miércoles, 27 de enero de 2016

Confiar en el Dios que todo lo puede

Leer | 2 CORINTIOS 3.1-6
Muchas personas ridiculizarían la idea de que Dios bendice a los creyentes por medio de sus flaquezas. Puede parece ilógico pensar en términos de beneficio. Pero para los cristianos sus defectos pueden servir como camino de bendición.

1. Nuestra insuficiencia nos obliga a trabajar con la ayuda del poder del Espíritu Santo. Lo que sea que nos ponga de rodillas y nos conduzca a Dios, tiene que ser bueno.

2. La conciencia de nuestras limitaciones puede aliviar nuestra carga de tratar de hacer la voluntad de Dios con nuestras propias fuerzas.

3. Esa conciencia le da la oportunidad al Señor de utilizarnos al máximo. Si somos los suficientemente humildes para reconocer nuestra necesidad, Dios nos elevará a grandes alturas.

4. Reconocer nuestras insuficiencias le da a Dios toda la gloria por su trabajo. Las personas que tienen una mente espiritual pueden identificar cuando algo es de Dios, y cuándo no. Si usted está en el Espíritu, la gloria irá merecidamente al Señor.

5. La insuficiencia puede capacitarnos para vivir con gozo y serenidad espiritual. O le damos nuestras cargas a Dios y dejamos de afanarnos, o actuamos con nuestras propias fuerzas y nos sentiremos abrumados.

Al igual que el apóstol Pablo, no debemos pensar que somos competentes por nosotros mismos, sino más bien reconocer que nuestra competencia viene de Dios (2 Co 3.5). ¿Qué aspecto de su vida está usted tratando de manejar con sus propias fuerzas? Renuncie a tener el control, y espere las bendiciones de Dios, sabiendo que Él desea el bien de sus hijos.

martes, 26 de enero de 2016

¿Me ama Dios?

¿Me ama Dios?

Leer | SALMO 145.7-9
La vida puede golpearnos con circunstancias inesperadas y desagradables. Cuando eso sucede, el impacto y el dolor pueden hacer que nos preguntemos: ¿Se interesa Dios por mí realmente?

En primer lugar, la Biblia nos dice que “Dios es amor” (1 Jn 4.8), lo cual significa que su naturaleza se caracteriza por la compasión y el cuidado de nosotros. El amor tuvo su origen en el Señor, y Él es nuestro mayor ejemplo de cómo expresarlo. Esta verdad, combinada con su santidad, significa que su amor es perfecto.

Segundo, sabemos que Dios nos ama porque nos llama sus hijos. “A los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios”, escribe Juan en su evangelio (Jn 1.12 NVI). Lamentablemente, algunas personas no tienen una madre o un padre que les demuestre amor. Pero Dios es el padre perfecto. Sería contrario a su carácter no amar a sus hijos de manera incondicional.

Por último, el Señor dio la demostración suprema de su amor en la cruz. Todos nosotros estábamos muertos en nuestros pecados, pero Cristo hizo lo máximo para darnos vida: vino al mundo como una expresión del amor infinito de su Padre, y al dar su vida por nosotros hizo lo que nadie más era capaz de hacer.

Después de considerar estos hechos en cuanto al amor de Dios, ¿cómo no esperar que Él se ocupe incluso de los detalles más pequeños de nuestra vida? Examine las maneras como Él le está expresando su amor a usted, y recuerde las palabras de Jesús en cuanto a esto: “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (15.13 NVI).

lunes, 25 de enero de 2016

Conocer a Dios como Padre

Leer | 1 JUAN 3.1-3
Cuando escuchamos la palabra “padre”, ¿qué imágenes nos vienen a la mente? ¿Un hombre que se pasa el día frente al TV o un hombre trabajador? ¿Alguien estricto o animoso? ¿Presente o ausente? No importa los atributos que puedan haber tenido nuestros padres, tenemos un Padre celestial que es perfecto.

La vida del Señor Jesús nos ayuda a ver a Dios como nuestro Padre. Vemos al Salvador sosteniendo tiernamente a los niños, ocupándose de los enfermos y mostrando compasión a quienes no la merecían. Las palabras de Cristo nos hablan de un Padre que ama a la gente, que escucha las oraciones de sus hijos, y que ofrece perdón movido por la gracia.

