El trono de la gracia
Hebreos 4.14-16
Dios Todopoderoso es recto y justo. Romanos 3.23 nos dice que todos hemos pecado, y que no somos aptos para estar en su presencia. Como resultado de su ira contra el pecado, estábamos condenados a la separación eterna de Él.
Pero, afortunadamente, la historia no terminó ahí. Por su amor y su misericordia, Dios envió a su Hijo a morar entre nosotros. El Señor Jesús experimentó los sufrimientos y las tentaciones comunes a todas las personas, pero nunca pecó. El Salvador decidió sufrir una muerte horrible en nuestro lugar, pagando el castigo por nuestros pecados.
No hay amor más grande, dice la Biblia, que el del hombre que da su vida por un amigo (Jn 15.13). Pero Jesús fue aun más lejos, al morir por nosotros cuando todavía éramos sus enemigos (Ro 5.10). Realmente, Él se habría sacrificado por usted, aunque hubiese sido la única persona que existiera.
Cristo promete perdón y vida eterna a todo pecador que cree en Él y le sigue. Cuando ponemos nuestra fe en Cristo, somos adoptados como hijos de Dios y recibimos su Espíritu que viene a morar en nosotros, y quien nos bendice abundantemente con gozo, paz y dirección. Somos bienvenidos siempre al trono de la gracia, y tenemos acceso a Él en cualquier momento. Él promete escuchar y responder cuando le buscamos con un corazón arrepentido.
No merecemos la invitación del Señor para que nos relacionemos con Él. Sin embargo, por su gracia, Él es amoroso y compasivo con nosotros. ¡Qué privilegio tan grande es poder acercarnos al trono del Rey, y saber que Él nos escucha, comprende y ama! Descanse en el amor de Dios y disfrute de una dulce comunión con Él.
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