miércoles, 3 de junio de 2020

Manual de Guerra Espíritual - Dr Ed Murphy (Primera Parte)

La realidad de la demonización: Relación escrituras experiencia (+ ...
Primera Parte
Cosmovisiones
1
Cosmovisiones en conflicto
La organización World Vision [Visión mundial] planeaba excavar un pozo para abastecer a una necesitada aldea africana llamada Walamo.1 Se les advirtió que no fueran allí porque el marabú (o médico brujo) más poderoso de la región la había maldecido. Les dijeron que algo malo les sucedería a ellos o a su maquinaria si intentaban excavar en Walamo bajo tan gran maldición, de tal forma que la gente de otras aldeas ni se atrevían a pasar por allí.
El equipo fue de todas maneras y a su debido tiempo excavaron un pozo que se llenó de agua dulce y pura. La gente de Walamo estaba asombrada. Las aldeas de alrededor oyeron aquello, y convencidos de que la maldición había sido rota, reiniciaron el comercio con el lugar. Al preguntárseles por qué nada malo les había sucedido a los obreros o a su equipo, respondían: «El dios de François es más poderoso que el del marabú». François, que había dirigido al equipo de perforación, se sintió tentado a descartar aquellas ideas como pura superstición. El pozo se había hecho realidad gracias al conocimiento y la utilización de las leyes científicas apropiadas. La gente, sin embargo, lo veía como la evidencia del poder superior del dios de François. Había dos cosmovisiones en conflicto.2
Soy misionero y, un misionero deja atrás su propia cultura y trata de adaptarse a otra extranjera.3 Lo hace por causa del evangelio y por amor a Dios y a la gente a quien es enviado. Intenta comprender, en el mayor grado posible, la cosmovisión de ellos, pero se enfrenta a un grave problema: lleva consigo la suya propia. James Sire, en The Universe Next Door [El universo, la próxima puerta], define la cosmovisión como «una serie de presuposiciones (o presunciones) que sostenemos (consciente o inconscientemente) acerca de la constitución básica de nuestro mundo».4 La definición operativa que utilizaré es todavía más elemental: La cosmovisión tiene que ver con «las suposiciones básicas de uno en cuanto a la realidad».
Todo el mundo tiene sus propias suposiciones, ya sean o no personas reflexivas. Cada individuo cree que su punto de vista sobre la realidad es el correcto o al menos el mejor. Las creencias y el comportamiento de las personas, en ese orden, están basados en sus cosmovisiones, sean o no conscientes de ello.
Aunque este concepto está relacionado de manera íntima con la religión, no son iguales. Paul Hiebert afirma que «una cosmovisión proporciona a la gente sus suposiciones básicas sobre la realidad. La religión le da el contenido específico de esa realidad».5 Si uno sostiene una cosmovisión atea, el ateísmo funciona como religión.
Además de la postura agnóstica, sólo existen dos posiciones concebibles. La cosmovisión espiritualista, que afirma que la verdadera realidad es espiritual: inmaterial, no física o material. Según esta, aun cuando dicha realidad se considere como personal o impersonal, es espiritual. La inmensa mayoría de los más de cinco mil millones de habitantes del mundo tienen algún tipo de cosmovisión espiritualista. Los ateos convencidos intelectualmente son muy pocos, ni siquiera en las sociedades occidentales y marxistas. El nuestro no es un mundo de materialistas filosóficos, sino de espiritualistas convencidos.
Esta cosmovisión común proporciona a la Iglesia un punto de arranque para la mayor parte de la humanidad. Incluso la actual explosión de ocultismo en el mundo occidental es ventajosa a este respecto. Podemos decirle al ocultista: «Básicamente tienes razón en tu idea sobre la realidad en un punto en particular: Los humanos existen como seres espirituales y no sólo como entes físicos».
En segundo lugar, la cosmovisión materialista o naturalista afirma que la verdadera realidad es material o física, no espiritual. Esto supone que la vida se generó espontáneamente de la no existencia y que por este proceso primitivo las formas de vida originalmente unicelulares evolucionaron a lo largo de dilatados períodos hasta llegar a convertirse en la amplia gama de vida que hoy conocemos.6 De esta concepción de la realidad resultan cinco conclusiones importantes:7
1.     El universo es un accidente cósmico que no tiene un verdadero propósito.
2.     La vida humana es un accidente biológico que no tiene un verdadero significado.
3.     La vida termina para siempre en el momento de la muerte en toda forma de vida individual.
4.     La mente no tiene existencia o supervivencia separada del cerebro.
5.     La creencia intuitiva e histórica de la humanidad en una mente suprema, un espíritu o un Dios detrás, dentro y fuera del universo físico es una forma de autoengaño. Por tanto, la correspondiente creencia en el carácter único, la dignidad, el propósito y la supervivencia del ser humano después de la muerte constituye una idea ficticia de la realidad.
No es de extrañar que la vida sea tan vacía para los ateos intelectualmente convencidos, pero sinceros. La palabra sincero es importante, ya que la mayor parte de los ateos no quieren enfrentar con sinceridad las implicaciones nihilistas de su cosmovisión. Cuando lo hacen, descubren que la muerte es mejor que la vida y que conduce a una eterna no existencia.
