lunes, 15 de junio de 2020

El Tesoro de David; Salmo 58 C.H.Spurgeon


SALMO 58

Éste es el cuarto de los Salmos del «Secreto áureo» y el segundo de los «No destruyas». Estos
nombres, si no sirven para nada más, son útiles para ayudar a la memoria. Los hombres dan
nombres a sus caballos, joyas y otras posesiones, y estos nombres no significan más que una
distinción para reconocerlos, y en algunos casos exhiben la alta estima del poseedor sobre este
tesoro; de la misma forma, el poeta oriental da un título al canto que ama, y con ello ayuda a su
memoria y expresa su estimación del mismo. No siempre hemos de considerar que haya un
significado en estas inscripciones; basta con tratarlos como títulos de poemas o nombres de
tonos.

Vers. 1. Oh poderosos, ¿pronunciáis en verdad justicia? «Lo que todo el mundo dice, ha de ser
verdad», dice con labio mentiroso un proverbio, que pone fe en los números grandes. Si nos
hemos puesto todos de acuerdo en acosar a un hombre hasta su muerte, ¿quién se atreve a
suponer que estando tantos de acuerdo se hayan equivocado? Con todo, el perseguido pone el
hacha a la raíz, requiriendo a sus jueces que digan si están obrando conforme a la justicia. Sería
bueno que los hombres hicieran una pausa y contestaran la pregunta con franqueza. Algunos de
los que rodeaban a Saúl eran perseguidores pasivos más que activos; mantenían quieta su lengua
cuando era calumniada la persona objeto del odio real. El que se abstiene de defender el derecho
es un cómplice del entuerto. C. H. S.

Vers. 2. No, que de corazón maquináis iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras
manos, en la tierra. ¡Ved con qué generación tienen que tratar los santos! Estos eran los
enemigos de nuestro Señor, una generación de víboras, una generación mala y adúltera;
procuraban matarle porque El era justo, pero disfrazaban su odio de bondad al acusarle de
pecado. C. H. S.

El Salmista no dice ya que hubiera maldad en su corazón, sino que ellos la maquinaban; el
corazón es una tienda interior, un obrador dentro; allí forjaban sus propósitos malignos, y los
preparaban para ponerlos en acción; hacían pesar la violencia de sus manos en la tierra. Esto es
una alusión a los mercaderes, que compran y venden por peso; ellos pesan la mercancía en onzas; no la dan al por mayor, sino con el peso exacto. Por ello dice el Salmista: «hacéis pesar la
violencia de vuestras manos»; no oprimen burdamente, sino que, con precisión y destreza, se
sientan para considerar cuánta violencia han de usar en un caso dado, y cuánto puede resistir una
persona en una oportunidad dada. Joseph Caryl

Los principios de los malignos son peor que sus prácticas y costumbres; la violencia premeditada
es doblemente culpable. George Rogers

Vers. 3. Torcidos están los impíos desde la matriz; extraviados y mentirosos desde que
nacieron. No es de extrañar que algunos persigan la simiente justa de la mujer, puesto que todos
ellos son la simiente de la serpiente y hay entre las dos enemistad. Tan pronto como nacen, se
hallan alienados de Dios; ¡ésta es la condición en que se encuentran! El que empieza tan
temprano por la mañana va muy lejos antes de la noche. El ser mentiroso es una de las pruebas
más seguras del estado caído, y como la falsedad es universal, también lo es la depravación
humana. C. H. S.

¡Qué pronto pecan los hombres! ¡Cuánto tardan en arrepentirse! Tan pronto como salieron de la
matriz ya estaban descarriados, pero si se les deja a sí mismos no van a regresar hasta que
mueran; nunca van a regresar. Joseph Caryl

De todos los pecados, ninguno puede llamar a Satanás padre como la mentira. Toda la
corrupción que hay en nosotros viene de Satanás, pero este pecado de forjar mentiras es más del
diablo que ninguno; sabe al diablo más que ninguno. Así como estando en el cuerpo, y sometidos
a todas las enfermedades, algunos son más propensos a unas enfermedades que a otras, así
también el alma es toda ella apta para pecar, y algunas con más tendencia a un vicio que otro;
pero todas muy inclinadas a mentir. Richard Capel en Tentaciones: su naturaleza, peligro, cura

La serpiente más joven puede llevar veneno al morder; y el sufrimiento en todos los casos es
grande, aunque la mordedura raramente es fatal. Joseph Roberts

Vers. 4. Veneno tienen como veneno de serpiente. Hay algo que llamamos veneno, pero ¿dónde
hallarlo? De todos los lugares, ¿quién lo buscaría en el hombre? Dios hizo el cuerpo del hombre
del polvo de la tierra; no mezcló veneno en él. Inspiró su alma en el cielo; no sopló veneno en
ella. Le alimentó con pan, que no lleva veneno consigo. ¿De dónde viene el veneno? En Mateo
13:27 los criados dicen a Jesús: «¿No sembraste, Señor, buena semilla en tu campo? ¿De dónde
viene la cizaña?» ¿De dónde? «El enemigo ha hecho esto.» Podemos percibir el diablo en ello.
La gran serpiente, el rojo dragón, ha derramado este veneno en los corazones malvados. Su
propio veneno, la maldad. «Cuando él derrama pecado, derrama veneno.»

