sábado, 29 de marzo de 2025

La adoración que glorifica a Dios

La adoración que glorifica a Dios
Salmo 95

Dios nos creó para adorar, y ha puesto esta inclinación en cada corazón. Si las personas no adoran a su Creador, centrarán su devoción en algo o alguien más. Por eso hay tantas religiones en el mundo.

Como cristianos, podemos suponer que, dado que el Dios nuestro es el de la Biblia, debe estar satisfecho con la adoración que le rendimos. Pero puede que no sea el caso. Hebreos 9 se refiere al antiguo pacto, en el que el Señor dio instrucciones muy precisas acerca de cómo acercarse a Él. 

Aunque ahora tenemos acceso directo al Padre mediante Jesucristo, debemos adorarlo de maneras que lo glorifiquen.

Si queremos adorar a Dios en verdad, debemos evitar las siguientes trampas:

Conocimiento incorrecto de Dios. Si hemos imaginado a Dios de acuerdo con nuestros deseos, entonces nuestra adoración no tiene valor. Por eso es tan importante conocer al Señor como se ha revelado Él en su Palabra.

Adoración de labios. Cuando nuestros corazones están lejos de Dios, podemos adorarle de forma mecánica, sin pensar en lo que decimos o cantamos.

Enfoque equivocado. Si venimos a la iglesia solo para tener una experiencia emocional placentera, no comprendemos el verdadero sentido de la adoración.
La adoración tiene que ver con honrar, reverenciar y adorar a Dios con todo nuestro ser: mente, voluntad y corazón.

El Salmo 95 es un cántico maravilloso de alabanza. Pero el salmista incluyó una advertencia para no ser como los israelitas en el desierto, que erraron en sus corazones y no conocieron los caminos de Dios (Salmo 95.10). En vez de eso, que nuestro deseo sea conocer a Dios para glorificarlo con nuestra adoración.

La adoración de toda la vida

La adoración de toda la vida
Romanos 11.33—12.8

Para muchos cristianos, la palabra adoración es sinónimo de la música que cantamos en la iglesia. A menudo, esto está implícito cuando los directores de alabanza le dicen a la congregación: “Pongámonos de pie y adoremos”. Pero cantar alabanzas a Dios es solo un aspecto de lo que significa adorar: incluye mucho más, y no se limita al domingo por la mañana en el recinto de una iglesia.

Cuando la mujer samaritana le habló al Señor acerca de esto, Él le dijo que llegaría la hora en que el lugar no sería importante. Ese día, la adoración se haría en espíritu y en verdad (Juan 4.20-24), como parte integral de todo en nuestra vida cotidiana.

Consideremos las maneras de adorar a Dios:

Con nuestras palabras (Romanos 11.33-36). Luego de explicar acerca de la doctrina a la iglesia en Roma, el apóstol Pablo alabó al Señor. En la medida en que nuestra mente esté llena de las verdades de Dios, nuestra adoración se desbordará en oración y cánticos de alabanza y reverencia.

Con vidas entregadas (Romanos 12.1-2). En vez de adorar con sacrificios de animales, nos ofrecemos al Señor por medio de una vida de santidad y obediencia. Esto es posible gracias a que la verdad de Dios renueva nuestra mente y transforma nuestra vida.

Con el servicio a los demás (Romanos 12.3-8). Todo lo que hagamos puede ser un acto de adoración mientras lo hagamos como para el Señor. Por su gracia, nos ha dado dones espirituales que nos permiten servirnos unos a otros.

Piense en sus decisiones, acciones y palabras, tanto hacia Dios como hacia los demás. ¿Cómo pueden ser transformadas en adoración?

El objetivo principal de la Iglesia

El objetivo principal de la Iglesia
Hechos 2.37-47

Si alguien le preguntara cuál es el objetivo principal de la Iglesia, ¿qué respondería usted? Hay muchas opiniones con respecto a este tema, y dado que todas las actividades que realiza son vitales, resulta difícil señalar cuál es la más importante. Para ayudarnos a encontrar una respuesta, veamos lo que dice la Biblia acerca de la iglesia, la cual nació en la cruz.

El pasaje de hoy describe lo que sucedió después de que Pedro (y los apóstoles) pronunciara su primer sermón: muchos judíos creyeron en Cristo, y la iglesia pasó de 120 a 3.000 personas (Hechos 1.15; 2.41). De esto, podemos concluir que predicar sobre Jesucristo es una actividad esencial de la Iglesia. Pero, ¿es la más importante?

Después vemos que los cristianos solían reunirse y estudiar las enseñanzas de los apóstoles, la comunión, la Cena del Señor y la oración. Además, se reunían en los hogares para compartir comidas y ayudar a creyentes necesitados.

Estas actividades, en verdad, hacen atractiva a una comunidad de fe, pero había otras actividades vitales que se llevaban a cabo en aquella congregación.

El amor y la generosidad para con los demás eran testimonios poderosos para los observadores, así como su fe y su alabanza a Dios. Hechos 2.47 dice que el Señor seguía aumentando el número de los creyentes, por lo que podemos decir que esta iglesia tenía un poderoso ministerio de evangelización.
Entonces, ¿acaso no es ese el objetivo primordial de la iglesia?

La respuesta es que todo esto junto puede resumirse como adoración a Dios y a su Hijo Jesucristo. La adoración es la función principal de la iglesia, siempre y cuando todo en ella se realice de acuerdo con la Palabra de Dios, y con el propósito de glorificar al Señor.

Buenos testigos de Cristo

Buenos testigos de Cristo
Filipenses 2.12-16

Algunos de los mejores testigos de Cristo son quienes han pasado por circunstancias dolorosas y difíciles. Piense en cómo se ha extendido el evangelio en algunas partes del mundo donde se vive bajo pobreza, opresión y dificultades. O en las historias de excriminales, de víctimas de abusos, o de encarcelados por la fe. El poder de Dios se manifiesta en los momentos de más debilidad del ser humano.

El que los creyentes se conviertan en testigos más firmes del Señor como resultado de las dificultades, dependerá de cómo reaccionen ante las crisis. Muchas personas cometen el error de enfocarse en la voluntad del hombre, en vez de hacerlo en la soberanía de Dios. Y, por tanto, les parece imposible creer que Dios sacará resultados positivos de su sufrimiento.
Quienes ven más allá de sus circunstancias entienden que Dios usa cada experiencia para bendición (vea Gn 50.20).

Para confiar en ese principio, debemos estar conscientes de que todo está bajo la autoridad de un Padre celestial bueno y misericordioso. La temporada del apóstol Pablo en la cárcel dio un fruto mejor y más abundante del que podría haber producido de otra manera (Fil 1.13). Extendió el evangelio a la guardia romana, porque estuvo encadenado a soldados día a día durante años. Cuando dirigimos nuestra atención a Cristo, Él nos muestra oportunidades para alcanzar a las personas con el evangelio. Son, con frecuencia, oportunidades que no habríamos tenido de no haber sido por las circunstancias difíciles.

Recuerde que estamos en las manos de Dios, y aunque no es fácil enfocarse en su voluntad soberana en medio de las pruebas, el Señor nunca permite que algo nos ocurra sin que sea de bendición para nosotros y para el reino.

jueves, 20 de marzo de 2025

Clamar a Dios

Clamar a Dios
Salmo 34.15-17

En medio de las crisis, el Señor está dispuesto a ayudarnos, y tiene el poder de hacerlo. Pero antes de que intervenga y libere su poder en nuestra situación, exige un corazón recto.

Esto, por supuesto, no significa que debamos ser perfectos, lo que nuestro Padre sabe que sería imposible. Cuando un pecador acude a Dios para salvación, el Señor limpia de iniquidad el corazón de la persona y le da una nueva naturaleza (2 Co 5.17). Sin embargo, habrá momentos en que el creyente seguirá los viejos patrones carnales, por eso el Señor nos pide que confesemos nuestras faltas y nos arrepintamos cuando fallemos. Entonces, Él nos limpiará de toda injusticia (1 Jn 1.9). Por fortuna, Dios nos escucha a pesar de nuestras imperfecciones, si deseamos andar en sus caminos. No obstante, el problema surge cuando el cristiano vive en pecado de manera intencional, y decide no apartarse de él. En momentos como esos, el Señor no escuchará un corazón que no se ha arrepentido.

