jueves, 30 de enero de 2025

Los momentos que nos sostienen

Los momentos que nos sostienen
Salmo 145

Todos los creyente experimentamos momentos de dificultad o incomodidad. La pregunta es: ¿Cómo manejarlos? El rey David descubrió que permanecer fuerte y fructífero durante las circunstancias difíciles, comienza con alabar al Señor. Una vez que su enfoque cambió, estuvo listo para meditar en cuanto a la majestad y los hechos maravillosos de Dios (Salmo 145.5).

La meditación implica la lectura de la Biblia, pero va mucho más allá de leer una porción. Debemos orar deteniéndonos en los versículos, pidiéndole a Dios que nos muestre por medio de su Espíritu lo que significa el pasaje, lo que dice acerca de Él, y cómo podemos aplicar sus palabras a nuestra vida.

¿Qué nos impide meditar en el Señor y su Palabra? Vivimos en un mundo tan atareado que muchas veces nos resulta difícil hacer una pausa, poner en orden nuestros pensamientos y sentarnos con la Palabra de Dios. Cuando tratamos de concentrarnos, comenzamos a pensar en todo lo que tenemos que hacer. Estar con el Señor puede no parecer tan urgente como nuestras otras tareas, pero es mucho más importante.

Meditar en las Sagradas Escrituras intensifica nuestra sed de Dios, amplía nuestra visión de Él, nos enseña a pensar bíblicamente y aumenta nuestro discernimiento.

Las revelaciones que recibimos de su Palabra nos alientan, nos recuerdan la presencia constante de Dios y nos fortalecen.

Los beneficios espirituales de pasar tiempo con el Señor merecen cualquier sacrificio. Por medio de la meditación, nuestro corazón asimila las verdades que conocemos de manera intelectual, para poder impactar nuestra vida cotidiana.

miércoles, 29 de enero de 2025

La verdad sobre la salvación

La verdad sobre la salvación
1 Juan 5.11-13

Satanás quiere confundir al creyente y al incrédulo en cuanto a la salvación por diferentes razones.

Cuando se trata de los no creyentes, el propósito del diablo es hacerles creer que se salvan haciendo buenas obras; en otras palabras, siendo una “buena” persona. Su propósito es mantener perdidos a hombres y mujeres. Esta es una estrategia muy efectiva, incluso entre muchos que asisten a la iglesia con regularidad. Al dar por sentado que sus buenas obras compensarán sus malas acciones, consideran que les espera el cielo cuando, en realidad, están en camino a un horroroso e irreversible fracaso (Mateo 7.21-23).

Satanás tiene un propósito diferente para crear confusión entre los seguidores del Señor.

Aunque Cristo enseñó que la salvación nunca puede perderse (Juan 10.28-29), el enemigo siembra semillas de duda para mantener inseguros a los creyentes, preguntándose qué hará después el Señor, temiendo su juicio y trabajando cada vez más para ganar su aceptación.

Muchos cristianos se han consumido en este intento equivocado de agradar al Señor. Además de eso, han permitido que Satanás los esclavice con temor y anule su efectividad para el reino de Dios.

La solución es conocer la Biblia y confiar en lo que enseña. Las Sagradas Escrituras son claras en que somos salvos por fe, no por obras (Efesios 2.8-9), y esa salvación es permanente (Romanos 8.38-39). Dios quiere que sus hijos se sientan seguros de estas verdades, confiados y productivos espiritualmente. Su deseo es que nuestra relación con Él sea tanto emocionante como gozosa, para que reflejemos a Cristo a quienes nos rodean.

martes, 28 de enero de 2025

Las recompensas de seguir a Cristo

Las recompensas de seguir a Cristo
Mateo 19.16-29

Ninguna persona en su sano juicio seguiría a alguien que se dirigiera a un abismo, ya que esto va en contra del instinto natural de preservación. Y si elegimos el camino del sacrificio, por lo general buscamos un bien superior. Podría ser algún beneficio que esperamos disfrutar al final, un ideal que creemos que es más importante que nuestra propia vida, o una manera de ayudar a otras personas.

