jueves, 4 de junio de 2020

Manual de Guerra Espiritual - Dr Ed Murphy (Tercera Parte)

La realidad de la demonización: Relación escrituras experiencia (+ ...

Tercera Parte
Un análisis de la enseñanza bíblica (Antiguo Testamento)
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Guerra en el paraíso
Nuestro estudio de la enseñanza bíblica sobre la guerra espiritual comienza con el Génesis, el libro cuyo nombre significa en hebreo «principio» o más literalmente «generación» o «historia familiar».1
Su objetivo principal es relatar el comienzo de la historia del pueblo escogido por Dios, Israel. Al hacerlo, su primer capítulo nos cuenta el origen de los cielos y la tierra; del 2 al 11 nos habla de la creación del hombre, su caída y el origen de las naciones; y del 12 al 50 trata del nacimiento de Israel: el llamamiento de Abraham, la historia de los patriarcas, los progenitores de la raza hebrea.
Génesis 1–11 nos proporciona la base necesaria para comprender el llamamiento de Abraham y el comienzo de la nación de Israel. Estos capítulos también revelan el origen y la historia temprana de la guerra espiritual cósmico-terrena (Génesis 3).
Un ser cósmico no identificado, llamado la serpiente, introduce la guerra espiritual en la experiencia humana. Como ya hemos afirmado en repetidas ocasiones, esto significa que la lucha espiritual cósmica había comenzado antes del capítulo 3. Este libro no nos dice nada acerca del origen de la guerra espiritual celeste. En realidad, el resto de la Biblia trata el asunto principalmente como un «dato»: un hecho que debe aceptarse con poca o ninguna explicación. Tendremos que contentarnos, pues, con lo que la Escritura dice y tener cuidado con especular en cuanto a lo que no revela.
La Biblia dice lo suficiente, sin embargo, como para ayudarnos a comprender que hubo una rebelión celestial entre los ángeles de Dios, quizás antes de la creación del hombre y desde luego antes de la Caída, la cual produjo un conflicto continuo entre el reino de Dios y el de Satanás.
La desastrosa progresión temprana de ese conflicto sobre la tierra se esboza en los capítulos 4 al 11, formando la base lógica para el nuevo comienzo de Dios con la humanidad en la persona Noé y su familia (Génesis 6–9). Más tarde el Señor comenzará otra vez al llamar a un hombre, Abraham, a salir de la degradación espiritual, la idolatría, el politeísmo y la inmoralidad grosera en que había caído la raza humana. Dios llama a Abraham de Ur de los caldeos (Génesis 11.26–12.3). El resto del Antiguo Testamento es un desarrollo de la revelación única que Dios hace de sí mismo a los descendientes de Abraham, Israel, y a través de ellos.
El comentarista Gordon J. Wenham presta mucha atención al choque de cosmovisiones que los occidentales experimentamos con los primeros capítulos del Génesis. Debido a que los abordamos con nuestra mentalidad científica de este lado del mundo, esperamos que Génesis nos ofrezca respuestas para el debate Biblia versus Ciencia acerca de la creación en seis días y temas parecidos. Pero Génesis 1 al 11, y en particular los capítulos 1 al 3, fueron escritos desde una perspectiva religiosa, no científica.2
El debate Biblia vs. Ciencia ha desviado de la manera más lamentable a los lectores de Génesis 1. En vez de leer este capítulo como una triunfante afirmación del poder y la sabiduría de Dios, y de la maravilla de su creación, demasiado a menudo nos hemos atascado al tratar de meter a presión las Escrituras en el molde de la última hipótesis científica o al torcer los hechos científicos para adaptarlos a una interpretación particular.
Cuando se le permite hablar por sí mismo, Génesis 1 mira por encima de esas menudencias[ … ] Al afirmar además la posición única del hombre, su lugar en el programa divino y el cuidado que Dios tiene de él, Génesis 1 da a la humanidad una esperanza que las filosofías ateas no pueden nunca proporcionar legítimamente.
Génesis fue escrito en primer lugar para la gente de su época y sólo de un modo secundario para las generaciones futuras. Las enseñanzas del primer libro de la Biblia debían satisfacer las necesidades reales y sentidas de aquellos a quienes iban dirigidas, de otro modo es muy probable que ni siquiera se hubieran escrito.
Génesis 1 al 11 comparte una cosmovisión espiritual común a todas las naciones vecinas de Israel en el Oriente Cercano. Muchos de los relatos que aparecen en esos capítulos son parecidos a otros que tratan los mismos temas y que se encuentran en la historia y la mitología de los pueblos aledaños a los hebreos.3 Sin embargo, lo que hacen únicos a los capítulos 1 al 11 de Génesis son las diferencias entre el relato bíblico y las narraciones paganas.4
Aunque admitiéramos que el «Génesis y el Cercano Oriente de la antigüedad tienen quizás más en común entre sí que ninguno de ellos con el pensamiento secular moderno», dice Wenham, «las semejanzas entre el pensamiento bíblico y no bíblico[ … ] se ven eclipsadas por las diferencias». Una de esas diferencias es el lugar que ocupa el hombre en el orden creado. Según la mitología oriental, el hombre fue creado por los dioses como una idea posterior para que les supliera de comida. Génesis 1, por el contrario, lo presenta como el clímax de la creación y, en vez de proporcionarle comida a los dioses, Dios le proveyó a él de plantas para que comiese (Génesis 1.29).5
Ese mismo tema de la preocupación de Dios por el bienestar del hombre es muy evidente en Génesis 2. En dicho pasaje, primero crea al hombre y luego le proporciona un huerto donde vivir, con animales por compañeros y, finalmente, una esposa.6
El trasfondo oriental de Génesis 1 al 11 muestra que éste se hallaba interesado en temas muy diferentes a los que suelen preocupar a los lectores modernos; tales como afirmar la unidad de Dios frente al politeísmo, su justicia en vez de su capricho, su poder en contraposición con su omnipotencia, su preocupación por la humanidad en lugar de su explotación de ella. Y mientras que Mesopotamia se aferraba a la sabiduría del hombre primitivo, Génesis relata su desobediencia pecaminosa. Ya que como cristianos tenemos la tendencia de dar por sentados estos puntos en nuestra teología, a menudo no reconocemos la asombrosa originalidad del mensaje de Génesis 1–11 y nos dedicamos a aspectos secundarios que pueden tener menos importancia.
George Ernest Wright, profesor de Historia y Teología del Antiguo Testamento en la Universidad de Harvard, rechaza la posición crítica tradicional de que el judaísmo pasó a través de una serie de etapas evolucionistas predecibles: del animismo al politeísmo, luego al monoteísmo y por último al teísmo bíblico. Esa idea, dice Wright, no reconoce la intervención sobrenatural de Dios en la vida de la nación elegida ni tampoco la gran diferencia existente entre el concepto judío de la divinidad y el politeísmo de los pueblos que los rodeaban.7 Esta percepción es decisiva para nuestros estudios de Génesis 3.
Seis características importantes de la creación de la humanidad
El propósito de la creación del hombre se revela en Génesis 1.26–31. No haremos un estudio en profundidad del mismo sino que únicamente nos referiremos a seis rasgos principales de la narración que guardan una relación directa con el relato de la Caída en Génesis 3.
1.     Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (vv. 26a, 27a). El debate sobre lo que significa con exactitud que el hombre fuera creado a la imagen y semejanza de Dios continúa.8 No vamos a entrar en detalles, sin embargo destacaremos el hecho de dicha semejanza, pues resulta crucial para comprender por qué la serpiente decidió seducir al hombre para que desobedeciera a su creador y Padre celestial.
Sea cual fuere el significado de la imagen y semejanza de Dios en el hombre, la Escritura afirma que sólo éste ha sido hecho a la imagen divina. Esto parece ser lo que separa en definitiva al hombre de todo el resto de la creación de Dios.9
Wenham nos ayuda a comprender por qué la serpiente se interpone en la relación entre Dios y el hombre, cuando escribe que el hombre es[ … ]
la culminación del orden creado[ … ] La imagen de Dios significa que de alguna forma los hombres y las mujeres se parecen a Dios y a los ángeles, aunque no se aclara en este capítulo en qué consiste tal semejanza. La imagen divina sí capacita al hombre, no obstante, para que su creador le hable directamente y lo haga, en un sentido real, el representante suyo en la tierra, que debe reinar sobre las demás criaturas como un rey benevolente.10
No es de extrañar que el enemigo de Dios se convirtiera de inmediato en enemigo del hombre. Cuando Satanás comprendió el plan que Dios tenía de hacer una criatura más semejante a Él que ninguna de las que creadas hasta entonces, el diablo no es omnisciente y al igual que nosotros tiene que aprender, su estrategia primordial para desafiar la voluntad divina fue la de inducir al hombre de Dios a la incredulidad y a desobedecer la ley divina. Como que no podía atacar a Dios directamente, lo haría de manera indirecta al atacar a la criatura que había hecho a su propia imagen y semejanza: el hombre. Esto nos proporciona una comprensión verdadera de los misterios que encierra el relato de la caída del hombre en Génesis 3.
2.     Dios da al hombre el dominio pleno de la tierra (1.26b, 28c). Tan completo es el señorío del hombre sobre la tierra que debe «sojuzgarla» y «señorear» sobre todos los seres vivos que se mueven sobre ella (1.26–28). ¿De qué mejor manera podía Satanás luchar contra el gobierno de Dios que guerreando contra su gobernante aquí abajo?
3.     El hombre fue hecho «varón y hembra» (v. 27b).
4.     Se les dice a la primera pareja que «fructifiquen, se multipliquen y llenen la tierra» con su descendencia (v. 28b). Satanás para corromper la creación completa sólo tenía que comenzar con aquellos dos que iban a multiplicarse y llenar la tierra de hijos e hijas nacidos a su imagen (5.3).
5.     Dios dio una bendición especial a aquella regia pareja (v. 28a). Derek Kidner comenta que:
[ … ] bendecir es conceder, no sólo un don, sino también una función (cf. 1.22; 2.3; cf. igualmente la impartición de bendiciones de Isaac, Jacob y Moisés), y hacerlo con un interés cariñoso. En su grado más alto es Dios mismo volviéndose hacia el recipiente (cf. Números 6.24–26) en forma altruista (Hechos 3.26).11
Inducir a una pareja bendita por Dios a sumarse a su rebelión contra el gobierno divino sería la victoria más grande de Satanás; tal vez aun mayor que su seducción anterior de aquel gran número de ángeles los cuales habían desechado el señorío del Creador (2 Pedro 2.4; Judas^<1034,Times New Roman>Judas 6; Apocalipsis 12.7–9).
6.     Dios declara su deleite en el hombre y en toda su creación (v. 31). Kidner cita las siguientes palabras de Karl Barth: «Una parte de la historia de la creación es que Dios contempló su obra y la confrontó como una totalidad completa». Y luego comenta que …
por su gracia concedió a algo distinto de sí mismo, no sólo existencia, sino también cierta medida de autodeterminación. Y si los detalles de su obra fueron declarados buenos (vv. 4, 10, 12, 18, 21, 25), la totalidad resultó ser muy buena. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento respaldan esta idea en su exhortación a aceptar con actitud agradecida las cosas materiales (p.ej., Salmo 104.24; 1 Timoteo 4.3–5) como procedentes de y para Dios.12
Dios contempla toda su creación terrena no sólo como algo «bueno», sino como «bueno en gran manera», tanto por separado como en general (vv. 4, 10, 12, 18, 21, 25, 31). Por lo tanto, Satanás tiene al alcance de su mano la posibilidad de vengarse del Dios a quien odia. Si es capaz de hacer malo y muy malo aquello que el Creador considera «bueno» y «bueno en gran manera», le habrá asestado el peor golpe desde que consiguiera corromper a una parte de su reino angélico.
Empezamos con una serpiente
Las palabras de Génesis 3.1 han suscitado tal vez más discusión que la mayor parte de los otros versículos de este libro.
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
El primer aspecto controversial tiene que ver con la identificación del tentador como una serpiente. ¿Se trataba de un animal como los de hoy en día?13 ¿Caminaba erguido con anterioridad y se convirtió en un reptil sólo después de ser maldecido por Dios?14 Para responder a tales preguntas es necesario hacer conjeturas. La Biblia no lo dice; por lo tanto no es importante para nosotros saberlo. Sin negar ni por un momento la historicidad del relato, puesto que se trata de un caso de simbolismo histórico, nos desviaremos irremediablemente si hacemos preguntas detalladas sobre los símbolos escogidos por Dios y el escritor de Génesis.
Los lectores originales del Antiguo Testamento, por lo general, no planteaban el mismo tipo de preguntas que nosotros hacemos sobre el texto bíblico. Entendían que el Antiguo Testamento era el medio escogido por Dios para comunicarles lo que necesitaban saber a fin de que anduviesen en obediencia a Él. No eran pensadores especulativos, sino más bien prácticos (al contrario que nosotros).15 Los judíos comprendían que en el lenguaje metafórico de la cultura oriental, como dice Wenham, «las serpientes eran símbolo de vida, sabiduría y caos[ … ] temas todos que tienen puntos de contacto con la presente narración».16
Wenham trata de resolver la pregunta tan a menudo repetida de «¿Por qué apareció una serpiente y tentó a la mujer?» Y tras enumerar algunas de las respuestas más comunes que se dan con frecuencia a las cuestiones de por qué el escritor escribió en lenguaje simbólico en general y utilizara en particular el símbolo de una serpiente, dice: «En el mundo del simbolismo del Antiguo Testamento, una serpiente es candidato evidente a convertirse en un símbolo antidivino, a pesar de haber sido creado por Dios mismo».17
También se refiere Wenham a Levítico 11 y Deuteronomio 14, donde se consideró a la serpiente como un prototipo de los animales inmundos, y dice: «Su sinuosa y tortuosa locomoción la coloca en el otro extremo de aquellos animales puros que pueden ofrecerse en sacrificio».18
De modo que para cualquier israelita familiarizado con los valores simbólicos de los distintos animales, no cabía imaginar ninguna criatura más adecuada que una serpiente para apartar al hombre de su Creador. La serpiente Leviatán mencionada en la mitología ugarítica también aparece en Isaías 27.1 (cf. Job^<1034,Times New Roman>Job 26.13) como una criatura destruida por el Señor, evidencia adicional de la frecuente asociación en los tiempos bíblicos de las serpientes con los enemigos de Dios.
Aunque algunos eruditos modernos tales como Jeffrey Burton Russell cuestionan que el escritor de Génesis «pretendiera equiparar a la serpiente con la herramienta de Satanás o con él mismo»,19 no resulta necesario demostrar que así es para mantener la posición que defiende Wenham, con la cual tanto yo como la mayoría de los eruditos bíblicos conservadores estamos completamente de acuerdo.
Como conclusión, afirmaría que al utilizar el símbolo de una serpiente que habla, el escritor tenía por objetivo comunicar lo que muestra la historia. La tentación de rebelarse contra el señorío de Dios no surgió del interior de Eva, ni más tarde de Adán, sino que vino primero de fuera, de un ser personal y tal vez sobrenatural que estaba dedicado a la maldad y trataba de provocar la rebeldía de la humanidad contra Dios.20
W. H. Griffith Thomas cita lo que dice uno de los mayores eruditos bíblicos de otra generación, el Dr. James Orr, sobre Génesis 3, quien hace un excelente repaso general de lo que hemos estado examinando.21
La tentación, considere su origen. El carácter práctico de la narración puede verse con claridad en la referencia que hace a la serpiente como causa inmediata del pecado humano[ … ]
No se menciona el problema de cómo y cuándo pecó Satanás. El énfasis se pone en el pecado en relación con el hombre, y se nos enseñan de la manera más inequívoca dos grandes verdades: (1) que Dios no es el autor del pecado; y (2) que el pecado vino al hombre desde afuera y se debió a un poder de sugestión e influencia malignas distinto al que procedía de la propia naturaleza humana.
Se describe a la serpiente como «astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho». Y la palabra que se traduce por «astuta» significa literalmente «sutil». Es la palabra hebrea aroom o arum. Calvino dice que se trata de la palabra con la cual «los hebreos designan tanto al prudente como al astuto. Hay discrepancia entre los intérpretes en cuanto al sentido en el que la serpiente era aroom … Algunos, por lo tanto, interpretarían el término en un sentido bueno y otros le darían un significado malo». Calvino le da el sentido positivo y dice que se presenta a la serpiente con habilidades únicas que la hacen «sagaz y aguda por encima de todos los demás».22
Pero Satanás pervirtió el don que le había sido dado por Dios a la serpiente utilizándolo para sus propios fines engañosos[ … ] ese don que ha demostrado ser tan destructivo para la raza humana le ha sido (quizás en este tiempo) retirado al animal.
Personalmente creo que es Wenham quien trata mejor este tema, cuando al adoptar una posición intermedia dice: «"Pero la serpiente era prudente, más que todos los animales del campo", “prudente” es un término ambiguo», expresa. «Por otro lado, constituye una virtud que los sabios deberían cultivar (Proverbios 12.16; 13.16), pero mal utilizada se convierte en astucia y engaño» (Job 5.12; 15.5; cf. Éxodo 21.14; Josué^<1034,Times New Roman>Josué 9.4).
Con su gran conocimiento de la literatura hebrea, Wenham comenta sobre la vívida descripción que hace el escritor de la serpiente astuta.23
La escena comienza con una oración circunstancial que describe a la serpiente como «prudente, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho». El resto de dicha escena es un diálogo entre la serpiente y la mujer (cf. escena 5, vv. 9–13). Ahora bien, la caracterización explícita de los actores de este relato es rara en la narrativa hebrea, de modo que parece probable que al mencionar la prudencia de la serpiente el narrador esté indicando que sus comentarios deberían examinarse con sumo cuidado. Ella (la serpiente) puede no estar diciendo lo que parece; tal vez no deberíamos aceptar sus palabras por la apariencia que tienen, como hizo la mujer.
La serpiente y el pecado
El escritor de Génesis 3 comienza el diálogo entre la serpiente y Eva en el versículo 1 con la expresión: «La cual dijo a la mujer[ … ]» La capacidad de hablar de la serpiente es otro tema de interminable controversia. Creo que Keil y Delitzsch tienen razón cuando afirman que la serpiente, como sucede con el resto de los componentes del reino animal, no poseía la facultad del habla cuando fue creada por Dios, sino que habló únicamente al ser poseída por un espíritu malo, es decir por Satanás, el diablo.24
Los autores presentan tres argumentos excelentes en cuanto a por qué no se identificó a Satanás como el origen de la tentación. Primero, porque Dios no quería que Adán y Eva pudiesen culpar al diablo por su rebeldía. En segundo lugar, porque sólo ellos mismos son los culpables de su pecado (Dios ordenó que su obediencia fuera probada debido a que era necesario para el desarrollo y la autodeterminación espiritual de la pareja). Por último, el Señor sólo permitió que Satanás tentara a Adán y a Eva bajo la forma de una criatura, no sólo muy inferior al propio Dios o a los ángeles, sino también a ellos mismos.25 Así, dicen Keil y Delitzsch, «no podían tener excusa por permitir que un simple animal los convenciera de quebrantar el mandamiento de Dios, cuando se les había dado dominio sobre las bestias y no se les dijo que debían tomar de ellas su propia ley»26
El escritor de Génesis describe a continuación las acciones de Eva después de conversar con la serpiente: «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría» (v. 6). Wenham comenta que ahora, a los ojos de la mujer[ … ]
el árbol prohibido no era diferente a los demás árboles (véase Génesis 2.9), y ella deseaba la iluminación que éste le traería. Su codicia se describe en una terminología que anuncia ya el décimo mandamiento («no codiciarás»). Tanto el término «agradable» como «codiciable» proceden de raíces que significan «codiciar» (Deuteronomio 5.21; cf. Éxodo 20.17). Cuando «dio también a su marido, el cual comió así como ella», el hombre se asoció con el pecado de la mujer (cf. 6.18; 7.7; 13.1). Este último y decisivo acto de desobediencia precedió a la descripción de las consecuencias.27
Adán no estaba presente cuando el diablo engañó a Eva. El texto lo dice claramente. De modo que la Escritura pone el énfasis en la seducción de la mujer, no en la de Adán. ¿Habría sido distinta la historia si hubiese estado él allí? Dios había dado los mandamientos al hombre (Génesis 2.16–17), quien obviamente se los había transmitido a su mujer. Sin embargo, cuando Eva citó a la serpiente la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, no lo hizo con su verdadero significado (3.3), resulta imposible saber por qué.
Las palabras que Dios dirige a Adán en el versículo 17 parecen demostrar que éste no se hallaba presente cuando la serpiente engañó a Eva. Dios lo responsabiliza por haber escuchado a su esposa, no a la serpiente. Puesto que había sido colocado por el Señor sobre toda su creación terrena, se le considera culpable de desobediencia, lo cual es coherente con la enseñanza bíblica de que toda la raza humana pecó en Adán, no en Eva.
Francis Schaeffer afirma que la batalla se gana o se pierde en la mente, y dice: «La corriente va de lo interior a lo exterior; el pecado comenzó en el mundo del pensamiento y fluyó hacia fuera. Dicho pecado fue cometido, por tanto, en el momento en que Eva creyó a Satanás en lugar de a Dios».28
Schaeffer también señala con cuánta facilidad persuadió Eva a Adán para unirse a ella, y dice: «La tentación es difícil de resistir cuando está envuelta en la relación hombre-mujer».29
Dos grandes instintos están incorporados en el hombre: el primero, la necesidad de una relación con Dios y el segundo, la de un vínculo con el sexo opuesto. Hay una tentación especial ligada a su instinto sexual[ … ] Aunque lo que sucedió en el huerto del Edén fue un suceso histórico en el espacio y en el tiempo, la relación hombre-mujer y la fuerza de la tentación que debió suponer para Adán es universal.
Los efectos inmediatos del pecado de la humanidad
Estos efectos son por lo menos siete.
En primer lugar está la vergüenza.
«Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos» (3.7a). Muchos comentaristas intentan espiritualizar estas palabras al decir que se refieren principalmente, o incluso de manera única, a la vergüenza en la presencia de Dios.30 De modo que su desnudez y culpabilidad cuando están delante de Dios es espiritual.
Aunque esto último es cierto, no dice tal cosa el versículo 7, ya que el último versículo del capítulo 2 habla también de su desnudez: «Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (2.25).
¡Qué diferencia tan notable entre las relaciones hombre-mujer antes y después de la Caída! Cuando miramos las palabras de Génesis 3.7, tenemos que preguntarnos si Adán y Eva conocían su desnudez con anterioridad. ¿Acaso no se veían desnudos el uno al otro al mirarse?
Sin embargo, la vergüenza demuestra la corrupción inmediata de toda su personalidad. Se miran el uno al otro con ojos sucios. La rejilla emocional a través de la cual los estímulos visuales llegan a sus mentes está contaminada. Su conciencia les dice ahora que ya no está bien que ambos anden constantemente desnudos.
Hasta el versículo 7, Adán y Eva estaban juntos, desnudos y sin avergonzarse, ni el uno ante el otro ni delante de Dios. Eran tan puros de mente y corazón como el Señor los había creado, y tan «una sola carne» en su relación matrimonial que su inocencia igualaba a la de los niñitos desnudos que con frecuencia juegan juntos sin ningún sentimiento de vergüenza.
Derek Kidner dice que:
[ … ] la promesa de la serpiente acerca de unos ojos[ … ] abiertos se hizo realidad a su manera (cf. 22), pero fue un grotesco anticlímax del sueño de la iluminación. El hombre veía el mundo conocido y al verlo lo estropeaba, proyectando maldad sobre la inocencia del mismo (cf. Tito 1.15) y reaccionando al bien con vergüenza y huida. Su nueva conciencia del bien y el mal era al mismo tiempo semejante y distinta al conocimiento divino (3.22), difiriendo de éste y de la inocencia como se diferencia la dolorosa percepción de su propio cuerpo que tiene un hombre enfermo tanto del conocimiento del médico como de la despreocupación del hombre sano.31
He aquí una analogía adecuada. Antes estaban bien, ahora se hallan enfermos y proyectan maldad sobre toda inocencia. Esa fue la recompensa inmediata de los ojos abiertos por Satanás: ver lo que no debían haber visto. Y Kidner continúa con otro perspicaz comentario:32
Las hojas de higuera eran bastante patéticas[ … ] pero el impulso natural era correcto y Dios lo confirmó (v. 21), porque el fruto característico del pecado es la vergüenza. Incómodos ahora el uno con el otro, experimentaron un anticipo de lo que serían las relaciones humanas caídas en general. No hay marcha atrás[ … ] el camino de Dios es hacia delante, ya que cuando el cuerpo sea redimido (Romanos 8.23) y el amor perfecto no volveremos al Edén, sino que seremos revestidos de gloria (2 Corintios 5.4).
Leupold, al escribir sobre la promesa de Satanás, «Seréis como Dios», comenta: «¡Qué desdichada semejanza con Dios, si se nos permite la paradoja, y qué lamentable logro por parte del hombre».33
En segundo lugar, hay una separación de Dios.
Adán y Eva tratan de esconderse de la presencia divina (v. 8). El sentido de separación de Dios no vino hasta que apartaron su mirada el uno del otro y la dirigieron hacia Él. Se habían olvidado del Señor hasta ese momento, sin embargo él no había hecho lo mismo con ellos. Como tenía por costumbre,34 Dios vino a pasar unos momentos con sus hijos.
Leupold dice que Dios, como es natural, tuvo pleno conocimiento de lo que había sucedido; y cuando llegó a ver al hombre y su esposa, éstos, en vez de correr a su presencia como hacían en el pasado, se escondieron de Él entre los árboles del huerto, como si las hojas de un árbol pudieran impedir su penetrante mirada. ¡Qué confundidos están los ilusos corazones de los hombres pecadores!
En tercer lugar, se produce una falta de sinceridad delante de Dios (v. 10).
Leupold dice que:
[ … ] ante nosotros tenemos las primeras palabras del hombre caído[ … ] una mezcla de verdad a medias, evasión e intento de engaño. El hombre ha sufrido una alteración tan espantosa que lo único cierto en su declaración es que tiene miedo de oír la voz de Dios[ … ] He aquí una de las denuncias más expresivas de la perversidad del pecado.35
En cuarto lugar, Adán culpa a otros.
En primer lugar el hombre acusa a su mujer (¿hay algo nuevo debajo del sol?). Luego echa la culpa a las circunstancias. Y por último recrimina a Dios mismo por los terribles efectos de su pecado, al decir: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí» (3.12).
La averiguación divina ha sido muy breve. Dios ha disparado tres preguntas a Adán y lo ha desarmado (v. 9b, 10). El hombre queda verdaderamente desnudo ante los ojos divinos a los que nada escapa. En cuanto a esto, Leupold expresa: «El que aspiraba a ser igual a Dios aparece ahora como un reo avergonzado sin una palabra que decir en su defensa. La tosca respuesta que da nos hace sonrojarnos por él. Ella aporta nuevas pruebas de la completa corrupción y contaminación de toda la naturaleza del hombre por el pecado».36
En quinto lugar, hay un juicio inmediato del hombre y de su mujer, primero por separado y luego como unidad (vv. 16–24).37
En sexto lugar, encontramos la forzosa separación del hombre y la mujer del paraíso de Dios (vv. 22–24).
Dios expresa su tristeza por el miserable estado del hombre (v. 22a). Algunos han pretendido que esas palabras son una especie de sarcasmo divino, sin embargo nada hay más lejos de la verdad. Como afirman Keil y Delitzsch, «la ironía a costa de un alma desdichada víctima de la tentación podría ser algo propio de Satanás, pero no del Señor».38 Leupold dice que la palabra más adecuada para describir las emociones que Dios experimenta mientras dice estas cosas puede que sea «tristeza».39
Acto seguido el Señor expulsa a la lastimada pareja de su huerto (v. 24b). Keil y Delitzsch escriben lo siguiente acerca del simbolismo implicado aquí:40
Si (la humanidad) hubiera continuado en comunión con Dios mediante la obediencia a su mandamiento, seguramente habría comido [del árbol de la vida], ya que fue creada para tener vida eterna. Pero una vez que cayó por el pecado en poder de la muerte, el fruto que producía la inmortalidad no podía sino perjudicarle.
La inmortalidad en un estado de pecado no es la zoè aiónios [vida eterna] que Dios ideó para el hombre, sino una miseria sin fin a la que la Escritura llama «la segunda muerte» (Apocalipsis 2.11; 20.6, 15; 21.8). Por lo tanto, la expulsión del paraíso fue un castigo impuesto por el bien del hombre y dirigido, aunque expuesto a una muerte temporal, a preservarle de la muerte eterna.
Dios colocó a un querubín y una espada llameante, la cual se revolvía de continuo, para impedir toda entrada posterior al huerto del Edén (v. 24). Los querubines parecen ser los seres de más alto rango en la jerarquía angélica. Se nos muestran alrededor del trono de Dios (Ezequiel 1.22s; 10.1; Apocalipsis 4.6). Están en la presencia inmediata del Señor y son en especial activos con Él en el juicio, como vemos aquí. Leupold cita las siguientes palabras de K. W. Well: «Son representativos y mediadores de la presencia de Dios en el mundo» (Salmo 18.10). Y luego continúa:
La raíz de la que quizás se deriva esa palabra sugeriría que la misma significa «una apariencia radiante»[ … ] El aspecto de esos seres era bien recordado al menos por los israelitas, ya que no pidieron más detalles cuando se les ordenó hacer dos querubines y utilizaran de algún otro modo las figuras de querubines con fines ornamentales [en el tabernáculo], cf. Éxodo 25.18; 26.1.41
La espada encendida se representa por lo general en mano del querubín, pero eso no es lo que dice el pasaje (3.24b). Los dos estaban obviamente separados: la espada se movía en todas direcciones sin la intervención del querubín. Todo ello está cargado de simbolismo.
El versículo 24a utiliza una expresión fuerte: «Echó, pues, [Jehová Dios] fuera al hombre». ¡Qué vergüenza! Aquella pareja que había sido hecha para el huerto y el huerto para ella era obligada a salir, expulsada. Leupold dice al respecto que «la bondad divina pretendía que el hombre sintiera con mucha claridad su alterada situación: antes comunión bendita, ahora dura expulsión».42
¡Y todo esto a causa del pecado! ¡Todo porque Eva había escuchado la voz de la serpiente y Adán la de Eva! Ninguno de ellos se había preocupado de oír a Dios. Fueron las primeras víctimas humanas de la guerra espiritual. Constituyen bajas de guerra. ¡Y qué cosas tan terribles seguirían pronto a aquella derrota del hombre!
En séptimo lugar, se revela la existencia de una guerra espiritual continua (v. 15).
Tan importante y decisivo es este tema para el curso de la guerra espiritual cósmico-terrena, que reservo Génesis 3.15 para los siguientes capítulos.
1 1.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15 , Word, Waco, Texas, 1987, p. xxi.
2 2.     Wenham, xiv-xlvi, pp. 39 y 40.
3 3.     Wenham xxxvii-xlv, pp. 58 y 59.
4 4.     Consúltese Wenham, xlv-L, pp. 8–10, 21–23, 36–38, 52–57.
5 5.     Wenham, xlix, p. 33.
6 6.     Wenham xlix, L.
7 7.     G. Ernest Wright, The Old Testament Against Its Environment , Graduate School of Theology, Oberlin, Ohio, 1949, pp. 9–41.
8 8.     Si desea realizar un estudio más detallado sobre el tema de la imagen de Dios, consulte los comentarios críticos de Génesis en la bibliografía y los principales libros sobre teología sistemática. Cualquier diccionario o enciclopedia importante de la Biblia le servirá para un repaso general de las opiniones más corrientes al respecto. La ISBE y la ZPEB tienen unas panorámicas excelentes del asunto.
9 9.     La opinión del Dr. Fred Dickason (al igual que la de otros eruditos bíblicos) es que posiblemente los ángeles también «fueron creados a la imagen y semejanza de Dios como el hombre» (Dickason, Angels Elect and Evil [Moody, Chicago, 1975], p. 32). Esto puede ser cierto, pero la Biblia no dice nada acerca de ello. El interés de la Escritura se centra en la relación entre Dios y el hombre, no entre Él y los ángeles. Aunque se menciona de vez en cuando esta última, el propósito de la Biblia no es desarrollar una complicada teología de los ángeles respecto a Dios su Creador. La actividad angélica se manifiesta principalmente en el contexto de la relación entre Dios y el hombre.