El pasaje de hoy enseña que el Padre celestial desea que sus hijos clamen a Él. En las pruebas, tendemos a orar con más enfoque, fervor y sinceridad. Ana es un buen ejemplo. Angustiada por su esterilidad, fue al templo e imploró al Señor con tanto sentimiento, ¡que el sacerdote pensó que estaba ebria! Dios respondió su ruego y abrió su matriz (1 S 1.1-20).

Cuando venga una crisis, clame a nuestro Dios todopoderoso, pero asegúrese de hacerlo con un corazón recto.

Entonces Él escuchará y responderá, ya sea concediéndole la petición que esperaba, o dándole una solución diferente. Por ser Dios omnisciente, amoroso y soberano, podemos confiar en que su respuesta será la mejor para nosotros.


miércoles, 19 de marzo de 2025

Razones para orar

Razones para orar
Salmo 25

¿Qué le motiva a hablar con Dios? A lo largo de la Biblia se nos ordena orar. De hecho, Cristo consideraba que la oración era tan esencial que se apartaba con regularidad de las multitudes para pasar tiempo a solas con su Padre (Mr 1.35; Lc 5.16). Cualquier relación requiere comunicación para crecer y florecer, y eso incluye nuestra relación con Dios.

David era un hombre que conocía al Señor de manera personal. Dado que puso por escrito sus oraciones en los salmos, podemos echar una ojeada a su corazón cuando derramaba su alma ante el Señor. El pasaje de hoy nos muestra cinco razones por las cuales debemos acudir a Dios en oración:

1. Guía (Salmo 25.4, 5). Si le preguntamos, el Señor nos guiará y enseñará.

2. Perdón (Salmo 25.7, 11). Cada día necesitamos la purificación de Dios por el pecado, y su poder para arrepentirnos y regresar a Él.

3. Decisiones (Salmo 25.12). Cuando tenemos temor reverente a Dios, Él nos dice qué camino debemos elegir.

4. Problemas (Salmo 25.16-18). Cuando nos sentimos abrumados por las dificultades, nadie puede consolarnos como el Señor.

5. Protección (Salmo 25.19-20). Dios es quien guarda nuestra alma y nos salva de los ataques del enemigo.

Cuando buscamos al Señor, Él se convierte en nuestro refugio. Dios entiende nuestras debilidades, y nos invita a acudir a Él con todas nuestras preocupaciones.

Es en la intimidad de la oración que aprendemos a conocer su fidelidad, su compasión y su amor. Entonces podemos decir, como David: “Dios mío, en ti confío” (Salmo 25.2).

Para eliminar la duda

Para eliminar la duda
Mateo 21.20-22

A medida que maduramos espiritualmente, nos arraigamos más en la confianza de que Dios es fiel. Pero, a veces, la duda debilitará nuestra fe. Para no retroceder, tenemos que actuar con decisión para reducir los temores. He aquí tres pasos que debemos dar:

1. Recordar la fidelidad de Dios en el pasado y sus promesas. Cuando dedicamos tiempo a dar gracias a Dios por su intervención en situaciones anteriores, recordamos su amor y su provisión. Meditar en las promesas de las Sagradas Escrituras nos asegura también que Él atenderá cada necesidad. Por ejemplo, Salmo 41.12 dice que el Padre celestial está siempre presente con sus hijos, y que nos ha dado su Espíritu Santo para fortalecernos y dirigirnos (Jn 16.13; Ef 3.16).

2. Regar la fe en crecimiento con la Palabra de Dios. Si usted pide dirección bíblica, el Señor le dirigirá a los pasajes que tienen que ver con su situación, y que le darán la ayuda emocional y espiritual que necesite. Pase tiempo meditando en esos versículos, y pensando en cómo aplicarlos a sus circunstancias.

3. Decida creer en Dios y sus promesas. El Señor ha demostrado ser fiel desde el primer momento de la creación hasta el presente. Somos sabios al poner nuestra confianza en Él.

Desarrollar una fe firme y bien arraigada, requiere que cooperemos con el Padre celestial. Nuestra naturaleza humana complica las cosas haciéndonos propensos a dudar. Pero cuando decidimos confiar en Dios, la incertidumbre no puede reducir nuestra fe.

Bendita seguridad

Bendita seguridad
Hebreos 10.22-23

¿Cómo podemos saber si nuestra salvación es real? ¿Hay manera de estar seguros, o debemos vivir en la incertidumbre, con temor a hacer o decir algo que pudiera anular la aceptación de Dios?

Aunque la Biblia nos asegura que podemos estar seguros de que somos salvos, muchos cristianos viven llenos de dudas. A veces, el pecado provoca la idea de que esta vez hemos ido demasiado lejos, o confiamos en las emociones cambiantes como confirmación de nuestra posición con Dios. Quizás nos hemos estado comparando con otros creyentes que parecen más consagrados, y concluimos que no podemos ser salvos. O tal vez hemos escuchado enseñanzas falsas que dicen que la vida eterna puede perderse.

Nuestra falta de seguridad se reduce a dos asuntos: no creemos lo que dice la Palabra de Dios, y creemos que somos nosotros quienes debemos aferrarnos a nuestra salvación. El Señor Jesús dijo que nadie puede arrebatar sus ovejas de su mano (Jn 10.27-29). Él es quien nos sostiene, y ha prometido que no perderá a ninguno de los que el Padre le ha dado (Jn 6.39). Si comenzamos a dudar por cualquier motivo, debemos volver a las Sagradas Escrituras y dejar que el Señor nos asegure su amor y provisión.

Los que somos salvos tenemos garantizada la vida eterna, pero ¿cómo podemos estar seguros de que nuestra salvación es real? Una evidencia es la perseverancia. Dios usa las experiencias dolorosas para probar nuestra fe (1 P 1. 6-7). Cuando llegan las pruebas y no nos derrumbamos, entonces nuestra fe ha demostrado ser genuina. Además de esto, Romanos 8.16 nos dice: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.

viernes, 14 de marzo de 2025

Predica: La vida eterna


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Ira justa a la vista de todos

Ira justa a la vista de todos
Números 25.1-18

Piense en las veces que se ha sentido airado. ¿Cuáles fueron las causas? Con toda franqueza, la mayoría de nosotros tendríamos que reconocer que nuestra irritación suele ser por razones egoístas.

El libro de Santiago nos dice que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1.20). Sin embargo, existe la indignación justa, y puede ejercerse para favorecer el trabajo de Dios.

En el pasaje de hoy, encontramos un excelente ejemplo de esto en Finees, quien se levantó para ejecutar a Zimri y Cozbi por sus inicuas acciones.

Gracias a este acto, fue elogiado por Dios con las siguientes palabras: “Finees… ha apartado mi furor de los hijos de Israel porque demostró su celo por mí entre ellos” (Números 25.11). Dios miró el corazón de Finees, vio su pasión, y la llamó “su celo por mí”. Por supuesto, no podemos tomar la ley en nuestras manos y comenzar a ejecutar a las personas, pero podemos tener la misma actitud de corazón que tuvo Finees. Este era un hombre que amaba a Dios con tanto ardor que no podía evitar odiar el mal. Mostró la misma ira que llevó al Señor a atravesar el templo con un látigo de cuerdas. (Vea Jn 2.13-17). En ambos casos, el celo por los asuntos de Dios fue demostrado con ira.

¿Cómo podemos hacer lo mismo? Se trata de tener la perspectiva de Dios, y dar la cara por lo correcto. Podemos situarnos en la puerta de nuestro corazón y matar cualquier pensamiento pecaminoso que intente entrar a él. Asimismo, podemos echar fuera los ríos de suciedad e inmoralidad que nos rodean, que intentan entrar en nuestros hogares. A medida que nuestro amor por Dios crezca, también lo hará nuestro aborrecimiento del mal.

El peligro de la ira 😡

El peligro de la ira
Efesios 4.26-27

La ira es una emoción poderosa que a menudo causa daño, aunque también puede ser justa. En Isaías 64.9 (LBLA), el profeta ora, diciendo: “No te enojes en exceso, Señor”. Este versículo implica que Dios mide su ira de una manera que se ajusta a cada situación. El pasaje de hoy nos enseña que el Señor también espera que aprendamos a controlar nuestra ira para que esta sea adecuada y no nos lleve a pecar.

Hay una línea que no debemos cruzar si queremos evitar la ira pecaminosa. Es obvio que aquí no están incluidos el abuso verbal y la violencia física, pero la ira puede conducir a otros pecados que son igual de letales.

