viernes, 28 de febrero de 2025

El propósito final de Dios para nuestras pruebas

El propósito final de Dios para nuestras pruebas
Romanos 8.29-30

Las situaciones difíciles son más fáciles de soportar si sabemos que algo bueno resultará de ellas. El problema es que nuestra idea de lo bueno puede ser distinta a la de Dios. Como sus caminos y sus pensamientos están muy por encima de los nuestros, debemos confiar en que Él sabe lo que es mejor, incluso si las situaciones nos causan dolor, impotencia o dificultad (Is 55.9). El bien final del cual el Señor está ocupándose es hacernos cada vez más semejantes a su Hijo Jesucristo, y las pruebas que experimentamos son una de las herramientas que Él utiliza en el proceso.

Ahora bien, no debemos pensar que Dios envía aflicción a nuestra vida y después se cruza de brazos para ver qué pasará. Nuestro misericordioso Padre celestial controla cada aspecto de la situación.

El Señor dispone nuestras pruebas. Considera cada adversidad como necesaria para lograr un propósito específico en nuestra vida (1 P 1. 6, 7).

Él nos conoce y ve dónde necesitamos corrección o crecimiento espiritual para llegar a ser más semejantes a Cristo.

Dios fija la duración de nuestras pruebas. Desde nuestro punto de vista, cualquier dolor dura demasiado tiempo. Pero cuando dependemos del Señor, Él nos da la gracia y la fortaleza para resistir, hasta que se cumpla su voluntad (Fil 4.13).

El Señor pone un límite a la intensidad de nuestras pruebas. Él sabe lo que podemos soportar, y no nos dejará ser tentados más allá de nuestro límite (1 Co 10.13).

Nada en nuestra vida ocurre por azar o sin sentido. Incluso cuando no entendamos lo que el Señor haga, podemos confiar en que usará nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo en carácter, conducta y proceder.

jueves, 27 de febrero de 2025

Dios actúa mediante nuestras pruebas

Dios actúa mediante nuestras pruebas
2 Corintios 12.7-10

Los problemas y el sufrimiento que experimentamos en la vida no ocurren sin ningún propósito. Dios actúa a través de ellos para nuestro bien (Ro 8.28). Es posible que no nos guste o no entendamos con exactitud lo que hace, pero conocer algunos de sus objetivos nos ayuda a confiar en Él y cooperar para cosechar los beneficios de la aflicción.

Protección. Después de que el apóstol Pablo orara con fervor para que su aguijón en la carne le fuera quitado, Dios le reveló que era una protección contra el orgullo. Todos tenemos aspectos de debilidad que podrían llevarnos al pecado, y Dios en su sabiduría sabe cómo protegernos.

Dependencia. El aguijón de Pablo, que lo hacía débil, también lo enseñó a depender de la gracia y del poder de Cristo. De la misma manera, los problemas a menudo nos impulsan a buscar al Señor con humilde dependencia; para entonces estar en posición de recibir la fortaleza divina que Él promete darnos.

Perspectiva divina. Cuando el apóstol Pablo entendió al fin lo que el Señor trataba de hacer, vio su sufrimiento de manera diferente. Dejó de centrarse en su aflicción como un dolor y un obstáculo, y se sintió contento. Pudo regocijarse porque reconoció que el poder de Cristo en él era más importante que verse libre del dolor.

A menos que reconozcamos que Dios siempre prioriza lo eterno sobre lo temporal, no entenderemos el valor del dolor. Según 2 Corintios 4.17 (TLA), "Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa.”. Por tanto, no nos desanimamos.

Cómo dejar un legado de fe

Cómo dejar un legado de fe
2 Timoteo 1.1-9

¿Qué desea dejarles a sus hijos? Es probable que a todos nos gustaría dejar una cuantiosa herencia material, pero hay algo incluso más valioso: un legado espiritual.

El apóstol Pablo admiraba el legado de fe que fue transmitido a Timoteo por su madre y abuela.

Aunque Eunice y Loida no podían conferirle la salvación, fueron un ejemplo de fe en Dios. La herencia más grande que recibió Timoteo fue la instrucción espiritual y el ejemplo de estas mujeres. Para los padres que deseen transmitir un legado de fe, los siguientes valores deben ser parte de sus vidas:

Principios. Conocer y practicar los principios bíblicos. Los padres no pueden transmitir lo que no poseen, pero los que aman y obedecen la Palabra de Dios, compartirán con entusiasmo lo que han aprendido.

