Aprender a obedecer a Dios
Leer | Romanos 8.2-4
¿Cuándo fue la última vez que escuchó un sermón sobre la obediencia? El tema no suele atraer la atención de grandes multitudes, ya que suena a seguir órdenes o someterse a leyes y mandamientos. Después de todo, ¿no vino Jesús a hacernos libres de todo eso? No, en realidad no. Como nos dice el pasaje de hoy, Él vino para hacernos libres de la ley del pecado y de la muerte, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”. En otras palabras, Él nos hizo libres de la desobediencia. La libertad cristiana nos hace libres para obedecer los mandamientos de nuestro Padre celestial.
En el libro “En pos de lo supremo”, Oswald Chambers lo expresa de esta manera: “La verdadera libertad es la capacidad que se alcanza mediante la práctica de hacer lo correcto”. Hacer lo correcto es obediencia. Hebreos 5.8 dice que “aunque [Jesús] era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”.
Al comienzo, las lecciones parecen sencillas; hacemos simplemente lo que nuestros maestros nos dicen, pero después aprendemos a discernir la voz del Pastor. Él nos dice que debemos vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4.4). Bajo su dirección, estudiamos la Biblia y encontramos que algunos pasajes se aplican a nosotros. Muchas veces nos equivocamos, pensando que ciertos pasajes se aplican solamente al pueblo de Israel, a la iglesia o a los últimos tiempos. Sin embargo, con paciente persistencia, el Espíritu Santo nos presiona hasta que finalmente obedecemos la voz de Dios. El Señor es paciente —nos enseña de manera lenta pero segura cómo obedecer a su voz.
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