Cuando un joven rico fue desafiado a renunciar a lo que más valoraba y seguir al Señor, quedó devastado porque el precio era demasiado alto. Desde su perspectiva, tal acción era el equivalente a seguir a Cristo a un abismo. No tenía ojos para ver lo que Cristo le prometía a cambio: un tesoro en el cielo. No estaba dispuesto a sacrificar su seguridad, comodidad y posiciones terrenales para recibir beneficios eternos.

Por el contrario, los discípulos habían dejado todo —familias, trabajos, seguridad económica y estatus social— para seguir a Cristo, porque consideraban que su Mesías era más valioso.

Mientras veían al joven rico alejarse, el Señor les aseguró que el sacrificio de ellos por la verdad no sería ignorado. Un día se sentarían en doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel en el glorioso reino de Cristo.

Servimos a un Salvador misericordioso, que no solo salva a pecadores indignos como nosotros, sino que también promete recompensas a sus seguidores. Algunos de estos beneficios están disponibles por medio de la paz y la alegría de Cristo que llenan nuestro corazón, y de la dulce comunión de nuestra familia de la fe. Pero en la eternidad, Él nos dará mucho más de lo que hemos sacrificado por Él.

lunes, 27 de enero de 2025

El costo de seguir a Cristo

El costo de seguir a Cristo
Mateo 16.21-26

¿Alguna vez ha intentado seguir a dos personas al mismo tiempo? Esto funciona solo cuando van en la misma dirección.

Pero, ¿qué sucede si los caminos de esas personas se bifurcan? Por ejemplo, imagínese caminando por un sendero con unos amigos, y llega a una encrucijada. Si una persona quiere ir a la derecha y otra piensa que debe girar a la izquierda, usted debe elegir a cuál seguir.

Este principio también es cierto para los cristianos, pero ahora nuestra decisión es si seguir a Cristo o no. La mayoría de nosotros seguiremos con gozo al Señor mientras Él vaya adonde queramos ir. Pero, ¿qué sucede si Él nos guía por un camino de sacrificio, abnegación, sufrimiento o incluso de muerte? ¿Confiaremos en Él y seguiremos adelante por ese camino?

Este fue el dilema que enfrentaron los discípulos. Cuando comenzaron a seguirlo, esperaban que Cristo estableciera su reino mesiánico, los liberara de la dominación romana, y les diera lugares de honor y autoridad. Pensando que pronto serían exaltados en el reino, estuvieron dispuestos a sufrir las privaciones temporales de hogar, seguridad y comodidad.

Pero entonces el Señor les dijo que su camino los llevaría al sufrimiento y a la muerte, y que, si querían seguirlo, debían negarse a sí mismos y tomar su cruz.

Muchos cristianos hoy tienen las mismas expectativas que tenían los discípulos, tal vez no por un reino, pero sí por una vida feliz y próspera.

Sin embargo, esto es como invitar a Cristo a seguirnos. La abnegación significa renunciar a nuestro derecho a liderar para rendirnos al señorío de Cristo sobre nuestra vida. Aunque su trayecto no es fácil, solo Él conoce el camino a la casa del Padre.

viernes, 24 de enero de 2025

Cuando nos sentimos agotados

Cuando nos sentimos agotados
Mateo 11.28-30

¿En qué piensa cuando escucha las palabras carga y agotado? Estos términos nos hacen respirar hondo, ¿cierto? En este mundo acelerado y agobiado, la mayoría de nosotros hemos sentido el cansancio de llevar demasiado peso sobre nuestros hombros, y demasiados compromisos. He aquí tres maneras de actuar frente a estos sentimientos:

Rendirnos a Cristo. El Señor dice que vengamos a Él. Hay un tranquilo descanso en el hecho de rendir nuestra carga al Señor. Sus manos son lo suficientemente grandes como para sostener todo lo que necesitamos que Él maneje. Si tratamos de controlar y administrar todo, nos agotaremos y al final comenzaremos a abandonar nuestras responsabilidades.

Depender de Cristo. El Señor nos invita a tomar su yugo y a dejarle nuestras cargas. Aunque al principio podemos entregar nuestras preocupaciones al Señor con facilidad, después de un tiempo podemos intentar tomar nuestra carga de nuevo para tratar de arreglar las cosas por nuestra cuenta. Pero al hacerlo, obstaculizamos la solución que Dios quiere brindar, y terminamos agotándonos. Solo Dios tiene el poder y la visión para llevar todos los asuntos a feliz término (Romanos 8.28).

