miércoles, 27 de marzo de 2013

El predicador y la oración: La casa de Dios



LA CASA DE DIOS

La Iglesia, determina a la adquisición del poder temporal, casi ha abandonado sus deberes espirituales. Y su imperio, el cual descansa sobre fundamentos espirituales, se va desmenuzando con su caída, amenazando con pasar de largo como una visión que no tiene sustancia.                                                                                                                                       Lea´s Inquisition



La oración se relacio9na con lugares, épocas, ocasiones y con circunstancias. Tiene que ver con Dios y con todo aquello que este relacionado con Él. Pero también esta íntima y especialmente relacionada con su casa: a saber, La Iglesia, un lugar sagrado, apartado para adorar a Dios y predicar su Palabra. Si, la oración tiene un lugar preponderante en la Casa de Dios.
Allí Dios se encuentra con su pueblo y se deleita en la adoración de sus santos. No es, pues, un lugar común…
Nuestro Señor puso un énfasis peculiar sobre lo que es la Iglesia cuando echó a los mercaderes del Templo, repitiendo las palabras de Isaías:
“¿no esta escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.” (Mr. 11:17).
Así, aquellos que descuidan hoy también la oración y buscan minimizarla, dándole un lugar secundario, pervierten la Iglesia de Dios. Porque la oración pertenece a la Casa de Dios, donde tiene sus derechos divinos.
Es más, la vida, el poder y la gloria de la Iglesia es la oración. Esta hace que el mismo edificio se convierta en un santuario, algo separado en espíritu y en propósito, diferente en todo a cualquier otro edificio.
Así sucedía con el Tabernáculo, el cual aun siendo movido de sitio en sitio, era santo porque allí moraba la presencia de Dios.
Sin oración, una Iglesia viene a ser entonces como un cuerpo sin espíritu, algo muerto e inanimado. Podrá tener un hermoso y un costoso edificio, con todos los adelantos y comodidades, pero si en su seno carece de oración, será fría y yerta.

Por consiguiente, puesto que la Casa de Dios es una Casa de Oración, la intención divina es que su pueblo deje sus hogares y vaya a encontrarse con Él en su propia Casa.
Dios ha hecho promesa especial de encontrarse con su pueblo allí, y el deber de todo creyente es acudir a la Iglesia para ese fin específico.
De hecho la oración debería ser la principal atracción para los creyentes espirituales, los demás lugares, aunque no todos pecaminosos o malos, son seculares y humanos, y no tienen una concepción especial de Dios con ellos. Pero la Iglesia es esencialmente espiritual y divina. Lo que se hace en otros lugares es hecho sin especial referencia a Dios, mientras que en la Iglesia, Dios es reconocido, invocado y adorado. La oración es, en definitiva, la marca distintiva de la Casa de Dios, el lugar sagrado en donde los creyentes fieles se encuentran con su Señor.
La oración debe de tomar parte en cada una de las actividades que se llevan a cabo en la Iglesia y de su templo; siendo una de sus importantísimas funciones la de crear y educar a la gente de oración, hombre y mujeres santos que pasen largo tiempo sobre sus rodillas.
Cualquier Iglesia que se llame Casa de Dios y que no dé a la oración un lugar prominente en sus actividades y que no enseñe las grandes lecciones que la Escritura contiene sobre ella, debería ajustarse inmediatamente al patrón y guía divina o cambiar el nombre de su edificio.
El hallazgo del libro de la ley dado a Moisés supuso algo sin precedentes en la historia de Israel. Cuando fue llevado a Josías, éste rasgó sus vestidos y se afligió en gran manera por el abandono que había existido en su reino con respecto a la Palabra de Dios, cuyo resultado natural había sido irremediablemente la iniquidad que abundaba por toda la Tierra.
Entonces, Josías pensó en Dios, y mandó a Hilcías, el sacerdote, a que fuera e inquiriera acerca de lo hallado. ¡Un abandono de la Palabra de Dios era demasiado serio para ser tratado livianamente! Toda la nación, sin duda, debía de mostrar un sincero arrepentimiento. Y éstas fueron las palabras de este fiel rey:
“andad, consultad a Jehová por mi y por el remanente de Israel y de Judá acerca de las palabras de l libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que ha caído sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron la Palabra de Jehová, para hacer conforme a todo lo que esta escrito en este libro” (2 Cro 34:21).
Pero esto no fue todo… Josías promovió un avivamiento dentro de su reinado; de modo que le encontramos reuniendo a todos los ancianos de Jerusalén y a los ancianos de Judá para llevar a cabo tal propósito.
Una vez reunidos, el rey entro en la Casa del Señor y leyó las palabras del libro del Pacto que fue encontrado en la Casa del Señor.

Gracias a este rey justo, la Palabra de Dios tomó una importancia relevante. Josías la estimó de tal manera que consultó a Dios en la oración sobre su propia Palabra, y se cuido de instruir a la gente que le rodeaba sobre las maravillas de su contenido.
Asimismo, cuando Esdras volvió de Babilonia y buscaba la restauración de su nación, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que estaba delante de la Puerta de las aguas;
“… y dijeron a Esdras, el escriba, que trajese el libro de la ley de Moisés, el cual había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos de los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que esta delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencias de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley” (Neh. 8:1-3).
¡Este fue el gran día de la lectura de la Palabra de Dios en Judá! Un verdadero avivamiento; los líderes leían la Ley delante de el pueblo, cuyos oídos estaban atentos a lo que Dios tenía que decirles. Pero no solo fue un día de lectura de las Escrituras; fue también un tiempo de predicación de la Palabra, así como lo indica el siguiente pasaje:
“y leían en el libro de la Ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:8)
He aquí la definición escritural dela predicación: leer la Palabra de Dios de modo que la gente pueda oír y entender las palabras, no desviándonos de su contenido. Esta es la clase de predicación que necesitamos hoy día, una predicación clara y expositora, para que la Palabra de Dios pueda tener efecto en los corazones.
Es cierto que la predicación tópica, polémica, histórica y otras formas de sermones tienen sus usos en determinados momentos. Pero la predicación expositora, aquella que nos da a entender claramente el contenido de la Palabra de Dios, es la numero uno por excelencia.
Sin embargo, para lograr un fin exitoso, el predicador necesita ser un hombre de oración. Por cada hora que pase estudiando su mensaje, deberá estar dos horas de rodillas en oración. Por cada hora que dedique a un pasaje oscuro de la Escritura, habrá de estar dos a solas con su Señor. Y es que la oración y la predicación no pueden permanecer separadas…

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