Ejemplo. Aplicar los principios bíblicos a su vida y ejercitarlos en presencia de los hijos. Un modelo permanente de obediencia a Dios inspirará a los hijos a buscar al Señor; decir una cosa y hacer otra es un mal ejemplo.

Persistencia. No darse por vencidos a la hora de impartir conocimiento espiritual. Aprendí este sabio hábito de mi madre, quien se propuso sembrar en mí los valores que necesitaría para convertirme en un adulto consagrado. Para enseñarme una lección, me la repetía y me mostraba lo que debía hacer, hasta que se aseguraba de que yo la hubiera aprendido.

Nunca es demasiado tarde para trabajar en pro de un legado espiritual.

Al igual que la madre y la abuela de Timoteo, no nos conformemos solo con criar a nuestros hijos.

Nuestra meta debe ser mostrarnos como ejemplos de una vida de santidad que les inspire a amar y seguir a Cristo.

martes, 25 de febrero de 2025

El regalo más grande de una madre

El regalo más grande de una madre
Deuteronomio 6.1-9

El regalo más grande que una madre puede dar a sus hijos, es su ejemplo de amor y obediencia a Dios. Nuestros hijos necesitan ver los principios de santidad puestos en práctica cada día en nuestras palabras y decisiones, ya que los padres somos sus primeros maestros y consejeros espirituales que tienen en la vida.

Cada niño viene a este mundo con una mente moldeable. A medida que les enseñamos y ejemplificamos conductas y palabras piadosas, se les ayuda a desarrollar un sistema de creencias inclinado hacia Dios. Es como un colador que filtra todo lo que entra a la mente. Un niño por el cual se haya orado y al que se le haya instruido en los caminos del Señor, es más propenso a ver el mundo desde una perspectiva bíblica. Pero el que ha sido programado por el mundo secular o por otra religión, verá la vida a través de un lente distorsionado.

Los pastores y los maestros de la iglesia pueden ayudar a inculcar en los niños el conocimiento y el amor al Señor. Sin embargo, son los padres quienes tienen la principal responsabilidad de invertir tiempo, paciencia, instrucción y amor, para que lleguen a ser hombres y mujeres temerosos de Dios.

Enviar un niño al mundo sin un fundamento bíblico, es como lanzarlo desprotegido al foso de un león. Puesto que los niños no son capaces de discernir la verdad del error, los padres deben proteger sus jóvenes mentes contra el ataque del mundo, hasta que sean capaces de enfrentar las pruebas.

La educación de los niños se lleva a cabo en medio de las actividades cotidianas. Utilice cada oportunidad que tenga para enseñarles acerca del Señor y su Palabra, y demostrarles lo que es vivir en santidad. En otras palabras, sea usted la clase de creyente que espera que ellos lleguen a ser algún día.

Avance en medio de la adversidad

Avance en medio de la adversidad
Isaías 63.9

En los exámenes médicos periódicos, los niños necesitan vacunas cada cierto tiempo. Ellos no pueden entender que las vacunas los protegen; desde su punto de vista, solo sienten dolor, ¡mientras que alguien que los ama lo permite! 

Tal experiencia ofrece una pequeña comprensión de la manera como Dios actúa con sus hijos. Responde a una de las preguntas que a menudo nos hacemos cuando nos suceden cosas dolorosas: ¿Dónde está Dios?

La Biblia nos dice que “en toda angustia de ellos él fue afligido” (Is 63.9). 

Quizás recuerde cuando su padre terrenal lo sujetaba para que el médico pudiera administrarle la inyección. Quizás recuerde haberle escuchado decir que la experiencia le dolió más a él que a usted. Eso es, ni más ni menos, lo que nuestro Padre celestial describe en este pasaje de la Biblia. Para una mente infantil es un concepto incomprensible, pero cuando tenemos nuestros propios hijos lo entendemos con claridad. Entonces comenzamos a comprender qué clase de Dios tenemos. Él se involucró en toda nuestra agonía, y probó la última gota en nuestra copa de sufrimiento.