10 10.     Wenham, p. 38.
11 11.     Derek Kidner, Genesis, TNTC , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1967, p. 52.
12 12.     Ibid. p. 53.
13 13.     Serpiente, según Wenham, pp. 45,72.
14 14.     Esta es la opinión de Adam Clark. Véase Adam Clark, The Holy Bible: Commentary and Critical Notes, Applegate and Co.Cincinnati, Ohio, 1828, pp. 39–41.
15 15.     Para un tratamiento interesante de esta cuestión véase Francis Schaeffer, Genesis in Space and Time InterVarsity, Downers Grove, IL, 1976, pp. 75–77.
16 16.     Wenham, p. 72.
17 17.     Ibid. p. 73.
18 18.     Ibid. p. 73.
19 19.     Jeffrey Burton Russell, The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1987a, p. 182.
20 20.     A. R. Fausset hace una presentación breve pero excelente de su postura en el Fausset’s Bible Dictionary , Zondervan, Grand Rapids, MI , 1969, p. 637.
21 21.     W. H. Griffith Thomas, citando Image of God in Man, de James Orr, en Genesis: A Devotional Commentary , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1953, p. 47.
22 22.     Juan Calvino, Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1989, p. 140.
23 23.     Wenham, p. 72.
24 24.     C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old Testament , Hendrickson Publishers, Peabody, MA, 1989, 1:92.
25 25.     Ibid. p. 93.
26 26.     Ibid. pp. 93–94.
27 27.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC, Word, Waco, Texas, 1987, pp. 75 y 76.
28 28.     Francis Schaeffer, Genesis in Space and Time , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1976, p. 85.
29 29.     Schaeffer, p. 86.
30 30.     Matthew Henry, Commentary on the Whole Bible , Fleming H. Revell, Nueva York, 1935, 1:25 y 26.
31 31.     Derek Kidner, Genesis ,TNTC, Downers Grove, IL, InterVarsity, 1967, p. 69.
32 32.     Kidner, p. 69.
33 33.     H. C. Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI 1987) 1:180.
34 34.     Ibid. pp. 155–157.
35 35.     Ibid. pp. 157 y 158.
36 36.     Ibid. p. 159.
37 37.     No entra en el propósito de nuestro estudio hablar de los juicios separados, primero de la mujer (v. 16) y luego del hombre (vv. 17–19). Los excelentes comentarios que he mencionado hasta ahora tienen un material estupendo acerca de estos dos temas. Las opiniones de Schaeffer son magníficas, 69s.
38 38.     Keil and Delitzsch, p. 107.
39 39.     Leupold, p. 180.
40 40.     Keil y Delitzsch, p. 107.
41 41.     Leupold, pp. 183 y 184.
42 42.     Ibid. p. 183.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.


28
Enemistad entre las simientes
Gálatas 3.15
El séptimo efecto inmediato de la Caída es la revelación de una guerra espiritual continua. Esta revelación se basa en Génesis 3.15, quizá el versículo más importante del relato. Aunque sus palabras tenían implicaciones inmediatas para Adán y Eva, constituyen principalmente una profecía sobre la guerra espiritual continua entre la humanidad y la serpiente, y su mayor foco de atención es el conflicto entre las simientes de la mujer y del diablo. La guerra continuará hasta que la simiente de Eva aplaste por fin la cabeza de la serpiente. Mientras lo hace, esta última le herirá dolorosamente en el talón.
Mientras Dios interroga a Adán y Eva sobre la causa de su desobediencia (vv. 11–13), que ya conocía, se vuelve hacia la serpiente y no le pregunta nada en absoluto, sino que pronuncia juicio sobre ella por su terrible maldad (vv. 14, 15). En realidad, aunque se presenta a la serpiente como una criatura única con mente, emociones, voluntad y la capacidad de hablar (vv.1–5), no vemos que ésta se exprese de nuevo en el relato. Dios no le permite que hable, ni siquiera le pregunta, simplemente dicta sentencia contra ella.
Contrario a lo que sucede con Adán y Eva, a la serpiente no se le ofrece perdón, misericordia o redención. Según explica Calvino, «Él no interroga a la serpiente como había hecho con el hombre y la mujer porque en el mismo animal no hay ningún sentimiento de pecado y porque al diablo no está dispuesto a ofrecerle ninguna esperanza de perdón».1
Ya hemos dejado claro que los receptores originales del libro de Génesis eran gente con una creencia firme en la existencia de seres espirituales malvados, invisibles y sobrenaturales que tenían tanto el deseo como la capacidad de influir en las acciones humanas para dirigirlas hacia el mal. Ellos sabrían de inmediato que la serpiente representaba a un ser así.
Todas las naciones que circundaban a Israel tenían una demonología muy desarrollada.2 La suposición de algunos eruditos de que los judíos no elaboraron una demonología o satanología hasta el período del exilio puede ser en parte cierta, pero ello no significa que no estuvieran claramente conscientes de la existencia de un diablo y de demonios.3
Wenham afirma de manera correcta que «los judíos sabían bien que la serpiente, o era el símbolo de un espíritu caído al que más tarde llamarían Satanás (Job 1.6; 2.1; 1 Crónicas 21.1), o estaba controlada o poseída por dicho espíritu malo para producir la caída del hombre».4
En su libro The Ellicott Bible Commentary [Comentario bíblico], R. Payne Smith dice acerca de las palabras que Dios dirige a la serpiente en el versículo 14a: «Por cuanto esto hiciste».
«La forma externa de la condena se ajusta a la asumida por el tentador; pero la verdadera fuerza y significado, especialmente en la parte última y más intensa de la frase, no se dirige al animal sino a Satanás mismo».5
La maldición de la serpiente
Una parte de la maldición recae sólo sobre el animal (v. 14): «Maldita serás entre todas las bestias». Y luego: «Y entre todos los animales del campo» (v. 14).6 ¿Por qué se separa a las bestias? La palabra hebrea es behema, que significa simplemente «animales»; pero ya que en la segunda parte de la maldición se hace referencia explícita a los «animales del campo» (chayyath hassadheh), o sea a «las bestias salvajes», se supone que la anterior alude a los animales domésticos que sirven al hombre.7
Luego, Dios expresa: «Sobre tu pecho andarás». Como ya hemos mencionado, muchos comentaristas ven en esta expresión la sugerencia de que, antes de ser utilizada por Satanás para engañar al hombre y hacer que se rebelara contra Dios, la serpiente tenía patas o extremidades y andaba erecta de alguna manera.8 R. Payne Smith rechaza esta opinión:9
Pero tal transformación pertenece al terreno de la fábula[ … ] Su significado es que, a partir de entonces, el movimiento reptante de la serpiente sería algo ignominioso, y para Satanás una señal de vileza y desprecio. El diablo consiguió la victoria sobre nuestros cándidos primeros padres, y todavía entra y sale sinuosamente entre los hombres, dejando siempre degradación a su paso y hundiéndose, con sus víctimas, en abismos cada vez más profundos de vergüenza e infamia.
La aplicación mixta de Smith, primero al reptil y luego a Satanás, es característica de muchos de los comentaristas. Y con razón, ya que no es la serpiente el agente principal de la caída del hombre, sino Satanás.10 Leupold cita a San Juan Crisóstomo cuando dice que «Dios destruye al instrumento que produjo la caída de su criatura “del mismo modo que un padre amoroso, al castigar al asesino de su hijo, puede partir en dos la espada o la daga con la que el crimen se ha cometido”».11
«Polvo comerás todos los días de tu vida» es un pensamiento paralelo al anterior. La dieta de la serpiente no cambió más que su forma de locomoción, pero ya que había intentado exaltarse por encima de las estrellas rebajando a Dios ante los ojos del hombre, es arrojada hasta el polvo. Las serpientes no se alimentan de polvo en realidad, sin embargo su condición de comer del polvo por el que repta es para toda la creación una señal de que Dios ha maldecido a la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás (Apocalipsis 12.9). Leupold dice que con estas palabras «el agente más alto que utilizó a la serpiente» es puesto ante nosotros como preparación para lo que sigue en el versículo 15.12
Génesis 3.15
Todo lo que hemos considerado nos ha preparado para examinar uno de los pasajes mejor conocidos, pero polémico, de las Escrituras: Génesis 3.15.13 Entre los comentaristas se han dado dos extremos al escribir sobre este versículo: algunos ven en él una especie de mitología o alegoría, mientras que otros lo interpretan literalmente.
Los enfoques mitológico-alegóricos lo considerarían un relato no histórico escrito para explicar ciertos aspectos misteriosos de la realidad. En la literatura antigua a menudo se utilizaba un enfoque así para aclarar el conflicto del hombre con el reino animal, y en particular con las serpientes, el origen del mal natural, del antagonismo del hombre con sus semejantes, del conflicto permanente entre el bien y el mal, o de todo ello.
Aquellos que defienden la interpretación literal insisten en una serpiente u otro animal de antes de la Caída que posiblemente andaba erecto y tenía facultades mentales, emociones y voluntad, incluso el don del habla.14 Por esta razón, afirman, Eva no se sobresaltó ante el hecho de que la serpiente hablara. Ya la había visto antes, tal vez incluso había conversado con ella. Al mismo tiempo, explican, la historia se refiere principalmente a Satanás y cómo éste consigue seducir a Eva, quien a su vez tentaría a Adán.
Así que tenemos una interpretación de dos caras. Los que sostienen esta idea de dos niveles interpretativos, desarrollan ambos. Tal manera de ver las cosas era común en los críticos antiguos. La posición adoptada por todos los comentaristas y eruditos del Antiguo Testamento que se han utilizado en este libro rechazan la idea mitológica-alegórica y sostienen una interpretación en dos niveles más moderada. La que también es mi posición.
Por lo tanto, se trata de un relato histórico. Todo sucedió tal y como se narra en el Génesis. La sugerencia de rebelarse contra el señorío de Dios le vino al hombre de afuera y por medio del personaje a quien aquí se llama «la serpiente», pero que más adelante en el Antiguo Testamento será conocido como Satanás (1 Crónicas 21.1; Job^<1034,Times New Roman>Job 1.6–12; 2.1–7; Salmo 109.6 [quizás]; Zacarías 3.1–3).
También constituye un relato gráfico. Aquella serpiente astuta y con capacidad de hablar es una representación de esa otra llamada más tarde «la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás» (Apocalipsis 12.9). Si se trata o no de una serpiente literal no es importante para el relato. No obstante, la mayoría de los críticos conservadores creen que era un animal verdadero controlado por Satanás.
El hombre creado a la imagen de Dios tenía su Palabra para guiarle cuando se enfrentaba a la tentación, por tanto poseía un discernimiento del mal intuitivo pero no experimental. Además, tenía una voluntad completamente libre. Aun el calvinista más estricto aceptaría este hecho respecto del hombre antes de la Caída. Contaba con todas las aptitudes para «resistir al diablo» y obedecer a Dios.
Cuatro propósitos del relato de la Caída
El escritor de Génesis nos cuenta la historia al menos por cuatro razones:
1.     Mostrar que la incitación a rebelarse contra Dios le vino al hombre del exterior.
2.     Enseñar que el hombre es responsable ante Dios de su desobediencia.
3.     Advertirnos de que entre la humanidad y Satanás existirá una batalla espiritual continua.
4.     Animarnos con la verdad de que Dios proveerá redención completa mediante la «simiente» de la mujer.
La única forma en que el hombre podía caer, era si un mal externo y personal ya existente introducía en su mente dudas acerca de Dios y de su Palabra mediante el engaño. La situación del hombre en el paraíso de Dios era demasiado perfecta para que su naturaleza inocente, pero no probada, produjese tal incredulidad. El proceso debía iniciarse desde fuera del ser humano.
Algunos señalan al autoengaño de Lucifer como argumento en contra de esta suposición. De alguna forma el mal tuvo que surgir dentro de la naturaleza inocente de Lucifer, de otro modo no hubiera caído. Los hay que tienen una posición distinta en cuanto a esta decisión de Lucifer de escoger el mal. Para comprobar el libre albedrío de Lucifer, Dios mismo habría sembrado la idea de la maldad en su mente. De esta forma Lucifer podía escoger entre aceptar el mal o rechazarlo.
Esta última idea, sin embargo, es imposible. Dios no puede hacer aquello que va en contra de su naturaleza. No puede pecar ni tentar a sus criaturas al pecado y seguir siendo Dios. Por eso escribe Santiago: «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie» (Santiago 1.13).
Por lo tanto Dios no pudo sembrar el mal en el corazón ni en la mente de Lucifer.15 Debió tratarse de una capacidad que éste poseía desde su creación, y tal vez que también posean los ángeles, aunque esto es menos probable, pues resulta obvio que Lucifer intentó engañar a todos los ángeles de Dios pero sólo tuvo éxito con un número limitado de ellos. Esta naturaleza generadora de maldad sobrenatural no existía por lo tanto en el hombre, aquella criatura hecha «a imagen y semejanza de Dios», como es evidente sucedía en el caso de Lucifer.
Después de hablar del juicio de Dios sobre la serpiente, Calvino dice acerca de Génesis 3.15a que:
[ … ] ahora debemos pasar de la serpiente al autor mismo del daño[ … ] Dios no ha dado rienda suelta de este modo a su ira contra lo que fuera el instrumento externo para luego compadecerse del diablo, verdadero culpable de todo[ … ]
Por lo tanto, mi conclusión es que aquí Dios ataca principalmente a Satanás bajo el nombre de la serpiente, y lanza contra él el rayo de su juicio. Y lo hace por dos razones: primera, para que los hombres aprendan a considerar a Satanás como un enemigo tremendamente mortal; y segunda, para que puedan contender con él confiados en la seguridad de la victoria.16
La controversia sobre el significado de estas profundas palabras de Génesis 3.15 ha durado siglos. No obstante, entre la mayoría de los eruditos conservadores del Antiguo Testamento existe ahora una unanimidad general de posición con desacuerdos sólo en lo referente a los detalles de esta profecía de guerra espiritual. Las áreas de mayor preocupación tienen que ver, sin embargo, con el significado de estas palabras dirigidas a Adán y Eva y a los creyentes a lo largo de los siglos.
Empezamos por señalar algunos de los perspicaces comentarios de Matthew Henry sobre este pasaje. Se ocupa primero de la serpiente como incitadora al pecado. «Aquí —observa — se sujeta a la serpiente al reproche y la enemistad del hombre. Será considerada siempre como una vil y despreciable criatura, y como un objeto idóneo de burla y de desdén».
En seguida, señala que la sentencia de Dios contra la serpiente:
[ … ] se ve reforzada por esa promesa de Dios a su pueblo que dice «Sobre el león y el áspid pisarás» (Salmo 91.13), y aquella otra de Cristo a sus discípulos: «Tomarán en las manos serpientes» (Marcos 16.18), de la que da testimonio Pablo, quien no sufrió daño alguno de la víbora que se le había prendido en la mano.
Observe que la serpiente y la mujer acababan de mantener una conversación muy íntima y amistosa acerca del fruto prohibido y entre ellas existía un maravilloso acuerdo; sin embargo, ahora, aparecen irreconciliablemente reñidas.17
Entonces, Henry pasa de la serpiente a Satanás, y dice:
«Esta sentencia puede considerarse dirigida al diablo, quien sólo había utilizado a la serpiente como vehículo en su aparición, siendo él mismo el agente principal».
Luego comenta: «Aquí se inicia una pelea continua entre el reino de Dios y el del diablo[ … ] se declara la guerra entre la simiente de la mujer y aquella de la serpiente».18
Para el hombre la cuestión es a quién debe servir: ¿A Dios o al enemigo, Satanás? «Ninguno puede servir a dos señores», declaró Jesús (Mateo 6.24). Sin embargo muchos tratan de hacerlo. Si no «recogemos» con Él, «desparramamos». Cuando no estamos «con Él», estamos «contra Él». Si no le servimos, es que servimos al diablo. Y si no somos hijos de Dios, somos hijos de Satanás.
Henry dice que «aquí se hace una misericordiosa promesa acerca de Cristo como el que libera al hombre caído del poder de Satanás». Y luego destaca algo interesante pocas veces observado por los comentaristas:19
Aunque aquellas palabras iban dirigidas a la serpiente, fueron pronunciadas delante de nuestros primeros padres, quienes, sin duda, captaron los atisbos de gracia que en ellas se les daban y vieron abrirse ante sí una puerta de esperanza; de otro modo la siguiente sentencia contra ellos les habría abrumado. Se trataba del amanecer del día del evangelio. Tan pronto como se hizo la herida, se proporcionó y se reveló el remedio para ella.
Génesis 3.15: Tres profecías acerca de Cristo
Henry entonces menciona tres cosas referentes a Cristo que a su modo de ver se desprenden de Génesis 3.15:20
(1) Su encarnación: Él habría de ser la simiente de la mujer, la simiente de aquella mujer; por lo tanto su genealogía (Lucas 2) va tan atrás como para presentarlo como hijo de Adán. Sin embargo, Dios le hace a la mujer el honor de que se le llame más bien simiente suya, ya que fue a ella a quien el diablo había engañado y a quien Adán había echado la culpa[ … ]
Esta es una declaración importante. En la relación bíblica y antigua del linaje, por lo general se menciona la descendencia del varón (cf. 5.1s). Sin embargo, en este caso Dios omite a Adán y habla de la simiente de la mujer: Eva. También resulta asombroso que el resto de la narración de Génesis destaque más la exuberante fe de Eva que la de Adán (Génesis 4.1s).
Fue a Eva a quien la serpiente engañó, quien a su vez convenció a Adán para que la siguiera en su pecado. Como resultado de ello, Eva fue también la primera de los dos en ser juzgada por el Señor.
Después de la Caída, tal vez Eva tuvo el arrepentimiento más profundo y se convirtió en una mujer de fe, al creer que la simiente prometida nacería durante su vida y aplastaría la cabeza del maligno, del gran engañador. Es su simiente, no la de Adán, la que Dios dijo que finalmente desharía lo que ella había provocado. ¡Qué interesante resulta que sea la simiente de Eva la que nos saque del primer Adán y nos introduzca en el segundo (1 Corintios 15.45–49)! Matthew Henry comenta: «Del mismo modo, Él [Cristo] habría de ser la simiente sólo de una mujer, de una virgen, para no estar contaminado con la corrupción de nuestra naturaleza; Él fue enviado, nacido de mujer (Gálatas 4.4), para que esta promesa se cumpliese».21
La pregunta de si los receptores del libro, aunque fueran hombres y mujeres de gran fe, comprendían el nacimiento virginal del Redentor prometido al leer Génesis 3.15, resulta imposible de contestar. Lo que importa es que tuvieron fe y que esa fe, como la de Abraham, les fue contada por justicia (Romanos 9.11).
Matthew Henry continúa:
(2) Sus sufrimientos y su muerte, indicados en el hecho de que sería herido en su calcañar, es decir, en su naturaleza humana, por Satanás[ … ] Fue el diablo quien puso en el corazón de Judas que traicionara a Cristo; en el de Pedro que lo negase; en el de los sacerdotes que lo juzgaran; en el de los falsos testigos que lo acusaran; y en el de Pilato que lo condenara, tratando con todo ello de estropear la salvación por medio de la muerte del Salvador; sin embargo, por el contrario, fue mediante ella como Cristo destruyó a aquel que tenía el poder de la muerte (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14).
El calcañar de Cristo fue herido cuando perforaron y clavaron sus pies en la cruz, y sus sufrimientos continúan en aquellos que experimentan los santos por causa de su nombre. El diablo los tienta, los echa en la cárcel, los persigue y los mata, y de esta forma hiere el calcañar de Cristo el cual es afligido en las aflicciones de ellos. Pero aunque en la tierra se hiera su calcañar, su cabeza se encuentra a salvo en el cielo.
¡Qué palabras tan estimulantes! Uno no puede menos que apreciar el tratamiento devocional, y al mismo tiempo bíblico, de Génesis 3.15 que hace Matthew Henry. Luego sigue con excelentes comentarios acerca de cómo la simiente de la mujer aplasta la cabeza de la serpiente.22
(3) Su victoria sobre Satanás por esa razó[ … ] Él le aplastará la cabeza. Es decir [la simiente de la mujer] destruirá toda su política y todos sus poderes, y dará un vuelco completo a su reino y sus intereses. Cristo frustró las tentaciones de Satanás, rescató las almas de sus manos, lo expulsó de los cuerpos de las personas, desposeyó al hombre fuerte armado y repartió su botín; con su muerte asestó un golpe fatal e incurable al reino del diablo, produjo una herida en la cabeza de esta bestia que jamás podrá sanar. Cuando su evangelio gana terreno, Satanás cae (Lucas 10.18) y es atado (Apocalipsis 20.2). Por su gracia aplasta al diablo bajo los pies de su pueblo (Romanos 16.20) y pronto le echará en el lago de fuego (Apocalipsis 20.10). El derrocamiento perpetuo de Satanás será el gozo y la gloria completos y eternos del remanente escogido.
Por lo general, la visión panorámica de Génesis 3.15 que da Matthew Henry representa la posición de la mayoría de los eruditos y comentaristas conservadores del Antiguo Testamento. Menciona el significado de estas palabras tanto para Adán y Eva como para las generaciones futuras, y también da a entender que su sentido pleno no puede comprenderse realmente salvo a la luz del Nuevo Testamento. Luego termina aplicando las mismas a las necesidades de los creyentes de todos los tiempos.
A continuación escudriñaremos el significado mesiánico de Génesis 3.15.
1 1.     Juan Calvino, Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1989, p. 165. El discurso de Calvino sobre este particular merece ser leído, pp. 165–167.
2 2.     Véase Merrill F. Unger, Biblical Demonology ,Scripture Press, Chicago, IL, 1955; Jeffrey Burton Russell, The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1987a; así como los artículos sobre las Religiones del Mundo Bíblico en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1985; 3:79–128.
3 3.     Russell, 154s; Unger, 1955, 9s. Así como los dos libros de G. Ernest Wright: The Old Testament Against Its Environment , Graduate School of Theology, Oberlin, Ohio, 1949 y The God Who Acts , SCM Press Ltd., Londres, 1969.
4 4.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, pp. 72 y 73.
5 5.     R. Payne Smith en Charles John Ellicott, A Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 1954 1:25.
6 6.     La expresión “maldita serás” es muy fuerte. Por lo general constituye una invocación del juicio de Dios sobre alguien. Para un tratamiento excelente del tema, véase Wenham, p. 78.
7 7.     H. C. Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI 1987, p. 161.
8 8.     La refutación que hace Leupold de esa idea es magnífica, 232; véa nse también Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, pp. 196 y 197; y Smith en Ellicott, p. 25.
9 9.     Smith, p. 25.
10 10.     En cuanto al porqué el desvalido animal debía ser maldito junto con Satanás, véase Calvino pp. 165–168.
11 11.     Leupold, p. 163.
12 12.     Ibid. p. 162; Calvino, pp. 165–167.
13 13.     Wenham sí hace un repaso concienzudo de todo el episodio de la serpiente.
14 14.     Adam Clarke piensa que se trataba de un mono o alguna criatura semejante, The Holy Bible: Commentary and Critical Notes , Applegate and Co. Cincinnati, Ohio, 1828, p. 40s.
15 15.     Jeffrey Burton Russell ha escrito una notable serie de libros sobre Satanás y el mal personal, comenzando desde la antigüedad hasta los tiempo modernos. En el primero de ellos, The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity, Russell atribuye el mal a Dios. (Se dé cuenta o no de ello, ese es un concepto de la Nueva Era.) Al adoptar una visión evolucionista del desarrollo del teísmo hebreo, Russell afirma que Dios era tanto bueno como malo, pero que cuando los judíos se dieron cuenta de que tal cosa resultaba inaceptable para la visión que ellos tenían de Él, lo dividieron en dos. El “aspecto bueno de Dios” se convirtió en “el Señor” y su “aspecto malo” en “el diablo”. Russell dice que de este modo los judíos, de forma inconsciente, cambiaron al dualismo absoluto (otro concepto de la Nueva Era.) Para mí esta es una visión totalmente inaceptable del teísmo hebreo. Una refutación a la misma y a otras perspectivas evolucionistas similares a la fe del pueblo de Israel puede encontrarse en los excelentes libros ya mencionados de G. Ernest Wright, Profesor de Historia y Teología del Antiguo Testamento en la Universidad de Harvard, y titulados The Old Testament Against Its Environment y The God Who Acts.
16 16.     Calvino, pp. 168–169.
17 17.     Matthew Henry, Commentary on the Whole Bible , Fleming H. Revell, Londres, 1935; 1:29.
18 18.     Ibid. pp. 29 y 30.
19 19.     Ibid. p. 30.
20 20.     Ibid. p. 30.
21 21.     Ibid. p. 30.
22 22.     Ibid. pp. 30–31.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.


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La promesa mesiánica
Génesis 3.15
Martín Lutero dijo acerca de Génesis 3.15: «Este texto abarca e incluye todo lo noble y glorioso que hay en cualquier parte de las Escrituras».1 Los santos del Antiguo Testamento lo entendían como un pasaje mesiánico y, aunque algunos comentaristas críticos rechacen sus implicaciones en ese sentido, esta es también la opinión de los eruditos bíblicos conservadores.2 No hay ninguna otra posición que se adapte a todo el énfasis de la Biblia.
El tratamiento que hace Hamilton es muy crítico (en el sentido positivo), pero bien equilibrado. Afirma que los traductores de la Septuaginta parecen «tener una comprensión mesiánica del versículo». Es importante que lo reconozca. Wenham, según mi modo de ver, nunca deja de dar una interpretación equilibrada y reverente del Génesis. Dice que la palabra traducida por enemistad en hebreo significa realmente hostilidad.3
Tanto este contexto como otros pasajes sugieren que se trata de una enemistad duradera (cf. Números 35.21–22; Ezequiel 25.15; 35.5). La raza humana, «la simiente suya», y la raza de la serpiente, «tu simiente», estarán siempre en disputa. Aquellos que se habían aliado contra su Creador tendrían una pelea constante entre sí; un tema que vuelve a surgir en el relato de la Torre de Babel (Génesis 11.1–9). No se trata sólo de Dios contra la serpiente a perpetuidad, sino también de la humanidad contra ella (cf. Isaías 11.8).
Wenham suscita el problema textual. «La traducción de esta maldición es sumamente problemática», dice, «ya que la raíz “apalear, aplastar, magullar” aparece sólo aquí y en otros dos pasajes poéticos difíciles: Salmo 139.11 y Job^<1034,Times New Roman>Job 9.17; aunque hay otra semejante que algunas veces significa “aplastar”, p. ej. Amós 2.7».4
¿Cómo hemos de comprender el «magullar» de la cabeza de la serpiente y el «magullar» del calcañar de la simiente de la mujer, como traducen algunas versiones? «La opinión mayoritaria», dice Wenham, «es que el sentido es el mismo en ambos casos. Una minoría prefiere ver un juego de palabras entre dos significados distintos: la simiente de la mujer “aplastando” a la serpiente y ésta “anhelando” la cabeza del hombre (como Cassuto, Kidner, Procksch; Vg. Tg)».
En vez de intentar resolver el problema, Wenham lo deja como está y afirma sabiamente que a pesar de la larga discusión sobre el asunto:
[ … ] la etimología no importa mucho para la comprensión del pasaje. Una atención cuidadosa a la gramática y al contexto resulta más fundamental. El verbo en imperfecto[ … ] implica ataques repetidos de ambas partes para dañar al otro, y declara una hostilidad mutua de por vida entre la humanidad y la raza de la serpiente. De más trascendencia para la interpretación es el asunto de si alguna de las dos partes saldrá finalmente vencedora en la batalla, o si el combate no cesará jamás.
En el aspecto táctico, la serpiente está en desventaja. Puesto que ahora se arrastra sobre su pecho, un claro descenso en sus pretensiones, sólo puede herir al hombre en el calcañar. Éste, en cambio, destacándose sobre ella, es capaz de aplastarle la cabeza.
Nuevamente Wenham expresa:5
Una vez admitido que la serpiente simboliza el pecado, la muerte y el poder del mal, se hace mucho más probable que la maldición prevea una larga lucha entre el bien y la maldad, de la cual la humanidad sale triunfante a la larga. Esta interpretación encaja con Génesis 4.7, donde se le advierte a Caín que el pecado le está acechando pero también se le promete que vencerá si resiste.
Con esta cita Wenham responde a su propia pregunta acerca de quién triunfará en la larga lucha: es Dios quien vence, y nosotros en Él. Luego nos dice que también la interpretación judía más antigua descubierta hasta la fecha considera a Génesis 3.15 como un texto mesiánico y presenta al «Mesías Rey» ganando la batalla.6
Ciertamente, la más antigua interpretación judía descubierta en la Septuaginta del siglo III A.C., los tárgumes palestinos (S-J., Neof., Frg.) y posiblemente el tárgum Onquelos, consideran a la serpiente como símbolo de Satanás y esperan una victoria sobre ella en los días del Mesías Rey. El Nuevo Testamento también alude a este pasaje, comprendiéndolo en un amplio sentido mesiánico (Romanos 16.20; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14; Apocalipsis 12), y puede que el término «Hijo del Hombre» como título de Jesús y el de «mujer» para referirse a María (Juan 2.4; 19.26) reflejen también este texto (Gallus; cf. Michl). Desde luego, los comentaristas cristianos posteriores, empezando por Justino (ca. 160 d.C.) e Ireneo (ca. 180 d.C.), a menudo han considerado Génesis 3.15 como el Protoevangelio: la primera profecía mesiánica del Antiguo Testamento.
Permítaseme resumir la interpretación mesiánica general del pasaje en cuestión que sostienen los eruditos bíblicos conservadores.7 Comenzamos con R. Payne Smith, quien comenta acerca de lo que llama «la perpetua enemistad entre la serpiente y el hombre» y las dos simientes:8
He aquí la suma de todo el asunto, y el resto de la Biblia no hace sino explicar la naturaleza de esta lucha, las personas que la libran, y la forma y consecuencias de la victoria. Aquí también se nos dice la finalidad y el propósito de que la narración tenga su forma presente.
Luego Smith esboza la relación de Adán y Eva con Dios antes de la Caída, destacando todos los beneficios que el Señor había dado al hombre en el huerto y la comunión que tenía con su querida pareja a diario. Seguidamente dice que la humanidad triunfará en este siniestro conflicto, pero no saldrá de él incólume. El hombre no podrá vencer por la mera fuerza humana, «sino gracias a la venida de Aquel que es “la simiente de la mujer”; y el resto de la Escritura se agrupa en torno a este Libertador prometido».9 Si hubiera que omitir la última frase de Génesis 3.15,
toda la enseñanza inspirada que viene después sería un río cada vez más ancho pero sin nacimiento. No obstante, con la caída vino necesariamente la promesa de restauración. La gracia no es una idea posterior, sino que entra en el mundo al mismo tiempo que el pecado. Sobre este fundamento se edifica el resto de las Sagradas Escrituras, hasta que la revelación alcanza por fin su piedra angular en Cristo.
Francis A. Schaeffer titula su capítulo sobre Génesis 3.15 «Las dos humanidades», y bajo el subtítulo de «Tu simiente y la simiente suya», escribe: «Resulta importante destacar que aquí la simiente está personificada. Se promete una persona, alguien que aplastará la cabeza de Satanás y, al hacerlo, resultará herida».10
Schaeffer señala que a quien se considera portador de la simiente es al varón, de ahí que la referencia a la simiente de la mujer resulte peculiar en las lenguas semíticas. «¿Podría ser que esta forma de hablar apuntase ya hacia la Virgen María?», pregunta. «¿Sugiere acaso que cuando el Mesías naciera sería la simiente de la mujer y que en su concepción no intervendría simiente alguna de varón?"11 Esto es lo que proponen a menudo los eruditos evangélicos, aunque no está universalmente reconocido. Sea como fuere, el Mesías nació de una virgen.
