Cuarta Parte
Un análisis de la enseñanza bíblica (Nuevo Testamento)
Sección I
Choques de Jesús con el diablo y los demonios
36
La tentación
El Antiguo Testamento destaca la persona y la soberanía absoluta de Dios. El historiador Jeffrey Burton Russell escribe al respecto que «en la religión hebrea preexílica[ … ] el diablo no existía. El concepto hebreo del diablo se fue desarrollando gradualmente a partir de ciertas tensiones en el concepto de Yahvé».2 A la luz de nuestros estudios de Génesis 3 tendríamos que cuestionar esa afirmación de que «en la religión hebrea preexílica el diablo no existía». En realidad sí que estaba presente, aunque se le llamara «la serpiente» en vez de «el diablo»; de otro modo el relato de Génesis no sería una versión fidedigna de la cosmovisión cultural hebrea patriarcal o prepatriarcal.3
En una entrevista concedida a Christianity Today [Cristianismo Hoy], Russell aclara la cita anterior de la siguiente manera:4
En el Antiguo Testamento existe una tensión entre la idea de que el Señor es absolutamente poderoso y que todo cuanto sucede es su voluntad, y el concepto de que existen fuerzas espirituales que obstalulizan o luchan contra la obra de Dios[ … ] No es sino en el período intertestamentario cuando Satanás sale a la luz como una personalidad independiente y muy poderosa.
El que la cosmovisión judía temprana incluía fuerzas sobrenaturales que obstaculizaban o luchaban contra la obra del Señor está claro desde Génesis 3 hasta Malaquías. Y el hecho de que estas fuerzas no se describieran con el detalle y la claridad con que más tarde serían tratadas por los judíos durante el período intertestamentario, no supone un problema para aquellos que creen en la revelación progresiva. No se necesita contar con la última descripción de cierta realidad para experimentarla en su plenitud.
El hecho de que el diablo no esté plenamente desarrollado en el Antiguo Testamento no es razón para rechazar su existencia en la teología judeo-cristiana moderna. Eso sería la falacia genérica; la noción de que la verdad de una palabra o concepto se encuentra en su forma más antigua.5
Cuando vamos al Nuevo Testamento, descubrimos en él una satanología y demonología en cierto modo muy desarrolladas. Russell dice que en el Nuevo testamento:
[ … ] las potestades de las tinieblas, bajo el generalato del diablo, están en guerra con el poder de la luz … el cristianismo tiene la virtud de tomar en serio el problema del mal[ … ] El conflicto entre lo bueno y lo malo está en el centro del cristianismo neotestamentario.6
Luego, Russell critica sistemáticamente todo intento de tratar el problema del mal sin tomar en cuenta al diablo personal y a su reino de ángeles caídos. Ataca enérgicamente el constante esfuerzo de ciertos teólogos y escritores cristianos de restar importancia, e incluso descartar, la realidad de un diablo personal. Critica cualquier intento de rechazar el dualismo cristiano. Y lo mismo hace con los desmitificadores que tratan de quitar tanto lo milagroso como lo demoníaco de la Escritura. El enfoque desmitificador en lo referente al diablo es una posición imposible de mantener históricamente o en función de las evidencias contemporáneas. Según Russell, afortunadamente los estudiosos del cristianismo están apartándose ahora de ese enfoque infructuoso.7
Resulta reconfortante leer las palabras de un historiador prominente y verle criticar cualquier intento de apartar al diablo y lo perverso sobrenatural de su posición central en la teología cristiana; como también lo es encontrar a un erudito de la reputación de Russell reconociendo tan plenamente la realidad de la guerra espiritual cósmico-terrena en la historia de la salvación. Cuando los cristianos occidentales se quiten sus lentes monistas, con los cuales ven a Dios directamente implicado en todos los males que les sobrevienen tanto a los creyentes como a los incrédulos, y empiecen a ver al diablo participando de una forma directa, empezaremos a vivir y ministrar de una manera más efectiva dentro de una cosmovisión bíblica.
Existe un consenso casi universal de que Satanás fue originalmente una criatura angélica, probablemente del rango del arcángel Miguel, que se rebeló contra el señorío de Dios antes de la creación del hombre y arrastró consigo a la tercera parte de los ángeles del Señor. Aunque los demonios afirmarán generalmente que fueron engañados por Satanás para rebelarse, no se explica en ninguna parte cómo pudo ser éste engañado en un principio. Se trata de un dato más de la Escritura.
Clinton E. Arnold dice que «la Biblia nunca trata explícitamente el origen de los espíritus malos o de su rey, Satanás. Los escritores bíblicos están mucho más interesados en el hecho de su existencia que en especulaciones acerca de cómo se rebelaron contra Dios».8
Jesús y el diablo en los evangelios sinópticos
La oposición de Satanás a Jesús y la necesidad del Señor de enfrentarse al diablo en un combate terrible, así como su victoria total sobre él, ocupa a Mateo, Marcos y Lucas.
Bautismo y tentación
Tanto el bautismo de Jesús como su conflicto con el tentador están ligados directamente al comienzo del ministerio público del Señor (Mateo 3–4). Marcos y Lucas se unen a Mateo empezando el relato del ministerio de Jesús con estos dos acontecimientos interrelacionados. «Y he aquí los cielos fueron abiertos», nos cuenta Mateo, «y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él. Y hubo una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (3.16, 17).
¡Qué manera de empezar su ministerio! Jesús es bautizado por Juan en el Jordán, en público, los cielos se abren y Dios Padre habla para que todos sepan que es su «Hijo amado» y que tiene «complacencia» en Él, incluso antes de empezar su ministerio público.
Nosotros esperaríamos que Jesús, lleno del Espíritu Santo (Lucas 4.1), comenzara en seguida a predicar, enseñar, sanar y liberar de demonios a la gente. Pero, en vez de ello, Mateo nos dice:
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a Él el tentador[ … ] (Mateo 4.1, 2).
Ahora nos encontramos en otro mundo. Antes de que Mateo termine de contar la historia, al «tentador» se le llamará «el diablo» (vv. 5, 8, 11) y Jesús se dirigirá a él como «Satanás» (v. 10). Estamos frente a una guerra espiritual de la mayor magnitud. Jesús, el Hijo de Dios, se encuentra con el diablo, llamado Satanás y el tentador, en un verdadero duelo a muerte.
En su bautismo público, Jesús se había comprometido a hacer la voluntad de su Padre, quien ya se complacía en Él (Mateo 3.13–17). Ahora, en su encuentro privado con Satanás, manifiesta que el enfoque principal de su ministerio será luchar contra éste, el rey de este siglo. Para ganar a los hombres del reino del diablo al reino de Dios, debe, en primer lugar, vencer personalmente como hombre el poder de Satanás.
Aunque es una persona divina, aquí Jesús no actúa según el nivel de su divinidad, sino como hombre. De eso trata toda la tentación en el desierto. Se le permite de nuevo a Satanás que resista a Dios en el hombre e intente deshacer los propósitos divinos para éste, a quien Dios ha creado a su misma imagen. También el hombre, en la persona del Dios encarnado, recibe una segunda oportunidad de enfrentarse y resistir a esa tentación. Esta vez, el segundo hombre obedecerá a Dios y vencerá en la guerra contra el pecado y Satanás. No habrá de fracasar como le sucedió al primer hombre en su encuentro con el maligno.
Utilizaremos primordialmente el relato de Mateo y sólo recurriremos a los otros dos cuando sea necesario. Marcos es el más breve de estos tres relatos, y el único rasgo distintivo de su narración consiste en que menciona que, durante la tentación, Jesús «estaba con las fieras» (Marcos 1.13). Quizás Marcos lo hace al menos por las dos razones siguientes.
Primera, para mostrar que se trataba de un «desierto» verdadero (Mateo 4.1; Marcos 1.12; Lucas 4.1). Era un lugar solitario y peligroso. Estaba allí solo, sin el consuelo de la compañía de otros seres humanos. Kenneth Wuest dice al respecto:9
En la región abundaban los osos, chacales, lobos, zorros, leopardos y hienas. Los expositores sugieren que esta descripción «no es sólo ilustrativa, ni pretende sugerir peligro, sino más bien mostrar el carácter deshabitado del lugar: sin la posibilidad de obtener provisiones y por lo tanto con el hambre como parte de la experiencia». Comentando acerca de esto, Alford dice: «Tal vez el estar con las fieras indique una forma de tentación: la del terror, la cual se ejerció sobre Él». El primer Adán cayó en el pecado en un ambiente de perfección y armonía; el postrer Adán mantuvo su pureza en un entorno hostil.
Jesús debe ser considerado aquí como el postrer Adán y el segundo hombre, en contraste con el primero de ambos (1 Corintios 15.45–47). Adán, el hombre representativo, fue tentado por el diablo y desobedeció. Jesús, como nuevo representante de la raza, postrer Adán y segundo hombre, debe enfrentarse a la misma tentación, procedente de la misma fuente, y deshacer la tragedia que constituyó la caída de Adán; pero sería más difícil que para el primer hombre.
Adán fue tentado en el huerto de Dios, donde tenía satisfechas todas sus necesidades. Contaba con alimentos, cobijo, el compañerismo de su esposa y la presencia divina. Todos los animales eran sus amigos. Aquí, en cambio, vemos a Jesús en un contexto hostil. Está solo, sin comida y probablemente sin el abrigo adecuado. Su única compañía son los animales salvajes que no viven en paz con la humanidad.
En el tiempo de Jesús también se consideraba el desierto como la morada de los demonios (Mateo 12.43). John Broadus comentando sobre Mateo 12.43 dice: «El que los espíritus malos frecuentaban especialmente los lugares desiertos o solitarios era una idea corriente entre los judíos. Véanse Tobías 8.3, Baruch 4.35 … Esta imagen … se ve respaldada por el presente pasaje y por Apocalipsis 18.2».10
Ya que Jesús debe penetrar en la morada misma del ámbito sobrenatural perverso, es apropiado que ésta sea simbolizada por el desierto. Allí reina Satanás. Todo el entorno es favorable al miedo y al peligro procedente del mundo espiritual. Esto resulta especialmente cierto cuando a uno le falta la comida y el abrigo durante un período prolongado de tiempo. En tales circunstancias el ser humano está aún más desvalido. Se encuentra exhausto; su mente no trabaja bien y sus emociones se hallan fuera de control; su voluntad y resolución están bajo mínimos; y es sumamente sensible a cualquier oferta de alivio. Este es el contexto en que Jesús se encuentra allí en el desierto mientras se prepara para el ataque del diablo.
Mateo dice: «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (4.1). El «entonces» de este pasaje es como un «por tanto» en otros. Nos devuelve al relato anterior. Y en este caso, lo que precede es el bautismo de Jesús en agua y su unción por el Espíritu Santo. Marcos lo aclara todavía más, cuando escribe: «Y luego el Espíritu le impulsó al desierto» (Marcos 1.12).
Mateo dice a continuación: «Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre» (v. 2). Aquí, tanto Lucas como Marcos añaden sus descripciones, las cuales nos ayudan a comprender lo que sucedió durante esos cuarenta días y noches antes de que se produjeran las tres últimas tentaciones del diablo narradas por Mateo y Lucas.
Marcos escribe: «Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían» (Marcos 1.13). Si tomamos estas palabras en su sentido más natural, significarían que fue tentado por el diablo durante todo el período de cuarenta días.
Lucas, por su parte, escribe que Jesús estuvo en «el desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo[ … ]» (Lucas 4.1b–3a). Nuevamente la interpretación normal sería que Jesús fue tentado por el diablo durante todo aquel período. Aunque no todos los comentaristas concuerdan, parece que las tres tentaciones finales llegaron al término de los cuarenta días de tentación, cuando empezó a sentir todo el efecto de su prolongado ayuno y de los continuos ataques opresivos de Satanás.
Kenneth Wuest señala que la expresión «ser tentado» en Marcos 1.13 es un participio presente que indica acción continua:11
Satanás tentó al Mesías continuamente durante aquellos cuarenta días. Las tres tentaciones que registra Mateo al final de ese período de prueba indican meramente la intensidad adicional de la tentación a medida que aquel tiempo tocaba a su fin. El diablo se estaba empleando a fondo al ver que le quedaba poco tiempo.
C. L. Blomberg resume los cuatro enfoques principales de esta narración que hacen los intérpretes bíblicos.12 Primero tenemos una «interpretación exhortativa o sicológica en la que las tentaciones de Jesús representan las tres categorías principales de tentación humana (cf. 1 Juan 2.16, “Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida”; cf. también con los tres atractivos que tenía para Eva el árbol de la ciencia del bien y del mal en Génesis 3.6)». En segundo lugar está el «enfoque cristológico, que destaca el carácter obediente del Hijo de Dios».
En tercer lugar tenemos «la interpretación mesiánica según la cual Jesús es tentado para que rechace el camino de la cruz y siga las esperanzas más políticas y nacionalistas de sus compatriotas». Y por último está «la opción salvífico-histórica, según la cual Jesús obedece los mandamientos de Dios que Israel había desobedecido en su peregrinación por el desierto, demostrando ser el verdadero representante del pueblo hebreo». Blomberg dice acerca de esto: «Ninguna de las tres interpretaciones excluye necesariamente a las demás». Estoy de acuerdo con él. Diría que todas ellas vienen al caso.
Primera tentación
La primera tentación incita a Jesús a satisfacer sus desesperadas necesidades físicas fuera de la voluntad de Dios.13 Tanto Mateo como Lucas relacionan esta tentación con el hambre terrible del Señor (Mateo 4.2b–3; Lucas 4.2b–3). Y ambos cuentan que el diablo asaltó a Jesús con esta tentación particular como prueba de su condición de Hijo de Dios Padre: «Si eres Hijo de Dios[ … ]» (Mateo 4.3 y Lucas 4.3). No debemos ver en ese «si» condicional una duda de parte de Satanás en cuanto a la verdadera naturaleza del Señor. La duda se halla en otro terreno. El diablo sabía bien quién era Jesús. Broadus dice que Satanás invita al Señor:
[ … ] a afirmar ese hecho con un milagro y para sugerirle que ciertamente tiene derecho a satisfacer su hambre. Por su posición en el griego, «Hijo» es enfático. Las criaturas ordinarias de Dios pueden sufrir, no tienen más remedio, pero si tú eres su Hijo, es indigno de ti que sufras, y también innecesario, «di que estas piedras se conviertan en pan». No se desprende de esta interpretación que Satanás comprendiera del todo lo que significaba que Jesús fuese el Hijo de Dios; y esa ignorancia sería la responsable de un intento de otro modo no sólo audaz, sino también absurdo.14
Jesús tenía necesidades físicas legítimas, las cuales, si no se satisfacían, podían conducirle finalmente a la muerte. Satanás le está diciendo al Señor que puede y debe proveerse de alimento utilizando sus poderes divinos. Es imposible exagerar lo atolondrado de esta sugerencia. Jesús es el Hijo de Dios convertido en el Hijo del Hombre, y como tal debe actuar como hombre, no como Dios ni como un semidiós. No puede ser hombre una parte del tiempo y Dios en otras ocasiones.
En el momento que Jesús comience a conducirse como Dios, no será más el postrer Adán. Dejará de identificarse con nosotros en nuestras tentaciones y sufrimientos. Aunque es siempre Dios, no actuará nunca según sus atributos divinos mientras viva entre los hombres (Filipenses 2.5–11). Por lo tanto, aquí Satanás no sólo revela su maldad, sino también su ignorancia de las verdaderas implicaciones de la encarnación.
De igual manera, aunque a Jesús le estuviese, por así decirlo, permitido utilizar sus atributos creadores para transformar en pan las piedras del desierto, no lo haría. ¿Por qué? Porque era Dios Espíritu Santo el que le había «llevado», «impulsado» al desierto (Marcos 1.12), no el diablo. La palabra traducida por «impulsar» es ekbállo en griego, que, según Wuest, significa «literalmente, lanzar hacia delante, sugiriendo fuerza (ek, “fuera”; bállo, “lanzar”); por lo tanto expulsar o impeler».15 Wuest dice que la palabra utilizada por Marcos es «más fuerte que la de Mateo, anágo, “llevado”, y que la de Lucas, ágo, “guiado”». Es la misma que se emplea para designar la expulsión de demonios por el Señor en Marcos 1.34 y 39.
Jesús estaba en el desierto porque Dios el Espíritu Santo lo había mandado allí. No es que fuera reacio a ir «a un lugar tan salvaje», como dice A. B. Bruce.16 Pero el Espíritu llenó su mente con aquella visión de los profetas de estar a solas con Dios, encontrarse con su adversario de frente y alcanzar a los pecadores y cargados hombres con el mensaje del reino de Dios. Ya que Dios le constreñía a ir allá, fue voluntariamente; puesto que el Espíritu había impresionado su mente con la necesidad de ayunar durante los cuarenta días y las cuarenta noches de tentación, así lo hizo. También estaba seguro de que su Padre le sostendría.
A. B. Bruce dice: «Esas pocas pinceladas de Marcos sugieren un vívido cuadro de crisis espiritual: preocupación intensa, retirada instintiva a una soledad severa conveniente, tentación, lucha feroz y prolongada que desemboca en debilidad, clamor por ayuda preternatural».17
Para la primera tentación de Satanás, Jesús tiene sólo una respuesta: «Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4.4). Las citas tan directas de la Escritura son rhema, porciones de la Palabra de Dios traídas a la mente por el Espíritu Santo, que mora en el interior de la persona, y que se convierten en la respuesta de Dios para la línea de tentación de Satanás en ese momento. Más tarde ese tipo de palabra llegaría a ser la renombrada «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios», en las enseñanzas de Pablo sobre la guerra espiritual en Efesios 6.17.
El propio Satanás intentará blandir esa misma espada del Espíritu en su segunda tentación (v. 6). Pero, como siempre, el diablo aplicará mal la verdad divina y se verá severamente reprendido por Jesús a causa de ello. El Señor volverá entonces a citar la Palabra de Dios con objeto de silenciar al adversario por su uso erróneo de esa palabra (v. 7).18
Aunque Satanás falló con Jesús en esta primera tentación, él sabe que ese enfoque resulta eficaz en el caso de los creyentes. El diablo todavía inicia sus ataques contra nuestras mentes en el terreno natural y físico: «Si eres un hijo de Dios, tus necesidades físicas deben ser satisfechas. Y aquí está la manera lógica de suplir esas necesidades: Hazlo». Y nosotros lo hacemos. Nos convertimos en egoístas y mundanos que viven para las comodidades físicas. Adoptamos un estilo de vida orientada hacia el éxito que se mide primordialmente por el poder, la posición, el placer y las posesiones. Incluso elaboramos una teología basada en esas cosas para respaldar nuestros intentos de convertir piedras en pan con motivos egoístas. Somos una de las generaciones de cristianos más buscadoras de pan que jamás haya habido sobre esta tierra.
Broadus sugiere que durante aquellos cuarenta días en el desierto Jesús había meditado sobre los cuarenta años que Israel pasó en igual sitio. Deuteronomio registra el repaso que hace Moisés de la experiencia de Israel en el desierto justo antes de que el pueblo cruzara el Jordán para entrar en la Tierra Prometida. Como hombre representativo, Jesús es asimismo el representante de los judíos. Y en sus cuarenta días en el desierto también está siendo probado por Dios mediante Satanás como lo fue Israel en su peregrinación. Mientras que el pueblo escogido falló continuamente, negándose a creer la Palabra de Dios, Jesús elige creer y obedecer. La espada que utiliza contra los ataques del diablo son pepitas de oro escogidas de la Palabra de Dios en Deuteronomio 4.4, 7, 10.
Segunda tentación
Mateo escribe: «Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo[ … ]» (Mateo 4.5–6a). Mucho se ha escrito acerca de si Jesús fue llevado físicamente por Satanás desde el desierto otra vez a la ciudad de Jerusalén y colocado «sobre el pináculo del templo». ¿Ocurrió aquello en el espacio y en el tiempo o sólo en la mente del Señor? Existen ambas opiniones: que sucedió literalmente en el terreno físico19 y que la experiencia no fue sino mental.20
A. B. Bruce compara esta última opinión con lo que experimentó Ezequiel cuando fue llevado por el Espíritu «por las guedejas de mi cabeza» desde Babilonia hasta Jerusalén. Ezequiel nos dice que aquello sucedió en visión (Ezequiel 8.3).21 Tal vez lo mismo ocurriera aquí.
Sin embargo, lo que cuenta es el significado de la tentación y no los detalles sobre cómo ocurrió. Aun así, buscando las principales enseñanzas de la tentación del diablo nos topamos con problemas. Muchos comentaristas ven aquí una tentación doble: por una parte, Jesús fue incitado a demostrar su confianza en Dios mediante un acto irracional; y por otra, a que lo hiciera en público para ganarse la lealtad de las multitudes.22 Otros consideran únicamente que Jesús es tentado a poner a prueba la promesa de protección de Dios exponiéndose a un peligro de muerte. Aunque la primera interpretación presenta posibilidades interesantes,23 creo que la contestación de nuestro Señor en el versículo 7 nos proporciona la respuesta: «No pondrás a prueba al Señor tu Dios». Jesús vio en ello una tentación.
En contraste con la primera tentación, que apelaba a las necesidades físicas de Jesús, la segunda era una incitación al fanatismo religioso. Como lo expresa Calvino, Satanás:
[ … ] le exhorta (a Jesús) a que se entregue a una necia y vana confianza, descuide los medios con que cuenta, se lance innecesariamente a un peligro manifiesto y, podríamos decir, exceda todos los límites[ … ] para inducir a Cristo a que pruebe su divinidad y se levante, con una temeridad estúpida y perversa, contra Dios.24
Jesús debe dejar de lado su sentido común y actuar como si fuese un ser completamente espiritual, en vez de alguien espiritual encarnado que vive en un mundo regido por leyes naturales creadas por Dios, las cuales deben ser cuidadosamente respetadas durante el transcurso de la vida de la persona. Tiene que renunciar a todos los instintos dados por Dios para prevenir el peligro y arrojarse a un mundo totalmente religioso. Esperar la intervención divina directa siempre que la desee y según su opinión en cuanto a cómo debería Dios actuar a su favor. Se trataría, pues, de un estilo de vida de milagros a la carta.
Jesús discernió aquel engaño conducente al fanatismo; vio que suponía poner a prueba a Dios para descubrir si estaba realmente con Él. Pero el Señor no cayó en ese extremismo ni en la búsqueda de milagros a la carta para comprobar la presencia de Dios en su vida. Aunque Dios confirma cosas mediante milagros, sólo lo hace según sus propios términos. En ocasiones realiza hechos milagrosos, pero la mayor parte de las veces no. En ambos casos obedecemos y Dios se lleva toda la gloria, no nosotros. Esta es una lección muy necesaria en nuestros tiempos de cristianismo espectacular.
Tercera tentación
En la tercera tentación, Satanás deja a un lado el planteamiento sutil que ha utilizado las otras dos veces y, desesperado, tira por la borda cualquier tipo de precaución. Está perdiendo terreno, y en un frenesí por conseguir el éxito, va al fondo de la cuestión. Quiere que Jesús le rinda homenaje, tributo, honra y servicio, aunque sólo sea por un momento (Mateo 4.9). A cambio le ofrece lo que en justicia debería poseer: «Todos los reinos del mundo y la gloria de ellos». Satanás promete que Jesús puede regirlos, aunque, naturalmente, codo a codo con él, que es quien en realidad los posee (vv. 8, 9, juntamente con Lucas 4.6).
Primero, «le llevó el diablo a un monte muy alto» (v. 8). Debemos resistir las preocupaciones periféricas, de las cuales tratan muchos comentaristas, sobre si Satanás trasladó corporalmente a Jesús a través del espacio o acerca de qué monte se habla. Tales preocupaciones complacen sólo a nuestra humanidad. Para ver todos los reinos del mundo a uno se le representa generalmente mirando desde la cumbre de un monte alto. Dichos comentaristas también están divididos en cuanto a cómo considerar la jactancia de Satanás cuando dice que se le han entregado «todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» y que, según sus palabras, «a quien quiero la doy» (Lucas 4.6). Jesús no refutó esa pretensión del diablo, pero el no hacerlo no es prueba de que la aceptara. La tentación no se centraba en dicha pretensión, sino en la respuesta del Señor.
Otros afirman que, por naturaleza, el diablo es un mentiroso (Juan 8.44) ya que nunca puede dar lo que promete. Nos prometerá «el mundo» entero si con ello logra conseguir algún control sobre nuestra vida. Pero aunque eso sea cierto, también lo es que en las mentiras de Satanás hay a menudo algo de verdad, lo cual las hace mucho más sutiles y peligrosas.
En tres ocasiones Jesús mismo describió al diablo como «el príncipe de este mundo» (Juan 12.31; 14.30; 16.11). Satanás es en la actualidad quien gobierna los reinos de este mundo y no Dios. Aunque Dios sea siempre Dios y, como tal, domine en última instancia sobre todo, permite que el diablo y los hombres perversos gobiernen hasta el día en que su Reino venga; entonces la autoridad de éstos será abolida y la voluntad divina quedará establecida para siempre. Como dice Broadus:25
La pretensión de Satanás aquí en cuanto a que él tiene el control de los reinos del mundo y de su gloria no es del todo infundada[ … ] Las Escrituras hablan de él como del príncipe o el dios de este mundo (Juan 12.31; 14.30; 16.11; 2 Corintios 4.4). Sobre la naturaleza exacta y las limitaciones de este poder no estamos informados; pero es cierto que se le ha encomendado el mismo (Lucas 4.6) y el Apocalipsis de Juan enseña que un día dicho poder le será retirado.
La mayoría de los comentaristas críticos están de acuerdo con Broadus. A. B. Bruce llega a decir que la adición de Lucas de «a mí me ha sido entregada» fue hecha «como salvaguardia contra la idea de que se trata de un Dios rival con posesiones y poder independientes».26
En cuanto a quién entregó esos reinos a Satanás existen también dos opiniones: una de ellas es que fue Adán quien lo hizo cuando pecó, al transferir su lealtad de Dios al diablo, el control que el Señor había dado al hombre sobre la tierra pasó a Satanás; la otra, que Dios mismo dio a Satanás el gobierno del mundo como resultado de la Caída. ¿Cuál de ellas es verdad? En cierto sentido, ambas lo son. No obstante se trata de algo insustancial para el tema del relato: ¿Responderá Jesús a la oferta del diablo y tomará un atajo sin dolor para la dominación mundial? ¿O escogerá la senda trazada por el Padre; a saber, el camino del Calvario?
Broadus resume bien el atractivo de la frase: «Si postrado me adorares» (Mateo 4.9). La prosternación es «la postura normal en Oriente, bien para adorar bien para rendir homenaje». Si de lo que se trata es de rendir homenaje a Satanás, eso significa automáticamente adoración.27
El tentador propone a Jesús que reconozca el poder mundano que se le ha permitido ejercer y que ajuste su reino mesiánico a las condiciones existentes, admitiendo la soberanía de Satanás. Jesús iba en realidad a reinar sobre este mundo; pero no como sucesor o subordinado del diablo, sino destruyendo por completo su dominio.
La respuesta de Jesús
¿Y qué hizo Jesús? Venció aquella tentación con dos palabras finales: primero, una de reprensión grave (v. 10a), y luego otra de entrega absoluta (v. 10b). Pronunció la reprensión enérgicamente, y es probable que de forma oral, contra el mismo diablo, diciendo: «¡Vete, Satanás!»
James Morrison pone en boca de Jeremy Taylor que se trata de «una palabra de indignación, castigo y expulsión[ … ] El Cordero de Dios estaba airado cual provocado león, y le ordena que se vaya cuando sus demandas se hacen imprudentes y blasfemas». Y luego comenta: «La victoria se había conseguido. El segundo Adán no había caído, ni caería después. Porque “escrito está”. Nuestro Señor esgrime su arma predilecta: la espada de su boca, que es también la espada del Espíritu».28
Jesús concluye su expulsión de Satanás y pronuncia su palabra de compromiso total con Dios, la adoración a Él, su homenaje y servicio: «Porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás» (v. 10). Más tarde, al preguntársele cuál era el mandamiento más importante, Jesús contestaría: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento» (Mateo 22.37–38). Aquí Jesús se convierte en el ejemplo supremo de ese amor que todo lo consume.
Mateo refiere a continuación: «El diablo entonces le dejó[ … ]» (v. 11). Y Lucas añade su propio final inimitable al relato de la tentación de Jesús: «Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo» (Lucas 4.13).
A. B. Bruce dice que esta frase implica que en la experiencia de Jesús se repitieron tentaciones como aquellas.29 Geldenhuys concuerda con él.30
Atacó al Salvador de todas las maneras que pudo imaginar, pero sin éxito. De modo que al ser vencido se fue, pero no para siempre. En las ocasiones propicias renovaría una y otra vez sus ataques contra Jesús (cf. 11.13 y Marcos 8.32–33), incluso por medio de Pedro.
Pero Satanás le atacó especialmente cuando el Señor, en la víspera de su crucifixión, luchaba en Getsemaní[ … ] con todo el poder y la ferocidad del infierno, en un intento desesperado por derrotarlo antes de que triunfase finalmente con su muerte en la cruz sobre todas las potestades de las tinieblas y confirmara su victoria por medio de la resurrección y la ascensión.
Aquel triple engaño sutil que Satanás intentó con Jesús lo sigue poniendo en práctica con nosotros. En el caso de nuestro Señor, el diablo fracasó por completo (Juan 14.30). En el nuestro, triunfa con demasiada frecuencia. ¡Ojalá pudiésemos aprender del ejemplo de Jesús! Cada uno de nosotros tiene necesidades humanas legítimas de comida, abrigo y demás cosas; sin embargo todo depende de cómo satisfacemos dichas necesidades y en qué lugar encajan las mismas en las prioridades que Dios tiene para nuestra vida (Mateo 4.4).
Todos necesitamos y deseamos que Dios actúe de manera sobrenatural en nuestras vidas. Estamos dispuestos, si es necesario, a poner en peligro las mismas si es su voluntad. Mi familia y yo hemos pasado por muchas situaciones de peligro mortal en nuestra labor misionera. A veces me preguntaba si no debía abandonar la violenta Colombia, donde mi esposa, mis hijos y yo mismo vimos amenazada nuestra vida más de una vez. En cierta ocasión, un hombre furioso me disparó tres tiros a quemarropa, pero sus balas no lograron alcanzar su objetivo. Los ángeles de Dios estaban conmigo y con los míos.
Cada vez que me planteaba abandonar el país para una mayor seguridad, tenía que responder sólo a una pregunta: ¿Estábamos en la voluntad de Dios allí en Colombia? Y la respuesta era «sí». Por lo tanto teníamos derecho a reclamar el Salmo 91.11–12:
Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.
