sábado, 24 de febrero de 2024

Cómo no ser un hijo pródigo

 


Cómo no ser un hijo pródigo

Lucas 15.11-19

La partida del hijo pródigo de su casa comenzó con un deseo. Tal vez quería dejar atrás algunas de las restricciones que acompañan el vivir bajo el techo de los padres. O quizás quería más dinero para ir con sus amigos tras los placeres de la vida. En cualquier caso, su deseo dio a luz el razonamiento engañoso que dice: “Lo que quiero no le hace daño a nadie. Me lo merezco”. Esta manera de pensar lo llevó a una decisión —pedir prematuramente su herencia—, y a abandonar, tanto su hogar, como a todo lo que le habían enseñado.

Un cristiano que se ha alejado de Dios sigue una senda semejante a la del hijo pródigo. Todo comienza en nuestra mente con un anhelo de algo distinto a lo que tenemos. Cuanto más tiempo dejamos que se mantenga la idea, más fuerte nuestro deseo de tenerlo. Cuando nos aferramos a un anhelo que está fuera de la voluntad de Dios, nos engañamos, y encontramos la manera de justificar lo que queremos. Basaremos la decisión en nuestro razonamiento pecaminoso, y nos alejaremos del Señor para satisfacer nuestros sueños egoístas. Como el hijo pródigo, podremos disfrutar de los placeres del mundo por un tiempo, pero al final nos encontraremos sin lo que realmente necesitamos: amor incondicional, seguridad y propósito en la vida.

Tenemos un enemigo que trata de desviar nuestra atención de la voluntad del Señor, un mundo que pone a los deseos por encima de Dios, y unas inclinaciones “carnales” que prefieren el placer a la obediencia. Para evitar engañarse, haga de la Biblia el fundamento de su vida, y ajuste su mente y decisiones como debe ser (Ro 12.2).

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