La teología occidental ha sido mucho más influenciada por la cosmovisión de este hemisferio de lo que piensa la mayoría. Por teología occidental entiendo las amplias y generalmente aceptadas interpretaciones de la Escritura incorporadas en las principales obras de teología sistemática, que abarcan el amplio espectro de puntos de vista teológicos y grupos eclesiales que se encuentran en todos los creyentes que tienen un alto concepto de la Escritura y propagan una fe cristiana histórica común.
Cuando hablo de cosmovisión occidental8 quiero expresar la idea de la realidad que surgió del movimiento histórico del siglo XVIII conocido como la Ilustración y que a menudo se resume en una palabra: naturalismo. Sire señala el movimiento histórico del teísmo al naturalismo y a través del deísmo, al nihilismo.9 Cierto erudito define el naturalismo metodológico como «el nombre dado a esa característica del método científico que construye su modelo de pensamiento sobre la base de la causalidad natural distinguiéndola de una explicación sobrenatural u oculta».10
Esta cosmovisión abarca casi la totalidad de las que existen en el mundo occidental y es una gran aliada del método científico. Tal método, cuando se adopta como el modelo personal para probar la realidad, concibe el universo como un sistema uniforme basado estrictamente en las relaciones de causa y efecto entre sus partes constituyentes, cada una en determinada relación con la otra y cerrada, en su totalidad, a cualquier dimensión de la realidad que trascienda lo natural. Sire comenta que de este modo la historia se convierte en un «sistema lineal de acontecimientos ligados por causa y efecto, pero sin un propósito que los abarque a todos».11 Así que el naturalismo lo explica todo a base de causas impersonales naturales, y por lo tanto predecibles, que producen la realidad completa.
¿Cómo afecta todo esto a nuestro estudio de la guerra espiritual? Aunque los cristianos hemos rechazado debidamente al naturalismo como una idea aceptable de la verdadera realidad y nos mantenemos fieles al teísmo histórico, de igual forma influye profundamente nuestra percepción de los acontecimientos cotidianos, lo que contribuye a crear nuestra visión del mundo espiritual, lo bueno y lo malo. El antropólogo Paul G. Hiebert, de la Escuela Trinitaria de Teología Evangélica, escribe acerca de sus luchas en esta área como misionero en la India, en su artículo titulado «The Flaw of the Excluded Middle» [La grieta del medio excluido].12
Los discípulos de Juan preguntaron: «¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?» (Lucas 7.20). Jesús no les contestó con pruebas lógicas, sino con una demostración de poder, curando a los enfermos y echando fuera espíritus malos. Eso está claro. Sin embargo, cuando leía ese pasaje como misionero en la India y trataba de aplicarlo a las misiones en nuestros días, tenía una sensación de desasosiego.
Como occidental, estaba acostumbrado a presentar a Cristo con argumentos racionales, no mediante evidencias de su poder en la vida de la gente que estaba enferma, poseída y menesterosa. En particular, la confrontación con espíritus, que parecía una parte tan natural del ministerio de Cristo, en mi mente pertenecía a un mundo separado de lo milagroso, lejos de la experiencia ordinaria cotidiana.
Hiebert presenta el siguiente diagrama que refleja la visión cristiana occidental de la realidad, un subproducto de nuestra teología en esta parte del mundo:
Y comenta:13
Las razones de mi zozobra con las cosmovisiones bíblica e india deberían estar claras ahora. Había excluido el nivel medio de los seres y fuerzas sobrenaturales de este mundo inducido por mi propia cosmovisión. Como científico había sido formado para tratar con el mundo empírico en términos naturalistas. Como teólogo, se me había enseñado a contestar las preguntas trascendentales en términos teístas. En realidad, para mí la zona intermedia no existía. A diferencia de los aldeanos indios, había pensado poco en los espíritus de este mundo, en los antepasados locales y los fantasmas o en las almas de los animales. Para mí estas cosas pertenecían al reino de las hadas, los duendes y otros seres mitológicos, y por consiguiente no tenía respuesta a las preguntas que me hacían.
En «The Excluded Middle», un artículo publicado en MARC Newsletter [Revista de Visión Mundial], Bryan Myers amplía el concepto de Hiebert de un mundo de dos niveles y señala que «el rasgo más importante de esta cosmovisión del Siglo de las Luces es que el mundo espiritual y el real no se tocan[ … ] Esta es la diferencia más importante cuando comparamos la cosmovisión occidental con la forma en que los pueblos tradicionales entienden su mundo». Luego Myers sigue explicando que la mayor parte de las religiones tradicionales
creen que el mundo constituye un medio continuo entre los elementos que son de naturaleza principalmente espiritual y aquellos que son más materiales[ … ] No hay brecha alguna entre los dos mundos. Lo espiritual y lo físico coexisten, son parte inseparable lo uno de lo otro.14
Según Myers, hay una «parte intermedia» de la cosmovisión tradicional, un nivel de realidad que incluye a los médicos brujos, los chamanes, las maldiciones, los ídolos, los dioses familiares y el mal de ojo. Esta parte espiritual de la realidad opera en el mundo material y es rechazada o excluida por la cosmovisión occidental.