El Señor Jesús reveló también que hay dos padres espirituales en este mundo: Jehová y Satanás. Solo aquellos que han nacido espiritualmente en la familia de Dios pueden llamarle “Padre”. Este nuevo nacimiento (Jn 3.3) tiene lugar cuando una persona acepta el sacrificio expiatorio del Señor Jesús por sus pecados. Los que rechazan a Cristo —el único camino a Dios (14.6)— eligen, por tanto, a Satanás como su padre espiritual (8.42-45). Han creído en el padre de mentira y rechazado al único Dios verdadero tal como se reveló en la persona de Jesús. Satanás vino para robar, matar y destruir (10.10), pero Jesús vino para que pudiéramos tener una nueva vida, y ser reconciliados con Dios Padre.

Dios es sensible a cada necesidad que tenemos, y ha prometido darnos lo mejor. Él se goza en dar cosas buenas a sus hijos, y no usa nuestros pecados contra nosotros. Usted, que es un hijo de Dios, ¿qué tan bien conoce a su Padre?

domingo, 24 de enero de 2016

Para heredar las promesas divinas

Leer | HEBREOS 6.11, 12
El Señor no habría hecho todas las promesas que hay en la Biblia si no hubiera querido dar a sus hijos grandes bendiciones. Sin embargo, no podemos ser presuntuosos y dar por hecho que tales beneficios nos pertenecen de manera automática. Entonces, ¿cómo podemos apropiarnos de las promesas de Dios con la expectativa de que Él responderá nuestras peticiones?

Hay ciertas preguntas que debemos hacernos para evaluar las necesidades que traemos a nuestro Padre celestial:

• ¿Esta promesa atiende mi necesidad o deseo personal?

• ¿Estoy pidiendo con un espíritu de sumisión a su voluntad?

• ¿Puede Dios cumplir esta petición sin perjudicar a otra persona?

• ¿Le agrada mi petición a Dios?

• ¿Será Dios honrado con el cumplimiento de mi petición?

• ¿Mi petición contradice de alguna manera a la Palabra de Dios?

• Si Dios cumple esta promesa, ¿ayudará ello a mi crecimiento espiritual?

Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas divinas dependerá de tres requisitos: Primero, necesitamos tener fe. Nuestro Padre quiere que confiemos en Él, y el Señor premia a quienes lo hacen (Gn 15.6; He 11.6). Segundo, debemos ser obedientes a todo lo que sabemos que es su voluntad para nosotros —nunca recibiremos lo mejor que Él da si lo desobedecemos deliberadamente. Tercero, debemos tener paciencia para esperar el tiempo perfecto del Señor.

Hacer estas cosas bien vale la pena, considerando las bendiciones que Él anhela darnos.

Pruebas y gozo

Leer | Santiago 1.2-4, 12
“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Stg 1.2). Con estas palabras Santiago está presentando una perspectiva divina, no una humana. Hay algunos beneficios sorprendentes en el sufrimiento que no son fáciles de discernir.

Primero que todo, necesitamos entender que estos versículos no nos están diciendo que nos sintamos felices por nuestro sufrimiento, sino más bien que nos regocijemos por las bendiciones que acompañan al sufrimiento. La palabra “tened” es un término contable que significa “evaluar”. Cuando vemos las dificultades desde la perspectiva de Dios y les damos el valor correcto, podemos regocijarnos por el resultado beneficioso, incluso mientras experimentemos sufrimientos. Humanamente hablando, las pruebas duelen; pero desde la perspectiva del Señor, ayudan.

La única manera de tener gozo en las pruebas es entender lo que Dios quiere que traigan. No importa cuál sea el origen de la dificultad, sabemos que el Señor quiere utilizarla para probar nuestra fe y, por tanto, producir paciencia y madurez espiritual. Quienes desean ser transformados a la imagen de Cristo, pueden regocijarse por los muchos beneficios que acompañan al sufrimiento.

¿Y usted? ¿Su anhelo de conocer al Señor y de ser transformado por Él es mayor que su temor al sufrimiento? Ninguno de nosotros quiere experimentar dolor, pero ya que es una realidad inevitable en este mundo caído, ¿por qué no responder de una manera que produzca beneficios eternos? No desaprovechemos nuestro sufrimiento.