Luego, Schaeffer compara ese versículo con Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14, señalando que «Jesús cumplió la promesa de Génesis 3.15, ya que es el Mesías quien debe ser herido, y sin embargo, al serlo, destruye el poder de la muerte y del diablo. Por su muerte libertaría “a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (v. 15)».12 Esta nota sustitutoria que tiene la muerte del Mesías augura el triunfo sobre los resultados de la Caída. Schaeffer sigue después tratando este aspecto de la sustitución y vincula Isaías 53.10 con Génesis 3.15. Observe, dice, que:
Él verá linaje. Es por lo tanto en este sentido que Dios ha dado hijos a Jesucristo. Romanos 16.20 también se relaciona con Génesis 3.15. Hablando a los cristianos de Roma, Pablo escribe: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies». La referencia tiene que ver con la segunda venida del Señor Jesucristo cuando Dios mismo será quien aplaste a Satanás bajo los pies de los cristianos.13
Los argumentos de Francis Schaeffer tenían como objetivo demostrar que «Cristo es la simiente de la mujer que se menciona en Génesis 3.15». Como resultado de su obra redentora, Cristo posee un linaje (simiente) el cual deberá contender con la simiente de Satanás. Jesús está destinado a ser «el segundo Adán y el segundo padre de la raza».14
Tomando lo que hemos visto hasta ahora y añadiéndole algunas ideas, podemos resumir las enseñanzas de Génesis 3.15 como sigue:
En primer lugar habrá una hostilidad mutua entre Satanás y la mujer (v. 15a).15
En segundo lugar, fue Dios quien estableció esa enemistad; no lo hicieron ni la serpiente ni la mujer. «Pondré enemistad[ … ]», dice el versículo 15a.
En tercer lugar, aquí la mujer debe representar a toda la raza humana, no sólo al sexo femenino. Para confirmar esto puede utilizarse Génesis 3.20. A la mujer se la llama Eva, «viviente o vida», porque «era madre de todos los vivientes». Así como Adán fue el hombre representativo, Eva fue figura de las mujeres. Esto concuerda con el concepto hebreo de la humanidad. Todas las generaciones futuras se consideraba que estaban «en los lomos de sus padres» (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 7.9, 10). ¿Y por qué no también «en los vientres de sus madres»? Sin embargo, basándose en Génesis 3.15 y en la historia puede argumentarse el odio singular que Satanás tiene a las mujeres. Ellas llevan en sí la clave de la existencia misma de la raza. Todo ser humano nacido después de la Caída, incluyendo al hombre Jesucristo, procede del vientre de una mujer.
Además, lo comprendiera o no Satanás, Aquel que había de aplastarle la cabeza nacería de una mujer. La encarnación se haría a través del nacimiento virginal (Lucas 1.26–38; Gálatas 4.4; Apocalipsis 12.1–6, 13–17). Así los intentos históricos y continuos de corromper y destruir a la humanidad femenina cobran mayor importancia de la que solemos darle.
En cuarto lugar, este odio mutuo sería transmitido en el tiempo por las dos simientes dobles (v. 15b).
Creo que el cuadro en esta página armoniza con las enseñanzas bíblicas posteriores y es confirmado por los choques con Satanás y sus espíritus malos que han tenido lugar a lo largo de la historia, la vida y el ministerio redentor de la iglesia.
Él (la simiente de la mujer) aplastará la cabeza de la serpiente (Satanás). Cuando en Romanos 16.20 el apóstol Pablo toma este concepto y lo aplica a la vida cristiana, escoge un verbo más fuerte, syntríbo, que según William Vine significa «destrozar[ … ] hacer pedazos aplastando». Ese mismo verbo se utiliza para quebrar una caña (Mateo 12.20); hacer pedazos las cadenas (Marcos 5.4); quebrar un vaso de alabastro (Marcos 14.3); un vaso de alfarero (Apocalipsis 2.27); y aplastar finalmente a Satanás (Romanos 16.20)».16
Un enfoque doble
Las palabras se enfocan principalmente en el aplastamiento de la cabeza de la serpiente que ya ha tenido lugar en la historia con el evento de Cristo; es decir, en la actividad redentora del Señor Jesucristo (Mateo 12.22–29; Hechos 10.38; Colosenses 2.13–15; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14–15; 1 Juan 3.8b).
Así que, aunque tenemos un enemigo espiritual poderoso e imponente, ya ha sido vencido. Si hay alguna clave particular para la victoria en la guerra contra el campo sobrenatural maligno, es que Dios ya ha derrotado por nosotros (Juan 12.31–32; 16.11, con Lucas 10.18) y por toda la humanidad (2 Corintios 5.18–21; Juan 3.16) a Satanás y a su simiente por medio de su Hijo, el Señor Jesucristo.
¡Cómo temen y resisten los demonios a esta verdad! La combatirán con todo su ser cuando un hijo de Dios la formule con fe y autoridad (Efesios 3.10 con Apocalipsis 12.11).
Un enfoque secundario de estas palabras tiene que ver con el «cristiano» o la «iglesia». Con ello me refiero al continuo aplastamiento de la cabeza de la serpiente por el pueblo de Dios. ¿Acaso no está implícito en Romanos 16.20, Mateo 16.18–20 y Mateo 18.18–20? Aunque el contexto de Mateo 18.18–20 sea el de los conflictos entre creyentes, los principios expresados en dicho pasaje tienen esta aplicación más amplia.
Aplastamos a Satanás en nuestra propia vida cuando lo resistimos y nos sometemos a Dios (Santiago 4.7). Machacamos su cabeza en las vidas de otros por medio de la intercesión y cuando traemos a sus existencias magulladas la vida, el amor y el poder sanador de Cristo.
En el contexto de la guerra contra el mundo espiritual, esto significa que nuestro poderoso enemigo es vencido en primer lugar por nuestro Señor y luego por nosotros, sus hijos y siervos.
El mayor cumplido que me han hecho los demonios, y no busco sus lisonjas, es cuando he tratado de someterlos y ellos no han querido obedecer, pero por último han tenido que hacerlo.
«¿Por qué tienes que obedecerme?», les pregunto a veces.
«Porque eres el siervo del Señor», contestan.
¡Y eso es lo que somos! Pero también somos sus hijos.
Si hay una segunda clave para la victoria en nuestra guerra contra el campo satánico espiritual, es que Jesús nos ha encomendado su autoridad sobre Satanás y la simiente diabólica (Lucas 10.19; Hechos 16.18; 1 Juan 5.18–19; Romanos 16.20).
¡Cómo odian y temen los demonios esta verdad cuando es formulada con fe por los labios de la simiente de Dios (Efesios 3.10, con Apocalipsis 12.11). Lucharán ferozmente contra ella hasta que se les obligue a someterse. Luego admitirán atemorizados que es cierta.
Este aplastamiento secundario de lo sobrenatural maligno lleva consigo también la angustia de participar directamente en la guerra espiritual y la oración de guerra, intercesión profunda en el contexto de la guerra espiritual (Efesios 6.10–20; 1 Pedro 5.8–11; Apocalipsis 2 y 3; 12.7–13.7). No hay guerra espiritual eficaz sin dolor. Jesús mismo dijo: «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16.33b). También expresó el Señor: «No temáis, manada pequeña, porque a vuestro padre le ha placido daros el reino» (Lucas 12.32).
Mientras esté siendo aplastado, Satanás herirá dolorosamente pero no de manera fatal el calcañar de la simiente de la mujer (v. 15d). Esto también tiene un enfoque principal y otro secundario. El principal es el origen satánico de las aflicciones y sufrimientos del Señor Jesucristo cuando vivía en la tierra, las cuales empezaron con la tentación en el desierto y siguieron hasta la muerte en la cruz.
Resulta interesante comprender el origen satánico de la traición, la angustia y la muerte de la simiente singular de la mujer: el Señor Jesucristo (Juan 13.2, 27; Lucas 22.47–53). En este caso se revela la estupidez de Satanás. Por así decirlo, el diablo se la jugó a sí mismo. Al llevar a Jesús a la cruz, él y todo su reino de principados y potestades quedaron totalmente derrotados (Colosenses 2.14–15; Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14–15). ¿Es este el significado más profundo de 1 Corintios 2.6–8? Creo que sí.
El enfoque secundario de estas palabras tiene que ver con el aspecto más angustioso de nuestra existencia y nuestro ministerio de redención: el origen demoníaco de las aflicciones y sufrimientos que experimentamos en la vida y en el servicio personales (2 Corintios 2.11; 10.3–5; 11.3; 12.7; Lucas 22.31–32; Efesios 6.10–14a; 1 Tesalonicenses 2.18; 3.5; 1 Pedro 5.6–11).
Esto se especifica claramente en Apocalipsis 2 y 3. Cada uno de los mensajes a las siete iglesias se produce dentro del contexto de la guerra espiritual. Primero tenemos la promesa del conflicto: «Al que venciere[ … ]» (Apocalipsis 2.7, 11, 17, 26; 3.5, 12, 21); que va seguida de descripciones todavía más gráficas referentes a sufrimientos a manos del espíritu del mundo (2.9–10; 1.13–16; 2.20–25; 3.9–10; 12.17; 13.17). Las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 2.18 y 3.5 también cobran un nuevo significado. Además, esto da una importancia distinta a versículos como Filipenses 1.29, Colosenses 1.24 y 2 Timoteo 1.7–12 y 4.1–8.
No hay ministerio de redención sin sufrimientos de guerra. La doble herida experimentada por la simiente de la mujer a manos del campo sobrenatural perverso, forma parte del misterio que encierra el plan divino. Así sucedió en el caso de la herida del Hijo de Dios (Juan 19.10–11; Isaías 53.4–6, 10a; Hechos 2.22–23 y 36) y sigue sucediendo con las que sufren sus hijos (Hechos 4.27–31; 2 Tesalonicenses 3.3; 1 Juan 5.18; Lucas 10.19, con Lucas 22.31–32; Job^<1034,Times New Roman>Job 1 y 2).
Sin embargo, como bien sabemos, cuando Satanás y sus huestes demoníacas fueron aplastadas por Jesús, la simiente de la mujer, no resultaron aniquiladas. Todavía ejercen autoridad sobre aquellos que no conocen a Cristo (2 Corintios 4.3–4; Efesios 2.1–3; 1 Juan 3.10; 5.19) y tienen permiso, bajo la voluntad soberana y el control del Señor, para hacer la guerra a los hijos de Dios (1 Corintios 7.5; 2 Corintios 2.11; 11.3; Efesios 6.10–18; 1 Tesalonicenses 2.18; 3.5; Santiago 4.7–8; 1 Pedro 5.8–11; 1 Juan 2.12–14; Apocalipsis 12–13).
Mientras vivimos para nuestro Señor en el territorio del enemigo, que es este mundo perverso (Gálatas 1.4), hemos de padecer aflicciones y sufrimientos como siervos de Dios. Tenemos el privilegio de decir con el apóstol Pablo:
«Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros [por nuestros hermanos en Cristo que nos miran como modelos de firmeza en medio del sufrimiento], y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia» (Colosenses 1.24).
La palabra traducida aquí por aflicciones jamás se usa en relación con los sufrimientos expiatorios del Señor, sino respecto a las aflicciones generales a las que se enfrentó en la tierra como Dios-hombre. Dichas aflicciones proceden de dos fuentes personales: los hombres malos y el campo sobrenatural perverso. En un sentido misterioso, parece haber cierta «cantidad» predeterminada necesaria de sufrimientos para traer a la iglesia, el cuerpo de Cristo, a su plenitud en Él.
Jesús comenzó a cumplir aquella cuota de sufrimientos y nosotros seguimos haciéndolo. Los sufrimientos vienen de los hombres y también de tener que soportar un cuerpo caído en un mundo pecaminoso. Sin embargo, sobre todo, dichos sufrimientos proceden de la serpiente y de su simiente: los demonios.
El resto de la Escritura es la revelación de este estilo de vida sufriente, de heridas en el calcañar, que caracteriza al pueblo de Dios. Hasta que el Señor vuelva en su gloria y Satanás y sus ángeles sean echados al lago de fuego (Mateo 25.41; Apocalipsis 20.14–15), nuestro calcañar será continuamente magullado por Satanás y su simiente; pero también seguiremos aplastándole la cabeza. La victoria será siempre nuestra, incluso en las derrotas y, si fuera necesario, en la muerte (Romanos 8.35–39). Al final, el Señor mismo acabará de aplastar la cabeza de la serpiente (Apocalipsis 19.20; 20.10). ¡Amén!

1 1.     H. C. Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, p. 163.
2 2.     Véase Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, p. 197, donde aparece un esquema de las opiniones negativas.
3 3.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, p. 80.
4 4.     Ibid. p. 80.
5 5.     Ibid. p. 80.
6 6.     Ibid. pp. 80–81.
7 7.     Los otros autores a los cuales me he referido tienen muy a menudo opiniones semejantes; a saber, Juan Calvino, R. Payne Smith, Griffith Thomas, Adam Clarke, C. F. Keil y F. Delitzsch, John Peter Lange, Francis A. Schaeffer, Gordon Wenham, Victor Hamilton, H. C. Leupold y Derek Kidner. Leupold dice lo mismo, no sólo en su comentario, sino en su magistral panorámica del Génesis en ZPEB 2:678–695.
8 8.     R. Payne Smith en Charles John Ellicott, Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 1954, 1:25.
9 9.     Smith, p. 25.
10 10.     Francis Schaeffer, Genesis in Space and Time , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1976, p. 103.
11 11.     Ibid. pp. 103 y 104.
12 12.     Ibid. p. 104 …
13 13.     Ibid. pp. 104 y 105.
14 14.     Ibid. pp. 104 y 105.
15 15.     Leupold, 164 y 165. Leupold dice que la palabra hebrea traducida por enemistad sólo puede utilizarse para una relación entre personas o agentes moralmente responsables, nunca refiriéndose a animales.
16 16.     William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 1:147.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

30
Comienza la guerra entre las dos simientes
Génesis 4.1–8
En Génesis 4 descubrimos el primero de una serie de choques entre las dos simientes hostiles. Cuando Dios llama a un pueblo para poner en él su nombre, sólo puede hacerlo de entre la familia caída de Adán, cada uno de cuyos miembros son esclavos del «dios de este siglo», el diablo. Algunos de ellos responderán a la voluntad de Dios y se convertirán en la simiente de la mujer; otros, por el contrario, la rechazarán, llegando a constituir la simiente de Satanás; lo cual dividirá a la raza humana en dos familias o simientes en guerra: los hijos de Dios y los hijos del diablo.
Lleno de rabia y de odio contra Dios y sus elegidos, Satanás peleará contra la familia del Señor. Los hijos de Dios se convertirán en el objeto de la inquina de los que no pertenecen a dicha familia: aquellos todavía caídos en Adán que siguen siendo simiente de la serpiente.
Caín y Abel
La mayoría de las veces, las personalidades sobrenaturales invisibles que constituyen la simiente de Satanás no pueden verse; los que sí resultan visibles son los agentes humanos a través de los cuales actúan (Efesios 6.12). En Génesis 4, Caín se presenta como uno de esos «hijos de desobediencia», el comienzo de la línea perversa de la simiente de Satanás. El diablo hará guerra contra los primeros santos por medio de su simiente, en este caso de Caín. Por eso comenzamos por él.
Expreso de esa manera la hostilidad mutua porque en tales relatos el antagonismo es más de parte de la descendencia de la serpiente que viceversa. Por lo general, resulta de una reacción negativa de la simiente humana de Satanás al estilo de vida justo que caracteriza a la simiente también humana de la mujer. La vida piadosa del pueblo de Dios despierta celos, enojo y resistencia de parte de la gente perversa; sentimientos que pueden llegar a convertirse en odio declarado. La descendencia de los justos tiene que sufrir y morir a menudo a manos de la simiente injusta. Esto es exactamente lo que sucedió en la historia que nos ocupa.
Caín y Abel pueden considerarse como los primeros representantes de las dos simientes en guerra de que habla Dios en Génesis 3.15: Caín de la serpiente y Abel de la mujer.
Después de la Caída, nuestros primeros padres demostraron ser una pareja temerosa de Dios: dos de sus tres hijos, cuyos nombres se registran en Génesis 4 y 5, anduvieron evidentemente en la fe de aquellos. Eva exclama gozosa después del nacimiento de su primogénito, Caín: «Por voluntad de Jehová he adquirido varón».1
El comentario que hace Leupold sobre Génesis 4.1 es digno de mencionarse:2
En esta frase hay al mismo tiempo agradecimiento y alabanza. Agradecimiento por la liberación del dolor y el peligro [ya que era el primer niño nacido de una mujer, no cabe duda de que se tiene en mente la maldición de Génesis 3.16]; y alabanza porque Jehová está manifestando su gracia y fidelidad al conceder un hijo. También debería repararse en el uso del nombre «Yahvé». Evidentemente, entonces, ya que el nombre enfatiza su misericordiosa fidelidad, Eva alaba a Dios por el hecho de que Aquel que había prometido victoria a la simiente de la mujer deja que nazca realmente. Nada indica que pensara que aquella misma simiente, Caín, sería quien aplastara personalmente la cabeza de la serpiente, pero en cualquier caso, ahora tenía una señal de la fidelidad de Yahvé.
Adán y Eva estaban presentes cuando Dios anunció la maldición y la promesa a la serpiente en Génesis 3.15. Lo que vemos en el capítulo 4, versículo 1, es una muestra de que Eva nunca olvidó aquellas palabras. Es probable que al ponerles nombre a su primer y tercer hijos tuvieron en cuenta lo dicho en Génesis 3.15.
No obstante, Eva se equivocó con Caín. ¡Qué grande debió ser su desilusión cuando éste se manifestó más como la simiente de Satanás (1 Juan 3.12) que como la descendencia prometida de la mujer! ¡Qué tragedia para la primera madre! Es el modelo de muchas mujeres piadosas a través de los siglos que han visto a algún hijo predilecto apartarse de Dios. ¡Cuánto sufren esas mujeres!
El versículo 2a se refiere al nacimiento del hermano menor: Abel. No se da ninguna explicación acerca de por qué se le llamó así («aliento»), como en el caso de Caín.3 Siendo éste el primogénito, se atribuye mucha importancia a su nacimiento.
Wenham señala algunos de los privilegios de los primogénitos en las culturas bíblicas (Génesis 25.32; 27.1–40; Deuteronomio 21.15–17), pero comenta que en el Antiguo Testamento Dios parece llamar sólo al segundo, generalmente antes de que nazca. Ejemplos de esto son: Isaac en lugar de Ismael; Jacob en vez de Esaú; Efraín y no Manasés; David, el más joven de los hijos de Isaí frente a sus hermanos mayores. Wenham cree ver indicios aquí (vv. 1–2a) de que «Abel es el hermano más joven elegido».4
Escena primera: Versículos 2b al 5
Según Wenham, estos versículos constituyen la primera escena. Toda ella es narración. Los principales actores: Caín y Abel. Yahvé no habla. En primer lugar se menciona la ocupación de Abel y luego la de Caín. Sin embargo, la ofrenda de este último se registra antes que la de su hermano.
Se ha dado mucha importancia al por qué la ofrenda de Abel fue acepta y la de Caín rechazada. Caín trajo del «fruto de la tierra», mientras que Abel sacrificó un animal (sangre). No obstante esto no parece ser lo importante del relato. Las ofrendas de grano y de otros frutos de la tierra no sólo habrían de revelarse aceptables más tarde, sino que la ley de Dios las mandaría.5
¿Por qué no fue aceptada la ofrenda de Caín y sí la de Abel?6 Las dos explicaciones más corrientes son: primera, los diferentes motivos de ambos hermanos, que sólo Dios conoce (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 11.4); y segunda, las diferentes actitudes que tenían los dos hijos de Adán y Eva en cuanto a la adoración. Wenham dice de esta última que es «la opinión más común entre los comentaristas antiguos y modernos».7
Un vistazo a la descripción de ambas ofrendas parece respaldar esta interpretación: «Abel trajo[ … ] de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas» (Génesis 4.4). «Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová» (v. 3). No se menciona que fueran «los primeros frutos de la tierra», como más tarde exigiría la ley, sino simplemente que era fruto de la tierra.
El hecho de que trajeran sacrificios, por sí solo, revela que Adán y Eva comprendían cómo se debía adorar a Dios después de su caída. Sabían de la necesidad de ofrendas sacrificiales y enseñaron a sus hijos a hacerlas.
Abel hizo como se le había enseñado, pero Caín actuó según su propio criterio. Como consecuencia de ello, Moisés expresa: «Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y la ofrenda suya» (vv. 4b–5a). Dios responde a la actitud de cada hijo antes que a sus ofrendas. En realidad la diferencia estaba en las distintas actitudes internas de obediencia, fe y verdadero amor al Señor.8
Ambos hijos fueron educados en el mismo hogar, por los mismos padres piadosos (resulta interesante constatar que la fe de Eva se destaca sobre la de Adán en el capítulo 4) y bajo idénticas circunstancias. A los dos se les enseñó a adorar y a presentar ofrendas al Señor. Sin embargo, el corazón de uno de ellos, Abel, se inclinó por Dios para agradarle mediante la fe; mientras que el del otro, Caín, se inclinó hacia sí mismo para actuar según su propia voluntad.
La reacción de Caín en el versículo 5b, cuando Dios rechaza su ofrenda, se describe con palabras fuertes. En primer lugar, se «ensañó en gran manera», y después «decayó su semblante» y anduvo «cabizbajo y deprimido».9
No se nos dice de qué manera conocieron ambos hermanos la reacción de Dios a sus ofrendas, pero Él se la hizo saber. Caín no se sintió confuso en cuanto a la razón de no haber sido acepto, sino que, en vez de ello, se enfureció tanto contra Dios como contra su hermano. Cayó en un gran abatimiento producido por la autocompasión y un enojo profundo. Wenham dice que en la Escritura «ensañarse en gran manera» a menudo es el preludio de acciones homicidas (cf. 34.7; 1 Samuel 18.8; Nehemías 4.1; cf. Numeros 16.15; 2 Samuel 3.8).10 Sin duda eso fue lo que le sucedió a Caín. Calvino escribe al respecto:11
Además, en la persona de Caín se nos pinta el retrato de un hombre perverso que sin embargo desea ser considerado justo[ … ] Tales personas hacen verdaderamente, de labios para fuera, esfuerzos ímprobos por merecer ser bien tratados por Dios; y manteniendo el corazón envuelto en engaño, no le presentan más que una careta; de modo que en su ansiosa y esforzada adoración religiosa no hay nada sincero, nada que no sea mera apariencia. Cuando, más tarde, descubren que no obtienen ninguna ventaja de ello, traicionan el veneno que hay en sus mentes; porque no sólo se quejan contra Dios, sino que estallan en ira manifiesta, demostrando que, si pudieran, con gusto arrancarían al Señor de su trono celestial. Tal es el orgullo innato de los hipócritas.
Escena segunda: Versículos 6 y 7
Esta escena comienza con la respuesta de Dios al ensañamiento y la depresión de Caín (4.6–7). El que dicha respuesta haya sido registrada resulta de gran ayuda para entender lo que estaba ocurriendo en la vida de Caín desde la omnisciente perspectiva de Dios. Se nos muestra al Señor dispuesto a perdonar y aceptar a Caín en su familia. La respuesta de Dios (v. 7) constituye sin embargo uno de los versículos más difíciles de traducir e interpretar del libro de Génesis.12
Dios empieza con dos preguntas directas: «¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?» Y al hacerlas muestra una gran compasión. Naturalmente, sabía la contestación a ambas; pero su propósito parece ser el de dar a Caín la oportunidad de reflexionar sobre las verdaderas razones de su enojo y tristeza.
Esta interpretación se ve además respaldada por la tercera pregunta de Dios en el versículo 7: «Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?» Otros traducen: «Si bien hicieres, ¿no se levantará tu semblante?» Y también: «Si bien hicieres, ¿acaso no hay perdón?»13
Aunque puede objetarse que el perdón no se obtiene mediante buenas obras, tampoco se trata de eso. Lo importante es que Caín ha pecado. Él lo sabe y Dios también. El Señor quiere perdonarle y aceptarle, pero debe reconocer primero su pecado y confesarlo. Si lo hace, Dios le invita a venir a Él. El Señor no ha aceptado en forma arbitraria a Abel en detrimento de Caín, como afirman ciertos comentaristas. Tiene el corazón lo suficientemente grande para ambos. Caín debe reconocer su falta y venir a Él con un corazón sincero, arrepentido, y Dios lo perdonará y aceptará. Creo que lo que motiva las tres preguntas de Dios, pero sobre todo esta última, es el deseo de que Caín se arrepienta.
Después de esas tres preguntas, Dios hace una seria advertencia y da una exhortación o promesa. Todo ello demuestra su gracia hacia Caín. «Caín, todavía no es demasiado tarde», está diciendo Dios. «También te aceptaré como he aceptado a tu hermano Abel».
El pecado de Caín y el campo sobrenatural perverso
En seguida viene la seria advertencia de Dios, en la cual descubrimos algunas de las dimensiones de guerra espiritual que tenía el problema de pecado de Caín: «Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo[ … ]».
Se trata de una palabra poderosa y también de la primera aparición del término pecado en la Biblia. Esta advertencia, además, arroja luz sobre la naturaleza del pecado en sí. Aquí el pecado se personifica; recibe vida independiente como si se tratase de un animal e incluso de una serpiente acechando a la puerta de la casa de Caín, lista para destruirle. Keil y Delitzsch dicen: «El femenino (pecado) aparece como masculino, ya que en evidente alusión a la serpiente se personifica al pecado como un animal salvaje acechando a la puerta del corazón humano y deseando ansiosamente devorar su alma» (1 Pedro 5.8).14
Hamilton dice que la palabra hebrea traducida aquí por pecado guarda relación con el térmico acadio «demonio, rabisum».15
En la demonología de Mesopotamia, el rabisum (demonio) podía ser, bien un ser bondadoso que se oculta a la entrada de un edificio para proteger a los ocupantes del mismo, bien exactamente lo opuesto, alguien malvado que acecha a la puerta de dicho edificio para amenazar a los que lo ocupan.
Wenham hace referencia a un artículo de Ramaroson que traduce la advertencia del versículo 7 de la siguiente manera: «Y si no hicieres bien, el que se agazapa (demonio) está a la puerta».16
Creo que esta posición es correcta. En realidad se trata de la opinión del Nuevo Testamento. El apóstol Juan se refiere al problema del pecado de Caín como algo satánico (1 Juan 3.12). ¿Estaba Caín endemoniado?
Luego, Wenham añade: «Aquí, entonces, el pecado se personifica como un demonio agazapado cual animal salvaje a la puerta de Caín».17 Con ello descubrimos la dimensión de guerra espiritual que tenía el problema de pecado del primogénito de Eva. Naturalmente, el pecado salió de dentro de Caín, del problema de la carne, sin embargo no le vino de afuera, del mundo, ya que el mundo todavía no era malo para él. El mundo perverso nació en realidad con su pecado, no con el de Adán y Eva. Caín es el primer hombre «mundano» que aparece en las Escrituras.
El poder dominante del mal que se revela en esta historia es el mundo sobrenatural [espiritual] perverso. El pecado personificado estaba presente en la vida de Caín (v. 7). Juan dice que, así como los creyentes son «de Dios» (1 Juan 5.19), Caín era «del maligno» (1 Juan 3.12). Pertenecía a Satanás como nosotros pertenecemos a Dios. De igual manera que los creyentes comparten la vida de Dios, que mora en ellos, Caín compartía la vida de Satanás, el cual vivía dentro de él. Aunque tal vez aquello no fuera cierto todavía en esa etapa de pecado en que se encontraba cuando Dios le habló (vv. 6–7), se haría realidad inmediatamente después. El Señor advirtió a Caín de que el demonio del pecado le esperaba fuera para «poseerle». Tenía puesto su «deseo» en él. Hamilton traduce estas palabras como «sus ansias van dirigidas a ti».18 Con su negativa a responder a las advertencias de Dios, tal vez Caín dejó que el demonio entrara en su vida, convirtiéndose así en una persona endemoniada.
La advertencia de Dios aquí constituye una palabra de gracia para Caín. El Señor sabía adónde se dirigía éste e intervino para avisarle. Le estaba diciendo: «¡Detente Caín! Vuelve atrás. Vas hacia el desastre». Dios sigue en su intento de detener a Caín y le dice: «Tú te enseñorearás de él». Es decir: «Debes enseñorearte del demonio personal de pecado que está a tu puerta».
Keil y Delitzsch comparten una hermosa cita de otro comentarista llamado Herder:19
Dios habla a Caín como a un hijo obstinado, y saca de él lo que duerme en su corazón y le acecha cual animal salvaje junto a su puerta. Y lo que hizo con Caín, lo hace con todo aquel que esté dispuesto simplemente a mirar en su corazón y a escuchar la voz de Dios.
¿Cuál fue la respuesta inmediata de Caín? Un silencio sepulcral. Leupold comenta al respecto: «Hay algo siniestro en el silencio de Caín. No se nos dice que diera gracias (a Dios) por la advertencia, ni que se arrepintiese de sus celos, ni que enmendara su conducta. Según parece, lo único que podía ofrecer era un obstinado silencio.20
Y anticipándose al versículo 8, expresa:
El pecado de Caín respecto a su hermano fue principalmente de celos que terminaron en odio. Un pecado que en comparación con otros parece débil e insignificante, pero que lleva dentro de sí una gran capacidad de desarrollo.21
La ira, la amargura y el rencor son algunos de los agarraderos más peligrosos para el pecado en la vida humana. De ahí las apasionadas advertencias de Pablo al respecto (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 12.15; Efesios 4.26–27; 5.29–6.2; Colosenses 3.8–17). En el relato de Génesis, vemos a Caín experimentar esto mismo.
Y Leupold comenta:22
Ahora la narración da un giro drástico para mostrar las posibilidades de desarrollo que encierra el pecado, el cual, para entonces, ya se había adherido firmemente al hombre; posibilidades para el mal que ningún hombre hubiera sospechado jamás que escondiese. De repente, ese pecado sale a la luz y manifiesta a plenitud su perversa naturaleza y lo terrible que entraña.
Escena tercera: Versículo 8
En este versículo tenemos la tercera escena, que revela la respuesta negativa de Caín a las preguntas de Dios, a su promesa y a su seria advertencia de los versículos 6 y 7. Wenham lo llama «la trama principal, con Caín y Abel como únicos actores. El carácter terrible del hecho», sigue diciendo, «se ve acentuado por la estricta brevedad de la descripción y la repetición de las palabras “su hermano”».23
Caín asesina a su creyente y piadoso hermano Abel.24
Hamilton escribe que:
[ … ] la razón por la que es asesinado Abel son los celos y la envidia desenfrenados de Caín. En vez de aceptar la decisión de Dios, Caín rechaza a aquel a quien Dios ha aceptado. Pero esta reacción no hace sino exacerbar su dilema: ha eliminado a Abel, pero ¿qué hacer ahora con Dios?25
Leupold, por su parte, dice que:
[ … ] el primer asesinato fue un fratricidio. No podía el pecado haber mostrado de una manera más drástica las posibilidades que se esconden en él. En la segunda generación ya había alcanzado las proporciones de asesinato. Es obvio que el término «simiente de la mujer» (3.15) debe experimentar cierta modificación. Aquí tenemos ya un caso claro de cómo «la simiente de la mujer se había convertido (en parte) en la simiente de la serpiente» (Keil).26
Escena cuarta: Versículos 9 al 14
Esta escena, como la segunda, es un diálogo entre el Señor y Caín. Los versículos 6 y 7 no registran las respuestas de Caín, si es que las hubo. Aquí aparecen íntegramente. Wenham dice que el interrogatorio divino de Caín y la subsiguiente formulación de maldiciones, se asemejan al «trato semejante que recibió Adán (cf. 4.9 y 3.9; 4.10 y 3.13; 4.11 y 3.14, 17; 4.12 y 3.17–19). Muchas de las palabras claves del capítulo 3 aparecen aquí de nuevo: “saber”, “guarda”, “maldito”, “tierra”, “echar”».27
Concluimos nuestro comentario de Génesis 4 con la última parte del versículo 8: «Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató». Keil y Delitzsch dicen acerca de esto:
Así el pecado de Adán había crecido hasta llegar al fratricidio en su hijo[ … ] Caín fue el primer hombre que permitió al pecado reinar en él, alguien «del maligno» (1 Juan 3.12). En él, la simiente de la mujer había llegado ya a ser la simiente de la serpiente; y con su acción, la verdadera naturaleza del maligno salió a luz abiertamente como el que es «homicida desde el principio». De manera que ya entonces había surgido ese contraste entre dos simientes distintas dentro de la raza humana que se observa en toda la historia de la humanidad.28
Con esta historia había comenzado la guerra espiritual, que continúa hasta hoy, entre las dos simientes, los dos reinos. La contienda espiritual estalló en toda su fuerza. El resto de la Biblia no hace sino seguir la pista de lo que hemos visto aquí y lo que Keil y Delitzsch llaman las «dos simientes distintas dentro de la raza humana que se observa en toda la historia de la humanidad».