Para los pueblos tradicionales no hay dicotomía entre lo natural versus sobrenatural. Lo uno implica en forma directa a lo otro. Los pueblos tradicionales viven en la zona intermedia. Esa es la razón por la cual gran parte de nuestra predicación y enseñanza parece tener poca relevancia para su vida diaria. Nosotros explicamos las enfermedades en términos de gérmenes, nutrición y otros factores relacionados. Ellos lo hacen sobre la base de maldiciones, mal de ojo, brujería o karma, todo esto en su contra. Myers aplica luego esta diferencia de cosmovisiones al evangelismo y la obra misionera:15
Los cristianos occidentales creen que Dios y Jesucristo son parte del mundo de la alta religión y que otros se equivocan al creer en Alá o algún otro dios elevado. Eso significa que pensamos que la pregunta decisiva para la evangelización es: «¿Quién tiene el dios verdadero?»[ … ]
Para la gente que todavía mantiene una visión del mundo mayormente tradicional, la pregunta decisiva no es «¿qué es verdad?» sino más bien «¿quién es más poderoso?» En realidad, son las cosas del medio excluido las que afectan a sus vidas para bien o para mal. Esto significa que las noticias referentes a un Dios cuyo Espíritu es más poderoso que las maldiciones, los médicos brujos y los demonios, resultan muy atractivas. He aquí una de las razones por las cuales los movimientos carismático y pentecostal están creciendo tan rápido hoy en día.
François, a quien conocimos al comienzo de este capítulo, se encontró dentro del medio excluido en aquel incidente de la perforación del pozo. Podía haber vuelto a la concepción en dos niveles de la realidad explicando a la gente de Walamo que el pozo de agua pura no tenía nada que ver con Dios, ya que formaba parte del mundo natural de la ciencia, las leyes físicas y la tecnología. Podía haber desechado la idea de ellos como simple superstición o tratado de imponer su cosmovisión secular occidental sobre aquella tradicional sustentada por los aldeanos.
Podía haberlo hecho, pero no lo hizo.
François comprendió lo relativo al medio excluido. Se dio cuenta de que la gente le veía ahora, tal vez como un chamán más poderoso que el hechicero. Tenía que tender un puente sobre las dos cosmovisiones y ayudarlos a comprender, en palabras de Myers, la «diferencia entre la idea del “dios de François” y “el Dios de François”. Su cosmovisión necesitaba ser desafiada por un sistema bíblico o del Reino, no por una secularizada Ilustración». François explicó que no poseía ningún dios ni tenía poder alguno en sí mismo. No era un chamán. No tenía poderes mágicos. Sólo era un servidor del verdadero Dios «que era más poderoso que los chamanes y que la ciencia occidental. El mismo que había creado un mundo racional y comprensible, y también las mentes humanas con capacidad para deducir dónde podía estar el agua».16
En su explicación, François desafió tanto la cosmovisión occidental como la tradicional de los habitantes de Walamo. Ninguna, sin embargo, armoniza plenamente con la bíblica. La concepción tradicional del mundo, aunque más próxima a la de las Escrituras, está, al igual que la cosmovisión occidental, llena de errores.17 Es politeísta, panteísta, mágica y animista, y en esos aspectos contraria, en su totalidad, a la revelación bíblica. A pesar de dichos errores, la tradicional se acerca más a la de la Biblia, puesto que reconoce a cabalidad la realidad del mundo espiritual.
Como veremos más en detalles en capítulos posteriores, en las Escrituras el mundo de los espíritus es real, vivo y siempre invadiendo la vida diaria. Se describe tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, pero de un modo más vívido en el Nuevo, donde Cristo y sus seguidores se enfrentan con intensidad al campo sobrenatural maligno y triunfan decisivamente sobre el mismo. Tampoco se extinguió la conciencia de las dimensiones del mundo espiritual y del conflicto con los malos espíritus al morir los apóstoles. Los padres apostólicos tomaban tan en serio el reino de lo demoníaco que hacían pasar automáticamente a los nuevos convertidos del paganismo por ritos de liberación de lo sobrenatural maligno, una práctica que hemos perdido en detrimento nuestro.18
Para un ministerio eficaz en nuestros días se precisa que recuperemos el conocimiento y la experiencia del mundo espiritual que poseía la iglesia primitiva. Debemos volver a aprender el olvidado arte de la guerra espiritual. Tal vez desde los días de los apóstoles y de los padres de la iglesia nunca se haya dado un avivamiento de lo sobrenatural maligno como el de hoy. El mundo occidental está siendo sacudido por lo que Michael Green ha llamado una «explosión del ocultismo».19
En el extranjero la historia es la misma. Fueron los misioneros occidentales quienes fundaron la mayor parte de las iglesias de Asia, África, América Latina y Oceanía. Creían que los demonios eran automáticamente mantenidos a raya por la derrota que Cristo infligió a Satanás en la cruz y por su resurrección. Aunque se reconocía el campo sobrenatural maligno, pocas veces era desafiado de manera tan abierta y derrotado mediante un choque de poder.20 En la obra misionera entre los animistas o los adoradores de espíritus, la primera generación de convertidos se ganó, y a menudo se sigue ganando, mediante demostraciones de poder de parte de Dios a través de sus siervos. Después de la conversión, sin embargo, no se elabora para los nuevos convertidos ninguna teología bíblica o culturalmente pertinente al mundo demoníaco o sobre el impacto del poder. La mayor parte del reconocimiento intuitivo y del temor al mundo de las tinieblas, los fantasmas y los espíritus de antepasados o de animales que se encuentran en las culturas anfitrionas es considerada como «superstición» y relegada por tanto a la esfera de lo irreal. De este modo se convierte en algo que conviene pasar por alto en la vida cristiana y en el evangelio. Los cristianos locales tienen reparos con frecuencia en hablar de «las viejas formas» y por lo general no reciben de sus padres espirituales, los misioneros, una teología bíblica y funcional adecuada del mundo de los espíritus, el choque de poder y la guerra espiritual. Se les deja sin preparación para la lucha a la que están siendo lanzados como cristianos.