¿Dónde está Dios? Él está donde está el dolor. El libro de Isaías dice: “Él fue molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él” (Is 53.5 LBLA).

Cuando usted enfrente tiempos difíciles, mire el rostro manchado de lágrimas del Salvador; no verá más que amor. Si queremos seguir a Cristo, debemos acompañarlo en su sufrimiento. 

Debemos ir donde Él está, y la cruz es uno de los lugares más hermosos para encontrarlo.

viernes, 21 de febrero de 2025

Lo que significa orar con fe

Lo que significa orar con fe
Marcos 11.20-24

¿Alguna vez, aun de manera inconsciente, ha acusado al Señor de no responder sus oraciones?

Cuando Dios no parece responder sus peticiones, lo primero que debe hacer es analizar bien lo que está pidiendo. ¿Ora con fe, confiando en que el Padre celestial se ocupará de la situación, o solo se queja de lo que ha salido mal?

Piense en si ha orado así: “Señor, la situación en mi trabajo es terrible. Estoy muy frustrado. Me desvivo por ayudar a mi compañero de trabajo, pero él no me tiene la más mínima consideración. Nadie aprecia o reconoce lo que hago”.

En algún momento de nuestra vida, es probable que todos hayamos orado así, y descubierto que no se produjo un cambio radical. El problema es el enfoque. En este caso, se trata del ego. En el versículo 24 del pasaje de hoy, esa no es la oración de fe que el Señor Jesús tenía en mente.

Tener fe en nuestras oraciones no es el objetivo. El objeto de nuestra fe es el Señor. Si ponemos nuestros corazones en nuestros propios deseos, solo hemos transferido nuestra fe a nuestros propios planes. Orar con fe significa entregar nuestros derechos, quejas y deseos al Señor, y descansar del todo en su soberana decisión en cuanto al asunto. Cuando alineamos nuestras peticiones con su voluntad y propósito, comenzamos a ver desplegado su poder.

Si usted es reacio a orar así, solo recuerde que Dios es más sabio que usted, que le ama, y que sabe cómo manejar los enmarañados hilos de nuestra vida, para formar un tapiz hermoso con la imagen de Cristo en ella.

jueves, 20 de febrero de 2025

La disciplina determina el destino

La disciplina determina el destino
1 Corintios 9.23-27

El apóstol Pablo compara la vida con una carrera, y afirma que la disciplina —o la falta de ella— determina el resultado. De lo que habla no es solo de nuestro lugar en el cielo, que está asegurado por nuestra fe en Cristo como Salvador y Señor. Tiene también en mente nuestra obediencia y servicio a Dios.

Para cumplir con los propósitos del Padre celestial, necesitamos “[entrenarnos] con disciplina” (1 Co 9.25 NTV). Aunque deseamos obedecer al Señor, tendemos a pecar. Por tanto, necesitamos controlar nuestros pensamientos, impulsos y acciones pecaminosas, haciendo que nuestro cuerpo sea nuestro siervo, en vez de dejar que los deseos carnales nos gobiernen (1 Co 9.27).

El apóstol Pablo dice que vivamos con un objetivo en mente, en vez de flotar sin rumbo en la vida (1 Co 9.26). Dios ha preparado buenas obras para que las realicemos a lo largo de nuestra vida (Ef 2.10). Cuando vivimos en obediencia al Señor, Él guía nuestro camino y nos fortalece por medio del Espíritu Santo para hacer su voluntad.

Luego, debemos esforzarnos en dirección a la meta de Dios para nosotros. Desear y esperar sentados no sirve de nada si no hay acción.

El esfuerzo que no está dirigido a la meta correcta es como “golpear el aire” (1 Co 9.26). Podemos trabajar con dedicación para lograr nuestros fines, pero si no son los objetivos de Dios, es un esfuerzo perdido.