La simiente de la serpiente hiere el talón de la simiente de la mujer. El injusto Caín asesina a su justo hermano Abel (1 Juan 3.12). Desde entonces el mundo jamás ha conocido la paz.
1 1.     Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, p. 189.
2 2.     Ibid. pp. 189–190, nota del autor.
3 3.     En cuanto al significado del nombre de Abel, véase Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, pp. 102 y 103.
4 4.     Ibid. p. 104.
5 5.     Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990; Wenham, p. 104.
6 6.     Wenham esboza las cinco razones principales que suelen dar la mayoría de los comentaristas, p. 104; Hamilton también aporta diversas opiniones, pp. 223 y 224.
7 7.     Wenham, p. 104.
8 8.     Véase Juan Calvino, Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, 1:112.
9 9.     Hamilton, pp. 224 y 225.
10 10.     Wenham, p. 104.
11 11.     Calvino, p. 197.
12 12.     Hamilton explica por qué, pp. 225–228, y también Wenham, pp. 104–106.
13 13.     Wenham, 105, y la mayoría . de los demás comentaristas.
14 14.     C. F. Keil y F. Delitzsch, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, 1:112.
15 15.     Hamilton, p. 227.
16 16.     Wenham, 105. Véase su tratamiento detallado del asunto, pp. 104–106.
17 17.     Wenham, p. 106.
18 18.     Keil y Delitzsch, p. 112.
19 19.     Leupold, 202.
20 20.     Ibid. p. 202.
21 21.     Ibid. p. 202.
22 22.     Wenham, p. 106.
23 23.     Véanse los excelentes comentarios de Wenham, p. 106; Hamilton, pp. 228–230; Calvino, pp. 204 y 205; Leupold, pp. 203 y 204; R Payne Smith en Charles John Ellicott, A Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 1:29; Matthew Henry, Commentary on the Whole Bible, Fleming H. Revell, Nueva York, 1935) pp. 390–400; Adam Clark, The Holy Bible: Commentary and Critical Notes , Applegate and Company, Cincinnati, OH, 1857, p. 47; W. H. Griffith Thomas, Genesis: A Devotional Commentary , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1953, p. 57; W. P. Patterson en James Hasting, A Dictionary of the Bible , Tand T. Clark, Edinburg, 1910, 1:338 y 339; Rev. John McClintock y James Strog, Encyclopedia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature , Harper and Brother Publisher, Nueva York, 1891, 2:12–14.
24 24.     Hamilton, p. 230.
25 25.     Leupold, p. 204.
26 26.     Wenham, p. 106.
27 27.     Keil and Delitzsch, p. 113.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.


31
Los «vigilantes» de Génesis 6 y el llamamiento de Noé
Tan pronto empezamos a estudiar Génesis 6.1–8, se nos plantea una larga lista de preguntas:
¿Quiénes son los «hijos de Dios»? (vv. 2a, 4b).
¿Quiénes son las hermosas «hijas de los hombres»? (v. 2).
¿Cuál fue la naturaleza de la relación entre los «hijos de Dios» y las atractivas «hijas de los hombres»? (vv. 2, 4).
¿Por qué se opone el Espíritu Santo a esa relación? (v. 3a).
¿Qué significa la afirmación de que el hombre es «carne»? (v. 3).
¿Cuál es el significado de los «días» de los hombres cuando se dice que los mismos serán 120 años? (v. 3b).
¿Quiénes eran los «gigantes [que había en la tierra] en aquellos días»? (v. 4a).
¿Qué tienen que ver esos gigantes con los «hijos de Dios», las «hijas de los hombres» y su progenie? (v. 4b).
¿Quiénes eran esos «valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre»? (v. 4b).
¿Cuál era su relación con los «gigantes»? (v. 4a).
¿Cuál era su relación con los «hijos de Dios»? (v. 4b).
¿Y con las «hijas de los hombres»? (v. 4c).
¿Cómo se relaciona todo esto con la depravación total de la raza humana descrita en el versículo 5?
¿Cómo entendemos la frase «se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón»? (v. 6).
¿Qué hizo el hombre para llegar a ser tan vulgar, perverso y desesperado, tanto en lo moral como lo espiritual, de modo que Dios decidiera destruir a la raza entera salvo a Noé y su familia?
Permítaseme primero contestar a dos preguntas que no tienen nada que ver con la guerra espiritual: primera, que los 120 años de que se habla quizás hagan referencia al tiempo que transcurrió entre el llamado de Noé y la destrucción del mundo por el Diluvio, y no a la duración de la vida de las siguientes generaciones. El hecho es que Noé mismo vivió 950 años (Génesis 9.29). Sus hijos y nietos también continuaron viviendo varios cientos de años y no sólo 120 (Génesis 11.10s).
¿Se arrepiente Dios?
En segundo lugar el arrepentimiento y el pesar de Dios por haber hecho al hombre supone un problema para muchos. «¿Qué quiere decir Génesis 6.6 cuando nos describe a Dios como “arrepentido”?», pregunta Walter Kaiser. Y añade que esto resulta especialmente difícil a la luz de Números 23.19, donde dice que «Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta».1
Kaiser contesta a su propia pregunta indicando que en otros pasajes «ambas afirmaciones se hacen acerca de Dios: Dios se arrepiente y Dios jamás se arrepiente» (1 Samuel 15.11, 29). Es obvio se está hablando de dos cosas distintas, y la respuesta parece ser, al menos, triple.
1.     El carácter de Dios no es variable como el del hombre. Siempre es coherente consigo mismo. Jamás se arrepiente.
2.     Dios no es una máquina, sino una persona de verdad, con mente, emociones y voluntad perfectas. Por tanto, se puede entristecer. El mal siempre le causa tristeza. Así que se arrepiente.
Se trata, pues, de uno más en la larga serie de antropomorfismos que aparecen en la Escritura. Dios se describe a sí mismo, o es descrito, en términos humanos; lo vemos a lo largo de todo el Génesis y del resto de la Biblia.
3.     Aunque Dios es omnisciente, creó seres morales y responsables que tienen capacidad para elegir. Por lo tanto, en la Escritura a veces se le presenta respondiendo con acciones semejantes a las humanas a las elecciones que hacen su criatura. Esto es lo que sucede en el relato que tenemos delante.
Preguntas referentes a la guerra espiritual
La mayoría de las demás preguntas tienen que ver con la guerra espiritual. Comenzaremos con la que, tal vez, sea la más polémica de todas: «¿Quiénes son los hijos de Dios de los que se habla en el versículo 2 y que mantienen relaciones sexuales licenciosas con las hijas de los hombres?»
Wenham dice que:
Génesis 6.1–8 consta de dos párrafos: los vv. 1 al 4, matrimonios mixtos divino-humanos [«divino» en el sentido de sobrenatural, no de Dios], y los vv. 5 al 8, indicio de una destrucción total, que concluye toda esta sección de la «historia familiar de Adán» (5.1–6.8). Aunque Génesis 6.1–8 parece tener poca relación con la genealogía precedente, en realidad está muy integrada con la misma.2
En cuanto a la conexión que existe entre Génesis 6.1–8 y 5.1–32 diremos poco.3 Lo único que necesitamos saber es que el primero no es un relato aislado, sino la narración de la total degradación y apostasía de la familia de Adán que dio como resultado el juicio de Dios sobre el hombre mediante el Diluvio. ¡Qué gran contraste con Génesis 4.25–26!
El escritor comienza Génesis 6.2 después de hacer dos importantes declaraciones en el versículo anterior: «Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas[ … ]» ¿Qué está tratando de decirnos con estas palabras?
En primer lugar, la expresión «cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra» nos recuerda el mandamiento original que Dios había dado al hombre cuando le dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra» (Génesis 1.28). Y también la relación del hombre con «la tierra» (Génesis 2–4). En otras palabras: había tenido lugar una gran explosión demográfica. Los hombres cubrían la faz del mundo, tal y como Dios quiso que fuera (Génesis 1.28).
En segundo lugar, «les nacieron hijas». Las hijas, o las mujeres, sólo se habían mencionado hasta ahora de pasada (4.17–26; 5.2–4, 7s). El escritor ha estado siguiendo la descendencia masculina de Adán, no la femenina. Aquí, por fin se da su lugar a las mujeres.
No obstante, el versículo 2 indica que algo se ha desviado y se mencionan por lo menos tres cosas. Primero los hijos de Dios habían visto la belleza de «las hijas de los hombres». Esto no es nada malo en sí mismo. En segundo lugar, habían tomado mujeres de ellas; lo cual, en un principio, parece aceptable. Y en tercer lugar, lo habían hecho «escogiendo entre todas». Aquí se insinúa que algo va mal.
¡Ven! ¡Escogen! ¡Toman! Eso parece explotación de la mujer por el hombre. Y también poligamia. Podría asimismo implicar violación o concubinato forzoso con la inclusión por la fuerza de mujeres en harenes. ¿Qué está sucediendo aquí?
¿Quiénes son los hijos de Dios?
El versículo no lo dice, convirtiéndose así en uno de los más problemáticos del libro de Génesis. Las dificultades comienzan con las primeras preguntas: «¿Quiénes son los hijos de Dios?» «¿Y las hijas de los hombres?» «¿Qué hicieron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y con ellas?»
Debemos empezar por la primera de esas preguntas, «¿Quiénes son los hijos de Dios?», que es la más difícil de todas. G. H. Livingston expresa: «¿A quiénes se refiere este título? ¿A dioses paganos? ¿A gobernantes paganos? ¿A ángeles? ¿Al linaje de Set?4
¿Dioses paganos?
La mayoría de los comentaristas afirman que los exégetas modernos siguen tres líneas principales de interpretación. Livingston, sin embargo, propone una cuarta: la de que los hijos de Dios son deidades paganas. Antes de examinar las opiniones más populares echaremos un vistazo a esta última.
Livingston dice que, entre los paganos, hay «relatos mitológicos que se remontan a los hurritas (ca. 1500 a.C.) los cuales hablan de ciertas deidades naturales que mantienen relaciones ilícitas unas con otras y, en algunos casos, con seres humanos. ¿Es este pasaje un resto de aquella historia?»5 A continuación menciona que mientras «gran parte de los eruditos del Antiguo Testamento afirman que la mitología erótica no es un rasgo normal del relato veterotestamentario, otros dicen que aquí tenemos la excepción. El escritor del Antiguo Testamento habría alterado un mito antiguo y, con cierto bochorno, lo habría presentado como causa del juicio que Dios mandó en forma de diluvio».6
Livingston mismo rechaza esta interpretación, como lo hacen la mayoría de los comentaristas.
Los tres puntos de vista más corrientes son: primero, los hijos de Dios son gobernantes, una temprana aristocracia real; segundo, los hijos de Dios son ángeles; y tercero, los hijos de Dios son el linaje piadoso de Set, en este caso las hijas de los hombres serían las mujeres del linaje impío de Caín.7
¿Gobernantes humanos?
Examinaremos brevemente esta primera interpretación, que afirma que los hijos de Dios eran miembros del liderazgo (príncipes y reyes) de la humanidad. Su poder real no tardó en corromperlos y tomaron para sus harenes mujeres sexualmente atractivas de todas las clases sociales.8 Como poco su pecado sería el de la poligamia.
Aunque muchas de las mujeres, tal vez la mayoría, consentía en esta práctica a causa de la vida lujosa que llevaba aparejada, otras habrían sido obligadas por sus familias respondiendo a las exigencias de su gobernante. A menudo, las chicas eran demasiado jóvenes para comprender todas las implicaciones de un estilo de vida semejante. Para algunas mujeres, quizás, aquello implicó violación, concubinato forzoso o rapto con vistas a la explotación sexual. Con el tiempo, sin embargo, ellas llegaron a estar tan corrompidas como sus explotadores (v. 5).
Cual fuera el caso, como el engreído Lamec había hecho antes que ellos (Génesis 4.19, 23, 24) y aquel adicto al sexo que fue el rey Salomón haría después (1 Reyes 11.1–13), estos reyes abusaban sexualmente de las mujeres. Aunque esta es la posición del judaísmo ortodoxo, Kail y Delitzsch dicen que puede «descartarse de inmediato por los usos del lenguaje y por ser completamente antiescritural».9
¿Angeles caídos?
Los principales puntos de vista sostenidos por la mayor parte de los comentaristas judíos y los eruditos cristianos hasta el día de hoy son el segundo y el tercero ya citados. Examinemos cada uno de ellos por separado. En primer lugar están los que afirman que los hijos de Dios son ángeles caídos (ángeles vigilantes, como en seguida veremos) y las hijas de los hombres, mujeres. Esto no significa, según explican los comentaristas, que dichas mujeres fueran violadas o raptadas por los ángeles. En realidad muy bien pudiera ser todo lo contrario. Las mujeres se entregaron a sí mismas a los seres angelicales para que ellos fuesen sus compañeros sexuales, probablemente con pleno consentimiento de sus familias. Esto hace tan terrible el cuadro de la depravación humana que justifica la decisión de Dios en cuanto a destruir a la humanidad (vv. 7.13).
Wenham acepta este postulado, aunque admite: «Dada la diversidad de formas en que se ha interpretado la expresión “hijos de Dios”, resulta difícil saber qué sentido es el correcto: si el angélico, el real o el tradicional de la descendencia de Set».10
La tradición de los ángeles vigilantes
C. Fred Dickason, que no acepta esta posición, dice que los nombres dados a los ángeles en la Escritura reflejan ya sea su naturaleza o su función en el reino celestial. Un nombre que revela la función ministerial de cierto grupo de ángeles es el de «vigilantes». Dickason explica que el mismo significa «ángeles que actúan como supervisores y agentes bajo las órdenes de Dios y empleados por Él en el control del gobierno mundial. Su tarea puede ser la toma de decisiones y la ejecución de mandatos que afecten a los asuntos mundiales»11 (Salmo 89.5–7; Daniel 4.13, 17, 23; 7.9–16; 1 Reyes 22.19–23; Ezequiel 1.4).
Es posible que esa sea la clase de ángeles que aquí se describen como «los hijos de Dios» y que entraron en una unión sexual ilícita con las mujeres. También puede que se trate de esos espíritus territoriales que están siendo objeto de tanta investigación y blanco de tantos esfuerzos evangelísticos con choques de poder hoy en día12 (Daniel 10.13, 20; Apocalipsis 2–3; 17).
El nombre de «vigilante» aparece en Daniel 4.13, 17 y 23. Era muy corriente en la literatura apocalíptica judía y en algunos de los apócrifos cristianos. En Daniel 4 se describe a cada uno de esos ángeles como «vigilante y santo». Forman junto con Dios, y bajo su autoridad, el consejo celestial encargado de tomar las decisiones principales que afectan a la tierra (v. 17). Cuando se los describe en movimiento, siempre aparecen descendiendo del cielo a la tierra (vv. 13, 23). De modo que controlan, en parte, los asuntos de los hombres en el mundo.13
Russell describe la actividad de los ángeles vigilantes como de consejeros divinos. Y utilizando la tradición antigua del Oriente Medio, no la Biblia, escribe acerca de la rebelión celestial bajo el mando de Semyaza, que evidentemente era el jefe de los vigilantes. Russell cree que más tarde Semyaza se convirtió en Satanás o el diablo.
Gran número de vigilantes se rebelaron entonces contra el señorío de Dios bajo las órdenes de Semyaza, afirma Russell, y el primer acto para declarar su independencia de Yahvé fue bajar a la tierra, es probable que en forma humana, a fin de codiciar a las mujeres mortales.
Tomaron como compañeras sexuales a tantas de ellas como quisieron y sus hijos fueron semidioses, criaturas malignas de gran fuerza y con habilidades sobrenaturales. Esto llevó a la degradación de la raza humana. Los vigilantes fueron a su vez castigados por Dios y la humanidad sufrió el juicio divino con el Diluvio, sigue diciendo Russell.14 De esta manera, Russell presenta una excelente panorámica de la caída de Satanás y sus ángeles. Sus opiniones respaldan la idea de que en Génesis 6 se indica que hubo una explotación sexual de las mujeres por parte de seres angelicales.
Como ya he mencionado antes, también Wenham sostiene la interpretación angélica de Génesis 6.1–4, 15 y dice que los eruditos modernos que aceptan la misma presentan diversas razones para apoyarla.
En primer lugar, en cualquier otro sitio del Antiguo Testamento (Salmo 29.1; Job^<1034,Times New Roman>Job 1.6) la expresión «hijos de Dios» se refiere a las criaturas angélicas deiformes. En segundo lugar, en Génesis 6.1–4 vemos el contraste entre «los hijos de los dioses», por un lado, y «las hijas de los hombres», por el otro; no entre un grupo de hijos de hombres frente a otro de hijas de hombres.
Las interpretaciones alternativas presuponen que lo que quería decir realmente Génesis 6 era que «los hijos de algunos hombres» se casaron con «las hijas de otros». La expresión «hijos de Dios» es, cuando menos, una forma oscura de expresar tal idea.
Génesis 6.1 hace esta idea tanto menos plausible por referirse el término «hombres» a toda la humanidad. Y también «es natural», sigue diciendo Wenham, «suponer que en el versículo 2 la expresión “hijas de los hombres” tiene un sentido igualmente amplio: no se refiere a una sección específica de la raza humana». Por último, Wenham señala que «en la literatura ugarítica el término “hijos de Dios” se refiere a los miembros del panteón divino, y que es probable que Génesis utilice dicha expresión en un sentido semejante».16
Wenham hace luego un comentario importante sobre la naturaleza de los pecados sexuales implicados.17
Uno debe mirar detrás de los términos específicos utilizados para descubrir la razón de la condenación en este caso[ … ] Aquí, la falta de las hijas de los hombres reside seguramente en haber consentido en las relaciones sexuales con “los hijos de los dioses”[ … ] Los padres de las jóvenes también estarían implicados, ya que, si no hubo violaciones ni seducción, tuvieron que dar su aprobación a aquellos emparejamientos. La evidente omisión de cualquier término que pudiera sugerir una falta de consentimiento hace culpables tanto a las muchachas como a sus padres, y más aún si se tiene en cuenta que el capítulo anterior ha dejado claro que la humanidad estaba procreando por sí misma con mucho éxito.
Wenham apoya además la interpretación angélica diciendo: «Este relato puede ser también[ … ] una polémica contra los cultos de la fertilidad que incluían a menudo matrimonios sagrados entre los dioses y los hombres». Y se refiere a la prohibición veterotestamentaria de las siembras mixtas, las prendas de tejidos mezclados, el cruce de especies y los matrimonios con no israelitas. Por lo tanto, «las uniones entre “hijos de los dioses y mujeres”, expresa, «serían especialmente odiosas».18
¿El linaje de Set?
La tercera posición considera que la expresión «los hijos de Dios» se refiere a la descendencia piadosa de Set y «las hijas de los hombres» indica el linaje cainita apóstata. El pecado consistiría en haber interrumpido dicha descendencia piadosa mediante el vínculo con las impías hijas de Caín.
¿Puede contestarse la pregunta?
Wenham, que es un erudito inglés, dice que esta interpretación, la cual fue «durante mucho tiempo la exégesis cristiana preferida porque evitaba la sugerencia de una relación carnal con ángeles, tiene pocos defensores hoy en día».19 En realidad esta opinión tradicional no es muy popular entre los eruditos evangélicos en Gran Bretaña, pero sí en América. Es más, todavía constituye «la exégesis cristiana preferida" en los Estados Unidos y el Canadá, así como en otras partes del mundo donde han trabajado los misioneros americanos.20
Cuando estos autores no respaldan vigorosamente la interpretación del linaje de Set, adoptan una posición neutral, presentando tanto ésta como la interpretación «angélica», pero sin expresar su preferencia entre las dos.21 Me cuento en ese número. No estoy seguro de cual sea la mejor interpretación. Me gusta la posición de Kidner de que «lo más importante de este pasaje enigmático es que se ha alcanzado un nuevo nivel en el progreso del mal, traspasándose los límites impuestos por Dios en una esfera más».22 Luego esboza el apoyo que tienen tanto la interpretación angélica como la basada en el linaje de Set.23
Si la interpretación [angélica] desafía a lo que es normal en la experiencia, la [del linaje de Set] hace lo propio con las normas del lenguaje, porque aunque el Antiguo Testamento pueda declarar que el pueblo de Dios son sus hijos, el significado normal del término «hijos de Dios» es el de «ángeles», y nada ha preparado al lector para suponer que «hombres» se refiere únicamente a los descendientes de Caín.
Kidner vincula la interpretación angélica con la narración del Nuevo Testamento.24
Es posible que el respaldo del Nuevo Testamento al significado de ángeles pueda verse en 1 Pedro 3.19, 20. También en 2 Pedro, donde los ángeles caídos, el Diluvio y el juicio de Sodoma forman una serie que podría estar basada en Génesis, y en Judas^<1034,Times New Roman>Judas 6, pasaje en el que la ofensa de los ángeles consiste en haber abandonado «su propia morada». Las ansias de los demonios por contar con un cuerpo[ … ] presenta al menos cierto paralelismo con su hambre de experiencia sexua[ … ] Más importante que los detalles de este episodio es su indicación de que el hombre no puede ya ayudarse a sí mismo, tanto si los descendientes de Adán han traicionado su vocación como si los poderes demoníacos han alcanzado un dominio completo.
Este razonamiento de Kidner es excelente. Aunque comprender el pasaje en cuestión presente grandes dificultades para nosotros, evidentemente no les sucedía lo mismo a los receptores originales del libro de Génesis. Sin embargo, por desgracia, lo que ellos entendían por los versículos 1 y 2 no ha llegado hasta nosotros. Nuestra comprensión de Génesis como libro, escrito para un pueblo que sabía que los seres espirituales caídos podían apoderarse de cuerpos humanos a fin de mantener relaciones sexuales ilícitas con ellos, me inclinaría a la interpretación de que los hijos de Dios eran seres angelicales. Sin embargo, las objeciones que tengo a esta interpretación resultan casi insuperables a causa de mi investigación, mi ministerio con gente endemoniada y mi experiencia en lo relacionado con demonios sexuales.
Demonios sexuales
Los demonios que se especializan en mantener relaciones sexuales con seres humanos, tanto varones como hembras, son muy corrientes. Se los conoce y se ha escrito sobre ellos desde hace siglos denominándolos íncubos y súcubos. El primero interpreta el rol sexual masculino y el segundo el femenino. Aunque los espíritus íncubos y súcubos mantienen relaciones sexuales plenas con los seres humanos, no producen esperma, y por lo tanto son incapaces de procrear y de producir una raza de seres mitad demonios y mitad humanos.
Russell menciona este problema y, refiriéndose a la idea de los teólogos de la Edad Media que trataban con tales fenómenos, dice: «Aunque no tenga cuerpo propio, el diablo puede adoptar uno en el cual (por ejemplo) mantener relaciones sexuales, aunque ni como íncubo ni súcubo puede engendrar descendencia».25 Estoy de acuerdo con Russell. Para mí esto es lo que hace la interpretación angélica mucho más improbable que la del linaje de Set, a pesar de las dificultades de esta última.
Aunque mi inclinación por el postulado favorable al linaje de Set y en contra de los ángeles caídos es muy fuerte, como Wenham, tengo cierta dificultad en cuanto a la forma en que la primera interpreta las expresiones tanto de «los hijos de Dios» como de «las hijas de los hombres». También me resulta difícil creer que los receptores originales del libro llegaran a esa interpretación partiendo sólo del texto. Así que es probable que tengamos aquí una cuestión insoluble.
Una nueva era en el progreso del mal
Creo que Kidner tiene razón cuando dice que con «este pasaje enigmático se ha alcanzado una nueva era en el progreso del mal» y que «más importante que los detalles de este episodio es su indicación de que el hombre no puede ayudarse ya a sí mismo, tanto si los descendientes de Adán han traicionado su vocación como si los poderes demoníacos han alcanzado un dominio completo».26
A las excelentes observaciones de Kidner me gustaría añadir que, en este pasaje, no sólo el hombre «no puede ayudarse ya a sí mismo», sino que ha llegado a ser tan depravado que está fuera de toda posibilidad de ayuda divina. Ahora se encuentra tan completamente endemoniado (en mi opinión) y tan entregado a «los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2.16), que está más allá de toda esperanza ni siquiera de responder a los esfuerzos del Espíritu de Dios (Génesis 6.3, 5–7). Como el Efraín de un día todavía futuro, se halla totalmente «dado a ídolos» (Oseas 4.17). Por lo tanto, en el versículo 3, y parafraseando Oseas 4.17b, Dios expresa: «Está más allá de toda ayuda, déjalo».
En los días de Noé, la civilización alcanzó un estado de total depravación, nunca antes conocido y que jamás volvería a repetirse. Todos los hombres, de todas las culturas, habían llegado a ser como las futuras ciudades de Sodoma y Gomorra. Dios no pudo encontrar siquiera diez hombres justos que le hicieran renunciar a la destrucción completa y universal de la raza humana. Sólo halló a ocho en la familia de Noé: Noé mismo, su mujer, sus tres hijos y sus nueras (Génesis 7.1, 7).
En función de los próximos estudios de este libro acerca de cómo los demonios se fijan en las áreas pecaminosas de las vidas humanas, una raza de hombres como los descritos en Génesis 6, incluyendo a varones, mujeres y sus pobres hijos, debían estar universalmente endemoniados. La única grata excepción son Noé y su familia.
Ahora debemos ocuparnos de otros tres asuntos relacionados con esto. El efecto inmediato que tuvo la cohabitación ilegítima descrita en los versículos 1 y 2 sobre el mismo Dios (v. 3); el fruto de esa cohabitación antinatural, fuera cual fuese la misma (v. 4); y el efecto de largo alcance que produjo todo el mal descrito en los versículos 1 al 4 en un Dios santo y justo (vv. 5–8).
El efecto inmediato sobre Dios
Empezamos por el efecto inmediato que tuvo sobre Dios la nauseabunda, libertina y antinatural cohabitación descrita en los versículos 1 y 2. Primeramente, Dios dice: «No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre». O como expresaría una traducción literal: «Mi espíritu no permanecerá en el hombre para siempre».27
Aunque tal vez sea difícil saber el significado exacto de este versículo, no sucede lo mismo con su significado general, y esto debiera bastarnos. Hamilton comenta que:
[ … ] la palabra acerca del disgusto divino se halla entre la escena de la cohabitación (v. 2) y la referencia a los hijos producidos por esa unión (v. 4). Al colocar ahí el versículo, el autor está indicando que dicha unión prohibida en sí resulta ofensiva para Yahvé, más que el hecho de que produjera una descendencia (híbrida).28
En otras palabras: la ofensa es tan horrenda que resulta imperdonable. Dios piensa retirar su Espíritu de su anterior relación con la humanidad. Keil y Delitzsch interpretan que el Señor está diciendo: «Mi Espíritu no gobernará en los hombres para siempre; son carne y no cesan de vagar».29
En este punto las notas de Calvino resultan de gran ayuda:
Moisés[ … ] presenta a Dios mismo hablando. Ya que, cuando sale de los labios del propio Dios, la declaración respecto a que la maldad de los hombres era demasiado deplorable para que aún hubiese alguna esperanza evidente de remedio o alguna razón para que los perdonase, tiene más peso.
Calvino continúa diciendo que «Dios no había sido empujado a la precipitación por el ardor de su ira, ni se había mostrado más severo de lo justo, sino que se sintió casi constreñido por la necesidad a destruir al mundo entero, por completo, exceptuando a una sola familia».30
El versículo 3b nos proporciona las razones determinantes que hay detrás de esa declaración en la que Dios da por perdida a la raza humana existente, incluso al linaje de Set (exceptuando la familia de Noé). El versículo en cuestión dice: «Porque ciertamente él es carne». Se trata de una declaración asombrosa que casi anticipa el uso que luego hará el Nuevo Testamento de la palabra «carne» (en griego sarx) en un sentido moral, o mejor dicho, inmoral.
Wenham dice al respecto: «Carne es uno de los términos antropológicos más importantes del Antiguo Testamento. Su sentido fundamental es “carne”, “cuerpo”. Algunas veces “carne” se refiere a la debilidad moral del hombre y a su propensión al pecado» (cf. Génesis 6.12).31 Se trata de una palabra del Nuevo Testamento, pero no del todo desconocida en el Antiguo, como afirma Hamilton.32
Por lo tanto, en el uso que Dios hace aquí de «carne», tenemos un anticipo de la elaborada utilización del término en el Nuevo Testamento. Ahora sabemos, por las avanzadas enseñanzas neotestamentarias, que si los hombres no mantienen la carne crucificada con Cristo, están abriendo las puertas de sus vidas a las trampas demoníacas (1 Corintios 7.5; Efesios 4.27; 1 Timoteo 3.6–7; 4.1; 5.14–15). Esto es lo que sucedió, a escala mundial, en Génesis 6, la consecuencia de lo cual fue una esclavitud completa de la raza a los malos espíritus y su resultado final el juicio del diluvio (6.13–9). Esta es para mí la única interpretación posible de esa singular historia del mal angélico-humano.
La identidad de los gigantes
El siguiente tema que debemos considerar relacionado con el asunto de la guerra espiritual de Génesis 6, es la referencia a los «gigantes» y a los «valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre» (v. 4). Ellos están en cierto modo relacionados con los acontecimientos de los versículos 1 y 2, ya que en medio del versículo 4 vuelve a repetirse el mismo pecado de los hijos de Dios con las hijas de los hombres. Sus vidas y aquellas de los hijos de Dios y las hijas de los hombres están de algún modo relacionadas.
La mejor explicación en cuanto a las relaciones de que se trata parece ser la más sencilla. Mientras los pecados de los hijos de Dios y las hijas de los hombres estaban ocurriendo, otros sucesos inquietantes se producían también sobre la tierra: la presencia de «gigantes» y el efecto de ciertos «valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre».
¿Quiénes eran aquellos gigantes? Una cosa es segura, no se trataba de la descendencia de los ángeles caídos y las mujeres mortales, ni eran mitad demonios y mitad humanos. Aunque sea una interpretación popular, no tiene respaldo bíblico alguno. La prueba es que los gigantes volvieron a aparecer cientos de años después del diluvio, en Números 13.33. Sin embargo, ya que aquellos que había en la tierra en Génesis 6 murieron todos con el juicio divino, debía tratarse de una clase o un tipo de ser humano capaz de volver a surgir en cualquier momento después del diluvio. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.33
Hamilton dice que la palabra «nephilim» (traducida por «gigante» en castellano) significa «caídos».34 Leupold, por su parte, expresa que quiere decir «hacerse pedazos, atacar»; es decir, «ladrones, asaltantes o bandidos que infundían miedo en los corazones de los hombres».35 Y menciona a Lutero, según el cual se trataba de «tiranos» que «estaban ya sobre la tierra en el momento en que los descendientes de Set se mezclaron con los de Caín», pero que también siguieron estando presentes después de aquella triste confusión.36
A continuación, Leupold relaciona el versículo 4a con el resto del mismo, y dice que mientras los gigantes estaban sobre la tierra, el linaje de Set se entremezcló con la descendencia de Caín. Por último afirma que los valientes a que se hace referencia eran esos mismos gigantes (como expresa la Reina-Valera de 1960). En sus propios ojos eran «los héroes de la antigüedad, los varones de renombre (en hebreo los hombres del nombre)». Sin embargo inspiraban un terror de muerte a todos los demás humanos. «Consiguieron una reputación en todo el mundo por medio de la violencia, pero una reputación que más bien merecía el título de notoriedad. En aquellos tiempos, como ahora, el mundo seguramente no tenía a los hombres piadosos en gran estima; sólo los malvados eran renombrados o tenían un nombre».37
Por último, dice Wallis, estos hombres son idénticos a los otros gigantes que aparecen con frecuencia en el relato bíblico.38
Todo en los versículos 1 al 4 pretende ser la razón de lo que menciona en los versículos 5 al 8 y más tarde: el disgusto absoluto de Dios con toda la raza humana a causa de su casi indescriptible perversidad y la decisión que tomó de destruir a la humanidad entera, salvo a Noé y su familia.