Sin embargo, los laicos de hoy en todas partes hacen preguntas para las que no hay respuestas adecuadas disponibles: «¿Pueden estar endemoniados los verdaderos cristianos?» Y en tal caso, «¿qué debemos hacer para liberarlos?
»¿Qué puede hacer Satanás, por medio de sus demonios (Efesios 6.10–20) contra los creyentes verdaderos? ¿Pueden ser dañados por los demonios? ¿Puede Satanás lastimar física, emocional e incluso espiritualmente a los cristianos? ¿Puede matarlos?
»¿Y qué de nuestras iglesias?», se preguntan. «¿Tienen capacidad los espíritus malos para infiltrarse hasta posiciones de autoridad y acabar con el fluir del Espíritu y con sus dones? ¿Pueden falsificar los dones del Espíritu Santo? ¿Cómo es posible reconocer y derribar tales fortalezas demoníacas?
»¿Cuál es el lugar del campo sobrenatural maligno en la evangelización? ¿Hay príncipes espirituales malvados de alto rango que gobiernan en ciertos territorios?» «¿Pueden oprimir y controlar a los individuos, las comunidades, los pueblos e incluso las naciones hasta el punto de que la Palabra de Dios no eche raíces sino que sea rechazada o expulsada?»21
Estas preguntas surgen de las experiencias concretas de nuestros hermanos y hermanas de otras culturas. La respuesta, sin embargo, no sólo puede ayudar a los cristianos no occidentales, sino también despertarnos en Occidente a la realidad transcultural del mundo sobrenatural pagano, cuyas manifestaciones en la explosión ocultista actual han sorprendido a muchos de nosotros. Nuestra sorpresa revela la ceguera de nuestra cosmovisión.
Para ver cómo personas que han estado inmersas en culturas endemoniadas son liberadas por el evangelio, liberar verdaderamente a hombres, mujeres y niños del reino de Satanás y traerlos al de Dios, y ministrar a los creyentes que todavía están sujetos al abuso de los espíritus, los líderes cristianos debemos aprender de nuevo lo concerniente al mundo espiritual. Necesitamos quitarnos los lentes de la cosmovisión occidental que nos ciegan ante la realidad de los espíritus, y estar dispuestos a encarnarnos en el mismo mundo donde entró nuestro Señor … un mundo de guerra espiritual, una guerra a muerte.

1.     Véase Bryant Myers, “The Excluded Middle”, MARC Newsletter, Junio, 1991.
2.     La cosmovisión se refiere al concepto personal o colectivo que tiene una persona o un grupo de personas de la realidad. Hay por tanto dos realidades: existe la realidad tal y como Dios la ha creado y la ve, y la realidad como la percibimos nosotros, los seres humanos finitos e imperfectos. Mi amigo Charles Kraft escribe que “nosotros vemos el mundo (tanto físico como en sus otros aspectos) como se nos ha enseñado a verlo. El asumir que nuestra forma de ver el mundo es correcta forma parte de nuestra cosmovisión … Los que pertenecemos a las naciones occidentales que rodean el Atlántico Norte hemos sido enseñados, o se nos ha dejado suponer que nuestra percepción de la realidad equivale a la REALIDAD absoluta misma … Ese es el problema de cosmovisión.” Christianity with Power: Your World View and Your Experience With the Supernatural , Vine Books,Ann Arbor, MI, 1989, pp. 23–24.
3.     Contextualización es el proceso de adaptarse a un estilo de vida o modo de ver las cosas distinto del propio hasta el punto de que nuestro comportamiento se hace normal para el nuevo contexto en que nos encontramos. Es parte esencial de la vida y el ministerio transcultural.
4.     James W. Sire, The Universe Next Door , Intervarsity, Downers Grove, Ill, 1976, p. 17.
5.     Paul Hiebert, Cultural Anthropology , J.B. Lippincott Company, Filadelfia, 1976, p. 371.
6.     Si desea consultar una excelente presentación y crítica erudita de este proceso realizada por un conocido científico cristiano, vea A.E. Wilder Smith, Man’s Origin, Man’s Destiny , Harold Shaw, Wheaton, IL, 1974.
7.     Véase Arthur C. Custance, The Misterious Matters of the Mind , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1980, para una crítica de este punto de vista.