Hemos cruzado la línea cuando observamos lo siguiente en nuestra vida:

Peleas. Proverbios 29.22 (DHH) dice: "El que es violento e impulsivo, provoca peleas...”. Aunque las peleas pueden tomar muchas formas, siempre hacen que una persona se enfrente a otra.

Ira. Salmo 30.5 dice que la ira del Señor es por un momento, y Efesios 4.26 nos advierte en contra de irnos a la cama enojados hasta el día siguiente. El enojo envenena, y luego conduce a la ira.

Aislamiento. El abrigar ira nos separa de las personas. Proverbios 16.28 dice que “el chismoso separa a los mejores amigos”.

Venganza. Romanos 12.19 (LBLA) se refiere a esto: “Amado, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios”.

¿Qué debe hacer si reconoce alguna de estas cosas en su vida? El primer paso es confesarla como pecado, y hacer el esfuerzo firme de apartarse de él. Cada vez que surja en usted un pensamiento airado, arrepiéntase y entrégueselo al Señor.

Cómo tener una fe firme

Cómo tener una fe firme
Hebreos 11.1-31

El apóstol Santiago nos desafía a comprender la relación que hay entre fe y obediencia. En Santiago 2.17, escribe que la fe sin obras está muerta. En otras palabras, no podemos tener creencias firmes sin obediencia.

Desarrollar una fe firme requiere tiempo. Nacemos espiritualmente por medio de una fe sencilla, como la de un niño que recibe a Cristo como Salvador.

Las convicciones se nutren de un conocimiento cada vez mayor de Dios, y de una confianza cada vez mayor en Él. Experimentar su protección, su provisión y su poder en los momentos de prueba fortalece nuestra fe. Daniel es un buen ejemplo de esto. Cada vez que su fidelidad era probada, elegía depender de Dios. A veces, era forzado por las circunstancias, como cuando tuvo que enfrentar la orden de comer alimentos sacrificados a los ídolos (Dn 1.8). En otras ocasiones, iniciaba voluntariamente una situación difícil con el fin de ayudar (Dn 2.24). En cada caso, seguía la dirección de Dios.

Hebreos 11 relata otros ejemplos de obediencia. Noé, cuando fue advertido acerca de cosas que no veía, obedeció a Dios y construyó el arca. Y Abraham dejó su tierra para irse a un lugar que aún no conocía, en obediencia al Señor. Luego, en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo se disponía arrestar a los cristianos cuando se encontró con el Salvador. Dio un giro a pesar de las amenazas, las golpizas y los naufragios, y obedeció a Dios y predicó el evangelio.

Conocer y confiar en Dios mediante su Hijo, experimentar su presencia, y vivir en obediencia a Dios son los elementos necesarios para desarrollar una fe inquebrantable. El Señor dijo que nuestra obra es creer en Él (Jn 6.29). Con la ayuda del Espíritu Santo, todos podemos tener una fe inquebrantable.

La iglesia cómoda

La iglesia cómoda
Isaías 6.8

Creo que es evidente que la sociedad en que vivimos es muy egocéntrica, y lo mismo podría decirse de la iglesia. Cuando un cuerpo local de creyentes tiene un enfoque interno, su efectividad en el ministerio comienza a disminuir, y el andar de fe de cada miembro se frena. Muchos creyentes quieren que su iglesia sea acogedora. 

Vienen a escuchar un sermón agradable, a tener compañerismo y a satisfacer sus necesidades. Pero Dios nunca ha querido que la reunión de su pueblo sea un club. Él nos llama a unirnos a un ejército que lleve el evangelio a territorio enemigo.

Una Iglesia efectiva —que represente una verdadera amenaza para el enemigo— es un grupo de personas al que se le ha enseñado la verdad de las Sagradas Escrituras, ayudado a madurar espiritualmente y capacitado para el servicio. Pero todo esto con el fin de que la Iglesia vaya al mundo, no para convertirse en un santuario exclusivo de comodidad cristiana.
La urgencia de la orden del Señor y la desesperada situación de la humanidad deben motivarnos a hacer a un lado nuestro compañerismo, para compartir el mensaje de salvación en Cristo. Evitar esta responsabilidad es desatender el plan del Padre celestial para nuestra vida y perder la oportunidad de ayudar a expandir su reino.

A ninguno de nosotros le gustaría desperdiciar tiempo o energías en cosas triviales y, por ende, perderse del emocionante gozo de hacer la voluntad de Dios. Él nos ha llamado a vivir una aventura de obediencia, y no a vivir cómodamente. Responda a su llamado y ayude a llenar el reino de Dios de personas de toda tribu y nación.

Cómo modelaba Cristo la humildad

Cómo modelaba Cristo la humildad
Filipenses 2.1-11

Aunque la humildad no es muy valorada en nuestra sociedad, es esencial en la vida cristiana. Y quién estableció el modelo para ella fue el propio Señor Jesucristo. Por consiguiente, como sus seguidores, debemos también procurar un espíritu humilde. Humildad es la ausencia de vanidad que busca exaltar o reafirmar el ego. Del pasaje de hoy aprendemos que la humildad se caracteriza por varios atributos:

La humildad fija nuestra atención en los demás (Filipenses 2.3-4). Cristo contempló nuestros intereses cuando vino al mundo para rescatarnos del pecado y la condenación.

La humildad no se aferra a nuestros derechos ni privilegios (Filipenses 2.6-7). Aunque Cristo era plenamente Dios, asumió las limitaciones de la condición humana.

La humildad nos hace servir de buena gana a los demás (Filipenses 2.7). El Señor no vino como un gobernante interesado que quería conquistar y someter al mundo. Por el contrario, vino como un esclavo humilde para servir a los demás.

La humildad nos impulsa a obedecer a Dios (Filipenses 2.8). El Hijo vino a la tierra en completa obediencia al Padre. Hizo y dijo solo lo que su Padre le ordenó (Jn 5.19), incluyendo su acto final de obediencia: entregar su vida en la cruz para pagar por los pecados de la humanidad.

Estas cualidades son exactamente lo opuesto a la ambición egoísta, la vanagloria y la viveza que el mundo valora. Desde la perspectiva del mundo, la humildad es debilidad. Pero, ¿qué requiere más esfuerzo: ser humilde o vanagloriarse? La humildad requiere el poder sobrenatural del Espíritu Santo para vencer nuestro egocentrismo natural. En vez de ser un signo de debilidad es, en realidad, una evidencia de la vida de Cristo en nosotros.

viernes, 7 de marzo de 2025

Las causas ocultas de la ansiedad

Las causas ocultas de la ansiedad
Salmo 94.19-22

Nuestras experiencias afectan lo que pensamos. A veces, las experiencias negativas desarrollan un patrón de pensamiento perjudicial que se repite una y otra vez en la mente de una persona; y cuando tales pensamientos se activan le provocan ansiedad. Desactivarlos definitivamente requiere fe en el Señor.
Permítame darle un ejemplo de lo que quiero decir.

Supongamos que los
esfuerzos de una niña de hacer las cosas bien eran a menudo rechazados por sus padres. Ella les escuchaba decir: “Puedes hacerlo mejor”, o “Tu hermana lo hacía mucho mejor a tu edad”. La niña rara vez recibía elogios por un trabajo bien hecho.

Ahora, como adulta, se niega a solicitar un ascenso en su empleo, a pesar de que su jefe la anima a que lo haga. ¿Por qué razón? Porque tiene miedo de que la consideren incompetente. Es posible que no diga que no lo hace por temor, pero sin duda la frena. Hay varias otras raíces potenciales de la ansiedad.

Una lista exhaustiva no cabría aquí, pero las más comunes son:
• La creencia de no poder lograr lo establecido.
• Sentimientos de culpa por pecados del pasado.
• La idea errónea de que Dios es condenador.
• Actitudes inculcadas en la infancia.

Cuando sienta ansiedad, pregúntese qué le produjo el desasosiego. Saber qué alimenta el temor puede indicarle la causa subyacente. Permita que Dios le ayude a rechazar la manera de pensar perjudicial, y reemplácela con la seguridad de que los que prestan oídos al Señor viven sin temor al mal (Pr 1.33).

