Nuestro concepto despreocupado del pecado
Leer | Romanos 6.1-7
Los creyentes reconocen la depravación del pecado, pero muchos siguen teniendo una actitud despreocupada frente al mismo. Hay quienes dicen: “Todo el mundo peca de vez en cuando, así que cuando peco me confieso, y ya”.
Pero, en realidad, sabemos que la cuestión no es tan sencilla. Dios es efectivamente fiel para perdonar (1 Jn 1.9), pero su misericordiosa oferta no está diseñada como una licencia para pecar. Sus mandamientos son para protegernos de la esclavitud del pecado. Cada decisión de violar las normas de Dios añaden otro eslabón a nuestra cadena de esclavitud, que con el tiempo llega a ser lo suficientemente larga para envolver nuestro corazón. Cuando esto sucede, nos vemos impedidos de disfrutar de las bendiciones del Señor.
Cualquier pecado, no importa lo insignificante que parezca, es desobediencia. Creemos que una mentira pesa apenas un poco, mientras que robar sí pesa mucho; vemos el adulterio como bastante pesado, pero menos grave que el homicidio. Pero el sentir de Dios difiere de este concepto de fabricación humana. El Señor Jesús tuvo de todas maneras que morir en la cruz para perdonar aun una mentira. Aunque pecados diferentes causan cantidades diferentes de calamidades, hace falta el mismo sacrificio para pagar el castigo por un robo, que el que se necesita para perdonar un asesinato.
Somos privilegiados por tener un Padre que nos libera de las cadenas humanas. Pero no hemos sido liberados para poder desobedecer; por el contrario, Dios nos brinda la libertad de la atadura al pecado.
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