El proceso del quebrantamiento
Romanos 8.29-31
Resulta muy tentador pensar que es muy poco lo que necesitamos mejorar. Pregunte y escuchará a muchas personas admitir que tal vez pudieran hacer un poquito de “mantenimiento” en uno o dos aspectos problemáticos de su vida. Pero la mayoría dirá: “Soy una persona buena”. No se engañe: el Padre celestial se niega a aceptar la pobre visión que tiene la persona de lo que significa “ser buena”.
Dios ve a cada creyente como la persona que será cuando esté plenamente rendida a Jesucristo.
Entonces, Él comienza a hacer esa renovación total transformándola a la imagen de su Hijo.
Podemos decir que Dios es nuestro “diseñador de interiores”. Un paso esencial en la remodelación implica la eliminación de todo lo innecesario, dañado o pasado de moda. En nuestro caso, lo que tiene que desaparecer es la rebeldía. Puedo decirle por experiencia propia que ser un hombre en construcción no es cómodo.
Dios apunta a costumbres, actitudes y relaciones en las que actuamos fuera de su voluntad, y luego aplica presión para que dirijamos nuestra atención a ellas.
El Señor se apodera de lo que amamos para extraernos la humilde pregunta: “¿Qué más quieres que te entregue?”
Conformar nuestra voluntad a la de Dios cambia lo que somos.
En medio de nuestra transformación, el dolor de lo que Él utiliza puede impedirnos ver temporalmente la belleza de su diseño. Pero no hay nada mejor para Dios que seamos sus seguidores fieles y obedientes a toda costa. Sométase al Señor para que Él pueda transformarle en el siervo que Él desea.
viernes, 22 de noviembre de 2024
jueves, 21 de noviembre de 2024
La manera de adquirir sabiduría
La manera de adquirir sabiduría
Proverbios 2.1-7
Aunque el conocimiento es un bien preciado en el mundo, la sabiduría es aun más importante (Pr 8.11). Dios quiere que veamos la vida desde su perspectiva, y que evaluemos todo de acuerdo con los principios bíblicos.
Pero para ello, debemos buscar crecer en sabiduría; pues al igual que cualquier cosa valiosa, ella debe ser buscada y aprendida cuidadosamente de sus fuentes.
La primera fuente es la Biblia. Proverbios enseña que debemos prestar atención a las palabras de Dios, y guardar sus mandamientos en nuestro corazón (4.20-22). En estos días, la información se transmite de acuerdo a los intereses de las personas que la han preparado. La única manera de conocer la perspectiva correcta —es decir, la de Dios— es leer su Palabra y poner en práctica sus preceptos (8.33).
Otra fuente de sabiduría es el consejo de personas temerosas de Dios (12.15). Algunas veces, el Señor trae hermanos en la fe a nuestras vidas para brindarnos orientación bíblica, aliento o corrección. En el libro de Proverbios, quienes ignoran las palabras de una persona temerosa de Dios son etiquetados como “insensatos”. Así que no sea usted insensato. Rodéese de otros seguidores de Cristo que también estén buscando la sabiduría divina.
Nuestro Padre celestial asegura que quienes la busquen lo encontrarán a Él (8.12, 17). Los creyentes diligentes descubrirán que poseen un tesoro abundante:
Además de una perspectiva piadosa, tendrán conocimiento, discernimiento y prudencia —riquezas poco comunes en el mundo moderno. Utilícelas bien.
Proverbios 2.1-7
Aunque el conocimiento es un bien preciado en el mundo, la sabiduría es aun más importante (Pr 8.11). Dios quiere que veamos la vida desde su perspectiva, y que evaluemos todo de acuerdo con los principios bíblicos.
Pero para ello, debemos buscar crecer en sabiduría; pues al igual que cualquier cosa valiosa, ella debe ser buscada y aprendida cuidadosamente de sus fuentes.
La primera fuente es la Biblia. Proverbios enseña que debemos prestar atención a las palabras de Dios, y guardar sus mandamientos en nuestro corazón (4.20-22). En estos días, la información se transmite de acuerdo a los intereses de las personas que la han preparado. La única manera de conocer la perspectiva correcta —es decir, la de Dios— es leer su Palabra y poner en práctica sus preceptos (8.33).
Otra fuente de sabiduría es el consejo de personas temerosas de Dios (12.15). Algunas veces, el Señor trae hermanos en la fe a nuestras vidas para brindarnos orientación bíblica, aliento o corrección. En el libro de Proverbios, quienes ignoran las palabras de una persona temerosa de Dios son etiquetados como “insensatos”. Así que no sea usted insensato. Rodéese de otros seguidores de Cristo que también estén buscando la sabiduría divina.
Nuestro Padre celestial asegura que quienes la busquen lo encontrarán a Él (8.12, 17). Los creyentes diligentes descubrirán que poseen un tesoro abundante:
Además de una perspectiva piadosa, tendrán conocimiento, discernimiento y prudencia —riquezas poco comunes en el mundo moderno. Utilícelas bien.
miércoles, 20 de noviembre de 2024
La prioridad de la oración
La prioridad de la oración
Lucas 5.15-16
¿Dejó usted de lado alguna vez su tiempo diario de oración, pensado: Estoy demasiado ocupado para orar hoy? Cada vez que renunciamos al tiempo del recogimiento con Dios para hacer otra cosa, estamos haciendo una declaración en cuanto a nuestras prioridades. Es una manera no tan sutil de decir: “Jesús, mi agenda es más importante para mí que tú, hoy. Tendré que ponerme al día contigo más tarde”.
Todos hacemos esto de vez en cuando, ¿verdad? Dejar de orar a veces es muy fácil porque, dado que sabemos que el Señor está siempre allí, pensamos que podemos recuperar el tiempo después. Es como si menospreciáramos la presencia interior y eterna de Dios, pensando: El Señor estará allí mañana, ¡pero yo tengo que hacer esto hoy!
Lo que olvidamos es que el tiempo a solas con Dios es lo que nos da el poder para hacer frente a las tareas del día. Por tanto, cuanto más ocupado vaya a estar nuestro día, ¡más tiempo debemos pasar en oración!
La Biblia enseña claramente que el Señor Jesús daba prioridad a su tiempo a solas con el Padre. No puedo imaginar a ninguna otra persona que tuviera más en su mente, que tuviera más cosas que hacer, o que fuera más buscado que el Señor Jesús. Sin embargo, las veces en que estaba más ocupado, eran las veces que lo vemos apartarse de las multitudes para orar.
Recordemos que Jesús es Dios; si Él consideraba necesaria la oración para prepararse para sus días más ocupados, ¡entonces ella es absolutamente esencial para el resto de nosotros!
Lucas 5.15-16
¿Dejó usted de lado alguna vez su tiempo diario de oración, pensado: Estoy demasiado ocupado para orar hoy? Cada vez que renunciamos al tiempo del recogimiento con Dios para hacer otra cosa, estamos haciendo una declaración en cuanto a nuestras prioridades. Es una manera no tan sutil de decir: “Jesús, mi agenda es más importante para mí que tú, hoy. Tendré que ponerme al día contigo más tarde”.
Todos hacemos esto de vez en cuando, ¿verdad? Dejar de orar a veces es muy fácil porque, dado que sabemos que el Señor está siempre allí, pensamos que podemos recuperar el tiempo después. Es como si menospreciáramos la presencia interior y eterna de Dios, pensando: El Señor estará allí mañana, ¡pero yo tengo que hacer esto hoy!
Lo que olvidamos es que el tiempo a solas con Dios es lo que nos da el poder para hacer frente a las tareas del día. Por tanto, cuanto más ocupado vaya a estar nuestro día, ¡más tiempo debemos pasar en oración!
La Biblia enseña claramente que el Señor Jesús daba prioridad a su tiempo a solas con el Padre. No puedo imaginar a ninguna otra persona que tuviera más en su mente, que tuviera más cosas que hacer, o que fuera más buscado que el Señor Jesús. Sin embargo, las veces en que estaba más ocupado, eran las veces que lo vemos apartarse de las multitudes para orar.
Recordemos que Jesús es Dios; si Él consideraba necesaria la oración para prepararse para sus días más ocupados, ¡entonces ella es absolutamente esencial para el resto de nosotros!
martes, 19 de noviembre de 2024
Toda nuestra ansiedad
Toda nuestra ansiedad
1 Pedro 5.6-10
¿Se ha preguntado alguna vez por qué un pasaje que habla de la ansiedad describe a Satanás como un león rugiente? La ansiedad puede hacernos sentir deshechos por el temor, la frustración y la impotencia. La ansiedad es un sentimiento torturante y la lectura de hoy nos recuerda que el diablo la maneja hábilmente.
Sin embargo, no tenemos que vivir con ansiedad, pues Dios cierra la boca de los leones que amenazan a sus seguidores (Dn 6.22).
Pedro habló de cómo podemos mantenernos alejados de las mandíbulas de la ansiedad. Primero, humillándonos delante de Dios. Lo que causa la ansiedad es una sensación de impotencia en una situación; por tanto, la mejor respuesta es rendirse a Dios con la confianza de que tiene el poder de controlar su vida.
Además, nunca debe olvidar que Dios está siempre creando las circunstancias para el bien de usted y la gloria de Él (Ro 8.28).
Recuerde que la oración es una declaración de dependencia. Cuando usted se humilla, se está arrodillando delante del Dios omnipotente. Y puesto que nada es un impedimento para su poder, echar nuestra ansiedad sobre Él es la acción de confiar en que Dios se encargará de nuestros problemas. Él asume la responsabilidad de responder a las necesidades de los creyentes; y nosotros de obedecerle (Mt 6.31-33).
Por último, resistir a Satanás permaneciendo firme en la fe. En otras palabras, no arrebate esas preocupaciones de las manos de Dios para angustiarse por ellas otra vez. Cuando los planes de ataque del diablo le hagan temblar, rechace sus mentiras y tenga fe en que el Señor es suficiente para manejar la situación.
1 Pedro 5.6-10
¿Se ha preguntado alguna vez por qué un pasaje que habla de la ansiedad describe a Satanás como un león rugiente? La ansiedad puede hacernos sentir deshechos por el temor, la frustración y la impotencia. La ansiedad es un sentimiento torturante y la lectura de hoy nos recuerda que el diablo la maneja hábilmente.
Sin embargo, no tenemos que vivir con ansiedad, pues Dios cierra la boca de los leones que amenazan a sus seguidores (Dn 6.22).
Pedro habló de cómo podemos mantenernos alejados de las mandíbulas de la ansiedad. Primero, humillándonos delante de Dios. Lo que causa la ansiedad es una sensación de impotencia en una situación; por tanto, la mejor respuesta es rendirse a Dios con la confianza de que tiene el poder de controlar su vida.
Además, nunca debe olvidar que Dios está siempre creando las circunstancias para el bien de usted y la gloria de Él (Ro 8.28).
Recuerde que la oración es una declaración de dependencia. Cuando usted se humilla, se está arrodillando delante del Dios omnipotente. Y puesto que nada es un impedimento para su poder, echar nuestra ansiedad sobre Él es la acción de confiar en que Dios se encargará de nuestros problemas. Él asume la responsabilidad de responder a las necesidades de los creyentes; y nosotros de obedecerle (Mt 6.31-33).
Por último, resistir a Satanás permaneciendo firme en la fe. En otras palabras, no arrebate esas preocupaciones de las manos de Dios para angustiarse por ellas otra vez. Cuando los planes de ataque del diablo le hagan temblar, rechace sus mentiras y tenga fe en que el Señor es suficiente para manejar la situación.
viernes, 15 de noviembre de 2024
Jesús: El Salvador que nos busca
Jesús: El Salvador que nos busca
Apocalipsis 3.14-22Los cristianos de Laodicea se veían a sí mismos como ricos y autosuficientes cuando, en realidad, su ceguera espiritual y su fariseísmo les habían impedido reconocer su verdadera pobreza. A pesar de que habían cerrado la puerta entre ellos y el Señor Jesús, Él nunca renunció a ellos. Apocalipsis 3.20 enseña que Jesús . . .
• Está a la puerta—Él Señor toma la iniciativa. Está listo y dispuesto a buscarnos, incluso cuando hayamos levantado una barrera.
• Llama a la puerta—Él trata de llamar nuestra atención por varios medios, incluyendo circunstancias, sufrimientos, pruebas, convicción de pecado, insomnio o su Palabra. Luego espera con paciencia nuestra respuesta.
• Nos invita a abrir la puerta—Aunque Cristo es omnipotente, nunca nos obliga a relacionarnos con Él.
• Atraviesa la puerta—Si le abrimos nuestro corazón, Él entrará en nuestras vidas. Por medio de la presencia interior del Espíritu Santo, participamos efectivamente de la naturaleza divina de Cristo, y somos transformados a su imagen.
• Cena con nosotros—Ahora que nada se interpone entre nosotros y Jesús, podemos comenzar a disfrutar de todos los beneficios de una relación estrecha con Él, y ser alimentados por su Palabra.
¿Dónde está usted en este proceso? ¿Ha levantado una barrera entre usted y el Señor? Los laodicenses nos enseñan lo infelices que somos cuando mantenemos a distancia al Señor Jesús. Solo si le permitimos un acceso irrestricto a nuestras vidas, experimentaremos el gozo de vivir con Él.
jueves, 14 de noviembre de 2024
Aceptados por el Señor
Aceptados por el Señor
Romanos 8.14-16
Nuestro Padre celestial sabe que anhelamos ser aceptados, y sentir que formamos parte de algo.
Él se encarga de ambas necesidades cuando recibimos a su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador.
Por el pecado de Adán, se rompió nuestra conexión espiritual con el Señor (Ro 5.12). Por tanto, cada ser humano ha nacido desde entonces con una naturaleza “carnal” que mantiene al hombre separado de Dios. Pero el Padre tenía un plan para reconciliarnos con Él por medio de la sangre vertida por su Hijo (Col 1.20).
Debemos entender que somos pecadores incapaces de pagar la deuda por nuestro pecado —algo que solo la muerte de Jesús en la cruz pudo pagar.
Toda persona que acepta el sacrificio de Cristo, recibirá el perdón de sus pecados y la reconciliación con Dios.
Por haber sido justificados por la sangre del Salvador cada uno de nosotros llega a ser una nueva creación en Él.
En el momento de la salvación, somos aceptados en la familia de Dios, y recibimos el derecho de llamarlo nuestro Padre celestial.
Con esta aceptación viene un sentido de pertenencia. Ahora somos parte de una familia unida en Cristo. Exteriormente somos diferentes unos de otros; pero, interiormente, estamos unidos por el mismo Espíritu (1 Co 12.12-14).
Nuestra sociedad nos dice que la aceptación se basa en lo que hacemos y en cuánto logramos. Pero el mensaje de Dios nos dice lo contrario: la fe en Cristo es la única razón para ser aceptados por Él. La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos da testimonio de que siempre perteneceremos al Señor.
Romanos 8.14-16
Nuestro Padre celestial sabe que anhelamos ser aceptados, y sentir que formamos parte de algo.
Él se encarga de ambas necesidades cuando recibimos a su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador.
Por el pecado de Adán, se rompió nuestra conexión espiritual con el Señor (Ro 5.12). Por tanto, cada ser humano ha nacido desde entonces con una naturaleza “carnal” que mantiene al hombre separado de Dios. Pero el Padre tenía un plan para reconciliarnos con Él por medio de la sangre vertida por su Hijo (Col 1.20).
Debemos entender que somos pecadores incapaces de pagar la deuda por nuestro pecado —algo que solo la muerte de Jesús en la cruz pudo pagar.
Toda persona que acepta el sacrificio de Cristo, recibirá el perdón de sus pecados y la reconciliación con Dios.
Por haber sido justificados por la sangre del Salvador cada uno de nosotros llega a ser una nueva creación en Él.
En el momento de la salvación, somos aceptados en la familia de Dios, y recibimos el derecho de llamarlo nuestro Padre celestial.
Con esta aceptación viene un sentido de pertenencia. Ahora somos parte de una familia unida en Cristo. Exteriormente somos diferentes unos de otros; pero, interiormente, estamos unidos por el mismo Espíritu (1 Co 12.12-14).
