Salmo 100.1-5
Para muchos creyentes, la mañana del domingo comienza apagando la alarma del reloj, para luego seguir durmiendo, porque la diversión de la noche del sábado parecía más emocionante que las responsabilidades de las primeras horas del domingo. Luego saltan apurados de la cama. Despiertan a sus hijos a gritos. Corren por toda la casa, sacan a las mascotas, toman dos o tres mates apurados y hacen planes para el almuerzo con algún familiar. Escoltan a los hijos (medios dormidos aún) mientras intentan responder a la pregunta: “¿Por qué siempre estamos retrasados?” Tratan de encontrar un lugar en la iglesia. Entran corriendo al santuario. Se desploman en un banco. Empiezan a cantar las alabanzas por la mitad porque llegaron tarde.
Escuchan la predicación. Salen de la iglesia para encontrarse con los parientes.
Vuelven a casa y toman una siesta.
¿Le suena familiar? Obviamente, algo no está bien en este escenario: ¿Dónde está la adoración? Sí, claro; esta familia fue a la iglesia, pero el tiempo apartado para la alabanza y el estudio de la Palabra fue simplemente algo más en su lista de actividades. Fue algo que hicieron porque sintieron que tenían que hacerlo. No hubo espacio para un encuentro con Dios, ya que el tiempo de adoración parecía ser una interrupción de su domingo, no el eje del mismo.
El Salmo 100.1-5 nos dice: “Entrad . . . por sus atrios con alabanza”. ¿Caracteriza esta admonición su entrada a la adoración cada semana? No deje que el “ajetreo del domingo” se convierta en un problema para su familia. Recuerde que la adoración no es algo que usted tiene que hacer; es algo que usted quiere hacer.
Por tanto, planifique con anticipación y prepare su corazón, mente, y familia para encontrase con el Rey.
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