Por último todos somos tentados a diario en cuanto a cuál es el centro de nuestro homenaje. ¿Amamos al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, toda nuestra alma, toda nuestra mente y a nuestros prójimos como a nosotros mismos? (Mateo 22.37–40).
Una vez superada la prueba de las tentaciones, Jesús está listo para comenzar su proclamación, sus sanidades y su ministerio de liberación. Satanás personalmente ha fracasado en el intento de hacer caer al Señor de su obediencia a la voluntad del Padre; tal vez si abriera el pozo de los demonios hasta el punto de que éstos llegaran casi a ahogar a Jesús con su repugnante presencia, lograrían lo que el diablo no había podido hacer en persona.
1 1. La mayor parte de los principales libros sobre la guerra espiritual presentan buenos estudios acerca de la persona, el carácter y la actividad del diablo. Los más destacados son: Angels, Elect and Evil de Fred Dickason; “Satanology” y “Demonology” en Systematic Theology de Lewis Sperry Chafer y Satan—His Motives and Methods del mismo autor; The Invisible War de Donald Barnhouse; Satan, His Personality, Power and Overthrow de E. M. Bounds; I Believe in Satan’s Downfall de Michael Green; Satan Cast Out de Leahy; The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity de Jeffrey Burton Russell; Satan: The Early Church Tradition del mismo autor; Unmasking the Powers de Walter Wink. Tanto la panorámica de Daniel P. Fuller en “Satan”, G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, 4:340–344, como la de D. E. Hiebert en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 5:282–286, son excelentes. Ambas contienen magníficas bibliografías.
2
2. Jeffrey Burton Russell, The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity , Cornell University Press, Ithaca, NY, 1987a, p. 174. Para un estudio histórico exhaustivo de la persona del diablo no hay nada comparable al conjunto de cinco volúmenes de Jeffrey Burton Russell. Lucifer: The Devil in the Middle Ages (1986a); Mephistopheles: The Devil in the Modern World (1986b); The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity (1987a); Satan: The Early Christian Tradition (1987b); The Prince of Darkness: Radical Evil and the Power of Good in History (1988). Todos ellos publicados por Cornell University Press en Ithaca, Nueva York.
Russell no tiene un concepto muy alto de la Escritura y por consiguiente se toma mucha libertad en su manejo del texto del Antiguo Testamento y en sus opiniones sincretistas y evolucionistas de Satanás y los demonios en toda la Biblia. Sus libros son para eruditos e historiadores. No obstante, a pesar de los fallos mencionados, son únicos en su género y superan cualquier otro material a la venta hoy en día.
4 4. Jeffrey Burton Russell entrevistado por Michael G. Mauddlin, “The Life and Times of the Prince of Darkness”, Christianity Today (20 de agosto, 1990) p. 21.
8 8. Clinton E. Arnold, “Giving the Devil His Due”, Christianity Today (20 de agosto de 1990). En el mismo número de la publicación que la entrevista con Jeffrey Burton Russell titulada «The Life and Times of the Prince of Darkness». Ambos artículos son magníficos tanto por su breve repaso histórico del concepto del diablo como por su examen conciso del lugar que éste ocupa en las Escrituras. Clinton Arnold ha escrito también un libro excelente titulado Ephesians: Power and Magic Cambridge University Press, Cambridge, 1989, p. 17, que utilizo más adelante en estos estudios.
13 13. La mayoría de los comentaristas críticos tienen un material excelente acerca de los relatos de la tentación. G. W. Bromiley, en ISBE 4:784–786, y Merrill C. Tenney, en ZPEB 5:671 y 672, dan unas panorámicas excelentes. En cuanto a estudios detallados y reverentes sobre dichos relatos, nada supera al comentario del Rdo. Alfred Edersheim en su clásico The Life and Times of Jesus the Messiah, Longmans, Green and Company, Nueva York, 1899, Libro 3o, 1:291–307) y a G. Campbell Morgan, The Crises of the Christ , Fleming H. Revell, Nueva York, 1936, pp. 149–210.
16 16. A. B. Bruce en W. Robertson Nicoll, The Expositor’s Greek New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1:343.
18 18. Véase C. G. Kehn, “Discerning the Devil’s Deductions”, Christianity Today (10 de noviembre, 1972), pp. 10–12, un fascinante artículo sobre la seudológica satánica.
20 20. Norval Geldenhuys, Commentary on the Gospel of Luke, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 162 y 163; también William Barclay, Matthew, The Daily Study Bible (Westminster, Filadelfia, 1958, 1:62.
22 22. P. D. Johnson, “Temptation of Christ” en ZPEB, 5:671 y 672; Broadus, 65; Barclay, pp. 62 y 63.
28 28. James Morrison, A Practical Commentary on the Gospel According to Matthew , Hodder and Stoughton, Londres, 1985, p. 50.
37
En la sinagoga
Marcos 1
Si conociéramos únicamente el ejemplo del ataque de Satanás contra Adán y Eva, y el de su primera agresión principal contra Jesús, tendríamos casi todo lo que hace falta para descubrir los aspectos más importantes de la estrategia de engaño del diablo. Sin embargo, aún nos faltaría un elemento: la habilidad de Satanás para lanzar ataques sistemáticos, bien organizados y continuos contra cualquier número de seres humanos a la vez, por medio de su inmenso ejército de colaboradores, «codiablos» por así decirlo, los malos espíritus.
Cuando consideramos a Jesús y los demonios en los evangelios, vemos al Señor viviendo y ministrando en un mundo sobrenatural perverso sistematizado. Satanás y sus demonios están enconflicto con la humanidad y con Jesús, y el Señor les ha declarado la guerra. Esto es lo que tenía en mente George E. Ladd cuando escribió que el ministerio de Jesús consistía en «atacar el dominio de Satanás y liberar a los hombres del poder del mal».1
El reino de Dios, en la enseñanza de Jesús, tiene una doble manifestación: en el fin del siglo para destruir a Satanás, y en la misión de Cristo para atarlo[ … ] De alguna forma más allá de la comprensión humana, Jesús luchó con los poderes del mal, consiguió la victoria sobre ellos, para que en el fin del siglo dichos poderes pudieran ser por fin y para siempre quebrantados.
El primer choque de Jesús con los demonios
Marcos 1 relata el primer enfrentamiento público de Jesús con los demonios: la liberación de un hombre endemoniado en la sinagoga de Capernaum (vv . 21–28).
El escenario (Marcos 1.21–22)
Esta liberación tuvo lugar en Galilea, en la ciudad de Capernaum, situada al noroeste del Mar de Galilea y un lugar precioso incluso en la actualidad. Según Mateo 4.12–17, Jesús se estableció en esa ciudad. Aquel era su hogar siempre que estaba en la región, la ciudad de Simón Pedro y de su hermano Andrés (v. 29).
La liberación ocurrió en la sinagoga, mientras el Señor estaba enseñando. En los días de Jesús era práctica habitual permitir que los laicos dotados impartieran la enseñanza; y puesto que a Jesús se le llama más tarde rabí, «maestro», es evidente que se convirtió en un destacado rabino en las sinagogas. El rasgo más llamativo de la doctrina del Señor era la autoridad con que enseñaba (vv. 22, 27).2
Un demonio va a la iglesia (1.23s)
Marcos escribe: «Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo». Y la descripción que hace Lucas de este mismo caso es única en la Escritura. Dice que el hombre en cuestión estaba habitado por «un espíritu de demonio inmundo» (Lucas 4.33).
Las sinagogas eran las iglesias locales de aquellos días. ¿Y qué clase de personas va a la iglesia? Principalmente la gente religiosa. En general todos ellos creen en Dios y en Cristo, y asisten allí porque quieren estar donde se reúne el pueblo de Dios y donde sus necesidades pueden ser satisfechas. Ese es el lugar donde los adoradores oran y alaban, y donde se enseña la Biblia.
Así era también en el tiempo de nuestro Señor. La gente iba a la sinagoga el día de reposo porque quería hacerlo, especialmente en las ciudades gentiles como Capernaum. Aunque resulta imposible decir qué proporción de los habitantes de la ciudad eran judíos y qué otra gentiles, a aquella región se la llamaba «Galilea de los Gentiles» (Mateo 4.12–15). La comunidad judía estaba siempre muy unida en ciudades como Capernaum, y casi todos asistían a la sinagoga cada sábado.
¿Por qué doy tanta importancia a este hecho? Porque aquel hombre era probablemente un creyente, no un incrédulo. Aunque se tratase de un gentil o prosélito temeroso de Dios, con toda seguridad era creyente, de otro modo no hubiera estado allí.
R. Alan Cole dice que Capernaum:
[ … ] era la ciudad orgullosa de la incredulidad, comparada con la cual Tiro y Sidón saldrían bien paradas en el día del juicio (Mateo 11.23–24). Resulta un extraño comentario de la situación espiritual de Capernaum el que un endemoniado pudiera adorar en la sinagoga de ellos, no suponiendo ese hecho ninguna incongruencia, hasta que fue confrontado por Jesús y sin que al parecer mostrara ningún deseo de ser liberado de su aflicción.3
La afirmación de que el hombre aparentemente no tenía «ningún deseo de ser liberado de su aflicción» es resultado de la ignorancia acerca de cómo actúan los demonios y la gente endemoniada. Por lo general no anuncian a sus víctimas que están presentes. A menos que el individuo nazca endemoniado, ellos se introducen en la vida humana en un determinado momento de trauma o de pecado. Ellos no quieren que se los descubra y se ponen furiosos cuando esto sucede, como ocurrió con aquel demonio (vv. 23, 24). El individuo afligido, por lo general, no está consciente de su demonización y permanecerá ignorante de su verdadero problema hasta que una o más de las tres siguientes circunstancias produzcan un cambio en la hasta entonces encubierta actividad del demonio en su vida.
Primera, que el espíritu malo sea obligado a manifestarse por un hombre de Dios que actúa con autoridad en la esfera espiritual. Esto puede ocurrir en el ministerio público como sucedió aquí.
Segunda, que la víctima comience a sospechar que sus problemas personales tal vez sean parcialmente debidos a los demonios. Esto ocurre por lo general cuando el individuo empieza a recibir enseñanza sobre el reino demoníaco4 y a orar y librar la guerra espiritual de una manera muy distinta a aquella estéril y flemática que suele emplear el creyente medio. Cuando esto sucede, los demonios pueden comenzar a manifestar su presencia a fin de intimidar al creyente; o tal vez por miedo, rabia o ambas cosas.
Tercera, la aflicción demoníaca se hace tan aguda, y la víctima llega a estar tan emocional, espiritual y a menudo físicamente dañada o incapacitada (véase Marcos 5.1s), que los demonios pueden dar a conocer su presencia a la persona con el propósito de aumentar aun más su dolor. Por eso se les llama «espíritus malos».
Con esto en mente, volvamos ahora a nuestro relato. Podríamos utilizar un poco de lo que llamo imaginación santificada a fin de hacer la historia más real y de comprender mejor lo que tal vez ocurrió allí.
Tanto Pedro como Andrés eran hombres trabajadores y miembros de su sinagoga. Cuando pidieron permiso para que su amigo Jesús de Nazaret enseñara, se les concedió de inmediato. Jesús, entonces, tomó el rollo de manos del asistente de la sinagoga y leyó algunos de los conocidos pasajes mesiánicos de Isaías. Luego explicó que el día de la visitación de Dios había llegado a Israel y que se iban a romper las ataduras satánicas y demoníacas de la humanidad. La redención de la culpabilidad, el castigo y el poder del pecado por parte de Dios era inminente.
De repente al hombre endemoniado le sobrecogió el miedo. No podía seguir mirando a los ojos de Jesús. La mirada del Maestro le quemaba; parecía brillar con el fuego incandescente de la santidad de Dios, haciéndole sentirse incómodo.
¿Qué me está sucediendo?, se preguntó. ¿Siento una ira profunda en mi interior contra este Jesús. No quiero seguir escuchándole. Sus palabras me perturban. Siento ira, rabia, miedo e incluso terror dentro de mí.
Algo en mi interior se levanta en rebeldía contra Él y me está dominando. No puedo resistirlo más. ¿Qué me pasa?
Todo lo anterior sucedió en cosa de segundos, y de repente una personalidad demoníaca surgió del interior de aquel hombre obligando al cuerpo de su víctima a ponerse en pie y a gritar a Jesús, utilizando sus cuerdas vocales e interrumpiendo la enseñanza del Maestro: «¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios» (v. 24).
Algo como lo anterior pudo suceder aquel sábado en Capernaum. No es que, como suponía Cole, al hombre no le importase su aflicción demoníaca, sino que como sucede con la mayoría de las personas endemoniadas quizás no sabía que lo estaba. En cuanto a la triste «situación espiritual de Capernaum [donde] un endemoniado [podía] adorar en la sinagoga, no suponiendo ese hecho ninguna incongruencia, hasta que fue confrontado por Jesús», esto tampoco es nada inusual. Más bien representa la norma que la excepción.
Esa clase de personas podrían encontrarse probablemente en la mayoría de nuestras iglesias, aun de las más evangélicas. Marcos narra que «Jesús predicaba en las sinagogas de Galilea, y echaba fuera demonios» (v. 39). Este es un tipo de ministerio que se necesita hoy en nuestras iglesias a nivel mundial. Mis palabras pueden resultar chocantes; pero si lo son es porque con demasiada frecuencia hemos leído Marcos 1.39 filtrándolo a través de demasiadas presuposiciones teológicas, con lo cual lo que dice ha perdido su impacto real en nuestras vidas.
El resultado inmediato de la predicación de Cristo no fue de armonía, sino de división y rivalidad, exactamente como Él advertiría más tarde (Mateo 10.34). Dicha rivalidad podía estar oculta en las mentes de la congregación, pero salió a la luz con el alboroto del endemoniado.
Los demonios hacen lo que hacen, no lo que nosotros pensamos que pueden o no pueden hacer. Si queremos evitar la ignorancia en cuanto a las maquinaciones de nuestro enemigo (2 Corintios 2.11), no nos atrevamos a estipular cuáles de ellas son aceptables para los espíritus malos ni a imponer condiciones al Dios que les permite actuar en nuestro medio.
El discurso demoníaco (1.24)
El demonio parece empezar con una pregunta, la cual, como en seguida veremos, no es en absoluto real: «¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno?» La traducción literal sería: «¿Qué a nosotros y a ti, Jesús nazareno?»6 No se trata de ninguna pregunta. Según el diccionario, una pregunta es «una forma de conseguir información o de comprobar el conocimiento de alguien». El demonio no buscaba información, ni tampoco estaba tratando de verificar el conocimiento de Jesús. Aterrorizado y furioso, lo único que hizo fue protestar contra la presencia y la enseñanza, inquietantes y amenazadoras, de Jesús, el Santo de Dios.
El espíritu malo quería que Jesús se marchara y le dejase en paz. Junto a sus compañeros había mantenido esclavizada a su víctima durante años, infligiéndole un profundo daño interior hasta entonces. Quizás le habían atormentado con «culpabilidad flotante», una fuerte sensación de rechazo y un sentimiento de inutilidad y desesperanza.
A ellos «les encantaba» experimentar aquel gozo sádico completo de ver sufrir a su anfitrión o de ser la fuente principal de su padecimiento. Era una «alegría» aumentar su control cada día sobre más y más áreas de su vida hasta hacerle gemir literalmente en su interior, llorar cuando estaba solo y todavía lo era más verle clamar a Dios en vano.
Ahora, este Jesús acerca del cual les había advertido su señor Satanás, estaba en su sinagoga. Se veían obligados a oírle exponer el amenazador mensaje del reino de Dios. Tenían que mirarle y soportar «sus ojos como llama de fuego» (Apocalipsis 1.14). Su mirada, sus palabras y su presencia personal producía un dolor insoportable en sus seres inmateriales. Y puesto que estaban encarnados en el cuerpo de su víctima, ésta también sentía el sufrimiento y estaba confusa por todo aquello. Se encontraban aterrados por lo que tenían que soportar en la presencia de Jesús.
Por fin, no pudieron contener su dolor y su rabia por más tiempo y estallaron en protestas: «Lárgate de aquí, nazareno. No queremos nada contigo». Ahora lo habían estropeado todo, y todo el mundo, incluida su víctima, sabía cuál era el origen verdadero del problema de aquel hombre: estaba endemoniado.
Si los demonios se hubieran callado y hubiesen resistido el resto de la enseñanza de Jesús sobre el reino, probablemente habrían seguido donde estaban en la vida de su víctima, ya que el Señor no iba por ahí cazando demonios. Jesús no lanzó una campaña de guerra espiritual en pro de los endemoniados, ni tampoco la provocación a los demonios para que se manifestaran con objeto de echarlos fuera era el enfoque principal de su ministerio.
Sólo trataba con los espíritus malos cuando sus víctimas venían buscando ayuda o cuando intentaban impedir su ministerio redentor; o también si su presencia causaba agitación demoníaca en la vida de la persona, ya fuera en un contexto de grupo o en combate individual.
El demonio prosigue con una segunda pregunta aparente, una declaración de miedo, rabia, impotencia y protesta: «¿Has venido para destruirnos?» «¿Has venido para matarnos?», parafrasea Phillips. Y yo doy mi propia paráfrasis, basada en similares experiencias con demonios, citando textualmente algunas de las protestas de los demonios a mi interferencia:
«¿Estás tratando de destruirnos?» «¿Has venido para apartarla de nosotros?» «Nos odias tanto como nosotros a ti.» «No nos gusta lo que estás haciendo. Vete y déjanos en paz. Estábamos muy bien hasta que apareciste tú».
«¿No nos has creado ya bastantes problemas? ¿Por qué nos molestas? Nosotros no nos metíamos contigo.» «¿Por qué te interesa este hombre? De todas maneras no vale nada». «Tienes cosas mejores en que ocuparte que venir aquí a maltratarnos». «Saca tus (grosería) narices de aquí y déjanos en paz».
Dos pronombres enigmáticos: «nosotros» y «yo»
En el discurso demoníaco que aquí se narra percibimos un interesante cambio de pronombres, lo cual es también corriente en la demonización grave. Marcos empieza diciendo que el hombre tenía «espíritu inmundo» (v. 23). No obstante, en el versículo 24a, dicho espíritu comienza a hablar en primera persona del plural «nosotros» y sigue haciéndolo en el 24b, para cambiar luego a la primera persona, «yo» en el 24c. Más tarde, cuando el demonio sale del hombre en el versículo 26, Marcos vuelve a utilizar la expresión «el espíritu inmundo».
Esto ha confundido a muchos comentaristas, los cuales no están seguros de qué significa dicho cambio. En su comentario sobre Marcos, William Lane ofrece dos posibilidades: la primera de ellas, que «es natural ver aquí una referencia a todos los poderes demoníacos que sufrirán la destrucción». De modo que Lane piensa que este demonio habla probablemente en nombre de todo el reino sobrenatural perverso.7 Guelich, por su parte, es de la misma opinión.8 Y Wuest pone en boca del demonio: «¿Qué tenemos en común nosotros, los demonios, contigo, Santo de Dios?»9
Nada en la Escritura ni en la experiencia con demonios negaría esta posibilidad, sin embargo dudo que sea eso lo que sucede aquí.
La segunda posibilidad es que, en palabras de Lane, «también es netamente posible que el endemoniado se identifique a sí mismo con la congregación y hable desde la perspectiva de ésta. La presencia de Jesús supone un peligro de juicio para todos los presentes».10 Esto parece altamente improbable, porque la protesta de los demonios revela un juicio no aplicable a la humanidad. Los demonios son irredimibles, no hay provisión alguna para su salvación; mientras que sí la hay para la gente de la sinagoga y los espíritus malos sabían la diferencia.
Existe, sin embargo, una tercera posibilidad más plausible: el demonio habla en nombre de todos los espíritus malos que habitan en ese hombre. Actúa como su representante y, posiblemente, como su jefe. El respaldo para esta opinión es por lo menos doble. Primero, que la siguiente vez que Marcos relata algún detalle del choque individual de nuestro Señor con un demonio, eso es exactamente lo que ocurre (Marcos 5). En ese pasaje el demonio pasa de los pronombres singulares a los plurales. Cuando Jesús le habla, primero se refiere a él en primera persona del singular y luego en la tercera del plural. Y en este caso se nos da la explicación de dicho cambio. En respuesta a la pregunta de Jesús de «¿Cómo te llamas?», Marcos escribe: «Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos» (Marcos 5.7–13, cursivas del autor).
Segundo, que la experiencia contemporánea con los endemoniados revela que, probablemente, todos los casos serios de demonización implican una invasión múltiple. Uno o varios demonios jefes hablan por todos aquellos que se encuentran bajo su control inmediato. A menudo hay más de un demonio gobernante y, en ciertas ocasiones, no tienen siquiera conocimiento de la presencia unos de otros.
El «espíritu inmundo» continúa su protesta y, después de decir que Jesús había venido para destruirlos, relaciona su destrucción con la persona del Señor como «el Santo de Dios» (v. 24). En los relatos evangélicos varias citas de los discursos demoníacos hacen referencia al día de su destrucción y tormento. En Marcos 1.24 tenemos las palabras que se utilizan aquí: «¿Has venido para destruirnos?» En Marcos 5.7, encontramos: «No me atormentes». Esas mismas palabras se repiten luego en Lucas 8.28, y las registradas en Mateo 8.29 son: «¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?»
Se trata de palabras fuertes. En Marcos 1.24, el evangelista utiliza apóllymi, que según Vine significa «destruir por completo; es decir, hacer que perezcan». También añade Vine que «la idea no es de extinción, sino de ruina; de pérdida, no del ser, sino del bienestar. Se utiliza en Mateo 10.28 y en otros pasajes relacionados con la destrucción de los perdidos en el infierno».11
La palabra empleada por el o los demonios en Marcos 5.7, Lucas 8.28 y Mateo 8.29 es basanízo, que según Vine significa «atormentar. Se usa constantemente para referirse a los sufrimientos de los perdidos en el lago de fuego, tanto de los hombres como de Satanás y los demonios».12 Sea cual fuere la creencia de una persona acerca del juicio venidero, los demonios dan fe de que existe. La confesión demoníaca de «sé quién eres, el Santo de Dios» no es una expresión de sumisión, sino de reconocimiento de la verdad y de desafío.
Los demonios mentirán a sus víctimas acerca de la naturaleza del Señor Jesús. Están tan decididos a mantener a la gente alejada de Él que no hay límite a sus mentiras en cuanto al Señor: negarán su deidad, dirán que es perverso; a aquellos que padecen disfunciones sexuales les contarán todo tipo de embustes, desde que Jesús los violará hasta que desea mantener relaciones sexuales con ellos; dirán que estaba engañado, e incluso que tenía demonios. Pero cuando están en la presencia de Jesús, aunque expresen el odio y el miedo que sienten por Él, confiesan espontáneamente su deidad, señorío, santidad, obra redentora y papel como juez venidero. En el ministerio de liberación puede hacérseles confesar que los ha derrotado tanto a ellos como a su señor Satanás. Esto es lo que sucede aquí, en otros incidentes similares de los evangelios y en Hechos 16.17.
La respuesta de Jesús a lo demoníaco
Seguidamente vemos la reacción de Jesús a la explosión demoníaca. En primer lugar, «reprendió» al demonio (v. 25a). Wuest dice que en el Nuevo Testamento se utilizan dos palabras para reprender: la primera es eléncho, que constituye una reprensión «que produce convicción de pecado y a veces una confesión del mismo por parte del transgresor»; la segunda es epitimáo, que indica una reprensión «que no logra que el transgresor reconozca su pecado». La última, según Wuest:
[ … ] es la que utiliza Marcos para Satanás, los ángeles caídos y los demonios. Estos son incorregibles y se niegan a dejarse convencer de su pecado[ … ] No lo reconocerán ni se arrepentirán. He aquí otra ilustración más de la meticulosa precisión con que los escritores de la Biblia escogen sus palabras bajo la guía del Espíritu Santo.13
En segundo lugar, le ordenó: ¡Cállate! (Marcos 1.25). La versión Reina-Valera traduce ¡Cállate y sal de él! Goodspeed dice, «¡Silencio!» Mas aún Phillips señala que Marcos regristró: «Pero Jesús le interrumpió y le reprendió diciendo: “Guarda tu lengua”».
La palabra es phimóo, que según Wuest quiere decir literalmente «cerrar la boca con un bozal, abozalar», y que se utiliza «metafóricamente para tapar la boca, dejar sin habla, reducir al silencio». Martin Lutero lo traduce del alemán como «Calla». Wuest dice que «¡Cierra la boca!» es el equivalente moderno de aquella expresión.
De esto último podemos deducir algo acerca de la actitud de Dios hacia Satanás, los ángeles caídos y los demonios por la enormidad de su pecado. El verbo aquí está en modo imperativo y en el tiempo aoristo, transmitiendo una orden clara que debe obedecerse en seguida. Y lo mismo sucede con el mandamiento «¡Sal de él!»
Luego, en el versículo 26, Wuest continúa con su propia e inimitable traducción directa del griego: «Y Jesús le reprendió, sin que dicha reprensión produjera ningún resultado de convicción o confesión de pecado, diciendo: ¡Cierra la boca y sal de él en seguida!»14 Esta es la única forma de conversar con los demonios: ¡cerrándoles la boca!
Sólo una advertencia aplicable a cualquier ministerio con demonios y endemoniados en la actualidad: No debemos causar más daño todavía a las víctimas de la demonización; y la mejor forma de conseguirlo es ayudándolas a liberarse de los demonios que atormentan sus vidas una vez que se ha diagnosticado con precisión que su problema es total o parcialmente demoníaco. Cuando esto se ha determinado, no hay que dar cuartel a los demonios. Se trata de seres completamente perversos; no hay nada, absolutamente nada, en ellos que merezca nuestra piedad o compasión.
Aquí vemos a Jesús como ejemplo de amor y de odio para nosotros. Él ama al hombre endemoniado y lo libera de los espíritus malos que se han ligado a su vida. Pero odia a los demonios y no puede soportar oírlos, aunque todo lo que están anunciando públicamente sea verdad. Cuando el Señor les habla no muestra ni amor, ni compasión, ni siquiera una cortesía común, sino que les dice: «¡Cerrad la boca!»
La respuesta del demonio
La reacción del espíritu malo a la orden de Jesús, según Marcos 1.26, fue triple. Primero, subyugó a su víctima por última vez, con aparente violencia, arrojándola al suelo y atormentando su cuerpo con convulsiones (v. 26a). Una escena terrible: el hombre revolcándose por el suelo como presa de un ataque epiléptico. Cualquiera que ha presenciado tales agresiones demoníacas sabe lo terribles que son.
¿Por qué permitió Jesús que sucediera? No lo sé, ya que las Escrituras no nos lo dicen. Hubiera podido impedirlo de haber querido. Yo lo hago por lo general. De vez en cuando, sin embargo, las cosas ocurren tan deprisa que no tengo tiempo de impedir el abuso demoníaco. En la mayoría de las ocasiones puede detenerse casi al instante, pero no siempre.
Con las liberaciones actuales que van acompañadas de choques de poder como estos, las reacciones demoníacas variarán según las personas, al igual que descubrimos en los evangelios y los Hechos. Aunque podemos sentirnos molestos cuando los demonios tienen reacciones vulgares como las que se registran en los evangelios y en el libro de Hechos, no deberíamos preocuparnos demasiado por ellas. Si le sucedió a Jesús, quizás de vez en cuando también nos pasará a nosotros.
Lucas relata el incidente de esta manera: «Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno» (Lucas 4.35). Marcos, por su parte, dice que «el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él» (v. 26). Wuest comenta que la expresión «sacudir con violencia» significa producir espasmos, un término utilizado por los médicos en el caso de los problemas estomacales. Aquello era, sin lugar a dudas, sigue diciendo Wuest, un acto de venganza por parte del demonio como protesta a la orden de salir de aquel hombre. Creo que tiene razón.
La palabra traducida aquí por «clamar a gran voz» (véase Hechos 8.7) significa dar «un chillido», según Wuest, que traslada el versículo de la siguiente manera: «Y cuando el espíritu inmundo le hubo atormentado con convulsiones, lanzó un chillido y salió de él».15
Por muy terrible que parezca, aquello no le causó ningún daño al hombre. El doctor Lucas comenta meticulosamente que el demonio salió «y no le hizo daño alguno». Eso es lo importante. Puede que el aspecto y los ruidos pareciesen terribles, pero después de todo no fue ni la mitad de malo. Tengamos cuidado al juzgar a otros cuando los demonios repiten lo que Jesús permitió que ocurriera aquí. Aunque puedo intentar impedir que actúen de esa forma, si ellos lo hacen, no debe culpárseme a mí, ni tampoco a Jesús. Los culpables son los demonios.
La respuesta de la multitud
Según cuenta Marcos: «Todos se asombraron» (1.27). No creyeron necesariamente, pero sí se asombraron. «¿Qué es esto?», se preguntaban. ¿Y hubo alguien que contestase a su pregunta? ¿O llegaron ellos mismos a la respuesta mediante una reflexión adicional? Habían escuchado el sermón de Jesús y hubieran debido conocer dicha respuesta. Quizás, sin embargo, ese «¿Qué es esto?» signifique más bien «¿Quién es éste?»
«¡Una nueva doctrina!», exclamaron. Aquella fue la primera observación. Nunca antes habían escuchado o visto nada semejante. «Una nueva doctrina acompañada de autoridad», fue su segundo comentario. «Manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen», su observación número tres. Estos tres comentarios deberían haberles conducido por lo menos a alguna respuesta parcial de la pregunta «¿Qué es esto?» o «¿Quién es éste?»
Entonces difundieron la noticia por todas partes y aquello fue el comienzo de la primera fase del ministerio de Jesús, que a menudo se conoce como el «período de la popularidad». Lane dice acerca de esto: «Dios había empezado a inquietar a los hombres».16 Y Wuest comenta que el asombro de la multitud en la sinagoga se concentró en la autoridad de nuestro Señor sobre los demonios.17
Nuestro Señor tiene siempre a las huestes de Satanás bajo su absoluto control. A pesar de lo tercas e incorregibles que éstas son, Él puede mandarles como guste y ellas le obedecen. El diablo siempre actúa dentro de un radio limitado. Para la multitud de la sinagoga, lo más sorprendente era que los demonios le obedecían.
¿Qué maravilloso relato! ¡Y qué forma tan tremenda de empezar su ministerio!
4
4. Una de las grandes ventajas de recibir enseñanza “de autoayuda” acerca de la guerra espiritual consiste en que el creyente puede, por sí solo, o con un compañero de oración, confesión y sanidad según Santiago 5.16, comenzar a aprender a autoliberarse. Muchos lo han experimentado con mi serie de cintas de cassete sobre la guerra espiritual y se han puesto en contacto conmigo para dar a conocer su testimonio.