Confiar en Cristo. El Salvador nos desafía a aprender de Él. Al llenar nuestra mente con la Palabra de Dios, aumenta nuestra confianza en Él. Su yugo se volverá fácil, y lo veremos como lo más seguro y placentero. Cuando sabemos que nunca tenemos que llevar solos las cargas, estas se vuelven más livianas.

¿Qué pudiera perder por seguir a Cristo, tomar su yugo y aprender de Él? Nada más que sus cargas de agotamiento, estrés y ansiedad.

jueves, 23 de enero de 2025

Nuestro lugar celestial: La Nueva Jerusalén

Nuestro lugar celestial: La Nueva Jerusalén
Apocalipsis 21.1-8

Cuando Cristo estuvo en la tierra, Juan escuchó de Él la promesa de preparar un lugar para sus seguidores (Juan 14.3).

Muchos años después, al apóstol le fue dada una visión de ese lugar, y vio la Nueva Jerusalén descender del cielo. El espectáculo estaba más allá de toda descripción humana, pero él hizo su mejor esfuerzo para comunicar esta visión celestial en lenguaje terrenal (Apocalipsis 21.9 al 22.5).

Juan vio el fulgor de la gloria de Dios irradiando desde la estructura de la ciudad, cuyos cimientos brillaban con los colores deslumbrantes de las piedras preciosas. Las puertas estaban hechas de perlas, y las calles de oro. Esta ciudad, de unos 2.400 kilómetros de largo, en forma de cubo, fue diseñada por el Señor como el lugar para que Él y la humanidad vivan juntos por toda la eternidad. En los versículos 3 y 4 del capítulo 22, Juan señala que “el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro”.

A pesar de que nos resulte difícil imaginar la estructura física de la Nueva Jerusalén, sabemos y nos regocijamos por el hecho de que ciertas cosas estarán ausentes de esta ciudad celestial; es decir, allí no habrá dolor, lágrimas, llanto o muerte.

El pecado y todas sus consecuencias serán extirpados. Cada frustración, molestia y problema cesará. Nadie tendrá discapacidades, y nuestros cuerpos jamás se cansarán o enfermarán.

Cuando las dificultades que usted enfrente se vuelvan agobiantes, enfóquese en su glorioso futuro celestial. La única vez que usted experimentará dolores y dificultades será en esta vida terrenal. Cuando camine por las calles de la Nueva Jerusalén con el Salvador, todos los estragos causados por el pecado habrán desaparecido, y su gozo será completo.

miércoles, 22 de enero de 2025

Un lugar llamado cielo

Un lugar llamado cielo
Juan 14.1-6

Debido a que la humanidad está atada a la Tierra hasta la muerte, son bastante comunes las ideas falsas acerca del cielo. Algunas personas lo imaginan como un mundo etéreo de espíritus amorfos que flotan, mientras que otros niegan su existencia. 

Algunas personas han regresado de experiencias cercanas a la muerte, y han descrito lo que vieron. En medio de todas las creencias confusas y contradictorias, haríamos bien en recordar que nuestra única fuente segura y correcta de información acerca del cielo es la Palabra de Dios.

El Señor Jesús tenía un conocimiento claro del cielo, porque había venido del Padre a la Tierra. Poco antes de morir, dijo a sus discípulos que iría a la casa de su Padre a prepararles un lugar, y que regresaría después para llevarlos a su nuevo hogar. Varias semanas después, los discípulos vieron al Cristo resucitado ascender al cielo (Hechos 1.9-11).

Desde ese día, los creyentes hemos estado esperando el prometido regreso del Señor. Todos recibiremos un cuerpo inmortal de resurrección semejante al de Cristo. 

Será físico, visible y reconocible para todos. Seremos capaces de comer (vea Lucas 24.41-43). El cielo es un lugar para cuerpos físicos, tangibles, un lugar para vivir, servir a Dios, adorarle y disfrutar de Él para siempre.