Pablo nos dice que corramos para ganar (1 Co. 9.24), pero ¿cuál es el premio? Al cumplir el propósito de Dios, Él realiza su obra santificadora y su voluntad en y por medio de nosotros. Entonces, algún día, cuando terminemos nuestro camino y estemos delante de Cristo, recibiremos recompensas eternas.

miércoles, 19 de febrero de 2025

La verdad acerca de la Trinidad

La verdad acerca de la Trinidad
Juan 14.16-20

¿El Espíritu Santo le parece un misterio? Aunque la Biblia habla a menudo de Dios el Padre y de Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo no se menciona tanto. Sin embargo, su persona y su trabajo son tan importantes como los de los otros miembros de la Trinidad.

La Deidad está compuesta por tres Personas distintas, cada una Dios por completo con los mismos atributos divinos, pero con roles diferentes. Cada uno tiene un papel crucial en la salvación de un alma.

•La santidad y la justicia del Padre celestial exigen que se pague el castigo por el pecado.
•El Hijo se convirtió en el sacrificio sin pecado que satisfizo las justas demandas del Padre.
•El Espíritu Santo convence y regenera al pecador para creer e invocar al Señor para salvación.

Poco antes de que Cristo terminara su misión en la Tierra, prometió enviar a los discípulos otro Ayudador: el Espíritu Santo. Dios el Espíritu es tan importante para nosotros, que Jesucristo dijo: “...es mejor para ustedes que me vaya...conviene que yo me vaya... Si me voy, entonces se lo enviaré a ustedes;” (Jn 16.7 DHH).

Es el Espíritu quien nos interpreta la Palabra de Dios y quien nos ayuda a recordarla y ponerla en práctica (Juan 14.26; Juan 16.13). Es, también, nuestro alentador que nos capacita para obedecer a Dios.

El Espíritu Santo no nos atrae hacia Él, sino que busca glorificar siempre a Cristo (Juan 16.14).

Quizás, por eso, parece más difícil de entender quién es. Pero si prestamos atención, veremos cómo nos moldea con esmero, como hace el alfarero con la arcilla, guiándonos, retándonos y transformándonos.

martes, 18 de febrero de 2025

La importancia de la motivación

La importancia de la motivación
1 Samuel 17.20-30

Nuestro mundo está orientado hacia la acción. Por lo general, cuando vemos un problema, le buscamos una solución.

Pero, antes de entrar en acción, sería prudente considerar nuestra motivación. No todas las buenas acciones son motivadas por un buen propósito.

Cuando David llegó a la batalla de Israel contra los filisteos, vio a Goliat por primera vez, y escuchó los insultos de los filisteos y la burla de los israelitas. Entonces, alguien le habló de las recompensas que el rey Saúl había prometido al hombre que matara a Goliat: grandes riquezas, la hija del rey por esposa, y el no tener que pagar ningún impuesto.

Tales recompensas fueron grandes motivaciones que despertaron el interés de David. Sin embargo, lo que en última instancia lo impulsó al campo de batalla fue el deseo de defender el nombre de Dios: “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 S 17.26).

Como cristianos maduros, debemos considerar nuestra motivación para desear la victoria en cualquier batalla. Con frecuencia buscamos un fin egoísta, como liberarnos de nuestras incomodidades y volver a una forma de vida más fácil.

Pero Dios está más interesado en hacernos semejantes a Cristo, que en mantenernos cómodos.

Piense en el último conflicto que enfrentó, o tal vez por el que está pasando. ¿Son la honra de Dios y su crecimiento espiritual el centro de sus deseos? Si no es así, entonces está en contra de lo que Él intenta hacer en su vida. Pero si la voluntad del Señor es más importante para usted que sus propios planes, puede estar seguro de que Dios usará la batalla para el bien suyo y la gloria de Él.

lunes, 17 de febrero de 2025

Predica: Historias cruzadas

Predica: Historias cruzadas

Cómo vencer a los gigantes

Cómo vencer a los gigantes
1 Samuel 17.31-52

La muy conocida historia de David y Goliat enseña a los creyentes que los obstáculos en nuestra vida no son más grandes que nuestro Dios.

Nuestro Goliat puede ser una situación angustiosa, pero debemos entender que el Señor es soberano sobre todo en el cielo y en la Tierra, y que tiene el poder para darnos la victoria.

David tenía una confianza imperturbable porque sus experiencias habían demostrado que Dios era fiel. El joven pastor de ovejas recordó cómo el Señor le dio la victoria en dos ocasiones distintas, cuando un león y un oso amenazaron su rebaño (1 S 17.37).