Mientras escribía este capítulo recibí una larga carta de cierto consejero cristiano, quien me decía con gran gozo que la serie de cassetes le habían ayudado a identificar las puertas a través de las cuales unos demonios terriblemente abusivos habían entrado en su vida cuando era niño y adolescente. Ahora está libre gracias a la autoliberación. Esto debería cambiar mucho las cosas tanto en su propia vida como en la de aquellos a quienes aconseja. ¡Gloria a Dios!
Algunos han sido liberados mientras iban en su automóvil. Los demonios no parecen estar autorizados por Dios a perturbarlos mientras conducen a fin de causarles daño o matarlos. En estos casos, el éxodo de los demonios comenzará por lo general con serias molestias físicas, permitiendo que la persona llegue a un lugar más seguro para continuar con el proceso. Ya que la liberación supone por lo general un proceso y no algo instantáneo y definitivo, dicho proceso puede durar cierto tiempo.
7 7. William L. Lane, Commentary on the Gospel of Mark, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1975, p. 73.
38
Entre las tumbas
Marcos 5
En su libro sobre teología del Nuevo Testamento titulado The Proclamation of Jesus [La proclamación de Jesús], Joachim Jeremias destaca el ministerio de Cristo en el evangelio de Marcos como una victoria sobre el dominio de Satanás.1 Jeremias dice que «el evangelio de Marcos presenta los exorcismos de Jesús como batallas», y da la preeminencia a la espectacular separación del Señor de la idea judía de su tiempo en cuanto a que los demonios eran, «en un sentido, seres individuales que actuaban por su cuenta. De ahí sus detalladas listas de nombres de demonios».2
Joachim Jeremias afirma: «Jesús cambió todo eso, destacando la relación entre la aparición de los demonios y Satanás con una variedad de descripciones». En primer lugar, dice Jeremias «Satanás aparece como el jefe de una fuerza militar» (Lucas 10.19; dynamis). «A continuación, se le considera como un rey (Mateo 12.26; Lucas 11.18; basileía) y los demonios son sus soldados (Marcos 5.9)». También se representa al diablo como el amo de la casa y a los espíritus malos como sus criados (Mateo 10.25).3
La liberación del endemoniado gadareno
La liberación del hombre maltratado por los demonios de Marcos 5 es una prueba dramática de este enfoque de conflicto armado. En la introducción a su estudio de dicho capítulo de Marcos, el fallecido Dr. Merrill F. Unger dice: «El hecho al que nos enfrentamos en todo caso de demonización es que los espíritus malos tienen control [parcial] de la persona endemoniada. Esto, naturalmente, es así cualquiera que sea el grado de influencia demoníaca; incluso en la invasión leve, moderada y grave».
Pero en los casos más graves el control es mucho más profundo, dominante y esclavizante. El número de demonios puede ser mayor, la maldad más acentuada, su fuerza más terrible y su arraigo en la vida más atenazador. Todo esto lo ilustra con mucha claridad el caso del endemoniado de Gadara (Marcos 5.1–20; Lucas 8.26–32).
Alfred Edersheim habla, en su estilo característico, del yacimiento arqueológico de Gadara, situado frente a las llanuras de Genesaret, en el lado oriental del Mar de Galilea; así como de las tumbas en los cerros de caliza y de las cuevas en el empinado risco, por el que los cerdos corrieron hacia su propia destrucción sumergiéndose en el mar (Marcos 5.13).5
Tal vez su mayor contribución sea sin embargo la comprensión que tiene de las a menudo enigmáticas y desconcertantes mezclas de dos personalidades (la humana y la demoníaca) en el cuerpo del endemoniado, y del ajuste cultural de los demonios. En este relato, los espíritus malos viven en el cuerpo de un hombre evidentemente judío. Aunque para muchos resulte cuestionable la condición hebrea del endemoniado, eso no cambia el fondo de la cuestión, ya que los gentiles tenían ideas parecidas. No obstante, nosotros supondremos que era judío.6 Los demonios se comportan justo como cabría esperarse de ellos al vivir en la persona de un judío de primer siglo. Hay en sus palabras y acciones una dimensión cultural.
Aunque la actividad satánico-demoníaca es supracultural, también se adapta a las culturas. Los demonios «aprenden» la cultura de sus víctimas y actúan de una manera, en cierto modo, predecible dentro de su contexto cultural. En mi ministerio transcultural de enseñanza y consejo sobre la guerra espiritual, siempre intento aprender lo más posible acerca del mundo de los espíritus tal y como actúa dentro de cada cultura local. Aunque esto es decisivo para el ministerio transcultural moderno, lo es también para la interpretación del mundo espiritual de la Escritura y para aplicar dicha interpretación a la situación contemporánea.
No tenemos ni un solo libro o porción de libro en la Biblia que nos presente un bosquejo general de las dimensiones supraculturales de la actividad de lo sobrenatural maligno. Por tanto, como a menudo señala Dickason, debemos contar con experiencia y ejemplos actuales para aprender lo que los demonios hacen o no hacen con frecuencia en un determinado contexto contemporáneo. Esto es algo que no puede determinarse de antemano partiendo sólo de la Escritura, como muchos afirman dogmáticamente. Algunas dimensiones de la demonología bíblica pueden descubrirse examinando con cuidado los relatos escriturales, como este asombroso caso de Marcos 5, pero sólo algunas.
Este es sólo un ejemplo limitado a los problemas de un hombre con los demonios, y también el caso más grave de demonización de un varón adulto que aparece en la Escritura. Por lo tanto, no podemos, utilizando el método inductivo de interpretación bíblica7 y partiendo de un solo caso, sacar conclusiones acerca de cómo actúan siempre los demonios en las vidas humanas y de qué manera debe tratarse con ellos en todas las ocasiones. Sólo podemos extraer enseñanzas valiosas en cuanto a su actividad en ese caso particular de demonización grave y sobre la manera en que Jesús trató con ellos.8
Para sacar conclusiones más universales tenemos que examinar cada caso registrado en las Escrituras y toda la enseñanza de éstas acerca de la actividad demoníaca en el mundo bíblico. Con este cimiento de verdad delante, podemos empezar a considerar tanto la actuación extrabíblica como posbíblica de los demonios, y la actividad actual y mundial de ellos.
El trasfondo del relato (Marcos 5.1–2)
El trasfondo del relato es el viaje en barco hasta «la región de los gadarenos (v. 1, junto con Marcos 4.35–41) y el endemoniado que anda entre las tumbas (v.2). La parte importante del mismo se refiere a la presencia de dicho endemoniado entre los sepulcros. Marcos nos dice que era «de los sepulcros» y tenía «un espíritu inmundo», así como que «vino» a Jesús. Me gusta la forma en que Barclay escribe acerca del hombre que moraba entre las tumbas.9
Era una parte de la ribera del lago donde había muchas cuevas en la roca caliza, algunas de las cuales se utilizaban como tumbas. En su mejor momento se trataba de un lugar espectral y al caer la noche debía ser verdaderamente horripilante.
De repente, de los sepulcros salió un hombre poseído por demonios. Aquel era un lugar adecuado para él, ya que, según se creía entonces, los demonios vivían en bosques, huertos, viñedos y lugares sucios, en parajes solitarios y desolados, y entre las tumbas. Ese hombre poseído moraba en la guarida de los demonios.
Los demonios estaban particularmente activos por la noche hasta el canto del gallo. El dormir uno solo en una casa vacía era peligroso, como también saludar a alguien en la oscuridad, ya que podía tratarse de un demonio. Salir de noche sin una lámpara o una antorcha era exponerse a tener problemas. Se trataba, pues, de un lugar y una hora arriesgados, y el hombre era un tipo peligroso.
Marcos dice a continuación que aquel hombre tenía «un espíritu inmundo» (v. 2). El evangelista utiliza de manera alterna los términos «espíritu inmundo», «demonios» y «espíritus».10 El endemoniado «vino» a Jesús (v. 2c), y los versículos 3 al 6 nos explican cómo sucedió aquello. Marcos hace también una descripción detallada del endemoniado, acerca de la cual Edersheim comenta:
Debemos[ … ] recordar la confusión que hay en la mente de los endemoniados entre sus propias ideas y las que les imponen[ … ] los demonios. Está muy en consonancia con las nociones judías sobre los endemoniados el hecho de que[ … ] se sintiese como arrastrado a los lugares desiertos y estuviese en los sepulcros[ … ] Era característico de los endemoniados el no poder separar su propia identidad, al encontrarse ésta fundida y perdida en el mismo grado con la de sus atormentadores. En ese aspecto, el estado de los endemoniados era también semejante a la locura[ … ] El endemoniado habla y actúa como un judío que está bajo el control de un demonio. Por lo tanto, escoge sitios solitarios de día y los sepulcros de noche. No es que los demonios prefirieran en realidad tales moradas, sino que los judíos imaginaban aquello y los espíritus malos, actuando según el entendimiento existente, le guiaban, de acuerdo con sus nociones preconcebidas, a elegir esos lugares.11
Las acciones del endemoniado y su interpretación
Guelich añade que «la morada del hombre entre los sepulcros indica su ostracismo por parte de la sociedad y corresponde a su posesión por un espíritu inmundo, un ser que a menudo se creía moraba entre las tumbas».12
¿Sucede así hoy en día? En general no, aunque puede pasar en algunas culturas cuya idea se asemeje a la de los judíos. Se dice, por ejemplo, que en ciertas partes de la India las personas muy endemoniadas viven entre las tumbas para comer la carne de los recién enterrados.
Algunos comentaristas utilizan este pasaje para enseñar que tres de los síntomas claves de la demonización son el aislamiento, la suciedad y el retraimiento del contacto humano, pero esto no es forzosamente cierto. El comportamiento antisocial extremo revelado aquí sólo caracteriza a algunos de los endemoniados más graves. Y una dolencia semejante a la locura tampoco sería verdad más que en ciertos casos muy serios de demonización. La mayor parte de los endemoniados, aunque luchan con problemas, y algunos de ellos muy graves, no actúan como dementes.
Además, la demonización y los verdaderos problemas mentales, biológicos o neurológicos no son idénticos. Aunque tengan ciertas cosas en común, comportan diferencias sustanciales. No obstante, las dos afecciones pueden darse juntas. Edersheim comenta que «los judíos no sostenían que todos los desórdenes físicos o mentales fueran causados por demonios».13 Tampoco pensaba eso Jesús, ni los primeros cristianos. Ellos sabían diferenciar ambas cosas y las trataban de un modo distinto. Así debemos hacer nosotros.
Marcos dice que «nadie podía atarle, ni aun con cadenas» (5.3b). Y en el versículo 4 amplía esta declaración con detalles que terminan con las palabras: «Nadie le podía dominar». Debido a ello, algunos afirman que otro síntoma de la demonización es una fuerza inusual. De nuevo hay que decir que no siempre es así. Depende de otros factores tales como la gravedad de la demonización, el tipo de demonios presentes y las expectativas de ellos, del endemoniado y de aquellos que tienen relación con él. Algunos endemoniados se vuelven muy violentos y muestran una gran fuerza sólo cuando los demonios se están manifestando. Otros pueden dar señales de ira no acompañada de violencia o fuerza sobrenatural. Los factores desconocidos en cada caso son tan complejos e individualizados que debemos tener cuidado con generalizar.
El evangelista dice a continuación que «siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros» (v. 5a). Según Wuest, la expresión «dar voces» es krázo en el griego, y significa «un grito inarticulado, un chillido» o «un alarido» (v. 5b).14 Muchos afirman que este es otro síntoma de demonización. Pero aunque puede ocurrir en ciertos casos graves lindantes en la locura, gran parte de las veces, aun en los casos serios, por lo menos en Estados Unidos, tal cosa no sucede.
Cuando algo así sucede, por lo general se debe a los cuatro factores siguientes o a cualquier combinación de ellos. Primero, se están manifestando plenamente demonios de suma ferocidad, por lo general en protesta a alguna interferencia en sus actividades. Segundo, están amenazando a su víctima o a otras personas. Tercero, están saliendo de su víctima con un último alarido sonoro (Marcos 1.26; Hechos 8.7). Cuarto, es la persona endemoniada, y no los espíritus malos, quien grita de angustia o de rabia por su desdicha o contra sus atormentadores demoníacos.
Marcos dice a continuación que el hombre se hacía daño «hiriéndose con piedras» (v. 5c). «Herirse», aquí, es katak̊pto, que según Vine significa «cortar en pedazos».15 Wuest, por su parte, expresa que quiere decir «cortarse, en el sentido de rajarse, tajarse o sajarse todo el cuerpo de tal manera que quede lleno de cicatrices».16 El pobre hombre tenía el cuerpo herido por todas partes.
La respuesta del endemoniado a la presencia de Jesús
Ahora descubrimos la respuesta inicial del endemoniado a la presencia del Señor (vv. 6, 7, con v. 2d). Cuando se encontraba a cierta distancia le reconoció, y en vez de huir de Jesús, como se nos dice que suelen hacer los endemoniados, corrió en su dirección y «se arrodilló ante Él» (v. 6). A menudo se afirma que otro de los síntomas de la demonización es un sentimiento de rechazo a la presencia de Jesús. «Los demonios», nos aseguran, »no quieren tener contacto con el Señor ni con su pueblo, esa es la razón por la que la gente endemoniada se mantiene lejos de los cristianos y nunca va a la iglesia». Esto no es necesariamente cierto.
¿Por qué entonces corrió el endemoniado y se echó a los pies del Señor? Sugiero varias respuestas posibles. La primera, es que no lo sé, ni tampoco lo sabe ninguna otra persona, ya que la Biblia no lo dice. La segunda, que según Marcos, siempre que los espíritus inmundos veían a Jesús, caían a tierra delante de Él gritando confesiones sobre su divina persona. La más corriente y espontánea era: «Tú eres el Hijo de Dios» (Marcos 3.11). El Señor tenía incluso que “reprenderlos mucho” para que no le descubriesen (3.12).17 Hay algo aquí que necesita más explicación. En esta aparente reacción contradictoria de los demonios a su presencia se esconde un misterio. Los espíritus malos le temen, y sin embargo se sienten constreñidos a rendirle homenaje.18
La tercera es que, puesto que cada vez que se relata el discurso de un demonio el mencionado homenaje al Señor está en el contexto de una confesión instantánea de su deidad, señorío y posición de futuro juez, es probable que la confusa respuesta de los espíritus se deba al miedo abrumador que tienen a que los castigue ahora, «antes de tiempo». Después de todo ellos no sabían cuando llegaría el «tiempo» fijado. En los casos de liberación actuales se comportan del mismo modo. Confesarán incluso que su amo, Satanás, es un engañador destinado a arder en el lago de fuego con ellos. Reconocerán que Jesús los ha derrotado como también al diablo. Al igual que descubrimos aquí, en Marcos, no le confesarán como Señor, pero sí dirán que es el Señor.
Cuarta, que siempre cabe la posibilidad de que sea el mismo hombre endemoniado quien se sienta fuertemente atraído por Cristo. Si la pobre, herida y atormentada víctima rechaza cualquier interferencia demoníaca en su atracción hacia Jesús, por así decirlo, los demonios se ven «atrapados». No pueden detenerla. Y adonde va su víctima allá van ellos con él. A menudo, ante la deslumbrante gloria de la santidad de Jesús, los espíritus malos se manifiestan a plenitud, confesando atemorizados quién es Él y lo que hará con ellos. Le ruegan que los deje en paz y que no los atormente antes de tiempo.
El discurso de los demonios
En primer lugar tenemos la pregunta-protesta desafiante: «¿Qué tienes conmigo[ … ]?» (Marcos 5.7a). Cole comenta que esas primeras palabras del demonio significan: «¿Qué tenemos tú y yo en común?» ¡Qué comentario tan perspicaz para un demonio!
Enseguida encontramos su confesión de que Jesús es el «Hijo del Dios Altísimo» (v. 7b). Alan Cole comenta también acerca de este y otros arranques de confesión acerca de la divinidad de Jesús. «Resulta extraño que el mal tuviera una percepción tan clara e instantánea de la naturaleza de Cristo cuando los hombres ordinarios eran tan lentos en reconocer su deidad (vv. 6–8)».19
Todo esto ocurrió cuando el hombre y sus demonios corrieron a Jesús y se arrojaron a sus pies. Y dice Cole:20
Corrieron y rindieron su homenaje con absoluta mala gana, confesando en seguida el abismo que los separaba, y testificando del efecto abrasador que el bien tiene sobre el mal. Sería difícil encontrar una mejor respuesta para la hipócrita acusación de que el Espíritu Santo que reposaba sobre Cristo y el espíritu del mal eran fundamentalmente uno solo (Marcos 3.22). El mal mismo rehusaba reconocer alguna afinidad con Cristo.
Por último tenemos otra protesta desafiante: «Te conjuro por Dios que no me atormentes» (5.7). Esto es lo que Wuest llama una fórmula de juramento.21 Y Guelich dice que estas palabras revelan aún más la desesperación que sienten los demonios en presencia de Jesús, y escribe: «El endemoniado traiciona la clara percepción que tiene de su posición de inferioridad y de la futilidad de su situación (Gnilka, 1:204) “conjurando” con desesperación a Jesús para que no lo “torture”».22
¡El endemoniado conjura a Jesús por el Dios a quien acaba de reconocer como su Padre! Por tanto, la respuesta que el hombre da a Cristo demuestra aún más la confusa desesperación del espíritu inmundo ante Jesús[ … ] Ha encontrado la horma de su zapato y simplemente desea negociar un acuerdo.
Por último, el endemoniado expresa la superioridad de Jesús sobre el espíritu inmundo con su miedo a la «tortura». Muchos ven en esto una referencia latente a la expectativa apocalíptica del juicio final, como en Mateo 8.30 (así Lohmeyer, 95; Taylor, 280; Grundmann, 144). A otros les parece un simple miedo del espíritu al «castigo» o a la expulsión de su «hogar», como indica el contexto (p. ej., 5.10–13; Haenchen, 193; Gnilka, 1:205).
Marcos cuenta que Jesús había hablado a los demonios antes de que todo ese discurso demoníaco, el cual ya hemos examinado, ocurriese: «Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo» (v.8). Esta es la única ocasión en que los demonios no obedecen a Jesús de inmediato. Muchos comentaristas tienen dificultades con esta parte de la narración.24 Como es habitual, Barclay no ve ningún problema:25
No empezaremos siquiera a comprender el relato a menos que veamos con claridad cuán grave caso de posesión demoníaca representaba este hombre. Está claro que Jesús hizo más de un intento por curarlo[ … ] El Señor había comenzado utilizando su método habitual, una orden con autoridad dirigida al demonio para que saliese. En esta ocasión no tuvo éxito.
Barclay tiene razón. Otros comentaristas tratan de evitar el problema, pero él sugiere que Jesús preguntó al demonio cómo se llamaba porque en aquel tiempo se suponía que el conocimiento del nombre de un espíritu malo confería poder sobre él.26
Me gusta la primera parte de la posición de Barclay, pero no la relativa a que fuera necesario conocer el nombre del demonio para tener autoridad sobre él. Esto no es lo que Jesús tenía en mente. Tal interpretación es mágica. Lo que el Señor hace aquí es lo usual en aquellos que ejercen un ministerio de liberación: pedir información del demonio para saber mejor lo que estaba ocurriendo en la vida de aquel pobre hombre.
Alguien preguntó a John Wimber por qué Jesús había pedido al demonio que le diera su nombre. Y en su estilo característico, John le contestó: «Porque Jesús quería saberlo». Tal vez el Señor preguntase al espíritu inmundo cómo se llamaba porque sabía que en la vida de aquel hombre había una concentración de demonios poco corriente con la que jamás se había encontrado. Quería saber con exactitud qué sucedía en su interior. Guelich concuerda con esto. No piensa que Jesús preguntó al demonio su nombre como una forma de tener control sobre él, sino para conseguir una información más precisa acerca de la dolencia de la víctima:27
En vez de conceder a Jesús control sobre el o los demonios, la pregunta y la respuesta revelan el grado de dominio que éstos tenían sobre aquel hombre. Por una parte, este versículo explica su incontrolable conducta (vv. 3, 4) en términos de la «legión» de poder[ … ] Por otra, la pronta sumisión del hombre a Jesús (vv. 5, 6) acentúa el poder del Señor sobre estevasto ejército de demonios.
Legión es «un término referente a una unidad de combate de aproximadamente seis mil soldados romanos», explica Hurtado.28 Eso no quiere decir que hubiera seis mil demonios dentro de él, sino quizás aquello que el demonio expresó luego: «Porque somos muchos» (v. 9c). Barclay añade una interesante nota histórico-cultural: «Más tarde dos mil cerdos encontrarían la muerte al precipitarse por el despeñadero[ … ] A razón de un demonio por cerdo, el número debe haber sido de dos mil espíritus o más. Ese es mucho personal para un cuerpo humano, no es de extrañar que estuviera en una condición tan desesperada».29
El término legión tiene también el efecto de presentar el escenario como un campo de batalla entre los poderes del mal y Jesús, que viene en nombre del reino de Dios. Esta metáfora es probablemente intencionada, puesto que Jesús ya ha descrito sus exorcismos como asaltos a las fortalezas de Satanás. (Véase 3.23–27.)
La petición de los demonios
La petición demoníaca tiene dos partes: la primera, que Jesús no les envíe «fuera de aquella región» (Marcos 5.10); y la segunda, que no los mande «al abismo» (Lucas 8.31). La idea de no enviar a los demonios fuera de la región tiene paralelo, según indica Lane, en la literatura judía.31 A. B. Bruce menciona la opinión negativa que tenían los judíos de «la región» de los gadarenos y de toda el área de Decápolis (vv. 1, 20), las diez ciudades que trabajaban juntas como una Comunidad Económica Europea en miniatura, y cita a un escritor que dice: «Decápolis, amada de los demonios por estar llena de judíos helenizantes apóstatas».32
De nuevo la experiencia en el terreno de la liberación revela la naturaleza territorial de algunos demonios. A menudo éstos se sienten a gusto donde están y no quieren ser enviados a otros lugares. Sin embargo no tengo problemas con eso: los envío sencillamente adonde lo haga Jesús.
La adición de Lucas acerca de la petición de los demonios de no ser mandados al abismo (Lucas 8.3) vale la pena considerarla. Se trata de la palabra tártaros, y se menciona siete veces en Apocalipsis como el lugar de los demonios. Es un sitio de confinamiento para ellos y, en determinado período, incluso para Satanás, mientras aguarde ser arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20.1–3). Es obvio que no se trata de un lugar de tormento. A los demonios no les gusta ser mandados al abismo porque entonces se les dejará inactivos excepto algunos que evidentemente serán soltados en una fecha futura (Apocalipsis 9.1s).
Cuando empezaba mi ministerio de liberación, casi siempre mandaba al abismo a los demonios basándome en este pasaje. Al igual que otros, yo también recibía críticas por manejar así a los espíritus malos. Casi simultáneamente, varios líderes evangélicos reconocidos, que también practicaban el ministerio de liberación, cambiaron al uso de otra orden: «¡Vete adonde te mande Jesús!»
Los demonios sí van adonde Jesús los envía. La mayoría de nosotros creemos, sin embargo, que Él los manda al abismo o pozo. Cómo pasaba en aquellos días sucede en la actualidad: los espíritus malos siguen rogando que no se los envíe allí.
Marcos no relata ninguna respuesta de Jesús a la súplica de los demonios. En vez de ello el evangelista cuenta la tercera respuesta temerosa de los espíritus inmundos a la presencia de Jesús (Marcos 5.11, 12). Piden ser mandados a un hato de cerdos que estaba cerca.33
La repuesta de Jesús
Luego tenemos la respuesta del Señor a la petición de los demonios. Mateo escribe: «Id» (Mateo 8.32); y así lo hicieron (Marcos 5.13). Marcos y Lucas dicen que Jesús «les dio permiso». Aquello tuvo como consecuencia la destrucción de los cerdos y lo que los demonios más temían: la pérdida de un cuerpo donde vivir (v. 13b). Guelich da una explicación excelente:34
Al igual que la descripción de aquel hombre incontrolable de Marcos 5.3, 4, cuyo comportamiento «Legión» ayuda a explicar, los dos mil ingobernables cerdos demuestran el inmenso poder del ejército que había tomado control de su víctima[ … ] La muerte de dichos cerdos describen claramente la naturaleza destructora de aquellas fuerzas perversas.
Hurtado hace una observación adicional. Comenta que el episodio de los cerdos no sólo demuestra el poder destructor de los demonios, sino también la autoridad de Jesús.35 Eso es en parte lo que aquellos choques de poder pretendían (Mateo 12.28).
La expulsión de los demonios
Observamos que los demonios temían que Jesús fuera a comenzar a atormentarlos en aquel momento. «¡No es tiempo todavía!», protestan en Mateo 8.29. El miedo los invadía. Seguidamente descubrimos que las emociones demoníacas van y vienen entre el desafío estridente (Marcos 5.7a) y el reconocimiento enojado de su carácter divino de Hijo (v. 7b). Se trata de una ira mezclada con puro terror, hasta el punto de rogarle en nombre de Dios que no comience aún su futuro y aguardado tormento.
«Tormento» es basanízo. Wuest dice que se utiliza para describir formas de «probar metales», «probar mediante tortura» y «torturar», siendo este último su uso aquí.36 «¡Ahora no! ¡Ahora no!», exclaman. Sus confundidas mentes habían intentado en primer lugar subyugar o intimidar a Jesús mediante el desafío (v. 7a); luego con la arrogancia (v. 7b); más tarde por medio de su negativa a obedecer los mandamientos del Señor en cuanto a abandonar su casa, el cuerpo de su víctima (v. 8). Por último tratan de intimidarle simplemente con los números dispuestos en orden de batalla contra él (v. 9): «Somos Legión; somos muchos[ … ] ¡demasiados para ti!» Habiendo fracasado en todo ello y percibiendo en la tranquila apariencia del Señor que el tormento o la expulsión de su víctima se aproxima, comienzan a intentar lograr un acuerdo. «No nos mandes fuera de esta tierra, se nos ha dado este territorio para gobernarlo (v. 10). Tampoco nos envíes al abismo» (Lucas 8.31).
Antes incluso de que Jesús pueda contestar, ven el hato de cerdos y dicen para sí: «Mejor cuerpos de animales que nada. Como primer paso podemos ir a los cerdos, y luego, cuando se vaya Jesús, volver a nuestra presente morada humana o buscar alguna otra». No obstante, aquel monólogo demoníaco fracasó.
«Si nos echas fuera», o «como sabemos que nos vas a echar fuera, (Mateo 8.31), ¿qué te parecen los cerdos? Te prometemos no resistirte más si tienes la amabilidad de enviarnos a ellos. No volveremos jamás a atormentar a ningún ser humano. Viviremos en los puercos. ¿Qué te importan de todos modos?»
Entonces Jesús les deja ir a los cerdos. Y el verbo que emplea es hypagó en el griego, que según Vine significa «marchar, irse lentamente, partir, retirarse[ … ] a menudo con la idea de salir sin ruido o a hurtadillas».37 A. B. Bruce llama a esa contestación «la respuesta lacónica de Cristo».38
Marcos y Lucas emplean epitrépo, que quiere decir «permitir, dar permiso».39 Este término transmite la idea de aceptación, por parte de Jesús, de la frenética petición de los demonios de alguna clase de arreglo. Los deja salir de aquel hombre, el ser más importante del relato, para ir a los cerdos, que tienen una importancia mucho menor.
La liberación del endemoniado
Aquella tortura y el dolor horrible e increíblemente prolongado del hombre terminan. Por primera vez, quizás en toda su vida, está libre. Vuelve a ser una persona. Tiene libertad para ir a casa. «¡Por humilde que sea, no hay nada como el hogar!» Piénsalo: ¡Ir a casa! ¡Se acabaron el desierto y los sepulcros!
También es libre para pensar por sí mismo. Nunca más volverá a ser atormentado hasta la demencia por pensamientos demoníacos tan mezclados con los suyos que no pueda distinguirlos unos de otros.
Nadie que no haya sufrido la angustia y confusión que supone la injerencia de pensamientos o voces ajenas en la propia mente puede comprender del todo el infierno que esto representa. Se trate de voces internas de demonios, alter egos u otros desórdenes interiores relacionados con voces, o de las voces externas de la esquizofrenia o de trastornos semejantes del cerebro, vivir en tales condiciones es como hacerlo en una casa de locos.
Ahora el hombre está libre para amar a Jesús y servirle. Tal vez en ningún aspecto haya sido su transformación más radical que en éste. Sin saberlo, antes servía a los demonios. Tenía que rendirles homenaje por puro terror. Ahora sólo quiere estar con Jesús como su esclavo voluntario para siempre (v. 18).
Todo esto conduce a la pérdida por parte de los demonios de su casa corpórea. Ellos, bien quedaron sobre la tierra para buscar otras víctimas, bien acabaron en el abismo. Espero que sucediese esto último.
La muerte de los cerdos
Luego tenemos la muerte de los cerdos (v. 13), la cual produce un efecto negativo tanto en aquellos que los guardaban como en el público en general (vv. 14–17). ¿Se trata de una acción ilegítima de parte de Jesús? Algunos se quejan de que «significa destruir la propiedad de otras personas».
Contestemos primero a esta última objeción. Jesús no destruyó ninguna propiedad ajena; fueron los demonios. ¡Ya estamos echando otra vez la culpa al Señor de la maldad del diablo! Y ahora la segunda objeción: la crueldad hacia los animales. R. A. Cole dice al respecto: «Sabemos tan poco en este terreno que haríamos bien en actuar con reverencia. Pudiera ser que en este caso se necesitara de aquel signo externo para convencer a los hombres de la realidad de la expulsión».
«A menudo se sugiere medio en broma —añade Cole —que si los dueños de los cerdos eran judíos, aquello representó también un castigo para ellos. Pero parece improbable que el Señor se tomase tantas molestias en castigar un quebrantamiento de la ley ceremonial».40
William Barclay añade sus comentarios acerca de los que critican a Jesús por permitir la muerte de aquellos cerdos:41
Presumiblemente nosotros no tenemos ninguna objeción en cuanto a comer carne para la cena, ni rechazamos la de cerdo porque implique el sacrificio de algunos cochinos. En realidad si matamos animales para evitar el hambre, no podemos objetar a que para salvar la mente y el alma de una persona se necesitase dar muerte a un hato de dichos animales[ … ]
Esto no significa que no debamos preocuparnos por lo que le sucede a la creación animal de Dios, Él ama a cada criatura creada, pero sí que hemos de guardar las proporciones. En la escala divina no hay nada tan importante como un alma humana.