Invertir en la eternidad

Invertir en la eternidad
Marcos 16.15-16

Los cristianos debemos invertir en la vida de otros. Todas las riquezas materiales de este mundo pasarán, y solo aquellos que creen en Jesucristo irán al cielo. Como sus seguidores, debemos dedicarnos a ayudar a que otros lo conozcan.
Dios ofrece salvación a todo el mundo, pero hay personas que nunca han escuchado que Cristo las ama, y que murió en la cruz por sus pecados (Jn 3.16). No siempre asociamos la palabra inconversos con vecinos, compañeros de trabajo ni amigos, pero la realidad es que las personas más cercanas a nosotros pueden no conocer el mensaje del evangelio.

La iglesia ha encontrado muchas maneras de anunciar las buenas nuevas de Jesucristo. Hay distintos ministerios que por ejemplo, llegan al mundo entero por medio de literatura, radio, TV, e Internet. Pero la evangelización de persona a persona sigue siendo una de las maneras más efectivas de hablar del Salvador, ya que los no creyentes pueden recibir respuesta a sus preocupaciones de una manera personal. Quienes ponen su fe en Cristo pueden ser discipulados, lo cual es vital para su crecimiento espiritual. No es suficiente donar dinero para que los misioneros puedan hacer este trabajo en países distantes; los campos cercanos están también listos para la cosecha, pero los obreros son pocos (Mt 9.37).

Cuando se trata de alcanzar a los perdidos, todos los creyentes son responsables. El Señor dijo: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). Nadie podrá involucrarse jamás en una tarea más acertada o más perdurable, que la de derramar riqueza espiritual en la mente y el corazón de otra persona. Invertir en las almas es una labor de valor eterno.

Cuando nuestra fe vacile

Cuando nuestra fe vacile
Santiago 1.2-8

Todos experimentamos cambios en la fortaleza de nuestra fe. Si todo está bien, estamos seguros de que el Señor es digno de confianza, porque vemos que sus bendiciones nos rodean. Pero cuando aumentan los problemas, también crecen nuestras dudas en cuanto a la fidelidad de Dios.

Comenzamos a preguntarnos si responderá nuestras oraciones. Por mucho que tratemos, no podemos verlo en la situación. Y cuando nuestras pruebas se prolongan, comenzamos a perder las esperanzas y a buscar maneras de resolver el asunto.

El apóstol Santiago nos señala una perspectiva diferente. En vez de pensar que el Señor nos ha olvidado, nos recuerda el propósito del Señor al permitir las dificultades. Ellas prueban nuestra fe para producir perseverancia y madurez.

Nuestro Padre celestial no trata de destruirnos; por el contrario, quiere que crezcamos, y por eso nos da lo que le falta a nuestra vida espiritual.

Sabiduría es lo que en realidad necesitamos en nuestras pruebas, y eso es lo que Santiago 1.5 nos dice que pidamos a Dios.

En vez de enfocarnos en las circunstancias y dejar que los sentimientos se impongan sobre nuestra fe, debemos dirigir nuestros pensamientos al Señor y creer con confianza que Él nos dará la sabiduría que necesitamos, tanto para manejar la situación como para crecer.

Dudar es peligroso, ya que puede dar lugar a la incertidumbre espiritual, en la que somos “arrastrados por el viento” (Santiago 1.6). Cuando nos dejamos llevar por las dudas, con frecuencia tomamos decisiones que resultan costosas. Mucho mejor es anclarnos al Señor y a su Palabra, y sobrellevar la tormenta con tranquila seguridad.

viernes, 28 de febrero de 2025

El propósito final de Dios para nuestras pruebas

El propósito final de Dios para nuestras pruebas
Romanos 8.29-30

Las situaciones difíciles son más fáciles de soportar si sabemos que algo bueno resultará de ellas. El problema es que nuestra idea de lo bueno puede ser distinta a la de Dios. Como sus caminos y sus pensamientos están muy por encima de los nuestros, debemos confiar en que Él sabe lo que es mejor, incluso si las situaciones nos causan dolor, impotencia o dificultad (Is 55.9). El bien final del cual el Señor está ocupándose es hacernos cada vez más semejantes a su Hijo Jesucristo, y las pruebas que experimentamos son una de las herramientas que Él utiliza en el proceso.

Ahora bien, no debemos pensar que Dios envía aflicción a nuestra vida y después se cruza de brazos para ver qué pasará. Nuestro misericordioso Padre celestial controla cada aspecto de la situación.

El Señor dispone nuestras pruebas. Considera cada adversidad como necesaria para lograr un propósito específico en nuestra vida (1 P 1. 6, 7).

Él nos conoce y ve dónde necesitamos corrección o crecimiento espiritual para llegar a ser más semejantes a Cristo.

Dios fija la duración de nuestras pruebas. Desde nuestro punto de vista, cualquier dolor dura demasiado tiempo. Pero cuando dependemos del Señor, Él nos da la gracia y la fortaleza para resistir, hasta que se cumpla su voluntad (Fil 4.13).

El Señor pone un límite a la intensidad de nuestras pruebas. Él sabe lo que podemos soportar, y no nos dejará ser tentados más allá de nuestro límite (1 Co 10.13).

Nada en nuestra vida ocurre por azar o sin sentido. Incluso cuando no entendamos lo que el Señor haga, podemos confiar en que usará nuestras pruebas para hacernos más como su Hijo en carácter, conducta y proceder.

jueves, 27 de febrero de 2025

Dios actúa mediante nuestras pruebas

Dios actúa mediante nuestras pruebas
2 Corintios 12.7-10

Los problemas y el sufrimiento que experimentamos en la vida no ocurren sin ningún propósito. Dios actúa a través de ellos para nuestro bien (Ro 8.28). Es posible que no nos guste o no entendamos con exactitud lo que hace, pero conocer algunos de sus objetivos nos ayuda a confiar en Él y cooperar para cosechar los beneficios de la aflicción.

Protección. Después de que el apóstol Pablo orara con fervor para que su aguijón en la carne le fuera quitado, Dios le reveló que era una protección contra el orgullo. Todos tenemos aspectos de debilidad que podrían llevarnos al pecado, y Dios en su sabiduría sabe cómo protegernos.

Dependencia. El aguijón de Pablo, que lo hacía débil, también lo enseñó a depender de la gracia y del poder de Cristo. De la misma manera, los problemas a menudo nos impulsan a buscar al Señor con humilde dependencia; para entonces estar en posición de recibir la fortaleza divina que Él promete darnos.

Perspectiva divina. Cuando el apóstol Pablo entendió al fin lo que el Señor trataba de hacer, vio su sufrimiento de manera diferente. Dejó de centrarse en su aflicción como un dolor y un obstáculo, y se sintió contento. Pudo regocijarse porque reconoció que el poder de Cristo en él era más importante que verse libre del dolor.

A menos que reconozcamos que Dios siempre prioriza lo eterno sobre lo temporal, no entenderemos el valor del dolor. Según 2 Corintios 4.17 (TLA), "Las dificultades que tenemos son pequeñas, y no van a durar siempre. Pero, gracias a ellas, Dios nos llenará de la gloria que dura para siempre: una gloria grande y maravillosa.”. Por tanto, no nos desanimamos.

Cómo dejar un legado de fe

Cómo dejar un legado de fe
2 Timoteo 1.1-9

¿Qué desea dejarles a sus hijos? Es probable que a todos nos gustaría dejar una cuantiosa herencia material, pero hay algo incluso más valioso: un legado espiritual.

El apóstol Pablo admiraba el legado de fe que fue transmitido a Timoteo por su madre y abuela.

Aunque Eunice y Loida no podían conferirle la salvación, fueron un ejemplo de fe en Dios. La herencia más grande que recibió Timoteo fue la instrucción espiritual y el ejemplo de estas mujeres. Para los padres que deseen transmitir un legado de fe, los siguientes valores deben ser parte de sus vidas:

Principios. Conocer y practicar los principios bíblicos. Los padres no pueden transmitir lo que no poseen, pero los que aman y obedecen la Palabra de Dios, compartirán con entusiasmo lo que han aprendido.

Ejemplo. Aplicar los principios bíblicos a su vida y ejercitarlos en presencia de los hijos. Un modelo permanente de obediencia a Dios inspirará a los hijos a buscar al Señor; decir una cosa y hacer otra es un mal ejemplo.

Persistencia. No darse por vencidos a la hora de impartir conocimiento espiritual. Aprendí este sabio hábito de mi madre, quien se propuso sembrar en mí los valores que necesitaría para convertirme en un adulto consagrado. Para enseñarme una lección, me la repetía y me mostraba lo que debía hacer, hasta que se aseguraba de que yo la hubiera aprendido.