El pecado es un veneno. La maldad original es llamada corrupción; veneno en realidad. La
violencia y la virulencia de esta característica venenosa no vienen al principio. Ningún hombre
se hace muy malo al principio. Todos hemos nacido corruptos, pero nos hemos hecho venenosos.
Hay tres grados, por así decirlo, tres edades en el pecado. Primero: el pecado secreto; una úlcera
en los huesos, pero con piel, por encima, de hipocresía. Segundo: pecado abierto, que sale fuera
en vileza manifiesta. El primero es corrupción y el segundo es erupción. Tercero: pecado
frecuente y confirmado, y éste es puro veneno, que emponzoña alma y cuerpo. Thos. Adams

Son como el áspid sordo que cierra su oído. El punto de la reprensión es que el áspid de que se
trata aquí puede oír hasta cierto grado, pero no quiere; tal como los jueces injustos o
perseguidores de David podían oír con sus oídos externos las apelaciones que hace en los
versículos 1 y 2, pero no querían. A. R. Fausset

Vers. 5. Por más hábil que sea el encantador. Los impíos no se ganan para el bien con
argumentos lógicos o apelaciones patéticas. ¡Prueba todas tus artes, predicador de la palabra!
Prepárate para contrarrestar todos los prejuicios y gustos de los pecadores, y acabarás
exclamando: «¿Quién ha creído nuestro anuncio?» La causa del fracaso no se halla en tu música,
sino en el oído del pecador, y es sólo el poder de Dios el que puede quitarla.

Vers. 6. Quiebra, oh Jehová, las muelas de su boca. Trátalos como los encantadores de
serpientes, sácales los colmillos.

Vers. 7. Sean disipados como aguas que se escurren. Marchaos, corrientes pestilentes; cuanto
antes hayáis desaparecido, mejor será para el universo.

Vers. 8. Pasen ellos como la babosa que se deslíe. Como la babosa se abre paso en el lodo y se
disuelve al hacerlo, y su piel se halla vacía como si el que había en ella se hubiera disuelto, así
también el malicioso devora su propia fuerza cuando prosigue en sus designios malévolos, y
desaparece.

Como el que nace muerto, no vean el sol. Son como si no hubieran sido. Su carácter es repulsivo,
informe. Son más aptos para estar escondidos en una tumba desconocida que para ser contados
entre los hombres. Su vida nunca madura, sus objetivos son abortivos, todos sus logros son traer
miseria a los demás y horror a sí mismos.

Hombres como Herodes, Judas, Alba, Bonner, ¿no habría sido mejor si no hubieran existido?
¿Mejor para las madres de las cuales nacieron? ¿Mejor para los países para los que fueron una
maldición? ¿Mejor para la tierra en que sus pútridos cadáveres fueron escondidos del sol? Todo
hombre no regenerado es un aborto. Pierde la verdadera forma de la humanidad hecha por Dios;
se corrompe en la oscuridad del pecado; nunca ve o verá la luz de Dios en su pureza en el cielo.
C. H. S.

Todos los inicuos son, por así decirlo, abortos humanos; son y serán para siempre seres
defectuosos que nunca han realizado el gran propósito de su existencia. El cielo es el objetivo
para el que el hombre fue creado, y el que se queda corto del mismo no alcanza el propósito de
su creación; es un aborto eterno. O. Prescott Hiller

Vers. 9. Antes que vuestras ollas sientan la llama de los espinos, verdes o quemados, que los
arrebate la tempestad. Que el fuego, la olla, la carne, todo desaparezca de golpe, arrebatado
hacia la destrucción.

A la mitad de la vida del hombre, en la furia de su furor contra los justos, el perseguidor es
abrumado por un huracán, sus designios son frustrados, sus intrigas desechas y él mismo
destruido. El pasaje es difícil, pero éste es su significado probablemente; sí, muy terrible. El desgraciado pone su gran caldera junto a la leña con la que piensa asar al bueno, como un
caníbal; pero no cuenta con el Señor de los ejércitos, y la tempestad inesperada se lleva todo
rastro de él mismo, de su fuego y de su fiesta en un solo momento.

Vers. 10. Se alegrará el justo cuando vea que se hace justicia. Al final diremos «Amén» ante la
condenación de los malvados y no sentiremos la menor disposición a hacer preguntas por la
forma en que Dios trata al impenitente. C. H. S.

Sin duda, a la vista de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim destruidos, los ángeles vieron motivo
para regocijarse y cantar: «Aleluya». La maldad fue barrida; la tierra fue aliviada de una carga; la
justicia, la justicia de Dios, fue exaltada; el amor a sus otras criaturas fue desplegado al librarías
de la proximidad de contaminaciones infernales. Bajo el mismo principio (aunque entre más
profundamente en la mente del Padre y simpatice de lleno en su justicia), el mismo Señor Jesús,
y cada uno de sus miembros, exclamará «Aleluya» sobre las huestes destruidas del anticristo.
Andrew A. Bonar

Sus pies lavará en la sangre del impío. La condenación de los pecadores no va a alterar la
felicidad de los santos. C. H. S.

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