El peligro de naufragar

Leer | 1 Timoteo 1.18-20
El apóstol Pablo quería que su joven discípulo Timoteo entendiera los fundamentos de la fe. Por tanto, le escribió acerca de dos hombres que dejaron de hacerle caso a su conciencia. Su ejemplo nos enseña que si no entendemos realmente lo que es este regalo, corremos el riesgo de apartarnos de la fe.

Muchas personas piensan erróneamente que la conciencia es la voz de Dios, en vez de un regalo que nos ha sido dado por Él. Fuimos creados con un “monitor interior” que actúa como brújula moral para guiar nuestras decisiones. Pero la conciencia, como todo lo demás en nosotros, necesita ser redimida. Dependiendo de cómo haya sido programada, nuestra conciencia puede llevarnos en la dirección equivocada.

Pablo mismo es un ejemplo de esto. Su educación como fariseo le había enseñado que los cristianos eran una amenaza para Dios y la fe judía. Su conciencia había sido programada para ver el asesinato como un servicio a Dios. Por eso, buscaba ferozmente a los creyentes y los capturaba, sin que eso afectara su conciencia. Solo después que el Cristo resucitado se encontrara con él en el camino de Damasco, su conciencia fue transformada.

A menos que dejemos que el Señor nos redima por completo, nuestras decisiones pueden resultar tan destructivas como si ignoráramos intencionalmente hacer lo bueno. Si sometemos nuestra conciencia al Espíritu Santo, encontraremos un puerto seguro cuando las tormentas amenacen nuestra fe o nuestro futuro.

Jesucristo: El regalo precioso

Jesucristo: El regalo precioso

Leer | Romanos 5.6-21
Jesucristo es el regalo precioso de Dios para nosotros. Este regalo, enviado del cielo, fue dado voluntariamente a un gran costo, porque teníamos una necesidad crítica. Este regalo fue. . .

Universal y personal. Por medio del Señor Jesús, el Padre celestial ofrece la salvación a todo el mundo (Jn 3.16).

Protector. Cuando Jesús se convierte en nuestro Salvador personal, recibimos el perdón y somos libres de la condenación por nuestro pecado (Ro 8.1). Este regalo divino evita que tengamos que enfrentar la muerte eterna, lo que significaría la separación perpetua de Dios.

Eterno. Lo que el Señor Jesús nos da dura para siempre. Desde el día en que fuimos salvos, el Espíritu de Cristo habita en nosotros y permanece con nosotros. Como miembros de la familia de Dios, tenemos una herencia eterna en el cielo que no puede dañarse ni extinguirse (1 P 1.3-5).

Lleno de amor. Fue el amor incondicional lo que motivó al Padre a sacrificar a su Hijo por nosotros. Ninguno de nosotros merecía tal sacrificio, pues todos hemos pecado (Ro 3.10). A pesar de lo que somos, Dios puso su amor en nosotros, y lo demostró por medio de la vida y la muerte de su Hijo. Gracias a su amor, hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, y estamos siendo transformados en las personas que tuvo en mente al crearnos.

Si usted no ha aceptado el regalo de la salvación de Dios, hoy puede ser su día de nacimiento espiritual. Si ya pertenece a la familia de Dios, conoce el valor del regalo. Entonces, ¿quisiera hablar a otros de este presente maravilloso?

Jesucristo: El regalo perfecto

Leer | Mateo 7.11
Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:

Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Jn 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.

Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Ro 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (5.18). Puesto que no somos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo calificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (5.10).

Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.

Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (8.28, 29).

Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Co 5.17).

Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.

Con alas como las águilas



Leer | Isaías 40.28-31
La primera vez que vi a un águila volar entendí por qué Dios usó a esta ave para animarnos. El águila, que simplemente abre sus alas y se remonta, depende totalmente de las corrientes de aire para mantenerse arriba.
En cambio, nosotros batimos las alas tratando de ser mejores cristianos. Decidimos leer más la Biblia o mejorar en el control de nuestro carácter. Nos esforzamos por escapar de los viejos hábitos y tentaciones. Pero en vez de volar hacia las cumbres, nos mantenemos en el fondo del valle con las alas cansadas. Esto se debe a que a veces confundimos lo que hace que una persona sea madura espiritualmente. Un buen creyente no es aquel que trata y trata de hacerlo todo bien. He sido creyente el tiempo suficiente para saber que no soy mejor hoy de lo que fui el día en que me convertí.
Madurez espiritual significa reconocer que somos incapaces de cambiarnos a nosotros mismos. La carne es corrupta, y no puede ser extirpada por ningún medio humano. Pero nuestro Padre omnipotente vence nuestros impulsos imperfectos por medio de su Espíritu. Por ejemplo, el Espíritu del Señor que habita en nosotros tiene la capacidad de aplacar la ira y ejercer su poder para ayudarnos a no caer en tentaciones. Mientras que otros se fatigan tratando de ser buenos, el creyente maduro confía en el Señor y “levantar[á] alas como las águilas” (Is 40.31).
Isaías nos recuerda que hasta los jóvenes se debilitan y caen. Dios no hizo estos cuerpos, estas mentes y estos espíritus humanos para que volemos sin ayuda. Él nos creó para que nos remontemos con su poder.

