. Noé anduvo con Dios y el Señor le reveló un gran secreto: que destruiría al viejo mundo, y le quería a él en un arca.
Abraham anduvo con Dios, y Dios le dejó entrar en su consejo privado: «¿Esconderé de
Abraham lo que voy a hacer?» (Génesis 18:17 y 24:40). Dios algunas veces hace conocer los secretos de su seno al alma en oración, y en la Santa Cena, como Cristo se dio a conocer a sus discípulos en el partimiento del pan (Lucas 24:35). Thomas Wattson

Vers. 15. Mis ojos están siempre vueltos hacia Jehová. El escritor dice que está fijo en su confianza y constancia de su expectativa; mira con confianza y aguarda con esperanza. Podemos añadir a esta mirada de fe y de esperanza la mirada obediente de servicio, la mirada humilde de reverencia, la mirada de admiración y asombro, la mirada diligente de la meditación, y la tierna mirada de afecto. Felices aquellos cuyos ojos no se apartan nunca de su Dios. «El ojo» -dice Salomón- «nunca está satisfecho de ver»; pero esta vista es la que más satisface en el mundo.
Porque El sacará mis pies de la red. Observa la condición conflictiva en que un alma llena de gracia se ha colocado; sus ojos están en el cielo, y, con todo, sus pies están a veces en la red; su naturaleza más noble no cesa de contemplar las glorias de Dios, en tanto que su parte inferior está sufriendo las miserias del mundo.C.H.S.
Una desgraciada paloma cuyas patas habían caído en el lazo del cazador es un perfecto emblema del alma, entrampada en los cuidados y placeres del mundo, que siente el deseo de tener el poder de la gracia para huir y estar en reposo con su Redentor glorificado. George Horne

Vers. 16. Sus propios ojos estaban fijos en Dios, pero temía que el Señor, airado, hubiera apartado su rostro de él. A veces la incredulidad sugiere que Dios dirige su mirada apartándola de nosotros. Si nosotros estamos vueltos hacia Dios, no tenemos por qué temer que él se vuelva de nosotros, sino que podemos exclamar con osadía: «Vuélvete a mi.»

Vers. 17. Las angustias de mi corazón se han aumentado. Cuando la tribulación penetra en el corazón, es verdaderamente tribulación. En el caso que tenemos delante el corazón estaba tumefacto de pena, como un lago relleno a causa de grandes avenidas; esto lo usa como argumento en favor de la liberación, y es un argumento potente.
Cuando llega la hora más oscura de la noche esperamos la aurora; cuando el mar está en su punto más bajo, en la marea, ésta tiene que cambiar, y cuando nuestras tribulaciones han aumentado en extremo, entonces podemos orar confiados: ¡Oh Señor, sácame de mis congojas! C. H. S.
Que ningún hombre se sorprenda de que su aflicción sea grande y para él inexplicable. Siempre ha sido así entre el pueblo de Dios. El camino hacia el cielo está húmedo de lágrimas y sangre de los santos. William S. Plumer
No podemos quejarnos de Dios, pero podemos quejarnos a Dios. Con sumisión a su santa
voluntad, podemos pedir sinceramente ayuda y liberación. William S. Plumer

Vers. 18. Mira mi aflicción y mis trabajos, y perdona todos mis pecados. Nota las muchas pruebas de los santos; aquí tenemos no menos de seis palabras, todas ellas para describir aflicción: «Aflicción, angustias, congojas, trabajos, tribulaciones, pena.» Pero también el espíritu sumiso y creyente de un verdadero santo; todo lo que pide es: «Señor, mira mi aflicción y mis trabajos.» No pronuncia ni aun expresa una queja; una mirada de Dios le deja contento, y habiendo sido concedida, no pide más.
Aún más notable es la forma en que el creyente bajo la aflicción descubre la verdadera causa de lo que sufre y pone el hacha a la raíz de la misma. «Perdona todos mis pecados» es el clamor de un alma que está más acongojada por el pecado que por el dolor y quiere más bien ser perdonada que curada. Bienaventurado el hombre para quien el pecado es más insoportable que la enfermedad; no tardará mucho antes que el Señor le haya perdonado la iniquidad y curado la enfermedad. Los hombres son lentos en darse cuenta de la íntima conexión entre el pecado y la aflicción; solamente un corazón enseñado por la gracia se da cuenta de ello. C. H. S.
Es a causa de la enfermedad del alma que Dios nos visita con la enfermedad del cuerpo. Su objetivo es curar el alma al tocar el cuerpo. Y, por tanto, en este caso, cuando Dios nos visita con la enfermedad, deberíamos pensar que nuestra tarea está más bien en el cielo con Dios que entre los hombres y los médicos. Richard Sibbes

Vers. 19. Considera mis enemigos. O sea, míralos; pero con otra clase de mirada; tal como miraba a través de la columna de fuego sobre los egipcios y los perturbó (Éxodo 14:24), con una mirada de ira y de venganza. John Gill
Dios no necesita hacer uso de muchas criaturas para disciplinar al hombre; lo hace por su cuenta.
No hay ninguna criatura tan perjudicial para el hombre como él mismo. Algunas dañan a otras especies y dejan en paz a la propia, pero la humanidad se destruye con toda clase de medios. Los hombres son más astutos contra los hombres que una zorra, más crueles que un tigre, más fieros que un león; en una palabra, si dejamos al hombre en manos de otro hombre, éste se comporta como un diablo. William Struther

Vers. 20. Guarda mi alma del mal, y líbrame cuando caigo en él. Esta es otra versión de la oración: «No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. »
No sea yo avergonzado. Este temor es como un espectro que gira alrededor de la mente del Salmista. Tiembla para que su fe no sea objeto de ridículo a causa de lo extremo de su aflicción.
Los corazones nobles no pueden tolerar la vergüenza. David tenía un espíritu caballeroso, que podía resistir cualquier tormento, antes que el de la deshonra. C. H. S.

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