Nuestra fe se fortalece de manera semejante cuando recordamos la ayuda de Dios en nuestra vida, y al leer acerca de su fidelidad en la Biblia.

Por eso es útil llevar un registro de la fidelidad de Dios. Para que cuando enfrentemos alguna prueba, podamos leer lo que hemos escrito, y así fortalecernos, con la seguridad de que Dios ha demostrado ser digno de confianza en el pasado.

Confiar en el Señor nos da la valentía para enfrentar nuestros gigantes. Armados así, podemos responder a los desafíos basándonos en tres verdades importantes:
•Quién es Cristo en nosotros —nuestro Salvador y Proveedor.

•Quiénes somos nosotros en Cristo —hijos adoptivos de Dios, seguros por la eternidad, y con la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

•Lo que tenemos en Cristo: la promesa de acceso directo al Todopoderoso.

En vez de fijar nuestra atención en el obstáculo, comencemos a enfocarnos en la grandeza de nuestro Dios. Si confiamos en Él y le obedecemos, su Espíritu nos equipará para enfrentar el problema, y nuestra fe lo glorificará.

jueves, 13 de febrero de 2025

Cristo es el modelo

Cristo es el modelo
Mateo 11.28-30

Si Cristo no hubiera llevado nuestra carga, todos estaríamos perdidos y en camino a la separación eterna de Dios. El Señor llevó nuestros pecados en la cruz para que vivamos haciendo el bien (1 P 2.24). Él dice a los cansados y oprimidos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11.28).

Gracias a que nuestra salvación es resultado de que Cristo haya llevado nuestro pecado, Él es nuestro modelo perfecto.

Dios nos predestinó para ser conformados a la imagen de Cristo (Ro 8.29). Por eso sufrir al lado de quienes atraviesan pruebas es parte de ser un hijo de Dios. El sello distintivo de un cristiano es el amor, y esto deber ser evidente en nuestra manera de tratar a los demás.

Pero llevar las cargas de otras personas es difícil, en particular cuando tenemos nuestras propias luchas y preocupaciones.

Sin embargo, no debemos esperar hasta que todos nuestros problemas estén resueltos para decidir imitar las acciones de Jesucristo. El apóstol Pablo, que enfrentó muchos obstáculos, continuó sirviendo a otros. Él dijo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19).

Eso significa que podemos solidarizarnos con otra persona en medio de las cargas, aun cuando tengamos la nuestra. La gracia de Dios es más que suficiente para ambos.

Dios nunca está demasiado ocupado para hacerse cargo de nuestras preocupaciones.

Hay personas, hoy en día, que sufren en todo el mundo. El Señor sabe de qué manera usted puede servir a alguien que necesite afecto. Pídale que le use como un bálsamo sanador para traer libertad a otra persona.

martes, 11 de febrero de 2025

Herederos con Cristo

Herederos con Cristo
Romanos 8.12-18

¿Con qué frecuencia se considera heredero de Dios? Por lo general, no es lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en las bendiciones que recibimos cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador. Quizás esto se deba a que no sabemos en realidad qué significa ser heredero de Dios. Tampoco tenemos claro lo que nos espera en la eternidad, o cuándo ocurrirá.

Ser heredero se asocia, por lo general, con lazos familiares, y lo mismo se aplica a nuestra relación con Dios. Cuando nacimos de nuevo por su Espíritu, nos convertimos en sus hijos adoptivos, y, como tales, somos herederos junto con Cristo. En Colosenses 1.15, el Señor es llamado “el primogénito de toda creación”. En el mundo antiguo, el hijo primogénito tenía una posición de prominencia en la familia, y era el heredero principal de todo lo que poseía su padre. De la misma manera, Jesucristo tiene la posición de primogénito y es el heredero de toda la creación.

Lo extraordinario es que Él ha prometido compartir su herencia con nosotros. Cuando regrese en gloria para ocupar el lugar que le corresponde como Rey de reyes en la Tierra, gobernaremos con Él, bajo su autoridad (Ap 2. 26-27). La vida cristiana está llena de favor inmerecido. La gracia de Dios que experimentamos ahora es solo la punta del iceberg.