Nuestra sociedad nos dice que la aceptación se basa en lo que hacemos y en cuánto logramos. Pero el mensaje de Dios nos dice lo contrario: la fe en Cristo es la única razón para ser aceptados por Él. La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos da testimonio de que siempre perteneceremos al Señor.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Moldeados por el Maestro
Moldeados por el Maestro
Jeremías 18.1-6
Si usted ha observado alguna vez a un alfarero, como lo hizo Jeremías en el pasaje de hoy, conoce la fascinación que produce ver convertido a un trozo de arcilla en un vaso precioso. La lección de Dios al profeta fue para ayudarlo a entender que la nación de Israel había sido moldeada por su mano. Todos nosotros somos trozos de arcilla humana esperando el toque del Alfarero perfecto.
Cuando la arcilla se coloca en el torno, el alfarero ya tiene un diseño específico en mente. Lo mismo sucede con nosotros —Dios ha determinado cómo piensa trabajar en nuestra vida, y qué papel debemos tener en la edificación de su reino (Ef 2.10). Nos da forma con sus manos, y nos lija con sus herramientas para que nuestro carácter comience a asemejarse al de su Hijo Jesucristo.
Cada creyente será formado de manera diferente, para que realice el servicio especial que Dios tiene en mente para él.
Con mucha frecuencia, nos fijamos en los talentos y en las capacidades de quienes nos rodean, y deseamos ser como esas personas.
Pero hemos sido diseñados perfectamente para los propósitos que Dios tiene para nosotros, y Él no se equivoca. Si pasamos el tiempo deseando tener talentos que no se ajustan al plan de Dios, o si nos negamos a utilizar los dones espirituales que Él nos ha dado, desperdiciaremos su esfuerzo y nuestra oportunidad de servirle.
El Maestro está complacido con la manera que Él ha diseñado nuestra vida, y con las capacidades que nos ha dado. Para honrar al Alfarero —como debe hacerlo un vaso— debemos someternos a ser moldeados y utilizados como Él desee.
Jeremías 18.1-6
Si usted ha observado alguna vez a un alfarero, como lo hizo Jeremías en el pasaje de hoy, conoce la fascinación que produce ver convertido a un trozo de arcilla en un vaso precioso. La lección de Dios al profeta fue para ayudarlo a entender que la nación de Israel había sido moldeada por su mano. Todos nosotros somos trozos de arcilla humana esperando el toque del Alfarero perfecto.
Cuando la arcilla se coloca en el torno, el alfarero ya tiene un diseño específico en mente. Lo mismo sucede con nosotros —Dios ha determinado cómo piensa trabajar en nuestra vida, y qué papel debemos tener en la edificación de su reino (Ef 2.10). Nos da forma con sus manos, y nos lija con sus herramientas para que nuestro carácter comience a asemejarse al de su Hijo Jesucristo.
Cada creyente será formado de manera diferente, para que realice el servicio especial que Dios tiene en mente para él.
Con mucha frecuencia, nos fijamos en los talentos y en las capacidades de quienes nos rodean, y deseamos ser como esas personas.
Pero hemos sido diseñados perfectamente para los propósitos que Dios tiene para nosotros, y Él no se equivoca. Si pasamos el tiempo deseando tener talentos que no se ajustan al plan de Dios, o si nos negamos a utilizar los dones espirituales que Él nos ha dado, desperdiciaremos su esfuerzo y nuestra oportunidad de servirle.
El Maestro está complacido con la manera que Él ha diseñado nuestra vida, y con las capacidades que nos ha dado. Para honrar al Alfarero —como debe hacerlo un vaso— debemos someternos a ser moldeados y utilizados como Él desee.
martes, 12 de noviembre de 2024
Dios es nuestro Padre amoroso
Dios es nuestro Padre amoroso
Lucas 15.11-24
La humanidad tiende a proyectar su propia conducta en Dios. Piense en cómo muchas personas dan por hecho que tenemos que negociar, suplicar o esforzarnos para ganarnos el favor del Señor. Cuando en realidad, así como lo aprendió el hijo pródigo, el amor del Padre es incondicional.
El joven descarriado volvió al hogar, sin esperar ser amado como antes; la única esperanza que tenía era un lugar entre los sirvientes de la familia.
Imagínese el recibimiento entusiasta de su padre.
Las acciones del joven no merecían una demostración de amor, pero el tema de la parábola de Jesús es el de un Padre que ama incondicionalmente.
Un amor basado en la conducta mantendría a las personas preguntándose: ¿He hecho lo suficiente? Por el contrario, Dios le ama simplemente por ser usted quien es, y Él no espera nada a cambio. Piense en cómo fue la vida del hijo pródigo después de la fiesta de bienvenida. No se alojó entre los sirvientes, ni tuvo que trabajar como ellos. Fue restituido a su lugar como el hijo de un hombre rico, con todos los privilegios que eso suponía. De la misma manera, los creyentes son los hijos del Señor (2 Co 6.18). Cuando Dios los mira, no se centra en sus fracasos, faltas o pecados del pasado. Ve a los herederos de su reino que lo aman y desean pasar la eternidad en su presencia.
No importa cuán lejos podamos desviarnos de la perfecta voluntad de Dios, siempre somos bienvenidos al regresar. La Biblia enseña que el amor de Dios no puede perderse, a pesar de nuestro pecado o de nuestras malas decisiones. Los brazos de nuestro Padre están siempre abiertos.
Lucas 15.11-24
La humanidad tiende a proyectar su propia conducta en Dios. Piense en cómo muchas personas dan por hecho que tenemos que negociar, suplicar o esforzarnos para ganarnos el favor del Señor. Cuando en realidad, así como lo aprendió el hijo pródigo, el amor del Padre es incondicional.
El joven descarriado volvió al hogar, sin esperar ser amado como antes; la única esperanza que tenía era un lugar entre los sirvientes de la familia.
Imagínese el recibimiento entusiasta de su padre.
Las acciones del joven no merecían una demostración de amor, pero el tema de la parábola de Jesús es el de un Padre que ama incondicionalmente.
Un amor basado en la conducta mantendría a las personas preguntándose: ¿He hecho lo suficiente? Por el contrario, Dios le ama simplemente por ser usted quien es, y Él no espera nada a cambio. Piense en cómo fue la vida del hijo pródigo después de la fiesta de bienvenida. No se alojó entre los sirvientes, ni tuvo que trabajar como ellos. Fue restituido a su lugar como el hijo de un hombre rico, con todos los privilegios que eso suponía. De la misma manera, los creyentes son los hijos del Señor (2 Co 6.18). Cuando Dios los mira, no se centra en sus fracasos, faltas o pecados del pasado. Ve a los herederos de su reino que lo aman y desean pasar la eternidad en su presencia.
No importa cuán lejos podamos desviarnos de la perfecta voluntad de Dios, siempre somos bienvenidos al regresar. La Biblia enseña que el amor de Dios no puede perderse, a pesar de nuestro pecado o de nuestras malas decisiones. Los brazos de nuestro Padre están siempre abiertos.
Una lección necesaria pero difícil
Una lección necesaria pero difícil
Salmo 27.14
¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué el salmista une al consejo de esperar al Señor, con la exhortación de esforzarse y ser valiente? La razón es que, a veces, esperar es lo más difícil de hacer. De hecho, la práctica de la paciencia es una de las lecciones más importantes de la escuela de la obediencia; es esencial que el creyente aprenda a esperar en Dios.
La cultura moderna vive con mucha prisa: ¡Tengo que tenerlo ya! ¡Tengo que hacerlo ya! Hemos sido enseñados a permanecer en un estado permanente de alerta. Se necesita valentía para mantenerse quietos cuando todo el mundo está apresurado.
Se necesitan fuerzas para obedecer cuando nuestro corazón nos dice: “¡Hazlo ya!”, mientras que Dios nos susurra: “Espera”.
Pero la gente se apresura a actuar porque tiene miedo de perderse de algo. Los creyentes que aceptan esa actitud se apresuran a hacer cosas, y después esperan que el Señor los bendiga.
Dios no deja nada al azar. No pone delante de nosotros una decisión teniendo la esperanza de que hagamos lo correcto.
Eso sería irresponsable y ajeno a su naturaleza. El Padre celestial está más que dispuesto a enseñarnos lo que debemos hacer, porque está interesado en nuestro bienestar. Pero hasta que el Señor deje claro cuál debe ser el camino a seguir, tenemos que hacer una pausa y esperar.
Esperar en Dios no es pasividad ni tampoco una excusa para evadir responsabilidades. De hecho, quienes buscan la voluntad de Dios son los que hacen una pausa para orar, escrudiñar la Palabra y ayunar antes de actuar; mientras siguen sirviendo a Dios dondequiera que puedan.
Salmo 27.14
¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué el salmista une al consejo de esperar al Señor, con la exhortación de esforzarse y ser valiente? La razón es que, a veces, esperar es lo más difícil de hacer. De hecho, la práctica de la paciencia es una de las lecciones más importantes de la escuela de la obediencia; es esencial que el creyente aprenda a esperar en Dios.
La cultura moderna vive con mucha prisa: ¡Tengo que tenerlo ya! ¡Tengo que hacerlo ya! Hemos sido enseñados a permanecer en un estado permanente de alerta. Se necesita valentía para mantenerse quietos cuando todo el mundo está apresurado.
Se necesitan fuerzas para obedecer cuando nuestro corazón nos dice: “¡Hazlo ya!”, mientras que Dios nos susurra: “Espera”.
Pero la gente se apresura a actuar porque tiene miedo de perderse de algo. Los creyentes que aceptan esa actitud se apresuran a hacer cosas, y después esperan que el Señor los bendiga.
Dios no deja nada al azar. No pone delante de nosotros una decisión teniendo la esperanza de que hagamos lo correcto.
Eso sería irresponsable y ajeno a su naturaleza. El Padre celestial está más que dispuesto a enseñarnos lo que debemos hacer, porque está interesado en nuestro bienestar. Pero hasta que el Señor deje claro cuál debe ser el camino a seguir, tenemos que hacer una pausa y esperar.
Esperar en Dios no es pasividad ni tampoco una excusa para evadir responsabilidades. De hecho, quienes buscan la voluntad de Dios son los que hacen una pausa para orar, escrudiñar la Palabra y ayunar antes de actuar; mientras siguen sirviendo a Dios dondequiera que puedan.
domingo, 10 de noviembre de 2024
La herencia de los hijos de Dios
La herencia de los hijos de Dios
Efesios 1.11-22
La palabra herencia nos hace pensar, por lo general, en dinero y en propiedades que pasan de una generación a otra.
Pero Dios tiene una herencia más grande para sus hijos —una que les da en el momento en que pasan a ser parte de su familia.
Gálatas 4.7 nos dice que los creyentes somos herederos de Dios. El primer tesoro de valor incalculable es una esperanza viva en Jesucristo que no nos puede ser quitada (1 P 1.3-4). Además, el Señor ha prometido atender nuestras necesidades conforme a sus riquezas (Fil 4.19). En otras palabras, ya tenemos todo lo que necesitamos para disfrutar de una vida victoriosa.
No obstante, algunas personas quedan atrapadas en la pobreza espiritual, porque se niegan a verse a sí mismas como hijos de Dios. Por no aprovechar la herencia que tienen, deambulan por el mundo con la esperanza de mantenerse aferrados a su poca fe, hasta tener la suerte de morir e ir al cielo. Si vivimos así, por supuesto que nos perdemos las bendiciones que pueden ser nuestras en esta vida, pues no las estamos buscando.
¡Qué diferente se ven a sí mismo las personas cuando ven las cosas a través de los ojos de Jesús! Los cristianos que viven como los herederos de Dios que son, utilizarán su herencia de gracia para bendecir a todo el mundo.
Dios nos promete a todos los creyentes una herencia de su gracia infinita. Somos ciudadanos del cielo ricos espiritualmente, y por eso no debemos temerle a nada en este mundo.
Decida vivir confiadamente en Cristo, y vea cuán abundante es la bendición de la herencia que su Padre celestial tiene ya reservada para usted.
Efesios 1.11-22
La palabra herencia nos hace pensar, por lo general, en dinero y en propiedades que pasan de una generación a otra.
Pero Dios tiene una herencia más grande para sus hijos —una que les da en el momento en que pasan a ser parte de su familia.
Gálatas 4.7 nos dice que los creyentes somos herederos de Dios. El primer tesoro de valor incalculable es una esperanza viva en Jesucristo que no nos puede ser quitada (1 P 1.3-4). Además, el Señor ha prometido atender nuestras necesidades conforme a sus riquezas (Fil 4.19). En otras palabras, ya tenemos todo lo que necesitamos para disfrutar de una vida victoriosa.
No obstante, algunas personas quedan atrapadas en la pobreza espiritual, porque se niegan a verse a sí mismas como hijos de Dios. Por no aprovechar la herencia que tienen, deambulan por el mundo con la esperanza de mantenerse aferrados a su poca fe, hasta tener la suerte de morir e ir al cielo. Si vivimos así, por supuesto que nos perdemos las bendiciones que pueden ser nuestras en esta vida, pues no las estamos buscando.
¡Qué diferente se ven a sí mismo las personas cuando ven las cosas a través de los ojos de Jesús! Los cristianos que viven como los herederos de Dios que son, utilizarán su herencia de gracia para bendecir a todo el mundo.
Dios nos promete a todos los creyentes una herencia de su gracia infinita. Somos ciudadanos del cielo ricos espiritualmente, y por eso no debemos temerle a nada en este mundo.
Decida vivir confiadamente en Cristo, y vea cuán abundante es la bendición de la herencia que su Padre celestial tiene ya reservada para usted.
jueves, 7 de noviembre de 2024
Lecciones de una buena vida
Lecciones de una buena vida
2 Timoteo 4.6-8
La segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo fue escrita desde la cárcel. Esta vez, estaba seguro de que el emperador lo haría ejecutar. Pero el fiel siervo de Dios estaba preparado para dar el siguiente paso de fe.
No debe sorprendernos que Pablo enfrentara la muerte con esa tranquila aceptación. Él vivió cada día —desde su conversión en el camino a Damasco, hasta sus momentos finales— sirviendo a Dios, lo que significaba soportar cualquier adversidad en el nombre de Jesús. “He peleado la buena batalla”, escribió a Timoteo. Por sus cartas, sabemos que Pablo batalló con los mismos enemigos que nosotros enfrentamos —la carne, el mundo y Satanás (Ro 7.14-25; 1 Co 4.11-13; Ef 6.12). Por eso, cuando usted se sienta tentado a pensar que Pablo era más santo que usted, medite en estos pasajes. Él perseveró por fe, y lo mismo debemos hacer nosotros.
A pesar de su gran sabiduría y de su capacidad como apóstol, misionero y líder de la iglesia, Pablo no era muy diferente a nosotros. No fue perfecto, y tuvo derrotas espirituales. Pero no se quedaba caído.
Volvía de nuevo a la lucha. Por esta razón, y por la vida que había vivido, sabía que le aguardaba una rica recompensa en la eternidad. Dijo, además, que los tesoros del cielo eran no solamente para él, sino también para todos los que amaban la venida del Señor Jesús (cp. 2 Ti 4.8).
El apóstol Pablo tuvo las mismas luchas que tiene todo creyente. Pero conservó la fe, y usted puede hacer lo mismo.
Pelee la buena batalla, hermano. Enfrente sus enemigos eligiendo poner su confianza y obediencia en el Señor. Así lo honrará, y almacenará tesoros en el cielo.
2 Timoteo 4.6-8
La segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo fue escrita desde la cárcel. Esta vez, estaba seguro de que el emperador lo haría ejecutar. Pero el fiel siervo de Dios estaba preparado para dar el siguiente paso de fe.
No debe sorprendernos que Pablo enfrentara la muerte con esa tranquila aceptación. Él vivió cada día —desde su conversión en el camino a Damasco, hasta sus momentos finales— sirviendo a Dios, lo que significaba soportar cualquier adversidad en el nombre de Jesús. “He peleado la buena batalla”, escribió a Timoteo. Por sus cartas, sabemos que Pablo batalló con los mismos enemigos que nosotros enfrentamos —la carne, el mundo y Satanás (Ro 7.14-25; 1 Co 4.11-13; Ef 6.12). Por eso, cuando usted se sienta tentado a pensar que Pablo era más santo que usted, medite en estos pasajes. Él perseveró por fe, y lo mismo debemos hacer nosotros.