Nunca es demasiado tarde para trabajar en pro de un legado espiritual.

Al igual que la madre y la abuela de Timoteo, no nos conformemos solo con criar a nuestros hijos.

Nuestra meta debe ser mostrarnos como ejemplos de una vida de santidad que les inspire a amar y seguir a Cristo.

martes, 25 de febrero de 2025

El regalo más grande de una madre

El regalo más grande de una madre
Deuteronomio 6.1-9

El regalo más grande que una madre puede dar a sus hijos, es su ejemplo de amor y obediencia a Dios. Nuestros hijos necesitan ver los principios de santidad puestos en práctica cada día en nuestras palabras y decisiones, ya que los padres somos sus primeros maestros y consejeros espirituales que tienen en la vida.

Cada niño viene a este mundo con una mente moldeable. A medida que les enseñamos y ejemplificamos conductas y palabras piadosas, se les ayuda a desarrollar un sistema de creencias inclinado hacia Dios. Es como un colador que filtra todo lo que entra a la mente. Un niño por el cual se haya orado y al que se le haya instruido en los caminos del Señor, es más propenso a ver el mundo desde una perspectiva bíblica. Pero el que ha sido programado por el mundo secular o por otra religión, verá la vida a través de un lente distorsionado.

Los pastores y los maestros de la iglesia pueden ayudar a inculcar en los niños el conocimiento y el amor al Señor. Sin embargo, son los padres quienes tienen la principal responsabilidad de invertir tiempo, paciencia, instrucción y amor, para que lleguen a ser hombres y mujeres temerosos de Dios.

Enviar un niño al mundo sin un fundamento bíblico, es como lanzarlo desprotegido al foso de un león. Puesto que los niños no son capaces de discernir la verdad del error, los padres deben proteger sus jóvenes mentes contra el ataque del mundo, hasta que sean capaces de enfrentar las pruebas.

La educación de los niños se lleva a cabo en medio de las actividades cotidianas. Utilice cada oportunidad que tenga para enseñarles acerca del Señor y su Palabra, y demostrarles lo que es vivir en santidad. En otras palabras, sea usted la clase de creyente que espera que ellos lleguen a ser algún día.

Avance en medio de la adversidad

Avance en medio de la adversidad
Isaías 63.9

En los exámenes médicos periódicos, los niños necesitan vacunas cada cierto tiempo. Ellos no pueden entender que las vacunas los protegen; desde su punto de vista, solo sienten dolor, ¡mientras que alguien que los ama lo permite! 

Tal experiencia ofrece una pequeña comprensión de la manera como Dios actúa con sus hijos. Responde a una de las preguntas que a menudo nos hacemos cuando nos suceden cosas dolorosas: ¿Dónde está Dios?

La Biblia nos dice que “en toda angustia de ellos él fue afligido” (Is 63.9). 

Quizás recuerde cuando su padre terrenal lo sujetaba para que el médico pudiera administrarle la inyección. Quizás recuerde haberle escuchado decir que la experiencia le dolió más a él que a usted. Eso es, ni más ni menos, lo que nuestro Padre celestial describe en este pasaje de la Biblia. Para una mente infantil es un concepto incomprensible, pero cuando tenemos nuestros propios hijos lo entendemos con claridad. Entonces comenzamos a comprender qué clase de Dios tenemos. Él se involucró en toda nuestra agonía, y probó la última gota en nuestra copa de sufrimiento.

¿Dónde está Dios? Él está donde está el dolor. El libro de Isaías dice: “Él fue molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él” (Is 53.5 LBLA).

Cuando usted enfrente tiempos difíciles, mire el rostro manchado de lágrimas del Salvador; no verá más que amor. Si queremos seguir a Cristo, debemos acompañarlo en su sufrimiento. 

Debemos ir donde Él está, y la cruz es uno de los lugares más hermosos para encontrarlo.

viernes, 21 de febrero de 2025

Lo que significa orar con fe

Lo que significa orar con fe
Marcos 11.20-24

¿Alguna vez, aun de manera inconsciente, ha acusado al Señor de no responder sus oraciones?

Cuando Dios no parece responder sus peticiones, lo primero que debe hacer es analizar bien lo que está pidiendo. ¿Ora con fe, confiando en que el Padre celestial se ocupará de la situación, o solo se queja de lo que ha salido mal?

Piense en si ha orado así: “Señor, la situación en mi trabajo es terrible. Estoy muy frustrado. Me desvivo por ayudar a mi compañero de trabajo, pero él no me tiene la más mínima consideración. Nadie aprecia o reconoce lo que hago”.

En algún momento de nuestra vida, es probable que todos hayamos orado así, y descubierto que no se produjo un cambio radical. El problema es el enfoque. En este caso, se trata del ego. En el versículo 24 del pasaje de hoy, esa no es la oración de fe que el Señor Jesús tenía en mente.

Tener fe en nuestras oraciones no es el objetivo. El objeto de nuestra fe es el Señor. Si ponemos nuestros corazones en nuestros propios deseos, solo hemos transferido nuestra fe a nuestros propios planes. Orar con fe significa entregar nuestros derechos, quejas y deseos al Señor, y descansar del todo en su soberana decisión en cuanto al asunto. Cuando alineamos nuestras peticiones con su voluntad y propósito, comenzamos a ver desplegado su poder.

Si usted es reacio a orar así, solo recuerde que Dios es más sabio que usted, que le ama, y que sabe cómo manejar los enmarañados hilos de nuestra vida, para formar un tapiz hermoso con la imagen de Cristo en ella.

jueves, 20 de febrero de 2025

La disciplina determina el destino

La disciplina determina el destino
1 Corintios 9.23-27

El apóstol Pablo compara la vida con una carrera, y afirma que la disciplina —o la falta de ella— determina el resultado. De lo que habla no es solo de nuestro lugar en el cielo, que está asegurado por nuestra fe en Cristo como Salvador y Señor. Tiene también en mente nuestra obediencia y servicio a Dios.

Para cumplir con los propósitos del Padre celestial, necesitamos “[entrenarnos] con disciplina” (1 Co 9.25 NTV). Aunque deseamos obedecer al Señor, tendemos a pecar. Por tanto, necesitamos controlar nuestros pensamientos, impulsos y acciones pecaminosas, haciendo que nuestro cuerpo sea nuestro siervo, en vez de dejar que los deseos carnales nos gobiernen (1 Co 9.27).

El apóstol Pablo dice que vivamos con un objetivo en mente, en vez de flotar sin rumbo en la vida (1 Co 9.26). Dios ha preparado buenas obras para que las realicemos a lo largo de nuestra vida (Ef 2.10). Cuando vivimos en obediencia al Señor, Él guía nuestro camino y nos fortalece por medio del Espíritu Santo para hacer su voluntad.

Luego, debemos esforzarnos en dirección a la meta de Dios para nosotros. Desear y esperar sentados no sirve de nada si no hay acción.

El esfuerzo que no está dirigido a la meta correcta es como “golpear el aire” (1 Co 9.26). Podemos trabajar con dedicación para lograr nuestros fines, pero si no son los objetivos de Dios, es un esfuerzo perdido.

Pablo nos dice que corramos para ganar (1 Co. 9.24), pero ¿cuál es el premio? Al cumplir el propósito de Dios, Él realiza su obra santificadora y su voluntad en y por medio de nosotros. Entonces, algún día, cuando terminemos nuestro camino y estemos delante de Cristo, recibiremos recompensas eternas.

miércoles, 19 de febrero de 2025

La verdad acerca de la Trinidad

La verdad acerca de la Trinidad
Juan 14.16-20

¿El Espíritu Santo le parece un misterio? Aunque la Biblia habla a menudo de Dios el Padre y de Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo no se menciona tanto. Sin embargo, su persona y su trabajo son tan importantes como los de los otros miembros de la Trinidad.

La Deidad está compuesta por tres Personas distintas, cada una Dios por completo con los mismos atributos divinos, pero con roles diferentes. Cada uno tiene un papel crucial en la salvación de un alma.

•La santidad y la justicia del Padre celestial exigen que se pague el castigo por el pecado.
•El Hijo se convirtió en el sacrificio sin pecado que satisfizo las justas demandas del Padre.
•El Espíritu Santo convence y regenera al pecador para creer e invocar al Señor para salvación.