El versículo 5 revela lo que Dios veía. El 6 cómo se «sentía» por lo que había visto. En el 7 aparece decidido a pasar a la acción, en vista tanto de lo que veía como de lo que sentía. El versículo 8 revela el reconocimiento por parte del Señor de que había un hombre digno de convertirse en el segundo padre de la raza hecha por Él a su imagen y semejanza. Ahí estaba el nuevo «Adán». Se llamaba Noé.
Principales lecciones sobre la guerra espiritual de Génesis 6.1–8
Cual sea la interpretación que se adopte en lo referente a los aspectos más difíciles de este relato (ya hemos esbozado los principales, pero no todos aquellos que se les plantean a los comentaristas), las lecciones más importantes acerca de la guerra espiritual están claras. En primer lugar desde la Caída «todo designio de los pensamientos del corazón de [los hombres] era de continuo solamente el mal», y a consecuencia de ello «la maldad de los hombres era mucha en la tierra» (v.5). Ahora la humanidad es capaz de pecar en cualquier forma (Gálatas 5.19–21); está comprometida en una guerra contra el pecado.
En segundo lugar, esta guerra contra el pecado es multidimensional. El hombre pelea con su carne (v. 3), con el mundo (vv. 1–7) y con el campo sobrenatural maligno (vv. 1–4 a la luz del 4.7). Y pierde por completo dicha guerra multidimensional contra el pecado.
Ahora el mundo estaba compuesto por «caínes» (Génesis 4.4 con 6.1–7). Al igual que Caín, se había hecho «del maligno» (1 Juan 3.12). Sin lugar a dudas se trataba de la generación más endemoniada que ha vivido nunca sobre la tierra. Así que Dios tuvo que destruirlos y comenzar de nuevo con el único hombre que, como Set (de quien descendía), «invocaba el nombre del Señor» (Génesis 4.26).
Un hombre había aprendido a hacer morir las pasiones de su carne, a rechazar con éxito los estímulos externos del que quizás haya sido el sistema mundial más perverso de la historia, a resistir al diablo y hacerle huir.
Pero lo más importante de todo: Noé ayudaba a su esposa y sus tres hijos a hacer lo mismo; y estos últimos, a su vez, después de encontrar mujeres jóvenes no corrompidas todavía por completo, las guiaron al conocimiento de Yahvé como Señor y formaron hogares ideales temerosos de Dios.
No se dice que los hijos de Noé tuviesen descendencia antes del diluvio, no obstante es posible que así fuese. Ya que a los niños no se les responsabiliza de pecado aunque posean una naturaleza pecaminosa (Romanos 4.15; 5.13), no serían contados como injustos, especialmente si habían sido educados en una familia tan temerosa de Dios. Por lo tanto, puede afirmarse que, por muy corrupto que sea el entorno en que nos vemos obligados a vivir, Dios nos ha dado todas las armas necesarias para que andemos en victoria en nuestra lucha (2 Corintios 10.3–5; Efesios 6.10–20; 1 Pedro 5.8–11).
1 1.     Walter Kaiser, Toward Old Testament Ethics , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1983, p. 249.
2 2.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, p. 136.
3 3.     Para más detalles véase Wenham.
4 4.     G. H. Livingston en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 5:493 y 494.
5 5.     Livingston, p. 93.
6 6.     Ibid. pp. 493 y 494.
7 7.     Véase Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, pp. 262–265; Wenham, pp. 139–141; Juan Calvino, Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1989, pp. 237–239; C. F. Keil y F. Delitzsch, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, pp. 127–134.
8 8.     Hamilton, pp. 263–264.
9 9.     Keil y Delitzsch, p. 128. Para una presentación concienzuda y equilibrada de este punto de vista, véase Wenham, pp. 139–140.
10 10.     Wenham, p. 140. Muchos eruditos de renombre sostienen esta postura. Ejemplos de ellos son: Merril Unger, Biblical Demonology, Scripture Press, Chicago, IL, 1955, pp. 45–52; J. Warwick Montgomery, Principalities and Powers , Bethany Fellowship, Minneapolis, MN, 1975, p. 50; Arno C. Gaebelein, The Conflict of the Ages , Publication Officce «Our Hope», Nueva York, NY 1933; Donald G. Barnhouse, The Invisible War , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1965, pp. 104 y 105.
11 11.     C. Fred Dickason, Angels, Elect and Evil , Moody, Chicago, IL, 1975, p. 59.
12 12.     Véanse en la bibliografía, Wagner, 1991a, 1991b, 1992; Jacobs, 1991; McAlpine, 1991.
13 13.     Véanse John E. Goldingay, Daniel , Word, Waco, Texas, 1989, pp. 92–94, 96, 213–215, 290s; Joyce E. Baldwin, Daniel , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1978, pp. 112, 113, 158s, 167, 178s; F. F. Bruce, Hebrews, en NICNT , Grand Rapids, MI, 1977, p. 33.
14 14.     Jeffrey Burton Russell, The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1987a, pp. 170, 188 (véase también nota 17), 191–197, 206, 208, 241, 246, 256. Un esbozo serio y conciso del concepto de ángeles vigilantes puede verse en el artículo de A. E. Hill en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1991, 4:1023 y 1024.
15 15.     Wenham dice que «la interpretación “angélica” es al mismo tiempo la más antigua y la que sostienen la mayor parte de los comentaristas modernos. Se da por sentada en las exégesis judías tempranas (p. ej., los libros de 1 Enoc 6:2ss; Jubileos 5:1), LXX, Filón (De Gigant 2:358), Josefo (Ant 1:31) y los Rollos del Mar Muerto (1QapGen 2:1; CD 2:17–19). El Nuevo Testamento (2 Pedro 2:4; Judas 6, 7) y los escritores cristianos primitivos (p. ej., Justino, Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes) también siguen esta línea», p. 139.
16 16.     Ibid. p. 139.
17 17.     Ibid. p. 141.
18 18.     Ibid. p. 141.
19 19.     Ibid. p. 140.
20 20.     La interpretación concerniente al linaje de Set es también aquella de los comentarios más aplaudidos, tanto antiguos como modernos, que he estado utilizando para estos estudios sobre Génesis. Algunos ejemplos destacados son Calvino, Matthew Henry, Lange, Keil and Delitzsch, R Payne Smith, Clark y otros.
21 21.     En esta categoría se encuentran Victor P. Hamilton; Derek Kidner, Genesis , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1967, Francis Schaeffer, Genesis in Space and Time , InterVarsity, Downers Grove, IL , 1976.
22 22.     Kidner, p. 83.
23 23.     Ibid. p. 84. Un excelente tratamiento de la discusión entre las interpretaciones «angélica» y «del linaje de Set» es el que aparece en las notas y notas a pie de página (132–137) de Keil y Delitzsch. Y en cuanto a un buen resumen de ambas posiciones, así como uno de los tratamientos más excelentes de satanología y demonología incorporados en una teología sistemática, el de Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology , Dallas Seminary Press, Dallas, Texas, 1947, p. 23. Se esté o no de acuerdo con la visión dispensacionalista que Chafer tiene de la Biblia, pocos de los que escriben teologías sistemáticas superan su tratamiento de la satanología y demonología. Véase también Lewis Sperry Chafer, Satan—His Motive and Methods , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1969.
24 24.     Kidner, p. 84.
25 25.     Jeffrey Burton Russell, Lucifer: The Devil in the Middle Ages , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1986a, p. 206; véase asimismo pp. 77, 181–183; y Russell, 1987a, pp. 73, 92, 93, 104. En su libro Witchcraft in the Middle Ages , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1985, su material sobre íncubos y súcubos es demasiado extenso para siquiera enumerarlo. Véase su índice ( pp. 386, 392). Kurt Koch, Chistian Counseling and Occultism , Kregel Publications, Grand Rapids, MI, 1978b, pp. 162–164. Véase asimismo Keil y Delitzsch, pp. 132–137; Chafer, 1957, 3:26.
26 26.     Kidner, pp. 83–84.
27 27.     Wenham, pp. 141 y 142; Hamilton, pp. 266–269. Ambos tratan de las dificultades para descubrir la mejor traducción de este versículo.
28 28.     Hamilton, p. 266.
29 29.     Keil y Delitzsch, p. 134.
30 30.     Calvino, pp. 240–241.
31 31.     Wenham, p. 142.
32 32.     Hamilton, pp. 268 y 269.
33 33.     W. B. Wallis, escribiendo acerca de los gigantes («Nephilim») en la ZPEB 4:409, proporciona un apoyo magnífico a la posición que adopto aquí. Wallis dice: «No hay nada demoníaco o mitológico en el relato». Aquellos hombres nacieron de matrimonios humanos normales.
34 34.     Hamilton, p. 270.
35 35.     H. C. Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987 p.258.
36 36.     Ibid. pp. 258 y 259.
37 37.     Ibid. p. 259.
38 38.     Wallis, p. 409.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.


32
La guerra espiritual desde el diluvio hasta Abraham
Las razones fundamentales de la drástica decisión divina de destruir a «todo ser» (Génesis 6.13) se resumen en el versículo 5:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
Las acciones externas resultantes de la perversa mentalidad del corazón de la humanidad antediluviana se revelan en seis gráficas declaraciones de Génesis 6, bien del escritor del libro bien pronunciadas por Dios mismo.
1.     Prevalecían las actividades sexuales ilícitas (vv. 1 y 2).
Sea cual fuere aquella de las tres interpretaciones de «los hijos de Dios» y «las hijas de los hombres» que se escoja, la sexualidad ilícita constituye el centro de atención de esos dos versículos. Con el tiempo, aquella explotación sexual corrompió a las mujeres y en definitiva a su descendencia. Cuando la revolución sexual hubo alcanzado al mundo entero, se reveló la imagen completa de la total perversidad de la época.
2.     La maldad de los hombres era mucha en la tierra (v. 5a).
3.     Todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (v.5b).
4.     Se corrompió la tierra delante de Jehová (vv. 11a, 12). Corrupción es la palabra dominante que se menciona tres veces en estos dos versículos.
5.     «Estaba la tierra llena de violencia» (vv. 11b, 13b).
La violencia y la maldad generalizada eran los evidentes resultados de la total corrupción de la humanidad; y la forma más repulsiva de esta violencia y corrupción parece haber sido sexual. La explotación egoísta de las mujeres es al parecer respaldada por otras dos declaraciones.
En primer lugar aunque todos los varones siguieron aquellas malvadas prácticas sexuales, en su momento da la impresión de que hayan sido los gigantes quienes iniciaron esta perversidad desenfrenada.1 En segundo lugar, esos valientes de renombre no eran conocidos por su bondad, sino más bien por sus obras perversas. Como dice Calvino: «Los gigantes, por tanto, tuvieron un origen anterior; pero después, aquellos que nacieron de los matrimonios promiscuos imitaron su ejemplo».2 El mal se reprodujo por sí solo generando más perversidad. Los hijos siguieron el comportamiento libertino de sus padres, hasta que toda la humanidad, excepto Noé y su familia, sobrepasaron toda esperanza de arrepentimiento.
En este mundo al que Dios considera totalmente inútil e irredimible, viene la declaración divina que manifiesta su propósito de aniquilar a toda la humanidad, salvo a Noé y a los suyos, de la faz de la tierra (vv. 13, 17). Poco después llegaría el diluvio (Génesis 6.14–7.22).
El capítulo 9 relata el pacto de Dios con Noé. El 10, registra el linaje de éste y de sus tres hijos. No nos detendremos en estos capítulos, sin embargo dentro de un momento volveremos al capítulo 10. El 11 narra el comienzo de la segunda fase de corrupción que engulle a la raza humana después de la Caída: los acontecimientos en torno a la Torre de Babel o Babilonia (Génesis 11.9).
La Torre de Babel
La Torre de Babel, en realidad Babilonia misma, nos traslada justo al escenario de una terrible guerra espiritual. Tanto la torre como la ciudad son símbolos del humanismo religioso, la idolatría, el politeísmo y el desafío contra Dios. Babilonia ya había sido mencionada en Génesis 10.10, pero ahora el escritor explica el origen de su nombre, confusión (Génesis 11.9), mientras describe los esfuerzos de la humanidad por desafiar a Dios y deificarse a sí misma.
Resulta útil seguir la corriente cronológica de los primeros capítulos de Génesis para conocer algo acerca del tiempo que transcurrió entre el diluvio y Babel. Juan Calvino cree que fueron unos cien años.3 Llega a esta conclusión calculando los años registrados en Génesis 10. (Para Wenham los años que transcurrieron fueron más de trescientos.)
Esto significa que Noé y sus tres hijos todavía vivían durante los sucesos que se narran en Génesis 11.1–9, a menos que haya grandes lagunas en las genealogías citadas en el capítulo 10.4 Sin embargo, tal vez no formaron parte de los rebeldes que se menciona en el capítulo 11. Este grupo había viajado hacia el Oriente hasta Sinar (Génesis 11.2), es decir hasta Babilonia.5
Nimrod
Génesis 10 atribuye el origen de Babilonia a un hombre llamado Nimrod. Su carácter personal llegó a ser también el de las naciones de dicha área, incluso de las que existen hoy en día: Irán e Irak. Los versículos 8 al 12 hablan de él como del «primer poderoso en la tierra» (v. 8). Nimrod es uno de los personajes más célebres y al mismo tiempo enigmáticos que se nombran en el Antiguo Testamento. No sólo se le conoció como vigoroso cazador, sino también como el gran constructor de ciudades que edificó Babilonia y Nínive (vv. 10, 11). Fue un personaje notable.
Debido a la aparente imposibilidad de que un hombre solo pudiera realizar todo lo que aquí se enumera, algunos sugieren que Nimrod es el nombre de una serie de dioses-reyes de aquella área que desafiaron al Señor. Su nombre podría dar pie a esta conjetura, ya que significa: «Nos rebelaremos».6
Israel formó con Mesopotamia, Asiria, Canaán y Egipto la relación sociocultural y religiosa más importante de toda su historia en el Antiguo Testamento. Mesopotamia en general y Babilonia en particular fueron sinónimos de la cultura humana separada del verdadero Dios, fundada sobre el orgullo del hombre, la dominación mundial, el politeísmo, el henoteísmo, el demonismo y el animismo.7
Creo por eso que la razón está de parte de los eruditos que sostienen una opinión más negativa de Nimrod y de sus hazañas. Fue él quien edificó Babilonia y Asiria, los más terribles perseguidores de Israel en tiempos posteriores. Estableció la cultura idolátrica de la que Dios consideró necesario sacar a Abraham para crear a su pueblo escogido: Israel.
Hay dos cosas más que son importantes acerca de Nimrod. Es el hombre de la rebelión en Génesis 10 y 11. Se convierte en un nuevo Caín, un asesino y rebelde contra Dios. Como «el primer poderoso en la tierra», llega a ser el «vigoroso cazador»; pero lo que cazaba no eran animales, sino hombres.8
Leupold dice que la palabra que indica que era un vigoroso cazador, por sí sola, podría referirse a la caza de animales, si no fuera porque la expresión «delante de Jehová» implica otra cosa. Leupold explica que «las pequeñas proezas del hombre en la caza difícilmente podrían despertar el asombro y la admiración del Todopoderoso. Además, en este caso, se utiliza el nombre de Yahvé; es decir, el Dios de misericordia y pacto».9
Así, Leupold afirma que puesto que las hazañas de Nimrod conquistando pueblos y construyendo dos poderosos imperios malignos y enemigos de Israel representan el punto focal de sus proezas de cacería, de lo que se trata es de la caza de hombres. Nimrod constituye una figura del anticristo en el Antiguo Testamento.
Calvino dice que Moisés lo describe como «un hombre furioso, que atrapaba violentamente su presa, más próximo a las bestias que a los hombres. La expresión “delante de Jehová”, a mí parecer, declara que Nimrod intentó levantarse por encima del orden de los hombres». Se convirtió en el prototipo de los dioses-reyes posteriores.10 Esto es importante para el cuadro que pinta más tarde Josué del estilo de vida de los padres de la nación hebrea.
Se presenta a Nimrod como el constructor de Babel (Génesis 10.10), lo cual nos conduce al relato de la torre del mismo nombre (Génesis 11.1s). Wenham dice que Babel fue la manifestación del «deseo que tiene el hombre de desplazar a Dios del cielo y hacerse un nombre para sí mismo en vez de permitir al Señor que lo haga».11
El pecado de Babel
De nuevo esto respalda nuestra interpretación, desde una perspectiva de guerra espiritual, del pecado de Babel que dio como resultado el juicio de Dios. Satanás, «el dios de este siglo», edificando sobre la carne corrupta del hombre (su orgullo) y sus ambiciones mundanas, era el espíritu que estaba tras el proyecto de la Torre de Babel. Wenham dice al respecto: «A lo largo de toda la Biblia se considera a Babilonia como la encarnación del orgullo y la impiedad humana que no puede sino atraer el juicio del Dios todopoderoso».12 También es el símbolo del rechazo del verdadero Dios y de la elaboración de sistemas de dioses creados por los hombres para satisfacer sus propios anhelos egoístas.
Por lo tanto, la historia que nos ocupa en Génesis 11.1–9 no es alentadora. Aunque los que viajaron hacia el Oriente y llegaron a Sinar no constituían toda la humanidad, el juicio contra Babel parece haber sido contra todo el género humano, ya que las lenguas de los hombres se confundieron y éstos fueron «esparcidos sobre la faz de toda la tierra» (v. 9). Es de entre los descendientes de este grupo de donde Dios llamó a Abraham y formó la nación escogida de Israel.
Una cosa es cierta, sin embargo, y es que si consideramos este relato como representativo de las condiciones espirituales y morales de la humanidad en general, las cosas estaban muy mal. Ya se habían olvidado las lecciones que los hombres debieron aprender gracias al juicio divino contra su pecaminosidad que supuso el diluvio. Por desgracia, aunque con Noé el Señor dio a la raza humana un nuevo comienzo, el corazón del hombre todavía era el mismo. La guerra contra la carne, el mundo y el diablo continuaba. Y a medida que el hombre fue estando cada vez más absorto consigo mismo y descuidó a Dios, las viejas pautas de pecado volvieron a aparecer.
Wenham comenta sabiamente que «el relato de la Torre de Babel es el último gran juicio que sufrió la humanidad en los primeros tiempos. Su lugar y función en Génesis 1–11 puede compararse con la caída del hombre en Génesis 3 y con el episodio de los hijos de Dios en 6.1–4, cada uno de los cuales desencadenó un juicio divino de consecuencias grandes y duraderas». Esa misma clase de juicio tiene también lugar en este relato.13
El sistema social establecido en Babilonia se revela en los versículos 3 y 4. Era completamente humanista. Aquella gente no estaba interesada en el nombre de Dios sino en el suyo.14 Como comenta Calvino:15 «El hecho de construir una ciudadela no era en sí un crimen tan grande, pero erigir un monumento eterno a sí mismos, que pudiera permanecer perpetuamente, constituía una prueba de voluntarioso orgullo unido al desprecio de Dios[ … ] están en guerra con el Señor».
«Están en guerra con el Señor». Los habitantes de Babel idearon una estructura social, su mundo, enfrentada a Dios. Se trata tanto de la carne como del mundo en guerra con la ley divina escrita en los corazones de las personas. Como pronto veremos, tal lucha tiene también visos demoníacos.
Hamilton dice que aquella Torre fue la precursora del ziqqurat o zigurat de Mesopotamia y que era:
[ … ] la torre de un templo. A finales del siglo pasado, el descubrimiento de Esagila, el gran templo de Marduk en Babilonia, sugiere que este edificio particular era el origen de la narración bíblica. El zigurat de este templo se llamaba E-temen-an-ki, «casa de los fundamentos del cielo y la tierra». Con una altura de 100 metros y dos santuarios, se creía que había sido construida por los dioses. Este trasfondo hace la aseveración de Génesis 11.5 en cuanto a «la torre que edificaban los hijos de los hombres» muy interesante.16
M. J. A. Horsnell llama a la Torre de Babel y al zigurat «complejos importantes de templos. Otros lo han considerado como el trono de la deidad (cf. Isaías 14.13)».17
Por lo tanto, pocas dudas caben de que la torre tenía una función religiosa al tiempo que humana. Hamilton dice que se trataba de la torre de un templo, y no sólo la expresión del orgullo del hombre (la carne) que tenía por objeto conseguir la estima de otras culturas (el mundo). También estaba dedicada a dioses extranjeros (el mundo sobrenatural del mal). En tal caso, Génesis 11 es un pasaje que tiene que ver con la guerra espiritual desde la perspectiva del pecado multidimensional.
Aunque no hay nada en el relato que hable de dioses extranjeros, el hecho de construir la torre era en sí el intento del hombre de hacerse Dios o igual a Dios, afirman Hamilton, Wenham y Calvino. Hamilton cita a P. C. Calderone cuando dice que «los constructores de la torre de Babel (Génesis 11.4)[ … ] se están rebelando contra Dios de alguna manera y tratando de ser semejantes a Él».18
El construir la torre era una repetición del engaño que sufrió la humanidad con la primera mentira de Satanás (Génesis 3.5). Mientras que las tácticas del diablo pueden cambiar, su objetivo es siempre el mismo: inducir a los hombres a que se rebelen contra el señorío de Dios y le sirvan a él, considerándose ellos mismos como su propio dios o adorando a dioses falsos.
El llamamiento de Abraham
El siguiente gran acontecimiento del Génesis es el llamamiento de Abraham (12.1–3). Dios llamó a Abraham a salir de la tierra de los caldeos, es decir de Mesopotamia (11.28). Así, del mismo corazón del país de la idolatría y del politeísmo Dios comenzaba de nuevo. Él llama a un hombre, quizás un idólatra, Abraham (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.2), para sí (Génesis 11.26–12.3).
No es nuestro propósito hacer aquí un estudio de la vida de la familia de Abraham, sin embargo debemos considerar el objetivo que tuvo Dios al llamarle. Génesis 12.1–3 incorpora al menos cuatro elementos principales del llamamiento divino del patriarca:
1.     el llamamiento a una nueva tierra (v. 1);
2.     el llamamiento a ser padre de una gran nación (v. 2);
3.     el llamamiento a recibir grandes bendiciones del mismo Dios (v. 2);
4.     el llamamiento a ser una bendición para «todas las familias de la tierra» (v. 2b–3).
Sabemos que la tierra era Palestina o Canaán. La gran nación había de ser Israel. Las bendiciones de Dios serían sus pactos con Abraham y con su descendencia, el pueblo hebreo. La bendición que había de constituir el patriarca para «todas las familias de la tierra» era Dios mismo, manifestándose a través de Israel a toda la humanidad, lo cual, naturalmente, se acabaría centrando en el Mesías, el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador.
Para realizar esto, Dios tuvo primero que llamar a Abraham y sacarlo del pozo de idolatría y politeísmo en el que se hallaba sumido (Génesis 11.26; Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.2–3). Hamilton comenta acerca de Génesis 11.27–32 y señala que algunos de los nombres de los miembros de la familia del patriarca guardan relación con el culto a la luna.19
La posible conexión [del nombre] de Taré (en hebreo terah) con la palabra Yareah, luna y yerah, mes lunar, si se demostrase, sugeriría que la familia y los antepasados de Abraham eran adoradores del astro nocturno. Una sugerencia es que Taré significa Ter, es decir el hermano o protector divino (hebreo ’ah), y que ter es una variante dialectal de shr, término arábigo meridional que significa luna. Sarai, Sara, por su parte, es equivalente de sarratu, reina, una traducción acadia de cierto nombre sumerio de Ningal, la compañera de Sin, el dios luna. Milca, a su vez, es el mismo nombre de la diosa Malkatu, hija de Sin. Labán (en hebreo laban) significa blanco, y lebana, el blanco, que es un término poético para designar a la luna llena. Además, tanto Ur como Harán eran prósperos centros del culto a la luna; de modo que resulta probable que la atmósfera teológica en la que vivió Abraham durante buena parte de su vida centrara su adoración en el astro blanco.
Enseguida Dios tuvo que fortalecer a Abraham para que pudiese vivir en la tierra de Canaán, país igualmente comprometido con la idolatría y el politeísmo. En su plan figuraba un exilio de cuatrocientos años en la tierra de Egipto para los descendientes del patriarca (Génesis 15.13–16). Luego, éstos tomarían aquella tierra y, mediante su estilo de vida piadoso, todas las naciones llegarían a conocer al único y verdadero Dios.
El resto del Antiguo Testamento es la historia de cómo se va desarrollando ese plan. A menudo se trata de una historia triste, y de un fracaso en cuanto a seguir a Yahvé, el Dios verdadero, sigue otro. Israel tendría únicamente una batalla principal que librar durante todo el período veterotestamentario: la lucha contra los otros dioses; es decir, contra los que «no son dioses» (Gálatas 4.8; Efesios 2.12).
A lo largo de su vida, los grandes patriarcas Abraham e Isaac, y sus familias, vivieron en medio del politeísmo y la idolatría de Canaán, pero permanecieron fieles a Dios. Y en cierta medida lo mismo sucedió con el turbulento Jacob. Sin embargo, durante su estancia en Egipto y después de ella, Israel fue en dirección contraria. Incluso una vez que se produjo el éxodo, la nación continuó sirviendo a los dioses de sus padres: las deidades mesopotámicas. También siguieron adorando a los dioses de Egipto. Y sobre todo, fueron tras los ídolos de Canaán hasta el mismo momento del exilio babilónico. Aquella fue la principal área de guerra espiritual para Israel; una guerra que el pueblo escogido perdía continuamente (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24; Jueces 2–21; 1 y 2 Reyes).
El Éxodo
La historia de la salida de Egipto que encontramos en Éxodo 3–12, narra la serie de conflictos más grande de todo el Antiguo Testamento. Como expresa A. A. MacRae,20 el libro de Éxodo describe:
[ … ] uno de los pocos períodos de la historia bíblica en que Dios escogió realizar un número considerable de milagros … el propósito de un milagro es mostrar que se halla implicado un poder mayor que el del hombre, es decir el poder de Dios, y establecer la autoridad divina en presencia de la duda o la apostasía.
En Éxodo encontramos tres clases de milagros; y por milagros entiendo demostraciones del poder de Dios, bien mediante fuerzas que ya había establecido en el universo, bien interviniendo directamente y cambiando el curso de la naturaleza. Las palabras bíblicas que se emplean para designar un milagro se refieren a ambos procesos. Tanto lo uno como lo otro son milagros, ya que Dios se halla envuelto en la acción y los utiliza como señales de su presencia.
Los primeros milagros que se relatan son aquellos que precedieron al éxodo. Ocurrieron con Moisés, comenzando por la zarza ardiente y siguiendo hasta el inicio de la pugna con Faraón. La segunda serie son las diez plagas y la tercera los milagros que Dios hizo durante el viaje por el desierto.
Los choques de poder en el éxodo
Sin duda alguna, Éxodo registra la mayor serie de milagros acontecidos en cualquier período de cuarenta años de historia en toda la Escritura. Como veremos en este estudio, los milagros, que se convirtieron en choques de poder con los dioses de Egipto, son los más espectaculares de toda la Biblia.
En primer lugar, el relato completo de Éxodo 3–12 debe considerarse como un combate, una pugna, entre Dios y los dioses de Egipto. De esta manera es como Dios mismo describe las plagas contra aquel país en Éxodo 12.12: «Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová».
Así es también como Moisés entendía toda la historia del éxodo, según lo declaró en su gran himno de alabanza el cual, obviamente, enseñó a los hijos de Israel en el capítulo 15. Allí dice: «¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?» (v. 11).
Y cuando refiere esa historia a su suegro Jetro, el sacerdote de Madián, ¿cuál es la respuesta de este? Éxodo 18.9, 11 nos lo dice: «Y se alegró Jetro de todo el bien que Jehová había hecho a Israel, al haberlo librado de mano de los egipcios[ … ] Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos».
Así que Moisés, Jetro y el mismo Dios consideraban toda la historia del éxodo como una serie de conflictos de poder mediante los cuales Dios había puesto en ridículo a los dioses de Egipto. Incluso los magos, en medio de la contienda, exclamaron ante el Faraón de corazón endurecido: «Dedo de Dios es éste» (Éxodo 8.19).
Dios hirió a Egipto con una serie de diez plagas, demostraciones de su poder divino. Todas ellas atacaron directamente la naturaleza de los dioses de Egipto. Tenían un propósito global y primordial: hacer que Egipto, Faraón y también Israel supieran que «Jehová es Dios» (6.1–8; 7.5, 17; 8.10, 19; 9.14, 29; 10.1–2; 14.17–18; 15.1–18). En cuanto a la última, la muerte de los primogénitos, tuvo como objetivo adicional traer sobre Egipto y sobre su orgulloso dirigente semidios, el Faraón, el juicio directo de Dios.
Al principio, cuando encomendó a Moisés que fuera a Egipto y sacara de allí a su pueblo, le advirtió que Faraón no le querría escuchar (Éxodo 3.19), pero que extendería su mano con todos los milagros que haría (Éxodo 3.20).
Justo antes de que Moisés partiera hacia Egipto, recibió su primera indicación de que el trabajo no resultaría fácil. Dios le dijo entonces:
Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo.
Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito. (Éxodo 4.21–23).
Así que Dios está dando a Moisés una panorámica del lento proceso de la contienda. También le dice que ésta no se acabará hasta que Él haya matado al primogénito de Faraón. Ciertamente Dios se había propuesto castigar a aquella orgullosa, idólatra y endemoniada nación, y también derribar al dios-rey de Egipto.
Con Aarón como su profeta, Moisés se dirige primero a los esclavos hebreos. Éxodo 4.30–31 relata: «Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron».
Las señales fueron seguramente las mismas que Dios había indicado en 4.1–9: la vara que se convertía en serpiente; la mano que se volvía «leprosa como la nieve» y luego era restaurada «como la otra carne»; y el agua del Nilo que se cambiaba en sangre al derramarla sobre la tierra seca.
Aunque no se relata en los primeros capítulos del libro, más tarde se dirá que durante el tiempo de esclavitud en Egipto los judíos empezaron a adorar a los dioses de aquel país. No obstante, es evidente que conservaron viva su fe histórica de generación en generación (4.5, 31). Pero para ellos Dios había perdido su poder. Se trataba de un Dios inferior en fuerza a los poderosos dioses egipcios. Para hacerlos volver al verdadero Dios, la teología histórica, por sí sola, era inútil. Necesitaban que el Señor demostrara que su poder era mayor que el de todos los dioses de Egipto; y al ver las manifestaciones de dicho poder, el pueblo creyó (v. 31a). Luego, cuando escucharon la «teología», «se inclinaron y adoraron», quizá por primera vez en cientos de años (v. 31b).
La primera petición de Moisés a Faraón para que dejase ir a Israel fue un rotundo fracaso (Éxodo 5.1ss). Moisés se sintió derrotado y deseó no haberse presentado jamás «voluntario» (Éxodo 3.10–4.17) para ese trabajo (4.10–13). Sin embargo, eso era exactamente lo que Dios quería que sucediese (4.21).
Anatomía de un encuentro de poderes
Las demostraciones poderosas comenzaron con el siguiente contacto entre Moisés, Aarón y Faraón (6.1s). Dios preparó el escenario diciendo: «Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra» (v. 1).
Sin saberlo, Faraón había lanzado el desafío, un aspecto esencial de cualquier verdadero choque de poder, al declarar socarronamente: «¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel» (Éxodo 5.2). Parafraseándolo, Dios contesta a Faraón: «Ahora vas a descubrir quién soy exactamente, cuando veas lo que te hago a ti y a todo Egipto. Tendrás tal terror de mí que expulsarás a Israel de la tierra» (6.1).
No podemos examinar en detalle cada una de las diez plagas, pero las he enumerado en el cuadro que sigue.
Desde el principio Dios había advertido a Moisés: «Yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte» (3.19). Aquí Dios repite lo mismo tras el primer «fracaso» de su siervo (6.1).
Seguidamente tenemos la promesa-amenaza de Dios referente a Faraón: «Yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo» (4.21).22 También esto había sido dicho antes de que Moisés y Aarón llegasen siquiera a Egipto. Éxodo menciona repetidas veces que Faraón «endureció su corazón» (8.15) o, simplemente, que su corazón «se endureció» (7.13).