A pesar de su gran sabiduría y de su capacidad como apóstol, misionero y líder de la iglesia, Pablo no era muy diferente a nosotros. No fue perfecto, y tuvo derrotas espirituales. Pero no se quedaba caído.
Volvía de nuevo a la lucha. Por esta razón, y por la vida que había vivido, sabía que le aguardaba una rica recompensa en la eternidad. Dijo, además, que los tesoros del cielo eran no solamente para él, sino también para todos los que amaban la venida del Señor Jesús (cp. 2 Ti 4.8).
El apóstol Pablo tuvo las mismas luchas que tiene todo creyente. Pero conservó la fe, y usted puede hacer lo mismo.
Pelee la buena batalla, hermano. Enfrente sus enemigos eligiendo poner su confianza y obediencia en el Señor. Así lo honrará, y almacenará tesoros en el cielo.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
La oración en el Espíritu
La oración en el Espíritu
Romanos 8.26-27
Estoy convencido de que si los cristianos entendieran realmente lo que tiene lugar durante la oración, clamarían al Señor con más frecuencia y tendrían mejores resultados. La oración del creyente no es simplemente unas palabras dichas al vacío; el Espíritu Santo está con nosotros para guiarnos cuando presentamos nuestras peticiones al Señor.
El Espíritu Santo es parte de la Trinidad, por lo que conoce la mente del Padre íntimamente (1 Co 2.11).
Puesto que Él, al igual que el Padre, es omnisciente y omnipotente, entiende perfectamente la circunstancia por la que estamos orando —incluso las partes que no vemos o que son totalmente confusas para nosotros.
Asimismo, el Espíritu habita en cada creyente y conoce la mente y el corazón de cada uno de ellos. Con este conocimiento total, el Espíritu Santo lleva a cabo su responsabilidad de hacer que nuestras peticiones se ajusten a los deseos de Dios. A tal efecto, Él habla en nuestro espíritu y abre nuestra mente para que entendamos las Sagradas Escrituras.
El hecho de que Dios da su Espíritu a todos los creyentes, revela el valor que le da a la comunicación entre Él y sus hijos. Nuestro Padre nos da el mejor Ayudador posible para asegurarse de que podamos convertirnos en gigantes de la oración.
Por tanto, los cristianos jamás deberíamos tener sentimientos de culpa por no estar seguros de cómo orar. El Espíritu Santo que mora en nosotros conoce nuestras necesidades y nuestros deseos —como también la mente del Padre y los detalles de cada situación. Él habla a Dios a nuestro favor, y al mismo tiempo nos enseña a orar conforme a la voluntad del Padre.
Romanos 8.26-27
Estoy convencido de que si los cristianos entendieran realmente lo que tiene lugar durante la oración, clamarían al Señor con más frecuencia y tendrían mejores resultados. La oración del creyente no es simplemente unas palabras dichas al vacío; el Espíritu Santo está con nosotros para guiarnos cuando presentamos nuestras peticiones al Señor.
El Espíritu Santo es parte de la Trinidad, por lo que conoce la mente del Padre íntimamente (1 Co 2.11).
Puesto que Él, al igual que el Padre, es omnisciente y omnipotente, entiende perfectamente la circunstancia por la que estamos orando —incluso las partes que no vemos o que son totalmente confusas para nosotros.
Asimismo, el Espíritu habita en cada creyente y conoce la mente y el corazón de cada uno de ellos. Con este conocimiento total, el Espíritu Santo lleva a cabo su responsabilidad de hacer que nuestras peticiones se ajusten a los deseos de Dios. A tal efecto, Él habla en nuestro espíritu y abre nuestra mente para que entendamos las Sagradas Escrituras.
El hecho de que Dios da su Espíritu a todos los creyentes, revela el valor que le da a la comunicación entre Él y sus hijos. Nuestro Padre nos da el mejor Ayudador posible para asegurarse de que podamos convertirnos en gigantes de la oración.
Por tanto, los cristianos jamás deberíamos tener sentimientos de culpa por no estar seguros de cómo orar. El Espíritu Santo que mora en nosotros conoce nuestras necesidades y nuestros deseos —como también la mente del Padre y los detalles de cada situación. Él habla a Dios a nuestro favor, y al mismo tiempo nos enseña a orar conforme a la voluntad del Padre.
martes, 5 de noviembre de 2024
Nuestro Ayudador en la oración
Nuestro Ayudador en la oración
Romanos 8.26-27
Los cristianos necesitamos la ayuda del Espíritu Santo en la oración. Algunas veces, en nuestra peregrinación de fe, nos damos cuenta de que no podemos . . .
• Encontrar las palabras adecuadas
• Discernir la voluntad de Dios
• Reconocer lo que Él está haciendo, o
• Entender una situación.
Los tiempos de lucha en oración son normales para los creyentes. Por eso, echemos un vistazo a dos ejemplos bíblicos de la oración en situaciones difíciles.
Primero, notemos que en la lectura de hoy, el apóstol Pablo reconoce su débil vida de oración. Su muy conocida petición era que Dios quitara un aguijón que había en su carne (2 Co 12.7). Pablo rogó con desesperación —y probablemente con gran esfuerzo— tener alivio.
Pero con la ayuda del Espíritu Santo, llegó a entender la decisión del Señor de que soportara con paciencia, a pesar del dolor.
Un segundo ejemplo es la angustiosa oración de Jesucristo la noche antes de su crucifixión. Aunque estaba determinado a hacer la voluntad de su Padre, lo aterrorizaba el monstruoso sufrimiento espiritual que se aproximaba. Al clamar a Dios desde el Getsemaní, el Salvador dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26.39).
Dios sabía que necesitaríamos ayuda en la oración. Con nuestra limitada perspectiva humana, no podemos conocer todos los aspectos de las situaciones que enfrentamos. Pero el Espíritu Santo entiende nuestras necesidades y nuestras cargas. Él lleva nuestras peticiones a Dios, aun cuando no podamos expresarlas adecuadamente.
Romanos 8.26-27
Los cristianos necesitamos la ayuda del Espíritu Santo en la oración. Algunas veces, en nuestra peregrinación de fe, nos damos cuenta de que no podemos . . .
• Encontrar las palabras adecuadas
• Discernir la voluntad de Dios
• Reconocer lo que Él está haciendo, o
• Entender una situación.
Los tiempos de lucha en oración son normales para los creyentes. Por eso, echemos un vistazo a dos ejemplos bíblicos de la oración en situaciones difíciles.
Primero, notemos que en la lectura de hoy, el apóstol Pablo reconoce su débil vida de oración. Su muy conocida petición era que Dios quitara un aguijón que había en su carne (2 Co 12.7). Pablo rogó con desesperación —y probablemente con gran esfuerzo— tener alivio.
Pero con la ayuda del Espíritu Santo, llegó a entender la decisión del Señor de que soportara con paciencia, a pesar del dolor.
Un segundo ejemplo es la angustiosa oración de Jesucristo la noche antes de su crucifixión. Aunque estaba determinado a hacer la voluntad de su Padre, lo aterrorizaba el monstruoso sufrimiento espiritual que se aproximaba. Al clamar a Dios desde el Getsemaní, el Salvador dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt 26.39).
Dios sabía que necesitaríamos ayuda en la oración. Con nuestra limitada perspectiva humana, no podemos conocer todos los aspectos de las situaciones que enfrentamos. Pero el Espíritu Santo entiende nuestras necesidades y nuestras cargas. Él lleva nuestras peticiones a Dios, aun cuando no podamos expresarlas adecuadamente.
lunes, 4 de noviembre de 2024
Un renovador encuentro con Dios
Un renovador encuentro con Dios
Isaías 6.1-9
Vivimos en tiempos llenos de actividades. Para muchos cristianos —es triste decirlo— la iglesia es un asunto más en su lista de cosas por hacer, y piensan que asistir a un servicio cumple con su “deber espiritual”. El resultado es que Dios les parece distante, por lo que no sienten ningún entusiasmo por la obra, y les falta compasión por los perdidos. A tales creyentes les resulta fácil comenzar a actuar de manera mundana.
Pero el Padre celestial desea tener una relación estrecha con sus hijos. Como en los tiempos de la Biblia, Él sigue teniendo encuentros personales con su pueblo —a veces para consolar o alentar, y en otros momentos para guiar o traer convicción de pecado.
En el pasaje de hoy, el profeta Isaías escribió de un encuentro que tuvo con el Señor. Su reacción ante la santidad de la presencia de Dios fue el profundo reconocimiento de su propio pecado: “¡Ay de mí! . . . porque siendo hombre inmundo de labios . . . han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).
Tal como lo experimentó el profeta, cuando Dios nos revela su presencia, somos propensos a ser abrumados por un temor reverente y por la sensación de nuestra indignidad. Pero después, si respondemos con arrepentimiento y obediencia, sabremos que nuestros pecados han sido perdonados (v. 7).
¿Está usted pasando tiempo con el Señor, orando y leyendo su Palabra?
Pídale a Dios un encuentro personal con Él. Pase tiempo alabándolo, confesando sus pecados, y rindiendo a Él todos los aspectos de su vida. Y después, esté atento, con confianza, a lo que Él hará.
Isaías 6.1-9
Vivimos en tiempos llenos de actividades. Para muchos cristianos —es triste decirlo— la iglesia es un asunto más en su lista de cosas por hacer, y piensan que asistir a un servicio cumple con su “deber espiritual”. El resultado es que Dios les parece distante, por lo que no sienten ningún entusiasmo por la obra, y les falta compasión por los perdidos. A tales creyentes les resulta fácil comenzar a actuar de manera mundana.
Pero el Padre celestial desea tener una relación estrecha con sus hijos. Como en los tiempos de la Biblia, Él sigue teniendo encuentros personales con su pueblo —a veces para consolar o alentar, y en otros momentos para guiar o traer convicción de pecado.
En el pasaje de hoy, el profeta Isaías escribió de un encuentro que tuvo con el Señor. Su reacción ante la santidad de la presencia de Dios fue el profundo reconocimiento de su propio pecado: “¡Ay de mí! . . . porque siendo hombre inmundo de labios . . . han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).
Tal como lo experimentó el profeta, cuando Dios nos revela su presencia, somos propensos a ser abrumados por un temor reverente y por la sensación de nuestra indignidad. Pero después, si respondemos con arrepentimiento y obediencia, sabremos que nuestros pecados han sido perdonados (v. 7).
¿Está usted pasando tiempo con el Señor, orando y leyendo su Palabra?
Pídale a Dios un encuentro personal con Él. Pase tiempo alabándolo, confesando sus pecados, y rindiendo a Él todos los aspectos de su vida. Y después, esté atento, con confianza, a lo que Él hará.
viernes, 1 de noviembre de 2024
Un ancla en la tempestad
Un ancla en la tempestad
Hebreos 13.5-9
¿Qué hace usted cuando vienen las tormentas de la vida? ¿A quién acude? ¿Dónde busca alivio y seguridad?
Todos tenemos conciencia de que estamos sujetos a tormentas, sin previo aviso, a lo largo de la vida.
Sin embargo, aun cuando los problemas nos hagan tambalear, la Palabra de Dios nos asegura que podemos mantener un asidero firme, sin importar las circunstancias.
Hay una verdad maravillosa en la Biblia que, una vez que usted se aferre a ella, le mantendrá firme durante las situaciones más angustiosas. Esa ancla para las tormentas de la vida es Jesucristo, aquel que nunca cambia.
Usted podría preguntarse: ¿Qué quiere decir “ancla”? Piénselo de esta manera: Todas las cosas que hay en su vida —profesión, relaciones, finanzas— están sometidas a cambios constantes. De hecho, usted está creciendo, aprendiendo y cambiando cada día. No hay nada que alguien pueda hacer para detener este cambio continuo. Por eso, si tratamos de aferrarnos a cosas como el dinero, los amigos, el trabajo o el prestigio durante tiempos de dificultad, no podremos evitar ser tambaleados de un lado a otro. ¿Por qué razón? Porque nos hemos aferrado a un fundamento que no es estable.
En cambio, cuando fijamos nuestras esperanzas en Cristo, podemos estar seguros de que el ancla se sostendrá.
Él no se mueve, no cambia y no nos deja. No importa que todas las cosas de la vida puedan transformarse y cambiar, Él es el mismo de siempre. Jesús es el único asidero seguro en un mundo inestable, el cual también tiene el poder de mantenerle a usted estable.
Hebreos 13.5-9
¿Qué hace usted cuando vienen las tormentas de la vida? ¿A quién acude? ¿Dónde busca alivio y seguridad?
Todos tenemos conciencia de que estamos sujetos a tormentas, sin previo aviso, a lo largo de la vida.
Sin embargo, aun cuando los problemas nos hagan tambalear, la Palabra de Dios nos asegura que podemos mantener un asidero firme, sin importar las circunstancias.
Hay una verdad maravillosa en la Biblia que, una vez que usted se aferre a ella, le mantendrá firme durante las situaciones más angustiosas. Esa ancla para las tormentas de la vida es Jesucristo, aquel que nunca cambia.
Usted podría preguntarse: ¿Qué quiere decir “ancla”? Piénselo de esta manera: Todas las cosas que hay en su vida —profesión, relaciones, finanzas— están sometidas a cambios constantes. De hecho, usted está creciendo, aprendiendo y cambiando cada día. No hay nada que alguien pueda hacer para detener este cambio continuo. Por eso, si tratamos de aferrarnos a cosas como el dinero, los amigos, el trabajo o el prestigio durante tiempos de dificultad, no podremos evitar ser tambaleados de un lado a otro. ¿Por qué razón? Porque nos hemos aferrado a un fundamento que no es estable.
En cambio, cuando fijamos nuestras esperanzas en Cristo, podemos estar seguros de que el ancla se sostendrá.
Él no se mueve, no cambia y no nos deja. No importa que todas las cosas de la vida puedan transformarse y cambiar, Él es el mismo de siempre. Jesús es el único asidero seguro en un mundo inestable, el cual también tiene el poder de mantenerle a usted estable.
jueves, 31 de octubre de 2024
La guía de Dios para las tormentas de la vida
La guía de Dios para las tormentas de la vida
Isaías 43.1-3
Las tormentas de la vida pueden hacernos sentir que hemos quedado a la deriva, e inseguros en cuanto a hacia dónde nos dirigimos. Los discípulos sabían que estaban en el Mar de Galilea, que se dirigían a Genesaret, pero en medio del violento vendaval no podían determinar su dirección o la distancia de la costa. La tormenta oscurecía las luces del cielo que les servían de guía, y al mismo tiempo atacaba sus sentidos. ¿Alguna vez se ha sentido usted así?
La soberanía de Jesús. El Señor demostró que controlaba totalmente la naturaleza y la vida de sus seguidores. No hay un solo momento en que no tenga el control absoluto de nuestras tormentas.
Jesús sabe exactamente dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos, y qué tan fiera es la tormenta. Recuerde que Aquel que murió en nuestro lugar por amor, es Aquel que tiene al futuro en sus manos —y que también nos tiene a nosotros.
El poder protector de Jesús. El poder de Cristo para proteger fue evidente en esa tempestad. Estuvo pendiente de los discípulos que estaban en la barca, y cuidó también de Pedro sobre las aguas.
Pero preste atención a una lección de vital importancia: Él permitió que Pedro se hundiera lo suficiente para que reconociera su propia impotencia, de modo que se volviera al Señor para que lo salvara. Nos beneficia recordar que estamos absolutamente indefensos sin Jesús, y que debemos acudir a Él rápidamente.
La soberanía y la presencia protectora de Jesús llevaron a los discípulos a adorarle como el Hijo de Dios. ¿Están sus labios desbordando alabanza al Señor por su protección y su presencia?
Isaías 43.1-3
Las tormentas de la vida pueden hacernos sentir que hemos quedado a la deriva, e inseguros en cuanto a hacia dónde nos dirigimos. Los discípulos sabían que estaban en el Mar de Galilea, que se dirigían a Genesaret, pero en medio del violento vendaval no podían determinar su dirección o la distancia de la costa. La tormenta oscurecía las luces del cielo que les servían de guía, y al mismo tiempo atacaba sus sentidos. ¿Alguna vez se ha sentido usted así?
La soberanía de Jesús. El Señor demostró que controlaba totalmente la naturaleza y la vida de sus seguidores. No hay un solo momento en que no tenga el control absoluto de nuestras tormentas.