8.     Puede encontrar un excelente tratamiento de la ineludible tensión entre la limitada cosmovisión personal o colectiva de uno, las cosmovisiones occidentales y los elementos claves de una cosmovisión bíblica en Christianity with Power de Charles Kraft.
9.     Sire, p. 66.
10 10.     Vergilius Ferm, ed., An Encyclopedia of Religion , The Philosophical Library, Nueva York, 1945, p. 518.
11 11.     Sire, p. 66.
12 12.     Paul Hiebert, “The Flaw of the Excluded Middle”, Missiology 10 (Enero, 1982), 35–47.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
13 13.     Myers, p. 3.
14 14.     Ibid. p. 3.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
15 15.     Ibid. p. 4.
16 16.     Ibid. p. 4.
17 17.     A menudo se describe la cosmovisión tradicional como un sistema que no cree en ningún tipo de gérmenes o ciencia, sino meramente en fuerzas espirituales que operan directamente cada momento del día en “la naturaleza”, hasta el punto de que la naturaleza se ha convertido en algo casi totalmente imprevisible. En su ya clásico libro Magic, Science and Religion, Doubleday Anchor, Garden City, NY 1954, pp. 17–36, Bronislaw Malinowski niega que los tradicionalistas sustenten una cosmovisión totalmente mística. “Al contrario —expresa—, la gente tradicional comprende la diferencia que hay entre la religión, la magia y la ciencia”. Mediante observación ellos han creado una verdadera ciencia por la que asimismo rigen sus vidas. Aunque admiten que los espíritus malignos pueden interferir en el curso de la naturaleza, no atribuyen todas las experiencias negativas necesariamente a la acción directa de dichos espíritus o de airados fantasmas ancestrales.
18 18.     J. Warwick Montgomery, “Exorcism: Is It For Real?”, Christianity Today , (July 26, 1974). Jeffrey Burton Russell, de la Universidad de California en Santa Bárbara, California, hace un seguimiento del desarrollo de la satanología y demonología hasta el siglo V d.C. En su libro Satan: The Early Christian Tradition , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1978, Russell comienza con los padres apostólicos —Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Papías y otros— y sigue hasta el tiempo de Agustín, describiendo de una forma gráfica la actividad del orden de los exorcistas en la iglesia posterior al primer siglo.
19 19.     Michael Green, I Believe in Satan’s Downfall , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1981, p. 112.
20 20.     El choque de poder, mencionado anteriormente en la Introducción, es un punto crítico de choque en la guerra espiritual continua que llevan a cabo personajes sobrenaturales y en el que los cristianos están directamente implicados. Su objetivo es la gloria de Dios, la derrota de los que “no son dioses” (Gálatas 4:8 y 9) y la obediencia de los hombres al único Dios verdadero y a su Hijo unigénito, el Señor Jesucristo (Juan 1.14163.161 Juan 4.9 y 10). Mucho se está escribiendo hoy en día sobre el choque de poder, si desea más información sobre varios libros y artículos excelentes relacionados con esta área de la guerra espiritual consulte la Bibliografía.
21 21.     El tema de los espíritus territoriales parece estar causando bastante controversia y oposición entre los cristianos de hoy en día. Esto en parte se justifica por la forma descuidada, antibíblica y superficial en que algunos líderes están tratando con esos espíritus. Sin embargo, no hay duda de que la Biblia habla de espíritus que ejercen control sobre pueblos y áreas geográficas.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
2
La dimensión de la guerra espiritual de una cosmovisión bíblica
Todos los escritores de la Biblia, a pesar de sus divergentes contextos culturales, poseían una cosmovisión teísta y tenían un concepto común de Dios. El Dios revelado en los primeros capítulos del Génesis es el mismo que se manifiesta a lo largo de todo el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Es a la vez trascendente (Génesis 1.1) e inmanente (Génesis 3.8). Jamás se le considera una deidad tribal localizada, sino que es el creador de «los cielos y la tierra» (Génesis 1.1), y aunque Abraham y la nación de Israel son llamados a restaurar su nombre en la tierra, desde el comienzo se revela como el Dios de todos los pueblos del mundo (Génesis 12.3; 14.19–20).
H.B. Kuhn, profesor de Filosofía de la Religión en el Seminario Teológico Asbury, esboza en un excelente artículo de enciclopedia1 la revelación progresiva de las distintas dimensiones de la personalidad de Dios y de su relación tanto con la creación como con su pueblo, que se encuentra en los diferentes nombres mediante los cuales Él se manifiesta a sí mismo en el Antiguo Testamento. Según Kuhn, su revelación gira en torno a cuatro nombres centrales: El, Elohim, Adonai y Yahvé. La mayoría de los otros nombres son compuestos de estos cuatro.
El nombre El es una de las formas más viejas de designar a la deidad en la Biblia y en todo el mundo antiguo. Se convirtió en la palabra común para referirse a Dios en Babilonia, Arabia y la tierra de Canaán, así como en los pueblos de ascendencia israelí.2 Kuhn comenta que El no sólo tiene connotación de poder, sino también de trascendencia, y llama a Elohim el nombre plural de Dios. Este se utiliza más de 2.000 veces en el Antiguo Testamento para hacer referencia al Dios de Israel que a menudo es acompañado del artículo (ha-elohim), significando así «el único Dios verdadero». El tercer nombre primario con el que Dios se revela, Adonai, no parece haber sido de uso corriente entre los pueblos semíticos en general, sino que era utilizado principalmente por los hebreos.