Poco antes de que Cristo terminara su misión en la Tierra, prometió enviar a los discípulos otro Ayudador: el Espíritu Santo. Dios el Espíritu es tan importante para nosotros, que Jesucristo dijo: “...es mejor para ustedes que me vaya...conviene que yo me vaya... Si me voy, entonces se lo enviaré a ustedes;” (Jn 16.7 DHH).

Es el Espíritu quien nos interpreta la Palabra de Dios y quien nos ayuda a recordarla y ponerla en práctica (Juan 14.26; Juan 16.13). Es, también, nuestro alentador que nos capacita para obedecer a Dios.

El Espíritu Santo no nos atrae hacia Él, sino que busca glorificar siempre a Cristo (Juan 16.14).

Quizás, por eso, parece más difícil de entender quién es. Pero si prestamos atención, veremos cómo nos moldea con esmero, como hace el alfarero con la arcilla, guiándonos, retándonos y transformándonos.

martes, 18 de febrero de 2025

La importancia de la motivación

La importancia de la motivación
1 Samuel 17.20-30

Nuestro mundo está orientado hacia la acción. Por lo general, cuando vemos un problema, le buscamos una solución.

Pero, antes de entrar en acción, sería prudente considerar nuestra motivación. No todas las buenas acciones son motivadas por un buen propósito.

Cuando David llegó a la batalla de Israel contra los filisteos, vio a Goliat por primera vez, y escuchó los insultos de los filisteos y la burla de los israelitas. Entonces, alguien le habló de las recompensas que el rey Saúl había prometido al hombre que matara a Goliat: grandes riquezas, la hija del rey por esposa, y el no tener que pagar ningún impuesto.

Tales recompensas fueron grandes motivaciones que despertaron el interés de David. Sin embargo, lo que en última instancia lo impulsó al campo de batalla fue el deseo de defender el nombre de Dios: “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 S 17.26).

Como cristianos maduros, debemos considerar nuestra motivación para desear la victoria en cualquier batalla. Con frecuencia buscamos un fin egoísta, como liberarnos de nuestras incomodidades y volver a una forma de vida más fácil.

Pero Dios está más interesado en hacernos semejantes a Cristo, que en mantenernos cómodos.

Piense en el último conflicto que enfrentó, o tal vez por el que está pasando. ¿Son la honra de Dios y su crecimiento espiritual el centro de sus deseos? Si no es así, entonces está en contra de lo que Él intenta hacer en su vida. Pero si la voluntad del Señor es más importante para usted que sus propios planes, puede estar seguro de que Dios usará la batalla para el bien suyo y la gloria de Él.

lunes, 17 de febrero de 2025

Predica: Historias cruzadas

Predica: Historias cruzadas

Cómo vencer a los gigantes

Cómo vencer a los gigantes
1 Samuel 17.31-52

La muy conocida historia de David y Goliat enseña a los creyentes que los obstáculos en nuestra vida no son más grandes que nuestro Dios.

Nuestro Goliat puede ser una situación angustiosa, pero debemos entender que el Señor es soberano sobre todo en el cielo y en la Tierra, y que tiene el poder para darnos la victoria.

David tenía una confianza imperturbable porque sus experiencias habían demostrado que Dios era fiel. El joven pastor de ovejas recordó cómo el Señor le dio la victoria en dos ocasiones distintas, cuando un león y un oso amenazaron su rebaño (1 S 17.37).

Nuestra fe se fortalece de manera semejante cuando recordamos la ayuda de Dios en nuestra vida, y al leer acerca de su fidelidad en la Biblia.

Por eso es útil llevar un registro de la fidelidad de Dios. Para que cuando enfrentemos alguna prueba, podamos leer lo que hemos escrito, y así fortalecernos, con la seguridad de que Dios ha demostrado ser digno de confianza en el pasado.

Confiar en el Señor nos da la valentía para enfrentar nuestros gigantes. Armados así, podemos responder a los desafíos basándonos en tres verdades importantes:
•Quién es Cristo en nosotros —nuestro Salvador y Proveedor.

•Quiénes somos nosotros en Cristo —hijos adoptivos de Dios, seguros por la eternidad, y con la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

•Lo que tenemos en Cristo: la promesa de acceso directo al Todopoderoso.

En vez de fijar nuestra atención en el obstáculo, comencemos a enfocarnos en la grandeza de nuestro Dios. Si confiamos en Él y le obedecemos, su Espíritu nos equipará para enfrentar el problema, y nuestra fe lo glorificará.

jueves, 13 de febrero de 2025

Cristo es el modelo

Cristo es el modelo
Mateo 11.28-30

Si Cristo no hubiera llevado nuestra carga, todos estaríamos perdidos y en camino a la separación eterna de Dios. El Señor llevó nuestros pecados en la cruz para que vivamos haciendo el bien (1 P 2.24). Él dice a los cansados y oprimidos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11.28).

Gracias a que nuestra salvación es resultado de que Cristo haya llevado nuestro pecado, Él es nuestro modelo perfecto.

Dios nos predestinó para ser conformados a la imagen de Cristo (Ro 8.29). Por eso sufrir al lado de quienes atraviesan pruebas es parte de ser un hijo de Dios. El sello distintivo de un cristiano es el amor, y esto deber ser evidente en nuestra manera de tratar a los demás.

Pero llevar las cargas de otras personas es difícil, en particular cuando tenemos nuestras propias luchas y preocupaciones.

Sin embargo, no debemos esperar hasta que todos nuestros problemas estén resueltos para decidir imitar las acciones de Jesucristo. El apóstol Pablo, que enfrentó muchos obstáculos, continuó sirviendo a otros. Él dijo: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19).

Eso significa que podemos solidarizarnos con otra persona en medio de las cargas, aun cuando tengamos la nuestra. La gracia de Dios es más que suficiente para ambos.

Dios nunca está demasiado ocupado para hacerse cargo de nuestras preocupaciones.

Hay personas, hoy en día, que sufren en todo el mundo. El Señor sabe de qué manera usted puede servir a alguien que necesite afecto. Pídale que le use como un bálsamo sanador para traer libertad a otra persona.

martes, 11 de febrero de 2025

Herederos con Cristo

Herederos con Cristo
Romanos 8.12-18

¿Con qué frecuencia se considera heredero de Dios? Por lo general, no es lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en las bendiciones que recibimos cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador. Quizás esto se deba a que no sabemos en realidad qué significa ser heredero de Dios. Tampoco tenemos claro lo que nos espera en la eternidad, o cuándo ocurrirá.

Ser heredero se asocia, por lo general, con lazos familiares, y lo mismo se aplica a nuestra relación con Dios. Cuando nacimos de nuevo por su Espíritu, nos convertimos en sus hijos adoptivos, y, como tales, somos herederos junto con Cristo. En Colosenses 1.15, el Señor es llamado “el primogénito de toda creación”. En el mundo antiguo, el hijo primogénito tenía una posición de prominencia en la familia, y era el heredero principal de todo lo que poseía su padre. De la misma manera, Jesucristo tiene la posición de primogénito y es el heredero de toda la creación.

Lo extraordinario es que Él ha prometido compartir su herencia con nosotros. Cuando regrese en gloria para ocupar el lugar que le corresponde como Rey de reyes en la Tierra, gobernaremos con Él, bajo su autoridad (Ap 2. 26-27). La vida cristiana está llena de favor inmerecido. La gracia de Dios que experimentamos ahora es solo la punta del iceberg.

Entender todo lo que Cristo ha hecho y hará por sus hijos, debe inspirarnos a vivir para Él.

El Espíritu Santo que mora en nosotros, nos faculta para hacer morir nuestros deseos carnales y seguir a Dios en obediencia, incluso cuando eso tenga un alto precio. Cualquier cosa que suframos aquí por amor a Cristo, es insignificante comparado con la gloria que nos espera.

lunes, 10 de febrero de 2025

Nuestra herencia

Nuestra herencia
Efesios 1.3-14

¿Alguna vez ha sentido que la vida cristiana no es más que sacrificio? Después de todo, Cristo dijo que los que lo siguen deben negarse a sí mismos, tomar su cruz cada día y seguirlo (Lc 9.23). Si consideramos la salvación solo desde una perspectiva terrenal, puede parecer costosa, pero el pasaje de hoy nos abre los ojos a las vastas riquezas de gracia que Dios nos ha prodigado en Cristo.