Entender todo lo que Cristo ha hecho y hará por sus hijos, debe inspirarnos a vivir para Él.

El Espíritu Santo que mora en nosotros, nos faculta para hacer morir nuestros deseos carnales y seguir a Dios en obediencia, incluso cuando eso tenga un alto precio. Cualquier cosa que suframos aquí por amor a Cristo, es insignificante comparado con la gloria que nos espera.

lunes, 10 de febrero de 2025

Nuestra herencia

Nuestra herencia
Efesios 1.3-14

¿Alguna vez ha sentido que la vida cristiana no es más que sacrificio? Después de todo, Cristo dijo que los que lo siguen deben negarse a sí mismos, tomar su cruz cada día y seguirlo (Lc 9.23). Si consideramos la salvación solo desde una perspectiva terrenal, puede parecer costosa, pero el pasaje de hoy nos abre los ojos a las vastas riquezas de gracia que Dios nos ha prodigado en Cristo.

De principio a fin, nuestra salvación incluye una abundancia inimaginable.

La bendición más grande se encuentra en el versículo 11: “Hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad” (LBLA). En el momento que ponemos nuestra fe en Cristo, recibimos todos los beneficios mencionados en el pasaje de hoy.

Consideremos uno de los aspectos de nuestra herencia maravillosa en Cristo: nuestra forma física. Filipenses 3.21 dice que cuando Cristo regrese, “transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria”. En este momento padecemos en cuerpos debilitados y corrompidos por el pecado, pero serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos cuando Dios venga por nosotros.

El apóstol Juan lo describe de esta manera: “Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él” (1 Jn 3.2). El plan de Dios de glorificar a su Hijo en nosotros se hará realidad cuando seamos transformados a imagen de Cristo. Entonces, ¿cuál será nuestra herencia venidera? Juan lo resume en el siguiente versículo: “Todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro”.

sábado, 8 de febrero de 2025

El fruto espiritual de la paciencia

El fruto espiritual de la paciencia
Romanos 5.1-4

La lista conocida como “el fruto del Espíritu” incluye la “paciencia” (Gálatas 5.22-23), pero eso no significa que el Espíritu Santo la imponga en la vida del creyente. Por el contrario, Él actúa como nuestro maestro confiable, y el que hace posible que crezcamos. El fruto espiritual es algo que madura con el tiempo a medida que obedecemos al Padre celestial y nos rendimos a su voluntad.

La paciencia para con Dios y para con nuestro prójimo es consecuencia de una fe firme. El Espíritu Santo nos impulsa a prestar atención a la obra del Señor a lo largo de nuestra vida. Nuestra confianza en Él se nutre por la oración contestada, por las ricas bendiciones que surgen de las circunstancias difíciles, y por cada migaja de bien que Dios saca de una situación negativa. A medida que crece nuestra confianza en su bondad y en su soberanía, nos hallamos más dispuestos a esperar las soluciones y las respuestas de Dios.

De hecho, creo que reconocer la soberanía de Dios es clave para desarrollar paciencia. Una parte importante de rendirse a su control absoluto es esperar que Él haga su voluntad. Es sabio comprender que nuestra vida se desarrolla de acuerdo con su plan maestro; la impaciencia no hace que Él se mueva más rápido. Dios espera que sus hijos sigamos su plan y seamos pacientes, sin importar el ritmo que Él fije.

La paciencia no es algo natural. Es por eso que tenemos al Espíritu Santo.

Él fortalece nuestra determinación a ser pacientes sin quejarnos cuando el avance parezca lento. Después de todo, Dios es lento solo desde el punto de vista humano; desde la perspectiva divina, Él trabaja siempre a la velocidad perfecta.

jueves, 6 de febrero de 2025

El desarrollo de la paciencia

El desarrollo de la paciencia
Santiago 1.1-4

Cuando las personas me dicen que están orando por paciencia, muchas veces les pregunto qué más están haciendo para tener un corazón tranquilo y apacible. La paciencia no es algo que los creyentes reciban, es un atributo que desarrollan con el tiempo y la experiencia.

