Porque Él vino, debemos ir
Juan 20.19-23
¿Puede usted imaginar la
impresión de los discípulos cuando Jesús se les apareció? Después de días de
estar escondidos, temiendo por sus vidas y lamentando la pérdida de su Maestro,
los seguidores de Cristo quedaron atónitos al verlo de pie ante ellos en una
habitación que estaba cerrada con llave.
Como si el impacto que les
causó su aparición no hubiese sido suficiente, les hizo la siguiente
declaración: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn 20.21). El peso de esas palabras
debió haberles parecido abrumador. Después de años de escuchar a Jesús hablar
de su propósito divino, ahora los discípulos recibían un encargo semejante. Así
como el Padre había enviado a Jesús, Él los estaba enviando ahora al mundo para
extender el evangelio, sanar a los enfermos, servir a los necesitados y
glorificar al Padre celestial.
Muchos cristianos leen este pasaje, y piensan: “Me alegro de no haber estado allí para recibir esa “orden de movilización”. Pero ¿sabe una cosa? Sí estaba. Esa habitación no albergaba solo a los once apóstoles restantes. Lucas 24.33 dice que otros seguidores “estaban con ellos”.
De modo que, cuando Jesús dijo en Juan 20.21: “Así también yo os
envío”, estaba hablando a todo el cuerpo de creyentes.
El mandato de Jesús de hacer discípulos “de todas las naciones” (Mt 28.19) es una tarea demasiado grande para un puñado de personas. Es un llamado para que cada creyente, de cada país y en cada generación, acepte la misión nuevamente. Cristo le está enviando a algún lugar con un propósito. ¿Está listo para ir?
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