Jesús sabe exactamente dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos, y qué tan fiera es la tormenta. Recuerde que Aquel que murió en nuestro lugar por amor, es Aquel que tiene al futuro en sus manos —y que también nos tiene a nosotros.
El poder protector de Jesús. El poder de Cristo para proteger fue evidente en esa tempestad. Estuvo pendiente de los discípulos que estaban en la barca, y cuidó también de Pedro sobre las aguas.
Pero preste atención a una lección de vital importancia: Él permitió que Pedro se hundiera lo suficiente para que reconociera su propia impotencia, de modo que se volviera al Señor para que lo salvara. Nos beneficia recordar que estamos absolutamente indefensos sin Jesús, y que debemos acudir a Él rápidamente.
La soberanía y la presencia protectora de Jesús llevaron a los discípulos a adorarle como el Hijo de Dios. ¿Están sus labios desbordando alabanza al Señor por su protección y su presencia?
miércoles, 30 de octubre de 2024
No tema
No tema
Mateo 14.22-34
Podemos esperar en algún momento de la vida ser sacudidos por las turbulencias. Tal vez ya hemos experimentado algunas, y podemos estar seguros de que vendrán más. Nuestra situación puede ser tan grave que nos preguntamos: ¿Cómo voy a salir de esto?
Piense en la vez que los discípulos se encontraban en las turbulentas aguas del Mar de Galilea. La Biblia nos dice que las olas golpeaban su embarcación, y que el viento les era contrario. En medio de la tormenta, los discípulos pensaron que veían a un fantasma que se les acercaba. Estos hombres adultos, algunos de los cuales eran experimentados pescadores, gritaron atemorizados. Su temor no disminuyó hasta que se dieron cuenta de que era Jesús caminando hacia ellos.
¿Qué sucedió cuando reconocieron que era el Señor? Recibieron . . .
• Consuelo en medio de la crisis. Se tranquilizaron cuando se dieron cuenta de que Jesús estaba con ellos y de que Él los cuidaría.
• Valentía para enfrentar la prueba. Pedro encontró la valentía para obedecer a Jesús y salir de la barca.
• Confianza para su futuro. Entendieron que la presencia de Jesús no podía alejarse por los severos vientos.
¿Qué olas o vientos le están azotando? ¿Tiene temor? Pídale al Señor que le muestre su presencia en su situación y que llene sus sentidos con esa conciencia. Cierre sus ojos, e imaginelo a su lado sosteniendole fuertemente. Deje que sus oídos escuchen su susurro de confianza y amor. Llene su mente con el conocimiento de sus promesas y sea fortalecido por la fuerza, el consuelo y el valor que Él ofrece.
Mateo 14.22-34
Podemos esperar en algún momento de la vida ser sacudidos por las turbulencias. Tal vez ya hemos experimentado algunas, y podemos estar seguros de que vendrán más. Nuestra situación puede ser tan grave que nos preguntamos: ¿Cómo voy a salir de esto?
Piense en la vez que los discípulos se encontraban en las turbulentas aguas del Mar de Galilea. La Biblia nos dice que las olas golpeaban su embarcación, y que el viento les era contrario. En medio de la tormenta, los discípulos pensaron que veían a un fantasma que se les acercaba. Estos hombres adultos, algunos de los cuales eran experimentados pescadores, gritaron atemorizados. Su temor no disminuyó hasta que se dieron cuenta de que era Jesús caminando hacia ellos.
¿Qué sucedió cuando reconocieron que era el Señor? Recibieron . . .
• Consuelo en medio de la crisis. Se tranquilizaron cuando se dieron cuenta de que Jesús estaba con ellos y de que Él los cuidaría.
• Valentía para enfrentar la prueba. Pedro encontró la valentía para obedecer a Jesús y salir de la barca.
• Confianza para su futuro. Entendieron que la presencia de Jesús no podía alejarse por los severos vientos.
¿Qué olas o vientos le están azotando? ¿Tiene temor? Pídale al Señor que le muestre su presencia en su situación y que llene sus sentidos con esa conciencia. Cierre sus ojos, e imaginelo a su lado sosteniendole fuertemente. Deje que sus oídos escuchen su susurro de confianza y amor. Llene su mente con el conocimiento de sus promesas y sea fortalecido por la fuerza, el consuelo y el valor que Él ofrece.
martes, 29 de octubre de 2024
Cambio de enfoque
Cambio de enfoque
Juan 15.18-21
No hay nada que pueda tocar la vida de un creyente, a menos que le suceda porque Dios así lo haya permitido. Eso significa que Él tiene el control total, aun cuando parezca que se le ha permitido a Satanás desbocarse en nuestra contra.
Atrapado en una prisión romana, Pablo sabía que Dios podía rescatarlo; después de todo, Él había quitado las cadenas de Pedro (Hch 12.7). Pero Pablo no estaba esperando con impaciencia la liberación.
Porque creía que Dios permitía todo por alguna razón, Pablo seguía haciendo el trabajo del reino —incluso encadenado.
En efecto, el Señor tiene un propósito para todo lo que trae a la vida de una persona. Aunque podemos desear desesperadamente que nuestras circunstancias cambien, Dios permitirá que pasemos por una situación determinada para que esto traiga, al final, el resultado más favorable.
El tiempo que pasó Pablo en la prisión resultó ser un beneficio para el evangelio, aunque, lógicamente, la difusión de la Palabra debió haber sido severamente obstaculizada por el confinamiento de un predicador tan grande.
Durante dos años había estado custodiado por muchos de los selectos soldados pretorianos (Fil 1.13), y sabemos de lo que Pablo debió haberles hablado —¡de Cristo!
En la Biblia no hay ningún versículo que diga que a los creyentes se les ha prometido una vida fácil.
En realidad, la Palabra de Dios advierte lo contrario; dice que tendremos problemas (Jn 16.33).
Pero, al igual que Pablo, podemos elegir vivir por encima de nuestras circunstancias al comprender que Dios tiene un plan, con el fin de utilizar nuestras experiencias para nuestro bien y para el de los demás.
Juan 15.18-21
No hay nada que pueda tocar la vida de un creyente, a menos que le suceda porque Dios así lo haya permitido. Eso significa que Él tiene el control total, aun cuando parezca que se le ha permitido a Satanás desbocarse en nuestra contra.
Atrapado en una prisión romana, Pablo sabía que Dios podía rescatarlo; después de todo, Él había quitado las cadenas de Pedro (Hch 12.7). Pero Pablo no estaba esperando con impaciencia la liberación.
Porque creía que Dios permitía todo por alguna razón, Pablo seguía haciendo el trabajo del reino —incluso encadenado.
En efecto, el Señor tiene un propósito para todo lo que trae a la vida de una persona. Aunque podemos desear desesperadamente que nuestras circunstancias cambien, Dios permitirá que pasemos por una situación determinada para que esto traiga, al final, el resultado más favorable.
El tiempo que pasó Pablo en la prisión resultó ser un beneficio para el evangelio, aunque, lógicamente, la difusión de la Palabra debió haber sido severamente obstaculizada por el confinamiento de un predicador tan grande.
Durante dos años había estado custodiado por muchos de los selectos soldados pretorianos (Fil 1.13), y sabemos de lo que Pablo debió haberles hablado —¡de Cristo!
En la Biblia no hay ningún versículo que diga que a los creyentes se les ha prometido una vida fácil.
En realidad, la Palabra de Dios advierte lo contrario; dice que tendremos problemas (Jn 16.33).
Pero, al igual que Pablo, podemos elegir vivir por encima de nuestras circunstancias al comprender que Dios tiene un plan, con el fin de utilizar nuestras experiencias para nuestro bien y para el de los demás.
lunes, 28 de octubre de 2024
Vivir por encima de las circunstancias
Vivir por encima de las circunstancias
Filipenses 1.12-18
Pablo escribió su carta a los Filipenses durante un largo e injusto encarcelamiento. Sin embargo, esta corta epístola está llena de gozo. Nunca se queja o culpa a nadie de su situación, porque había aprendido a vivir por encima de sus circunstancias.
La mayoría de las personas reaccionan de otra manera a las dificultades. Primero, en un intento por sentirse mejor, tratan de culpar a otros por el problema.
Luego, se quejan para inspirar compasión, y por último, buscan una salida a la situación, y eso, por lo general, agrava las cosas.
Pablo sabía que había una estrategia para vivir por encima de sus circunstancias, que consistía en un cambio de enfoque. En vez de examinar su problema y quejarse del mismo, buscó fortaleza en Dios.
De sus labios brotó la alabanza: “Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil 3.8).
Dios quiere escuchar nuestras aflicciones e incluso la ira o confusión que sentimos por nuestras pruebas, pero también quiere que confiemos en que Él nos sacará adelante.
Enfocarse en el Señor y alabarlo no significa fingir que nos agrada pasar por tiempos difíciles —porque eso no sería sincero. Pero podemos reconocer honestamente que Él está en control de la situación, y que guiará cada uno de nuestros pasos, tal como lo prometió (Pr 3.5-6).
Los creyentes tenemos dos opciones: Podemos regodearnos en la autocompasión, o podemos mirar a Jesucristo y aprender a vivir por encima de nuestras circunstancias. ¿Cuál de las dos elegirá usted?
Filipenses 1.12-18
Pablo escribió su carta a los Filipenses durante un largo e injusto encarcelamiento. Sin embargo, esta corta epístola está llena de gozo. Nunca se queja o culpa a nadie de su situación, porque había aprendido a vivir por encima de sus circunstancias.
La mayoría de las personas reaccionan de otra manera a las dificultades. Primero, en un intento por sentirse mejor, tratan de culpar a otros por el problema.
Luego, se quejan para inspirar compasión, y por último, buscan una salida a la situación, y eso, por lo general, agrava las cosas.
Pablo sabía que había una estrategia para vivir por encima de sus circunstancias, que consistía en un cambio de enfoque. En vez de examinar su problema y quejarse del mismo, buscó fortaleza en Dios.
De sus labios brotó la alabanza: “Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil 3.8).
Dios quiere escuchar nuestras aflicciones e incluso la ira o confusión que sentimos por nuestras pruebas, pero también quiere que confiemos en que Él nos sacará adelante.
Enfocarse en el Señor y alabarlo no significa fingir que nos agrada pasar por tiempos difíciles —porque eso no sería sincero. Pero podemos reconocer honestamente que Él está en control de la situación, y que guiará cada uno de nuestros pasos, tal como lo prometió (Pr 3.5-6).
Los creyentes tenemos dos opciones: Podemos regodearnos en la autocompasión, o podemos mirar a Jesucristo y aprender a vivir por encima de nuestras circunstancias. ¿Cuál de las dos elegirá usted?
viernes, 25 de octubre de 2024
El alcance de nuestra gratitud
El alcance de nuestra gratitud
1 Tesalonicenses 5.12-24
¿Se ha dado cuenta de que la Biblia contiene mandatos, pero no la explicación de cómo cumplir con ellos?
Sabemos que la Biblia contiene todo lo que necesitamos saber para obedecer a Dios. Sin embargo, a veces desearíamos recibir instrucciones detalladas.
Por ejemplo, el versículo 18 del pasaje de hoy dice simplemente: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
Ahora bien, ¡esas sí que son palabras mayores! Nos apresuramos a dar gracias al Señor por las bendiciones, tales como un nuevo bebé, una nueva casa, o un nuevo trabajo, pero ¿qué de la enfermedad, del dolor, de las dificultades o de las pérdidas? ¿Cómo podemos estar agradecidos por tales cosas? La respuesta es que no podemos —a menos que reconozcamos que Dios trae o permite el dolor y las dificultades en la vida por sus buenos propósitos para con nosotros, y para su gloria.
José es un ejemplo de esta verdad. Sus hermanos lo vendieron como esclavo, pero Dios usó su difícil situación para salvar la vida de muchas personas, entre ellas a sus mismos hermanos (Gn 50.20).
Cuando elegimos la gratitud en vez de la amargura, reconocemos que el Señor es bueno, incluso cuando las circunstancias no lo sean.
Hay muchas cosas que nunca seremos capaces de entender en este mundo, pero hay algo de lo que podemos estar muy seguros: Nuestro Dios es bueno. Además, sus propósitos son buenos, y Él ha prometido estar con nosotros en cada circunstancia. Si creemos esto, podemos dar gracias en todo.
1 Tesalonicenses 5.12-24
¿Se ha dado cuenta de que la Biblia contiene mandatos, pero no la explicación de cómo cumplir con ellos?
Sabemos que la Biblia contiene todo lo que necesitamos saber para obedecer a Dios. Sin embargo, a veces desearíamos recibir instrucciones detalladas.
Por ejemplo, el versículo 18 del pasaje de hoy dice simplemente: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
Ahora bien, ¡esas sí que son palabras mayores! Nos apresuramos a dar gracias al Señor por las bendiciones, tales como un nuevo bebé, una nueva casa, o un nuevo trabajo, pero ¿qué de la enfermedad, del dolor, de las dificultades o de las pérdidas? ¿Cómo podemos estar agradecidos por tales cosas? La respuesta es que no podemos —a menos que reconozcamos que Dios trae o permite el dolor y las dificultades en la vida por sus buenos propósitos para con nosotros, y para su gloria.
José es un ejemplo de esta verdad. Sus hermanos lo vendieron como esclavo, pero Dios usó su difícil situación para salvar la vida de muchas personas, entre ellas a sus mismos hermanos (Gn 50.20).
Cuando elegimos la gratitud en vez de la amargura, reconocemos que el Señor es bueno, incluso cuando las circunstancias no lo sean.
Hay muchas cosas que nunca seremos capaces de entender en este mundo, pero hay algo de lo que podemos estar muy seguros: Nuestro Dios es bueno. Además, sus propósitos son buenos, y Él ha prometido estar con nosotros en cada circunstancia. Si creemos esto, podemos dar gracias en todo.
Revestidos de poder
Revestidos de poder
Lucas 24.44-49
El poder del Espíritu Santo es el control dinámico, sobrenatural y la autoridad de Dios. Es el poder que nos hace capaces de servir. Pero lamentablemente, muchos creyentes tratan de realizar un trabajo sobrenatural confiando en sus fuerzas humanas.
El Espíritu de Dios habita en todos los creyentes.
Pero hay una diferencia considerable entre tener el Espíritu Santo en nosotros, y el derramamiento de su poder en nuestra vida. Pensemos en la diferencia que hay entre un automóvil de cuatro puertas y un auto de carreras. Ambos vehículos corren, pero el motor del auto de carreras hace que éste sea mucho más poderoso que el auto común. Cuando el Espíritu de Dios le dé su poder, su rendimiento será como el de ese auto de carreras.
Pensamos con frecuencia que el poder del Espíritu Santo es solamente para los pastores y los misioneros. Pero la verdad es que este poder se ofrece a toda persona que esté dispuesta a servir a Dios. Para ello, primero debemos estar convencidos de nuestra insuficiencia. Esto significa reconocer que no podemos trabajar para Dios sin la ayuda de su Espíritu. Luego, es necesario confesar nuestro pecado a Dios y arrepentirnos para mantener comunión con Dios. Cuando dejamos intencionalmente que el pecado entre en nuestras vidas, ponemos trabas al poder del Espíritu Santo.
Por último, cada persona que se apropie del poder divino necesita tener una vida de oración firme.
Cuando confiamos en que Dios nos dará lo necesario para realizar el trabajo que nos llama a hacer, somos revestidos de poder. ¿Está puesta su confianza en usted o en Él?
Lucas 24.44-49
El poder del Espíritu Santo es el control dinámico, sobrenatural y la autoridad de Dios. Es el poder que nos hace capaces de servir. Pero lamentablemente, muchos creyentes tratan de realizar un trabajo sobrenatural confiando en sus fuerzas humanas.
El Espíritu de Dios habita en todos los creyentes.
Pero hay una diferencia considerable entre tener el Espíritu Santo en nosotros, y el derramamiento de su poder en nuestra vida. Pensemos en la diferencia que hay entre un automóvil de cuatro puertas y un auto de carreras. Ambos vehículos corren, pero el motor del auto de carreras hace que éste sea mucho más poderoso que el auto común. Cuando el Espíritu de Dios le dé su poder, su rendimiento será como el de ese auto de carreras.