sábado, 16 de enero de 2016

Una lección sobre la poda

Una lección sobre la poda

Leer | Juan 15.1-4

Una vez un Pastor se detuvo a visitar a uno de sus feligreses el cual se dedicaba al cultivo de manzanos, y su esposa le dijo que él estaba en la granja. Fue a verlo, y lo encontró cortando las ramas de uno de los árboles. Sin pensar, le dijo: “¡Vas a matar a ese árbol!” Él se dio vuelta, y le dijo: “Pastor, encárguese usted de predicar, y déjeme a mí la poda”.

Este hombre y el Pastor se hicieron amigos, y fue él quien le enseñó el porqué de la poda.
Para producir una cosecha abundante de la mejor fruta, tenía que cortar el árbol como lo hacía. Aunque podía parecer que el árbol iba a morir, era precisamente de las heridas de donde saldrían nuevos retoños.

Esta ilustración nos ayuda a entender por qué el Señor actúa a veces como una operación de poda en la vida de las personas.

Para obtener una cosecha abundante de fruto espiritual, nuestro Padre celestial tiene que quitar todo lo que nos distraiga o desvíe de su servicio. El procedimiento es a menudo doloroso. Sé que he gritado: “¿Más, Señor?” cuando ha usado el “hacha” conmigo. Pero el resultado es siempre beneficioso; soy un mejor y más auténtico reflejo de Jesucristo después que Dios corta de mí un hábito carnal o una actitud mundana.

Ser amado por Dios no significa que seremos mimados; su interés principal no es que nos sintamos cómodos. El agricultor debe podar el manzano para lograr una cosecha abundante. Igualmente, Dios permite a veces que sintamos dolor para poder producir mayor crecimiento y más fruto espiritual en nosotros.

Orar con confianza

Orar con confianza

Leer | 1 Juan 5.14, 15

La oración es el recurso más poderoso que tenemos para producir cambios. Pero muchas veces nos sentimos inseguros en cuanto a nuestras peticiones al Señor.

Podemos orar con confianza cuando formamos parte de la familia de Dios (Jn 1.12). Al recibir a Jesús como nuestro Señor y Salvador, Dios se convierte en nuestro Padre celestial y, por tanto, escucha nuestras oraciones (1 Jn 5.14).

Además, podemos orar confiadamente si lo hacemos de acuerdo con la voluntad de Dios. Ciertas cosas no están en el plan de Dios, como la mentira, el engaño y las acciones impulsadas por el orgullo o la ira (vea Pr 6.16-19; Col 3.8). Asuntos insignificantes como los colores que usemos, o de sentido común como el uso del cinturón de seguridad, quedan a nuestra discreción. Pero ¿qué de los deseos de que tenemos?

Para conocer la voluntad de Dios, nuestro espíritu tiene que estar sometido a Él (Stg 4.7). Antes de recibir respuesta, debemos estar dispuestos a aceptar su  plan, aunque eso implique renunciar a lo que deseamos.
Estudiemos la Biblia, donde la voluntad de Dios se revela por medio de mandamientos y principios. Segunda a Timoteo 3.­16, 17 nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia . . .”.
Debemos depender del Espíritu Santo para que nos ayude a orar de acuerdo con los propósitos del Señor (Ro 8.26).
Haga que sus oraciones tímidas se vuelvan valientes, alineándolas con la voluntad de Dios, y recuerde que Él quiere decirle “sí” a hijos.

miércoles, 13 de enero de 2016

La oración bíblica

Leer | Mateo 7.7-12

Dios quiere que sus hijos pidan lo que está en sus corazones, porque Él se deleita en dar. Aun más, quiere tener comunión con nosotros. ¡Qué gozo podemos tener cada vez que nos reunimos con nuestro Padre celestial mediante la oración!