Pensemos en la paciencia como un músculo que tenemos que utilizar para verlo desarrollado. Para ello, los creyentes debemos reconocer la dificultad como una oportunidad para fortalecer la paciencia. El instinto humano es clamar a Dios cuando la tribulación toca nuestra puerta. Le echamos la culpa a otros. Nos resistimos. Nos quejamos, pero no decimos: “¡Gracias, Señor.
Es hora de aprender a ser más paciente!”. Las personas no estamos acostumbradas a pensar de esa manera, pero según la Biblia, así es cómo debemos hacerlo.

El libro de Santiago nos dice que consideremos las pruebas como un motivo de gozo (Santiago 1.2). Desde el punto de vista humano, alabar al Señor por las tribulaciones es anormal.

Sin embargo, hacerlo comienza a tener sentido para los creyentes cuando nos aferramos a la promesa de Dios de que todas las cosas son para nuestro bien (vea Romanos 8.28). No estamos esperando en el Señor en vano. Podemos alabarle por la solución que dará, por las vidas que cambiará, o por el fruto espiritual que desarrollará en nuestra vida.

Aceptar las adversidades como un medio de crecimiento es un concepto radical en este mundo; y más aún lo es el creyente que alaba al Señor por la tormenta.

Pero los seguidores del Señor tenemos motivos para regocijarnos. La tribulación aumenta nuestra paciencia, para que podamos mantenernos firmes en las promesas de Dios y esperar su momento perfecto.

miércoles, 5 de febrero de 2025

El alto costo de la transigencia

El alto costo de la transigencia
1 Juan 2.15-29

En el mundo de la política, las concesiones es lo que se busca. Hay que renunciar a una cosa para conseguir algo que se desee. Sin embargo, algunos compromisos son buenos, como renunciar a nuestro deseo de mirar televisión cuando nuestros hijos nos piden que juguemos con ellos. No obstante, cada vez que comprometamos nuestras convicciones en cuanto a moralidad, integridad, obediencia a Dios o la verdad de las Sagradas Escrituras, pagaremos un alto precio.

Dentro de cada uno de nosotros se libra una batalla. Como creyentes, tenemos al Espíritu Santo que mora en nosotros, que nos convence de pecado, nos impulsa a la obediencia y nos enseña la verdad. Pero también hay una parte carnal que anhela los placeres egoístas, y concede valor a las prioridades de este mundo caído. Por mucho que lo intentemos, no podemos cruzar la barrera que hay entre la carne y el Espíritu.

Santiago 4.4 dice que la amistad del mundo es enemistad contra Dios.

Debemos tomar una decisión, no solo una vez, sino a diario —e incluso cada hora.

Comprometer las convicciones cediendo a los deseos carnales, conduce a la corrupción interna (Efesios 4.21-24).

Es posible que no lo notemos al principio, pero salirnos de los límites de la obediencia afecta nuestra mente y decisiones. Cada transigencia hace que la siguiente sea más fácil.

Satanás comienza obteniendo un punto de apoyo y luego otro, hasta que construye una fortaleza. El resultado final es la ruina, pues Dios nos permite cosechar lo que sembramos.

En vez de nadar entre dos aguas, tomemos la decisión de seguir al Señor de todo corazón y de cosechar los beneficios de una vida dedicada a Cristo.

martes, 4 de febrero de 2025

La fuente de nuestra fortaleza

La fuente de nuestra fortaleza
2 Corintios 12.7-10

Nadie se jacta de sus debilidades. En un mundo donde la independencia, la aptitud física y la autosuficiencia son valoradas, nos esforzamos por ocultar cualquier limitación.

Queremos parecer competentes y capaces de manejar todo lo que se nos presente.
Pero el Señor no valora mucho la autosuficiencia.

La salvación misma requiere que nos humillemos, reconozcamos que somos pecadores y vengamos con las manos vacías a Jesucristo, confiando en Él para salvación. Incluso en la iglesia, estamos llamados a dar a conocer nuestras luchas, confesarnos nuestros pecados y orar unos por otros.

La debilidad es nuestra amiga, no una enemiga. El orgullo humano es una fuerza poderosa que debe ser desarraigada. Y la debilidad es, con frecuencia, la herramienta que Dios usa para eso. En la vida de Pablo, era un “aguijón en la carne”; en el nuestro, puede ser una enfermedad, el envejecimiento, una necesidad económica o cualquier otra cosa que nos ponga de rodillas.