Pensamos con frecuencia que el poder del Espíritu Santo es solamente para los pastores y los misioneros. Pero la verdad es que este poder se ofrece a toda persona que esté dispuesta a servir a Dios. Para ello, primero debemos estar convencidos de nuestra insuficiencia. Esto significa reconocer que no podemos trabajar para Dios sin la ayuda de su Espíritu. Luego, es necesario confesar nuestro pecado a Dios y arrepentirnos para mantener comunión con Dios. Cuando dejamos intencionalmente que el pecado entre en nuestras vidas, ponemos trabas al poder del Espíritu Santo.
Por último, cada persona que se apropie del poder divino necesita tener una vida de oración firme.
Cuando confiamos en que Dios nos dará lo necesario para realizar el trabajo que nos llama a hacer, somos revestidos de poder. ¿Está puesta su confianza en usted o en Él?
miércoles, 23 de octubre de 2024
Jesucristo: Obediente hasta la muerte
Jesucristo: Obediente hasta la muerte
Filipenses 2.5-11
Imagínese que alguien le pregunte si Jesucristo es el Señor de su vida. ¿Sabe cómo respondería? Después, piense en la última vez que Dios le ordenó hacer algo. Si obedecerlo fue demasiado difícil, es probable que aún no le haya dado a Cristo el señorío sobre su vida.
Cuando los cristianos sienten la necesidad de consultar con alguien antes de obedecer lo que saben que Dios está diciéndoles que hagan, es posible que se deba a algún ídolo en el camino, ya sea el orgullo, una relación o una aspiración.
Nuestro Padre sabe que obedecerle puede ser una prueba para todos, incluso para el Hijo. Podemos ser alentados por el ejemplo de Jesucristo en el huerto de Getsemaní, donde luchó en oración con la voluntad de su Padre. El Señor estaba comprometido a ser obediente, pero aún luchaba. ¿Se ha preguntado usted alguna vez qué vio el Señor en la “copa” cuando oró para que Dios la dejara pasar de Él, de ser posible? (Mateo 26.39). Al menos cuatro cosas habrían hecho a cualquiera de nosotros desear alejar esa copa:
1. El sufrimiento que soportaría Jesucristo al ser crucificado.
2. La carga del pecado del mundo entero.
3. La deserción de sus discípulos.
4. La separación que sentiría de su Padre.
Vemos a Cristo como Dios, y lo es, pero a veces olvidamos que no podemos separar su humanidad de su deidad.
Su sufrimiento y su dolor fueron más grandes de los que cualquiera de nosotros conocerá jamás.
Sin embargo, aunque afligido hasta la muerte, tomó la decisión de obedecer al Padre, enseñándonos que podemos realizar lo más difícil cuando vivimos en sumisión a Dios.
Filipenses 2.5-11
Imagínese que alguien le pregunte si Jesucristo es el Señor de su vida. ¿Sabe cómo respondería? Después, piense en la última vez que Dios le ordenó hacer algo. Si obedecerlo fue demasiado difícil, es probable que aún no le haya dado a Cristo el señorío sobre su vida.
Cuando los cristianos sienten la necesidad de consultar con alguien antes de obedecer lo que saben que Dios está diciéndoles que hagan, es posible que se deba a algún ídolo en el camino, ya sea el orgullo, una relación o una aspiración.
Nuestro Padre sabe que obedecerle puede ser una prueba para todos, incluso para el Hijo. Podemos ser alentados por el ejemplo de Jesucristo en el huerto de Getsemaní, donde luchó en oración con la voluntad de su Padre. El Señor estaba comprometido a ser obediente, pero aún luchaba. ¿Se ha preguntado usted alguna vez qué vio el Señor en la “copa” cuando oró para que Dios la dejara pasar de Él, de ser posible? (Mateo 26.39). Al menos cuatro cosas habrían hecho a cualquiera de nosotros desear alejar esa copa:
1. El sufrimiento que soportaría Jesucristo al ser crucificado.
2. La carga del pecado del mundo entero.
3. La deserción de sus discípulos.
4. La separación que sentiría de su Padre.
Vemos a Cristo como Dios, y lo es, pero a veces olvidamos que no podemos separar su humanidad de su deidad.
Su sufrimiento y su dolor fueron más grandes de los que cualquiera de nosotros conocerá jamás.
Sin embargo, aunque afligido hasta la muerte, tomó la decisión de obedecer al Padre, enseñándonos que podemos realizar lo más difícil cuando vivimos en sumisión a Dios.
martes, 22 de octubre de 2024
Un sacrificio vivo
Un sacrificio vivo
Romanos 11.33–12.2
En la epístola de Romanos, Pablo se ocupa de una serie de verdades, desde nuestra condición pecaminosa, que merece la ira de Dios, hasta la demostración de su misericordia en el evangelio de Jesucristo. El capítulo 11 termina con un crescendo de alabanza que debe impulsarnos a ofrecernos a Dios como sacrificios vivos.
Pero, ¿cómo podemos hacerlo? En Romanos 12.2, el apóstol explica una mentalidad a evitar y un objetivo a buscar.
No os conforméis a este siglo. Esta no es una orden para que nos retiremos a las montañas para vivir incomunicados.
En vez de eso, debemos dejar de lado nuestra pasada manera de vivir, porque está corrompida por nuestros deseos pecaminosos (Ef 4.22).
Pablo llama a esto “el viejo yo”, y es a lo que Juan se refirió como “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Jn 2.16). Hasta que nos ocupemos de estas cosas, nos encontraremos todo el tiempo lejos del altar y siguiendo nuestros propios deseos.
Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento. El cambio que permanece no se produce por la fuerza de voluntad, ni por las emociones sublimes. Para un cambio duradero, debemos renovar nuestra mente con las verdades de Dios reveladas en su Palabra. Pablo se refiere a esta renovación con las palabras “vestíos del nuevo hombre”, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4.23-24).
Ser un sacrificio vivo requiere el obediente sometimiento a la voluntad de Dios. Mientras estemos en nuestro cuerpo terrenal, siempre habrá una batalla con el pecado y el yo. Pero, al permitir que la Palabra de Dios renueve nuestra mente, lo alabaremos tal como es su voluntad.
Romanos 11.33–12.2
En la epístola de Romanos, Pablo se ocupa de una serie de verdades, desde nuestra condición pecaminosa, que merece la ira de Dios, hasta la demostración de su misericordia en el evangelio de Jesucristo. El capítulo 11 termina con un crescendo de alabanza que debe impulsarnos a ofrecernos a Dios como sacrificios vivos.
Pero, ¿cómo podemos hacerlo? En Romanos 12.2, el apóstol explica una mentalidad a evitar y un objetivo a buscar.
No os conforméis a este siglo. Esta no es una orden para que nos retiremos a las montañas para vivir incomunicados.
En vez de eso, debemos dejar de lado nuestra pasada manera de vivir, porque está corrompida por nuestros deseos pecaminosos (Ef 4.22).
Pablo llama a esto “el viejo yo”, y es a lo que Juan se refirió como “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Jn 2.16). Hasta que nos ocupemos de estas cosas, nos encontraremos todo el tiempo lejos del altar y siguiendo nuestros propios deseos.
Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento. El cambio que permanece no se produce por la fuerza de voluntad, ni por las emociones sublimes. Para un cambio duradero, debemos renovar nuestra mente con las verdades de Dios reveladas en su Palabra. Pablo se refiere a esta renovación con las palabras “vestíos del nuevo hombre”, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Ef 4.23-24).
Ser un sacrificio vivo requiere el obediente sometimiento a la voluntad de Dios. Mientras estemos en nuestro cuerpo terrenal, siempre habrá una batalla con el pecado y el yo. Pero, al permitir que la Palabra de Dios renueve nuestra mente, lo alabaremos tal como es su voluntad.
lunes, 21 de octubre de 2024
Nuestro fiel y misericordioso Sumo Sacerdote
Nuestro fiel y misericordioso Sumo Sacerdote
Hebreos 2.14-18
En ocasiones cuando las personas están distanciadas, necesitan un mediador para lograr la reconciliación. Este era el rol de los sacerdotes del Antiguo Testamento.
Estaban entre Dios y el hombre pecador, ofreciendo sacrificios para reconciliar a ambos.
Estos sacerdotes terrenales no eran sino una sombra de Cristo, que vino como el Cordero del sacrificio y el último sumo sacerdote. El Hijo de Dios dejó el cielo para convertirse en carne y sangre, y poder así ofrecer su vida en la cruz (Fil 2.6-8). De esa manera, Cristo libertó del pecado y de la muerte a todos los que crean en Él.
Nuestro Salvador fue el mediador perfecto. Porque Jesucristo era Dios, era el Cordero sin defecto que exigía la ley (Dt 17.1). Y debido a que era totalmente hombre, fue posible que muriera. A diferencia de los sacerdotes terrenales que una y otra vez ofrecían sacrificios de animales por ellos y por el pueblo, Jesús se ofreció como pago por los pecados de la humanidad (He 7.27).
Por lo tanto, habiendo satisfecho la justicia de Dios con su sangre, fue resucitado a la vida.
La muerte no terminó con el papel del Salvador como nuestro Sumo Sacerdote. Después de la resurrección, Cristo ascendió al cielo, donde está sentado a la diestra del Padre, e intercede por nosotros. Habiendo vivido en la Tierra como hombre, Él entiende nuestras debilidades y nos da su misericordia y su gracia para ayudarnos en los momentos de necesidad (He 4.16).
Existe un gran consuelo al saber que tenemos un abogado misericordioso en el cielo. Sus oraciones están de acuerdo con la voluntad de Dios, por lo que también tenemos la seguridad de que el Padre responderá cada intercesión que Jesús haga a favor nuestro.
Hebreos 2.14-18
En ocasiones cuando las personas están distanciadas, necesitan un mediador para lograr la reconciliación. Este era el rol de los sacerdotes del Antiguo Testamento.
Estaban entre Dios y el hombre pecador, ofreciendo sacrificios para reconciliar a ambos.
Estos sacerdotes terrenales no eran sino una sombra de Cristo, que vino como el Cordero del sacrificio y el último sumo sacerdote. El Hijo de Dios dejó el cielo para convertirse en carne y sangre, y poder así ofrecer su vida en la cruz (Fil 2.6-8). De esa manera, Cristo libertó del pecado y de la muerte a todos los que crean en Él.
Nuestro Salvador fue el mediador perfecto. Porque Jesucristo era Dios, era el Cordero sin defecto que exigía la ley (Dt 17.1). Y debido a que era totalmente hombre, fue posible que muriera. A diferencia de los sacerdotes terrenales que una y otra vez ofrecían sacrificios de animales por ellos y por el pueblo, Jesús se ofreció como pago por los pecados de la humanidad (He 7.27).
Por lo tanto, habiendo satisfecho la justicia de Dios con su sangre, fue resucitado a la vida.
La muerte no terminó con el papel del Salvador como nuestro Sumo Sacerdote. Después de la resurrección, Cristo ascendió al cielo, donde está sentado a la diestra del Padre, e intercede por nosotros. Habiendo vivido en la Tierra como hombre, Él entiende nuestras debilidades y nos da su misericordia y su gracia para ayudarnos en los momentos de necesidad (He 4.16).
Existe un gran consuelo al saber que tenemos un abogado misericordioso en el cielo. Sus oraciones están de acuerdo con la voluntad de Dios, por lo que también tenemos la seguridad de que el Padre responderá cada intercesión que Jesús haga a favor nuestro.
viernes, 18 de octubre de 2024
Un camino nuevo y vivo
Un camino nuevo y vivo
Hebreos 10.19-23
¿Ha considerado alguna vez el privilegio tan grande que es vivir en la era posterior a la cruz? Hoy, todo creyente tiene acceso inmediato a Dios por medio de su Hijo Jesucristo. No necesitamos practicar ningún rito religioso antes de acercarnos a Él en oración. Siempre podemos pedirle que nos perdone y ayude.
En el Antiguo Testamento, la ley señalaba quién podía acercarse al Señor, y cómo debía hacerse. El área del templo estaba dividida en un patio, una cámara interior llamada Lugar Santo y la cámara más interna llamada Lugar Santísimo.
Cualquier israelita podía ir al templo a orar a Dios o traer una ofrenda, pero solo los sacerdotes podían sacrificar animales en el altar o quemar incienso en el Lugar Santo. Al Lugar Santísimo se entraba una vez al año, y solo podía hacerlo el sumo sacerdote para ofrecer sangre por sus propios pecados y por los de la nación.
Cuando Jesucristo murió en la cruz del Calvario, la cortina que estaba frente al Lugar Santísimo se rasgó de arriba abajo cuando Dios abrió un camino nuevo y vivo para acercarse a Él: por medio de la sangre de su Hijo.
Cuando ponemos la fe en Cristo y en su sacrificio por nosotros, el Señor nos limpia de todo pecado y nos invita a acercarnos a Él.
El camino al Padre celestial está abierto, pero ¿está usted acercándose a él? Incluso los que hemos puesto nuestra fe en el Señor para salvación, es posible que no estemos aprovechando esta invitación para acercarnos más. En Santiago 4.8, el autor hace una promesa que todo creyente debe recibir: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”.
Hebreos 10.19-23
¿Ha considerado alguna vez el privilegio tan grande que es vivir en la era posterior a la cruz? Hoy, todo creyente tiene acceso inmediato a Dios por medio de su Hijo Jesucristo. No necesitamos practicar ningún rito religioso antes de acercarnos a Él en oración. Siempre podemos pedirle que nos perdone y ayude.
En el Antiguo Testamento, la ley señalaba quién podía acercarse al Señor, y cómo debía hacerse. El área del templo estaba dividida en un patio, una cámara interior llamada Lugar Santo y la cámara más interna llamada Lugar Santísimo.
Cualquier israelita podía ir al templo a orar a Dios o traer una ofrenda, pero solo los sacerdotes podían sacrificar animales en el altar o quemar incienso en el Lugar Santo. Al Lugar Santísimo se entraba una vez al año, y solo podía hacerlo el sumo sacerdote para ofrecer sangre por sus propios pecados y por los de la nación.
Cuando Jesucristo murió en la cruz del Calvario, la cortina que estaba frente al Lugar Santísimo se rasgó de arriba abajo cuando Dios abrió un camino nuevo y vivo para acercarse a Él: por medio de la sangre de su Hijo.
Cuando ponemos la fe en Cristo y en su sacrificio por nosotros, el Señor nos limpia de todo pecado y nos invita a acercarnos a Él.
El camino al Padre celestial está abierto, pero ¿está usted acercándose a él? Incluso los que hemos puesto nuestra fe en el Señor para salvación, es posible que no estemos aprovechando esta invitación para acercarnos más. En Santiago 4.8, el autor hace una promesa que todo creyente debe recibir: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”.
jueves, 17 de octubre de 2024
Mi seguridad: Dios tiene el control
Mi seguridad: Dios tiene el control
Jeremías 32.17
Durante uno de los momentos más difíciles de mi vida, me senté con un amigo, y me desahogué con él. Gracias a que ese hombre era un buen oyente, pudo darse cuenta de lo desanimado que me sentía, y me recordó que el Señor tenía el control de mi situación.
Esta verdad se convirtió en un ancla en mi vida; por mucho que la adversidad aumentara, encontraba consuelo al saber que mi Padre celestial es soberano.
El Señor tiene el poder supremo y absoluto, el control y la autoridad sobre el universo y todo lo que hay en él. La Biblia afirma que hay “un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos” (Ef 4.6).
Pensemos en las garantías que nos da esta verdad.
Primero, si Dios lo creó todo y tiene poder absoluto sobre todo, entonces nada puede suceder sin su dirección y su permiso.
Segundo, sabemos por medio de la Biblia que Él está involucrado en nuestra vida, y que se preocupa por los detalles de cada día.
Tercero, Romanos 8.28 garantiza que Él hace algo hermoso en pro de sus hijos en cualquier circunstancia, incluso en situaciones que parecen dolorosas y negativas. Si nuestro Padre amoroso nos protege de esa manera, podemos experimentar paz en el presente y confianza en cuanto al futuro.
En los momentos de dolor, ¿cómo ve usted al Señor? En especial durante las adversidades y la aflicción, es importante recordar que Él tiene el control. Enfocarse en su soberanía le dará la confianza para seguir adelante. Lea otra vez el pasaje de hoy y dedique tiempo para meditar en el poder, el amor y la suficiencia del Padre celestial.