Me gusta el siguiente comentario que hace Stier, citado por John A. Broadus: «La pregunta de por qué nuestro Señor permitió que los demonios entrasen en los cerdos ya está contestada con otra pregunta: ¿Por qué les había permitido antes a aquellos que se introdujesen en el hombre?»42
La respuesta de la gente del lugar
Marcos relata a continuación la parte más triste de la historia, si dejamos a un lado la condición en que se encontraba el hombre mismo antes de su liberación: la respuesta de los vecinos de la región a Jesús, la muerte de los cerdos y el antiguo endemoniado (Marcos 5.14–17).
Sin embargo, la reacción inmediata de los porquerizos no es insólita: huyen para contar el incidente a los habitantes de la ciudad y del campo (v. 14). Wuest dice que la palabra «huyeron» (pheúgo) significa «"escapar, buscar seguridad huyendo". La implicación es que los porquerizos estaban aterrorizados tanto por lo que había ocurrido como por la tragedia de la destrucción y pérdida de un hato de dos mil cerdos».43
La triste escena comienza con la respuesta de la multitud que vino a ver por sí misma lo que había sucedido. Marcos relata su reacción al contemplar al hombre que había estado endemoniado (v.15), ahora sentado (no viviendo como un salvaje), vestido (no desnudo como antes, Lucas 8.27) y en su sano juicio (no más demente). Aunque todavía se le reconocía bien como el «que había tenido la legión».
¿Cómo reaccionó aquella gente? Marcos dice que «tuvieron miedo» (v. 15b). ¡Qué increíble reacción! Nadie corrió al hombre para preguntarle lo que le había sucedido. Ninguno lo abrazó con lágrimas de alegría por el hecho de que alguien que había sufrido como pocos otros en su comunidad estuviese completamente sano y restaurado. Nadie levantó las manos y el corazón con él en acción de gracias a Dios por el final definitivo de su increíble terror y agonía.
Luego, los guardas del hato de cerdos añaden una explicación al breve informe que ya habían dado (v. 16), quizás dirigida a los dueños de los puercos. En aquel tiempo era costumbre que muchos propietarios de cerdos mezclasen sus pequeños hatos y los dejaran a cargo de un grupo de porquerizos como los que nos presenta esta narración.
De inmediato viene el rechazo de Jesús por parte de la gente (vv. 16, 17). A. B. Bruce comenta en cuanto a esto:44
Los testigos, dando más explicaciones a sus patronos, relacionan ahora los dos acontecimientos: la cura y la catástrofe … Los propietarios sacan una conclusión natural: la catástrofe había sido causada por la cura. Entonces (v.17) piden a Jesús, al que consideran una persona peligrosa, que se vaya de allí.
A continuación vemos la primera respuesta que se nos relata del hombre curado a Jesús después de su sanidad (v. 18). A. B. Bruce dice que tal vez Jesús había planeado quedarse varios días en aquella región, pero que aquel rechazo produce la inmediata reacción por su parte de abandonar el área. Marcos relata que, «al entrar Él en la barca», el hombre sanado se le acercó rogándole que le dejara convertirse en discípulo suyo (v. 18).
¡Qué contraste entre las respuestas de las diferentes personas a los mismos acontecimientos! A la gente le importaba más la pérdida de los cerdos que la sanidad de su semejante. El hombre sanado, en cambio, estaba más interesado en Jesús que en las reacciones de sus conciudadanos. Veía a Cristo como Salvador, mientras que ellos lo consideraban una amenaza.
Marcos continúa con las palabras finales de Jesús al antiguo endemoniado, que son verdaderamente maravillosas. Aunque el Señor deniega su petición de convertirse en discípulo suyo y abandonar Decápolis, le encomienda a la evangelización (v. 19). En la mayor parte de los casos de sanidad, Jesús impide a aquellos a los cuales sana que den testimonio público de lo que ha hecho por ellos. Aquí sucede al contrario. ¿Por qué?
El versículo no lo dice, de modo que no podemos estar seguros. Sin embargo, podemos imaginar que es debido a que aquella área gentil necesitaba oír hablar del amor de Dios. ¿Y qué mejor evangelista que uno de los suyos que había sido transformado por el toque de Jesús?
Marcos concluye el relato con la historia del antiguo endemoniado testificando por toda Decápolis y la respuesta de la gente (v. 20). Aquel hombre hizo exactamente lo que Jesús le mandó: fue contando a todo el mundo cuán grandes cosas había hecho el Señor con él y cómo había tenido misericordia de su persona (v. 19). También interpretó de manera correcta quién era Jesús, puesto que lo consideraba el Señor (vv. 19, 20).
Aunque la liberación del endemoniado gadareno no dio como resultado la inmediata conversión de los que la presenciaron, si condujo a la evangelización de Decápolis por medio del liberado. Sin embargo, Jesús no libró de la demonización a aquel hombre atormentado con un propósito directo de evangelización. Lo curó, como el Señor mismo declara, porque tuvo misericordia de la magullada criatura (v. 19).
Pero todavía no hemos terminado con los habitantes de la región de Decápolis. John Hunter, el conocido maestro bíblico inglés, dice:45
Por último tenemos los versículos de Marcos 7.31–37, que nos hablan del regreso de Jesús a Decápolis. Observe qué recepción tan distinta. La primera vez pidieron a Cristo que se fuera; ahora le traen otros afligidos[ … ]
En Marcos 7.36 vemos que la gente corriente de Decápolis siguió el ejemplo del endemoniado gadareno, y fueron contando las cosas maravillosas que había hecho Cristo. ¡Qué final tan glorioso! «Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar» (Marcos 7.37).
Reflexiones contemporáneas
Cuando nos ocupamos de un campo del cual somos ignorantes, no debemos apresurarnos a juzgar; ni debemos criticar el ministerio de liberación sólo porque nos sintamos incómodos con algunas de las cosas que a menudo lo acompañan. Esto no es razón para rechazarlo. Por ejemplo, los verdaderos creyentes con demonios constituyen una anormalidad bíblica; pero si la realidad revela que esa anormalidad es cierta, entonces debo tratar con ella. No he de dañar aún más a la víctima, conduciéndola posiblemente a la desesperación total e incluso al suicidio, al negar sus afirmaciones de que cree en Jesucristo.
Permítame citar una experiencia que tuve en una súbita sesión de consejo con cierto joven atribulado. Lo habían mandado a un sicólogo debido a su conducta antisocial, y yo le llevé a Cristo. Luego, mientras seguía hablando y orando con él, tuvo una manifestación demoníaca grave. El hombre había practicado el ocultismo y en su vida aún moraban fuertes demonios de esa clase a pesar de haber recibido a Cristo.
No me resultó fácil aquella liberación. Después de varias horas pudimos echar fuera de él algunos de los demonios inmundos más repugnantes y rebeldes, sin embargo aún no estaba del todo libre.
Más tarde el joven escribió una carta a una de las mujeres que habían estado ministrándole conmigo, y en medio de la misma un demonio tomó control de lo que escribía. El tipo de letra, la gramática y el vocabulario cambiaron radicalmente. El demonio comenzó a verter su odio por la mujer, llamándola «prostituta» y otras cosas demasiado viles para escribirlas. Luego siguió derramando maldiciones sobre mí, y por último me escribió acerca de su víctima diciendo: «Nos pertenece desde la niñez. Su ramera madre nos lo dio antes de que naciera. Acabaremos ganando esta batalla. Volveremos a llevarlo al sicólogo quien le dirá que está loco. Entonces lo habremos recuperado».
Aquella pretensión de los demonios de que el hombre les había sido entregado «antes de que naciera» y «desde la niñez» resulta inquietante. Posteriores sesiones de liberación con ese joven demostraron que era cierto.
¿Qué hubiera pasado de haber rechazado la posibilidad de que aquel hombre pudiese tener demonios incluso después de recibir a Cristo? Tiemblo con sólo pensar en el sufrimiento que habría experimentado si no hubiese seguido con el ministerio de liberación (el cual duró varios meses).
Los demonios hacen lo que pueden. Yo tengo que tratar con la realidad, no sólo con la teoría. La gente que sufre es más importante que las presuposiciones teológicas.
1 1. Joachim Jeremias, The Proclamation of Jesus , Charles Scribners and Sons, Nueva York, 1971, pp. 85–96.
5 5. Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah , Longmans, Green and Company, Nueva York, 1889 1:607.
6 6. Los evangelistas ponen bastante cuidado en especificar los casos en que Jesús tuvo contacto personal con no judíos (Marcos 7.24–30; Mateo 8.5–13; Juan 12.20 y 21). También, en esta etapa de su ministerio, la misión de nuestro Señor iba dirigida de un modo primordial a los judíos (Mateo 1.25).
7 7. Hay primordialmente dos grandes métodos de establecer la verdad (teología) partiendo de la Escritura. El método inductivo comienza desde lo particular y avanza hacia las conclusiones —es decir, generalizaciones—. También se conoce como método científico. Se examinan bastantes casos como para formar conclusiones genéricas. No obstante, dichas conclusiones deben estar siempre abiertas a la crítica de nuevos descubrimientos. Esta es la única manera de formular la teología bíblica. Luego, tenemos el método deductivo, en el que partiendo de una presuposición o de una afirmación probada con anterioridad (lo segundo es lo ideal y lo primero el problema) examinamos cada particular a la luz de lo general. Este es el método que se utiliza en el pensamiento silogístico, como veremos en estudios ulteriores, y que lleva incorporada una grave debilidad. Debe utilizarse con mucho cuidado si no se quiere llegar a conclusiones erróneas.
8 8. Una razón por la que digo esto es porque ciertos autores utilizan constantemente esta historia para hacer una lista de los síntomas de la demonización, lo cual supone un enfoque equivocado del relato. Como mucho, éste puede usarse para enumerar algunos síntomas sugeridos de determinadas formas de la más grave demonización en un varón adulto religioso, o quizá, más precisamente, en un varón adulto religioso judío del siglo I. Aunque puede que esté yendo demasiado lejos al decir esto, ya que hay aquí algunos elementos supraculturales, me inquieta una utilización del método inductivo que pasa por alto el carácter único de esta narración.
9 9. William Barclay, The Gospel of Mark, The Daily Study Bible , Westminster, Filadelfia, 1958, pp. 116 y 117.
10 10. Marcos 1.23, 26, 27, 34, 39; 3.11, 15, 22, 30; 5.2, 8; 6.7, 13; 7.25, 26, 29, 30; 9.17–25, 38; 16.5, 17.
15 15. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953), 1:263 y 264.
17 17. Véanse las ideas de Larry W. Hurtado, Mark , Hendrickson, Peabody, MA, 1989, pp. 71–87, en cuanto a por qué Jesús prohibía a los demonios que descubriesen su identidad.
18 18. Véase Wuest, pp. 102 y 103; Guelich, p. 279; Juan Calvino, Calvin’s Commentaries , Baker, Grand Rapids, MI, 1989, pp. 430s.
31 31. William L. Lane, Commentary on the Gospel of Mark , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1975, p. 185.
33 33. En una nota a pie de página, Lane menciona el libro de H. Ridderbos The Coming Kingdom (Filadelfia, 1962, pp. 113–115), que examina las siete interpretaciones principales del incidente de los cerdos, p. 186.
Sección II
Enfrentamientos con los demonios en la iglesia apostólica
39
Fundamentos y lecciones de un fracaso
Marcos 9
Los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento: una comprensión adecuada de lo sobrenatural maligno en cada uno de ellos
Tenemos cuatro grupos principales de documentos que narran la experiencia de los discípulos de Jesús con el mundo de lo sobrenatural perverso: los evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las epístolas y el libro del Apocalipsis. En los cuatro ocupan un lugar importante Satanás y las potestades demoníacas. Según los evangelios, los discípulos comienzan su ministerio de liberación observando a Jesús tratar con el mundo espiritual. Pronto ellos mismos encontrarán resistencia demoníaca a su invasión del reino del diablo en el nombre de su Señor y en el poder del reino de Dios. El suyo es un ministerio del Reino y el resultado un choque de poder entre el reino de Dios y el de Satanás.
Después de los Evangelios: ¿Se reducen los combates con lo demoníaco?
Sin embargo, al considerar a los discípulos y el mundo espiritual tal y como se registra en los Hechos, las epístolas y el Apocalipsis, a primera vista parecen haber disminuido los choques de los seguidores de Jesús con el mal sobrenatural respecto a los evangelios. Este aparente cambio abrupto se utiliza a menudo para cuestionar el avivamiento del ministerio a los endemoniados que la iglesia está experimentando en nuestros días a nivel mundial.
Figura 39.1 Referencias directas al mundo espiritual en el Nuevo Testamento |
Mateo |
Marcos |
Lucas |
4.1–11
6.13
7.22
8.16, 28–34
9.32–35
10.1, 25
11.18
12.22–30, 43–45
13.19, 24, 28, 37, 39
15.21–28
16.18–23
17.14–21 |
1.12, 13, 21–28, 32–34, 39
3.11–15, 22–30
4.15
5.1–20
6.7, 13
7.24–30
8.33
9.14–29, 38–40
16.9, 17 |
4.1–13, 33–37, 41
6.18
7.21, 33
8.2, 12, 26–39
9.1, 37–43, 49, 50
10.1–20
11.14–26
13.10–17, 32
22.3, 31–32, 53 |
Juan |
Hechos |
Romanos |
6.70
7.20
8.44, 48–52
10.20, 21
12.31
13.2, 27
14.30, 16.11
17.15 |
5.3, 16
8.7, 9–11, 18–24
10.38
13.6–12
16.16–19
19.12–20
26.18 |
8.15, 38, 39
16.20 |
1 Corintios |
2 Corintios |
Gálatas |
2.6–8
5.5–7
7.5
10.7–21 |
2.4–11
4.4
6.14–17
11.3, 4, 12–15
12.7–10 |
1.6–8
4.8–9
5.19–21 |
Efesios |
Colosenses |
1 Tesalonicenses |
1.21
2.2
3.10
4.26, 27
6.10–20 |
1.13–17
2.6–15, 20 |
2.18
3.5 |
2 Tesalonicenses |
1 Timoteo |
2 Timoteo |
2.1–12
3.3 |
1.20
2.14
3.6–7
4.1–3
5.9–15 |
1.7
2.14–26
3.1–17 |
Hebreos |
Santiago |
1 Pedro |
2.14–18 |
2.19
3.13–18
4.1–8a |
3.22
5.8–11 |
2 Pedro |
1 Juan |
2 Juan |
2.1–22 |
2.12–14, 18–23
3.7–12
4.1–6
5.18–21 |
1–13
Judas
1.6–9 |
Apocalipsis |
|
|
2.9, 10, 13, 24
3.9
9.1–21
11.7
12.1–17 |
13.1–18
14.9–11
15.2
16.2, 13–16
17.1–18 |
18.1–24
19.2, 20
20.1–10
21.8
22.15 |
La principal diferencia está en que mientras Jesús confronta a los demonios continuamente, sus discípulos parecen prestarles poca atención, tanto en sus mentes como en sus ministerios, después de la resurrección y la ascensión del Señor. Se pretende que Satanás ocupa cierto lugar, pero no los demonios; de manera que los discípulos no dan importancia al ministerio directo a los demonizados. Y se nos dice que tampoco nosotros deberíamos hacerlo en la actualidad. Cierto líder cristiano escribía: «No quiero tener nada que ver con ese ministerio. La obra redentora de Cristo derrotó al mundo de los espíritus de una vez por todas; de modo que no hay lugar para ellos en mi ministerio».
Por último, parece evidente que el énfasis en el mundo espiritual, en general, y en los demonios, en particular, es tan diferente en Hechos, las epístolas y el Apocalipsis, que da la impresión de que los discípulos estuvieran ministrando en un mundo diferente después de Pentecostés.
Hay cierta verdad (aunque mezclada con errores obvios) en la distinción que se hace entre el lugar de lo sobrenatural maligno en los evangelios (sinópticos) y en el resto del Nuevo Testamento. Esto es en realidad lo que cabría esperar por dos razones: Primera, que la venida de Cristo había constituido una invasión al reino de Satanás por el de Dios en la persona de su Rey. Vino como un hombre (el Dios-hombre), pero en realidad era el Rey del cielo y el enemigo lo sabía.
Como ya hemos visto, en los relatos evangélicos tanto Satanás como los demonios declararon abierta y constantemente que Jesús era el Cristo, el Santo de Dios e incluso el Hijo del Altísimo. Esta invasión inicial puso en guardia al enemigo, como sucede siempre que va a producirse un ataque, provocando quizá la oposición más clara e intensa del diablo y los demonios al reino de Dios en toda la historia. Esto, por sí solo, explicaría por qué una parte tan grande del ministerio de Jesús tuvo que ver con la confrontación personal directa con el mundo espiritual y en particular con los agentes malignos de Satanás: los demonios.
En segundo lugar, en su evento redentor Jesús derrotó por completo y de una vez por todas al reino sobrenatural perverso. Aunque no esté ni aniquilado ni atado, el mundo espiritual ya ha sufrido la derrota. Los primeros discípulos sabían que aún se hallaban involucrados en una terrible guerra, pero también se trataba de una guerra con un enemigo vencido. Eso cambia todo en cuanto a cómo uno ve y confronta al adversario. Esta diferencia, de por sí, sería la responsable de todas las variaciones entre la guerra espiritual en los evangelios y en el resto del Nuevo Testamento.
La prominencia del campo sobrenatural maligno
en el resto del Nuevo Testamento
Sin embargo, debemos corregir ese error tan corriente de que el mundo espiritual no se destaca tanto en los documentos posteriores del Nuevo Testamento como en los Evangelios. Nada podría estar más lejos de la verdad. El mero volumen de referencias al mundo sobrenatural maligno en el resto del Nuevo Testamento es impresionante. Hay en realidad más versículos que se refieren al mundo de los espíritus en los Hechos, las epístolas y el Apocalipsis que en los cuatro Evangelios combinados (véase la Figura 39.1).
Existen, por otro lado, más referencias al mundo espiritual en en esta parte que a las doctrinas consideradas a menudo como las principales de la Escritura. Los Evangelios representan sólo un poco más del cuarenta por ciento del contenido del Nuevo Testamento y parece a primera vista que la mayor cantidad de referencias al mundo espiritual se encuentra en ellos.
Uso la palabra «parece», ya que en este caso lo que aparenta ser cierto no lo es. Hay cerca de ciento cincuenta referencias al mundo espiritual en los evangelios, mientras que en el resto del Nuevo Testamento existen ciento setenta y ocho. Los evangelios forman la base de los Hechos, las epístolas y el Apocalipsis, y estos últimos pocas veces repiten extensamente lo que se dice en los primeros. El resto de los escritos neotestamentarios dan por sentada esa enseñanza fundamental.
Además, la mayor parte de los ejemplos de guerra con el mundo espiritual en cualquiera de los evangelios sinópticos son historias idénticas que se repiten en los otros dos. Incluso la acusación que se hace a Jesús en el Evangelio de Juan de estar endemoniado representa evidentemente una repetición de la misma imputación presentada en su contra por los líderes judíos que encontramos en los sinópticos.
El contar con esos pasajes paralelos reduce quizás a la mitad o menos el número de relatos de conflicto con el mundo espiritual que hay en los Evangelios. En ese sentido existe un verdadero equilibrio entre las enseñanzas registradas en los relatos evangélicos y el resto de los libros del Nuevo Testamento acerca del mundo espiritual. En realidad hay más referencias separadas al mundo de los espíritus en el resto de los escritos neotestamentarios que en los Evangelios. No existe duda alguna de que los evangelistas veían dicho mundo como el contexto mismo en el cual vivían y ministraban tanto ellos como Jesús. Y lo mismo le sucedía a los escritores posteriores del Nuevo Testamento.
Se suele afirmar que en el resto del Nuevo Testamento hay más referencias al diablo que a los espíritus malos. ¿Es correcta tal observación? Como veremos, no lo es. En Hechos hay cuatro referencias a Satanás y ocho a los espíritus malos. El cuadro de Apocalipsis supone una mezcla de ambas. En los capítulos 2 y 3 el diablo y su estrecha relación con las iglesias de Asia y el territorio en que éstas operan resulta prominente. Nada se dice de los demonios. En el resto del libro, sin embargo, la imagen cambia continuamente y descubrimos que, en su conjunto, la atención de Apocalipsis se centra por igual en los espíritus malos y en Satanás.
¿Y qué decir de esa suposición de que Satanás sedestaca mucho más en las epístolas que los demonios? Para mi asombro, cuando las leí de principio a fin buscando cada referencia al uno y a los otros por nombre obtuve un cuadro totalmente distinto: hay en realidad unas pocas referencias más a los últimos que al diablo, unas cuarenta y una contra treinta y cuatro (véase la Figura 39.2).
No estoy diciendo que la importancia de un tema en la Escritura sea directamente proporcional al número de veces que se menciona. Esa sería una suposición errónea. Aquellos que critican el énfasis actual en el mundo de los espíritus, siguen sin embargo esa línea engañosa de razonamiento.
Aunque la actividad demoníaca parece predominar en los Evangelios, también se destaca la de Satanás. Por cada dos referencias a los demonios en relación a Cristo o sus discípulos hay por lo menos una al diablo.
Existen por lo general unas pocas referencias más a los demonios y a personas, entidades o movimientos endemoniados en las epístolas que a Satanás. Esto es algo que a menudo se pasa por alto. De modo que la suposición de que mientras los demonios ocupan un lugar prominente en los Evangelios y Satanás en las epístolas demuestra ser falsa si nos atenemos al número de referencias.
El libro del Nuevo Testamento en el que más se destaca la actividad demoníaca no es ninguno de los Evangelios, sino el Apocalipsis. En él se menciona a Satanás y a sus espíritus malos unas ochenta y seis veces más que en el evangelio de Mateo, el cual es casi el doble de largo.
Es cierto que el libro de Hechos, las epístolas y el Apocalipsis no destacan el ministerio de liberación de los apóstoles y los cristianos en general. En los evangelios esa dimensión de ministerio de guerra espiritual resulta prominente en la vida de Jesús y, en cierta medida, también en la de sus discípulos. Vamos a examinar ahora dicho ministerio.
El ministerio de liberación de los discípulos en los Evangelios
En los Evangelios hay varias referencias al ministerio de los discípulos en el campo de la liberación. La primera de todas es la encomienda a los doce de un ministerio de echar fuera demonios. Aparece en Mateo, Marcos y Lucas. En Marcos se comisiona a los apóstoles «a predicar, y para que tuviesen autoridad para echar fuera demonios» (Marcos 3.14, 15). En Mateo éstos deben expulsar demonios, predicar el reino de los cielos, sanar enfermos y resucitar muertos (Mateo 10.7–8). Lucas no menciona la resurrección de muertos (Lucas 10.1–2).
El rasgo principal de la encomienda apostólica al ministerio es sin embargo el de echar fuera demonios, no el de sanar o predicar. Este hecho no sería tan importante si no fuera por la centralidad del choque con los demonios en el ministerio de Jesús. Ya que el de los apóstoles es una extensión del de nuestro Señor, las dos cosas se hacen compatibles. Ello también revela la comprensión que tenían los escritores sinópticos de la importancia de tales choques de poder para el plan redentor de Dios.
La tarea de expulsar espíritus inmundos es la única mencionada al principio. Luego vuelve a aparecer en un breve resumen en el 6.13, lo cual indica la importancia que Marcos daba a esta parte de la misión. También muestra cuán identificada estaba la misión de los doce con el propio ministerio de Jesús, ya que el evangelista presenta el ministerio público del Señor con un exorcismo (1.21–27) y añade esta práctica a varios resúmenes anteriores (1.39; 3.11; cf. 3.22–29).
Larry Hurtado dice que «la derrota de los malos espíritus era para Marcos el hecho distintivo de la autoridad de Jesús y de la naturaleza del reino de Dios».2 Por lo tanto, el otorgarles esa autoridad a sus discípulos era la señal, o una de las señales, de la unión que éstos tenían con Él en su ministerio. ¿Es esto menos cierto hoy en día?
Todo el relato de la encomienda apostólica a su ministerio por parte de Jesús se centra en su choque con el reino demoníaco. Marcos dice: «Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos» (Marcos 6.7). A continuación de esto viene un informe del ministerio que realizaron y en contraste con la comisión singular recibida de ejercer «autoridad sobre los espíritus inmundos», la labor apostólica relatada por Marcos es cuádruple. Los apóstoles predicaron, echaron fuera muchos demonios, sanaron a los enfermos (vv. 12, 13) y «enseñaron» (v. 30). Sin embargo, el foco de atención es todavía el ministerio de liberación.
Hay un segundo pasaje que tal vez se refiera indirectamente al ministerio apostólico de liberación. Se encuentra en Marcos 9.38–40 y Lucas 9.49–50, donde los apóstoles hallan a un hombre que estaba echando fuera demonios en el nombre de Jesús y se lo prohíben porque, según sus propias palabras, «no nos sigue» (v. 38c). La implicación es que aquel hombre debería haberse unido a ellos en su ministerio y de esta manera habría sido aceptado como compañero de tarea. Jesús los reprende entonces por su orgullo de grupo (vv.39, 40).
Vemos, por tanto, que el ministerio de liberación era parte esencial de la encomienda apostólica a la misión. Esto lo entenderemos mejor cuando examinemos el único relato que se hace de su incapacidad para llevar a cabo la liberación necesaria.
Fracaso en la liberación: lecciones aprendidas
Técnicamente, la iglesia no comenzó hasta Pentecostés. Sin embargo, puesto que empezó con los apóstoles, considero que el ministerio de liberación de éstos antes de esa fecha fue el inicio del de la iglesia apostólica. Para comprender su alcance valdría la pena examinar su principal fracaso registrado en liberar a una persona endemoniada. Se trata del caso del chico que relatan Mateo 17, Marcos 9 y Lucas 9.
Según las propias palabras de Jesús, y como pronto veremos (Mateo 17.21), los apóstoles se enfrentaban a un caso grave de demonización. Además, quisiera destacar dos cosas acerca del ministerio de liberación apostólico del que se trata en este relato. (Utilizaremos la narración de Marcos 9 principalmente.) La primera es que la liberación formaba parte del desarrollo normal de su ministerio, aunque se mencione pocas veces en los Evangelios. Tanto el intranquilo padre como los alicaídos apóstoles esperaban la liberación eficaz del endemoniado como una parte normal del ministerio de estos últimos. La segunda es que, tan normal era en su ministerio la liberación, que todos , incluso los apóstoles mismos, estaban perplejos de que en este caso el demonio no respondiera a su autoridad.
Comenzamos la historia con la gloria de Jesús en la cumbre del monte de la transfiguración (Marcos 9.1–13) y enseguida vemos la vergüenza de los discípulos al pie de dicho monte (vv. 14–18).
A continuación tenemos la conexión directa entre el ministerio de liberación del Señor y aquel de sus discípulos vista por alguien ajeno al grupo. Esto queda claro por el uso de los pronombres «ti» (Jesús) y «ellos» (sus discípulos) en los versículos 17 y 18. Se considera que aquel padre, al traer a su hijo endemoniado a los discípulos, como sus palabras implican, lo estaba trayendo a Jesús. Ellos eran los «hombres de Jesús».
Un niño gravemente endemoniado
Los versículo 17 y 18 proporcionan también una gráfica descripción de la demonización grave que atormentaba al niño. El padre explica que su hijo «tiene un espíritu». «Tiene» es el término griego écho, el más corriente con ese significado en el Nuevo Testamento. Por desgracia, algunas versiones, en vez de traducir este verbo, se dedican a la especulación teológica y lo vierten como «poseer». Si lo que el evangelista tenía en mente era la posesión, hubiera utilizado una palabra griega muy distinta: ktáomai, katécho o hypárcho, por ejemplo, pero no écho. La Reina-Valera de 1960 traduce correctamente dicho verbo por «tiene un espíritu». Un espíritu que le hacía mudo. Aquí se trata de un impedimento biológico específico causado por la actividad demoníaca, como todavía sucede hoy en día, no de un defecto físico.
En cierta ocasión, me encontraba ministrando a un joven que siempre estaba enfermo. Habíamos identificado y echado fuera a muchos demonios, cuando nos topamos con uno que se hacía llamar Fiebre.
«¿Cuál es tu propósito en su vida?», le pregunté.
«Enfermarlo», contestó el espíritu.
Cuando Fiebre salió, el hombre dejó de estar mal. No en el sentido de que nunca más contrajese ninguna enfermedad, todos lo hacemos, sino en el de que la continua indisposición que le había atormentado hasta entonces desapareció de inmediato.
El demonio de Marcos 9 era también un espíritu de ataques de tipo epiléptico, que causaba continuas convulsiones al niño. Lo tiraba al suelo y le hacía echar espuma y rechinar los dientes (v.18), síntomas corrientes todos ellos de epilepsia o de otros trastornos biológicos parecidos.
Sin embargo, en aquel caso no se trataba de una epilepsia biológica. Al niño no le pasaba nada en el cerebro ni en los nervios. Se trataba de una afección demoníaca. Resulta interesante observar que cuando aquel vil espíritu salió, todavía causó al niño un último ataque de tipo epiléptico (v. 26). Sin embargo, el chico no sufrió debido a aquel éxodo violento del demonio (v. 27).
Los otros evangelistas añaden más aspectos del abuso físico-mental que el niño sufría de parte de aquella repugnante criatura demoníaca. Mateo dice que el pequeño era «lunático» y que «padecía muchísimo» (Mateo 17.15). La palabra lunático, en el griego, es seleniázo, literalmente «herido por la luna». En el Nuevo Testamento se traduce tanto por «epiléptico» como por «lunático». Según Vine, «se suponía que la luna influía en la epilepsia».3
Seleniázo sólo lo utiliza Mateo (4.24; 17.15). En 4.24 se emplea dicho término para designar la epilepsia biológica en contraposición directa a la demonización que se menciona en el mismo versículo. El mundo del Nuevo Testamento conocía la diferencia que hay entre ambas dolencias y nosotros haríamos bien en seguir su ejemplo.
Lucas añade que era el «único hijo» de aquel angustiado padre (Lucas 9.38) y que el espíritu «estropeándole, a duras penas se [apartaba] de él» (v. 39). El demonio le hacía «de repente [dar] voces» (un espíritu mudo puede gritar, Marcos 9.17, 25, 26).
¡Qué terrible grupo de palabras y expresiones para describir los intentos de aquel espíritu por destruir al chico!
En este pasaje se utilizan tres de los nombres más corrientes para designar a los espíritus malos: «espíritu» (Marcos 9.17, 20), «espíritu inmundo» (Marcos 9.25; Lucas 9.42) y «demonio» (Marcos 7.18; Lucas 9.42). Además, Jesús se dirige a él llamándolo «espíritu mudo y sordo» (Marcos 9.25).