¡Pero qué buena situación es postrarse ante Dios para pedir su ayuda!

Todo el mundo tiene cierta cantidad de fortaleza, pero la capacidad humana puede llevar a una persona solo hasta cierto punto.

Algunas situaciones consumen cada gota de energía que tengamos, y exigen todavía más.

Cuando no podamos dar un paso más, Cristo no nos abandonará.

Nuestra debilidad le permite a Dios demostrar su poder en nosotros.

Solo así encontramos la fuerza, la valentía y la paz que necesitamos para seguir viviendo para su gloria. Él nos capacitará no solo para soportar la prueba, sino también para atravesarla con un gozo inexplicable.

Para triunfar en los altibajos de la vida

Para triunfar en los altibajos de la vida
Filipenses 4.10-13

El contentamiento es algo que todos deseamos, pero rara vez lo tenemos. Si nos llega, por lo general parece de corta duración. Y a menudo pensamos que la satisfacción es posible solo si todas nuestras circunstancias son cómodas y no hay conflictos o malentendidos.

El apóstol Pablo demuestra que las condiciones perfectas no son fuente de contentamiento. Escribió su carta a los filipenses mientras estaba en una prisión romana. El contentamiento fue algo que tuvo que aprender a través de dificultades y sufrimiento. Pablo confiaba en verdades espirituales que le permitían enfrentar sus dificultades sin quejas, ansiedad o temor.

En cada prueba, tenemos la opción de analizar la situación desde nuestro punto de vista o el de Dios. Dependiendo de nuestro enfoque, actuaremos de manera emocional o según la Palabra de Dios y sus promesas. La turbulencia interna y la agitación externa se producen cuando nos enfocamos en sentimientos y no en principios espirituales.

Pero cuando tenemos por costumbre ver cada asunto desde la perspectiva de Dios, entonces la irritación, la ira y la culpa serán sustituidas por serenidad interna y confianza.

¿Es posible enfrentar pruebas y sentir la paz de Dios? Según Pablo, la respuesta es sí. Podemos tener contentamiento en todas las circunstancias gracias a la fortaleza que Cristo nos da (Filipenses 4.13). Esta no es una reacción natural sino sobrenatural, que solo Dios puede producir en la vida de sus hijos. Si permitimos que las verdades divinas interpreten nuestras pruebas, y confiamos en la capacitación del Espíritu Santo para tener fe, nuestro corazón encontrará descanso sin importar lo que suceda a nuestro alrededor.

Consuelo en Jesucristo

Consuelo en Jesucristo
Hebreos 4. 14-16

¿Qué le consuela cuando sufre o pasa por momentos angustiosos? Aunque amigos bien intencionados pueden asegurarle que todo saldrá bien, la persona que consuela de verdad es la que pone su brazo alrededor de nuestro hombro, y nos dice: “Entiendo el dolor que estás sintiendo, y sé que duele”.

Jesucristo es esa clase de consolador para nosotros. Vino al mundo como ser humano, experimentó dolor y sufrimiento, y enfrentó tentación sin ceder al pecado. Él está a nuestro lado para ser…

Nuestro amigo. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15.13). Cristo no es un compañero solo de palabra; Él demostró que es el mejor amigo que puede existir, pues fue a la cruz para salvarnos de nuestros pecados. Se sacrificó por nosotros, para que podamos estar junto a Él para siempre.

Nuestro sumo sacerdote. Se convirtió en el Mediador entre el Dios santo y la humanidad pecadora, ofreciendo su propia sangre como un sacrificio para reconciliarnos con el Padre. Ahora tenemos acceso inmediato a Dios en tiempos de necesidad.

Nuestro intercesor. El Señor está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros. No siempre oramos de la manera correcta, pero ¡qué gran consuelo es saber que Uno que es perfecto habla al Padre a favor nuestro!

¿En quién se apoya usted en los tiempos de dificultad? Aunque muchas personas pueden decepcionarnos ofreciendo soluciones rápidas y fáciles para aliviar nuestro sufrimiento, Jesucristo entiende nuestro dolor y nos ofrece una compasión sin límites cuando venimos a Él.