El privilegio de la oración se basa en la relación que tenemos con Dios por medio de su Hijo Jesucristo. Solo quienes somos parte de la familia de Dios podemos decir que Él es nuestro Padre (Jn 1.12), y recibir respuesta a la oración. Él no promete esto a los incrédulos. La única excepción es el pecador que pide perdón y recibe a Jesucristo como su Salvador y Señor. Su oración siempre es respondida con la salvación, conforme a su promesa (Ro 10. 9).

En el Sermón del monte, Jesús usa tres verbos para describir la oración: pedir, buscar y llamar. Note la progresión en la intensidad: petición, búsqueda y acción. La oración es más que presentar peticiones a Dios. Implica buscar que su voluntad guíe nuestras súplicas. Significa “tocar la puerta” explorando diferentes soluciones, y recibir el consejo piadoso para ayudarnos a determinar el sentir de nuestro Señor. Jesucristo prometió que recibiremos y encontraremos, y que Dios nos abrirá la puerta. Tenemos su garantía de que el Señor responderá, y lo que Él hace es bueno.

Orar es sencillo, pero a veces nos resulta difícil hacerlo. Tratamos diferentes métodos, pero a menudo nos sentimos insatisfechos, y nos preguntamos si nuestras oraciones están teniendo algún efecto. Pídale al Señor que le enseñe más acerca de la oración bíblica. Ponga en práctica lo que aprenda, ¡y espere su respuesta con confianza!

lunes, 11 de enero de 2016

Completamente disponible

Leer | Mateo 5.13-16

Hágase esta pregunta: ¿Qué clase de luz soy? ¿Está su brillo un poco apagado, al punto tal que resulta difícil verlo, a menos que alguien esté prestando mucha atención? ¿O es usted la clase de luz que ilumina todo cuando entra en una habitación? Como cristianos, debemos “brillar” con intensidad, no importa dónde estemos. Aunque una llama sea pequeña, si es fuerte ilumina toda una habitación.

La poca visión puede opacar nuestro brillo, y eso puede hacer que perdamos bendiciones. Antes de aceptar cooperar con el Señor, podemos pensar que tenemos que saber exactamente lo que Él piensa hacer. Pero hemos sido llamados solamente a ser embajadores fieles que confían en que su Espíritu hará el resto de la obra en el corazón de las personas. Dios nos dice: “No me des una agenda; simplemente confía en mí. Observa lo que hago, a mi manera y en mi tiempo, y verás lo que sucede”.

Como creyente, usted es alguien especial. Y como miembro de la familia de Dios, en usted mora su Espíritu; su luz es el resplandor interior que hay en su vida. En cuanto al beneficio para el reino, su vida tiene un potencial inimaginable. No tiene idea de las cosas increíbles que Dios puede hacer ya sea en el lugar de trabajo, la escuela, o con la familia, vecinos o amigos, por medio de su disposición de hacer brillar la luz de su gran amor.

Si usted se pone de rodillas y ora, diciendo: “Señor, estoy disponible; haz lo que quieras con mi vida, y muéstrame lo que debo hacer”, puede tener la seguridad de que Él le indicará el siguiente paso. Dios está dispuesto y listo para actuar en la vida de cualquier persona que decida estar disponible para Él.

sábado, 9 de enero de 2016

Intimidad con Dios

Leer | Juan 15.12-15

Dios, a veces, nos parece muy lejano. En esos momentos nos preguntamos qué tan involucrado está en nuestra vida. Es entonces cuando debemos confiar en lo que ha dicho en las Sagradas Escrituras.

Por ejemplo, Salmo 139.13-17 dice que el Señor nos formó en el vientre de nuestra madre; Él nos ama incondicionalmente y tiene planes de prosperar nuestra vida espiritual a través de su Hijo (Fil 1.­6). Estas verdades nos confirman que Dios nos conoce mejor que nadie.

La vida del Señor Jesús es otro testimonio del deseo de Dios de relacionarse con nosotros. El Señor siempre buscó a los que estaban lejos para invitarlos a acercarse a Él. Dio palabras de aliento a sus discípulos y a otros seguidores, les enseñó las profundas verdades que había recibido de su Padre (Jn 7.16), y los responsabilizó de sus acciones. Invitó a algunos a acompañarles en sus profundas experiencias personales, como en la transfiguración y la última noche en Getsemaní (Mr. 9.2; Mt 26.36, 37). Todo esto revela una amistad verdadera.