Luego Kuhn escribe acerca del cuarto y último nombre primario con el que Dios se revela, Yahvé, exclusivo de los israelitas.3
No parece que los otros pueblos semíticos lo conocieran o al menos lo usaran en relación con la Deidad, excepto cuando los contactos con los hebreos hacían que repararan en él. Era propiedad particular del pueblo del pacto.
Dios reveló este nombre, por su relación con el pacto entre Él y su pueblo, en el relato de (Éxodo 3.13–15). De modo que de ahí en adelante los acontecimientos del éxodo formaron el núcleo de la proclamación hebrea: «Yo soy Jehová [o Yahvé] tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre» (Éxodo 20.2).4 Kuhn comenta que:
Dios había tomado la iniciativa de restaurar el lazo de conocimiento que existía entre Él y el hombre, un lazo que se había roto con la caída. Y fue mediante la revelación a Israel de su propia persona bajo el nombre de Yahvé o Jehová, como se hizo visible la historia de la salvación. La revelación de la naturaleza de Dios al darle su nombre a Israel fue de importancia suprema para todo el sistema bíblico.
A lo largo de todo el Antiguo Testamento se declara que el Dios de Israel es el único Dios verdadero. Él es el Dios de la creación, el Señor de todo, aun de las naciones, aunque se presenta a estas últimas como en rebeldía en su contra por haber degenerado del monoteísmo al politeísmo, la idolatría y la inmoralidad (un proceso de regresión, no de evolución). Estas tres cosas casi siempre van juntas. Las Escrituras revelan que los dioses de las naciones «no son dioses», no constituyen realidades en sí mismos. Son impotentes para salvar a sus seguidores. En esencia son demonios que manipulan el sistema de los dioses paganos y reciben de hecho la honra que se rinde a los no dioses (Levítico 17.7; Deuteronomio 32.17; Salmo 106.37, cf. 1 Corintios 10.20–21).
Por lo tanto, se puede hablar de una cosmovisión bíblica cuando se trata de la persona de Dios mismo. Aun admitiendo el carácter progresivo de la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad después de la caída, es el mismo Dios que estableció relaciones personales con el hombre antes de haber pecado. En ese sentido, su revelación de sí mismo jamás ha variado. Era entonces lo que es ahora. Él mismo afirma: «Porque yo Jehová no cambio» (Malaquías 3.6).
Podría objetarse que la cosmovisión bíblica es mucho más extensa que la presentación que yo hago. Estoy consciente de ello. Sin embargo, mi investigación se limita a sus relaciones con la guerra espiritual y con seis dimensiones clave de una cosmovisión bíblica que afectan a nuestro estudio de dicha guerra.
Una Cosmovisión Espiritual
En esencia, el carácter espiritual de la verdadera realidad representa la dimensión más amplia posible de una cosmovisión bíblica. Como ya he mencionado, la Biblia y los cristianos poseen esta perspectiva con la inmensa mayoría de los más de cinco mil millones de habitantes del mundo.
Una Cosmovisión Teísta
El estudio de la cosmovisión que hace James Sire señala en primer lugar el cambio histórico que se produjo en la cultura occidental al pasar del teísmo al deísmo y del deísmo al naturalismo.5 El resto de su libro registra el continuo movimiento dentro de la cultura de Occidente del naturalismo al nihilismo, de este al existencialismo, al monismo panteísta oriental y a lo que él llama «la nueva conciencia», yo lo calificaría según su nombre más conocido como el movimiento de la Nueva Era.6
Edward T. Ramsdwell, afirma en la Encyclopedia of Religion de Ferm, que el término teísmo significa más que monoteísmo. El teísmo tiene una connotación más amplia que el mero contraste con el politeísmo. La idea esencial de ese término se refiere a un Dios que es tanto uno como personal. También es trascendente (separado del universo como creador y sustentador del mismo) y, sin embargo, inmanente, como presente y accesible a la humanidad en todas partes.7 El teísmo bíblico afirma que Dios es una persona verdadera y la única perfecta en realidad. Como tal posee una mente perfecta: lo sabe todo. Tiene emociones perfectas: ama con un amor perfecto y aborrece con perfecto aborrecimiento. Su perfecto amor hace posible el cielo así como su aborrecimiento perfecto hace del infierno una realidad. Posee voluntad perfecta: escoge lo que desea, que a fin de cuentas sucede.
Este alto concepto de Dios contrasta de lleno con el panteísmo así como con el politeísmo. El panteísmo es «la doctrina de que el universo, el todo de la realidad es Dios[ … ] se equipara con Dios al conjunto del cosmos[ … ] todo es Dios».8 Ha resurgido en la llamada sociedad secular de Occidente mediante el movimiento de la Nueva Era. Las declaraciones de la actriz Shirley MacLaine y de otros exponentes de dicho movimiento reflejan una cosmovisión panteísta.