Saber todos los detalles de nuestro destino eterno es imposible, pero podemos estar seguros de que el Señor cumplirá su promesa de regresar por nosotros. Al entrar a esa morada hecha a nuestra medida, sabremos que hemos llegado a nuestro hogar, y que jamás podremos estar separados de nuestro Padre celestial.

martes, 21 de enero de 2025

No invalidar la gracia de Dios

No invalidar la gracia de Dios
Gálatas 3.1-5

En el versículo 3 del pasaje de hoy, el apóstol Pablo hace una pregunta perspicaz a todos los que han creído en Jesucristo para salvación. Dice: “¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?” (NVI). El sutil cambio de confiar en el Señor a confiar en la carne (o en uno mismo) puede pasar desapercibido.

Cuando recibimos la salvación por la fe en Cristo, y experimentamos por primera vez la gracia gloriosa de Dios y la libertad del pecado, sabemos que nunca podríamos haberla obtenido por nosotros mismos. Nos llenamos de gratitud y asombro por haber recibido el regalo de la salvación.

Sin embargo, a medida que crecemos en la gracia y nos sometemos a las disciplinas de la obediencia y el servicio, comenzamos a acumular un registro de buenas obras y comportamiento cristiano. Por tanto, si no somos cuidadosos, podemos comenzar a confiar en nuestra piedad y obediencia, en vez de hacerlo en la obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Hay algo dentro de nuestra humanidad caída que anhela atribuirse el mérito por el bien que hacemos. Reconocemos sin dificultad que somos salvos por gracia, pero luego asumimos que vivir de acuerdo a la Palabra depende de nosotros; que Dios hizo su parte al salvarnos, y ahora debemos hacer la nuestra.

Solo al tener una visión grande de Dios, y una visión pequeña de nosotros podemos ver que no añadimos nada a nuestra salvación.

Tampoco podemos reclamar el crédito por la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros y por medio de nosotros cuando nos santifica y madura en Cristo.

Triunfo por medio del fracaso

Triunfo por medio del fracaso
Juan 21.1-9

Todos hemos dejado huellas en el valle del fracaso. Lo que importa es cómo actuemos después. ¿Nos damos por vencidos y vivimos derrotados, o creemos que Dios puede restaurarnos?

La historia del fracaso de Pedro y su posterior restauración nos alientan de tremenda manera.

Cristo le advirtió a Pedro que tropezaría, pero también oró para que la fe del discípulo no fallara. El Señor le aseguró a Pedro antes de que sucediera que su fracaso no sería el final de la historia: se levantaría de nuevo y fortalecería a otros (Lucas 22.31-32).

El Señor sabía que antes de que Pedro pudiera ser un líder fuerte pero humilde, su orgullo y su confianza en sí mismo tenían que ser abatidos y su corazón quebrantado.

Aunque Satanás quiso zarandear al discípulo para hacerlo inútil, Cristo tomó el control para hacerlo útil.

De la misma manera, Dios puede usar nuestros fracasos para prepararnos para ser siervos más efectivos. Aunque podamos sentir que ya no está con nosotros, Cristo ha prometido que nada ni nadie puede separarnos de su amor. Él está sentado a la diestra del Padre, intercediendo siempre por nosotros (Romanos 8.34).

Cuando nos sumimos en la lástima por nuestros fracasos, y cerramos nuestro corazón para negarle el acceso al Señor, nos resistimos al quebrantamiento y a la recuperación que necesitamos. Si queremos que Dios nos use, debemos permitirle que elimine lo que nos impida ser quienes Él desea que seamos. Si acudimos al Señor con humildad, Él nos dará un nuevo comienzo y una comprensión renovada de su misericordia y propósito.

sábado, 18 de enero de 2025

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Cómo gozar del favor de Dios
Éxodo 33.12-17

¿Qué viene a su mente cuando escucha la palabra favor? Aunque usamos el término de varias maneras, tales como hacer algo para ayudar a una persona, o demostrar honra de alguna manera, el significado bíblico es mostrar amabilidad o aceptación. Como creyentes, hemos experimentado el favor de Dios como resultado de nuestra salvación. Pero el favor de Dios también obra en nosotros y nos transforma.

Moisés fue un hombre que gozó del favor o la gracia de Dios y, por tanto, su vida y sus deseos cambiaron.