La muerte de Jesús en la cruz hizo posible que pasáramos a formar parte de la familia de Dios. El Espíritu Santo, el guía y compañero que mora en todo creyente, da testimonio también de la cercanía de Dios y de lo bien que nos conoce.

Dios ha hecho posible que tengamos intimidad con Él, pero nosotros a menudo no queremos. Por causa de los intereses terrenales le damos mayor prioridad a nuestros familiares y amigos. Dispóngase a poner a Dios en primer lugar, y búsquelo con todo su corazón (Mr 12.30).

viernes, 8 de enero de 2016

Nuestro mejor amigo

Leer | Juan 15.9-17

Para algunos cristianos el Señor Jesús es Salvador, Señor y Maestro, pero pocas veces Amigo. Podemos tener dificultad p­ara entender el concepto, pero para Él no. Una vez que seamos capaces de entender qué clase de compañero es, nos daremos cuenta de que una vida verdaderamente gozosa solo es posible al tener su amistad.

Él nos acepta. Su aceptación incondicional significa que podemos acercarnos al Señor, incluso con toda nuestra sucia carga de pecado. Su intención no es dejarnos en nuestro estado presente.

Él nos acompaña en nuestras pruebas. La promesa de Dios de que nunca nos dejará ni desamparará se repite a lo largo de toda la Biblia (Dt 31.6; He 13.5). Esa promesa es real para cada creyente, gracias a la compañía del Espíritu Santo, quien actúa como nuestro Consolador y amigo fiel durante los momentos dolorosos.

Él nos responde. El Señor no tiene necesidad de dormir, comer o irse de vacaciones. A diferencia de los humanos, nunca está demasiado ocupado para suplir nuestras necesidades o dar respuesta a nuestras oraciones.

Él nos escucha. Podemos hablarle de nuestras dudas, tristezas y alegrías, pues desea que acudamos a Él. Todo lo que le digamos incluso con gritos y lágrimas será recibido con la garantía de que Él nos ama, tiene un plan para nosotros y nos auxiliará cuando sea necesario. El Señor hace más que simplemente escuchar: habla por medio de la Biblia. En la Palabra de Dios, encontraremos su respuesta a cada circunstancia que enfrentemos.

Como dice el antiguo himno: “¡Oh qué amigo nos es Cristo!

Servirnos unos a otros

Leer | 1 Corintios 12.12-25

Los creyentes tenemos dos responsabilidades:
amar a Dios, y amar al prójimo (Mt 22.37-40).
Y una manera de hacerlo es sirviendo. Dónde servir y cómo hacerlo dependerá de nuestros talentos, capacidades, y del llamado especial. Pero el lugar donde se espera que todos demos de nosotros es la iglesia local.

Cuando usted acepto a Cristo, el Señor le sello por medio del Espíritu Santo y le hizo miembro de su iglesia el cuerpo de creyentes en todo el mundo, que está unido por la fe en Jesucristo. Usted decidió, entonces, de acuerdo con la voluntad de Dios, ser parte de un grupo local y autónomo de creyentes. Él le puso allí porque sabía que usted lo necesitaba (1 Co 12.18). Usted es importante para su iglesia local.

La iglesia es más que una comunidad. Es un cuerpo interdependiente con miembros que fueron creados por Dios para funcionar en comunión unos con otros. Nosotros, los cristianos, al igual que el mundo en general, somos un grupo diverso, lo cual significa que tenemos que esforzarnos en pro de la unidad. Sin embargo, nuestras diferencias son realmente algo para celebrar, porque cada persona contribuye de manera especial al propósito de Dios. Una congregación que funciona en unidad con todos sus dones, talentos, personalidades y capacidades enfocados hacia los objetivos del reino de Dios debe ser una imagen hermosa a los ojos del Señor.