El hecho de que el demonio le hiciera mudo y sordo destaca todavía más lo horrible que era la dolencia del niñito. Por otra parte, aquel espíritu había morado en él desde la cuna. La palabra griega que en el versículo 21 se traduce por «niño» es paidíon, que se utiliza tanto para los recién nacidos como para los más mayorcitos.4 Con toda probabilidad se hallaba endemoniado desde que era bebé, lo cual también nos ayuda a comprender la angustia que aquello suponía para el padre.5
Además, este hecho aumenta nuestro desprecio y nuestro odio santo hacia los demonios y su reino brutal y repugnante. Es esta, de nuevo, la razón por la que tanto yo como muchos de mis colegas estamos dispuestos a soportar los ataques y las heridas, causadas por las críticas de muchos hermanos, que siempre acompañan a este ministerio crucial a los endemoniados. No es un precio demasiado alto para ayudar a los pequeños de Dios o a los brutalizados adultos a ser libres de la angustia que produce una demonización grave.
Esta historia y la que aparece en Marcos 5 representan los casos más graves de demonización relatados en la Escritura. En el evangelio de Mateo, el padre dice: «[Mi hijo] muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua» (17.15). En Marcos, expresa: «Y [el demonio] muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle» (9.22). No se trataba de ningún intento de suicidio, sino de un asesinato frustrado. Y en Lucas, el aturdido padre explica que el espíritu «a duras penas se [apartaba] de él» (9.39). ¡Qué infierno para aquel pequeño y para su progenitor!
En el ministerio de consejo previo a la liberación que Jesús tuvo en privado con el padre del niño, el Señor recabó información de aquel hombre, y luego liberó públicamente a su hijo (Marcos 9.25–27). Después viene la indagación de los apóstoles en cuanto a la razón de su fracaso en liberar al chico (vv. 28, 29).
Razones del fracaso
Mencionaré sólo algunas de las razones por las que los discípulos fracasaron.
En primer lugar, no actuaron con el espíritu debido (utilizo el término espíritu en un sentido no técnico) para lo que quizá sea el caso más grave de demonización registrado en los Evangelios. El horror absoluto de lo que los demonios estaban haciendo al niñito, tal vez desde su nacimiento, excede a cualquier cosa semejante narrada en las Escrituras.
¿Y por qué digo que no estaban en el «espíritu» debido? El versículo 14 nos explica que discutían con los escribas; y ese no es el mejor contexto para acometer una tarea de liberación de envergadura. Jamás olvidaré el único fracaso serio (hasta ahora) que he tenido en mi ministerio de liberación. Me encontraba bajo la constante crítica de un grupo de teólogos y sicólogos cristianos por diagnosticar demonización en casos de creyentes gravemente perturbados, por lo que invité a algunos de ellos a participar en una sesión de consejo y liberación a fin de que juzgaran por sí mismos mi labor. Jamás repetiré aquella equivocación.
Mi equipo y yo estábamos ministrando a una mujer gravemente endemoniada de la que ya habíamos visto salir varios grupos de demonios, a pesar de lo cual sabíamos que aún tenía más. Puesto que se trataba de una mujer fácil de liberar, pensé que los críticos podrían aprender algo (y yo también de ellos) si participaban en la siguiente sesión de consejo.
No obstante sólo se presentó un sicólogo, amigo mío pero muy crítico en cuanto a esta dimensión de mi ministerio. Decidí permitir una manifestación controlada de los demonios para que él la viera. En el caso de aquella mujer, todos los demonios expulsados habían sido del tipo que quieren hacerse notar; siempre vocingleros e intimidantes, si no los ataba para que guardasen silencio.
Estábamos a punto de comenzar una sesión de oración cuando mi amigo descubrió a una atractiva joven del equipo y tomándola de la mano con firmeza, expresó: «Qué privilegio dar la mano a una joven tan guapa. Esto no me sucede a menudo». La mujer se sintió mal pero no supo qué responder. Me quedé estupefacto.
Aunque todos estábamos turbados por aquella actitud frívola y carnal del sicólogo, intentamos llevar adelante la sesión.
Empecé a orar con los ojos abiertos y pronto vi como los demonios aparecían en la mujer. Su presencia maligna podía observarse en su rostro, en particular en sus ojos. El sicólogo, si es que estaba mirando, tal vez no vio nada. Sabía que los demonios estaban allí y también los miembros de mi equipo y la víctima. El demonio jefe sólo habló una vez y lo hizo directamente a mí y en voz baja. Los componentes del grupo también pudieron escuchar lo que dijo, pero ya que el sicólogo se encontraba a mis espaldas, no se si oiría o vería algo que no fuera la hermosa joven del equipo.
Lo único que expresó el demonio, fue: «Estáis tratando de destruirnos». Y el silencio que reinó durante las dos horas siguientes significaba: «No vamos a cooperar con vosotros. No tenemos por qué hacerlo. La carne de alguien aquí nos da pie para detener lo que intentáis hacer». Cualquiera que lleve años ejerciendo un ministerio de liberación sabe lo que una persona con espíritu carnal, sensual, crítico y falto de compasión puede estorbar en un caso de liberación de demonios profundamente arraigados.
Aquel era en realidad el tipo de situación a que se enfrentaban los discípulos con el niño endemoniado, aunque en su caso el problema lo constituyeran ellos mismos. Si el espíritu de los involucrados en la liberación no está sintonizado con el Espíritu Santo, dicho proceso se interrumpe.
En segundo lugar, los discípulos se enfrentaban a un «género» especial de demonio desconocido para ellos, como explica Jesús en Mateo 17.21. El término utilizado por el Señor es génos en el griego. Vine dice que significa «familia, raza, linaje, generación, género o clase».6 Se trataba del tipo de demonio que sólo sale mediante oración y quizás ayuno (Marcos 9.29 con Mateo 17.21).
James Morrison comenta que aunque los discípulos habían recibido poder para echar fuera demonios, «ese poder no era absoluto … Su ejercicio era condicional». Luego se refiere a la declaración de Jesús en Mateo 17.20, cuando expresa que habían fracasado por su poca fe.7
No quiso decir con eso que sus discípulos fueran totalmente incrédulos. No lo eran. Ellos creían; pero aún les quedaba una cierta medida de incredulidad. Era como si tuviesen dos ejércitos dentro de ellos. Había lucha. En ciertos momentos tenían fe y en otros prevalecía la incredulidad[ … ] Su fe[ … ] tenía problemas para mantenerse firme en el conflicto.
Como afirmara uno de los padres de la iglesia, los discípulos « habían caído de la fe». Esta es una expresión perspicaz.
Morrison dice de Mateo 17.21: «Este género de demonios, del que aquí vemos un espécimen[ … ] es malicioso, sutil y poderoso».8 El relato nos pone abiertamente ante el desconcertante problema de los demonios tercos que a menudo son difíciles de quitar de la vida de sus víctimas. ¿Por qué hay algunos casos de liberación tan arduos?
Las fuerzas que hacen complicados algunos casos
Como sucede con la mayoría de los porqués acerca del mundo espiritual, no hay en este caso ninguna lista definitiva de respuestas. La solución es tan complicada como individuales son los demonios, sus víctimas humanas y toda esa área de la demonización. Las piezas a menudo ocultas, complejas y desconocidas del rompecabezas que supone la historia de la víctima resultan a menudo de una importancia capital. Un área crucial es la herencia familiar de la persona, incluyendo todos los sucesos que culminaron en su concepción, nacimiento y temprana vida familiar o falta de ella.
A continuación están las experiencias únicas de la víctima hasta el momento en que se intenta la liberación: lo que ella ha hecho, lo que le han hecho a ella y las circunstancias en que todo sucedió. Mucho también depende del género y la clase de demonios con que se esté tratando. La Escritura, la historia y la experiencia contemporánea confirman que algunos demonios o grupos de demonios son más difíciles de vencer que otros.
Luego tenemos el asunto de cuál es el grado de control que ejercen los demonios en la vida de la víctima en el momento de intentarse su liberación. (Consideraremos esta importante cuestión con mayor detalle más adelante.) En el relato de Marcos 9, los demonios estaban fuertemente ligados a la vida de su desvalida víctima infantil. Por lo general son difíciles de echar en una sola sesión de liberación. Además, aparte de la solidez de su vínculo, si nos enfrentamos a espíritus muy fuertes y «malos», el proceso puede ser incluso más lento. Esto fue lo que sucedió a los apóstoles con el niñito de Marcos 9.
Por último está la palabra de Jesús en Mateo 17.21, para la que resulta apropiado el siguiente comentario de Morrison: «Para que la fe salga vencedora con los agentes demoníacos más sutiles y poderosos, necesita entregarse en gran manera tanto a la oración como a la renuncia física».9
3 3. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants Ltd, Londres, 1953, 2:37.
5 5. Hay varios libros referentes a la guerra espiritual que presentan relatos de ministerio a niños demonizados, y se han publicado algunos libros buenos sobre ese tema en particular. La Spirit Flyer Series for Children, de John Bibee (InterVarsity Press, 6 vols.) contiene enseñanzas para niños acerca de la guerra espiritual. Y el libro del Dr. James Wilder, A Redemptive Response to Satanism (véase la bibliografía), está escrito para ayudar a los padres a sacar adelante a sus hijos en medio del avivamiento de las sectas satánicas y de la brujería que está teniendo lugar en la actualidad. Otro libro excelente sobre el ministerio a los niños es el de mi amigo Neil Anderson, The Seduction of Our Children, Harvest House, Eugene, OR, 1991c.
7 7. James Morrison, A Practical Commentary on the Gospel According to Matthew , Hodder and Stoughton, London, 1985, pp. 303, 306.
40
El éxito de los setenta
Lucas 10
El relato más detallado del ministerio de liberación eficaz de los discípulos del Señor en los Evangelios es la historia de los setenta, que se narra en Lucas 10.1, 17–19. Todo comienza en el versículo 1, cuando los mencionados setenta reciben su comisión misionera. Jesús los envía «de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir» (v.1), y aunque no se especifica, el centro de atención principal está en el ministerio de liberación que habrían de realizar (Marcos 6.7, 13; Lucas 10.17–19).
En Marcos 6, los apóstoles sólo refirieron a Jesús «todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado» (v. 30). Sin embargo, en Lucas, se nos dice lo que aquellos setenta hicieron y, por implicación, lo que enseñaron. Todo ello está resumido en una triunfante exclamación: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10.17).
Este informe es importante porque constituye el único registro específico del ministerio realizado por los discípulos del Señor después de haber sido comisionados. También resulta consecuente con el enfoque de choque con los demonios y de liberación que debía tener la extensión del ministerio de Jesús que había sido encomendada a aquellos setenta «discípulos laicos». Y lo que es aún más importante, dicho informe zanja la cuestión de en dónde reside realmente la autoridad inmediata para la liberación de los demonios: en los ministros de liberación.
Naturalmente la potestad final la tiene Jesús, pero la autoridad inmediata residía en ellos y lo sabían. De manera que proclaman: Los demonios se nos sujetan, en tu nombre». En otras palabras: «Señor, estamos haciendo aquello para lo cual nos has dado autoridad. Los demonios reconocen nuestra autoridad al ejercer tu potestad contra ellos y el resultado es que se ven obligados a obedecernos».
La respuesta gozosa de Jesús
La respuesta del Señor fue inmediata, alborozada, de confirmación, de afirmación y precavida. En primera instancia, inmediata: «Y les dijo[ … ]» Jesús no les hizo ninguna pregunta, sino que respondió enseguida a su exaltado informe ministerial (v. 18a). En segundo lugar, alborozada. Hay regocijo en las palabras del Señor: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy[ … ]» (vv. 18b, 19a).
A continuación Lucas expresa: «En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó» (10.21).
Estas palabras dan la impresión de que el Salvador se regocijaba en el hecho de que Dios, en su sabiduría, omnipotencia y amor haya dispuesto las cosas de tal manera que el discernimiento de las verdades redentoras del reino sean dadas, no a aquellos altivos y sabios en su propia opinión (como eran en aquella época tantos de los fariseos y escribas), sino a los que, como sus fieles discípulos, en sencillez infantil y humildad sienten su completa dependencia del Señor y aceptan sin arrogancia intelectual las verdades que Dios revela a través de Él.
Luego, Geldenhuys termina diciendo: «El contraste que hace Jesús no es entre los instruidos y los no instruidos, sino entre aquellas personas que tienen una actitud impropia y autosuficiente y aquellas otras cuya disposición es buena y candorosa».2
En tercer lugar, es una respuesta de confirmación. Jesús declara: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo». ¿Qué significa esto? Los comentaristas ofrecen varias sugerencias. Yo quiero dar dos. En primer lugar, que Jesús estaba diciendo: «¡Amén!, lo que decís es cierto. Los demonios se os sujetan en mi nombre. Esto es lo que os he estado explicando». En segundo lugar, que el Señor vio verdaderamente caer a Satanás del cielo como un rayo. Por lo general, cuando me preguntan qué quiere decir este versículo, respondo con mucha naturalidad: «Significa que Jesús “veía a Satanás caer del cielo como un rayo”, eso es lo que quiere decir».
Antes de la intromisión del reino de Dios en el de Satanás, el diablo parecía gobernar sin ninguna competencia seria. Aunque el Señor siempre estaba obrando en su universo, al diablo se le permitía gobernar, en cierto modo, como a un rey. Mandaba en los lugares celestiales sobre un inmenso reino de espíritus malos y dominaba casi sin impedimento en el mundo, teniendo sus espíritus libre acceso tanto al cielo como a la tierra.
Cristo vino para poner fin a ese dominio (Mateo 12.28, 29) y comenzó el destronamiento del diablo con su evento redentor como Dios-hombre. Ahora, como Señor que gobierna en el cielo a la diestra de Dios, sigue desmenuzando el reino de Satanás por medio de su iglesia. Y por último llevará a cabo la plena destrucción de aquél cuando vuelva como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19.11–20.15).
En el caso que nos ocupa, Jesús levanta la mirada y tiene una visión, por así decirlo, de la caída repentina de Satanás de su lugar de dominio y autoridad, la cual relaciona de modo directo con el ministerio de liberación de los setenta. Tal es el contexto inmediato en el que se pronuncian esas palabras incomparables. Leon Morris afirma que esa es la interpretación preferible de lo que Jesús dice aquí.3
En la misión de los setenta, Jesús vio la derrota de Satanás, una derrota tan repentina e inesperada (para las fuerzas del mal) como un rayo o un fogonazo. A los ojos del espectador ocasional, lo que había sucedido no era sino que unos pocos predicadores mendicantes habían estado hablado en unas cuantas pequeñas localidades y habían sanado a un puñado de personas enfermas. Pero con aquel triunfo del Evangelio, Satanás había sufrido una notable derrota.
Aquí Jesús, en el Espíritu Santo, ve a unos laicos, no apóstoles, destronando a los principados y potestades perversos de Satanás con la autoridad de su palabra y en el nombre de su Señor. Jesús no cabe en sí de gozo y de satisfacción. Y en el versículo 18 dice: ¡Amén!
Al rechazar Jesús completamente las tentaciones del diablo (4.1–13) ya había conseguido la victoria sobre el poder de éste. A lo largo de todo el ministerio público del Salvador, esta victoria se reveló en la liberación de aquellos poseídos por el diablo y demás manifestaciones de su poder. Fue especialmente en la gran ofensiva de los setenta contra el poderío de Satanás que quedó claro que éste había ya perdido su posición exaltada de autoridad. El diablo es un enemigo vencido y cuando se emprende la acción en el nombre de Jesús, el Vencedor, la victoria está gloriosamente asegurada.
Este es un comentario excelente; una enseñanza aplicable a todos los que son llamados a enfrentarse con focos afianzados de tinieblas tanto en las vidas de los individuos como en la extensión territorial del evangelio, el caso de este relato.
El equilibrio
Sin embargo, hay una necesidad urgente de equilibrio en esta clase de ministerio de poder. La respuesta de Jesús es cauta. Después de animar mucho a sus obedientes discípulos, los devuelve a la realidad hablándoles de su redención en el cielo. En Lucas 10.20, el Señor dice: «Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos». Geldenhuys comenta al respecto:5
Por el original parece que con este versículo Jesús quiso dar a entender que los discípulos no debían buscar su razón permanente de alegría en el hecho de que los demonios se les sujetasen, sino en que, por la gracia de Dios, sus nombres estaban escritos en los registros del cielo; que habían sido empadronados entre los elegidos del Señor. La realidad de su redención era el beneficio supremo que se les había otorgado.
La promesa de la autoridad delegada
Luego, su respuesta es de afirmación. Los lleva un paso más allá en su fe y ministerio redentor de guerra espiritual: «He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará» (Lucas 10.19).
Esta es sin duda alguna una de las mayores joyas de la preciosa colección de promesas sobre la autoridad delegada que tenemos en toda la Escritura. ¿A qué podemos compararla? Vamos a considerar esta promesa desde una perspectiva séxtuple.
1. La fuente de la promesa. «He aquí [yo] os[ … ]»
Alguien ha dicho que el valor de cualquier promesa es directamente proporcional a la autoridad de la persona que la hace. En este caso se trata del Hijo de Dios, a quien el Padre «constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo»; el que «sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.2, 3). Y que por lo tanto, más tarde puede afirmar: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mateo 28.18).
2. La seguridad de la promesa. «Os doy[ … ].» No en el futuro, sino ahora. El verbo en griego se encuentra en tiempo perfecto («Os he dado», dédoka) e indica una acción terminada. Los discípulos ya tienen la autoridad prometida. Jesús «repitió, ratificó y amplió su comisión[ … ] Habían utilizado vigorosamente su poder contra Satanás, y ahora Cristo les confía más poder».6
3. El don de la promesa. «Os doy potestad[ … ]» La palabra griega es exousía y luego, dynamis usada más adelante. «Dynamis significa poder y capacidad, mientras que exousía es derecho de actuar».7 El enemigo tiene poder y capacidad («fuerza») y el creyente derecho de actuación («potestad»), es decir autoridad delegada.
La ilustración del policía y el camión se utiliza a menudo para indicar la diferencia que hay entre las dos clases de poder. El potente camión se aproxima por la calle y al acercarse a una intersección, de repente, un agente de tráfico (un mosquito si lo comparamos con el vehículo) se adelanta, levanta la mano indicándole que pare y el camión se detiene.
El camión tiene un gran poder respaldándolo, un terrible poder. Podría aplastar al agente de tráfico y seguir su ruta sin ni siquiera reducir la velocidad, pero no tiene autoridad para hacerlo. No cuenta con el derecho de actuación. El policía, en cambio, si lo tiene. Cierto que no posee fuerza. ¿Qué fuerza puede haber en una mano con cinco minúsculos dedos? Sin embargo le respalda toda la autoridad de la ciudad e incluso del estado o la nación. La autoridad delegada del agente pone al potente camión bajo su control.
«He aquí —dice Jesús —os doy potestad sobre toda fuerza del enemigo». ¡No es extraño que el Señor regañara a los apóstoles por «salirse de la fe» y quedarse sin autoridad ante el poder de los demonios que ocupaban la vida de aquel niñito (Mateo 17.14–21)!
4. La oposición a la promesa. Esto se resume en tres palabras: «serpientes», «escorpiones» y «el enemigo». La autoridad sobre serpientes y escorpiones podría ser una referencia a la serpiente de Génesis 3.15, a quien más tarde se la llamaría «el enemigo». Sin embargo, resulta aún más probable que se trate del áspid del Salmo 91.13, uno de los mejores salmos —entre los tantos que hay— de guerra espiritual.8 E. H. Plumtree, escribiendo para Ellicott, concuerda conque la referencia es a estos áspides «símbolos del poder espiritual maligno».9
Jesús utiliza la expresión «el enemigo» varias veces en los Evangelios refiriéndose al diablo. En Mateo 13, a éste se le llama «su enemigo» (v. 25), «un enemigo» (v. 28) y se dice que «el enemigo[ … ] es el diablo» (v. 39). El enemigo al que nos enfrentamos nosotros es el diablo en singular, todos nuestros demás adversarios no son más que una extensión de su poder maligno.
A pesar de las apariencias que pueda haber en sentido contrario, el enemigo no es ni omnipresente, ni omnisciente, ni omnipotente. Por eso necesita a sus serpientes y escorpiones; es decir, a sus ángeles, demonios y espíritus malos. Es obvio que hay miles de millones y ya que están por todas partes, pareciera que Satanás mismo se encuentra en todo lugar. Desde el punto de vista de que los demonios son también diablos, o sea que poseen su misma naturaleza, Satanás, mediante ellos, está en todas partes al mismo tiempo. Por lo tanto, la relación entre las serpientes y los escorpiones con el enemigo en este versículo es un anticipo de Efesios 6.10–12.
5. El ámbito de la promesa. «Os doy potestad sobre toda fuerza del enemigo». Aunque resulta evidente lo que Jesús está diciendo aquí, este versículo puede aplicarse mal de muchas maneras.
Es posible hacer una aplicación errónea en cuanto al método. Ciertos creyentes han utilizado este versículo para ir a la caza de demonios; sin embargo la promesa debe interpretarse primordialmente en el contexto del mandato misionero. Lo que Jesús está diciendo es: «Os he enviado para que continuéis mi ministerio redentor. El enemigo se opondrá a vosotros, pero cuando lo haga sabed que os he dado plena autoridad sobre todo su poder, el cual lanzará sin duda en vuestra contra».
Luego está la excesiva simplificación. A algunos creyentes se les dice que pueden destronar, en una conferencia de fin de semana sobre guerra espiritual, a los principados y las potestades que llevan siglos gobernando unidades geográficas o socio-culturales. Esto es engañarse a uno mismo. Aunque nuestros enemigos ya hayan sido derrotados, no están muertos, ni siquiera heridos. Varios años después de la muerte, el entierro, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor, el apóstol Pablo describe a Satanás como el todavía activo «dios de este siglo» (2 Corintios 4.4). Nuestro enemigo, aunque vencido, está todavía en guerra con nosotros y pelea hasta que se le obliga a retirarse. Sin embargo, la suya no es una retirada permanente: se reagrupa y pasa de nuevo a la ofensiva. Satanás sigue acechando en busca de cualquier vía posible para volver (1 Pedro 5.8s).
Enseguida tenemos el abuso potencial de la fe y el poder, que puede convertirse en cinismo y altivez. «Puedo arreglármelas yo solo», nos decimos. «Dios me ha dado autoridad sobre el enemigo. ¡Que vengan! Los espero». Debemos evitar la tentación del poder espiritual del mismo modo que aquella del poder mundano. Nuestra contienda no es ni con soldados de juguete ni ficticia; se trata de una guerra sucia, infernal y dolorosa contra un enemigo vencido que todavía no ha aceptado su derrota. En dicha guerra ha habido y seguirá habiendo muchas bajas cristianas.
Por último está la aplicación errónea basada en el apocamiento. La gente se lamenta: «No me gustan las serpientes ni los escorpiones. Y aunque Jesús me haya dado autoridad sobre el enemigo, no quiero molestarlo. El hacerlo acarrea problemas y bastante tengo sin necesidad de buscar más. Si dejo tranquilo a Satanás espero que él haga lo mismo conmigo y me deje también en paz».
6. La consolación de la promesa. «Y nada os dañará». ¿Es eso cierto? Sí y no. Digo que no porque todos los hijos de Dios que han hecho y hacen frente al enemigo han sido y son heridos por él, y en ocasiones de un modo muy doloroso. Debemos recordar que fue aquel maltrecho guerrero, el apóstol Pablo, quien escribió: «De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús» (Gálatas 6.17).
Digo que sí, que es cierto, porque en nuestra lucha podemos ser «derribados, pero no destruidos» (2 Corintios 4.8, 9). «Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8.37). «[Dios] nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús» (2 Corintios 2.14). Matthew Henry escribe que Cristo nos ha dado «poder defensivo» al igual que «autoridad ofensiva».10
Este fue por lo tanto el ministerio de guerra espiritual de los doce apóstoles y del grupo más amplio de los setenta discípulos en los Evangelios. A continuación veremos lo que quizás no sea sino la punta del iceberg de su continuo ministerio de liberación registrado en los Hechos de los Apóstoles.
1 1. Norval Geldenhuys, Commentary on the Gospel of Luke, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 197, p. 306.
7 7. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 3:196 y 197.
8 8. He hecho una larga lista de salmos cuyo principal foco de atención es la guerra espiritual, un estudio profundamente instructivo y reconfortante. Los enemigos de David pueden verse como carne y sangre solamente o también como agentes de los principados y potestades que operan por medio de ellos.
9 9. Rdo. E. H. Plumtree, en Charles John Ellicott, A Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 6:292.
10 10. Matthew Henry, Commentary on the Whole Bible , Fleming H. Revell, Nueva York, 1935, p. 683. Muchos libros de guerra espiritual tienen un enfoque tanto en el aspecto ofensivo como en el defensivo del ministerio del guerrero espiritual (véanse Jacobs, 1991, pp. 77s; Kraft, 1989, pp. 133s; por mencionar unos pocos ejemplos destacados).
41
Los comienzos en el libro de Hechos
Hechos 2 y 4
Todos los ejemplos de guerra espiritual que aparecen en los Hechos de los Apóstoles centran su atención en los choques con Satanás y sus demonios protagonizados por los líderes cristianos. Sin lugar a dudas, también los «laicos» los experimentaron, pero Lucas se concentra sólo en los dirigentes. Por otro lado, aunque no se menciona por nombre a Satanás hasta el capítulo 5, a la luz de su retrato escritural como enemigo hostil de los hijos de Dios está presente desde el comienzo hasta el fin del libro.
La estrategia de Satanás contra la iglesia primitiva
Mi amigo, el Dr. Arthur Glasser, Decano Emérito de la Escuela de Misión Mundial del Seminario Teológico Fuller, ve en los primeros capítulos del libro de Hechos una estrategia cuádruple de guerra espiritual por parte de Satanás contra la iglesia primitiva.1
Primero, el diablo trata de detener la acción evangelizadora del pueblo de Dios. En Hechos 4.1–4, el concilio judío prende, encarcela e interroga a Pedro y a Juan por predicar y efectuar la sanidad del mendigo cojo a la puerta del templo llamada la Hermosa (3.10 con 4.7). Lucas señala que las causas de la oposición fueron que estaban «enseñando al pueblo» y «anunciando en Jesús la resurrección de entre los muertos» (v. 2). Sin embargo, los dirigentes judíos no se atrevieron a maltratar físicamente a los apóstoles porque temían al pueblo (vv. 21, 22). Se limitaron a advertirles que «en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús» (v. 18).
El antagonismo a la predicación, enseñanza y ministerio de poder de la iglesia se inflama de nuevo en Hechos 5 con unas consecuencias más graves. Esta vez encarcelan a todo el grupo apostólico (v. 17) y la causa inmediata de ello es una serie de choques de poder de los siervos de Dios con Satanás y los espíritus malos además del ministerio milagroso general ejercido por los apóstoles (4.30–37), principalmente por Pedro (5.1–16).
Los apóstoles son juzgados por todo el Sanedrín o concilio judío (5.21, 27), que está furioso porque han desobedecido su mandato anterior de no enseñar «en ese nombre» (v. 28). Cuando Pedro y los once se defienden con valentía, el airado concilio decide ejecutarlos (v. 33). Sólo gracias a la intervención de Gamaliel se les perdona la vida (vv. 34–40a), aunque son azotados y reciben la orden de que «no [hablen] en el nombre de Jesús» (v. 40c). Esta es la cuarta vez que el nombre del Señor se utiliza como concepto de poder en Hechos (v. 31). Los apóstoles desobedecen la orden de callar y el diablo sufre su primera derrota registrada en Hechos.
Segundo, Satanás intenta contaminar la vida espiritual de los miembros de la iglesia. Los diez primeros versículos del capítulo 5 de Hechos quizás contienen uno de los relatos más conocidos y controvertidos del Nuevo Testamento: el extraño comportamiento y la muerte de Ananías y Safira. Satanás trata de conseguir poder sobre la iglesia corrompiendo la vida de una de sus familias destacadas. Aunque la estrategia del diablo fracasa, es sólo gracias a la intervención directa de Dios. Desde aquel día, ha sido una de las formas más eficaces de Satanás para frenar o poner trabas a la influencia beneficiosa de la iglesia en el mundo. En este pasaje el diablo sufre su segunda derrota (vv. 12–16).
Tercero, Satanás intenta dividir a la congregación. Aquí el contexto es el crecimiento cada vez más explosivo de la iglesia primitiva (5.42–6.1a). El diablo trata de dividir a la iglesia aprovechando su éxito en la evangelización y el crecimiento numérico. Con el aumento de la gente viene también el de los problemas. Satanás quiere producir fracasos por medio de los éxitos de la comunidad cristiana.
La segunda parte del versículo 1 de Hechos 16 nos muestra que la iglesia monocultural de Jerusalén se ha convertido en una congregación bicultural. Ahora está formada por dos grupos culturales distintos: los «hebreos nativos» y los «griegos». La causa inmediata de división potencial de la iglesia es la tensión existente entre ambos grupos por la supuesta discriminación que hacen los apóstoles en la dirección del programa de ayuda social de la iglesia. Es obvio que las viudas de los griegos eran pasadas por alto en beneficio de las hebreas.
Había que hacer algo en cuanto a aquel problema de discriminación. Los apóstoles, responsables de administrar el programa de ayuda (Hechos 4.36, 37), aceptaron la responsabilidad de dicho problema. En su respuesta descubrimos que aquel programa social había creado dificultades que los desbordaban. «No es justo», dicen, «que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas» (Hechos 6.2).
Los apóstoles actuaron con sabiduría y resolvieron el problema inmediato, como revelan los versículos 2 al 6. A consecuencia de ello hubo un crecimiento aún mayor de la iglesia (v. 7a). El evangelio se desbordó sobre un nuevo grupo cultural: los sacerdotes (v. 7). De modo que Satanás tuvo que encajar una nueva derrota.
Cuarto, el diablo utiliza entonces su última estrategia: agita a los dirigentes políticos para que hagan lo que los líderes judíos no habían podido hacer. El rey Herodes asesta un fuerte golpe al liderazgo de la iglesia (12.1s), en primer lugar ejecutando al apóstol Santiago (vv. 1, 2). Según el versículo 3, Herodes debió dar aquel paso con cierta inquietud. En el pasado los apóstoles habían gozado de un gran favor con el pueblo judío (4.16, 21; 5.26). Evidentemente dicho favor se había erosionado en la época de Hechos 12, ya que la ejecución de Santiago agradó a los judíos (v. 3a).