Moisés quería conocer el camino de Dios para conocer a Dios (Éxodo 33.12-13). A lo largo de las Sagradas Escrituras, descubrimos cómo actúa el Señor en la vida de las personas, lo que Él desea, y cómo hace su voluntad en la historia de la humanidad. Como resultado, tenemos una comprensión más profunda de Dios, y lo amamos más.

Moisés deseaba la presencia de Dios (Éxodo 33.15). Cuando los israelitas pecaron al adorar a un becerro de oro, Dios dijo que aunque Él enviaría a su ángel delante de ellos a la tierra prometida, no iría con ellos (Éxodo 33.1-3). Pero Moisés no quería la protección y la provisión divinas sin la presencia del Señor.

Moisés quería que el favor de Dios fuera un testimonio para los demás (Éxodo 33.16). Lo que hacía a Israel una nación especial y bendecida era su Dios. Sin Él, sería como cualquier otro pueblo de la Tierra.

No solo debemos luchar contra la tendencia a menospreciar el valor del favor de Dios; también debemos evitar desear sus bendiciones más que desearlo a Él. Piense en cómo el favor de Dios ha cambiado su vida: pertenecer, conocer y amarlo es muy superior a cualquier provisión material que Él pueda darnos.

Cambio radical, no mejoramiento personal

Cambio radical, no mejoramiento personal
Romanos 6.1-14

¿Se ha sentido desalentado alguna vez por no vencer cierto pecado? Se siente mal cada vez que se da cuenta de que ha cedido.

En su desesperación, clama al Señor por perdón, y le promete que nunca volverá a hacerlo. Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, pronto se encuentra pecando de nuevo, preguntándose por qué no puede obtener la victoria en ese aspecto de su vida.

Una razón por la que a veces batallamos en nuestro caminar con Cristo es por no entender lo que ocurrió en el momento de nuestra salvación, o por desconocer los recursos que Él ha puesto a nuestra disposición.

Fuimos unidos a Él en su muerte y en su resurrección. Ya no somos las personas que solíamos ser, porque Cristo ahora vive en nosotros por medio de su Santo Espíritu.

Aunque tenemos una vida nueva en Cristo, todavía vivimos en lo que Pablo llama “el cuerpo del pecado” (Romanos 6.6). Sin embargo, ahora tenemos el poder del Señor para vencer el pecado, por lo que ya no somos esclavos del mismo. Y un día, cuando seamos libres del poder de la carne, ya sea cuando muramos o el Señor Jesús regrese, seremos libres hasta de la existencia del pecado.

Mientras tanto, Dios nos llama a saber y a creer que el poder del pecado ha sido anulado en nuestra vida. Los deseos de nuestra carne pecaminosa nunca pueden ser vencidos por el mejoramiento personal, sino por el cambio radical que produce Cristo viviendo en y a través de nosotros. En vez de enfrentar la tentación con nuestra naturaleza carnal, podemos decidir enfrentarla de acuerdo con el poder de la resurrección de Cristo, porque hemos muerto al pecado y ahora vivimos para Cristo.

Cómo cultivar un corazón para Dios

Cómo cultivar un corazón para Dios
Salmo 119.9-16

¿Cómo reacciona cuando lee que David era un hombre conforme al corazón de Dios (vea 1 Samuel 13.14)? Muchos de nosotros lo admiramos aunque decimos: Yo nunca podría ser así.

Pero el Señor no ha reservado este título para un solo hombre. Él quiere que todos lo busquemos como lo hacía David. Uno de nuestros problemas es la tendencia a enfocarnos en solo una parte de su historia. Tendemos a olvidar que el relato bíblico da un registro de toda la vida de David. Él tuvo que buscar al Señor de la misma manera que nosotros: poco a poco.

El anhelo del Padre celestial no suele aparecer de pronto, de forma madura, en nuestro corazón. Casi siempre es algo que debe ser cultivado, y el lugar más indicado para comenzar es la Biblia. Allí es donde escuchamos al Señor, hablándonos con su Palabra.

Otro elemento esencial es la oración. Cuando lea la Biblia, comience a hablar con Él. Si todo le parece aburrido y sin sentido, pídale a Dios que trabaje en su vida para hacer que las Sagradas Escrituras cobren vida para usted. A Él le encanta responder las oraciones que están de acuerdo con su voluntad.