Jeremías 32.17
Durante uno de los momentos más difíciles de mi vida, me senté con un amigo, y me desahogué con él. Gracias a que ese hombre era un buen oyente, pudo darse cuenta de lo desanimado que me sentía, y me recordó que el Señor tenía el control de mi situación.
Esta verdad se convirtió en un ancla en mi vida; por mucho que la adversidad aumentara, encontraba consuelo al saber que mi Padre celestial es soberano.
El Señor tiene el poder supremo y absoluto, el control y la autoridad sobre el universo y todo lo que hay en él. La Biblia afirma que hay “un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos” (Ef 4.6).
Pensemos en las garantías que nos da esta verdad.
Primero, si Dios lo creó todo y tiene poder absoluto sobre todo, entonces nada puede suceder sin su dirección y su permiso.
Segundo, sabemos por medio de la Biblia que Él está involucrado en nuestra vida, y que se preocupa por los detalles de cada día.
Tercero, Romanos 8.28 garantiza que Él hace algo hermoso en pro de sus hijos en cualquier circunstancia, incluso en situaciones que parecen dolorosas y negativas. Si nuestro Padre amoroso nos protege de esa manera, podemos experimentar paz en el presente y confianza en cuanto al futuro.
En los momentos de dolor, ¿cómo ve usted al Señor? En especial durante las adversidades y la aflicción, es importante recordar que Él tiene el control. Enfocarse en su soberanía le dará la confianza para seguir adelante. Lea otra vez el pasaje de hoy y dedique tiempo para meditar en el poder, el amor y la suficiencia del Padre celestial.
miércoles, 16 de octubre de 2024
La soberanía de Dios
Efesios 1.11
Algunas personas dudan que el Señor esté, de verdad, en control de todo lo que sucede. Se enteran de las tragedias en el mundo, y se preguntan si quizás Dios tenga suficiente poder para vencer lo malo. O se enfrentan con lo que parece ser un obstáculo insuperable, y llegan a la conclusión de que tal vez el poder de Dios sea limitado.
Hermano, no entendemos todo lo que sucede en esta vida, pero sabemos por medio de la Biblia que Dios tiene la última palabra: “El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos” (Sal 103.19 NVI).
Piense en las implicaciones de estas palabras. El Señor tiene control absoluto de todo el universo; reina sobre todo y sobre todos; y su poder es mayor a todos los demás. Los términos omnipotente, omnipresente y omnisciente se usan con frecuencia para describirlo. En otras palabras, nuestro Dios lo puede todo, está en todas partes y lo sabe todo, lo que significa que no hay nada más allá de su conocimiento o de su capacidad para dirigir y controlar.
Y este Dios, sin límites e insondable, para quien no hay impedimentos y quien tiene el control absoluto de todo, nos adopta como sus hijos. ¡Qué maravilla! Cuando empecemos a comprender esta verdad, la paz y el descanso inundarán nuestra alma.
Si usted cree que el Señor es todopoderoso, ¿se trata solo de un conocimiento intelectual, o eso afecta su manera de pensar y sentir? Cuando entendemos que nada sucede sin el conocimiento, la dirección y el propósito misericordioso de Dios, podemos dejar a un lado el temor, y experimentar en verdad la paz de Dios.
Algunas personas dudan que el Señor esté, de verdad, en control de todo lo que sucede. Se enteran de las tragedias en el mundo, y se preguntan si quizás Dios tenga suficiente poder para vencer lo malo. O se enfrentan con lo que parece ser un obstáculo insuperable, y llegan a la conclusión de que tal vez el poder de Dios sea limitado.
Hermano, no entendemos todo lo que sucede en esta vida, pero sabemos por medio de la Biblia que Dios tiene la última palabra: “El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos” (Sal 103.19 NVI).
Piense en las implicaciones de estas palabras. El Señor tiene control absoluto de todo el universo; reina sobre todo y sobre todos; y su poder es mayor a todos los demás. Los términos omnipotente, omnipresente y omnisciente se usan con frecuencia para describirlo. En otras palabras, nuestro Dios lo puede todo, está en todas partes y lo sabe todo, lo que significa que no hay nada más allá de su conocimiento o de su capacidad para dirigir y controlar.
Y este Dios, sin límites e insondable, para quien no hay impedimentos y quien tiene el control absoluto de todo, nos adopta como sus hijos. ¡Qué maravilla! Cuando empecemos a comprender esta verdad, la paz y el descanso inundarán nuestra alma.
Si usted cree que el Señor es todopoderoso, ¿se trata solo de un conocimiento intelectual, o eso afecta su manera de pensar y sentir? Cuando entendemos que nada sucede sin el conocimiento, la dirección y el propósito misericordioso de Dios, podemos dejar a un lado el temor, y experimentar en verdad la paz de Dios.
lunes, 14 de octubre de 2024
La plenitud de Dios en usted
La plenitud de Dios en usted
Efesios 3.14-21
¿Se ha preguntado alguna vez si está “completo”? Todos tenemos dificultades en la vida que podrían hacernos sentir vacíos, pero el apóstol Pablo dice que podemos estar “llenos de la plenitud de Dios” (Ef 3.19). ¿Cómo es esa plenitud?
Una persona llena, por lo general, está satisfecha con la vida. Se siente amada por los demás, y puede dar amor. Los problemas y las dificultades no la derriban, porque puede soportarlos con confianza en Dios. No es quejosa ni se apresura a culpar a los demás.
Tiene una mente protegida por una actitud positiva, ya que sabe que el Señor hará que todo nos ayude a bien (Ro 8.28).
Ser cristiano no nos hace sentir completos de manera automática. La llenura viene solo cuando experimentamos el amor de Dios. Por muchos años, había estado seguro teológicamente de que el Señor me amaba. Incluso, lo predicaba, pero en realidad no lo sentía. Solo después de analizar mi vida, y de comenzar a hacer frente a los hechos que habían fracturado mi alma en la niñez, comencé a experimentar el amor de Dios de una manera personal. Tan pronto como sentí la seguridad de su amor por mí, descubrí el gozo inmenso de andar en obediencia a su voluntad. La razón fue que sabía que podía confiar en que Él cubriría todas mis necesidades en su tiempo y a su manera.
¿Siente el amor del Señor, o piensa que eso solo es algo bíblico? Si anhela sentirse lleno en la vida, la clave es experimentar de verdad una relación estrecha con Jesucristo.
Esto será posible solo cuando esté dispuesto a dejar que el Señor escudriñe su corazón. Él le revelará lo que está impidiéndole aceptar su amor.
Efesios 3.14-21
¿Se ha preguntado alguna vez si está “completo”? Todos tenemos dificultades en la vida que podrían hacernos sentir vacíos, pero el apóstol Pablo dice que podemos estar “llenos de la plenitud de Dios” (Ef 3.19). ¿Cómo es esa plenitud?
Una persona llena, por lo general, está satisfecha con la vida. Se siente amada por los demás, y puede dar amor. Los problemas y las dificultades no la derriban, porque puede soportarlos con confianza en Dios. No es quejosa ni se apresura a culpar a los demás.
Tiene una mente protegida por una actitud positiva, ya que sabe que el Señor hará que todo nos ayude a bien (Ro 8.28).
Ser cristiano no nos hace sentir completos de manera automática. La llenura viene solo cuando experimentamos el amor de Dios. Por muchos años, había estado seguro teológicamente de que el Señor me amaba. Incluso, lo predicaba, pero en realidad no lo sentía. Solo después de analizar mi vida, y de comenzar a hacer frente a los hechos que habían fracturado mi alma en la niñez, comencé a experimentar el amor de Dios de una manera personal. Tan pronto como sentí la seguridad de su amor por mí, descubrí el gozo inmenso de andar en obediencia a su voluntad. La razón fue que sabía que podía confiar en que Él cubriría todas mis necesidades en su tiempo y a su manera.
¿Siente el amor del Señor, o piensa que eso solo es algo bíblico? Si anhela sentirse lleno en la vida, la clave es experimentar de verdad una relación estrecha con Jesucristo.
Esto será posible solo cuando esté dispuesto a dejar que el Señor escudriñe su corazón. Él le revelará lo que está impidiéndole aceptar su amor.
viernes, 11 de octubre de 2024
En busca de llenura
En busca de llenura
Juan 4.7-30
Eche una mirada sincera a su vida. ¿Se siente lleno y completo, o siente que le falta algo? Si está consciente de un vacío, ¿qué está utilizando para tratar de llenarlo? ¿Las relaciones con familiares y amigos? ¿O ha optado por alcanzar logros, con la esperanza de que estos le hagan sentir importante?
Quizás esté usando una sustancia o una actividad de algún tipo para calmar su dolor.
Jesús conoció a una mujer que tenía un gran vacío en su alma. Anhelaba una relación sana, pero había sido rechazada una y otra vez.
En aquellos días, un hombre podía divorciarse de su esposa por el mero hecho de que ella lo disgustara de alguna manera. La mujer samaritana había sufrido este rechazo cinco veces, y ahora estaba buscando llenar su alma con un hombre que no era su esposo.
Es probable que ella solo tratara de ocultar su dolor para que la gente no se diera cuenta, pero cuando el Señor se encontró con esta mujer en el pozo y le dijo todo lo que ella había hecho, sus días de secretos habían terminado. Por fin había encontrado a quien podría traer llenura a su vida.
Antes de que usted pueda llenar el vacío que hay en su alma, debe permitir que la mirada aguda de Cristo penetre en las profundidades de su corazón, y le revele la causa fundamental de su vacío.
Fuimos creados para Dios. Todas las otras búsquedas son sustitutos inadecuados, y nunca nos darán la satisfacción permanente que estamos buscando. La vida es capaz de derrotarnos, dejándonos agotados y desilusionados. Pero cuando damos a Jesucristo acceso pleno a nuestros corazones, nos llena de su amor incondicional.
Juan 4.7-30
Eche una mirada sincera a su vida. ¿Se siente lleno y completo, o siente que le falta algo? Si está consciente de un vacío, ¿qué está utilizando para tratar de llenarlo? ¿Las relaciones con familiares y amigos? ¿O ha optado por alcanzar logros, con la esperanza de que estos le hagan sentir importante?
Quizás esté usando una sustancia o una actividad de algún tipo para calmar su dolor.
Jesús conoció a una mujer que tenía un gran vacío en su alma. Anhelaba una relación sana, pero había sido rechazada una y otra vez.
En aquellos días, un hombre podía divorciarse de su esposa por el mero hecho de que ella lo disgustara de alguna manera. La mujer samaritana había sufrido este rechazo cinco veces, y ahora estaba buscando llenar su alma con un hombre que no era su esposo.
Es probable que ella solo tratara de ocultar su dolor para que la gente no se diera cuenta, pero cuando el Señor se encontró con esta mujer en el pozo y le dijo todo lo que ella había hecho, sus días de secretos habían terminado. Por fin había encontrado a quien podría traer llenura a su vida.
Antes de que usted pueda llenar el vacío que hay en su alma, debe permitir que la mirada aguda de Cristo penetre en las profundidades de su corazón, y le revele la causa fundamental de su vacío.
Fuimos creados para Dios. Todas las otras búsquedas son sustitutos inadecuados, y nunca nos darán la satisfacción permanente que estamos buscando. La vida es capaz de derrotarnos, dejándonos agotados y desilusionados. Pero cuando damos a Jesucristo acceso pleno a nuestros corazones, nos llena de su amor incondicional.
jueves, 10 de octubre de 2024
Protección mediante el fortalecimiento
Protección mediante el fortalecimiento
2 Timoteo 4.16-18
Mientras escribía a Timoteo, Pablo estaba en prisión experimentando incomodidades físicas, ataques personales y deserciones. ¿Por qué permitía Dios que su fiel siervo soportara ese sufrimiento? ¿Por qué no intervenía el Señor para protegerlo?
A veces, Dios no nos evita el sufrimiento porque nos está dando algo mejor. Podemos sentir que nos ha abandonado, pero, en realidad, está protegiéndonos, no mediante la liberación, sino por medio del fortalecimiento.
Cuando las dificultades lleguen a su vida, véalas desde la perspectiva del Señor, y hágase estas preguntas:
• ¿Cuál es una mayor demostración del poder de Dios: cambiar algo que está a mi alrededor o cambiar algo dentro de mi corazón?
• ¿Cuál es el mayor creador de fe: ver la liberación del Señor en cada dificultad, o experimentar su presencia y su fortalecimiento en medio de las pruebas?
• ¿Cuál recompensa es mayor: el rápido alivio del dolor, o una fe probada y purificada que resultará en alabanza y gloria cuando Cristo regrese (1 P 1.7)?
• ¿Cuál respuesta a la oración es más grande: que el Señor haya eliminado algo y me haya dado paz externa, o que me haya dejado en una prueba y me haya dado una paz interna, que no puede ser robada ni siquiera por las circunstancias dolorosas?
¿Tiene el Señor que arreglar algo para que usted sea feliz? Si elimina una situación difícil, usted nunca aprenderá que Él es lo único que necesita. En vez de eso, permítale que le cambie, y descubrirá un gozo genuino en cualquier circunstancia que pueda aparecer en su camino.
2 Timoteo 4.16-18
Mientras escribía a Timoteo, Pablo estaba en prisión experimentando incomodidades físicas, ataques personales y deserciones. ¿Por qué permitía Dios que su fiel siervo soportara ese sufrimiento? ¿Por qué no intervenía el Señor para protegerlo?
A veces, Dios no nos evita el sufrimiento porque nos está dando algo mejor. Podemos sentir que nos ha abandonado, pero, en realidad, está protegiéndonos, no mediante la liberación, sino por medio del fortalecimiento.
Cuando las dificultades lleguen a su vida, véalas desde la perspectiva del Señor, y hágase estas preguntas:
• ¿Cuál es una mayor demostración del poder de Dios: cambiar algo que está a mi alrededor o cambiar algo dentro de mi corazón?
• ¿Cuál es el mayor creador de fe: ver la liberación del Señor en cada dificultad, o experimentar su presencia y su fortalecimiento en medio de las pruebas?
• ¿Cuál recompensa es mayor: el rápido alivio del dolor, o una fe probada y purificada que resultará en alabanza y gloria cuando Cristo regrese (1 P 1.7)?
• ¿Cuál respuesta a la oración es más grande: que el Señor haya eliminado algo y me haya dado paz externa, o que me haya dejado en una prueba y me haya dado una paz interna, que no puede ser robada ni siquiera por las circunstancias dolorosas?
¿Tiene el Señor que arreglar algo para que usted sea feliz? Si elimina una situación difícil, usted nunca aprenderá que Él es lo único que necesita. En vez de eso, permítale que le cambie, y descubrirá un gozo genuino en cualquier circunstancia que pueda aparecer en su camino.
miércoles, 9 de octubre de 2024
El proceso de la tentación
El proceso de la tentación
1 Corintios 10.12-13
Muchas personas actúan como si no hubiera ninguna defensa contra la tentación. Con el primer indicio de deseo, tiran la toalla y ceden a cada pequeña provocación. ¿Se aplica esto a usted? Lo que debemos entender es que la tentación es un proceso gradual, y puede ser desechada en cualquier etapa.
La tentación, por lo general, comienza en la mente, donde experimentamos escenarios imaginarios.
La mente humana tiene una sorprendente capacidad para crear conversaciones y experiencias de la nada.
Mediante la fantasía, podemos disfrutar de algo sin siquiera traerlo al mundo real. Por consiguiente, dado que no es real, pensamos que es inofensivo.
Pero un mundo de fantasía conduce a una espiral descendente de esclavitud. Al final, nuestros pensamientos se concentran tanto en la tentación, que parece imposible pensar en otra cosa. En este punto, nuestras mentes permanecen cautivas del deseo. No importa a dónde vayamos o qué hagamos, ¡no podemos dejar atrás nuestros pensamientos! Y cuando nuestra vida se enfoca en algo que no sea Dios, quedamos atrapados.
Pero el Señor es fiel y dará la vía de escape. Puesto que la tentación comienza con los pensamientos, la única manera de interrumpir el proceso, es llenar nuestras mentes con la Palabra de Dios.