«Si no me ves como Dios», dice MacLaine, «es porque no te ves como Dios a ti mismo».9 «Tú eres Dios. Todos y cada uno somos parte de la Segunda Venida», dice el ser extraterrestre llamado Soli a través de Neville Rowe, su canal.10
El politeísmo es la creencia en una pluralidad de dioses y en su adoración. El politeísmo y su subproducto, la idolatría, llegaron a ser las ideas religiosas predominantes en el mundo bíblico antiguo después de la caída, y fue de ese ambiente, en Ur de los Caldeos, de donde Dios llamó a Abraham. La batalla espiritual más persistente de Israel consistió en mantenerse puro del politeísmo y la idolatría de sus vecinos. Fue una lucha en la que a menudo los israelitas salieron derrotados. Como castigo por ello, Dios sumergió a su inconstante pueblo en el corazón mismo del politeísmo y de la adoración de ídolos durante el exilio. Tras el regreso a la tierra de Israel, la nación jamás volvió a ser tentada por la suntuosidad inmoral de aquellas cosas.
Es importante observar que los cristianos poseen, al igual que los judíos y los musulmanes, esta cosmovisión teísta y espiritual. Este punto común se convierte en el comienzo del testimonio cristiano a los miembros de esas dos grandes religiones teístas.
Una Revelación De Cosmovisión
El teísmo cristiano está basado en la revelación divina, no en intuiciones humanas. Los cristianos no creen en el único Dios verdadero como resultado de su intuición o sentido común. Sabemos de Dios sólo porque Él ha determinado revelarse a sí mismo a la humanidad. El escritor de Hebreos afirma que Dios ha «hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas» (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.1), y el apóstol Pablo escribe al joven Timoteo:
Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Timoteo 3.14–17).
Nosotros los cristianos tenemos en común con los judíos y musulmanes algunas dimensiones de esta cosmovisión, ya que ellos también sostienen que el Antiguo Testamento es la Palabra de Dios; sin embargo, no creen lo mismo con relación al Nuevo Testamento.
Una Cosmovisión Trinitaria
El único Dios verdadero y personal existe como Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28.19; Romanos 5.1, 5; 15.30; 2 Corintios 13.14). Aunque en ningún lugar del Nuevo Testamento se declara la Trinidad en detalles, se encuentra implícita en todas sus partes. Sabemos esto por la segunda y última fase de la revelación que Dios hace de sí mismo. Como vimos con anterioridad, el escritor de Hebreos afirma que Dios ha «hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas» (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.1). Y Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.2 continúa diciendo: «[Dios] en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo».
Los versículos que siguen declaran que su Hijo es «[Aquel] por quien asimismo hizo el universo». Además afirman que el Hijo es «el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder».
A continuación, después de declarar que Jesús es su Hijo, expresa:
[ … ] Adórenle todos los ángeles de Dios[ … ]
Mas del Hijo dice:
Tu trono, oh Dios, por el siglo
del siglo[ … ]
Tú, oh Señor, en el principio
fundaste la tierra,
Y los cielos son obras de tus
manos.
Ellos perecerán, mas tú
permaneces;
Y todos ellos se envejecerán
como una vestidura,
Y como un vestido los envolverás,
y serán mudados;
Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.
(Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.2–3, 6, 8, 10–12)
La Trinidad se convierte en una dimensión que limita más la cosmovisión bíblica. Es aquí donde los cristianos nos separamos de los judíos y los musulmanes. La mayoría de los judíos consideran a Jesús un impostor, o en el mejor de los casos un reformador equivocado. Los musulmanes tienen un concepto más alto de Él. Le reconocen como uno de los mayores profetas, sólo por debajo del último y mayor de todos, Mahoma.
El Corán llama a Jesús «el Espíritu de Dios» e incluso «el Verbo de Dios»; sin embargo, los musulmanes rechazan con ardor su título de «Hijo de Dios». No era divino, ni Dios, aseguran, sino simplemente un hombre como los otros grandes profetas: Noé, Abraham, Moisés, David y al final Mahoma, el último y más grande de todos.11
Una Cosmovisión Redentora
La revelación de Dios está centrada de manera especial en la redención. Se enfoca en la actividad del Creador para traer de nuevo a sí, después de la caída, a hombres y mujeres. Dios no sólo visita a la humanidad con juicio por su rebelión contra su señorío (Génesis 3.16–19), sino que también lo hace con redención. Proporciona a la primera pareja pecadora ropas para cubrir uno de los resultados de su pecado: el sentimiento de vergüenza por su desnudez (Génesis 3.21). Y lo más importante de todo, les promete un redentor que los libertará de la servidumbre de su nuevo señor, la serpiente, a quien después conoceremos como el diablo o Satanás (Génesis 3.15). El resto de la Biblia, desde Génesis 4 hasta Apocalipsis 22 es la historia de cómo Dios provee redención a hombres y mujeres pecadores.
Por lo tanto, la cosmovisión bíblica debe ser una redentora. Ciertamente los capítulos finales de la revelación divina se centran en las alegrías del pueblo redimido de Dios por la eternidad en la presencia del Creador con toda su gloria y del Cordero con toda su majestad (Apocalipsis 21–22).