De modo que después del fracaso de Moisés en Éxodo 5.1ss, Dios revela a su siervo el plan de batalla que está siguiendo, y al hacerlo afirma: «Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas» (Éxodo 7.3). Todo esto encaja en su doble propósito de demostrar que «Yo soy JEHOVá» (6.29) y de juzgar a Egipto y a sus dioses (12.12).
Dios mismo lanzó el desafío de poder a los dioses de Egipto. Mientras Faraón respondía con su propio reto (5.2), el Señor lo iniciaba. Iba a juzgar a «los dioses de Egipto» (12.12), y para hacerlo permitió que los magos consiguieran cierta ventaja al principio. Igualaron poder con poder y milagro con milagro contendiendo con Moisés y Aarón. Hicieron que sus varas se transformasen en serpientes, como ellos (7.11); convirtieron el agua en sangre (7.22); y, al igual que los siervos de Dios, lograron que vinieran ranas sobre la tierra de Egipto (8.7).
Luego, comenzando con la plaga de los insectos, fracasaron estrepitosamente (8.18–19). Lo intentaron una vez más con la de las úlceras, pero volvieron a fallar (9.11); después de lo cual se dieron por vencidos y uniéndose al «equipo» de Moisés y Aarón rogaron al Faraón de corazón endurecido que dejara ir a Israel (8.18–19; 10.7s).
Este es el único relato de un choque de poder en toda la Escritura en el que se permite a los servidores de «los que no son dioses» reproducir las demostraciones poderosas de los siervos de Dios durante algún tiempo. Aunque a la larga sólo sirvió para intensificar las manifestaciones finales de fuerza y hacer más grande el poder absoluto del Dios Todopoderoso, debió resultar desconcertante para Moisés y Aarón.
Este relato sí que suscita cuestiones muy polémicas acerca del poder de Satanás y de sus demonios para realizar milagros creativos. Dejo las mismas a los expertos. Dios permite que el mundo sobrenatural del mal use los poderes existentes en la naturaleza y los manipulen para sus fines malvados y engañosos. De esta manera los demonios pueden producir tempestades, enfermedades y todo tipo de daños, como claramente revelan las Escrituras. En los últimos tiempos, el anticristo poseerá, evidentemente, poderes milagrosos mayores de los que jamás haya manifestado el poder sobrenatural perverso. Vendrá «por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos y con todo engaño de iniquidad» (2 Tesalonicenses 2.9–10), de un modo semejante a la batalla que me contó mi amigo el Dr. Petros Octavianus de Indonesia.
Un choque de poder moderno
El Dr. Octavianus fue desafiado a un choque de poder por cierto obrador de milagros pagano, el más conocido de toda Indonesia.
Octavianus me dijo que nunca responde ligeramente a esa clase de desafíos serios de demostraciones de poder. El choque de poder forma parte de su ministerio, trabajando como lo hace con musulmanes populares, que son tan animistas como mahometanos. Pero con los choques de poder a los que asisten espectadores, él, muy cauto, antes de aceptarlos busca la voluntad de Dios. En aquel caso, según me explicó, Dios le dijo que fuera adelante.
Cuando llegó el día del enfrentamiento público, el hombre endemoniado tomó la iniciativa, y ante cientos de personas eligió a un perro que había cerca y dijo: «Para demostrarte el poder de mis dioses, voy a quitarle la vida a ese perro sin tocarlo siquiera. ¿Puede hacer esto tu Dios?» Luego, señalando al perro, dio una orden y el animal cayó fulminado. La multitud se quedó atónita. Sin dudarlo un momento, el Dr. Octavianus se dirigió hacia el obrador de milagros y, señalándolo, expresó: «Mi Dios no quita la vida por capricho. Él vino para dar vida. Él quiere darte vida a ti también. En el nombre del Señor Jesucristo te despojo de todo tu poder demoníaco».
De inmediato el mago cayó al suelo inconsciente, y la multitud pensó que estaba muerto. El Dr. Octavianus se arrodilló entonces al lado de la figura inerte del obrador de milagros y le tocó la cabeza. Este revivió al instante y, allí mismo, en el suelo, recibió a Cristo. Más tarde hubo que quitarle de las piernas unas largas agujas doradas que constituían los amuletos de poder físico de sus demonios, las cuales, clavadas bajo la superficie de su piel, emergieron milagrosamente por sí solas en respuesta a la oración.23
Todos conocemos el resto de la narración de Éxodo: Dios sacó a su pueblo elegido de la esclavitud de Egipto con su poder. Había nacido la nación de Israel.24
Los choques continuos con «los que no son dioses»
Las porciones principales del Antiguo Testamento que se refieren posteriormente a la guerra espiritual tienen un tema común. Se trata de un área de conflicto que llegó a convertirse en el mayor problema para Israel en toda su historia: los choques con los ídolos de las naciones paganas que les rodeaban, tanto en el desierto como una vez que entraron en la Tierra Prometida.
La preparación con Josué
En el capítulo 24 del libro que lleva su nombre, Josué sabe que pronto va a morir y a dejar sola a la inconstante nación que ha estado guiando desde la muerte de Moisés. Conoce a esa gente demasiado bien y sabe que son todavía sensuales, mundanos y están abiertos de par en par a los espíritus religiosos que engañan a sus adeptos satisfaciendo primeramente la mayor parte de sus necesidades egoístas, físicas y emocionales.
Josué quiere llevar al pueblo a un nuevo encuentro con Dios; quien, utilizándolo como profeta, les habla con poder y profunda convicción (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.2s) por medio de una recapitulación de su historia. En los versículos 14 y siguientes, Josué pasa a primer plano como el profeta de Dios y concluye la primera porción de su discurso de despedida con un «ahora, pues» que inicia la última parte de su desafío juntamente con un triple mandamiento: «temed a Jehová»; «servidle con integridad y en verdad»; y «quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres» (v. 14).
Quisiéramos concentrarnos en este mandamiento.
Los dioses ajenos (vv. 15, 20, 23) son de tres clases y forman el mayor ejército de guerra espiritual que se opone a Israel hasta el final de la era del Antiguo Testamento. Se trata de «los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río» (vv. 2, 14, 15); los dioses de Egipto (v. 14); y «los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis» (v. 15). Aunque estos dioses tenían nombres diferentes según los lugares, había bastante similitud entre ellos e incluso intercambio de dioses entre los distintos pueblos; de modo que lo que decimos acerca de un grupo se aplica de igual forma a los demás.
Los dioses del otro lado del río
El río en cuestión era el Éufrates (v. 2); de modo que se trataba de los dioses de Mesopotamia, de la tierra de Babilonia. Esta referencia nos devuelve a Génesis 10 y 11, donde el escritor registra las generaciones de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Todas las naciones del mundo bíblico salen de estos tres linajes, según Génesis 10 y 11. Los pueblos de Babilonia (Mesopotamia) son descendientes de Cam (10.6–14), como también los cananeos (vv. 11–20) y los egipcios, «Mizraim» es otra forma de llamar a Egipto … y a otros pueblos (v. 6).25
Muchos de los pueblos aquí mencionados jugaron un papel importante en la historia posterior de Israel, y aunque no se sabe con certeza de qué pueblos se trataba exactamente, el área general que abarcaban es casi siempre identificable.26 Mencionaré sólo aquellos relacionados con el contexto de la guerra espiritual en la historia subsiguiente del pueblo de Dios. Los cuatro del versículo 6 son importantes: «Cus, Mizraim, Fut y Canaán».
Uno de ellos, «Cus», está situado al sur de Israel y según la Septuaginta se identifica con Etiopía; pero «tal vez abarque una diversidad de tribus de piel oscura (cf. Jeremías 13.23) que vivían más allá de la frontera meridional de Egipto. La mayoría de los descendientes de Cus mencionados en el siguiente versículo parecen situarse en Arabia», dice Wenham. Esto también incluye a Seba; que según algunos es Sabá, de donde procedía la famosa reina del tiempo de Salomón (1 Reyes 10.1–13).27
El segundo, «Mizraim» debería traducirse por «Egipto», ya que se trata de la palabra hebrea más utilizada para esa nación. Muchos no estamos conscientes de la terrible esclavitud a los dioses de Egipto que sufrieron los israelitas, tanto mientras estaban en aquel país como posteriormente.
El tercero, «Fut», resulta un poco más difícil de identificar con exactitud, pero existe un consenso general de que se refiere a Libia. Hamilton concluye su tratamiento del asunto, diciendo: «Excepto en el caso de Ezequiel 38.5, la LXX [Septuaginta] traduce Fut por “los libios” en los pasajes proféticos».28
Lo extraño es que se identifique a los cananeos con Cam y no con Sem, aunque están claramente relacionados con los israelitas, que son descendientes de este último (11.10s). Según Wenham, de la manera que se utiliza aquí, Canaán incluiría «los diversos pueblos que habitaban el territorio del Israel moderno, el Líbano y parte de Siria». En los versículos 15 al 19 se da una definición más exacta de estos pueblos.29
Por último, en la genealogía más precisa que aparece en Génesis 11.10–31, se relacionan directamente a Sem y Abram. Abram nació y fue criado en la tierra idólatra, demoníaca, orgullosa, de Mesopotamia. Este es el punto que recoge Josué con gran fuerza y pasión en los pasajes de Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.2–3; 14–15; 19–20.
Ahora ya estamos listos para considerar la guerra que mantuvo Israel, en primer lugar, con los dioses de sus padres: los de Babilonia.

1 1.     Estoy suponiendo que los hijos de Dios no fueron ángeles vigilantes caídos, sino hombres mortales. Como ya mencioné anteriormente, el principal problema de la interpretación de los ángeles caídos consiste en que los íncubos produjesen esperma, creando de este modo una vida angélica-humana y fecundando a las mujeres de cuya unión surgiría una criatura híbrida, entre demonio y hombre, con un estilo de vida más semejante al humano que los ángeles caídos. Este es uno de los obstáculos principales para la aceptación de la interpretación antigua. En casi veinte años de investigación y experiencia echando fuera demonios sexuales de sus víctimas humanas, aunque algunas de éstas, tanto varones como mujeres, habían sido regularmente violadas antes de su liberación o, en caso de consentir, habían tenido coito regular con íncubos o súcubos, jamás hubo fecundación demoníaca. A pesar de que se han producido ciertos libros y películas sensacionalistas en torno a este tema, no veo ninguna evidencia bíblica, histórica o contemporánea seria que respalde tales fenómenos.
2 2.     Juan Calvino, Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, p. 245.
3 3.     Calvino, p. 324. Juan Calvino critica algunas opiniones judías que sostenían un plazo de hasta 340 años.
4 4.     Leupold dice que «Noé vivió 58 años después del nacimiento de Abraham. Sem no murió hasta que Jacob cumplió los 48 años de edad … incluso sobrevivió a Abraham». H. C. Leupold, Exposition of Genesis , Baker, Grand Rapids, MI, 1987, pp. 395 y 396.
5 5.     Véase William LaSor en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1991, 4:481.
6 6.     Véanse Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC (Waco, Texas:Word, 1987, pp. 222 y 223; y Victor P. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, pp. 337–339. Hamilton tiene una opinión más positiva de Nimrod como rey histórico que Wenham. Calvino, por su parte, sigue el concepto más negativo del personaje, como hacen la mayoría de los comentaristas, incluyendo a Leupold.
7 7.     Véanse los profetas mayores, especialmente Isaías 14:1–23. También el último libro de la Biblia, Apocalipsis, capítulos 17 y 18.
8 8.     Calvino, pp. 316–320, y Leupold, pp. 365–368, hacen comentarios importantes acerca de esto.
9 9.     Leupold, p. 367.
10 10.     Calvino, pp. 316–320; también Wenham, p. 222.
11 11.     Wenham, p. 245.
12 12.     Ibid. p. 245.
13 13.     Ibid. p. 242.
14 14.     Véase también E. A. Speiser, «Word Plays on the Creation Epic’s Version of the Founding of Babylon», en J. J. Finkelstein y M. Greenberg, ed., Oriental and Biblical Studies, , University of Pennsylvania, Filadelfia, 1967, pp. 53–61; Hamilton, p. 352.
15 15.     Calvino, pp. 323 y 324.
16 16.     Hamilton, p. 352.
17 17.     M. J. A. Horsnell, escribiendo acerca de las religiones de Asiria en Babilonia en la ISBE dice: «Típico de un complejo importante de templo era el zigurat, una gran montaña de múltiples escalones hecha de tierra y ladrillo por el hombre que llegaba a medir hasta 90 metros de lado y 45 metros de altura (cf. Génesis 11.1–11, la torre de Babel). En su cumbre, a la que se llegaba por largas escaleras (cf. la escalera del sueño de Jacob en Génesis 28.12), estaba el “templo alto”, y en su base el “templo bajo”. El significado del zigurat es incierto, pero puede haberse concebido como un altar gigante que proporcionaba un vínculo entre la tierra y el cielo (cf. Ezequiel 43:13–17, que describe un altar como un zigurat escalonado en miniatura). Otros lo han interpretado como el trono de la deidad (cf. Isaías 14:13)» 4:85–95. Véase D. J. Wiseman en ZPEB 5:846–849.
18 18.     Hamilton, p. 353.
19 19.     Hamilton, p. 363.
20 20.     A. A. MacRae en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 2:439.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
22 22.     El hecho de que Dios endureciera el corazón de Faraón ha sido objeto de controversia durante siglos. Todos los comentarios y demás obras de consulta citados en nuestro estudio tratan a fondo de este fastidioso asunto. En mi opinión, Dios es Dios. Él hace lo que hace y sus acciones resultan siempre justas (Romanos 3.5 y 6) porque Él es Dios. Él juzga el pecado a su manera. Egipto será juzgado por sus muchos siglos de rebelión e idolatría. Dios utilizará la dureza natural del corazón de Faraón para llevar a cabo sus juicios justos en esta nación perversa. Así ha hecho a lo largo de la historia y continuará haciendo hasta el fin.
23 23.     Petros Octavianus, 1980, notas personales del autor.
24 24.     Véase la opinión de G. Ernest Wright sobre el Dios que actúa, The God Who Acts , SCM Press, Ltd.,Londres, 196). La mayoría de los comentarios críticos y de las obras de consulta presentan excelentes estudios sobre las plagas y las dimensiones de choque religioso del Éxodo. Ya nos hemos referido al artículo de F. W. Bush sobre las plagas de Egipto en la ISBE (3:878–880). Véanse asimismo los artículos de la misma enciclopedia titulados “The Book of Exodus”, “Date of Exodus”, “Route of Exodus” y “Exodus” (2:222–241). Así como los de la ZPEB: “Exodus”, “Book of Exodus” y “Plagues of Egypt” (4:805–807). El comentario del profesor John I. Durham, Exodus, WBC ,Word, Waco, Texas, 1987 y el de Alan Cole, TOCT , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1973, son de gran utilidad.
25 25.     Véase Wenham, p. 221; Leupold, pp. 364s.
26 26.     Véase Wenham, pp. 220–227; Hamilton, pp. 330–348.
27 27.     Véase Wenham, pp. 221 y 222.
28 28.     Hamilton, p. 336. Wenham está de acuerdo con él, p. 221.
29 29.     Un tratamiento de los límites de Canaán lo tenemos en Números 33.2–12 y Aharoni, The Land of the Bible , Burns and Oates, Londres, 1966, pp. 61–70, 221. Véase también Hamilton, p. 336.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

33
Guerra con los dioses
El panteón mesopotámico de los dioses
Los dioses del «otro lado del río» todavía ejercían una enorme atracción sobre los israelitas que se aprestaban a la conquista de la Tierra Prometida. El panteón mesopotámico tenía un dios o una diosa para cada situación concebible. Entre los más importantes se hallaban: Anu, Enlit y Ea, las tres principales deidades cósmicas, así como Sin, Samas e Istar, las tres divinidades astrales, todas ellas con sus consortes o compañeros sexuales. Istar era la deidad femenina más importante: «Era la estrella matutina y vespertina (Venus), diosa del amor sexual y de la fertilidad, diosa de la guerra y de las pasiones».1 Pronto se fundiría con Astoret, principal diosa cananea.
Otras divinidades destacadas incluían a Adad, Dagán (llamado Dagón en Jueces 16.23–30; 1 Samuel 5.2–10; 1 Crónicas 10.10; Jeremías 50–52), Ninurta, Nergal, Marduk y Ashur. Todos tenían sus consortes.2 Dagán (el bíblico Dagón) era aparentemente un dios de la fertilidad y la deidad principal de los filisteos.3
En segundo lugar, aunque aquellos eran los dioses más destacados, había otros muchos. Horsnell dice: «En total se conocían más de tres mil deidades, muchas de ellas sólo de nombre, ya fuera por las listas de dioses o por nombres personales derivados de ellas».4
Además de ser politeísta y henoteísta, la religión de Mesopotamia incorporaba una búsqueda fanática de protección contra las hordas de espíritus demoníacos que «atacaban a la gente con angustia y enfermedades».5 Se llevaban a cabo minuciosos ritos de exorcismo a cargo de exorcistas sacerdotales. Los prostituto/prostitutas sagrados, principalmente mujeres, atendían a muchos santuarios. Los encuentros sexuales entre los dioses y las diosas eran comunes. El rey y las principales sacerdotisas representaban dichos encuentros en ceremonias especiales. Y lo mismo hacía la gente corriente, sobre todo durante los festivales religiosos.6
Según la «teología» babilónica, los espíritus humanos sobrevivían a la muerte y podían volver y perturbar a los vivos. También tenían que ser apaciguados. La adivinación y la magia eran esenciales en el culto. Se llevaban amuletos como protección contra los demonios y los espíritus humanos furiosos. Asimismo las imágenes recibían un trato como si estuvieran vivas.
Por último, la religión de Mesopotamia era animista. Todo el universo palpitaba vida y «cada fenómeno estaba imbuido de poder viviente, su numen … diversos númenes eran adorados como dioses y con el tiempo personificados como seres antropomórficos, sobrehumanos, inmortales, lo que daba como resultado un politeísmo naturalista».7
Según Josué, los padres de Israel, incluyendo al propio Abraham,8 reverenciaban a aquellos dioses «antiguamente». Al mismo tiempo, en la memoria de muchos de aquellos pueblos semíticos debían perdurar aún las historias del diluvio y de la Torre de Babel, así como las referencias al único Dios verdadero. Noé y Sem vivían todavía. ¡Este último sobrevivió a Abraham! Aunque no se dice nada más acerca de ellos, es probable que residían no demasiado lejos de los caldeos. ¿Adónde si no se habrían marchado?
Ahora, cuatrocientos años después de Abraham, Josué desafía a los descendientes del patriarca con las siguientes palabras:
Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová.
Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, pero yo y mi casa serviremos a Jehová. (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.14–15).
De modo que a Josué le preocupan tres sistemas idolátricos que amenazan la pureza del culto israelita a Jehová: los dioses del otro lado del río, los dioses de Egipto y los dioses de los amorreos en cuya tierra viven ahora, es decir, los cananeos.
Como ya hemos visto, sus padres habían nacido y crecido en la cultura inmoral, sincretista y dominada por los demonios, de Ur de los caldeos. Mientras estaban en Egipto entraron en contacto con gente de aquellas y de otras tierras paganas, y volvieron a adorar a los dioses que sus padres habían abandonado cuando llegaron a la fe en el Dios verdadero (v. 14).
Los dioses de Egipto
Sin embargo, sus padres biológicos eran egipcios de nacimiento, y Egipto una tierra llena de dioses y diosas. W. S. LaSor dice que había treinta y nueve divinidades masculinas y femeninas adoradas por todo el país. Muchas tenían forma de animales, seres humanos o eran «figuras humanas con cabezas de animal». Más aún, los egipcios atribuían características personales a toda la naturaleza, e «incluso los animales más feroces y mortíferos, como la cobra, el escorpión, el cocodrilo y el hipopótamo, eran criaturas relacionadas con algún dios o rey».9
Además, la desnudez, tanto masculina como femenina, era muy común en sus santuarios y sus obras de arte, todas las cuales tenían un significado religioso. Yo mismo me he sentido mal, hasta el punto de no poder articular palabra, después de entrar inocentemente con mi esposa en alguna de las ruinas egipcias más famosas, donde podían verse figuras de tamaño natural, tanto de varones como de mujeres, con sus órganos sexuales enormemente exagerados. Cuando uno se da cuenta de que los esclavos hebreos tenían que construir muchos de esos edificios y se veían rodeados de una «pornografía» tan gráfica año tras año, no es de extrañar que, con la fe debilitada después de años de esclavitud, cedieran a la excitación sensual de las religiones paganas de Egipto y más tarde de Canaán.
Los dioses de los amorreos
La siguiente preocupación de Josué eran los dioses de los amorreos, «en cuya tierra habitáis» (v. 15). Aquí la palabra amorreo incluye a todos los pueblos de Canaán, muchos de los cuales se enumeran en el versículo 11. De modo que se trataba de los cananeos, a quienes llamo los pueblos «eos». ¿De dónde procedían? ¿Cuáles eran sus prácticas religiosas que tanto atraían a la carne de los israelitas?
El mejor resumen de la religión cananea lo tenemos en Jueces 2.13 y 3.7. Después de la muerte de Josué y «de los ancianos que sobrevivieron a éste y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel» (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.31), los israelitas «dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y Astarot» (Jueces 2.13); «olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera» (Jueces 3.7). Todo el sistema religioso cananeo se centraba en aquella pareja de dioses.
El origen de los cananeos lo tenemos en la tabla de las naciones que aparece en Génesis 10. Canaán fue hijo de Cam (Génesis 10.15–19). Wenham comenta al respecto: «La importancia que Canaán tenía para Israel explica la cantidad de detalles que se incluyen aquí».10 Hamilton llama a Canaán el segundo antepasado [después de Cam] más fructífero de la Tabla de Naciones.11 La lista de los pueblos de Canaán no está completa; ni tampoco significa que todos esos pueblos se hallen étnicamente relacionados con Cam o Canaán. Muchos comentaristas eruditos señalan que la base de la descendencia no es siempre étnica, sino geopolítica, cultural, religiosa y lingüística.
Josué pide que rompan con los dioses
Los cananeos se esparcieron por todos lados (Génesis 10.18–19) y llegaron a ser un verdadero aguijón en la carne para los israelitas. Wenham dice que, «a menudo, en el Pentateuco se considera a los cananeos como la nación pecadora por excelencia que merece la ira de Dios».12 Y Josué pide enérgicamente a Israel que rompa sus ataduras con las viles prácticas religiosas cananeas (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.15, 23). ¿Qué pedía con insistencia que abandonara el pueblo?
En primer lugar, a Baal, el más prominente de los dioses cananeos. Su nombre, Baal, significa «propietario, dueño, señor o marido». Aunque El, nombre corriente cananeo-hebreo para referirse al creador de todo, era el Dios supremo de su teología, Baal y Astoret tenían más importancia en la vida real de la tierra y del pueblo. Baal había ascendido al lugar de superioridad casi universal durante el primer milenio antes de Cristo.
Empezó siendo el dios del tiempo atmosférico; lo cual, en una tierra seca como Canaán, pronto le colocó en el lugar prominente. La vida no podía funcionar sin él. Por lo tanto no fue extraño verle seguidamente convertido en el dios de la fertilidad. A. E. Cundall dice que Baal y los muchos baales locales constituían en realidad un solo dios: el dios de la gran naturaleza cósmica. Ellos (como «él»)
controlaban la fertilidad en la agricultura, los animales domésticos y la humanidad. Era muy importante obtener su favor[ … ] Esto llevó a la adopción de formas extremas de culto, que incluían la práctica de la prostitución ritual (Jueces 2.17; Jeremías 7.9; Amós 2.7) y el sacrificio de niños (Jeremías 19.5)[ … ] Con el paso del tiempo, Baal se convirtió en el dios principal de aquella región.13
El mito del dios que moría y resucitaba era representado durante el festival cananeo del Año Nuevo y estaba directamente relacionado con el ciclo de la fertilidad y sus correspondientes ritos de fecundidad sexual. Cundall dice que este mito «iba acompañado de la debida respuesta por parte de los adoradores, la cual culminaba en los ritos groseramente sensuales que implicaba el matrimonio sagrado, del que la prostitución ritual de ambos sexos era un rasgo prominente».14
En segundo lugar, tenían que abandonar a Astoret, su diosa más importante. Astoret había sido antes la consorte de El pero a medida que este dios antiguo fue desapareciendo, su compañera sexual, empezó a ser transferida a Baal. Por eso Jueces 2.13 y 3.7 vinculan a Baal con Astarot (2.13) y Asera (3.7), dos nombres distintos de una misma diosa: Astoret.
Baal también tenía otra diosa consorte: Anath o Anat. Se la denominaba «la virgen», y aunque tal vez fuera virgen para otros, no lo era para Baal, ya que «era tanto consorte como hermana de Baal y compañera en sus diversas aventuras».15 Aquí tenemos una relación de incesto y poligamia entre los dioses.
Esta diosa madre, según la tradición de la reina del cielo, en la que Astoret (Astarté, Astarot, Asera o Astoret)16 desempeñaba el papel femenino principal, era universal en todo el Cercano Oriente y se remontaba tan atrás como «el cuarto milenio antes de Cristo», según explica W. White, hijo.17
Las prácticas sexuales asociadas a su culto eran tan repulsivas para los dirigentes judíos que la LXX [Septuaginta] y otros textos del Antiguo Testamento mutilaban su nombre sustituyendo
las vocales originales [del mismo] por las de otra palabra comúnmente despectiva[ … ] (como) las vocales de «vergüenza» fueron intercaladas, excluyéndose así perpetuamente de los textos bíblicos cualquier poder mágico o adscripción de alabanza a la deidad pagana.18
White dice que «el culto a las diosas madres en el Oriente Próximo y en cualquier otra parte del mundo está demostrado por la frecuencia con que se han encontrado estatuillas de la fertilidad en excavaciones de lugares pertenecientes a épocas tan tempranas como el período paleolítico inferior».19
En los primeros documentos escritos de Mesopotamia, se la llama en un principio Inanna y luego Istar. Ambas eran consortes de dioses masculinos principales. White expresa: «Inanna era la consorte del dios pastor Dumuzi (en hebreo Tammuz; véase Ezequiel 8.14), por quien lloraba en su muerte estacional».20 Como diosa madre, Inna-Istar-Astoret formaba parte esencial de los ritos de la fertilidad.21
White comenta que «este aspecto sexual del culto a la diosa madre parece haber pasado a cada una de las culturas del Oriente donde se practicaba dicho culto». Y luego comenta sobre la representación anual del matrimonio de Dumuzi e Inanna-Istar que incluía (en Babilonia) el coito entre el rey y una sacerdotisa-prostituta del templo.
Astoret-Istar era muy conocida también entre los egipcios. Su nombre se ha encontrado en las inscripciones egipcias antiguas. Referente a una carta descubierta entre los restos del faraón Amenofis III (1405–1357 a.C.), White escribe que:
[ … ] el nombre de la diosa se apostilla con la descriptiva expresión de «Istar, Reina del Cielo» … Con el tiempo, la literatura cuneiforme utilizó el nombre de Istar como sinónimo de «diosa» … En el arte de Siria-Palestina se la representa ataviada como egipcia y con atributos egipcios.
De modo que los judíos estaban familiarizados con aquel culto antes de salir de Egipto, y cuando llegaron a la Tierra Prometida (Canaán) la encontraron llena de santuarios de Baal y Astoret. La diosa aparece a menudo en las tablillas ugaríticas de Ras Shamra. White dice al respecto: «La comprensión que de ella tenían sus devotos alcanzaba cotas extraordinarias de poesía y construcción dramática, algunos de cuyos aspectos fueron más tarde sublimados por los hebreos para el culto a Jehová».22
Como consecuencia de esto, los israelitas eran constantemente arrastrados al culto de Baal-Astoret, en particular a sus aspectos sexuales. White expresa muy sincero: «A través de la historia los judíos se sintieron tentados a adorar a esta diosa pagana y a asistir a sus rituales. Fue esta práctica prohibida la que al final dio como resultado el cautiverio de Israel y sus setenta años en Babilonia».23 Pero todavía faltaban muchos siglos para la cautividad cuando Josué lanza su desafío en el capítulo 24 del libro que lleva su nombre.
Y el pueblo respondió a su llamamiento de quitar los dioses ajenos de en medio de ellos. Un registro de sus tiendas y posesiones hubiera sacado a la luz dioses domésticos o terafines. También estaban ya sirviendo en secreto a Baal y Astoret, así como a los demás dioses y espíritus cananeos.
Josué se daba cuenta de que vivían en una tierra en la cual ahora sí había «llegado a su colmo la maldad del amorreo» (Génesis 15.16). Esta cita del Génesis es muy importante y pertenece al contexto de una de las grandes entrevistas que Abraham mantuvo con Dios. El patriarca acababa de volver de la liberación de Lot, cuando Dios se apareció en visión a su fiel servidor y le dijo:
No temas, Abram;
Yo soy tu escudo,
Y tu galardón será sobremanera grande. (Génesis 15.1)
Abraham se queja entonces de que todavía no tiene prole (vv. 2–3) y Dios le promete que un hijo saldrá de sus propios lomos (vv. 4–5). Luego, el versículo 6 expresa: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia». El escritor afirma también que Dios dijo a Abraham que sus descendientes serían esclavos en tierra ajena durante cuatrocientos años, y luego le prometió:
Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza[ … ]
Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. (Génesis 15.14, 16).
Esta asombrosa revelación que Dios hace tiene que ver con tres increíbles acontecimientos futuros: los cuatrocientos años de esclavitud egipcia (v. 13); el juicio de Dios sobre Egipto (v. 14); y la partida de los israelitas, con los despojos de dicho país, en el éxodo (v. 14).
Luego Dios revela la única razón de esa espera de cuatrocientos años para que la Tierra Prometida fuese entregada por fin a los descendientes de Abraham: «Porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo (los cananeos)» (v. 15). Hamilton comenta que «esta segunda mitad del versículo articula la idea de que en la fijación de los tiempos no sólo influye la necesidad, sino también la moralidad. Y este comentario acerca de la inmoralidad de la población autóctona de Canaán establece también la invasión por parte de Josué como un acto de justicia en vez de como una agresión».24 Kidner añade a esto: «El pueblo de Dios tenía que esperar hasta que fuera justa la invasión, aunque ello les supusiera varios siglos de penalidades. Este es uno de los dichos centrales del Antiguo Testamento».25
Volviendo a Josué 24 podemos decir que, en el momento en que hablaba Josué, los amorreos no habían sido exterminados como Dios mandara, aunque su maldad había llegado ya a su colmo. Esa era la preocupación del líder israelita. En vez de aniquilar a los cananeos, el pueblo había contemporizado con sus dioses. Jehová era distinto de las deidades a que ellos estaban acostumbrados; único en su género. Les resultaba difícil relacionarse con Él. Sencillamente era demasiado santo para un pueblo tan pecador.
Uno no puede evitar el formarse la idea de que el pueblo seguía a Dios porque le tenía miedo, no porque le amase de veras. En la respuesta que dan a Josué no se refieren a la compasión y la benignidad divinas, sino a su recién revelado poder. Josué lo sabía; conocía cuán atractivos les resultaban los dioses cananeos. Estos no tenían exigencias morales. En realidad las borracheras, las orgías y todo tipo de fiestas disolutas formaban parte de la manera de «adorar» a aquellos dioses y diosas semejantes a los hombres. Por esta causa, Josué se vuelve todavía más directo en sus palabras y responde al pueblo:
No podréis servir a Jehová, porque Él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. (Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.19–20).
No obstante el pueblo insistió: «No, sino que a Jehová serviremos» (v. 21). De modo que Josué no tuvo más opción que aceptar su palabra, y expresó:
Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos.
Y las cosas fueron bien durante algunos años. Así, Josué^<1034,Times New Roman>Josué 24.31 dice:
Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel.
Sin embargo, el capítulo 2 de Jueces nos cuenta el resto de la historia y constituye un preludio de lo que habría de ocurrir con Israel durante los siglos posteriores:
Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová[ … ] Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y Astarot. (Jueces 2.11, 13).