El segundo paso consiste en arrestar y encarcelar al apóstol Pedro (12.3, 4). Herodes iba a someterlo a un juicio público, no a ejecutarlo en privado como había hecho con Santiago (v.4b). Lo que quería, por supuesto, era emplear aquel suceso tanto para mejorar su posición con el pueblo judío como para avivar el latente antagonismo contra los cristianos convirtiéndolo en una resistencia ardiente. Luego, con el tiempo, podría arrestar y ejecutar a todo el liderazgo de la iglesia sin temor a la reacción del pueblo judío.
Quizás el plan de Herodes hubiera tenido éxito si Dios no hubiese intervenido enviando a su ángel excarcelador para liberar de la prisión al apóstol (vv. 6–10). Una vez que dicho ángel hubo terminado con Pedro, le hizo una visita al rey Herodes, esta vez con consecuencias nefastas para el arrogante monarca, quien murió «comido de gusanos» (v. 23) ¿El resultado? «Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba» (v. 24). Otra derrota más para el diablo.
¿Escaso ministerio de liberación en el libro de Hechos?
El hecho de que no se mencione a menudo a los demonios no significa que los apóstoles y los primeros cristianos no estuvieran involucrados en liberaciones. Tal vez lo hacían. ¿Por qué, pues, se presta tan poca atención en Hechos a esta dimensión más abierta de la guerra espiritual cuando es tan prominente en los evangelios sinópticos? Aunque no puede contestarse con seguridad a esta pregunta, quisiera expresar algunas sugerencias respecto a ella.
1. Sería igual de apropiado preguntarnos por qué el apóstol Juan no menciona nunca en su evangelio el ministerio de liberación de Jesús mientras que los sinópticos sí lo hacen. ¿Significa ese silencio que dicho ministerio no se estaba practicando? Si creemos que el Espíritu Santo guió directamente la pluma de todos los escritores bíblicos, tenemos que afirmar que también dirigió a Juan para escribir su evangelio con propósitos distintos a los de los otros tres.2 Por ejemplo, registra algunas de las enseñanzas de Jesús sobre Satanás que no se encuentran en los sinópticos (Juan 8.31–59; 12.31; 14.30; 16.11; 17.15). Lo mismo puede decirse de Hechos. El Espíritu Santo no quiso que Lucas registrara todos los choques de poder del ministerio de liberación de la iglesia apostólica.
2. El modelo de ministerio para el que Jesús adiestró a sus discípulos continuaría de un modo natural a lo largo de tod a su vida. En ninguna parte se anula o se cambia. Debe entenderse, en efecto, que cuando los demonios apareciesen oponiéndose a su ministerio, los discípulos tratarían con ellos exactamente como se les había enseñado.
3. Todas las «sesiones» de liberación registradas en los evangelios tuvieron lugar en público y con los demonios en plena manifestación. Aunque había sin duda razones específicas para que así fuera, no se mencionan. Esto no quiere decir, sin embargo, que no hubiera un ministerio privado de liberación funcionando continuamente. Tal vez sí lo había. Ya que el ministerio de liberación de Jesús era una señal del reino y de su autoridad única (Mateo 12.28, 29), el Señor lo ejercía en público. Y puesto que el de sus discípulos constituía una extensión del suyo propio, lo mismo se aplicaba a ellos.
4. Los choques con demonios ocurren varias veces en el ministerio de los discípulos dentro del libro de los Hechos. Todos ellos supusieron manifestaciones públicas de espíritus malos (Hechos 5, 8, 16, 19).
5. Los Hechos de los Apóstoles registran muchos movimientos evangelísticos y de fundación de iglesias que crecían muy rápido, a menudo acompañados de sanidades y otros milagros, y al menos en Samaria, del éxodo masivo de espíritus demoníacos (Hechos 8.5–13). Cuando tiene lugar un movimiento de personas en el contexto de las demostraciones de poder del Espíritu de Dios, los demonios casi siempre se van por sí solos en masa. Por lo general no se precisa de sesiones de ministerio individualizadas.
6. Una característica del estilo de Lucas en Hechos cuando registra las estrategias específicas de evangelización o de fundación de iglesias es dar una visión panorámica de las mismas. Puede que luego haga otra breve referencia a la estrategia en concreto, pero después de ello no vuelve a repetirla. En circunstancias parecidas debemos comprender que sucedieron cosas semejantes.3
7. Algunos preguntan por qué el libro de los Hechos (y las epístolas) no hacen referencia alguna a la enseñanza apostólica de cómo trabajar con los endemoniados. La respuesta es la, tan conocida, del silencio de la Escritura: No lo sé, porque la Biblia no lo dice.
Sin embargo, podemos formular una pregunta que guarda relación con esta: ¿Por qué no dicen nada los Evangelios sobre la enseñanza de Jesús a sus discípulos en cuanto a cómo trabajar con los endemoniados? Vemos al Señor liberando. Lo vemos encomendando a sus discípulos a un ministerio de liberación. E incluso vemos a estos últimos ejerciendo dicho ministerio. Pero no tenemos enseñanza alguna de Jesús en cuanto a cómo llevar a cabo un ministerio de echar fuera demonios o de choques de poder. Debemos suponer que dio dicha enseñanza, y que los discípulos hicieron lo propio preparando a su vez a otros de la misma manera.
8. De una cosa estamos seguros, y es de que Jesús liberó a endemoniados, como también los apóstoles, los setenta y el liderazgo de la iglesia apostólica (Hechos 5, 8, 16). La mucha o poca frecuencia con que se mencione no es una indicación válida de su importancia.
Evangelización sin inhibiciones
Los primeros tres capítulos del libro de los Hechos muestran a los apóstoles llenos del Espíritu Santo y evangelizando sin cohibición alguna en Jerusalén. Satanás utilizó todas las estrategias a su alcance para detener a la iglesia en su expansión. Según el relato de Lucas en Hechos, el testimonio apostólico principal se centró en por lo menos dos poderosas «campañas evangelísticas», para utilizar un término moderno, separadas por un período eficaz de enseñanza y testimonio personal. Dichas «campañas» comenzaron con milagros.
La primera de ellas, en el capítulo 2, se inició con una ráfaga de viento semejante a un ciclón que llenó toda la ciudad de Jerusalén. El sonido atrajo a las multitudes hasta el aposento alto (Hechos 2.1–6a) y fue seguido de inmediato del don milagroso concedido a los discípulos de hablar en los idiomas representados en la muchedumbre que se había reunido (vv. 4–11). La respuesta fue, primeramente, de una indagación sincera: «¿Qué quiere decir esto?» (v. 12), y, en segundo lugar, de burla: «Están llenos de mosto» (v. 13).
Luego Pedro se levantó con los once y proclamó el evangelio (vv. 14–36). Evidentemente el Espíritu llevó a la gente a una gran apertura al mensaje de Jesús y los reunidos preguntaron: «Varones hermanos, ¿qué haremos?» (v. 37). Pedro les contestó (vv. 38–40) y tres mil respondieron al evangelio creyendo, bautizándose y añadiéndose a los ciento veinte discípulos (v. 41).
De este modo, la iglesia de Jerusalén creció desde ciento veinte hasta tres mil ciento veinte discípulos en un solo día. ¡A eso se le llama «crecimiento de la iglesia»! Y también «evangelización de poder».4 Aquello fue seguido de un período de enseñanza intensa para los recién convertidos y de más evangelización de poder. El crecimiento diario de la nueva iglesia no podría calificarse más que de espectacular (2.42–47).
A continuación, Dios prepara la escena para otro esfuerzo evangelístico poderoso, esta vez por medio de la sanidad5 de un hombre cojo a la puerta del templo llamada la Hermosa (Hechos 3.1–26) que da como resultado un crecimiento de la iglesia todavía más dramático: casi cinco mil hombres más se añaden a ella (4.4).
F. F. Bruce nos dice que la expresión en griego es «tòn ándron, “de los hombres”, distinguiéndolos de las mujeres y los niños, no tòn ánthropon, “de los hombres” en el sentido de los seres humanos».6 ¿Por qué se menciona a los hombres nada más? Es posible que porque aquella era una sociedad con orientación masculina o porque eran tal vez los jefes de familia. En tal caso hubiera podido suponer la adición a la iglesia de unas quince mil personas o más.
La primera oposición
Esto fue demasiado para el diablo. Satanás debía estar fuera de sí de rabia. De modo que hizo cuanto pudo para detener la expansión de la iglesia por medio del control que tenía de los líderes judíos. Cuando éstos llamaron a Pedro y a Juan para interrogarlos en Hechos 4, les hicieron dos preguntas interesantes, cada una de las cuales encaja en nuestra panorámica de los Hechos desde el punto de vista de la guerra espiritual.
Una pregunta referente al poder
Primero, les preguntaron «¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?» (v. 7). Observe que aquellos líderes no cuestionaron la autenticidad del milagro; en realidad se lamentaban de que «señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar» (v. 16). R. J. Knowling dice que la pregunta implica una acusación de estar utilizando algún nombre o alguna fórmula mágica para realizar el milagro, como ocurriría más tarde en Hechos 19.13.7 Lo que habían hecho Pedro y Juan no era aceptable para el judaísmo de la época, por tanto se consideraba aquella sanidad como de origen mágico o demoníaco.
La palabra «potestad» aquí es dynamis. Walter Wink expresa que dynamis tenía dos usos principales en el Nuevo Testamento. El primero se refería a los «milagros». Después de éste, se utilizaba primordialmente para indicar entidades o atributos espirituales, como veremos más adelante en nuestro estudio. Wink dice que la referencia en Hechos 4.7 es en realidad a un «espíritu malo».8 Aquellos dirigentes judíos, como habían hecho siempre con Jesús (Mateo 12.24), acusaban ahora a Pedro y a Juan de hacer magia espiritual. El milagro, insinuaban, era de origen demoníaco. Querían que los apóstoles lo admitieran y les dijesen la fuente o la fórmula de poder que se escondía tras el mismo.
Una pregunta referente al nombre
En segundo lugar está la pregunta acerca del «nombre» que había detrás del milagro (v. 7c). «Nombre» u ónoma es también un término de poder.9 Así se consideraba en el mundo de las culturas bíblicas de la época, incluso en la judía. Y tenía la misma connotación cuando lo utilizaban Jesús y la iglesia primitiva. En el mundo pagano, el nombre de algo o de alguien poseía un significado mágico si se utilizaba en sentido espiritual. Como veremos más adelante en nuestro estudio, los papiros mágicos contienen listas de nombres de poder y consejos sobre cómo deben usarse. En los exorcismos paganos, se suponía que conocer el nombre del espíritu confería a la persona cierto control sobre éste.
La utilización del nombre de Jesús en el ministerio de milagros era fundamental para el concepto cristiano del poder, sin embargo, los creyentes primitivos le quitaron todo significado mágico. Escribiendo acerca del uso del «nombre» en la Escritura, Hawthorne dice que sería incorrecto considerar los «nombres» del Antiguo Testamento como meras «etiquetas de identificación» a semejanza de los que se emplean en la cultura occidental moderna, y escribe: «El nombre de una persona revelaba a veces su carácter, su personalidad y aun su destino. En realidad se consideraba a menudo casi como una expresión, incluso una revelación, de su verdadera naturaleza».10
El autor habla entonces de la relación que existe entre invocar el nombre de uno sobre o respecto a una persona, cosa, lugar, etcétera, y la propiedad del objeto nombrado.11
Queda claro[ … ] que «invocar el nombre» de uno sobre una persona o un lugar es un modismo que[ … ] declara que ahora le pertenecen a él; están bajo su autoridad y protección. (2 Samuel 12.28; Salmo 49.1; Isaías 4.1).
Dicho modismo es en especial importante cuando se utiliza para describir la relación de Yahvé con el pueblo de Israel. Sobre ellos es invocado el nombre del Señor. Ellos son su posesión particular, están sujetos a su señorío y bajo su protección y cuidado. (2 Crónicas 7.14; Isaías 63.19; Jeremías 14.9; 15.16; Daniel 9.19). Son el pueblo de Dios.
En el Nuevo Testamento el uso del «nombre» no cambia, excepto por algunos elementos que se le añaden procedentes de la cultura griega.
El significado de las preguntas del concilio
Estos datos nos ayudan a comprender el interés de las preguntas del Sanedrín a Pedro y a Juan (Hechos 4.7), el uso del nombre de Jesús por los apóstoles en la sanidad del cojo (3.6, 16) y su empleo continuo del mismo (4.10, 12, 30; 5.41). Por último la información en cuestión arroja luz sobre las constantes referencias del concilio al nombre del Señor y las objeciones en cuanto al ministerio constante de evangelización en el mismo nombre (4.17, 18; 5.28, 40).
Hawthorne señala que:
[ … ] las afirmaciones que en el Antiguo Testamento se hacen acerca de Dios, ahora, en el Nuevo, se aplican a Cristo (cf. Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 1.7–12). El nombre más frecuente empleado para Dios en el Antiguo Testamento, Yahvé (LXX Kyrios, «Señor») se convierte en el favorito de la iglesia para referirse a Jesús.
La primera confesión de fe en Cristo que utilizó la iglesia fue, con toda probabilidad, «Jesús es Señor» (cf. Romanos 10.9; Filipenses 2.9–11). Así que todo lo que pueda decirse del nombre de Yahvé[ … ] [son cosas que] se dicen del nombre de Jesucristo (Hechos 4.17; Juan 14.1; 1 Corintios 1.2).12
Los seguidores de Jesús profetizaban en su nombre (Mateo 7.22), echaban fuera demonios en su nombre (Lucas 10.17), realizaban milagros en su nombre (Marcos 9.39) … todo lo hacían en su nombre. Al utilizar esta expresión quedaba claro que los discípulos hablaban y actuaban como Jesús, en su lugar y con su autoridad, al igual que sucedía con los profetas de Yahvé en el Antiguo Testamento (véase Hechos 4.7–10).
Wink escribe acerca del concepto bíblico de la potestad y las potestades, buenas y malas, y dice que como término de poder, ónoma («nombre») se utiliza la mayoría de las veces acerca de Jesús como Señor y Cristo (noventa y siete de las doscientas veintiséis). También se asocia con el nombre de Dios cuarenta y cuatro veces, «siempre refiriéndose a la totalidad del poder y del ser divino».13
Wink afirma asimismo que siete veces «nombre» representa la esencia del mal satánico, todas ellas en Apocalipsis. Cuando se aplica a la bestia o la ramera (Apocalipsis 13.1, 17; 14.11; 15.2; 17.3, 5), «cristaliza la realidad interna, la degeneración moral y la brutalidad política del Imperio Romano». Y cuando se refiere al rey de las langostas, «incluye etimológicamente su función: él es “el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”; es decir, Destructor (Apocalipsis 9.11)».
Aquí en Hechos, los gobernantes (árchontes), ancianos y escribas preguntan a Pedro y a Juan: «¿Con qué potestad (dynámei), o en qué nombre (onómati), habéis hecho vosotros esto?» A lo que Pedro alega: «No hay otro nombre (ónoma) bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4.12). Resumiendo: El nombre de Jesús se ha convertido en el Nombre de los nombres. «Y en su muslo tiene escrito este nombre: “Rey de reyes y Señor de señores”» (Apocalipsis 19.16).
Cuando[ … ] Jesús recibe «un nombre que es sobre todo nombre», a saber kyrios (Filipenses 2.9–11), y es exaltado «sobre todo nombre que se nombra» (Efesios 1.21), esto[ … ] debe incluir a toda potestad con título, toda autoridad investida de cargo, cada uno de los funcionarios que desempeñan un papel, ya sea divino, diabólico o humano. Por lo tanto, como en Colosenses 1.16, el término ónoma (nombre) señala hacia la comprensión más amplia posible de las potestades.
Ahora podemos comprender la seriedad que revestía la pregunta del concilio judío en Hechos 4.7 y sus esfuerzos frenéticos por desautorizar el uso continuado del nombre de Jesús (Hechos 4.17, 18; 5.28, 40). Debían a toda costa detener la liberación de aquella energía sobrenatural que brotaba de dicho nombre: Jesús.
También entendemos ahora por qué, cuando los discípulos quebrantaron su mandamiento, los miembros del concilio «se enfurecían y querían matarlos» (Hechos 5.33). Así como la razón de que dichos discípulos utilizasen el nombre de Jesús como un canal para la liberación del poder milagroso de Dios. El nombre y la persona del Señor son, en la práctica, una sola cosa (3.6, 16; 4.8–12, 30; 5.41).
Aunque el Sanedrín consideraba el poder y el nombre de Jesús como algo mágico o demoníaco, los discípulos lo veían como el nombre y la persona de Dios, el Señor, el Hijo. Mientras que el concilio lo concebía como un ataque satánico contra el reino de Dios, los discípulos lo tomaban como el ataque del reino de Dios al de Satanás. El nombre es la fuente de poder que hay detrás del reino de Dios.
Evidentemente el Sanedrín soltó a Pedro y a Juan de la cárcel debido al miedo que tenía del pueblo. Se había producido un gran milagro: un judío cojo muy conocido había sido sanado por medio de los apóstoles (4.13–16). Sin embargo, había que detener a aquellos hombres. El concilio llegó a la conclusión de que podían lograrlo atemorizando a Pedro y a Juan (vv. 17, 18). Cuando Pedro rehusó aceptar sus términos para ser puesto en libertad, lo único que pudieron hacer fue amenazarlos y dejar que se fuesen de todos modos (4.21).
La atrevida petición de la iglesia
Los discípulos se reunieron con la iglesia y oraron a Dios pidiendo que extendiera su mano para que se hicieran sanidades, señales y prodigios mediante el nombre (ónomatos) de su santo Hijo Jesús (4.30). Dios respondió con poder (v. 31a) y ellos siguieron hablando la Palabra de Dios con denuedo (v. 32), «y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos» nos cuenta Lucas (v. 33).
¿Qué podemos decir acerca de la petición de la iglesia solicitando que Dios hiciera milagros y orando «[extiende] tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús»?
En primer lugar, afirmamos que los milagros verdaderos son el resultado de la intervención directa de Dios en las operaciones normales de las leyes de su universo. Su poder hace a un lado las leyes «naturales» a fin de cumplir unos objetivos específicos. El libro de los Hechos de los Apóstoles relata muchos de esos casos de intervención divina directa. John Bright llama a esos actos milagrosos «las señales del reino».15 La fórmula más corriente para describir las actuaciones milagrosas de Dios en el libro de los Hechos es milagros, señales y prodigios; cualquier combinación de estas tres cosas o de dos de ellas.
La oración de Hechos 4 pidiendo milagros se centró particularmente en la sanidad (v. 30), lo cual es comprensible al menos por tres razones: una, que la mayoría de los discípulos habían presenciado y participado en el ministerio curativo de Jesús; dos, que habían sido comisionados por Él a ese mismo ministerio, junto con el de liberación; y tres, que la oración para obtener sanidad era culturalmente apropiada para los judíos.
William Barclay ha escrito: «Si un judío estaba enfermo, por lo general acudía antes al rabino que al médico, y lo más probable es que fuese sanado».16 Los milagros de sanidad son igual de pertinentes y necesarios hoy en día entre los afligidos que cuentan con poca o ninguna ayuda médica. Además, nuestro Padre ha dado los «dones de sanidades» a la iglesia con objeto de satisfacer la necesidad de sus hijos enfermos (1 Corintios 12.9).
Por último, en el ministerio de liberación y en los choques de poder sigue habiendo milagros. Aunque a menudo se niegue, el ministerio de liberación no sólo es una actividad sanadora, sino también un ministerio de milagros. Los demonios que atan a la gente tienen tanto la base como el derecho y el poder de seguir poseyendo en parte a sus víctimas. La víctima y los espíritus malos son parte de este mundo sobre el cual Satanás gobierna como dios.
Mediante la orden autorizada del ministro de liberación (que puede ser la víctima misma por medio de la autoliberación), los demonios se ven obligados a dejar el control de sus víctimas. El poder del reino de Dios, el Espíritu Santo y a menudo los ángeles del Señor intervienen directamente para romper el poder del reino de Satanás en ese momento. Se trata de un verdadero milagro, un auténtico choque de poder.
Con este estudio inicial de algunas de las dimensiones de guerra espiritual que descubrimos en el ministerio apostólico en los Hechos, estamos listos para examinar los seis relatos principales de choques con demonios en la iglesia apostólica tal y como se nos cuentan en dicho libro.
2 2. Un excelente tratamiento de lo que suele llamarse «la cuestión juanina» es la panorámica que presenta Leon Morris del evangelio de Juan en ISBE 2: 1098–1107, así como la de I. H. Marshall, sobre la teología del apóstol, también en esa misma enciclopedia (2:1081–1091). En el mismo volumen, Morris hace además un estudio sobre el apóstol Juan ( pp. 1107 y 1108). Dicho autor ha escrito, por otra parte, en el NICNT, uno de los mejores comentarios a la venta hoy en día sobre el cuarto evangelio. No hay nada comparable ni en erudición ni en fidelidad al mismo como Palabra de Dios. También el artículo de Donald Guthrie, “Johannine Theology” en ZPEB 3:623–636 es excelente. R. E. Hayden, por su parte, hace un estudio magistral sobre el evangelio de Juan en ese mismo volumen ( pp. 657–674) y G. A. Turner sobre la persona del apóstol ( pp. 637–641). Todos ellos son magníficos.
3 3. Por ejemplo, en Hechos 13 se nos cuenta detalladamente el ministerio de Pablo en una sinagoga; después de lo cual, pocos detalles vuelven a darse acerca de su continua labor en los lugares de culto judíos. Hechos 14.1; 1.2 son ejemplos de ello. En el segundo, Lucas escribe: “Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos[ … ] ” Lo mismo puede decirse de su predicación a las multitudes gentiles. El ejemplo más importante lo tenemos en Atenas (Hechos 17.22s). En Hechos 14.14–18 se nos da una versión condensada de dicha predicación, tras lo cual se menciona que Pablo predicaba a los gentiles, pero no se nos presentan más bosquejos de su mensaje.
7 7. R. J. Knowling en W. Robertson Nicoll, Expositor’s Greek New Testament—The Acts of the Apostles Eerdmans, Grand Rapids, MI, sin fecha, p. 125.
9 9. Véase G. F. Hawthorne, «Name», ISBE 3:481–483. El estudio de Walter C. Kaiser, hijo, en ZPEB 4:360–366 es también excelente.
16 16. William B. Barclay, Acts of the Apostles, The Daily Study Bible, Westminster, Filadelfia, 1958–1960, p. 122.
42
Ananías y Safira
Hechos 5
El relato que vamos a examinar ahora es tal vez uno de los más conocidos del libro de los Hechos. Trata de una familia de la iglesia encabezada por Ananías. Aunque se menciona a su mujer, Safira, no se dice nada más acerca de ellos. Es obvio que no tenían hijos viviendo en casa.
El incidente ocurrió poco después de que la iglesia de Jerusalén saliera de la persecución que se había desatado con motivo de la sanidad del cojo en el templo (Hechos 4).1 La iglesia surgía de aquel ataque más fuerte que nunca (4.31–33). Hechos 4.32–37 narra los esfuerzos de los cristianos primitivos por satisfacer las necesidades sociales de sus miembros. El pasaje presenta a un cuerpo de creyentes unidos que se amaban y se preocupaban unos por otros. Los más prósperos vendían con gusto algunas de sus propiedades para ayudar a suplir las carencias de sus hermanos más pobres. ¡Qué grupo tan maravilloso para asociarse!
Es en este contexto más amplio de unidad, amor y compasión en el que nos encontramos con esta familia cristiana que no lo era del todo (Hechos 5.1s). No pretendo afirmar que Ananías y Safira no fueran creyentes verdaderos. Tal vez sí lo eran. No hay nada que indique lo contrario. En un contexto semejante se espera que los consideremos como verdaderos cristianos a menos que se nos diga que no lo son. Cuando expreso que no lo eran «del todo», quiero decir que en el incidente que nos ocupa no se comportaron como creyentes. Mientras sus hermanos estaban atareados con las necesidades reales de los demás, a Ananías y Safira les preocupaban las suyas.
El contexto inmediato de la historia es el elogio que se hace a Bernabé, quien, fiel a su estilo de vida de «hijo de consolación», había vendido un trozo de terreno «y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles» (4.36, 37). Evidentemente, la atención que aquel gesto sacrificial le había merecido a Bernabé turbó a Ananías y a Safira.
Aunque Pedro trata tanto con el marido como con la esposa, culpa del asunto principalmente a Ananías (5.3, 4). El versículo 2 expresa que aquello había ocurrido «sabiéndolo también su mujer»; lo cual implica que era Ananías quien había concebido el plan y lo había dado a conocer a Safira, la cual le había seguido el juego. La responsabilidad mayor recae sobre el esposo como cabeza de familia y luego sobre la mujer por no haber denunciado la hipocresía de su marido.
La trágica situación del matrimonio
Quisiera hacer tres comentarios. Primero, como ya he dicho, no hay apoyo bíblico para interpretar que Ananías y Safira fuesen inconversos. Su pecado de hipocresía ha sido cometido por millones de cristianos, quizá por todos los creyentes, incluso el lector y el autor, alguna vez.
En segundo lugar, la historia debería interpretarse a la luz del contexto más amplio. Utilizando una expresión moderna, lo que «se llevaba» en aquel momento era vender las propiedades de uno y entregar las ganancias a la iglesia local (vv. 1–2; 4.34–37). Eso era lo que hacían todos los cristianos prósperos y «comprometidos». «Si no lo hacemos», razonaron tal vez Ananías y Safira, «no seremos considerados espirituales». Ya que el don sacrificial de Bernabé estaba en boca de todo el mundo y la pareja quería que los hermanos hablaran bien de ellos, se propusieron hacer algo impresionante. Así entraron a formar parte del movimiento de su iglesia local cuyo lema era «Vende tus propiedades y entrega los beneficios a la iglesia poniéndolos a los pies de los apóstoles».
El problema era que no creían poder pagar el precio requerido para formar parte del grupo de moda, así que acordaron vender la propiedad y entregar sólo una parte del importe de dicha venta a la iglesia, diciendo que era el precio total de lo vendido (vv. 1, 2).
En tercer lugar, siempre ha habido Ananías y Safiras en nuestras iglesias. Es gente que quiere formar parte del grupo de moda. Si todo el mundo habla de la vida del cuerpo, de eso hablan ellos. Si el énfasis se pone en la oración conversacional, ellos son los mayores exponentes de la misma en la congregación, por lo menos en público. Si el Espíritu Santo está despertando a su pueblo a la realidad de los dones espirituales, tratan de dichos dones. Si se destaca el discipulado, hablan de cuántos discípulos están haciendo. Si el asunto es «caer bajo el poder», lo experimentarán más que los otros. Y si se pone el énfasis en la guerra espiritual irán a la iglesia vestidos con la armadura de Dios.
Pero no son sinceros. No son auténticos en su comportamiento, ya que no están dispuestos a vivir a plenitud bajo el señorío divino. Si los Ananías y las Safiras logran abrirse camino hasta el liderazgo de nuestras iglesias, tendremos problemas. La gente problemática en muchas de nuestras congregaciones no son tanto los cristianos que se saben carnales como aquellos que siéndolo quieren aparentar espiritualidad. Estos son los equivalentes funcionales de aquel Ananías y aquella Safira del primer siglo.
El don de discernimiento de espíritus en acción
Ananías y Safira cometieron el error de no reconocer que la iglesia pertenece a Jesucristo y que Él sabe incluso los pensamientos y las intenciones del corazón de las personas. Para proteger a su iglesia de la actividad engañadora, el Espíritu de Cristo concede el don de «discernimiento de espíritus» (1 Corintios 12.10).
Este parece ser el don protector otorgado a la iglesia. ¿Y qué sucede cuando dicho don no se reconoce ni se ejerce? ¿Qué hubiera pasado si en la iglesia de Jerusalén no se hubiese reconocido o aceptado el don de discernimiento?
Tal vez fue durante una de esas reuniones de la iglesia en las que los creyentes ponían el producto de la venta de sus propiedades «a los pies de los apóstoles» cuando Ananías hizo su jugada pública. Utilizando la imaginación casi podemos ver la sonrisa de contento en su rostro mientras la gente de la congregación responde al don de amor sacrificial presentado por aquel destacado cabeza de familia. Tal vez estaba a punto de volver a su sitio cuando Pedro le llama de nuevo. Y al mirar a Ananías, el apóstol sabe lo que ha sucedido. Ejerciendo el don de discernimiento de espíritus, Pedro señala el doble origen del pecado de Ananías (vv. 3, 4).
Primero le dice que su pecado procede de Satanás, del adversario (v. 3).2 Y en segundo lugar, que sale de su corazón (v. 4). Aquella era la combinación que había producido el problema de pecado con el que Pedro trató en la vida de Ananías y más tarde en la de Safira (vv. 3–11).
Al pecar contra la iglesia de Cristo, dice Pedro, ha pecado contra Dios (vv. 3, 4, 9). La iglesia local es parte del cuerpo de Cristo y pecar contra su cuerpo es hacerlo contra Él. Esto debería servirnos de advertencia en nuestras relaciones con otros creyentes.
Por último, todos los cristianos nos enfrentamos al mismo adversario cada día y éste puede destruirnos si no andamos en obediencia al Señor Jesús (Santiago 4.6–11; 1 Pedro 5.8–11). La experiencia de Ananías es un aviso para todos nosotros. Sin duda alguna, muchos cristianos desobedientes han sido entregados «a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús» (1 Corintios 5.5; 1 Timoteo 1.18–20 con 1 Corintios 11.23–32; Santiago 5.19, 20; 1 Juan 5.16–19).
El resultado del juicio divino
A continuación se explica en detalle el séxtuple resultado del juicio de Dios sobre esta pecaminosa familia cristiana. En primer lugar, tenemos la muerte física de Ananías (v. 5) y de Safira, que muere con él por participar en la confabulación (v. 10).
En segundo lugar, un gran temor viene sobre toda la iglesia y sobre el público en general (vv. 5, 11); un temor sano que produjo reverencia hacia Dios y estimuló a los creyentes a la santidad y a apartarse de una vida descuidada e hipócrita.
En tercer lugar, al incidente siguieron manifestaciones extraordinarias del poder de Dios por medio de los apóstoles (vv. 12, 15, 16). Una vez más esto sucedió como respuesta directa a sus oraciones en Hechos 4.29–31. En cuarto lugar, se produjo una reacción en apariencia contradictoria de parte del público (vv. 13, 14). Aquellos que habían pensado hacerse cristianos pero no querían tener nada que ver con un compromiso completo se apartaron de la iglesia atemorizados (v. 13a). Por el contrario, los que experimentaban un hambre sincera de Dios y de realidad espiritual se regocijaron por lo que vieron y escucharon y se sumaron a la congregación en números cada vez mayores (vv. 13b, 14).