De principio a fin, nuestra salvación incluye una abundancia inimaginable.

La bendición más grande se encuentra en el versículo 11: “Hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad” (LBLA). En el momento que ponemos nuestra fe en Cristo, recibimos todos los beneficios mencionados en el pasaje de hoy.

Consideremos uno de los aspectos de nuestra herencia maravillosa en Cristo: nuestra forma física. Filipenses 3.21 dice que cuando Cristo regrese, “transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de su gloria”. En este momento padecemos en cuerpos debilitados y corrompidos por el pecado, pero serán cambiados en un abrir y cerrar de ojos cuando Dios venga por nosotros.

El apóstol Juan lo describe de esta manera: “Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él” (1 Jn 3.2). El plan de Dios de glorificar a su Hijo en nosotros se hará realidad cuando seamos transformados a imagen de Cristo. Entonces, ¿cuál será nuestra herencia venidera? Juan lo resume en el siguiente versículo: “Todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro”.

sábado, 8 de febrero de 2025

El fruto espiritual de la paciencia

El fruto espiritual de la paciencia
Romanos 5.1-4

La lista conocida como “el fruto del Espíritu” incluye la “paciencia” (Gálatas 5.22-23), pero eso no significa que el Espíritu Santo la imponga en la vida del creyente. Por el contrario, Él actúa como nuestro maestro confiable, y el que hace posible que crezcamos. El fruto espiritual es algo que madura con el tiempo a medida que obedecemos al Padre celestial y nos rendimos a su voluntad.

La paciencia para con Dios y para con nuestro prójimo es consecuencia de una fe firme. El Espíritu Santo nos impulsa a prestar atención a la obra del Señor a lo largo de nuestra vida. Nuestra confianza en Él se nutre por la oración contestada, por las ricas bendiciones que surgen de las circunstancias difíciles, y por cada migaja de bien que Dios saca de una situación negativa. A medida que crece nuestra confianza en su bondad y en su soberanía, nos hallamos más dispuestos a esperar las soluciones y las respuestas de Dios.

De hecho, creo que reconocer la soberanía de Dios es clave para desarrollar paciencia. Una parte importante de rendirse a su control absoluto es esperar que Él haga su voluntad. Es sabio comprender que nuestra vida se desarrolla de acuerdo con su plan maestro; la impaciencia no hace que Él se mueva más rápido. Dios espera que sus hijos sigamos su plan y seamos pacientes, sin importar el ritmo que Él fije.

La paciencia no es algo natural. Es por eso que tenemos al Espíritu Santo.

Él fortalece nuestra determinación a ser pacientes sin quejarnos cuando el avance parezca lento. Después de todo, Dios es lento solo desde el punto de vista humano; desde la perspectiva divina, Él trabaja siempre a la velocidad perfecta.

jueves, 6 de febrero de 2025

El desarrollo de la paciencia

El desarrollo de la paciencia
Santiago 1.1-4

Cuando las personas me dicen que están orando por paciencia, muchas veces les pregunto qué más están haciendo para tener un corazón tranquilo y apacible. La paciencia no es algo que los creyentes reciban, es un atributo que desarrollan con el tiempo y la experiencia.

Pensemos en la paciencia como un músculo que tenemos que utilizar para verlo desarrollado. Para ello, los creyentes debemos reconocer la dificultad como una oportunidad para fortalecer la paciencia. El instinto humano es clamar a Dios cuando la tribulación toca nuestra puerta. Le echamos la culpa a otros. Nos resistimos. Nos quejamos, pero no decimos: “¡Gracias, Señor.
Es hora de aprender a ser más paciente!”. Las personas no estamos acostumbradas a pensar de esa manera, pero según la Biblia, así es cómo debemos hacerlo.

El libro de Santiago nos dice que consideremos las pruebas como un motivo de gozo (Santiago 1.2). Desde el punto de vista humano, alabar al Señor por las tribulaciones es anormal.

Sin embargo, hacerlo comienza a tener sentido para los creyentes cuando nos aferramos a la promesa de Dios de que todas las cosas son para nuestro bien (vea Romanos 8.28). No estamos esperando en el Señor en vano. Podemos alabarle por la solución que dará, por las vidas que cambiará, o por el fruto espiritual que desarrollará en nuestra vida.

Aceptar las adversidades como un medio de crecimiento es un concepto radical en este mundo; y más aún lo es el creyente que alaba al Señor por la tormenta.

Pero los seguidores del Señor tenemos motivos para regocijarnos. La tribulación aumenta nuestra paciencia, para que podamos mantenernos firmes en las promesas de Dios y esperar su momento perfecto.

miércoles, 5 de febrero de 2025

El alto costo de la transigencia

El alto costo de la transigencia
1 Juan 2.15-29

En el mundo de la política, las concesiones es lo que se busca. Hay que renunciar a una cosa para conseguir algo que se desee. Sin embargo, algunos compromisos son buenos, como renunciar a nuestro deseo de mirar televisión cuando nuestros hijos nos piden que juguemos con ellos. No obstante, cada vez que comprometamos nuestras convicciones en cuanto a moralidad, integridad, obediencia a Dios o la verdad de las Sagradas Escrituras, pagaremos un alto precio.

Dentro de cada uno de nosotros se libra una batalla. Como creyentes, tenemos al Espíritu Santo que mora en nosotros, que nos convence de pecado, nos impulsa a la obediencia y nos enseña la verdad. Pero también hay una parte carnal que anhela los placeres egoístas, y concede valor a las prioridades de este mundo caído. Por mucho que lo intentemos, no podemos cruzar la barrera que hay entre la carne y el Espíritu.

Santiago 4.4 dice que la amistad del mundo es enemistad contra Dios.

Debemos tomar una decisión, no solo una vez, sino a diario —e incluso cada hora.

Comprometer las convicciones cediendo a los deseos carnales, conduce a la corrupción interna (Efesios 4.21-24).

Es posible que no lo notemos al principio, pero salirnos de los límites de la obediencia afecta nuestra mente y decisiones. Cada transigencia hace que la siguiente sea más fácil.

Satanás comienza obteniendo un punto de apoyo y luego otro, hasta que construye una fortaleza. El resultado final es la ruina, pues Dios nos permite cosechar lo que sembramos.

En vez de nadar entre dos aguas, tomemos la decisión de seguir al Señor de todo corazón y de cosechar los beneficios de una vida dedicada a Cristo.

martes, 4 de febrero de 2025

La fuente de nuestra fortaleza

La fuente de nuestra fortaleza
2 Corintios 12.7-10

Nadie se jacta de sus debilidades. En un mundo donde la independencia, la aptitud física y la autosuficiencia son valoradas, nos esforzamos por ocultar cualquier limitación.

Queremos parecer competentes y capaces de manejar todo lo que se nos presente.
Pero el Señor no valora mucho la autosuficiencia.

La salvación misma requiere que nos humillemos, reconozcamos que somos pecadores y vengamos con las manos vacías a Jesucristo, confiando en Él para salvación. Incluso en la iglesia, estamos llamados a dar a conocer nuestras luchas, confesarnos nuestros pecados y orar unos por otros.

La debilidad es nuestra amiga, no una enemiga. El orgullo humano es una fuerza poderosa que debe ser desarraigada. Y la debilidad es, con frecuencia, la herramienta que Dios usa para eso. En la vida de Pablo, era un “aguijón en la carne”; en el nuestro, puede ser una enfermedad, el envejecimiento, una necesidad económica o cualquier otra cosa que nos ponga de rodillas.

¡Pero qué buena situación es postrarse ante Dios para pedir su ayuda!

Todo el mundo tiene cierta cantidad de fortaleza, pero la capacidad humana puede llevar a una persona solo hasta cierto punto.

Algunas situaciones consumen cada gota de energía que tengamos, y exigen todavía más.

Cuando no podamos dar un paso más, Cristo no nos abandonará.

Nuestra debilidad le permite a Dios demostrar su poder en nosotros.

Solo así encontramos la fuerza, la valentía y la paz que necesitamos para seguir viviendo para su gloria. Él nos capacitará no solo para soportar la prueba, sino también para atravesarla con un gozo inexplicable.

Para triunfar en los altibajos de la vida

Para triunfar en los altibajos de la vida
Filipenses 4.10-13

El contentamiento es algo que todos deseamos, pero rara vez lo tenemos. Si nos llega, por lo general parece de corta duración. Y a menudo pensamos que la satisfacción es posible solo si todas nuestras circunstancias son cómodas y no hay conflictos o malentendidos.

