Un renovador encuentro con Dios
Leer | Isaías 6.1-9
Vivimos en tiempos llenos de actividades. Para muchos cristianos —es triste decirlo— la iglesia es un asunto más en su lista de cosas por hacer, y piensan que asistir a un servicio cumple con su “deber espiritual”. El resultado es que Dios les parece distante, por lo que no sienten ningún entusiasmo por la obra, y les falta compasión por los perdidos. A tales creyentes les resulta fácil comenzar a actuar de manera mundana.
Pero el Padre celestial desea tener una relación estrecha con sus hijos. Como en los tiempos de la Biblia, Él sigue teniendo encuentros personales con su pueblo —a veces para consolar o alentar, y en otros momentos para guiar o traer convicción de pecado.
En el pasaje de hoy, el profeta Isaías escribió de un encuentro que tuvo con el Señor. Su reacción ante la santidad de la presencia de Dios fue el profundo reconocimiento de su propio pecado: “¡Ay de mí! . . . porque siendo hombre inmundo de labios . . . han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).
Tal como lo experimentó el profeta, cuando Dios nos revela su presencia, somos propensos a ser abrumados por un temor reverente y por la sensación de nuestra indignidad. Pero después, si respondemos con arrepentimiento y obediencia, sabremos que nuestros pecados han sido perdonados (v. 7).
¿Está usted pasando tiempo con el Señor, orando y leyendo su Palabra?
Pídale a Dios un encuentro personal con Él. Pase tiempo alabándolo, confesando sus pecados, y rindiendo a Él todos los aspectos de su vida. Y después, esté atento, con confianza, a lo que Él hará.
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