Cuando nos alimentamos de la Biblia, la Palabra obra en nosotros desarraigando el pecado, transformando nuestros pensamientos y derrotando la tentadora fantasía. ¡La Biblia es poderosa! Podemos confiar en que nos liberará de la carga de la tentación.
1 Corintios 10.12-13
Muchas personas actúan como si no hubiera ninguna defensa contra la tentación. Con el primer indicio de deseo, tiran la toalla y ceden a cada pequeña provocación. ¿Se aplica esto a usted? Lo que debemos entender es que la tentación es un proceso gradual, y puede ser desechada en cualquier etapa.
La tentación, por lo general, comienza en la mente, donde experimentamos escenarios imaginarios.
La mente humana tiene una sorprendente capacidad para crear conversaciones y experiencias de la nada.
Mediante la fantasía, podemos disfrutar de algo sin siquiera traerlo al mundo real. Por consiguiente, dado que no es real, pensamos que es inofensivo.
Pero un mundo de fantasía conduce a una espiral descendente de esclavitud. Al final, nuestros pensamientos se concentran tanto en la tentación, que parece imposible pensar en otra cosa. En este punto, nuestras mentes permanecen cautivas del deseo. No importa a dónde vayamos o qué hagamos, ¡no podemos dejar atrás nuestros pensamientos! Y cuando nuestra vida se enfoca en algo que no sea Dios, quedamos atrapados.
Pero el Señor es fiel y dará la vía de escape. Puesto que la tentación comienza con los pensamientos, la única manera de interrumpir el proceso, es llenar nuestras mentes con la Palabra de Dios.
Cuando nos alimentamos de la Biblia, la Palabra obra en nosotros desarraigando el pecado, transformando nuestros pensamientos y derrotando la tentadora fantasía. ¡La Biblia es poderosa! Podemos confiar en que nos liberará de la carga de la tentación.
martes, 8 de octubre de 2024
La lucha con la tentación
La lucha con la tentación
Santiago 1.12-15
Si hay algo que todo hombre, mujer y niño han experimentado, eso es la tentación. Todos hemos visto algo nuevo, atractivo o inusual, y pensamos: tiene que ser mío.
¿Qué es “eso” para usted? El objeto de la tentación puede ser casi cualquier cosa, tal vez algo material como una casa bonita, o un auto nuevo, o tal vez el placer de una comida, del alcohol o de las drogas.
Otra posibilidad es una tentación emocional que acompaña a una nueva relación, o al reconocimiento por un trabajo bien hecho.
Cualquiera que sea el objeto, la tentación exige que debemos tenerlo, ¡ahora mismo! No nos detenemos a considerar si es bueno para nosotros, beneficioso para nuestra familia, o perjudicial para alguien que amamos. La cautela y la fidelidad son echadas por la borda cuando la tentación nos domina, y puede traer destrucción absoluta a nuestra vida si se deja sin control.
En términos sencillos, la tentación es la incitación a seguir nuestros deseos más allá de los límites que Dios ha dispuesto. Por ejemplo, el Señor le ha dado a la humanidad un regalo precioso en la sexualidad, y este deseo dado por Dios a menudo se saca fuera del contexto para el cual el Creador lo concibió. El deseo sexual es bueno, pero cuando no es controlado, daña nuestro juicio y nos conduce a problemas y sufrimientos.
¿Está usted permitiendo que un deseo particular controle su vida? ¿Está yendo una y otra vez más allá de los límites de lo que sabe que Dios aprueba? Entonces, es hora de que rompa con la tentación volviéndose a Dios en arrepentimiento, sometiéndose a su autoridad sobre sus deseos, y confiando en su poder para obtener la victoria.
Santiago 1.12-15
Si hay algo que todo hombre, mujer y niño han experimentado, eso es la tentación. Todos hemos visto algo nuevo, atractivo o inusual, y pensamos: tiene que ser mío.
¿Qué es “eso” para usted? El objeto de la tentación puede ser casi cualquier cosa, tal vez algo material como una casa bonita, o un auto nuevo, o tal vez el placer de una comida, del alcohol o de las drogas.
Otra posibilidad es una tentación emocional que acompaña a una nueva relación, o al reconocimiento por un trabajo bien hecho.
Cualquiera que sea el objeto, la tentación exige que debemos tenerlo, ¡ahora mismo! No nos detenemos a considerar si es bueno para nosotros, beneficioso para nuestra familia, o perjudicial para alguien que amamos. La cautela y la fidelidad son echadas por la borda cuando la tentación nos domina, y puede traer destrucción absoluta a nuestra vida si se deja sin control.
En términos sencillos, la tentación es la incitación a seguir nuestros deseos más allá de los límites que Dios ha dispuesto. Por ejemplo, el Señor le ha dado a la humanidad un regalo precioso en la sexualidad, y este deseo dado por Dios a menudo se saca fuera del contexto para el cual el Creador lo concibió. El deseo sexual es bueno, pero cuando no es controlado, daña nuestro juicio y nos conduce a problemas y sufrimientos.
¿Está usted permitiendo que un deseo particular controle su vida? ¿Está yendo una y otra vez más allá de los límites de lo que sabe que Dios aprueba? Entonces, es hora de que rompa con la tentación volviéndose a Dios en arrepentimiento, sometiéndose a su autoridad sobre sus deseos, y confiando en su poder para obtener la victoria.
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lunes, 7 de octubre de 2024
La recompensa de la humildad
La recompensa de la humildad
Lucas 14.7-11
¿Alguna vez se ha exaltado a sí mismo? Puede que no haya sido al escoger el mejor asiento en un evento social, pero quizás ha permitido que la sociedad moldee lo que hace. Por ejemplo, se nos anima a exigir nuestros derechos y a buscar reconocimiento. Pero Cristo enseñó que debemos ser humildes y dejar que Dios sea quien nos exalte.
Ciertas actitudes nos impiden humillarnos, y pueden obstaculizar las recompensas divinas. Estas son:
La impaciencia. Nos resulta difícil confiar en que Dios tiene el control.
La inseguridad. Sentimos que no podemos seguir adelante cuando algo no sale como esperamos.
La búsqueda de identidad en las cosas incorrectas. Nuestra autoestima se concentra en lograr los estándares de éxito de la sociedad.
La ignorancia de los caminos de Dios. No hacemos caso a su Palabra, y decidimos según lo que nos parece correcto.
Los motivos impuros. La inconformidad o la envidia nos llevan a adelantarnos a Dios y a utilizar la manipulación para conseguir lo que queremos.
La impulsividad. Sin pedir dirección a Dios, asumimos que toda oportunidad en la vida es una puerta abierta por la que debemos entrar.
La ingratitud. Si somos poco agradecidos, nuestra perspectiva puede distorsionarse.
La naturaleza humilde no es algo natural. Conseguimos la humildad, no buscándola, sino buscando al Señor. Si nos enfocamos en Él y en toda su grandeza, llegaremos a entender cuán digno es de nuestra total obediencia, adoración y reverencia.
Lucas 14.7-11
¿Alguna vez se ha exaltado a sí mismo? Puede que no haya sido al escoger el mejor asiento en un evento social, pero quizás ha permitido que la sociedad moldee lo que hace. Por ejemplo, se nos anima a exigir nuestros derechos y a buscar reconocimiento. Pero Cristo enseñó que debemos ser humildes y dejar que Dios sea quien nos exalte.
Ciertas actitudes nos impiden humillarnos, y pueden obstaculizar las recompensas divinas. Estas son:
La impaciencia. Nos resulta difícil confiar en que Dios tiene el control.
La inseguridad. Sentimos que no podemos seguir adelante cuando algo no sale como esperamos.
La búsqueda de identidad en las cosas incorrectas. Nuestra autoestima se concentra en lograr los estándares de éxito de la sociedad.
La ignorancia de los caminos de Dios. No hacemos caso a su Palabra, y decidimos según lo que nos parece correcto.
Los motivos impuros. La inconformidad o la envidia nos llevan a adelantarnos a Dios y a utilizar la manipulación para conseguir lo que queremos.
La impulsividad. Sin pedir dirección a Dios, asumimos que toda oportunidad en la vida es una puerta abierta por la que debemos entrar.
La ingratitud. Si somos poco agradecidos, nuestra perspectiva puede distorsionarse.
La naturaleza humilde no es algo natural. Conseguimos la humildad, no buscándola, sino buscando al Señor. Si nos enfocamos en Él y en toda su grandeza, llegaremos a entender cuán digno es de nuestra total obediencia, adoración y reverencia.
viernes, 4 de octubre de 2024
La victoria sobre la falta de perdón
La victoria sobre la falta de perdón
Mateo 18.21-35
Inmediatamente después de enseñar a sus discípulos cómo orar, el Señor Jesús hizo una advertencia en cuanto a no dejar que la falta de perdón se anide en el corazón. Dijo que quienes se niegan a perdonar a otros no serán perdonados por el Padre.
Los creyentes no pierden su salvación cuando rehúsan perdonar pero interrumpen su relación con Dios. La actitud rencorosa estorba la confesión y el arrepentimiento. El Señor no puede pasar por alto el pecado, y su Espíritu le hará saber al creyente cuando exhibe una conducta pecaminosa, hasta que se ocupe de ella.
El perdón es un acto de la voluntad más que del corazón.
Muchas veces, las personas no sienten que deben tener misericordia con quienes las han agraviado. Pero un espíritu rencoroso se convierte en una carga terrible. El Señor sabe que el perdón es lo mejor, aun cuando sea difícil.
Usted no se encargará de un pecado hasta que lo vea como Dios lo ve. Por tanto, acepte toda la responsabilidad por su actitud, y reconozca que eso es una violación de su Palabra. Acuda a la misericordia divina, y pídale a Dios que le dé fuerzas para despojarse de la ira y el resentimiento.
Como parte de su decisión de avanzar en la gracia, cultive el hábito de orar por quienes le hirieron. Y si el Señor lo impulsa a hacerlo, busque el perdón de esas personas por su actitud pecaminosa.
Un espíritu de amargura y resentimiento no corresponde con lo que somos en Cristo.
Ni tampoco es saludable andar con una actitud de enfado.
Por eso es tan importante perdonar.
Decida verse libre de su carga; el Señor prometió hacernos libres si le entregamos nuestros pecados (Jn 8.36).
Mateo 18.21-35
Inmediatamente después de enseñar a sus discípulos cómo orar, el Señor Jesús hizo una advertencia en cuanto a no dejar que la falta de perdón se anide en el corazón. Dijo que quienes se niegan a perdonar a otros no serán perdonados por el Padre.
Los creyentes no pierden su salvación cuando rehúsan perdonar pero interrumpen su relación con Dios. La actitud rencorosa estorba la confesión y el arrepentimiento. El Señor no puede pasar por alto el pecado, y su Espíritu le hará saber al creyente cuando exhibe una conducta pecaminosa, hasta que se ocupe de ella.
El perdón es un acto de la voluntad más que del corazón.
Muchas veces, las personas no sienten que deben tener misericordia con quienes las han agraviado. Pero un espíritu rencoroso se convierte en una carga terrible. El Señor sabe que el perdón es lo mejor, aun cuando sea difícil.
Usted no se encargará de un pecado hasta que lo vea como Dios lo ve. Por tanto, acepte toda la responsabilidad por su actitud, y reconozca que eso es una violación de su Palabra. Acuda a la misericordia divina, y pídale a Dios que le dé fuerzas para despojarse de la ira y el resentimiento.
Como parte de su decisión de avanzar en la gracia, cultive el hábito de orar por quienes le hirieron. Y si el Señor lo impulsa a hacerlo, busque el perdón de esas personas por su actitud pecaminosa.
Un espíritu de amargura y resentimiento no corresponde con lo que somos en Cristo.
Ni tampoco es saludable andar con una actitud de enfado.
Por eso es tan importante perdonar.
Decida verse libre de su carga; el Señor prometió hacernos libres si le entregamos nuestros pecados (Jn 8.36).
jueves, 3 de octubre de 2024
Para superar el fracaso
Para superar el fracaso
Romanos 7.15-20
La voluntad de Dios para la vida del creyente es que obtenga la victoria.
Pero, a veces, podemos encontrarnos cayendo una y otra vez en un mismo pecado. Como resultado, nuestra vida de oración se caracteriza por promesas incumplidas de no reincidir en las faltas.
Le decimos al Señor que anhelamos hacer lo correcto, pero a menudo nuestro deseo se desvanece cuando la integridad ya no es conveniente, placentera o rentable.
Muchos creyentes se enojan con Dios porque no les da la victoria, pero el pecado es siempre elección nuestra, no del Señor.
Si una conciencia atormentada y sufrimientos son el resultado de nuestra decisión de pecar, ¿por qué seguimos pecando? Una de las razones es la falta de arrepentimiento total.
Es posible que experimentemos dolor, humillación y vergüenza por el pecado, y no estar verdaderamente arrepentidos. La razón es que la mortificación no es cuestión de llorar o sentirse culpable; en vez de eso, el arrepentimiento verdadero es aceptar lo que Dios dice.
Cuando lo hacemos, el corazón da un giro en dirección contraria a la transgresión persistente.
La segunda razón del fracaso es una visión inadecuada de nuestra verdadera identidad en el Señor.
Nosotros, como hijos de Dios, tenemos al Espíritu Santo viviendo en nosotros para darnos poder. Si entendemos esta verdad, reconoceremos que el pecado no corresponde con quienes somos, y dejaremos de justificar nuestras faltas. Nuestro arrepentimiento genuino se basa en una comprensión plena y sincera de nuestra identidad.
Cuando juntamos estas dos verdades, creamos una herramienta poderosa contra Satanás. Nuestro Padre celestial quiere que seamos victoriosos, y que superemos nuestros fracasos al recordar que Cristo es la fuente de vida.
Romanos 7.15-20
La voluntad de Dios para la vida del creyente es que obtenga la victoria.
Pero, a veces, podemos encontrarnos cayendo una y otra vez en un mismo pecado. Como resultado, nuestra vida de oración se caracteriza por promesas incumplidas de no reincidir en las faltas.
Le decimos al Señor que anhelamos hacer lo correcto, pero a menudo nuestro deseo se desvanece cuando la integridad ya no es conveniente, placentera o rentable.
Muchos creyentes se enojan con Dios porque no les da la victoria, pero el pecado es siempre elección nuestra, no del Señor.
Si una conciencia atormentada y sufrimientos son el resultado de nuestra decisión de pecar, ¿por qué seguimos pecando? Una de las razones es la falta de arrepentimiento total.
Es posible que experimentemos dolor, humillación y vergüenza por el pecado, y no estar verdaderamente arrepentidos. La razón es que la mortificación no es cuestión de llorar o sentirse culpable; en vez de eso, el arrepentimiento verdadero es aceptar lo que Dios dice.
Cuando lo hacemos, el corazón da un giro en dirección contraria a la transgresión persistente.
La segunda razón del fracaso es una visión inadecuada de nuestra verdadera identidad en el Señor.
Nosotros, como hijos de Dios, tenemos al Espíritu Santo viviendo en nosotros para darnos poder. Si entendemos esta verdad, reconoceremos que el pecado no corresponde con quienes somos, y dejaremos de justificar nuestras faltas. Nuestro arrepentimiento genuino se basa en una comprensión plena y sincera de nuestra identidad.
Cuando juntamos estas dos verdades, creamos una herramienta poderosa contra Satanás. Nuestro Padre celestial quiere que seamos victoriosos, y que superemos nuestros fracasos al recordar que Cristo es la fuente de vida.
miércoles, 2 de octubre de 2024
Nuestro acompañante incomparable
Nuestro acompañante incomparable
Juan 14.16-18
La soledad se hará presente en la vida de toda persona en algún momento. Sin embargo, los creyentes nunca estamos solos, porque Dios nos ha dado un acompañante permanente —el Espíritu Santo. Él es el Consolador o Ayudador que está con nosotros para siempre.
Nadie puede prometer estar siempre disponible para otra persona; el tiempo, la distancia, e incluso la muerte, pueden separar a dos personas que habrían preferido enfrentar las dificultades juntas.
Afortunadamente, por haber enviado al Espíritu Santo a habitar dentro de nosotros, Jesucristo mantiene su promesa de nunca dejarnos ni desampararnos (He 13.5). Esto significa que la relación con nuestro Acompañante es más grande que cualquier relación humana que tengamos. Puesto que el Espíritu de Dios es una persona de la Trinidad, Él es capaz de dar respuesta a todas nuestras necesidades.