El apóstol Pablo demuestra que las condiciones perfectas no son fuente de contentamiento. Escribió su carta a los filipenses mientras estaba en una prisión romana. El contentamiento fue algo que tuvo que aprender a través de dificultades y sufrimiento. Pablo confiaba en verdades espirituales que le permitían enfrentar sus dificultades sin quejas, ansiedad o temor.

En cada prueba, tenemos la opción de analizar la situación desde nuestro punto de vista o el de Dios. Dependiendo de nuestro enfoque, actuaremos de manera emocional o según la Palabra de Dios y sus promesas. La turbulencia interna y la agitación externa se producen cuando nos enfocamos en sentimientos y no en principios espirituales.

Pero cuando tenemos por costumbre ver cada asunto desde la perspectiva de Dios, entonces la irritación, la ira y la culpa serán sustituidas por serenidad interna y confianza.

¿Es posible enfrentar pruebas y sentir la paz de Dios? Según Pablo, la respuesta es sí. Podemos tener contentamiento en todas las circunstancias gracias a la fortaleza que Cristo nos da (Filipenses 4.13). Esta no es una reacción natural sino sobrenatural, que solo Dios puede producir en la vida de sus hijos. Si permitimos que las verdades divinas interpreten nuestras pruebas, y confiamos en la capacitación del Espíritu Santo para tener fe, nuestro corazón encontrará descanso sin importar lo que suceda a nuestro alrededor.

Consuelo en Jesucristo

Consuelo en Jesucristo
Hebreos 4. 14-16

¿Qué le consuela cuando sufre o pasa por momentos angustiosos? Aunque amigos bien intencionados pueden asegurarle que todo saldrá bien, la persona que consuela de verdad es la que pone su brazo alrededor de nuestro hombro, y nos dice: “Entiendo el dolor que estás sintiendo, y sé que duele”.

Jesucristo es esa clase de consolador para nosotros. Vino al mundo como ser humano, experimentó dolor y sufrimiento, y enfrentó tentación sin ceder al pecado. Él está a nuestro lado para ser…

Nuestro amigo. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15.13). Cristo no es un compañero solo de palabra; Él demostró que es el mejor amigo que puede existir, pues fue a la cruz para salvarnos de nuestros pecados. Se sacrificó por nosotros, para que podamos estar junto a Él para siempre.

Nuestro sumo sacerdote. Se convirtió en el Mediador entre el Dios santo y la humanidad pecadora, ofreciendo su propia sangre como un sacrificio para reconciliarnos con el Padre. Ahora tenemos acceso inmediato a Dios en tiempos de necesidad.

Nuestro intercesor. El Señor está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros. No siempre oramos de la manera correcta, pero ¡qué gran consuelo es saber que Uno que es perfecto habla al Padre a favor nuestro!

¿En quién se apoya usted en los tiempos de dificultad? Aunque muchas personas pueden decepcionarnos ofreciendo soluciones rápidas y fáciles para aliviar nuestro sufrimiento, Jesucristo entiende nuestro dolor y nos ofrece una compasión sin límites cuando venimos a Él.

jueves, 30 de enero de 2025

Los momentos que nos sostienen

Los momentos que nos sostienen
Salmo 145

Todos los creyente experimentamos momentos de dificultad o incomodidad. La pregunta es: ¿Cómo manejarlos? El rey David descubrió que permanecer fuerte y fructífero durante las circunstancias difíciles, comienza con alabar al Señor. Una vez que su enfoque cambió, estuvo listo para meditar en cuanto a la majestad y los hechos maravillosos de Dios (Salmo 145.5).

La meditación implica la lectura de la Biblia, pero va mucho más allá de leer una porción. Debemos orar deteniéndonos en los versículos, pidiéndole a Dios que nos muestre por medio de su Espíritu lo que significa el pasaje, lo que dice acerca de Él, y cómo podemos aplicar sus palabras a nuestra vida.

¿Qué nos impide meditar en el Señor y su Palabra? Vivimos en un mundo tan atareado que muchas veces nos resulta difícil hacer una pausa, poner en orden nuestros pensamientos y sentarnos con la Palabra de Dios. Cuando tratamos de concentrarnos, comenzamos a pensar en todo lo que tenemos que hacer. Estar con el Señor puede no parecer tan urgente como nuestras otras tareas, pero es mucho más importante.

Meditar en las Sagradas Escrituras intensifica nuestra sed de Dios, amplía nuestra visión de Él, nos enseña a pensar bíblicamente y aumenta nuestro discernimiento.

Las revelaciones que recibimos de su Palabra nos alientan, nos recuerdan la presencia constante de Dios y nos fortalecen.

Los beneficios espirituales de pasar tiempo con el Señor merecen cualquier sacrificio. Por medio de la meditación, nuestro corazón asimila las verdades que conocemos de manera intelectual, para poder impactar nuestra vida cotidiana.

miércoles, 29 de enero de 2025

La verdad sobre la salvación

La verdad sobre la salvación
1 Juan 5.11-13

Satanás quiere confundir al creyente y al incrédulo en cuanto a la salvación por diferentes razones.

Cuando se trata de los no creyentes, el propósito del diablo es hacerles creer que se salvan haciendo buenas obras; en otras palabras, siendo una “buena” persona. Su propósito es mantener perdidos a hombres y mujeres. Esta es una estrategia muy efectiva, incluso entre muchos que asisten a la iglesia con regularidad. Al dar por sentado que sus buenas obras compensarán sus malas acciones, consideran que les espera el cielo cuando, en realidad, están en camino a un horroroso e irreversible fracaso (Mateo 7.21-23).

Satanás tiene un propósito diferente para crear confusión entre los seguidores del Señor.

Aunque Cristo enseñó que la salvación nunca puede perderse (Juan 10.28-29), el enemigo siembra semillas de duda para mantener inseguros a los creyentes, preguntándose qué hará después el Señor, temiendo su juicio y trabajando cada vez más para ganar su aceptación.

Muchos cristianos se han consumido en este intento equivocado de agradar al Señor. Además de eso, han permitido que Satanás los esclavice con temor y anule su efectividad para el reino de Dios.

La solución es conocer la Biblia y confiar en lo que enseña. Las Sagradas Escrituras son claras en que somos salvos por fe, no por obras (Efesios 2.8-9), y esa salvación es permanente (Romanos 8.38-39). Dios quiere que sus hijos se sientan seguros de estas verdades, confiados y productivos espiritualmente. Su deseo es que nuestra relación con Él sea tanto emocionante como gozosa, para que reflejemos a Cristo a quienes nos rodean.

martes, 28 de enero de 2025

Las recompensas de seguir a Cristo

Las recompensas de seguir a Cristo
Mateo 19.16-29

Ninguna persona en su sano juicio seguiría a alguien que se dirigiera a un abismo, ya que esto va en contra del instinto natural de preservación. Y si elegimos el camino del sacrificio, por lo general buscamos un bien superior. Podría ser algún beneficio que esperamos disfrutar al final, un ideal que creemos que es más importante que nuestra propia vida, o una manera de ayudar a otras personas.

Cuando un joven rico fue desafiado a renunciar a lo que más valoraba y seguir al Señor, quedó devastado porque el precio era demasiado alto. Desde su perspectiva, tal acción era el equivalente a seguir a Cristo a un abismo. No tenía ojos para ver lo que Cristo le prometía a cambio: un tesoro en el cielo. No estaba dispuesto a sacrificar su seguridad, comodidad y posiciones terrenales para recibir beneficios eternos.

Por el contrario, los discípulos habían dejado todo —familias, trabajos, seguridad económica y estatus social— para seguir a Cristo, porque consideraban que su Mesías era más valioso.

Mientras veían al joven rico alejarse, el Señor les aseguró que el sacrificio de ellos por la verdad no sería ignorado. Un día se sentarían en doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel en el glorioso reino de Cristo.

Servimos a un Salvador misericordioso, que no solo salva a pecadores indignos como nosotros, sino que también promete recompensas a sus seguidores. Algunos de estos beneficios están disponibles por medio de la paz y la alegría de Cristo que llenan nuestro corazón, y de la dulce comunión de nuestra familia de la fe. Pero en la eternidad, Él nos dará mucho más de lo que hemos sacrificado por Él.