La batalla con los dioses de la tierra la cual hemos descrito en este capítulo acababa de comenzar. Si Josué dijo aquellas palabras aproximadamente en el año 1400 a.C., dicha batalla duraría mil años o más, hasta la vuelta del exilio, más menos entre los años 457 y 440 a.C. Los judíos tardaron en aprender las terribles consecuencias que traía la adoración a los dioses ajenos; sin embargo, una vez que lo hicieron, jamás volvieron a olvidar que «no hay dios sino sólo Jehová». En realidad, después de aquello tuvieron únicamente un fallo: al pie de la cruz levantada en las afueras de Jerusalén el año 30 d.C. Pero ese fue para los israelitas el mayor fracaso moral y espiritual de todos sus siglos de guerra espiritual.
1 1.     M. J. A. Horsnell, «Religions of the Biblical World:Assyria and Babylonia» en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, 4:85–89. Un artículo magnífico.
2 2.     Horsnell, 86.
3 3.     Véase H. A. Hoffner, hijo, «Dagon» y H. G. Stigers, «Dagon, Temples of» en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 2:2–6. La mayor parte del artículo trata del papel de Dagón en la cultura filistea, no obstante abarca asimismo el origen de ese culto en el valle del Eufrates.
4 4.     Horsnell, p. 87.
5 5.     Ibid. p. 87.
6 6.     Ibid. pp. 87–91.
7 7.     Ibid. p. 92.
8
8.     Algunos comentaristas intentan eludir el problema del trasfondo pagano de Abraham señalando que cuando las Escrituras hablan de la idolatría de los antepasados y de la familia del patriarca nunca mencionan específicamente que éste fuera idólatra y politeísta. No creo que tal argumento se ajuste al énfasis general de Génesis 11 y 12 y Josué 24.
Primeramente, Josué no exculpa a Abraham de los pecados de los “padres”, sino que por implicación lo incluye como participante en el estilo de vida general de su familia pagana (Josué 24:2 y 3, 14).
En segundo lugar, esa es precisamente la enseñanza de este y de otros relatos dramáticos en cuanto a la elección de Dios: Él llama a quien quiere; lo que significa que siempre se dirige a pecadores indignos, muchas veces a los más inesperados.
9 9.     W. S. LaSor, “Religions of . the Biblical World: Egypt” en ISBE 4:101–107.
10 10.     Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, WBC , Word, Waco, Texas, 1987, p. 225.
11 11.     Victor J. Hamilton, The Book of Genesis: Chapters 1–17 , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, p. 341.
12 12.     Wenham, p. 226.
13 13.     A. E. Cundall, “Baal” en ZPEB 1:431–433.
14 14.     Ibid. p. 432.
15 15.     Ibid. p. 432.
16 16.     Astoret era su nombre más popular. También era conocida como Astarot (el plural), Istar, Afrodita, Athah, Naaman, Astarté, Venus, Astarter, Atargatis y Asera entre otros nombres (véase A. E. Cundall, W. White, hijo., “Ashtoreth” en ZPEB 1:359–361, y A. H. Sayce y K. G. Jung, “Ashtoreth” en ISBE 1:319 y 320.
17 17.     W. White, hijo, en ZPEB 1:359–361. Véase también A. H. Sayce y K. G. Jung en ISBE 1:319 y 320.
18 18.     White, p. 359.
19 19.     El escritor encontró partes de dos estatuillas de Astoret mientras rebuscaba en los montones de alfarería y otros desechos que habían descartado los arqueólogos cerca de la antigua localidad de Beyt Shean, Galilea (con el permiso de los científicos). Ambas tenían unos pechos enormemente exagerados, a lo que White hace alusión en su artículo, 1:359–361.
20 20.     White, p. 360. Véase el interesante tratamiento que hace White de los mitos de Inanna e Istar, p.360.
21 21.     El lector encontrará una panorámica razonablemente buena, aunque breve, en el artículo de E. M. Yamauchi “Fertility Cults”, ZPEB 2:531 y 532.
22 22.     White, p. 360.
23 23.     Ibid. p. 361.
24 24.     Hamilton, p. 436.
25 25.     Derek Kidner, Genesis, TOCT, InterVarsity, Downers Grove, IL, 1967, p. 125.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

34
El nadir de la guerra espiritual
Sacrificios humanos
Antes de considerar el nadir o punto más bajo hasta el que habían caído las religiones demoníacas del Antiguo Testamento, es preciso hacer dos comentarios sobre la comprensión que tenía Israel de la actividad demoníaca en las prácticas religiosas paganas. En primera instancia, no todos los israelitas reconocían siempre que al relacionarse con los dioses y los ídolos de los pueblos de la Tierra Prometida se enfrentaban directamente con demonios. Su comprensión iba y venía según la intimidad de su caminar con Yahvé, el verdadero Dios. En segundo lugar, su visión del mundo espiritual era siempre filtrada a través de la concepción que tenían de la absoluta soberanía divina. Israel no podía concebir que Satanás o sus espíritus seductores pudieran actuar entre los creyentes sin el permiso expreso de Dios.
El diablo y los espíritus podían hacer cuanto quisieran con los paganos, ya que de todas formas éstos los adoraban, los israelitas comprendían que «lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios» (1 Corintios 10.20);1 sin embargo, cuando se trataba de molestar a un hijo de Dios, primero tenían que recibir el permiso divino (Job 1–2). Los judíos sabían también que en algunos casos Dios mismo enviaba espíritus malos para castigar a sus hijos desobedientes (1 Reyes 22.19–23).
La ocasión en que Dios mandó un espíritu malo: 1 Reyes 22
El pasaje de 1 Reyes 22 ha turbado a los comentaristas durante siglos; pero para empezar siquiera a comprender lo que sucede en el mismo es preciso examinarlo en su contexto. El malvado rey Acab estaba en guerra con Siria (vv. 1s) y Josafat, rey de Judá, le hace una visita (v. 2). Hasta ahora, Josafat ha sido un rey excelente (2 Crónicas 17); su único error, el cual cometió dos veces, consistió en buscar una relación estrecha con los reyes de Israel. Dios le reprendió por medio del profeta Jehú en cuanto a su alianza con Acab, pero le perdonó luego (2 Crónicas 19.1s). No obstante no sucedió así en el caso en que Josafat repitió este pecado y se alió con el rey Azarías (2 Crónicas 20.35–21.1).
Acab quiere que Dios apruebe sus planes de ir a la guerra contra los sirios (1 Reyes 22.5s), de modo que reúne a cuatrocientos falsos profetas los cuales le dan la palabra de seguir adelante con los mismos (vv. 6, 10–12). Josafat, sin embargo, no se fía de los profetas en cuestión y pide que comparezca un verdadero siervo de Dios (v. 7). Acab responde que sólo hay uno, pero que él lo odia porque nunca respalda las ideas perversas del rey (v. 8); no obstante, ante la insistencia de Josafat, manda a buscarlo (v. 9).
Cuando llega Micaías, éste decide sumarse al engaño y le dice a Acab que vaya a la guerra, prometiéndole la victoria (vv. 13–15). Acab, sin embargo, sabe que se está divirtiendo a su costa y pide que le diga la verdad (v. 16). Cuando Micaías lo hace (vv. 17–23), debe sufrir por su integridad (vv. 24–28).
Micaías tiene una visión, y en ella Dios le anuncia su plan de quitarle la vida a Acab, tal vez el peor de todos los reyes perversos de Israel (v. 19s). La visión mencionada presenta en primer lugar a Jehová, el Señor (v. 19a). A continuación está su consejo celestial, a su mano derecha y su mano izquierda, que representa obviamente a la asamblea de ángeles vigilantes a los que ya nos hemos referido. El Señor pregunta cuál es la mejor estrategia para guiar a Acab a su propia derrota y hay desacuerdo sobre ello en el consejo (v. 20), hasta que de pronto un «espíritu» se adelanta y se ofrece a ser «espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas [de Acab]» (v. 22a.). Dios acepta su ofrecimiento (v. 22b).
Micaías interpreta la visión a los dos reyes, obviamente delante de todos los falsos profetas, con las siguientes palabras: «He aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti» (v. 23). No hay que decir que aquello no le hizo precisamente muy popular ni con el rey Acab ni con sus profetas (vv. 24–28).
¿Cómo debe entenderse este pasaje? Una vez más se trata de un problema de cosmovisión.2 Cuando se filtra a través de la concepción judía del mundo espiritual, que ya hemos mencionado, el problema desaparece. Lo que Micaías describió en su visión ocurrió tal y como lo describe, aunque en su descripción recurre al antropomorfismo. Se presenta a Dios como un rey que pide consejo a su asamblea de sabios, y también como Señor incluso de los espíritus malos. Ya que su pueblo está involucrado en el asunto (Acab era el líder de un grupo del pueblo de Dios), el espíritu mentiroso ha de obtener permiso del Señor para provocar la muerte del rey. Dicho permiso le se concede porque encaja con los planes de Dios.
Como dice Matthew Henry, «el diablo no engaña a los hombres sin el permiso divino, e incluso de esta manera Dios lo usa para sus propios fines».3
Por último, el Nuevo Testamento nos proporciona el equilibrio necesario sobre este punto. Satanás y sus demonios son personalidades desarrolladas que poseen mente, emociones y voluntad. Al igual que los hombres a quienes inspiran el mal, pueden maquinar contra el pueblo del Señor, atacar y afligir, derrotar e incluso matar a los hijos de Dios (1 Tesalonicenses 2.18; 3.5; Apocalipsis 2.10; 12.17; 13.7). Sin embargo, el creyente que se viste con toda la armadura de Dios y aprende a librar la guerra espiritual, está protegido de daños graves que quiera causar el maligno. La libertad de Satanás para el mal que hace al pueblo de Dios está todavía sujeta a la voluntad soberana del Señor. No obstante, el pecado y la incredulidad en el creyente lo deja expuesto al ataque satánico-demoníaco directo (1 Corintios 7.5; 1 Tesalonicenses 3.5; Efesios 4.27).
La práctica demoníaca del sacrificio de niños
Siguiendo con el conflicto veterotestamentario del pueblo de Dios con el mundo espiritual, debemos ahora examinar la dimensión más terrible de la actividad religiosa demoníaca entre los vecinos de Israel: la práctica del sacrificio de niños. Y lo hago por tres razones principales.
La primera es que los sacrificios de niños eran práctica corriente, no sólo entre los paganos cananeos, sino con toda probabilidad en la mayoría de los grupos humanos cuyos miembros adoraban a los mismos dioses que ellos u otros parecidos.
La segunda es que en la mayor parte de los períodos de apostasía, Israel cayó en las tinieblas de esta horrible práctica; por lo tanto se trata de una característica principal de la terrible derrota sufrida por el pueblo de Dios en su guerra contra el mundo espiritual.
La tercera es que el sacrificio de niños ha resurgido hoy en día con el satanismo, las sectas diabólicas y muchas prácticas de brujería que están floreciendo en América y en otras partes del mundo occidental. También se está dando en algunas áreas de los países del Tercer Mundo.
Hay docenas de referencias a los sacrificios de niños en el Antiguo Testamento y ninguna en el Nuevo. La ley romana, que dominaba el mundo de este último no permitía el sacrificio de seres humanos. Por desgracia, para los miles de personas, la mayoría de ellas niños, sacrificadas a los dioses y a los espíritus durante la era del Antiguo Testamento, entonces no existían esas leyes, o si las había no se imponían. E. E. Carpenter enumera las expresiones claves que se utilizaban en el Antiguo Testamento para referirse al sacrificio de niños.4 La más utilizada es «hacer pasar» seguida de una o más de las expresiones siguientes: «por fuego» (2 Reyes 16.3; 17.17; 21.6; Ezequiel 20.31); o una combinación de «por fuego» y «a Moloc» en 2 Reyes 23.10, «holocaustos» (Jueces 11.31; 2 Reyes 3.27); y frases como «a sus hijos que habían dado a luz para mí [es Dios quien habla], hicieron pasar por el fuego, quemándolos» (Ezequiel 23.37).
En Ezequiel 16.21; 20.26, la expresión verbal «pasar por el fuego» se utiliza sola, «pero el significado es claro», expresa Carpenter. Y en Ezequiel 16.21, se dice: «Para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía».
Luego tenemos «quemar en el fuego» (Deuteronomio 12.31; 2 Reyes 17.31; Jeremías 7.31; 19.5); y «ofrecer en holocausto», también refiriéndose al sacrificio de niños, en Jueces 11.31, la historia de la hija de Jefté, y en 2 Reyes 3.27, la historia del hijo mayor del rey de Moab.
Carpenter señala que la palabra hebrea corriente para referirse a sacrificio, zabah, se utiliza en el Salmo 106.37: «Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios». De nuevo, el Antiguo Testamento reconoce la verdad de 1 Corintios 10.20: «Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios». Cuando los judíos imitaban esas prácticas y sacrificaban a sus hijos a los dioses o incluso a Jehová, también estaban sacrificando en realidad a los demonios. Y, desde luego, lo mismo ocurre con el sacrificio religioso de niños hoy en día.
En Ezequiel 16.20 y 23.29 tenemos de nuevo zabah. En el primer caso, el versículo dice: «Tomaste a tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas [las imágenes] para que fuesen consumidos» (Ezequiel 16.20). En el segundo: «Habiendo sacrificado sus hijos a sus ídolos» (Ezequiel 23.39). Tanto en uno como en otro caso se estaban presentando los cargos contra las rebeldes Israel y Judá.
Debería señalarse que los israelitas se entregaron a esas prácticas infames principalmente en sus períodos de guerra y apostasía. Los sacrificios humanos estaban prohibidos y fueron enérgicamente condenados por Dios en todas las épocas de la historia del pueblo de Israel, desde Génesis hasta Malaquías.
Carpenter hace un estudio de la práctica de sacrificar seres humanos o niños en el Oriente Próximo de la antigüedad, y señala que dicha práctica estaba muy extendida en Mesopotamia, Fenicia y África, sobre todo en la Cartago fenicia. Los fenicios, que eran cananeos, habían emigrado al Norte de África. También practicaban esta clase de sacrificios los chinos, los celtas, los aztecas y los mayas; y se daban asimismo en Cerdeña, Sicilia, Tunicia y quizás otros lugares.5
Lawrence E. Stager y Samuel R. Wolff, en un informe reciente sobre sacrificios de niños en la antigüedad, comentan que el cementerio fenicio de Cartago, en el Norte de África, dedicado exclusivamente a depósito de huesos quemados de niños y de animales ofrecidos en sacrificio «es el mayor cementerio de seres humanos inmolados jamás descubierto. Los sacrificios de niños se llevaron a cabo allí casi de continuo durante un período de más de seiscientos años», desde aproximadamente el año 400 a.C. hasta el siglo II d.C. Sin embargo, quizás comenzaron en el 800 a.C.
Tertuliano (160–225 d.C.), el gran padre de la iglesia de Cartago, escribe acerca de esta horrible práctica que continuaba aún en sus días y la llama «la perversa actividad de Satanás que hace que sus servidores le sacrifiquen a sus propios hijos». Luego explica que:
[ … ] en África se solía sacrificar a los bebés a Saturno [Satanás][ … ] Sí, e incluso en nuestros días ese impío crimen sigue realizándose en secreto[ … ] Saturno no perdonó a sus propios hijos[ … ] sus mismos padres se los ofrecían a él, estaban contentos de responderle y acariciaban a sus hijos para que no fueran sacrificados llorando.6
Stager y Wolff dicen además que el nombre bíblico Tofet, tomado de Jeremías 7.30–32, se utilizaba para designar todos los lugares de sacrificio y depósitos de restos de niños sacrificados a los dioses. Tofet se refiere a un sitio en el Valle del Hijo de Hinom, en el lado sur de la antigua Jerusalén, donde se celebraban sacrificios rituales con fuego:
Los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehová[ … ] Han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón. (Jeremías 7.30–32).
Las referencias bíblicas relacionan el Tofet con la adoración a Baal:
Dejaron todos los mandamientos de Jehová[ … ] y sirvieron a Baal; e hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego (2 Reyes 17.16, 17; véase también Jeremías 32.35).
En 2 Reyes 23.10 y Jeremías 32.35 se sugiere de un modo bastante claro que Tofet estaba también relacionado con el dios cananeo Moloc.
El Tofet de Jerusalén fue desmantelado por el rey Josías en el siglo VII a.C. «[El rey Josías] profanó a Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno pasase su hijo o su hija por fuego a Moloc» (2 Reyes 23.10).
No podemos asegurar si esta fue su primera destrucción, ni tampoco si se volvió a edificar más tarde.
Estas referencias bíblicas han llevado a los eruditos modernos a denominar Tofet al enorme cementerio de niños sacrificados en la Cartago fenicia, así como a otros recintos fenicios parecidos en Sicilia, Cerdeña y Tunicia.7
El cementerio de Cartago tiene entre cinco a seis mil metros cuadrados y tal vez cuente hasta veinte mil urnas con restos de niños muertos en sacrificio, además de huesos de animales inmolados.8 Algunas urnas contenían los restos calcinados de dos o tres niños, cuyas edades iban desde la más tierna infancia hasta los seis años; obviamente todos de la misma familia. Miles de urnas más se perdieron cuando los romanos destruyeron el cementerio en el año 146 a.C. Sin embargo, aunque fuera de la ley, la práctica del sacrificio de niños siguió existiendo.
Los fenicios establecieron tofets en muchas de sus ciudades principales y centros de comercio. Fueron durante siglos los grandes comerciantes, mercaderes, marineros y artesanos del mundo bíblico. En el año 900 a.C., el rey fenicio Hiram de Tiro proveyó al rey Salomón los materiales necesarios para construir el gran templo judío. Fueron también los marineros de las flotas de Salomón (1 Reyes 5.1ss; 7.13–45; 10.11, 22).
El caso de Abraham e Isaac: Génesis 22
La primera mención que tenemos en la Biblia del tema de los sacrificios humanos está en Génesis 22. Allí Dios ordena a Abraham que le ofrezca en sacrificio a su hijo prometido, Isaac (vv. 1–2), en uno de los relatos más dramáticos y polémicos del Antiguo Testamento. Tal vez Abraham estaba bastante familiarizado con los sacrificios de niños de Mesopotamia y de algunas de las tribus de la tierra de Canaán, donde vivía. Sabía que aquella práctica era mala, como también que Dios intervendría de alguna manera, incluso resucitando a su hijo de entre los muertos (vv. 5–8). La frase clave del pasaje es: «Dios se proveerá del cordero para el holocausto, hijo mío» (v. 8); y fue pronunciada en respuesta a la pregunta de Isaac: «¿Dónde está el cordero para el holocausto?» (v. 7).
El escritor de Hebreos nos hace comprender nuevos aspectos de la fe de Abraham cuando éste responde en obediencia a la extraña petición de Dios de que le ofrezca a Isaac en sacrificio.
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 11.17–19).
Carpenter dice que Abraham se quedó sorprendido con la petición de Yahvé, pero que no le pareció extraña. Sin embargo aquel sacrificio no llegó a producirse. El relato, como está, rechaza el sacrificio humano y en cambio enfatiza la fe del patriarca y demuestra la capacidad de Dios para proveer una ofrenda sustitutoria aceptable. En cuanto a esto, Carpenter afirma que «Génesis 22 indica por tanto que los sacrificios humanos no eran aprobados en tiempos de Abraham, el antepasado más lejano de Israel».9
En Levítico 18.20 Dios prohíbe el sacrificio de niños, equiparándolo con una profanación de su nombre. Levítico 20.2–5, por su parte, declara que cualquiera que lo practica, es decir, el «que ofreciere alguno de sus hijos a Moloc», será lapidado. Tal hombre y su familia, dice Dios, verán su nombre cortado de Israel « por haberse prostituido con Moloc» (v. 5). Y el Señor va tan lejos como para decir que si otros supiesen del pecado de ese hombre y no le hubiesen hecho ejecutar, ellos también quedarían bajo la misma maldición (vv. 4, 5). ¿Se puede hacer una advertencia y una condena más serias de esa práctica?
En Deuteronomio 12.29–31 tenemos a Moisés hablando con Israel acerca de la conquista de la Tierra Prometida, y les dice: «Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas» (vv. 29–30). Y luego hace una lista de algunas de las abominaciones de las cuales eran culpables los habitantes de aquella tierra y que provocaron su destrucción de parte de Dios (vv. 30b, 31a). Y el peor de todos ellos, dice Dios, es que «aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses» (v. 31b).
Los primeros libros históricos son los que contienen un mayor número de referencias al sacrificio de niños en el Antiguo Testamento, pero esa práctica se menciona asimismo en la mayoría de dichos libros desde Jueces hasta 2 Crónicas. Jueces 1.1–2.10 revela el fracaso de Israel en destruir a los cananeos, y los capítulos 2.11 al 3.8 la apostasía del pueblo y la decisión de Dios de no echar delante de ellos al resto de las naciones perversas como había prometido. Esto se debió a la continua desobediencia de Israel, quien, según dice el Señor, cayó en la idolatría y la inmoralidad especialmente en lo tocante al culto de la pareja de dioses formada por Baal y Astoret.
Como ya hemos descubierto, la conexión Baal-Astoret era la forma más vil de adoración pagana imaginable. Implicaba la prostitución religiosa, orgías y sacrificios de niños. El sacrificio infantil en Cartago estaba también dedicado a esa pareja de divinidades, conocidas allí como Baal-Hamón y Tanit. Tanit era Astoret.10
En Jueces 3 al 21 sigue la batalla con el mundo espiritual, y por el relato de Gedeón que tenemos en los versículos 1 al 35 del capítulo 6 está claro que dichos capítulos reflejan el choque continuado de poder. Allí Gedeón, en el más puro estilo del choque de poder, destruye el altar de Baal y de su compañera Asera (vv. 25–27). El pueblo está tan furioso que decide matar a Gedeón (vv. 28–30), pero Joás, su padre, sale en defensa de éste y expresa: «Si [Baal] es un dios, contienda por sí mismo» (vv. 31–32). Una lectura divertida.
Un caso de sacrificio humano en Israel es el relacionado con la hija de Jefté (Jueces 11.1–40). No se trataba de ninguna niña, sino de una joven casadera, y el relato es una trágica historia de celo por Dios maldito por el sincretismo.11 El voto que hizo Jefté era totalmente contrario a la ley de Dios (vv.29–40), y la respuesta de las hijas de Israel al sacrificio del líder revelan la opinión negativa acerca de su acción tanto de parte del escritor como de la nación entera (vv. 37–40).
Los libros de 1 Reyes, 2 Reyes y 2 Crónicas contienen relatos terribles de sacrificios de niños entre los paganos, pero de un modo especial entre los judíos. Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Miqueas y otros, mencionan también esta práctica abominable.12
En nuestros días estamos asistiendo a un terrible avivamiento de las mutilaciones y los sacrificios de niños. Más adelante daré un ejemplo importante, sacado de mi propio ministerio de liberación y orientación, referente a una misionera superviviente adulta del abuso ritual satánico y cuyo padre intentó ofrecerla en sacrificio a Satanás.
También estamos siendo testigos de una conspiración satánica organizada para refutar los relatos de sacrificios de niños en los Estados Unidos y otras partes del mundo occidental; un encubrimiento inspirado por el mismo diablo. Docenas de niños han testificado de cómo fueron torturados para conseguir se sometieran a perversos dirigentes satánicos y se les obligó a participar en el sacrificio de otros pequeños a Satanás.
Los adultos convertidos a Cristo del satanismo y las sectas satánicas han contado historias horribles sobre sacrificios de niños. También los principales programas informativos de televisión han hecho revelaciones espantosas acerca de dicha práctica. Ha habido supervivientes adultos los cuales han aparecido en algunas tertulias televisivas y contado los horrores de los sacrificios infantiles que ellos presenciaron o en los que se les obligó a participar siendo niños y jóvenes, e incluso adultos. Los libros de Wilder (1992) y Friesen (1991) documentan dichos horrores. Otras referencias al abuso infantil en la bibliografía que aparece al final del libro y en los capítulos que se ocupan de este tema explican dónde obtener más información.
El avivamiento del paganismo en América no hará sino aumentar a menos que se produzca un despertamiento cristiano a nivel nacional para solucionar los aspectos más difíciles de esta perversidad demoníaca. Mientras tanto, utilicemos cada arma que tengamos a nuestro alcance para ayudar a salvar a nuestros hijos de este mal extremo.
1 1.     Véase Levítico 1.7 y Deuteronomio 32.16–18.
2 2.     En su comentario sobre 1 Reyes en la serie Word, Simon DeVries revela sus problemas de cosmovisión con este pasaje. DeVries dice que el espíritu de mentira es “el espíritu ( … obviamente el espíritu de inspiración profética personificado) que realiza el engaño”. No lo identifica como un espíritu demoníaco mentiroso (I Kings, WBC [ Word, Waco, Texas, 1985], p. 268).
3 3.     Véanse las otras opiniones de Matthew Henry, Commentary on the Whole Bible (Nueva York:Fleming H. Revell, 1935) 2:702–704.
4 4.     E. E. Carpenter, “Human Sacrifice” en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, 4:258–260.
5 5.     Carpenter, p. 259.
6 6.     Lawrence E. Stager y Samuel R. Wolff, “Child Sacrifice at Carthage—and in the Bible”, Biblical Archaelogy Review (Enero-Febrero, 1984) pp. 30–51. Las siguientes citas de la Escritura son traducciones de estos autores.
7 7.     Stager y Wolff, p. 32.
8 8.     Los animales se consideraban sustitutos para el sacrificio de niños. Por extraño que parezca, a medida que la cultura fenicia fue avanzando, el sacrificio de pequeños aumentó con relación a las ofrendas sustitutorias de animales. Véase el artículo de BAR, el cual da una idea completa de esta horrible práctica de padres que sacrificaban a los dioses a sus propios hijos, especialmente a Baal y a su consorte «Tanit Ashtart». La BAR lo denomina «el culto sangriento».
9 9.     Carpenter, p. 259.
10 10.     Stager y Wolff, pp. 32ss.
11 11.     Sin embargo, el sincretismo fue el problema número uno con el que Dios tuvo que tratar en la vida de su inconstante pueblo desde la época de Abraham hasta el exilio. Si el Señor se hubiera relacionado con ellos según las normas del Nuevo Testamento, pocos habrían sido salvos. Él aceptó a los hombres donde los encontró, y trabajó durante siglos por medio de su poder, sus profetas y su Palabra para traerlos gradualmente a Sí mismo, libres de los engaños demoníacos de las falsas religiones y experiencias, así como de la inmoralidad de la carne y de los deseos y la vanagloria del mundo. ¿Cómo si no podríamos explicar la vida religiosa pagana (que suponemos) de Abraham en sus primeros años, sus mentiras ocasionales y su adulterio con Agar? (¿Era correcto a los ojos de Dios el que este hombre tuviese una esposa y una concubina, o que practicara la poligamia? Véase Walter C. Kaiser, Toward Old Testament Ethics [ Zondervan, Grand Rapids, MI, 1983], pp. 181s.) ¿Sería aceptable hoy en día el estilo de vida de Jacob? Durante años éste fue un engañador, un mentiroso y un polígamo. Su hijo Judá visitó a una prostituta del templo y cometió incesto (Génesis 38.12); también tuvo concubinas. ¿Y qué decir de los “dioses ajenos” hallados entre los miembros de su familia, incluida su amada Raquel (Génesis 31, 34)? Dios no dijo nada acerca de aquellos fallos morales y religiosos al principio, sin embargo tiene mucho que decir al respecto hoy en día (véase Don Richardson, Eternity in Their Hearts [ Regal, Ventura, CA, 1982b].)
12 12.     Carpenter, pp. 259–260.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

35
Reyes y profetas
Cualquier religión pagana es un juego de poder.
El Dr. Arthur Mouw fue un pionero de la Alianza Cristiana y Misionera en Borneo. Todo su ministerio entre la tribu Dyak de aquella isla constituye una historia de fe, sufrimiento y demostraciones de poder, seguidas de más sufrimientos y más manifestaciones poderosas. Fue Dios quien hizo todas aquellas cosas mediante los modestos pasos de obediencia de Mouw y de la mayoría de sus conversos.
Bajo el ministerio de Arthur Mouw, el evangelio había dividido a los dyak. Algunos seguían al misionero, en tanto que otros continuaban con el médico brujo indígena. En cierta ocasión, mientras Mouw se hallaba fuera, el jefe reunió a los principales dirigentes de su aldea y a todo el pueblo.
Les dijo: «Siempre hemos seguido a los espíritus de los cerros, los ríos y las selvas, hasta que la gente de Jesús vino a vivir entre nosotros. Ahora somos un pueblo dividido. ¿Quién es Dios? El hombre-espíritu dice que los verdaderos dioses son las divinidades y los espíritus a quienes siempre hemos adorado; la gente de Jesús dice que sólo Él es Dios. Hoy vamos a saber quién es Dios en verdad. Voy a organizar una competencia entre los dioses, y aquel que sea capaz de hacer frente al desafío será el que sigamos».
Los líderes y el pueblo se mostraron de acuerdo, y el jefe preparó el escenario de la ordalía. Llevó al médico brujo tradicional a una de las más grandes viviendas comunales, que medía unos diez metros de altura y treinta de longitud, y luego pidió que se presentara un dirigente de la gente de Jesús. Hicieron pasar al frente a un joven creyente. Esto en sí no era normal para su cultura: el hecho de enfrentar al maduro, más sabio y respetado profesional religioso con un joven, y por si fuera poco un nuevo creyente. A continuación, el jefe dio a cada uno de los dos un huevo fresco y les dijo:
«El verdadero Dios preservará el huevo de su siervo, y todos seguiremos al Dios que manifieste su poder. Cada uno de vosotros debe lanzar el huevo por encima de la casa, y el Dios verdadero no permitirá que su huevo se rompa».
El brujo hizo sus ritos acostumbrados y luego lanzó el huevo por encima de la vivienda comunal. En el extremo más alejado de la misma, los ancianos contemplaron como éste se rompía en mil pedazos.
Entonces, el joven levantó su corazón a Dios y oró diciendo: «Te ruego que manifiestes que tú eres el Señor, el Creador del cielo y de la tierra. Muestra a todos éstos que Jesús es tu Hijo. Haz que cada uno de ellos vea que nosotros somos tus siervos y que hablamos tu Palabra en tu Nombre».
Una vez terminada la oración, lanzó su huevo sobre la casa comunal, y este cayó al otro lado de la misma y botó como si fuera una pelota de goma, sin que la cáscara se agrietase siquiera.
«¡El Dios Jesús es el verdadero Dios!», gritó el jefe. «¡Todos le seguiremos!» Y así lo hicieron.1
El relato del Dr. Mouw ocurrió en el siglo veinte, pero nos recuerda los choques de poder que se remontan al Antiguo Testamento, cuando Dios mandó a Israel que no tuviera ningún otro dios delante de Él. El centro principal de atención de la primera parte de los Diez Mandamientos (Éxodo 20.1–17) es Dios mismo (vv. 1–3). Y fueron dados a un pueblo cuya historia pasada y presente lo sumían en el mundo del politeísmo, la idolatría y los malos espíritus; por consiguiente, el segundo foco de interés de ellos está en «los que no son dioses» (vv. 3–5). El contexto de los Diez Mandamientos es, por tanto, el de la guerra espiritual.
A continuación, Dios pronuncia una maldición especial sobre aquellos «que me aborrecen» (vv. 5, 6). Y el contexto de este odio a Dios es también el de la guerra contra los que no son dioses. Si alguien aborrece a Dios sirviendo a estos últimos, no sólo lo juzgará a Él, sino que extenderá su juicio a sus futuras generaciones: «Hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen» (v. 5b). Esta maldición es única, y se repite vez tras vez a lo largo de todo el Antiguo Testamento siempre en el contexto del servicio a los que no son dioses.
A menudo se hace referencia al hecho de seguir a aquellos que no son dioses, así como a la maldición divina que esto trae aparejado, llamándolo pecado generacional, pecado hereditario o pecado familiar. Hasta el día de hoy esta es una de las causas principales de demonización en la vida de las personas.
