Bautizados a una nueva vida
Romanos 6.1-7
La
sección de libros de autoayuda de las librerías no se vería tan concurrida si
más personas aceptaran la solución de Dios para su bienestar. La redención del
hombre no es la superación personal, sino el reemplazo total de la vieja
naturaleza “carnal”.
Quienes
reciben a Jesús como Salvador y aceptan su sacrificio por su pecado, son
crucificados juntamente con Él. Su viejo yo, lleno de pecado muere, y un nuevo
Espíritu sin mancha hace su residencia en el interior de la persona. El
bautismo es un acto simbólico que representa la transición de muerte a vida. No
solo simboliza la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús, sino también
manifiesta nuestra experiencia de ser sepultados con el Cristo crucificado, y
resucitados para vivir con Él.
En
nuestra nueva vida, somos libres de la esclavitud del pecado, y aunque nos
parezca que no podemos alcanzar una vida de santidad, nos esforzamos más para
hacer lo correcto. A veces, volvemos a la sección de autoayuda, cuando lo que
deberíamos hacer es volver al Libertador. Al redimirnos, Cristo se convirtió en
nuestra vida. Él vive en nosotros por su Espíritu que mora en nuestro interior,
y seguirá viviendo si le permitimos que lo haga.
Las
personas no pueden cambiarse a sí mismas. Jesús llama a los creyentes a una
relación en la que son transformados. Cuando Él es el centro de nuestra vida
—cuando leemos con entusiasmo la Sagrada Escritura, oramos pidiendo que se haga
su voluntad, y procuramos andar en su senda— cambiamos positiva y
permanentemente.
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