El cristianismo no es una religión de espectadores. El cuerpo de Cristo funciona mejor y más hermosamente cuando todos los miembros deciden servir a Dios y servirse unos a los otros según sus capacidades (v. 25). ¿Qué está usted haciendo en pro de su congregación ?

miércoles, 6 de enero de 2016

Una esperanza viva

Leer | 1 Pedro 1.3-5

Corinto era una ciudad caracterizada por inmoralidad sexual y otras perversidades. Los creyentes de allí habían sido una vez como sus conciudadanos, llenos de avaricia, envidia, iniquidad, engaño y maldad. Pero ahora eran nuevas criaturas en quienes moraba el Espíritu Santo, y que habían sido adoptados en la familia de Dios. El “estilo de vida corintio” ya no correspondía con lo que habían llegado a ser en Cristo.

En 1 Corintios 6.9-11, Pablo les recordó a los creyentes de Corinto que no se dejaran influenciar por su cultura ni por su antigua manera de pensar y actuar. El apóstol no les estaba advirtiendo que no tendrían parte en el reino, sino les animó a abandonar sus viejas costumbres y a armonizar su conducta con lo que eran en realidad: hijos de Dios.

Nosotros, también, debemos saber que la salvación es permanente, y que la fe debe tener un efecto positivo sobre nuestra conducta. Además, entender el fundamento de nuestra salvación, es decir, la obra de Jesucristo en la cruz, destierra el temor y nos llena de esperanza.

No podíamos ganar nuestra entrada a la familia de Dios, ni tampoco pagar nuestra deuda de pecado. Pero Jesús pagó el precio por nosotros, satisfaciendo la justicia de Dios y cumpliendo con los requerimientos de la Ley (Ro 3.25, 26). Dios mostró su aceptación del sacrificio de Jesús resucitándolo de los muertos y llevándolo al cielo para reinar a su diestra (Mr 16.19).

Lo que Dios ha hecho perdonar nuestros pecados, darnos una nueva naturaleza y adoptarnos en su familia nadie puede deshacerlo. Esto nos da una esperanza viva que sostiene y alienta vidas cada día.

martes, 5 de enero de 2016

La fuente de nuestra esperanza

Leer | Tito 2.11-14

Hay muchas opiniones variadas en cuanto a quiénes irán al cielo. Hay quienes creen que la conducta ética y el carácter moral son la clave para ser aceptados por Dios. Otros, aunque reconocen sus pecados, dicen que el esfuerzo por superarse les hará aceptables. Un tercer grupo cree que estará excluido del cielo por las malas decisiones del pasado.

Ninguna de estas opiniones se ajustan a lo que asegura la Palabra de Dios. La Biblia nos dice claramente que el carácter y la conducta no determinarán nuestro destino eterno (Ef 2.8, 9); la barrera entre nosotros y Dios es nuestra naturaleza pecaminosa. Romanos 5.12 enseña que el pecado de Adán y Eva en el huerto del Edén hizo que toda la humanidad naciera muerta a las cosas de Dios, y bajo s­entencia de condenación. Ninguna cantidad de buenas obras podrá cambiar nuestra naturaleza pecaminosa, ni tampoco podrá empeorarla nuestra mala conducta.

Sin la ayuda directa de Dios viviríamos sin ninguna esperanza; la entrada al cielo nos estaría vetada, y nuestro destino eterno sería la separación eterna del Señor. Pero el Padre celestial tenía un plan para nuestra naturaleza corrompida, y para llevarnos al cielo con Él. Envió a su Hijo Jesús como nuestro sustituto, quien tomó voluntariamente sobre sí nuestros pecados, y recibió el castigo que merecíamos. Lo que no éramos capaces de hacer, Dios lo hizo por nosotros, de modo que ahora, por la fe en Jesucristo, tenemos la seguridad de que viviremos para siempre con el Señor.

Saber que iremos al cielo da esperanza y significado a nuestra vida. Hablemos a los demás del Señor Jesús, la fuente de nuestra esperanza.

lunes, 4 de enero de 2016

Creados para alabarle

Leer | Salmo 103

¿Alguna vez se ha preguntado el motivo de su existencia? Estamos tan envueltos en las actividades cotidianas y las preocupaciones que nos agobian, que rara vez nos detenemos a pensar en el propósito de nuestra vida. Dios nos ha creado con un propósito específico: ¡Que le glorifiquemos en todo momento! (Is 43.7).
En su Palabra, Dios enfatiza que debemos glorificarle por su fidelidad y por sus grandes obras. Jesús también reconoció en todo momento la importancia de este tema. Es por eso que comenzó la oración modelo con palabras de adoración (Mt ­6.9).