En quinto lugar, se registró el crecimiento numérico más grande hasta esa fecha (v. 14). Este es el único ejemplo en el Nuevo Testamento donde se utiliza el plural «multitudes», que indicaría muchedumbres superiores a aquellas de Hechos 2–4. Para entonces el tamaño de la iglesia de Jerusalén debía ser asombroso. La respuesta al evangelio se extendía incluso a «las ciudades vecinas» (v. 16). Una vez más los esfuerzos de Satanás por detener el crecimiento de la iglesia fracasarpon.
Por primera vez se declara específicamente que se estaban añadiendo a la iglesia mujeres en grandes números (v. 14). Como ya hemos mencionado, Hechos 4.4 habla sólo de hombres y Hechos 2.41 de «tres mil personas». La presencia de mujeres significa quizás que la iglesia estaba ahora centrada en unidades familiares. La verdadera liberación de la mujer tiene sus raíces en el cristianismo bíblico.
Y en sexto lugar, se produjo un movimiento de evangelización de poder dirigido por el apóstol Pedro que incluía sanidades y liberaciones en masa (vv. 15, 16). Este fue el resultado más importante de todos.
Manipulación satánica en vez de demonización
Este relato de la hipocresía de una familia de la iglesia se ha convertido en un punto de considerable polémica en nuestros días. Mucho del problema tiene que ver con la cuestión de la posible demonización de algunos cristianos. Cuando se suscita este asunto cada uno enfoca la historia partiendo de diferentes presuposiciones teológicas.
Los que afirman que los verdaderos creyentes no pueden bajo ninguna circunstancia de pecado llegar a estar endemoniados, declaran dogmáticamente que Ananías y Safira no eran cristianos de verdad, o si acaso que lo habían sido en el pasado pero no seguían siéndolo, habían «caído de la gracia». Otros que no aceptan la posibilidad de que los verdaderos creyentes puedan jamás perder su salvación afirmarán quizás que en primer lugar la pareja no se había convertido nunca de veras.
Aquellos a quienes no les preocupa la cuestión de si algunos creyentes entregados al pecado pueden llegar a estar endemoniados o no, afirman por lo general que eran cristianos. A la verdad, habían pecado contra el Espíritu de Dios, pero no hay nada en el relato que indique que no fueran creyentes.
Sin embargo, ese no es el énfasis de la historia. Lucas no nos está dando, ni un ejemplo de verdaderos creyentes que llegaron a estar endemoniados, ni el de cristianos falsos que lograron cierta prominencia en la iglesia de Jerusalén. Se trata sólo de una familia de la iglesia manipulada por Satanás para poder introducirse en la vida de la comunidad cristiana de Jerusalén y revela lo terribles que son los pecados de hipocresía, engaño, mentira e intriga para alguien que ocupa un lugar destacado entre los creyentes.
Este episodio demuestra, otra vez, que Cristo es la cabeza de su iglesia. Él sabe con precisión lo que sucede en sus congregaciones (Apocalipsis 2 y 3), sea bueno o malo, y cuando quiere interviene y juzga directamente a los creyentes que pecan por voluntad propia. Incluso les quita la vida si lo estima necesario. ¡Se trata de un relato muy serio! No hay porqué intentar demostrar que Ananías y Safira perdieron la salvación. Ya supone bastante que perdieran la vida por abrir sus corazones a la mentira del enemigo sin que se precise mandarlos también al infierno.
Las principales razones por las que algunos comentaristas y predicadores afirman que al menos Ananías no era un verdadero creyente, tienen que ver con las palabras que le dirige Pedro y las acciones que Dios ejecuta contra él. Pedro le pregunta: «¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?» (v. 3). Y es el hecho de que el diablo hubiera llenado el corazón de Ananías lo que causa tales problemas.
«Llenar» es el término griego pleróo, el cual según Vine significa «completar, llenar hasta arriba». Entre sus distintos usos, sigue diciendo, está ese figurado de llenar «los corazones de los creyentes como sede de las emociones y la voluntad: Juan 16.6 (tristeza); Hechos 5.3 (engaño)».3 Esta palabra, ciertamente, indica un fuerte control del corazón de la persona en el momento en cuestión y es la misma que se utiliza en Efesios 5.18 para indicar la llenura del Espíritu Santo.
Los verdaderos creyentes pecan y a veces de un modo terrible, como sucedió con Ananías y Safira. Pueden mentir, engañar, robar, cometer adulterio, enfurecerse, actuar con desdoro, rechazo e incluso amargura y odio. No deben actuar de esa forma, pero lo hacen. Se trata de una anormalidad bíblica y al mismo tiempo de una vívida realidad.
Mi antiguo pastor, el fallecido Dr. J. Vernon McGee, después de hacer un repaso de esta triste historia con su estilo dramático tejano, se detuvo y preguntó: «¿Cuántos de ustedes han caído alguna vez en la hipocresía, el engaño, la mentira y el orgullo después de conocer a Cristo? Levante la mano si le ha sucedido».
Acto seguido hizo una pausa para permitir que nuestra sinceridad de creyentes nos ayudase a vencer el orgullo. La mayoría alzamos la mano.
Luego, en su estilo característico exclamó: «¡Madre de mi vida! ¡A cuántas personas perversas estoy ministrando hoy aquí! A juzgar por las manos levantadas, si Dios dictara hoy sentencia sobre cada uno de la forma que hizo con Ananías y Safira no me quedaría nadie a quien predicarle. Pero no importa, ya que pensándolo bien tampoco estaría aquí, puesto que también he hecho todas esas cosas».
¡Qué palabras tan perspicaces! «El que esté libre del pecado de Ananías y Safira sea el primero en enviarlos al infierno». Nadie se adelanta.
William Barclay dice con sabiduría que:
[ … ] la Biblia nunca presenta un cuadro idealizado de nada[ … ] Este relato es en cierto modo estimulante, ya que nos muestra que incluso en los días más grandes de la Iglesia había una mezcla de bueno y malo. Haremos bien en recordar que si la Iglesia fuese una sociedad de gente perfecta no existiría en absoluto.4
Tenemos el problema del juicio de Dios sobre la pecadora pareja (vv. 5–10). Algunos expresan: «Dios no haría nunca eso a uno de sus hijos, sólo a aquellos que no le aman». ¿Quién ha dicho tal cosa? En 1 Corintios 11.30, 31 Pablo nos cuenta que Dios lo hacía con regularidad, si podemos expresarlo de ese modo, en la iglesia de Corinto. En palabras del apóstol, el Señor utiliza a menudo a Satanás para ejecutar ese juicio fatal (1 Corintios 5.5; 1 Timoteo 1.18). Más adelante haremos un estudio en profundidad de estos pasajes.
El diablo puede conseguir un control parcial de los corazones de aquellos creyentes que pecan por voluntad propia. Tal vez lo que vemos en este relato sea un pecado continuo, planeado y voluntario. Todos los que se ocupan de aconsejar a creyentes afligidos tienen que enfrentarse continuamente con este problema.
No estoy afirmando que los demonios hubieran entrado en el cuerpo de Ananías o Safira. Eso no lo sé. Tampoco importa en realidad. Los demonios se vinculan a la vida de las personas. En ocasiones están claramente dentro de ellas y en otras parecen entrar y salir, como sucedía con Saúl en el Antiguo Testamento. A menudo da la impresión de que sólo cubrena la gente. Allá donde va el individuo, una «nube» demoníaca parece seguirle.5
Las Escrituras no se preocupan por definir estas cuestiones. No están obsesionadas por el asunto de la espacialidad; es decir, en dónde exactamente están los demonios, si dentro o fuera del cuerpo humano.
Otra vez se trata de un problema de cosmovisión. Los occidentales tenemos una lista de presuposiciones filosóficas y teológicas las cuales imponemos a la Escritura siempre que nos encontramos con alguna dificultad manipulando determinados conceptos o experiencias desagradables, aunque no tengamos ninguna palabra clara de Dios para apoyar nuestros prejuicios.
Con frecuencia los demonios pueden ejercer casi tanto control parcial desde fuera como desde dentro de la persona. Cuando tratamos con los espíritus malos, ellos saben donde están, aunque nosotros lo ignoremos. Les resistimos, u omitimos hacerlo, de igual manera, estén donde estén.
El caso de Silvia
En cierta ocasión aconsejé a una líder cristiana que había dejado el ministerio debido a las profundas luchas que tenía en su vida. Era una mujer piadosa que amaba de veras al Señor, pero estaba casi completamente derrotada en su vida personal y se sentía una hipócrita tratando de enseñar a otros. Por fortuna encontró una excelente consejera cristiana que reconoció en ella los síntomas de haber sufrido un grave abuso sexual cuando era niña.
Durante las consultas con ella, Silvia empezó a recordar escenas retrospectivas de su infancia temprana. Nunca antes había sido capaz de recordar los sucesos de su niñez anteriores a los doce años de edad. A su tiempo quedó claro que la mujer no sólo había sido víctima de abusos sexuales, sino también de lo que se conoce como abuso ritual satánico [ARS].6 Esto la dañó tanto que nunca había sido capaz de ejercer con normalidad como esposa, madre y dirigente cristiana.
Las víctimas del ARS grave siempre se revelan como personas disfuncionales en una u otra medida. También están casi invariablemente endemoniadas y terminan con desarreglos múltiples de la personalidad (DMP). Se descubrió que Silvia era uno de estos casos. En su vida empezaron a aparecer docenas de personalidades alternas, algunas de las cuales, sin embargo, no actuaban de un modo normal. La consejera sospechó entonces que eran demonios disimulados. Aunque sabía cómo tratar con dichas personalidades, con la dificultad que esto entraña, no tenía experiencia en el trato con demonios, por lo que me envió a Silvia.
A lo largo de las muchas horas de consejo previo a la liberación, también tuve pruebas de que Silvia era otra integrante de esa asombrosa oleada de víctimas del ARS que está saliendo a la luz últimamente en Estados Unidos. Y como tal, sabía que quizás estaría demonizada. Y lo estaba. No pasó mucho tiempo antes de que los demonios comenzaran a aparecer. Como de costumbre estaban furiosos conmigo por haberlos descubierto. Se enojaron y se sintieron impotentes cuando empecé a expulsarlos de la vida de su víctima.
Los espíritus habían sido muy sutiles en su forma de manipular la vida de Silvia. Con la presencia, asimismo, de personalidades alternativas eran aún más engañosos y difíciles de identificar. Estaba tratando con uno de los demonios jefes, el cual estaba furioso conmigo por «estropear» la manera tan hábil en que habían logrado manejar la vida de Silvia manipulando sus personalidades alternas. La habían engañado en tres áreas principales. Primera, confundiendo su mente. Los demonios le permitían justo la libertad necesaria para que pensara que tenía de alguna manera el control de su vida. Luego, cuando aparentemente todo iba bien, comenzaban de nuevo a hablarle. Imitaban la «voz» de su propio pensamiento para decirle lo perversa que era, que Dios no la amaba, que era una inútil y que merecía sufrir. Aquella era la agonía interna que le había hecho dejar su ministerio cristiano y buscar ayuda.
En segundo lugar, los demonios se escondían detrás de las personalidades alternas que vivían de incógnito en Silvia; todas las cuales estaban demonizadas o tenían tanto miedo a los espíritus malos que cedían a sus exigencias para evitar que abusaran de ellas.
Como veremos más adelante en nuestro estudio, las personalidades alternas y los demonios no son lo mismo. Las primeras constituyen partes fragmentadas de la personalidad anfitriona, mientras que los segundos son personalidades extrañas que tratan de vivir en el cuerpo de los seres humanos, invasores espirituales. Al igual que los gérmenes o virus peligrosos, estos últimos entran donde no les corresponde.7
Aquí debo intercalar una importante observación, y es que la presencia de espíritus malos y personalidades alternas en una persona no conducen a ésta necesariamente a un estilo de vida pecaminoso. Tales individuos pueden llevar una vida de pecado del mismo modo que el resto de los seres humanos, pero a menudo no la llevan.
Al tratar con el demonio jefe, llamado Engaño, éste alardeaba de la manera en que había logrado engañar a Silvia y a su consejera. Podía entrar y salir a su antojo de la vida de Silvia. Se «estacionaba» a la puerta del despacho de la consejera y ésta no sabía siquiera que existía. Luego, cuando Silvia salía de la consulta, podía volver a entrar en ella a través de la puerta siempre abierta en su vida. Este juego de demonización interna y externa (ya que demonizaba también a la mujer desde fuera dirigiendo a todos los demonios que quedaban dentro de ella) hacía casi imposible tratar con él.
Fue estando ya en la fase final de obligarle a revelar el resto de la actividad demoníaca que había en la vida de Silvia, cuando descubrí que se trataba de uno de esos demonios que actúan tanto desde dentro como desde fuera de sus víctimas. Puesto que la tenía tan brutalizada, confundida y programada de antemano para que le aceptase como parte de su propia personalidad, el espíritu malo podía ir y venir a su antojo. Al enfrentarme a él, no vi razón alguna para dudar de su historia, ya que había oído de cosas semejantes en la experiencia de otros consejeros. No sé dónde estaba Satanás cuando llenó el corazón de Ananías para inducirle a sus acciones de independencia respecto a la voluntad de Dios. Dios lo sabía; el diablo también e igualmente Pedro. Pero ni este último ni Lucas se preocupan por informarnos.
En el próximo capítulo consideraremos la historia siguiente registrada en Hechos acerca del ministerio de liberación y guerra espiritual. Su centro de atención es la labor del diácono y evangelista Felipe en Samaria.
1 1. Durante los catorce años de historia de la iglesia de Jerusalén que tenemos en el libro de los Hechos, ésta sufrió obviamente cuatro grandes persecuciones —Hechos 3 y 4; 5.17–42; Hechos 6.8–8.3a y 9.1 1 y 2; Hechos 12.1–24—, que abarcan el período comprendido entre el año 30 y el año 44 d.C. (Para más información véase F. F. Bruce, ISBE 1:42 y 43.)
2 2. Como ya hemos visto, la palabra Satanás es traducción de un término griego que significa “adversario”. El diablo, hemos observado repetidamente, se revela en la Escritura como el adversario de Dios (Mateo 4.1–11; 12.26–29; Lucas 22.3 y 4; Hechos 10.38) y de la humanidad (Lucas 13.10–16; Hechos 26.18; 2 Tesalonicenses 2.9 y 10; 1 Juan 2.7 y 8; 5.18 y 19; Apocalipsis 2.1–10). Sin embargo, Satanás es especialmente el adversario del pueblo de Dios (Lucas 22.31; Romanos 16.20; 1 Corintios 5.5; 7.5; 2 Corintios 2.11; 11.3, 13–15; 12.7; 1 Tesalonicenses 2.18; 1 Timoteo 1.19 y 20; Apocalipsis 12.9–13).
3 3. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 2:96.
4 4. William Barclay, The Acts of the Apostles, The Daily Study Bible , Westminster, Filadelfia, 1955, 42 y 43.
5 5. Mientras trabajaba en este capítulo recibí una interesantísima carta del Rdo. Kent Yinger, Director para Europa de OC, fechada el 13 de diciembre de 1991. El Rdo. Yinger vive en Alemania, y escribe: «Hace poco me topé con una curiosa noticia en cierta publicación evangélica alemana (idea-Spektrum de la Alianza Evangélica Alemana, No 49, 1991, p. 8), la cual pensé que podría interesarle. Dice así: “Los tres exorcistas de la Iglesia Católica en Italia no saben ya qué hacer con la gran avalancha de llamadas telefónicas que están recibiendo. Unas 600 personas los llaman cada día porque creen estar poseídas por el diablo. El exorcista principal, padre Gabriel Amorth, que fue quien suministró esta información, añadió que se podría muy bien hablar de una situación de alarma satánica. ”». Esto es una prueba más de que vivimos en un tiempo de actividad demoníaca renovada en todo el mundo. El que esas 600 personas diarias estén realmente demonizadas es algo que queda por demostrar. Sin embargo, todas ellas son personas atribuladas y están conscientes de que los demonios pueden invadir los cuerpos de los seres humanos, e incluso de los miembros de iglesia. Debemos ministrarles el poder liberador de la victoria conseguida por Cristo sobre las potestades.
6 6. Doy más detalles acerca del ARS en el capítulo 58. Los lectores encontrarán un material excelente y exacto en el libro de James G. Friesen Uncovering The Mystery of MPD (Friesen, 1991). Considere su capítulo titulado “Satanic Ritual Abuse”, pp. 69–104, el cual analiza minuciosamente el satanismo, el ocultismo en general y las sectas satánicas. También es muy importante la obra del Dr. James Wilder, A Redemptive Response to Satanism (1992). La edición especial de la revista Passport Magazine titulada «America’s Best Kept Secret» (1986) es la mejor exposición del tema en forma abreviada. Todas esas publicaciones contienen biografías y fuentes para un examen más amplio de este mal extremo.
7 7. En el caso de los DMP (Desarreglos Múltiples de la Personalidad), existen pruebas de que una personalidad alternativa puede hacer el mal, e incluso cometer crímenes graves tales como asesinatos, sin que la personalidad anfitriona se dé cuenta siquiera de ello. De ser así, esto causará una revolución de nuestro sistema judicial en el futuro. Algunas personalidades alternativas pueden ser, por tanto, incluso más peligrosas que los demonios. Esos otros “yo” malvados están probablemente, todos ellos, demonizados. En tal caso los demonios constituirían el origen del mal practicado por la personalidad alternativa. Todo esto representa un área de investigación que pide a gritos ser atendida. En su magnífico libro Released from Bondage (1991), Neil Anderson suscita algunas cuestiones decisivas en cuanto al ministerio dirigido a las víctimas de DMP.
43
Cita en Samaria: Felipe, Pedro y Simón el Mago
Hechos 8
La mayor demostración evangelística de poder registrada en el libro de los Hechos, y quizás en todo el Nuevo Testamento, no se produjo a través del ministerio de un apóstol, sino de un laico, Felipe, que era parte del grupo de los siete diáconos escogidos por la iglesia de Jerusalén (Hechos 6.1–7).
Felipe, como la mayoría de los otros dirigentes griegos de la iglesia huyó de la persecución desencadenada por Saulo (Hechos 8.1), y por dondequiera que pasaba predicaba la Palabra (8.4). La persecución le condujo a Samaria,1 donde la demonización generalizada reinante (v. 7) indica que se trataba de una ciudad que había dado pie a los espíritus malos. Debido a la actividad mágico-demoníaca de Simón, el brujo principal del lugar, el problema con el mundo espiritual en Samaria tal vez implicaba a espíritus engañadores religiosos con sus demonios acompañantes de inmoralidad y enfermedades físicas.
El notable ministerio de evangelización masiva y de poder realizado por Felipe (vv. 5–8) estuvo, sin duda, directamente relacionado con la persona y las actividades de Simón, conocido en la historia cristiana posterior como Simón Mago o Simón el Mago (vv. 9–24). En el libro de los Hechos se habla más acerca de él que de ninguna otra persona aparte de los apóstoles. Y su influencia no terminó con el relato de Hechos. F. F. Bruce dice que «Simón el hechicero, o Simón Mago (como se le llama en general), desempeña un papel extraordinario en la literatura cristiana primitiva».2
B. F. Harris, por su parte, da muestras de una verdadera comprensión de las dimensiones del choque de poder y guerra espiritual de este relato y del libro de Hechos en general. Bajo el subtítulo de «Christianity and Magic in Acts» (El cristianismo y la magia en Hechos), escribe que Lucas nos presenta «un tema reiterado en los Hechos [del] conflicto entre el cristianismo y las prácticas mágicas que tan frecuentes eran en el mundo grecorromano del primer siglo».3
Polémica antimagia en los Evangelios y Hechos
En su excelente artículo de la ISBE4 sobre la magia, D. E. Aune dice que en el mundo grecorromano del Nuevo Testamento ésta estaba dividida en cuatro categorías principales, según el propósito que tuviera: protectora, dirigida en particular contra las enfermedades temidas; agresiva y maligna; magia del amor y aquella otra cuyo objetivo era la adquisición de poderes sobre los demás; y adivinación y revelación mágicas. Las más populares eran la magia erótica, la revelación mágica y la magia para obtener control sobre otras personas.
Aune dice que Jesús y los primeros cristianos fueron constantemente acusados, tanto por los judíos como por los paganos, de practicar las artes mágicas.5
La controversia giraba en torno a los milagros de sanidades y exorcismo que realizaban. Jesús y los cristianos primitivos pretendían ser agentes de Dios, mientras que sus adversarios los acusaban de ser más bien representantes de las fuerzas espirituales malignas. Esas acusaciones resultaban lo bastante graves como para necesitar refutación. Por consiguiente, los Evangelios y el libro de los Hechos están impregnados de una fuerte polémica antimagia cuyas marcas se descubren también en el resto del Nuevo Testamento.
Luego, Aune menciona que esta polémica antimagia es marcada en los Evangelios y se refleja en «el fragmento de Beelzebú (Marcos 3.22 cf. Mateo 12.24; Lucas 11.15s). Beelzebú es al parecer un nombre de Satanás». Los adversarios de Jesús lo consideran habitado y controlado por Beelzebú. Le acusan de practicar la magia. Mateo 10.25 sugiere que «los adversarios de Jesús pueden haberle apodado en realidad “Beelzebú”. Esta acusación y todo lo que implica es refutado en el siguiente fragmento (Marcos 3.23–30 par.)».6
En el Evangelio de Juan acusan tres veces a Jesús de tener un demonio (Juan 7.20; 8.48–52; 10.20s). A los ojos de sus acusadores, el Señor era un falso profeta cuyos poderes para hacer milagros procedían de Satanás. La acusación de que se trataba de un impostor o un engañador (Mateo 27.63; Juan 7.12, 47) puede entenderse bajo esta perspectiva. Se acusa a Jesús de practicar la magia, y ya que los falsos profetas y los magos eran castigados con la pena de muerte «según el código deuteronómico (Deuteronomio 13.5; 18.20); los adversarios judíos del Señor pueden muy bien haber utilizado estas leyes hebreas antiguas para justificar su ejecución».7
Los relatos evangélicos de la tentación de Jesús (Mateo 4.1–11 cf. Lucas 4.1–13; cf. Marcos 1.12s) revelan asimismo una polémica antimagia. Aune dice que sólo la oferta que Satanás hace al Señor de los reinos de este mundo puede considerarse una tentación mesiánica. «Los relatos de las otras dos tentaciones», expresa, «deberían entenderse como descripciones del rechazo por parte de Jesús de los medios mágicos convencionales para alcanzar sus objetivos. Los actos tales como convertir piedras en pan y volar por el aire son reivindicados casi siempre por los magos».8
La audiencia del rey Herodes sobre los hechos milagrosos de Jesús (Marcos 6.14–16) refleja también la acusación de que el Señor practicaba la magia. Sus palabras: «Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en Él estos poderes» (v. 14), demuestran que:
[ … ] se creía que aquellos que habían tenido muertes violentas eran particularmente susceptibles de ser controlados «postmortem» por los magos (cf. Luciano Philopsendes 29; Tertuliano Apo. 23:PGM, IV, 333, 1914, 1950:LVII, 6); por tanto aquí se está acusando a Jesús de realizar prodigios mediante el control del espíritu errante de Juan el Bautista.9
Luego Aune se ocupa de nuestro libro, los Hechos, y expresa que el autor de Lucas-Hechos «parece estar excepcionalmente bien informado respecto a los procedimientos y términos técnicos de la magia grecorromana. Esto es muy evidente en tres importantes pasajes: Hechos 8.9–24; 13.4–12 y 19.11–20». El pasaje de Hechos capítulo 8 trata de Simón Mago; el de Hecho 13, de Elimas el mago; y el de Hechos 19, de siete exorcistas judíos.
Aune termina diciendo que:
[ … ] todos esos pasajes describen enfrentamientos de cristianos dotados de poderes milagrosos con magos cuyos facultades procedían de encantamientos y del control de las fuerzas sobrenaturales malignas. El autor de Hechos demuestra en detalles la superioridad del cristianismo en cada uno de estos choques.10
Religión y magia
Ya que en el libro de los Hechos nos vamos a encontrar con la magia espiritual, debemos decir unas palabras acerca de la relación que existe entre religión y magia. Por lo general la religión organizada se opone a las prácticas mágicas, y al mismo tiempo éstas son parte esencial de la mayoría de las religiones paganas y están aceptadas por las instituciones religiosas actuales. Los que las practican las consideran religiosas, no mágicas. Sin embargo, todos esos poderes o prácticas espirituales son mágicos, aunque se den en un contexto religioso. No resulta posible trazar líneas divisorias claras entre lo uno y lo otro.
El cristianismo y el judaísmo bíblico son vigorosamente antimagia. El Antiguo Testamento denunciaba con energía las prácticas mágicas. En un sentido técnico, la magia se define como cualquier práctica que funciona ex opere operato, es decir, que tiene poder en sí misma. Hay poder en la ejecución del hecho en sí, y el mismo resultará si lo realiza la persona adecuada, de la manera adecuada y en las circunstancias adecuadas. Que el mago lleve un estilo de vida moral o inmoral no tiene que ver en absoluto con el poder de la magia realizada.
La magia puede ser hablada o representada. Por tanto se afirma con frecuencia que es susceptible de hacerse manipuladora y coercitiva; mientras que la religión está basada en una actitud de súplica y veneración. La primera siempre da resultados si se realiza de la manera prescrita por personas autorizadas; la segunda depende de la voluntad del dios o del espíritu, así como de la fe del suplicante.
Aunque estas distinciones son útiles, no siempre resultan coherentes. Gran parte de la actividad religiosa es mágica, incluso algunas actuaciones realizadas en nombre del cristianismo. La repetición una y otra vez de las mismas palabras que llevan a cabo los católicos o las excesivas y casi incesantes explosiones emocionales de amenes, aleluyas o glorias a Dios de los protestantes, en ocasiones se aproximan a lo mágico. Cualquier «fórmula» religiosa como las anteriores para conseguir poder espiritual es una especie de magia cristiana, por no decir de ocultismo «cristiano».
Con todo esto en mente podemos apreciar mejor el carácter antimágico, antipagano y antisatánico de Hechos 8, 13, 16, 19. Comentando sobre cada uno de estos relatos, B. F. Harris dice: «En todos estos incidentes, Lucas demuestra un conocimiento de los “principados y potestades” que se esconden tras las acciones del mago».11
En el capítulo 8 de los Hechos sucede lo mismo que en Hechos 5.15, 16: los demonios dejan a sus víctimas en masa. No hay referencia en absoluto a lo que algunos comentaristas llaman «fórmula de exorcismo», tal como: «Te ordeno, etcétera … » El poder de Dios está presente y actúa. No se trata de magia. Nada de lo que dice o hace el mensajero de Cristo produce el éxodo de los demonios; quizás dicho mensajero ni siquiera sepa lo que va a ocurrir, como le pasa a la demás gente.
No obstante, por lo general, estas emisiones de poder divino para curar a los enfermos y liberar a los endemoniados no provocan manifestaciones visibles como vemos en Hechos 5 y 8. El libro de los Hechos no trata de registrar todo lo que los apóstoles hicieron en cada ciudad y circunstancia, como ya hemos afirmado reiteradas veces. Sin embargo, sí descorre la cortina en varias ocasiones para darnos a entender que la evangelización de poder, con sus sanidades, choques con espíritus malos y liberación de demonios se está produciendo.
El ministerio en Samaria
En Hechos, capítulo 8, nos encontramos con demonios vocingleros (v. 7), los cuales, al salir (obviamente en masa), debieron dar un espectáculo horrible. El ruido, casi seguro, fue ensordecedor. Los gritos de un demonio pueden acobardar al observador o ministro de liberación sin experiencia.
Si quiere oír cómo gritan los demonios hoy en día, vaya a una campaña al aire libre de las celebradas por el Rvdo. Carlos Anacondia en Argentina.12 Es la cosa más parecida a Hechos 8.7 que haya visto jamás. Cuando mi amigo Anacondia decide que ha llegado el momento de desafiar a Satanás y los demonios a una pugna de poder, mejor es que se encuentre usted preparado. En realidad, que Dios le ayude (lo digo con reverencia) si todavía queda algún demonio en su vida.
Las personas endemoniadas caen al suelo, a veces por centenares. No es algo grato de ver ni de oír. Los demonios dan gritos de protesta. Las caras se contraen de todas formas. Los ayudantes adiestrados se abren paso a través de la multitud (uno está en pie durante tres horas en las reuniones evangelísticas de Anacondia) y llevan a los endemoniados, con los espíritus malignos aún gritando en señal de protesta, a la tienda de «cuidados intensivos», donde se les da a conocer a Cristo (aunque no todos aceptan al Señor) y se les libera de ellos.
Sin embargo, el provocar a los demonios a una manifestación pública no es el único enfoque. El coetáneo argentino de Anacondia, Rvdo. Omar Cabrera (también amigo mío) ata a los espíritus malos antes de sus reuniones y no les permite manifestarse durante el ministerio público. Yo también utilizo esta forma y les prohíbo que griten. Si no obedecen los callo. Por lo general oponen una resistencia mínima.
Simón el Mago
La descripción que hace Lucas de Simón el Mago (Hechos 8.9, 10) indica tres cosas. La primera de ellas es que había sido el «mago practicante» en Samaria. La segunda, que pretendía ser «algún grande» (v. 9b); lo cual se ajusta a la ambición de los magos de alcanzar un puesto de poder. Desean obtener poder sobre otros y una posición en la comunidad. Simón había conseguido eso y más. Y en tercer lugar, se le había declarado «El gran poder de Dios» (v. 10b). En griego dice a la letra «el poder de Dios siendo llamado grande» o «el poder de Dios que es grande».13
Harris explica que se han encontrado inscripciones en las cuales los magos se aplican a sí mismos el nombre de dioses. El «original arameo sugiere “en el poder de Dios quien es llamado el Grande”». Esto supondría «una combinación del dios griego Zeus (el dios más alto) y el hebreo Yahvé (“poder” era un sinónimo rabínico de Yahvé). Se destaca la reputación de Simón para mostrar los cambios espectaculares que ahora se originan».14
Alexander Whyte dice en su característico estilo de predicador que:
[ … ] Samaria, donde Simón el Mago vivía y llevaba a cabo sus asombrosos engaños, era una región mitad hebrea mitad pagana … ] Había algo indiscutiblemente sublime en su desvergüenza y charlatanería hasta el punto de llegar a ser temido, obedecido y adorado como cualquier divinidad que hubiera condescendido a venir y establecerse en Samaria.15
El mensaje de Felipe en Samaria fue «el reino de Dios y el nombre de Jesucristo» (v.12), el mensaje de poder y autoridad que rompe las ataduras demoníacas. Es obvio que la ciudad entera respondió e incluso Simón se convirtió y fue bautizado con otros (vv.12, 13). Mucho se ha escrito acerca de si la conversión de Simón fue real o no, y nadie suscitaría tal cuestión si no fuera por su reacción posterior a los poderes de Pedro y la respuesta del apóstol a dicha reacción (vv.14–24).
