El poder que da el Espíritu Santo poder
Nuestro Padre celestial nos ha llamado a vivir de manera diferente al mundo. Sin embargo, con nuestras propias fuerzas es muy difícil rechazar al pecado, pues nuestra carne lo anhela. Para vivir como Dios desea, es necesario su poder divino. Y para recibir su poder, los creyentes debemos desarrollar actitudes de humildad, confianza y perseverancia.
Dios resiste a los soberbios (Stg 4.6). Él derrama su poder en quienes reconocen que no pueden lograr su objetivo, pero que confían en que el Señor puede hacerlo por medio de ellos. En cualquier circunstancia, confiar en Dios nos dará el poder interior para elegir hacer su voluntad.
Cuando seamos débiles para resistir la tentación, o tengamos demasiado temor para seguir con el plan del Señor, deberemos perseverar en la oración. Hacerlo nos acercará más a Él, fortalecerá nuestra fe, y le invitará a hacer su voluntad en nosotros y por medio de nosotros. Luego, a medida que alabemos a nuestro Padre por su naturaleza todopoderosa, proclamaremos su suficiencia para cada circunstancia, y afirmaremos su bondad, y entonces, su Espíritu nos ayudará a avanzar más allá de nuestras debilidades y temores a una posición de poder.
Hoy, el cuerpo de Cristo está experimentando carencia de poder espiritual. Los creyentes tienen una influencia cada vez menor en la sociedad, ya que nuestras vidas reflejan, a menudo, los valores del mundo. Para cambiar esta situación, tenemos que cooperar con la obra santificadora del Espíritu Santo. Si lo hacemos, Él nos dará poder.
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