El siguiente paso es la meditación. No le dé demasiada importancia al tiempo, para decir que ya leyó la Biblia. Haga una pausa para pensar en lo que ha leído. Hágase la pregunta: ¿Qué estoy descubriendo en cuanto a Dios?

El último paso es poner empeño. Es posible que su anhelo de Dios no se desarrolle de inmediato, pero recuerde que está buscando tener un corazón transformado que dure toda una vida, no una fugaz experiencia emocional. Continúe llenando su vida con el combustible que produce transformación: la Palabra de Dios, la oración y la meditación.


Orar de acuerdo con la voluntad de Dios

Orar de acuerdo con la voluntad de Dios
Colosenses 1.10-14

El apóstol Pablo deseaba con fervor que el cuerpo de Cristo —cada iglesia y creyente— madurara espiritualmente. Al saber que tal crecimiento impactaría al mundo, el apóstol pedía que los creyentes conocieran la voluntad de Dios para luego...

Vivir en santidad (Colosenses 1.10). Pablo oraba para que nuestras conversaciones, conducta y carácter fueran congruentes con los del Señor. Los cristianos somos los representantes de Cristo, y por eso nuestra vida debe ser una extensión de la suya, con ojos que vean con compasión a los demás, con corazones que ofrezcan perdón y amor, y con manos que estén ocupadas en servir. El carácter del creyente, aunque imperfecto, debe reflejar cada vez más la piedad del Señor.

Hacer lo bueno (Colosenses 1.10). A los ojos de Dios, no todo lo que hacemos es fructífero; muchas de nuestras actividades surgen del deseo de complacernos o de complacer a otros. Pero lo único que importa es lo que hagamos en obediencia a nuestro Padre celestial. El Señor habló de la importancia de dar mucho fruto, lo cual solo es posible cuando estamos conectados con Él (Juan 15.5).

Experimentar el poder de Dios (Colosenses 1.11). Por medio de la presencia del Espíritu Santo, tenemos todo lo que necesitamos para hacer la voluntad del Padre celestial.

Mantenernos dedicados y agradecidos (Colosenses 1.12). Dios responde en su tiempo perfecto.
Debemos permanecer firmes en la oración, y agradecidos por todo lo que Él ya ha hecho.

Ya sea que al orar usemos estos versículos en favor de nosotros o de otros, podemos saber que nuestras peticiones están en armonía con la voluntad del Señor.

1 Juan 5.14-15 nos dice que al orar de esta manera tendremos la maravillosa seguridad de que Dios responderá de manera positiva.

Una oración transformadora

Una oración transformadora
Colosenses 1.1-9

Cuando el apóstol Pablo escribió a los creyentes en Colosas, incluyó una oración transformadora que sigue impactando después de tantos siglos.

Sigue siendo una carta poderosa, porque cada petición está de acuerdo con la voluntad de Dios.

La primera petición es que los colosenses conocieran la voluntad del Señor. Para poder agradar a Dios, debemos comprender sus planes y hacerlos realidad. Esto incluye amar a Dios y a nuestro prójimo, además de sus propósitos específicos para la vida de cada creyente (Lucas 10.27; Efesios 2.10).

La segunda petición de Pablo es que les diera sabiduría y entendimiento en cuanto a ese conocimiento. Él sabía que, para aplicar lo que aprendemos, necesitamos el discernimiento y la claridad que provienen solo del Espíritu Santo (Juan 16.13). El resultado de estas dos peticiones será la capacidad de entender desde la perspectiva de Dios.

Veremos nuestras decisiones y situaciones como son en realidad, no como parecen ser.

Otro aspecto maravilloso en cuanto a estas peticiones es que podemos hacerlas a favor de quienes no confían en el Salvador. Nuestro Padre celestial ofrece la salvación a todos los que crean en Cristo. Él no quiere que ninguno perezca (2 Pedro 3.9). Si los incrédulos conocen la voluntad de Dios, pueden abrir sus mentes a su oferta de perdón y aceptar el sacrificio hecho por Jesucristo.

Nuestro Padre celestial dice que quienes oren de acuerdo con sus propósitos divinos, recibirán lo que pidan.

Por eso es importante comenzar por descubrir los planes de Dios. Trate de incluir oraciones bíblicas, como la del pasaje de hoy, en sus conversaciones con el Señor.