¿Por qué, entonces, al orar dedicamos más tiempo en peticiones que en alabanzas? Quizás algunos creyentes sientan que están demasiado ocupados como para adorar a su Señor. Es posible que otros se sientan incómodos expresando su gratitud. Ninguna de estas excusas son aceptables. El Salmo 103.2 nos recuerda los beneficios de adorar a nuestro Creador humildemente. Y nos explica cómo podemos exaltarle con nuestras palabras. Específicamente se nos dice que debemos alabarle por sus atributos y obras (vv. 2-8, 19).

También podemos alabarle de otras maneras. Los tres términos que más se usan en el Antiguo Testamento para referirse a la alabanza están relacionados con la música, las palabras de nuestros labios y los gestos que podamos hacer con nuestras manos. Pero también podemos alabarle con nuestras acciones, pensamientos y creatividad.

Es posible que usted no esté muy familiarizado con el tema de la alabanza. Pero todo ser humano ha sido creado para alabar a Dios. Así que adórelo hoy al dedicar tiempo en su presencia.

sábado, 2 de enero de 2016

Un varón conforme al corazón de Dios

Leer | Hechos 13.13-22

¿Ha visto alguna vez una lápida grabada con un conmovedor epitafio acerca de la persona allí enterrada? No es raro ver descripciones como “Una madre dedicada” o “Un amigo querido por muchos”. En un futuro distante, ¿qué quisiera usted que las personas leyeran en su tumba? ¿Qué epitafio resumiría lo mejor de su vida?

En el libro de Hechos, vemos la manera como el poderoso rey David ha sido recordado a lo largo de la historia. En un sermón a un grupo mayormente judío, el apóstol Pablo habla de David, quien, por supuesto, era bien conocido por la audiencia. Al recordar todos los grandes logros de su reinado, ¿cómo decide Pablo describirlo? Dice que David fue la persona a quién Dios llamó “varón conforme a mi corazón” (Hch 13.22; 1 S 13, 14).

¿Qué significa ser un varón conforme al corazón de Dios? Para David, era relacionarse de manera cercana e íntima con el Padre celestial (Sal 63.1, 6-8). Esto implica mucho más que tener una rutina para repetir oraciones memorizadas; por el contrario, esta intimidad está basada en el deseo intenso de crecer lo más unido posible a Dios (Sal 42.1).

¿Qué se necesitaría para que usted sea descrito como un hombre o una mujer conforme al corazón de Dios? ¿De qué actividades debería apartarse? ¿Qué prácticas debería añadir a su estilo de vida? Pídale a Dios que le ayude a hacer los ajustes que sean necesarios, y también le ayude a tomar la decisión de hacer de este epitafio la meta de su vida.

viernes, 1 de enero de 2016

El propósito de las bendiciones

El propósito de las bendiciones

Leer | Salmo 67

La naturaleza de Dios es bendecir. Sin embargo, necesitamos entender que Él tiene un propósito mayor en mente. Su objetivo final abarca mucho más que hacernos felices, darnos paz, protegernos y prosperarnos. En realidad, la intención del Señor nunca ha sido que sus bendiciones se queden con nosotros, por el contrarío, desea que fluyan a otros como parte de su plan para toda la humanidad.

Como podemos ver en el pasaje de hoy, el Señor nos bendice de modo que su salvación, justicia y caminos puedan ser conocidos en todas las naciones del mundo (vv. 3, 4, 7). Él actúa siempre con esta perspectiva en mente, incluso cuando trabaja en nuestra vida de manera independiente.

Saber esto debe llenarnos de profunda humildad. Cada creyente tiene la responsabilidad de ayudar a otros a conocer y entender al Dios único y verdadero. Cada bendición que Él da nos beneficia personalmente, pero también está destinada a impulsar este propósito. Por otra parte, es posible que a veces no recibamos las cosas que queremos, porque no contribuyen al propósito de Dios. Pero si estamos dispuestos a ajustar nuestras peticiones, estaremos en condición de ser utilizados en gran medida por Él.

Cuando el Señor le bendice, no solamente hace algo para usted; también hace algo en usted y por medio de usted para tocar la vida de los demás. No permita que el gozo y el bienestar que dan las bendiciones le impidan ver el propósito de ellas. Pídale a Dios que le muestre cómo usar sus bendiciones para dirigir la atención de otras personas a Él.