Algo tiene que cambiar
Leer | Efesios 4.22-32
¿Por qué es difícil seguir el camino de obediencia? Como dijimos la semana pasada, dentro de todo creyente hay dos tendencias en conflicto: El viejo yo –o “la carne”– y la santidad de la nueva naturaleza en Cristo. Las características de estas inclinaciones opuestas están retratadas en los versículos de hoy. La calidad del perdón, o la falta del mismo, determinarán en gran medida la tendencia que predomina en nuestra vida.
El resultado inevitable de la falta de perdón es la ira, la amargura y el rencor. Al negarnos a perdonar, dejamos que la vieja naturaleza domine y produzca su venenoso fruto. Todos los aspectos de nuestra vida son afectados cuando nos negamos a brindar el perdón que Cristo nos dio con tanta generosidad —en esencia, estamos tratando a quienes nos rodean como no quisiéramos jamás que el Señor nos tratara.
Aunque un agravio puede rompernos el corazón o herir nuestra autoestima, el negarnos a perdonar le impide a Dios redimir la herida. Queremos que Él trasforme a la persona que nos hizo daño y que le haga lamentar lo que hizo, pero a veces, el Señor lo que quiere es transformarnos. El perdón nos ayuda a vivir a la manera de Cristo, y nos permite ver a los demás con ojos de gracia y misericordia.
Lea de nuevo los versículos 31 y 32. ¿Cuál le describe? Como creyentes, anhelamos demostrar las cualidades de nuestra nueva naturaleza, pero el Señor puede producirlas solamente si estamos dispuestos a sustituir ofensas y resentimientos con el perdón de nuestro corazón. Algo tiene que cambiar —deje que sea usted.
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