Una defensa contra la tentación
Experimentar la tentación es universal e inevitable. Uno no puede esconderse, ya que no hay ningún ambiente libre de su atracción. Nunca se puede eliminar por completo la tentación, porque dondequiera que tratemos de escapar, la “carne” siempre nos acompaña.
Sin embargo, ceder a la tentación es opcional.
El Señor ha prometido dar una vía de escape o limitar la intensidad de la tentación para que uno pueda soportarla (1 Co 10.13). A veces, eso significa una eliminación literal del deseo al tomar la sabia decisión de huir de la situación. En otras ocasiones, la circunstancia se mantiene, pero Dios nos dará todo lo que sea necesario para que podamos soportarla sin ceder. Dios no es la fuente de la tentación, pero sí la permite para madurar y fortalecer a sus hijos.
Todo creyente debe aprender a resistir cuando es tentado y a desarrollar un sistema de defensa para tales situaciones. La manera de comenzar es preguntándose:
¿Cuáles son mis áreas de debilidad? El diablo no usa el mismo método con todo el mundo.
Ajusta su tentación al área de vulnerabilidad de cada persona.
¿Cuándo soy más débil? Satanás no juega limpio. Siempre ataca a la persona cuando está desanimada. Esté en guardia cuando sienta hambre, enojo, soledad o cansancio.
La mayor defensa contra la tentación es la Palabra de Dios. El Señor citó las Sagradas Escrituras para hacer callar las mentiras de Satanás (Mt 4.1-11).
Comience cada día de rodillas: pídale al Señor que haga crecer su verdad en su vida, y que le dé el conocimiento que le permita vivir en victoria.
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