El caso del rey Saúl
Desde 1 Samuel hasta 2 Crónicas los libros históricos están llenos de referencias directas o indirectas a las manifestaciones del mundo espiritual. Los choques de poder que tiene Dios con Dagón, los baales y Astarot en 1 Samuel 5–7 son fascinantes de leer y ofrecen numerosas posibilidades para un estudio más profundo. Tal vez la historia más importante de este libro que relaciona al pueblo de Dios con los malos espíritus sea aquella del rey Saúl (1 Samuel 9–31). Utilizo su vida como ejemplo de un hombre de Dios que llegó a estar endemoniado a causa de un grave pecado personal.
Las cualidades espirituales positivas de Saúl
No tenemos por qué comenzar con las exigencias de Israel de tener un rey a fin de poder ser como «todas las naciones» (1 Samuel 8.5). Lo haremos con el propio Saúl, quien empezó bien y durante sus dos primeros años fue un hombre de Dios: humilde, celoso del honor divino y de la salvación del pueblo escogido. Primero, es elegido de manera soberana por Dios como príncipe sobre Israel (9.15–17; 10.1), y desde el principio revela una verdadera humildad (9.20–21; 15.17).
En segundo lugar, Saúl es transformado por el Espíritu de Dios. Fue convertido en «otro hombre» (10.6) y se le dio un nuevo corazón (10.9). El Espíritu de Dios vino sobre él con poder (10.6, 10). Profetizó bajo la unción del Espíritu (10.10). Todos los que lo conocían desde antes de su conversión estaban asombrados de la transformación espiritual que había experimentado (10.11–12). En tercer lugar, Saúl demuestra una asombrosa confianza en Dios para que le enaltezca como su rey elegido; se niega a exaltarse a sí mismo (10.15–16, 22–24).
En cuarto lugar, revela su celo por el nombre de Yahvé y por la salvación de su pueblo en su victoria sobre los amonitas mediante el poder del Espíritu Santo (11.1–11). En quinto lugar, rehúsa tomar venganza de los que se habían opuesto a él y en vez de hacerlo elige glorificar al Señor (11.12–13). En sexto lugar, debido a la conducta ejemplar de Saúl, todo Israel reafirma su pacto con Dios (11.14–15). Saúl vuelve a traer al Señor a la nación entera. Pareciera como que nos encontramos ante un rey según el corazón de Dios que no podía proporcionar más que bendiciones a Israel.
La caída paulatina de Saúl en la desobediencia
La compleja y desconcertante historia de cómo Saúl fue desobedeciendo gradual pero persistentemente a Dios con actitud orgullosa se nos describe en tres etapas:
El primer paso descarriado de Saúl lo tenemos en 1 Samuel 13.9–12. Allí, el rey asume el papel de Samuel como sacerdote y profeta de Dios. Samuel considera aquella acción como una rebelión contra la palabra de Jehová el Señor y pronuncia juicio sobre la nación a causa de la desobediencia de Saúl (vv. 13–14).
El segundo paso atrás se nos refiere en 1 Samuel 14.24–46. Allí encontramos una mezcla impía de presunción y celo por Dios que lleva a Saúl hasta el punto de estar dispuesto a matar a su propio hijo, Jonatán, en el nombre del Señor. Se ha convertido en un extremista, en un fanático religioso.
La tercera y más grave evidencia del deterioro de su vida espiritual se nos revela en 1 Samuel 15.1–35. El egocentrismo y el orgullo de Saúl lo llevaron a una rebelión abierta contra la palabra del Señor, y su confesión y arrepentimiento no constituyen un verdadero quebrantamiento por haber pecado contra Dios. Tanto el Señor como Samuel lo rechazan.
Y la prueba definitiva del orgullo y la rebeldía de Saúl viene con sus celos de David. Se ha convertido en alguien con una preocupación patológica por sí mismo. Tiene arrebatos de furia. Repetidas veces intenta matar a David (18.7–17; 19.1, 8–11). El orgullo y la rebeldía persistentes de Saúl contra Dios y su palabra termina empujándolo a cruzar la fina línea que separa las operaciones de la carne y del mundo2 y éstos de los espíritus demoníacos. Llega a estar endemoniado.
Hasta ahora, su pecado ha tenido como origen la carne y el mundo. De ahora en adelante será plenamente multidimensional: de la carne, el mundo y los demonios (16.14; 18.10, 11; 19.9).3
¿Cuál es el resultado? Saúl a veces se vuelve irracional en su forma de pensar y en su conducta (18.10, 11), sin embargo sigue buscando a Dios. Es de nuevo lleno del Espíritu Santo (19.18–24). El caso de Saúl resulta en verdad extraño. Dos veces recibe una llenura del Espíritu «con poder» (10.6–13; 11.6), semejante a la que el Nuevo Testamento relaciona con el revestimiento para el servicio (Hechos 2.4s; 4.8, 28–31; 9.17–22). Entonces comienza su caída a causa del orgullo. Y el clímax llega cuando el Espíritu de Jehová se aparta de Saúl y un espíritu malo de parte de Dios lo atormenta (16.14).
Ralph W. Klein señala la diferencia que hay entre el hecho de que el Espíritu Santo viniera repetidas veces sobre Saúl y la afirmación que se hace acerca de David de que «desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David» (16.13).4
También el «espíritu malo de parte de Jehová» va y viene (16.14–23; 18.10; 19.9). En determinados casos (16.14–23), su partida se debe al ministerio musical que le brinda David tocando el arpa y cuyo resultado era que «Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él» (16.23).5 Sin embargo, esto no siempre resultaba; en efecto, en otros dos casos subsiguientes, la presencia y la música de David no hicieron más que agitar a Saúl y quizás al espíritu malo que tenía dentro (18.10s; 19.9). Esta última ha sido también mi experiencia con los espíritus malos.
No obstante, a pesar de todo, el Espíritu Santo vuelve sobre Saúl capacitándole para profetizar (19.20–24). De nuevo digo que Saúl es un caso muy poco común. Para profundizar en esta compleja vida precisaría más páginas de las que dispongo en el presente capítulo.
La demonización de Saúl
La demonización del rey Saúl parece desarrollarse en varias etapas de empeoramiento progresivo.
Primera etapa. Al principio su demonización es muy leve. Tiene períodos de normalidad. Quizás el propósito de ella era llevarle a un arrepentimiento verdadero (1 Samuel 16.14–23; 1 Timoteo 1.20).
Segunda etapa. Su demonización se hace muy intensa. A veces actúa de forma irracional (1 Samuel 18.10a). Es destructivo en sus relaciones interpersonales: primero con sus propias hijas y luego tratando de matar a su hijo Jonatán. Por último intenta otra vez asesinar a David, el mejor amigo de su hijo y ungido de Dios (18.10, 11; 19.9–17; 20.30s).
Tercera etapa (1 Samuel 28). Sin negar su fe en el Señor, Saúl cae en prácticas ocultas y espiritistas complicándose con la adivina de Endor.
He visto esto ocurrir en muchas ocasiones, especialmente con creyentes en África y Asia. Son cristianos, aman al Señor, pero en un intento desesperado de conseguir poder o conocimiento escondido recurren a las prácticas espiritistas y, como Saúl, acaban endemoniados.
En el caso de Saúl, fueron la muerte de Samuel y el rechazo definitivo de Dios como líder de su pueblo las causas que precipitaron su actuación desesperada (25.1; 28.6). Cuando los filisteos se reunieron para la batalla final contra Israel, Saúl cayó en la desesperación.
«Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió» (28.6). Manifestando el paganismo que se ocultaba bajo la superficie de muchos creyentes de su época, Saúl buscó a una médium para que le hiciese aparecer al espíritu de Samuel. Y en este caso, Dios hace que Samuel se presente, sorprendiendo incluso a la adivina (28.7–12). Samuel rechaza la petición de ayuda de Saúl y le recuerda la ocasión de su primera gran rebelión voluntaria contra la palabra de Dios (28.16–18).
A continuación, el profeta pronuncia juicio sobre Saúl: perderá su vida al día siguiente e Israel será derrotado por los filisteos (v. 19). Saúl había pecado de muerte (28.19; 31.1–6; véase 1 Corintios 5.1–5; 1 Timoteo 1.19, 20 con 2 Timoteo 2.17, 18; 1 Juan 5.16, 17; 1 Corintios 11.27–32) y muere gravemente endemoniado, pero manteniendo su fe en Dios hasta el final. No fue ningún apóstata. No se convirtió en un Salomón, ni sirvió a dioses ajenos. Fue, eso sí, desobediente y buscó conocimiento oculto de una médium, como decenas de miles de creyentes descarriados, incluso líderes cristianos, han hecho después de él. Por lo tanto estará en el reino de Dios. No fue al infierno, sino a la morada de los justos (28.19).
Utilizando sólo la Biblia no es posible refutar la posición que he adoptado en cuanto a que Saúl fue un verdadero creyente. Cierto que cayó, como tantos miles lo han hecho después de él a causa del orgullo. Esto nos recuerda otra vez las cuatro P que acosan a muchos cristianos y en especial a los dirigentes del pueblo de Dios: poder, posición, placer y posesiones. Todas ellas son evidencia del pecado de orgullo.
Saúl murió como un creyente gravemente endemoniado; y a pesar de serlo, la Escritura relata que «vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando» (1 Samuel 19.23). Se trata ciertamente de un hombre misterioso.
Acab y todavía más maldad
El primer libro de los Reyes narra la maldad de los reyes de Israel y Judá que condujeron al pueblo de Dios a una increíble idolatría, al politeísmo, el sacrificio de niños, la inmoralidad y el demonismo. Naturalmente, el más notable de ellos fue el rey Acab de Israel, junto a su perversa esposa Jezabel. La historia de Acab es el sorprendente ejemplo de un líder del pueblo de Dios que se deja controlar por una poderosa mujer cananea pagana versada en las artes ocultas: Jezabel.
El escritor narra que Acab «fue y sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel» (1 Reyes 16.29–33).
Resulta notable que estos versículos vayan de inmediato seguidos de otra referencia a los sacrificios paganos de niños: aquel de los dos hijos del rey Hiel de Jericó (v. 34).
Conflicto con los dioses de los profetas no escritores
El capítulo 18 de 1 Reyes narra el choque de poder más famoso de toda la Escritura: el ocurrido entre el profeta Elías y los «cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera» (vv. 19ss). Haré un comentario seguido del incidente.6
Dios había ordenado repetidas veces a Israel que no tuviese nada que ver con los dioses de Canaán, pero el pueblo falló una y otra vez. Sirvieron a aquellos dioses, y en particular a Baal y Asera. Este es el contexto de la historia que nos ocupa.
El desafío de Elías: 1 Reyes 18
El tipo de historia narrada en 1 Reyes 18 se denomina en misiología desafío u ordalía. Es muy corriente en los choques de poder entre Dios y «los que no son dioses», e incluso dentro de las mismas religiones paganas. Todo el relato constituye uno de los ejemplos descollantes de sátira literaria que encontramos en la Biblia (vv. 21–40).
En primer lugar tenemos el desafío de Elías al pueblo rebelde de Dios (v. 21s). Una paráfrasis de estas palabras del versículo 22 sería: «En el momento presente, en la cumbre de este cerro, estoy solo con Dios».
En segundo lugar, Elías fija la «ordalía» (vv. 23, 24) y el pueblo la acepta. Uno se pregunta si los profetas paganos querían que dicho reto tuviese lugar. ¡Resulta muy dudoso!
En tercer lugar, se describe la intensificación de la sátira por parte de Elías (vv. 25–29). Hay sangre animal de por medio, una característica corriente del animismo (vv. 25, 26a). Se muestra gráficamente la vehemencia del fanatismo religioso de los profetas paganos (vv. 26–29), que continúa sin parar desde la mañana hasta la hora del sacrificio de la tarde: la hora novena, es decir, las tres de la tarde.
En cuarto lugar, Elías actúa formulando de nuevo la fe que el pueblo había abandonado y reconstruyendo el «altar de Jehová» que estaba parcialmente destruido (v. 30). Esto simboliza la vuelta al momento histórico en que Dios los llamó por primera vez como nación. Es un regreso a la fe de sus padres de la cual se habían extraviado, un acto de rededicación.
Enseguida reparamos en los agresivos pasos que da Elías:
Primero dramatiza la situación poniendo todos los factores físicos en su contra (vv. 32–35). Espera hasta el momento oportuno, la hora del sacrificio de la tarde, como recordatorio adicional de la fe que habían abandonado (v. 36a). Luego declara el motivo del desafío, así como que él actúa en el nombre del Señor (v. 36b). Luego ora en público (v. 37) y, por así decirlo, «se la juega». Dios tendrá que contestar o si no quedará como un falso profeta y el mismo Yahvé no será diferente a Baal y Asera. Los choques de poder provocados por los siervos de Dios son actos de gran fe.
Luego se alcanza el clímax de la acción en el versículo 38, cuando Dios responde con fuego de la manera más espectacular posible. El fuego divino consume el sacrificio de Elías, quema «la leña, las piedras y el polvo» e incluso lame «el agua que estaba en la zanja» (v. 38).
Por último, hay que tener siempre en cuenta el propósito del choque de poder y del juicio por desafío. Este no es sólo para validar la autoridad del siervo de Dios, aunque tal cosa ocurre también por lo general. Su objetivo es llevar a la gente a un veredicto, a una decisión. Esto lo vemos en el versículo 39: «Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es Dios, Jehová es Dios!» Un resumen de lo que sucedió sería:
El asunto: Israel había dejado a Dios por «los que no son dioses».
La ordalía: El verdadero Dios vindicaría su nombre y el de su siervo.
La nueva formulación de la fe (vv. 30–32).
El motivo (vv. 36, 37).
El clímax (v. 38).
El veredicto (v. 39).
Dicho veredicto da como resultado un movimiento de la gente en dos actos: la reconstrucción del altar del Señor (vv. 30–32a); y la ejecución de los falsos profetas (v.40).
Conflictos de los profetas escritores con los dioses
Mencionaré un relato clásico de choque de poder entre los profetas escritores (se llama profetas escritores a los que van desde Isaías hasta Malaquías, mientras que a Abraham, Samuel, Elías, Eliseo y otros como ellos se los considera a menudo los profetas «no escritores»). El pasaje es Isaías 57.1–21.
En la narración hablan tanto Isaías como Dios. Resulta difícil saber cuando comienza uno, lo deja y empieza el otro.
Primero se describen los sufrimientos del «justo» anónimo (v. 1a), que podría representar al mismo Isaías, pero más probablemente a todos los justos de Judá que permanecían fieles a Dios. Estos sufren a manos de los judíos apóstatas y quizás de algunos de los paganos de la tierra. Los hay, incluso, que han sido muertos por su fe (vv. 1b, 2). Este es el concepto de «los contrarios», otra idea clave en los choques de poder. Se trata del «a favor y en contra» que se ve a lo largo de toda la Escritura y de la historia de la iglesia.
En segundo lugar, se describe la religión pagana antagonista, exactamente como los cultos cananeos que ya hemos mencionado (v. 3s). Está dirigida por una mujer (v. 3), lo cual también es bastante corriente. Se trata de una hechicera que conduce al pueblo a participar en orgías sexuales. Ella misma es una prostituta sagrada (v. 3). Aquellos a los que se llama «hijos» suyos son los judíos enredados con ella en el culto.
En tercer lugar, los judíos en cuestión estaban totalmente entregados al mencionado culto. Se hallaban en rebeldía contra Isaías y los justos que intentaban sacarlos de su apostasía. Los judíos rebeldes utilizaban la «burla»; el desafío verbal («ensanchasteis la boca»); la ridiculización («alargasteis la lengua»); y el embuste. Estaban engañados y eran al mismo tiempo engañadores (v. 4).
En cuarto lugar, las orgías religiosas («os enfervorizáis» u os inflamáis) se realizaban en las arboledas sagradas de las cuales se habla a lo largo de todo el Antiguo Testamento (v. 5a). Una característica cultural clave de esta abominación era que todo se llevaba a cabo a la vista y en grupos.
En quinto lugar, cerca de los robles estaban los tofets (si es que también se hacía el entierro allí mismo) donde sacrificaban a sus hijos ante los dioses. Esto se hacía en hondonadas y en claros rodeados de peñas (v. 5b), donde las llamas no pudieran quemar los «frondosos» árboles. A los niños se los mataba con un cuchillo y luego sus cuerpos eran ofrecidos en holocausto a los dioses.
Aquello suponía la manifestación más terrible de la religión cananea y también el punto más bajo de la apostasía israelita. En tales prácticas se hallan presentes los poderes demoníacos. Es probable que casi todos, por no decir todos, esos adoradores ocultistas satánicos estaban gravemente endemoniados.
En sexto lugar, los ritos tenían que ver con piedras (v. 6a), por lo general de cinco clases. Para empezar, a menudo se levantaba una piedra sagrada sobre la cual se colocaban luego ídolos o imágenes de Baal y Astarté. También se construían altares de piedra, en los que ofrecer incienso, libaciones e incluso la sangre de los niños. De igual manera, con frecuencia se erigían monumentos a los dioses o diosas7 y las piedras que simbolizaban falos eran también comunes. Además, cualquier piedra, roca o formación rocosa que tuviese un aspecto desacostumbrado se consideraba, bien llena de poder impersonal, bien morada de los espíritus.
La segunda parte de Isaías 57.6 deja claro que las piedras se consideraban sagradas y que ellas mismas recibían las libaciones a los dioses o los espíritus que se derramaban sobre ellas. También se ponían sobre ellas las ofrendas de grano, que eran quemadas o dejadas allí para el uso de los dioses (v. 6c).
En séptimo lugar, las arboledas estaban situadas en las cumbres de los montes o lugares altos (v. 7a). Las ceremonias paganas que se llevaba a cabo en los «lugares altos» son muy prominentes en el Antiguo Testamento. Hay docenas de referencias a ellas, especialmente en los libros históricos, las cuales se encuentran en el Pentateuco. Una de ellas, en Levítico 26.30, nos proporciona el contexto de todas las demás. En ese pasaje, Dios advierte a Israel de las consecuencias que trae desobedecer a sus leyes y dice: «Destruiré vuestros lugares altos, y derribaré vuestras imágenes, y pondré vuestros cuerpos muertos sobre los cuerpos muertos de vuestros ídolos, y mi alma os abominará».
Allí, en los lugares altos, «pusiste tu cama», dice Isaías, refiriéndose tal vez a las prácticas sexuales del culto que incluían la prostitución y los actos eróticos rituales. ¿Implicaba también aquello el abuso ritual satánico (ARS) como vemos en el avivamiento actual del paganismo? Es difícil decirlo. Algunas de las prostitutas sagradas eran entregadas a esta forma de prostitución por sus padres siendo adolescentes o tal vez antes. De modo que el ARS muy bien pudo haberse dado. Los lugares altos eran asimismo el sitio donde ofrecían sus sacrificios.
En octavo lugar, en el versículo 8a parece estar involucrado algún tipo de símbolo de la deidad: «Y tras la puerta y el umbral pusiste tu recuerdo». Puede que se tratara de algún símbolo mágico secreto que se escondía detrás de las puertas o en un lugar disimulado del quicial. El individuo volvía a aquel símbolo mágico o espiritual para conseguir nuevo poder. Todas las religiones paganas son juegos de poder.
En noveno lugar, todo aquello lo hacía el pueblo «a otro, y no a mí», dice el Señor (v. 8b).
En décimo lugar, vuelven a mencionarse las perversiones sexuales de este sistema religioso (v. 8c). Se trataba evidentemente de la característica más importante del culto. Esto puede verse en algunos de los rasgos aquí presentes. Primero está la referencia anterior a «enfervorizarse» o inflamarse bajo los árboles frondosos (v. 5a). Luego, aquella otra a «descubrirse» (v. 8c) y a «ensanchar la cama» (v. 8c).
También encontramos la expresión «hiciste con ellos pacto»; es decir, con las prostitutas y los prostituto/prostitutas sagrados (v. 8d), lo último es muy probable (véase Deuteronomio 23.17).
En undécimo lugar, exportaban sus prácticas a otros lugares a lo largo y a lo ancho (v. 9); y al hacerlo, se dirigían ellos mismos y llevaban a aquellos a los que incitaban a seguir sus perversos caminos a «la profundidad del Seol», es decir a la muerte (v. 9b).
En duodécimo lugar, el siguiente versículo parece significar que este desenfrenado estilo de vida perverso los agotaba. Suponía un gran coste personal. Sin embargo continuaban practicándolo, renovando sus fuerzas pero sólo para seguir haciendo el mal (v.10).
En decimotercer lugar, Dios dice que eran mentirosos y se habían olvidado tan completamente de Él que ni siquiera les venía al pensamiento cuando la preocupación y el temor los acongojaban. Se volvían a sus prácticas decadentes. Sus «obras» y su «justicia» eran de una especie tan pervertida que no les aprovechaban en absoluto, sino sólo les traían vergüenza (vv. 11, 12).
En decimocuarto lugar, Dios desafía y advierte a los rebeldes judíos: «Cuando clames, que te libren tus ídolos» (v. 13a). Y luego se compara a sí mismo con los dioses de ellos, que son tan inestables que «un soplo los arrebatará», y se presenta como un refugio fiel (v. 13b).
Por último, Dios promete que si se humillan y vuelven a Él, los perdonará, bendecirá y restaurará. En cambio, si no lo hacen jamás encontrarán la paz (vv.14–21).
¡Qué extraordinario pasaje de la Escritura! Y sin embargo, ¡cuán profunda era la participación de Israel con los malos espíritus en tiempos de Isaías!8 Un cuadro similar lo tenemos en Jeremías y en otros varios profetas que escribieron justo antes del exilio y durante el mismo.
El caso de Job
Aún quedan otros relatos importantes del Antiguo Testamento con una fuerte carga de guerra espiritual. A la historia de Job y del ataque de Satanás contra él nos referiremos varias veces en nuestros estudios sobre el Nuevo Testamento. El enfoque principal de Job^<1034,Times New Roman>Job 1 y 2 está en el papel directo que el diablo desempeña en los sufrimientos de este hombre de Dios. Satanás se halla detrás de todas las aflicciones y pérdidas experimentados por Job.
Los ataques son de diversos tipos. Primero, tenemos el efectuado por medio de hombres perversos (1.13–15). En segundo lugar, se trata de un desastre natural que destruyó todas las ovejas de Job y a todos sus siervos menos uno. El criado superviviente definió la catástrofe como «fuego de Dios» (v. 16); sin embargo dicho fuego no procedía del Señor, sino de Satanás.
El tercer ataque es también de hombres hostiles, quienes robaron los camellos de Job y mataron a sus criados (v. 17). Y el cuarto, otro desastre natural que acaba con todos los hijos e hijas del atribulado varón (vv. 18, 19).
De todas esas tragedias sufridas por Job el responsable no es Dios, sino Satanás, quien manipula a los hombres malvados como siempre hemos sabido. ¿Es también el causante directo de todos los desastres naturales salvo de aquellos que Dios envía claramente para juzgar a la gente pecadora? Lo más trágico de todo, sin embargo, es la muerte repentina de todos los hijos de Job. ¿Puede el diablo quitar la vida a los hijos de Dios? Según este relato, Satanás puede hacer todo aquello que hemos mencionado, pero sólo con el permiso divino.
En el capítulo 2, el blanco del ataque es Job mismo. Se autoriza a Satanás para causarle toda clase de males físicos, pero no para quitarle la vida. Dios le dice al diablo: «He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida» (2.6). De modo que su vida es respetada, pero no la de sus hijos. La mayoría de los padres darían sin embargo gustosos sus vidas por las de sus retoños. Aquí hay todavía grandes misterios que sopesar.
En Zacarías 3.1–4, vemos cómo intenta Satanás acusar al sumo sacerdote Josué y de qué manera Dios lo detiene inmediatamente (v. 2). Es evidente que el Señor sólo permite que el diablo acuse a algunos de sus fieles servidores y abuse de ellos, pero no a otros. Dios es soberano en todo, incluso en su forma de tratar con Satanás y la maldad.
El caso de Oseas
La mayoría de los restantes pasajes sobre guerra espiritual que hay en el Antiguo Testamento se tratan en alguna otra parte de nuestros estudios. Sin embargo cerraré este capítulo con el libro de Oseas, que es un buen resumen de la polémica de Dios con Israel y Judá a causa de su flagrante «conducta de ramera» y su abandono del Señor. Oseas nos presenta un cuadro de lo más completo y desolador de la apostasía del pueblo de Dios. El principal centro de atención del profeta son las fornicaciones de la nación con los ídolos de la tierra y con Baal en particular.
Las palabras ramera y prostitución aparecen una cantidad inusual de veces para un libro de su tamaño. El libro de Oseas trata en primer lugar de la prostitución espiritual, incluso cuando se refiere a la mujer ramera del profeta. Además, seis veces aparece la palabra amantes, también con el adulterio espiritual en mente. Y siete veces se mencionan los ídolos y otras siete a Baal o los baales.
Algunos de los versículos clave son: «Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales» (2.13a); «[Israel] se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová» (2.13b); «Efraín es dado a ídolos; déjalo» (4.17); «Ellos mismos [los hombres] se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican» (4.14b); «Fornicaron sin cesar» (4.18).
Luego, Dios sigue diciendo: «Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar» (4.12); «Pues has fornicado apartándote de tu Dios; amaste salario de ramera en todas las eras de trigo» (es decir, en las orgías rituales de la siega) (9.1); «Ellos acudieron a Baalpeor, se apartaron para vergüenza, y se hicieron abominables como aquello que amaron» (9.10). «Israel hizo sagradas las piedras», o símbolos fálicos (10.1–2).
Lo más sorprendente de todo es el clamor de Dios, tanto de amor como de pesar, por su voluntarioso pueblo. Les promete que volverán a Él como resultado de un castigo terrible el cual debe permitir que caiga sobre ellos: «¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?[ … ] Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión» (11.8). ¡Qué Dios tan amante tenemos!
Esto pone fin a nuestra panorámica de la guerra espiritual en el Antiguo Testamento. Todavía queda mucho por decir. El Nuevo Testamento edificará sobre lo que hemos descubierto hasta ahora y lo ampliará en gran manera. Si nos parece que tenemos pocas referencias directas a Satanás y los demonios en el Antiguo Testamento, no sucede lo mismo con el Nuevo. Los evangelios presentan realmente un cuadro con demonios por todas partes.
1 1.     De las notas personales del autor mientras escuchaba el relato del Dr. Mouw en la Universidad Biola allá por el comienzo de los años 50.
2 2.     Digo «el mundo» porque Saúl estaba actuando exactamente como el mundo de su época decía que debía actuar un monarca. En realidad, Saúl, en sus peores momentos, era un santo en comparación con los reyes de su tiempo. Así que el rey de Israel estaba librando y perdiendo una guerra multidimensional contra el pecado; es decir, la guerra contra la carne, contra el mundo y, como pronto descubriremos, también contra el sobrenaturalismo malo.
3 3.     Nuevamente descubrimos el mundo espiritual a través de la rejilla que supone la cosmovisión veterotestamentaria. Los espíritus demoníacos, incluido el propio Satanás (Job 1 y 2), no pueden atormentar gravemente ni demonizar a un creyente pecador a menos que reciban el permiso expreso de Dios para hacerlo. Así, los escritores del Antiguo Testamento describen al espíritu malo como “un espíritu malo de parte de Jehová” (16.14; 18.10; 19.9). (Véase nuestro tratamiento de este asunto en el último capítulo.)
4 4.     Ralph W. Klein, I Samuel, WBC , Word, Waco, Texas, 1983, p. 165. Sus perspicaces palabras en las páginas 165–167 distinguiendo entre David y Saúl acerca de este particular son excelentes.
5 5.     Véase el tratamiento que da Klein al contexto cultural de su «exorcismo» musical de malos espíritus, pp. 165–166.
6 6.     Estoy en deuda con mi antiguo profesor de Antropología, el finado Dr. Allan Tippett, por algunas de las ideas de mi estudio sobre 1 Reyes 18 e Isaías 57. Hace muchos años escuché al Dr. Tippett dar una conferencia sobre ambos capítulos.
7 7.     Véase Lawrence E. Stager y Samuel R. Wolff, “Child Sacrifice at Carthage—and in the Bible”, Biblical Archaeology Review (Enero-Febrero, 1984), pp. 39–43.
8
8.     Antes de concluir esta sección del Antiguo Testamento deberíamos mencionar el uso popular de las referencias indirectas a la caída de Satanás. Esta práctica no es prudente. Ambos pasajes fueron escritos en un determinado contexto cultural para transmitir un mensaje comprensible específico a los lectores que se sentían intimidados por la presencia de gobernantes poderosos pero malvados: el rey de Babilonia (Isaías 14.4) y el rey de Tiro (Ezequiel 28.2s).
En su excelente tratamiento de Isaías 14 (Isaiah 1–33, WBC [ Word, Waco, Texas, 1985], pp. 205–212), John D. Watts dice que este pasaje es un poema mitológico, probablemente de origen cananeo, utilizado aquí para referirse a la caída futura del rey de Babilonia y de los otros tiranos. Watts expresa que su uso por algunos padres de la iglesia y comentaristas modernos para referirse a la caída de Lucifer no tiene ningún respaldo del texto mismo, y afirma: «Cuando el poema se ha utilizado en la literatura apócrifa y en círculos cristianos para describir la caída de un Satanás angélico, la referencia debe ser al oscuro trasfondo mítico del poema antes que al poema mismo. Resulta significativo que el relato de la caída de Satanás (Apocalipsis 12) no haga referencia alguna a Isaías 14» ( p. 212).
Esta es una opinión aceptable. Como poema «oscuramente mitológico» puede utilizarse para ilustrar de qué manera Satanás, un gobernante tirano que aspiraba a convertirse en Dios, fue expulsado del cielo. Sin embargo, ¿por qué no emplear mejor Apocalipsis 12.3s para describir la caída del diablo? No importa de qué manera entendamos este pasaje, si como historia o como profecía aún por cumplirse, el relato es el mismo. (Véase también Lucas 10.18.) Lo que hemos dicho acerca de Isaías 14 se aplica también a Ezequiel 28. Aquí se trata de la caída del ambicioso y arrogante rey/gobernante de Tiro. Él también se considera a sí mismo Dios o un dios. «Yo soy un dios —expresa—, en el trono de Dios estoy sentado». En aquellos días era una práctica corriente de los gobernantes poderosos verse a sí mismos como dioses. Algunos se ponían el nombre de un dios e incluso trataban de que su divinidad fuera aceptada por sus súbditos. Estamos familiarizados con esa práctica tanto en la historia egipcia como romana; y esa misma pretensión de ser un dios caracterizaba igualmente a los gobernantes como el rey de Babilonia y de Tiro. Isaías había hablado acerca de los egipcios, tal vez refiriéndose a sus dioses-reyes, de esta manera: «Y los egipcios hombres son y no Dios» (Isaías 31.3).
En su comentario sobre Ezequiel , (Leslie C. Allen, Ezequiel 20–48, WBC [ Word, Waco, Texas, 1990], pp. 93–95), Leslie C. Allen dice que Ezequiel 28 trata claramente del rey de Tiro y expresa: «El blanco del oráculo de juicio de Ezequiel [hay dos oráculos separados, vv. 1–11, 12–26] es el gobernante de Tiro, Ethball II. Su pretensión se centraba en el carácter inexpugnable de su ciudad isleña y en la supervivencia de su poder. Estas aspiraciones eran sin duda repetidas o atribuidas a él por los exiliados tirios conocidos de Ezequiel y sus compatriotas judíos en Babilonia». Allen comenta luego que «para Ezequiel constituían un desafío a Dios y a sus propósitos en curso[ … ] La confianza del rey en sí mismo[ … ] era una actitud de orgulloso desafío a Yahvé, así como a Nabucodonosor[ … ] No es seguro[ … ] que un concepto antiguo del cercano Oriente Próximo sobre el parentesco divino haya contribuido a este lenguaje figurado» ( p. 93).
Allen termina su estudio refiriéndose a la aplicación de Ezequiel 28.11–15 a Satanás por parte de los padres de la iglesia de los siglos III y IV Tertuliano, Orígenes, Juan Casiano, Cirilo de Jerusalén y Jerónimo, y dice que se trata de una interpretación errónea. «Es un ejemplo de exégesis de un elemento de las creencias cristianas por medio de la Escritura y de un esfuerzo de proporcionarle una garantía extrabíblica para encajarlo luego en el marco de la fe cristiana. Sin embargo, se hace culpable de separar el pasaje de su ambiente literario».
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.

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