Dios nos diseñó para estar completos solamente cuando habita en nosotros su Espíritu, lo cual se produce en el momento de la salvación. Sin embargo, tenemos la opción de ignorar al Espíritu Santo. Por ejemplo, algunas personas intentan tercamente saltarse lecturas de la Biblia cuando encuentran inconveniente la Palabra de Dios. Esta clase de vida se caracteriza por descontento, paz fugaz y soledad permanente en el corazón.
El Espíritu Santo es nuestro parakletos, o acompañante que “camina a nuestro lado”. Si nos mantenemos alejados de Él, nos distanciamos del Padre, también. Pero si le pedimos al Espíritu que guíe nuestros pasos y abra nuestra mente a los caminos de Dios, Él estará disponible para hacerlo.
Juan 14.16-18
La soledad se hará presente en la vida de toda persona en algún momento. Sin embargo, los creyentes nunca estamos solos, porque Dios nos ha dado un acompañante permanente —el Espíritu Santo. Él es el Consolador o Ayudador que está con nosotros para siempre.
Nadie puede prometer estar siempre disponible para otra persona; el tiempo, la distancia, e incluso la muerte, pueden separar a dos personas que habrían preferido enfrentar las dificultades juntas.
Afortunadamente, por haber enviado al Espíritu Santo a habitar dentro de nosotros, Jesucristo mantiene su promesa de nunca dejarnos ni desampararnos (He 13.5). Esto significa que la relación con nuestro Acompañante es más grande que cualquier relación humana que tengamos. Puesto que el Espíritu de Dios es una persona de la Trinidad, Él es capaz de dar respuesta a todas nuestras necesidades.
Dios nos diseñó para estar completos solamente cuando habita en nosotros su Espíritu, lo cual se produce en el momento de la salvación. Sin embargo, tenemos la opción de ignorar al Espíritu Santo. Por ejemplo, algunas personas intentan tercamente saltarse lecturas de la Biblia cuando encuentran inconveniente la Palabra de Dios. Esta clase de vida se caracteriza por descontento, paz fugaz y soledad permanente en el corazón.
El Espíritu Santo es nuestro parakletos, o acompañante que “camina a nuestro lado”. Si nos mantenemos alejados de Él, nos distanciamos del Padre, también. Pero si le pedimos al Espíritu que guíe nuestros pasos y abra nuestra mente a los caminos de Dios, Él estará disponible para hacerlo.
martes, 1 de octubre de 2024
Cómo aplicar los principios bíblicos
Cómo aplicar los principios bíblicos
Salmo 119.17-24
La idea de aplicar los principios bíblicos es malentendida con frecuencia. No es simplemente un proceso de tres pasos: escuchar, creer y aplicar. Pues entre creer y aplicar hay otros dos pasos: explorar y descubrir .
Explorar un principio bíblico significa estudiar la Biblia para entender
1) cuál es el contexto que lo rodea,
2) lo que significa el principio, y
3) lo que revela acerca de Dios.
Además, debemos tener en cuenta cómo se relaciona este principio con el resto de la Biblia.
Escudriñar la Palabra de Dios ablanda la mente y el corazón para que la verdad bíblica se plante con profundidad.
Al arar más profundamente en la Palabra, el nuevo concepto se vuelve real para nosotros.
Descubrimos cómo funciona el principio, y la forma correcta de aplicarlo a nuestra vida. Al hacerlo, la rica verdad llega a ser nuestra. No es simplemente pegada a nuestras acciones como una influencia externa; en vez de eso, ponemos la verdad en nuestro corazón y nuestra mente, lo que le permite transformarnos desde el interior.
Hacer de los principios de Dios una parte integral de nuestra vida es una gozosa experiencia.
En vez de sentir un gusto pasajero por un nuevo concepto, la persona que se apropia de un principio se regocija en él. Y sigue cavando en la Palabra para aprender más de los estatutos del Señor.
Un creyente que no tiene mucho que decir en cuanto a la obra de Dios en su vida, probablemente no está aplicando la Sagrada Escritura.
Escuchar y creer simplemente no hace que un concepto se vuelva nuestro. Un principio es suyo cuando explora la verdad, descubre el lugar de ella en su vida, y aplica el concepto de modo que Dios pueda hacerlo funcionar.
Salmo 119.17-24
La idea de aplicar los principios bíblicos es malentendida con frecuencia. No es simplemente un proceso de tres pasos: escuchar, creer y aplicar. Pues entre creer y aplicar hay otros dos pasos: explorar y descubrir .
Explorar un principio bíblico significa estudiar la Biblia para entender
1) cuál es el contexto que lo rodea,
2) lo que significa el principio, y
3) lo que revela acerca de Dios.
Además, debemos tener en cuenta cómo se relaciona este principio con el resto de la Biblia.
Escudriñar la Palabra de Dios ablanda la mente y el corazón para que la verdad bíblica se plante con profundidad.
Al arar más profundamente en la Palabra, el nuevo concepto se vuelve real para nosotros.
Descubrimos cómo funciona el principio, y la forma correcta de aplicarlo a nuestra vida. Al hacerlo, la rica verdad llega a ser nuestra. No es simplemente pegada a nuestras acciones como una influencia externa; en vez de eso, ponemos la verdad en nuestro corazón y nuestra mente, lo que le permite transformarnos desde el interior.
Hacer de los principios de Dios una parte integral de nuestra vida es una gozosa experiencia.
En vez de sentir un gusto pasajero por un nuevo concepto, la persona que se apropia de un principio se regocija en él. Y sigue cavando en la Palabra para aprender más de los estatutos del Señor.
Un creyente que no tiene mucho que decir en cuanto a la obra de Dios en su vida, probablemente no está aplicando la Sagrada Escritura.
Escuchar y creer simplemente no hace que un concepto se vuelva nuestro. Un principio es suyo cuando explora la verdad, descubre el lugar de ella en su vida, y aplica el concepto de modo que Dios pueda hacerlo funcionar.
Cuando se ignora la Palabra de Dios
Cuando se ignora la Palabra de Dios
Salmo 119.9-16
Jaime compró un juguete para sus nietos. Después de dar una rápida mirada a las instrucciones, puso el folleto a un lado y se dedicó a armarlo.
Después de algunas horas de frustración, Jaime leyó humildemente las instrucciones otra vez y siguió los pasos para armar el juguete.
Pronto lo tuvo armado, y los nietos se pusieron a jugar alegremente.
Jaime sabía que el fabricante tenía un plan de cómo armar el juguete. Pero él es un hombre inteligente y dio por sentado que podría hacerlo sin ayuda.
Muchas personas actúan como Jaime cuando se trata de seguir lo que la Biblia dice. En vez de tratar a la Palabra de Dios como un manual para la vida, le dan un mirada rápida cuando no están seguros de qué hacer después.
La Biblia es el manual del Padre celestial. Enseña a los creyentes quién es Él, lo que piensa, y cómo actúa. Conocer el camino del Señor garantiza que podemos tomar decisiones sabias que le honran.
Hago hincapié en que debe leerse todos los días, porque los creyentes no podemos ser exitosos o victoriosos espiritualmente sin ella. En el pasaje de hoy, leemos que si una persona quiere ser recta, su vida debe ajustarse a los principios bíblicos.
Por supuesto, la única manera de saber cuáles son esos principios es por medio de la lectura, estudio y reflexión de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es nuestra posesión más valiosa. Ignorarla es tan absurdo como arrojar una billetera llena de dinero. Entre las riquezas de la Biblia están historias que nos enseñan cómo servir al Señor y cómo agradarle.
También contiene abundantes instrucciones para tener una vida recta y con propósito.
Salmo 119.9-16
Jaime compró un juguete para sus nietos. Después de dar una rápida mirada a las instrucciones, puso el folleto a un lado y se dedicó a armarlo.
Después de algunas horas de frustración, Jaime leyó humildemente las instrucciones otra vez y siguió los pasos para armar el juguete.
Pronto lo tuvo armado, y los nietos se pusieron a jugar alegremente.
Jaime sabía que el fabricante tenía un plan de cómo armar el juguete. Pero él es un hombre inteligente y dio por sentado que podría hacerlo sin ayuda.
Muchas personas actúan como Jaime cuando se trata de seguir lo que la Biblia dice. En vez de tratar a la Palabra de Dios como un manual para la vida, le dan un mirada rápida cuando no están seguros de qué hacer después.
La Biblia es el manual del Padre celestial. Enseña a los creyentes quién es Él, lo que piensa, y cómo actúa. Conocer el camino del Señor garantiza que podemos tomar decisiones sabias que le honran.
Hago hincapié en que debe leerse todos los días, porque los creyentes no podemos ser exitosos o victoriosos espiritualmente sin ella. En el pasaje de hoy, leemos que si una persona quiere ser recta, su vida debe ajustarse a los principios bíblicos.
Por supuesto, la única manera de saber cuáles son esos principios es por medio de la lectura, estudio y reflexión de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es nuestra posesión más valiosa. Ignorarla es tan absurdo como arrojar una billetera llena de dinero. Entre las riquezas de la Biblia están historias que nos enseñan cómo servir al Señor y cómo agradarle.
También contiene abundantes instrucciones para tener una vida recta y con propósito.
viernes, 27 de septiembre de 2024
La rendición personal de cuentas
La rendición personal de cuentas
Romanos 14.12
Si usted no tiene a alguien a quien rendirle cuentas de sus acciones, entonces se está perdiendo de uno de los mejores regalos de la vida. La Biblia nos dice que el Señor Jesús rendía cuentas al Padre celestial (Jn 8.28, 29); la iglesia está sujeta a Cristo (Ef 5.24); y Pablo se sentía responsable ante la iglesia de Antioquía (Hch 14.27).
Cuando tenemos a alguien con quien compartir nuestros fracasos, debilidades, aciertos y anhelos, nos beneficiamos de muchas maneras.
Con nuestra rendición de cuentas a un hermano en la fe, desarrollamos un sentido de responsabilidad que conduce a un mejor desempeño en todo lo que hacemos. Dar cuentas a nivel personal fomenta la integridad y nos protege del mal uso de nuestra libertad.
Además, aprender a examinarnos a nosotros mismos y a evaluar a otros nos protege de relaciones insanas y nos mantiene tomados de la mano de Dios, lo cual nos ayuda a madurar.
Puesto que un confidente puede ver nuestros puntos ciegos y debilidades, está en una buena posición para aconsejarnos, alentarnos o reprocharnos con amor. Para escoger la persona adecuada, hay que buscar un creyente lleno del Espíritu Santo dispuesto a dar dirección santa basada en la Palabra de Dios. Asimismo, necesitamos rendir cuentas a una persona que nos acepte y nos ame tal como somos, pero que también tenga la valentía de encararnos cuando estemos equivocados. Es importante encontrar a alguien que realmente vele por lo que más nos conviene.
Entonces, ¿dónde encontrar una persona así? En el banco, en la iglesia o entre sus amigos. Comience a orar hoy por alguien a quien rendir cuentas, y pídale a Dios que le muestre claramente a la persona correcta.
Romanos 14.12
Si usted no tiene a alguien a quien rendirle cuentas de sus acciones, entonces se está perdiendo de uno de los mejores regalos de la vida. La Biblia nos dice que el Señor Jesús rendía cuentas al Padre celestial (Jn 8.28, 29); la iglesia está sujeta a Cristo (Ef 5.24); y Pablo se sentía responsable ante la iglesia de Antioquía (Hch 14.27).
Cuando tenemos a alguien con quien compartir nuestros fracasos, debilidades, aciertos y anhelos, nos beneficiamos de muchas maneras.
Con nuestra rendición de cuentas a un hermano en la fe, desarrollamos un sentido de responsabilidad que conduce a un mejor desempeño en todo lo que hacemos. Dar cuentas a nivel personal fomenta la integridad y nos protege del mal uso de nuestra libertad.
Además, aprender a examinarnos a nosotros mismos y a evaluar a otros nos protege de relaciones insanas y nos mantiene tomados de la mano de Dios, lo cual nos ayuda a madurar.
Puesto que un confidente puede ver nuestros puntos ciegos y debilidades, está en una buena posición para aconsejarnos, alentarnos o reprocharnos con amor. Para escoger la persona adecuada, hay que buscar un creyente lleno del Espíritu Santo dispuesto a dar dirección santa basada en la Palabra de Dios. Asimismo, necesitamos rendir cuentas a una persona que nos acepte y nos ame tal como somos, pero que también tenga la valentía de encararnos cuando estemos equivocados. Es importante encontrar a alguien que realmente vele por lo que más nos conviene.
Entonces, ¿dónde encontrar una persona así? En el banco, en la iglesia o entre sus amigos. Comience a orar hoy por alguien a quien rendir cuentas, y pídale a Dios que le muestre claramente a la persona correcta.
jueves, 26 de septiembre de 2024
El poder de la oración
El poder de la oración
2 Crónicas 20.1-15
En la Biblia encontramos ejemplos de personas que oraron con autoridad. Elías desafió valientemente a los profetas del falso dios Baal, porque sabía que el Señor escucharía y respondería. El rey Josafat se enteró de que un gran ejército venía contra Israel, por lo que buscó a Dios por dirección y fuerzas, e hizo un llamamiento a la nación a hacer lo mismo.
Estos ejemplos pueden enseñarnos acerca de cómo orar con poder.
Depender de Dios. Las peticiones de ambos hombres mostraban su gran confianza en el Señor. Por saber que la victoria sobre los enemigos de Israel estaba más allá de sus propias capacidades, le pidieron al Señor que interviniera.
Centrarse en su plan. El profeta hizo las cosas a la manera de Dios con enormes posibilidades en su contra, y con un gran riesgo personal (1 R 19.1, 2). Y, al mismo tiempo, el rey llamó a la nación a ayunar, mientras él buscaba conocer la estrategia del Señor.
Tener una motivación pura. Ambos líderes tenían intenciones centradas en Dios, con el propósito de apoyar los planes del Señor. No estaban tratando de ganar nada para sí.
Confiar en la fidelidad del Señor. Ninguno de los hombres dudó en pedir públicamente la ayuda divina. Elías explicó el plan a los 450 profetas enemigos, y Josafat exhortó a todo Israel a unirse a él en oración.
Si sus oraciones parecen estar teniendo poco efecto, pregúntese: _¿He estado confiando en mis fuerzas para resolver las cosas? ¿Hay una razón egoísta en mi petición? ¿Me falta confianza en Dios (Stg 1.5-7)?_ Si es así, vuélvase al Señor, confiese su pecado y busque seguir el ejemplo de Elías y Josafat.
2 Crónicas 20.1-15
En la Biblia encontramos ejemplos de personas que oraron con autoridad. Elías desafió valientemente a los profetas del falso dios Baal, porque sabía que el Señor escucharía y respondería. El rey Josafat se enteró de que un gran ejército venía contra Israel, por lo que buscó a Dios por dirección y fuerzas, e hizo un llamamiento a la nación a hacer lo mismo.
Estos ejemplos pueden enseñarnos acerca de cómo orar con poder.
Depender de Dios. Las peticiones de ambos hombres mostraban su gran confianza en el Señor. Por saber que la victoria sobre los enemigos de Israel estaba más allá de sus propias capacidades, le pidieron al Señor que interviniera.
Centrarse en su plan. El profeta hizo las cosas a la manera de Dios con enormes posibilidades en su contra, y con un gran riesgo personal (1 R 19.1, 2). Y, al mismo tiempo, el rey llamó a la nación a ayunar, mientras él buscaba conocer la estrategia del Señor.
Tener una motivación pura. Ambos líderes tenían intenciones centradas en Dios, con el propósito de apoyar los planes del Señor. No estaban tratando de ganar nada para sí.
Confiar en la fidelidad del Señor. Ninguno de los hombres dudó en pedir públicamente la ayuda divina. Elías explicó el plan a los 450 profetas enemigos, y Josafat exhortó a todo Israel a unirse a él en oración.
Si sus oraciones parecen estar teniendo poco efecto, pregúntese: _¿He estado confiando en mis fuerzas para resolver las cosas? ¿Hay una razón egoísta en mi petición? ¿Me falta confianza en Dios (Stg 1.5-7)?_ Si es así, vuélvase al Señor, confiese su pecado y busque seguir el ejemplo de Elías y Josafat.
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