El lector cristiano que tiene un alto concepto de las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos tal vez no difiere en nada de lo dicho en estas reflexiones en cuanto a la cosmovisión, por lo menos hasta ahora. Lo que he expuesto hasta el momento representa la opinión histórica del cristianismo bíblico. Hay, sin embargo, una dimensión principal más de la cosmovisión bíblica que debe presentarse y, para el propósito de nuestro estudio, se trata de la dimensión más viva, dinámica y que penetra todos sus aspectos. Al mismo tiempo es, quizás, la más descuidada y la que menos comprendemos y aplicamos a nuestras vidas y nuestros ministerios cristianos.
Una Cosmovisión De Guerra Espiritual
Esta dimensión de la cosmovisión bíblica puede expresarse en una sola máxima: Actualmente esta realidad existe en un estado de conflicto cósmico-terrenal o guerra espiritual. Para decirlo en términos filosóficos, en el universo existe un dualismo modificado. El reino de Dios y el reino sobrenatural maligno libran un feroz combate entre sí. El dualismo absoluto afirma que la verdadera realidad es eternamente dualista: que el bien y el mal siempre han existido y siempre existirán.12 El dualismo bíblico es un dualismo modificado: la realidad presente existe en un estado de dualismo, pero no fue así en un principio ni lo será en el futuro. La opinión de la Escritura es: «En el principio … Dios … » Entonces no había mal, ni fuerza opositora, sólo Dios, y Él es bueno. Luego Dios creó seres morales, llamados ángeles, y los colocó en su reino. Aún no había dualismo. Ellos obedecían a su voluntad. Sin embargo, en algún momento del pasado secreto, tuvo lugar la rebelión dentro del reino angélico. El dualismo había nacido. El mal entró en el reino de Dios dividiéndolo en dos diferentes, el reino de Dios y el de Satanás. Esta es la visión que da la Biblia del lejano pasado.
A medida que a través del tiempo el interés de la Escritura va trasladándose del pasado «eterno» al futuro «eterno», el dualismo se desvanece. El estado final es el de un monismo eterno. Sólo Dios y su perfecto reino existirán en el futuro eterno. (El mismo concepto de eternidad pasada y eternidad futura presenta una evidente contradicción. ¿Puede lo que es eterno tener en verdad un pasado y un futuro? Sin embargo, esas expresiones son útiles para hablar del pasado y del futuro.)
El dualismo, no obstante, es una realidad presente. El universo existe en un estado de conflicto cósmico-terrenal o guerra espiritual. El dualismo cósmico es una realidad: La guerra espiritual existe en el cielo. Y lo mismo sucede con el dualismo terrenal: La guerra espiritual ruge en el mundo.13
Algunas dimensiones de esta cosmovisión de guerra son reconocidas y descritas de maneras diferentes por distintas personas. Algunos hablan de la lucha entre el bien y el mal. Otros de la batalla entre lo correcto y lo equivocado, o entre la luz y las tinieblas. Otros aun se refieren al conflicto entre las fuerzas positivas que tratan de preservar la vida y el orden en el universo, y las negativas que intentan destruirlos. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica este dualismo se revela como un conflicto continuo en dos frentes: Dios y su reino angélico confrontando a Satanás y su dominio demoníaco, y los hijos de Dios enfrentándose a los hijos de las tinieblas. Para comprender y prepararse mejor para esta lucha cósmico-terrenal, es necesario explorar los campos de la teología, la exégesis bíblica y la experiencia del pueblo de Dios.
1 1.     H. B. Kuhn, “God, Names Of”, en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 2, pp. 760–766.
2 2.     Véase Gordon J. Wenham, Génesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, pp. 316–322.
3 3.     Kuhn, pp. 761 y 762.
4 4.     Sin embargo, probablemente Dios fue conocido como Yahvé por su pueblo antes del Éxodo (Génesis 2.4f; 3.1f; 4:1s; 4.26; 12.1s; 14.22 etc.)
5 5.     Kuhn, p. 762.
6 6.     James W. Sire, The Universe Next Door , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1978, pp, 21–27.
7 7.     Edward T. Ramsdwell en Vergilius Ferm, ed., An Encyclopedia of Religion , The Philosophical Library, Nueva York, 1945, p. 714.
8 8.     Ferm, p. 557; véase también Sire, pp. 129–148.
9 9.     Shirley MacLaine, entrevista, Time (7 de diciembre de 1987), p. 64.
10 10.     Ibid. p. 66.
11 11.     Howard F. Vos, Religions in a Changing World , Moody, Chicago, 1959, pp. 83–84.
12 12.     Esta es la teología del movimiento de la Nueva Era, una teología popularizada por la serie de películas de La guerra de las galaxias. La “Fuerza”, es decir Dios, es tanto buena como mala. (Para un estudio sobre la Nueva Era véase el capítulo >62.)
13 13.     Véanse los excelentes libros This Present Darkness , Crossway, Westchester, IL, 1986 y Piercing the Darkness , Crossway, Westchester, IL, 1989, de mi amigo Frank Peretti para unas buenas presentaciones populares de esta dimensión de la realidad.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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