Simón seguía a Felipe, observando su increíble ministerio de poder y sin salir de su asombro (v.13). Aunque antes había tenido poder, no era nada comparado con aquello. Si otrora pretendió ser un «hombre divino»,16 ahora sabía que no lo era. Sin embargo, Felipe sí era esa clase de hombre. Simón había descubierto la realidad del poder de Dios.
Nuestro personaje se da cuenta de que desea ese poder auténtico de Dios en vez de sus antiguas facultades demoníacas. Y al ver a Pedro impartiendo el Espíritu Santo a la gente necesitada, quiere aquello incluso más que el poder de sanidad y liberación. Simón era un hombre preocupado por el poder y vivía en un mundo de esas mismas características. El hombre del momento era aquel que tenía poder. En otro tiempo le había tocado a él vivir su momento de poder, pero ahora ese momento había pasado y Simón deseaba que se repitiese. ¿No es esto normal para un practicante del poder religioso recién convertido? Pienso que sí. ¿Cómo podría esperarse que Simón, sólo unos pocos días después de su conversión, fuera ya un cristiano maduro, viviendo como lo hacía en el contexto de un movimiento de poder cristiano?
La actitud de Simón no resulta en absoluto anormal para alguien que vive en tal contexto de poder. No es correcta, pero sí normal. Nada, en el presente relato nos da derecho a condenar al infierno a este antiguo hechicero pagano. Pedro no lo hizo, sino que aun le presentó la esperanza de libertad de su amargura y prisión de maldad (v.22).
El que Simón no se marchara pataleando, airado, frustrado y creyéndose rechazado cuando Pedro le reprendió, dice algo a su favor. Muchos lo habríamos hecho. Sin embargo, en vez de ello, Simón rogó al apóstol que orara por él a fin de que fuera perdonado y no cayese bajo el juicio de Dios. ¿No es eso lo que implican los versículos 22 al 24? ¿Qué tiene de malo su reacción?
Aquella fue una petición al mismo tiempo comprensible y prudente en vista del estado de conocimiento alcanzado por Simón. En la vida de Pedro actuaba el poder de Dios, de modo que si las oraciones de alguna persona a favor de Simón podían ser eficaces eran las del apóstol. Tenemos que creer que reaccionó a las palabras de Pedro. No hay nada en el texto que indique lo contrario.
En los versículos 20 al 23, J. B. Phillips pone en boca de Pedro unas enérgicas palabras:
Vete al infierno con tu dinero. [Esto es exactamente lo que quiere decir el texto griego. Es una verdadera pena que su sentido real se vea oscurecido por el uso vulgar de esta frase, escribe Phillips en una nota a pie de página] ¿Cómo te atreves a pensar que puedes comprar el don divino? No tienes parte ni lugar en este ministerio porque tu corazón no es sincero delante de Dios. La única posibilidad que te queda es arrepentirte de esta tu maldad y orar con fervor a Dios para que la intención de tu corazón sea perdonada. Porque puedo ver tu interior, y descubro a un hombre amargado por los celos y atado por su propio pecado.
Puedo pensar en un montón de personas que conozco, muchas de ellas líderes cristianos, a quienes se podrían aplicar estas palabras. Y hasta a mí también .
Muchos estudios críticos e históricos de Simón, del gnosticismo «cristiano» y del gnosticismo en general afirman que esta antipatía por Simón no tiene ninguna justificación histórica.17 Gran parte de ella está relacionada con Justino Mártir y los escritos apócrifos llamados Hechos de Pedro.
Alexander Whyte nos ayuda a aplicar lo que venimos diciendo en cierto modo en defensa de Simón Mago, y sus palabras son también una advertencia para todos los simones en potencia que hay entre nosotros. Whyte escribe que:
[ … ] eso puede ser en la hechicería y la brujería, como Simón el Mago; o tal vez en los honores del reino de los cielos, como los hijos de Zebedeo; quizá en predicar sermones, preparar discursos o escribir libros; en cualquier cosa que te guste, hasta en los dones y actuaciones de tu hijo; pero todos, para empezar, nos entregamos a la ambición de ser alguien grande. Simón el Mago no era sino un ejemplo exagerado de los cazadores de popularidad que hay entre nosotros.
Existe un elemento y principio fundamental de Simón, el farsante samaritano, en todo hombre público. Todavía queda en cada ministro cierto residuo de Simón dejado para su santificación final …
El aliento mismo de la vida de aquel charlatán de Samaria era la popularidad. No podía trabajar, vivir, convertirse o bautizarse sin ella. Y no hay ni siquiera un hombre público entre mil, ya sea político o predicador, que estaría dispuesto a seguir viviendo, trabajando u orando en el anonimato y manteniendo al mismo tiempo la apacibilidad y el contentamiento, la buena voluntad y un corazón sereno.18
Dando un nuevo giro a lo que ya he dicho, «El que esté limpio de todo vestigio de Simón el Mago en su interior, que tire la primera piedra».
1 1. Un excelente estudio de Samaria es el de Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, “Samaria, City of”, pp. 232–240; “Samaria, Territory of”, pp. 240–242; “Samaritans”, pp. 244–247; y “The Samaritan Pentateuch” por A. A. MacRae 5:242–244. Véase también G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, “Samaria” por Van Selms, pp. 295–298; “Samaria, Country of” por W. S. LaSor, pp. 298–303; y “Samaritans” por R. T. Anderson 4:303–308.
2 2. Véase F. F. Bruce, The Book of Acts , Eedermans, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 178–180; D. E. Aune, “Simon Magus”, en ISBE 4:516–518; B. F. Harris, “Simon Magus”, en ZPEB 5:442–444; I. Howard Marshall, Acts, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983, pp. 155–160. Todos ellos tienen excelentes estudios sobre la vida de Simón Mago y su impacto en la historia de la Iglesia.
3 3. Harris, 443. Véase también B. F. Harris, “Magic and Sorcery” en ZPEB 4:35–37; y J. K. Kelso, «Magician» en ZPEB 4:37 y 38.
8 8. Ibid. 3:219. Aune señala que la acusación de que Jesús era un mago se ha conservado también fuera del Nuevo Testamento tanto en las tradiciones paganas como judías. Fuentes judías: T. B. Sanedrín 43a; cf. Klausner, 18–47; tradiciones paganas: Orígenes contra Celso i.6, 38; Corán 5:113.
10 10. Ibid. 3:219. Véase su excelente . esbozo de la polémica veterotestamentaria contra la magia, 214–216.
12
12. Argentina es un país donde la evangelización mediante choques de poder está floreciendo hoy en día. No siempre ha sido así. Fui misionero allí desde 1958 hasta 1962 y se trataba de una de las naciones más resistentes al evangelio que había en todo el mundo. Todo eso, sin embargo, comenzó a cambiar en los años 80 (véanse Silvoso, 1987, 1989; y Wagner 1991, 1991a, 1991b, 1992).
Argentina vive ahora un espectacular avivamiento dirigido, no por misioneros, sino por líderes argentinos. Y entre los hombres que Dios ha levantado están Carlos Annacondia y el Rdo. Omar Cabrera. Tanto el uno como el otro realizan campañas de evangelización de masas en las que constantemente se enfrentan a los espíritus.
44
Pablo, Elimas y la médium de Filipos
Hechos 13,16
El primer choque de Pablo con un obrador de prodigios religioso del tipo Simón el Mago se relata en Hechos 13.4–12.1 La narración presenta ciertas semejanzas y bastantes diferencias con Hechos capítulo 8. Resulta decepcionante examinar muchos de los estudios eruditos sobre Elimas, Simón el Mago y otros espiritualistas descritos en el Nuevo Testamento. Para referirse a esos magos y a sus artes ocultas, los estudios en cuestión casi siempre utilizan términos como fraudes, supersticioso y charlatanes. Con demasiada frecuencia se quiere dar a entender que sus poderes eran debidos a la superchería o a la gran credulidad de la gente.
Aunque esto último fuera a menudo cierto, por lo general constituye sólo una pequeña parte de la verdad. La mayoría de aquellos hombres, si no todos, estaban influidos por demonios religiosos y engañadores. Aunque con frecuencia se tratara de un fraude, también había actividad demoníaca directa. Se los llamaba magos, pero no con el significado común que esta palabra tiene en el mundo occidental moderno.
La palabra griega es magos, que puede traducirse por «mago, hechicero, brujo, encantador, astrólogo» o simplemente «sabios» (como era el caso de los magos de Mateo 2.1s). F. F. Bruce explica cómo se utilizaba dicho término en el mundo antiguo.2
Los magos eran al principio una casta sacerdotal de Media, pero en los tiempos posteriores, griegos y romanos, este término se utilizó de un modo más general para referirse a los practicantes de toda clase de artes mágicas o de charlatanismo. Aquí se requiere este último significado, ya que un judío, incluso renegado (como lo era aquel), no hubiera podido ser miembro del sacerdocio mago.
Un choque de poder provocado por un mago
Lucas dice que Elimas era «un falso profeta judío» (Hechos 13.6b). Como judío conocía la verdad del Dios viviente, pero había apostatado y se había sumergido en la religión oriental. Era «falso», no porque ninguna de sus profecías se hiciese realidad, sino por haber abandonado la verdad de Dios y haberse convertido, según palabras de Sir William Ramsay, en «un hombre hábil en lo más bajo y en las artes misteriosas y los poderes extraños de los sacerdotes médiums o magos».3 Mezcló la religión con la ciencia y la magia hasta que la línea divisoria entre ellas dejó de estar clara en su propia mente.4
En el mundo bíblico, tales hombres ejercían una gran influencia tanto sobre los gobernantes como sobre las masas. Ramsay comenta que:
[ … ] es cierto que los sacerdotes de algunas religiones orientales poseían un conocimiento muy considerable de los poderes y procesos de la naturaleza; y que eran capaces de hacer cosas real o aparentemente maravillosas …
Resulta natural que el conocimiento y los poderes del mago lo convirtieran en una personalidad atractiva e interesante; y que alguien como el procónsul, muy interesado en la naturaleza y la filosofía, disfrutase de su compañía.5
Por desgracia Bruce también utiliza la palabra charlatanería, que da la impresión de que todos aquellos magos eran simuladores, falsos, impostores y engañadores.6 Algunos sí lo eran, pero no todos. Tanto Simón el Mago como Elimas, también llamado Barjesús, no fueron tratados como simuladores por los apóstoles, sino como verdaderos hacedores de obras mágicas en posesión de poderes sobrenaturales auténticos, procedentes de Satanás.
Barjesús provoca un verdadero choque de poder al escuchar a Pablo. Los poderes satánicos que actuaban en su vida se pusieron furiosos: no permitirían que el poder del Señor Jesús en la persona del apóstol quedara incontestado. Tampoco la autoridad de Cristo el Señor en Pablo haría las paces con las fuerzas satánicas que actuaban en Barjesús.
Un hijo del diablo
Puede objetarse la afirmación de que el poder de Barjesús fuera satánico. Sin embargo, las palabras de Pablo en el versículo 10 parecen concluyentes. El apóstol llama a Elimas «hijo del diablo» y «enemigo de toda justicia», lo cual no hace jamás con los incrédulos corrientes. También le acusa de empeñarse en «trastornar los caminos rectos del Señor». Sin duda se trataba de alguien completamente demonizado: un engañado y un engañador (1 Corintios 4.3, 4; 1 Juan 4.1–6; Tito 3.3; 2 Timoteo 3.13).
Aquí tenemos otro choque de poder. Pablo llama al mago «hijo del diablo», no sólo porque se oponía al evangelio, como afirman la mayoría de los comentaristas, de ser así el apóstol habría dicho lo mismo de todos los que se le oponían. Pablo lo reprende con unas palabras tan fuertes porque Barjesús era la encarnación del mal satánico religioso que se oponía a la fe (v.8). Thomas Walker, un misionero que ha escrito el mejor comentario sobre Hechos desde la perspectiva del campo misionero, dice: «Los poderes de las tinieblas[ … ] que había detrás de su sistema [de Elimas], luchaban con ahínco por detener el avance del evangelio».7
La historia aquí es semejante a la cuestión del «pro o contra» de los choques religiosos ya tratados en nuestros estudios del Antiguo Testamento. Howard Marshall comprende esto, cuando dice:8
El poder superior asociado con la enseñanza de los misioneros cristianos asombró al procónsul hasta tal punto que estuvo dispuesto a creer su mensaje[ … ] [pero] Lucas cuenta la historia más para mostrar cómo Pablo venció al poder de la magia que para indicar de qué manera se convirtió el gobernador romano.
Tan central es esta cuestión del choque de poderes entre el evangelio y los sistemas religiosos demoníacos del mundo grecorromano como aparecen en este relato, que Elimas llegó a ser más importante para Lucas que el gobernador.
El procónsul era sólo un hombre. Elimas, en cambio, representaba a un reino espiritual de engaño y un terrible sincretismo del Yahveísmo y el paganismo. Cuando los espíritus que moraban en Elimas intentaron detener el movimiento del evangelio había que detenerlos en seco. Sir William Ramsay captó esta verdad al escribir que:
[ … ] Barjesús representaba la influencia más fuerte sobre la voluntad humana que existía en el mundo romano: una influencia que debía destruir o ser destruida por el cristianismo si este último quería conquistar el Imperio. Aquí reside el interés de esta extraña escena, y no nos debe asombrar que para Lucas, conocedor del terrible poder de aquella religión, el mago apareciera como la figura prominente en torno a la cual la acción se desarrollaba.9
Se descubre la mascarada
El choque en sí se describe en Hechos 13.8–11. Elimas, o Barjesús, presentó una resistencia franca a los apóstoles. Y Lucas explica que «les resistía[ … ] procurando apartar de la fe al procónsul» (v. 8). Un texto antiguo amplía esta expresión de Lucas diciendo que «Barjesús les presentó oposición, buscando distraer al procónsul de la fe porque estaba escuchándoles con mucho agrado».10
Lucas deja a sus lectores con muchas preguntas sin contestar, aunque indica claramente que la oposición fue un ataque directo y vociferante contra los apóstoles acompañado de una franca negación de la verdad de su mensaje.
Elimas contradijo a Pablo y Bernabé en sus propias caras, evidentemente en el palacio del gobernador donde, a petición de este último, los apóstoles habían ido a presentar el evangelio. Esto ayuda a explicar la agresividad con que Pablo reprende a Barjesús, las palabras más severas que Lucas atribuye jamás al gran apóstol.
Pablo «lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos» (v. 9). El énfasis estaba puesto en la fija intensidad de la mirada. Por medio de esa mirada espiritual, Pablo vio el centro mismo del ser de aquel hombre y descubrió la verdadera fuente del poder que operaba en Barjesús: el propio Satanás, tal vez representado por uno o varios espíritus malos (Efesios 6.10–12).
Al tratar con personas demonizadas, a menudo se entra en contacto con los demonios mediante una mirada directa e intensa a los ojos de la víctima. Por la experiencia uno puede aprender a detectar el cambio que ocurre en los ojos de una persona cuando los espíritus malos han aparecido para tomar por un tiempo posesión de ella. Con frecuencia los demonios gritarán de miedo o de enojo ante el brillo de la mirada intensa de un cristiano lleno del Espíritu.
Esto es lo que está sucediendo en el relato que tenemos delante. A través de la mirada de Pablo se revelaba la autoridad del Cristo que moraba en él. Tal vez los ojos del apóstol eran como los de su Maestro, «como llama de fuego» (Apocalipsis 1.14). Los demonios dentro de Barjesús habrían reconocido enseguida esa autoridad. Entonces, lleno del Espíritu, Pablo dijo a Barjesús: «¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?» (v.10).
La palabra «engaño» es dolos, que según Vine significa «lazo o cebo».11 El propósito de Barjesús era cazar hombres, tenderles lazo para ponerlos bajo el control de Satanás. Esta es la descripción exacta del ministerio del diablo que da Pablo en 1 Timoteo 3.7 y 2 Timoteo 2.26.
La segunda palabra es «maldad». El término griego rhadiourgía significa «holgura en el trabajo o en la realización de cualquier otra cosa; también pereza, maldad y facilidad para hacer lo malo».12 Pablo acusa a Barjesús de estar tan acostumbrado a la maldad que ésta se ha convertido en algo natural y fácil para él.
A continuación, el apóstol le llama «hijo del diablo». Naturalmente, diablo es el término griego diábolos, que significa «calumniador». Barjesús era hijo de Satanás, su siervo, y por tanto calumniaba a Dios, a su pueblo y a su verdad. Estaba tan controlado por el diablo que era hijo suyo de la misma manera que Pablo lo era de Dios. Así como Cristo constituía la fuente de la vida del apóstol, la de Barjesús era Satanás. «Enemigo de toda justicia» es la siguiente acusación de Pablo contra él. Elimas se disfrazaba como «ángel de justicia», al igual hace su señor, el diablo (2 Corintios 11.13–15).
Por último Pablo describe la enseñanza de aquel hombre como algo que tenía el efecto de «trastornar los caminos rectos del Señor». Barjesús estaba distorsionando y pervirtiendo de una forma deliberada la verdad de Dios con el propósito de apartar de él al gobernador. No es sólo que el mago estuviera engañado, sino que también se había convertido en un engañador (2 Timoteo 3.13). La naturaleza de engaño de su señor, Satanás, había llegado a ser la suya propia.
De la luz a las tinieblas
En el versículo 11 se describe el juicio temporal pronunciado contra él: quedaría ciego por algún tiempo. Este castigo se corresponde simbólicamente con su delito. Ya que había apartado de manera voluntaria los ojos de la luz de Dios, creído la mentira y vivido en oscuridad. Había tratado de conducir a otros hombres de la luz a las tinieblas en las que él moraba. Así que Dios le hería con tinieblas.
Sin embargo, dicho juicio fue sólo transitorio. Vine dice que la expresión «por algún tiempo» significa «un tiempo apropiado para determinado propósito».13 Sólo Dios sabe el significado y la duración de tal propósito. Crisóstomo, uno de los padres de la iglesia, comenta: «El apóstol, recordando su propio caso, sabía que mediante la ceguera de los ojos las tinieblas de la mente pueden ser de nuevo transformadas en luz».14
El juicio fue inmediato, pero se cumplió por partes (v. 11). En primer lugar cayó sobre él «oscuridad». Se trata de la palabra griega achlys, que no aparece en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Vine dice que significa «oscurecimiento de los ojos» y afirma que su uso se convierte en el «signo visible de la oscuridad espiritual interior que [Elimas] tendría que soportar durante algún tiempo como castigo por su resistencia a la verdad».15
Pronto aquella oscuridad se convirtió en tinieblas absolutas: en ceguera. Walker señala que «esta palabra también la utilizaban los médicos griegos en sentido técnico. La descripción entera es muy gráfica: cayó sobre Elimas una oscuridad que fue haciéndose poco a poco más intensa hasta convertirse en tinieblas completas y ceguera».16
Aquí termina el relato. Luego Pablo y su equipo abandonan Chipre y comienzan su increíble ministerio a través del Asia Menor hasta llegar a Grecia.17
La joven médium de Filipos
El siguiente choque directo de Pablo con el mundo espiritual que se registra es quizá el más conocido: su encuentro con la joven esclava endemoniada de Filipos (Hechos 16.16–18). Este es el único caso en el libro de los Hechos en que un individuo es liberado de demonios fuera del contexto de un movimiento popular hacia Cristo.
El incidente tiene lugar algún momento después de que Pablo y su equipo empezaran a predicar en la reunión de oración que se celebraba en las afueras de Filipos, a la orilla del río. F. F. Bruce dice: «Días tras día, cuando los misioneros se dirigían al lugar de oración, ella los seguía por las calles de Filipos anunciando que eran siervos del Dios Altísimo».18
La chica, controlada por un espíritu de adivinación, se dedicaba a decir la buenaventura (v.16). El término griego traducido aquí por «adivinación» es aquel del que procede nuestra palabra «pitón». De modo que a la joven se la llamaba «pitonisa», un nombre utilizado para referirse a personas supuestamente habitadas por el espíritu del dios griego Apolo, a quien se asociaba con los famosos oráculos de Grecia. Apolo era adorado como el dios Pitón en el santuario de Delfos, en la Grecia central. Las «palabras involuntarias de la chica se consideraban como la voz de aquel dios, dice Bruce, (de modo que) estaba muy solicitada por la gente que deseaba conocer su futuro».19
La muchacha gritaba detrás de Pablo y de los demás, diciendo: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación» (v.17). Esto puede entenderse al menos de tres maneras. En primer lugar, la expresión «Dios Altísimo» era de común uso tanto por los judíos como por los gentiles para referirse al Ser Supremo. En aquel tiempo la salvación se buscaba por lo general a través de las religiones griegas de misterio y otros cultos paganos. Por lo tanto no hay necesariamente nada salvífico en sus gritos.
En segundo lugar, los demonios reconocían al Señor Jesús y declaraban de una manera espontánea que era el Hijo del Dios Altísimo. Y en tercer lugar, los endemoniados no están por completo controlados por los espíritus malos que han invadido sus vidas. Así que aquellos gritos podían representar el confundido clamor de la chica por conocer al «Dios Altísimo». Knowling dice que:
[ … ] el relato puede indicar la conciencia perturbada y dividida tan característica de los posesos: en algunos momentos la muchacha estaba dominada por el espíritu malo, que era su verdadero kyrios (señor), y en otros sentía un anhelo de liberación de sus ataduras y[ … ] se asociaba con aquellos a su alrededor que experimentaban deseos parecidos de alguna forma de salvación.20
Mi ministerio personal con endemoniados me inclinaría hacia una de las dos últimas explicaciones. La gente demonizada, busca a menudo ayuda de los hombres de Dios cuando los espíritus no se están manifestando.
Liberación instantánea y consecuencias inmediatas
Cual fuere el caso, aquella pobre chica era esclava de los demonios que la controlaban y de sus dueños que la explotaban para obtener beneficios. Era sólo una niña. La palabra utilizada para describirla es paidíon, que significa jovencita o esclava de poca edad.21 Su condición debía ser lamentable. Lucas destaca los gritos frenéticos de la chica en el versículo 17. La expresión «dar voces» se utiliza corrientemente para describir los alaridos de las personas demonizadas (Marcos 1.26; 3.11; 5.5, 7; Lucas 4.41).
Pablo echó al demonio fuera de la chica cuando su disgusto alcanzó una cota elevada (v. 8). La palabra «desagradando» es diaponetheís, un término enérgico en el griego que sólo se utiliza aquí y en Hechos 4.2, cuando se describe la agitación de los líderes judíos al encontrar a Pedro y a Juan enseñando a la gente acerca de Jesús y de la resurrección de entre los muertos. Knowling dice que incluye la idea de pesar, pena e ira al mismo tiempo.22
Al igual que al Señor Jesús no le habían agradado nunca ni siquiera las declaraciones verdaderas de los demonios, Pablo se niega a permitir que la chica endemoniada continúe anunciándole y manda al espíritu que abandone el cuerpo de su víctima (v.18c). La liberación se hizo «en el nombre de Jesucristo», la «fórmula» bíblica utilizada a lo largo de todo el libro de los Hechos por los que representaban al Señor, y fue instantánea: «En aquella misma hora» (v. 18).
Puesto que la chica era esclava, sus dueños la obligaban a practicar la adivinación, pero una vez que los demonios hubieron salido sus poderes espirituales acabaron. Los amos de la muchacha se enfurecieron entonces contra Pablo y persuadieron a la multitud y a las autoridades para que castigasen a éste y a Silas, acusándolos de insurrección política, proselitismo religioso y traición contra Roma (vv. 20, 21). En su antiguo pero excelente comentario de Hechos, Richard B. Rackham señala que la parte más grave de la acusación era la última: traición contra Roma.23
Lo peor se encuentra en estas últimas palabras: «pues somos romanos». El simple rumor de deslealtad al sagrado nombre de Roma fue suficiente para enardecer como a un solo hombre a la multitud de romanos que había en el mercado; la sugerencia de traición bastaba para que cundiese el pánico tanto entre los magistrados como en el resto de la gente. No había tiempo para procedimientos legales; tenían que tomarse medidas urgentes. De modo que, a fin de satisfacer tanto al pueblo como a ellos mismos, los magistrados dieron órdenes de que se le rasgase la ropa y se le azotase … allí mismo. En medio del pánico y el tumulto de nada habría valido alegar su ciudadanía, así que Pablo y Silas sometieron sus espaldas a las varas.
Los misioneros fueron entregados a la custodia del jefe de la cárcel, quizás un romano con el rango de centurión (Hechos 16.23), a quien se ordenó que los confinara en la parte más segura de la prisión, reservada con exclusividad para los presos más peligrosos (vv.23b, 24). El hombre cumplió las órdenes al pie de la letra, incluso asegurándoles los pies en cepos.
Hay varios datos adicionales acerca de este relato que convienen a nuestro énfasis en la guerra espiritual. Uno de ellos es la aparición de la palabra python, traducida por «adivinación» en el Nuevo Testamento. Vine dice acerca de ella:
esta palabra se aplicaba a los adivinadores y augures, a quienes se consideraba inspirados por Apolo. Ya que los demonios son los agentes que inducen a la idolatría (1 Corintios 10.20), la joven de Hechos 16.16 estaba poseída por un demonio promotor del culto de Apolo y por lo tanto tenía un espíritu de adivinación.24
El segundo es que los griegos asociaban la ventriloquía con el pitonismo, atribuyendo ese poder a los demonios. Por esta razón, Ramsay llama ventrílocua a la chica.25 Sin embargo no es éste el caso. La capacidad de proyectar la propia voz para que parezca proceder de otra persona u otro objeto es ventriloquía; mientras que cuando otro ser o personalidad malvada habla por boca de alguien, a menudo produciendo sonidos extraños o una voz distinta a la del individuo en cuestión, se trata de demonismo. Eso era lo que le sucedía a la muchacha esclava. Knowling aclara el asunto diciendo que «a menudo este poder de ventriloquía se utilizaba indebidamente con fines mágicos».26 Así muchos llegaron a asociarlo con la actividad de los espíritus.
El tercero es que resulta un misterio porqué Pablo soportó durante cierto tiempo la actividad demoníaca. El apóstol parece haber tratado de evitar a la chica a fin de poder continuar con su ministerio de enseñanza en la ciudad y a la orilla del río. Sin embargo, finalmente, el ruido y la confusión se hicieron imposibles de soportar y, muy molesto, Pablo expulsó a aquel espíritu religioso (v.18).
Es evidente que hay un tiempo oportuno para tratar con los demonios. Pablo sabía que Jesús no le había enviado a buscar y expulsar espíritus malos, sino a predicar y enseñar el evangelio. No obstante, cuando los demonios interfirieron en su ministerio, los echó fuera.
En cierta ocasión, me encontraba aconsejando a un creyente traumatizado, cuando de repente un demonio se manifestó con fuerza tomándome completamente por sorpresa. De improviso, aquella persona callada y mansa se transformó en un ser perverso y vociferante. Todo sucedió tan rápido que retrocedí, mientras una repentina oleada de miedo recorría mi ya fatigado cuerpo.
«¡Mírate! ¡Mírate!», gritó el espíritu malo burlándose. «¡Tienes miedo! ¡Tienes miedo! ¡Te tiembla todo el cuerpo!» «Puede que mis rodillas tiemblen», repliqué al instante (y era cierto), pero eso no tiene nada que ver con lo que va a pasar aquí. Serán la autoridad y el poder del Señor Jesús, el Hijo Santo de Dios que mora en mí, los que te expulsen por medio de mi palabra; a pesar del miedo, el temblor y todo lo demás. Es con Él con quien tienes que arreglártelas. ¡Cállate!» En seguida la burla del demonio cesó. Y poco después se encontraba más asustado de mí que lo que yo lo había estado de él. Admitió mi conocimiento de cuál era el origen de mi autoridad y de mi poder sobre él, y estaba aterrado del Señor Jesús en mí.
El cuarto es que se produjo el éxodo del espíritu de adivinación. Lucas nos dice: «Y salió en aquella misma hora». Encontramos más pruebas de esto en lo que se relata a continuación: «Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia … (v. 19).
El negocio de la adivinación
La adivinación era un gran negocio en esa región. Todo el mundo tenía sus propios dioses, espíritus e ídolos. Había templos y sacerdotes por todos lados. Lucas describe Filipos como «la ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia [romana]». Se trataba de la primera ciudad importante asociada con el señalado puerto de Neápolis. «Era el límite oriental de la gran Vía Ignaciana», dice Bruce, «una calzada romana que unía el Adriático con el Egeo».27 Por lo tanto había un paso constante de viajeros por la ciudad. La chica, tal vez una adolescente , había sido seleccionada y comprada por aquellos astutos hombres de negocios a causa de sus raros dones. Filipos necesitaba una adivina, se decían. ¡Qué gran oportunidad de suplir las necesidades del público obteniendo al mismo tiempo pingües beneficios económicos (v. 19)!
Tal vez buscaron un pequeño local en alguno de los principales edificios del centro de la ciudad donde la chica pudiera trabajar. La pusieron allí y anunciaron su presencia. ¿Qué podría haber más atrayente que una hermosa e inocente niña poseída por Apolo, el famoso espíritu de pitón? Cuando inquirían de ella, la muchacha entraba en un semitrance y, aunque a veces profería sonidos ininteligibles, terminaba dando una palabra personal a cada uno según las preguntas que le habían hecho. No tenía facultades para ponerse en contacto con los espíritus de los difuntos como otros; su especialidad era la adivinación, predecir el futuro o contestar a preguntas referentes a la vida personal, social y comercial de sus clientes.
Esto nos proporciona un buen trasfondo para las palabras de Lucas, cuando dice: «Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades» (v.19).28
Una vez estaba tratando con un antiguo ocultista a quien había guiado a Cristo hacía poco, y aunque algunos de sus demonios habían salido cuando el Espíritu Santo entró en él, la mayoría se habían quedado. Tenía demasiadas puertas abiertas en su vida las cuales había que cerrar antes de que los espíritus malos estuvieran dispuestos a marcharse.
Durante la liberación, permití a los demonios que se manifestaran de un modo controlado, algo útil para el adiestramiento del equipo de liberación que trabajaba conmigo, ninguno de cuyos miembros tenía experiencia previa con endemoniados. Aparecieron muchos demonios poderosos de ocultismo, algunos de ellos asociados con la adicción del hombre a la música de rock pesado. Todos tenían el potencial de una violencia extrema, tuve que seguir trabajando desde mi base de autoridad en Cristo. Por último se manifestó el demonio jefe. Se llamaba Adivinación y era terrorífico. Se mostró altivo y desafiante, lleno de odio y de rabia contra mí. También odiaba a su víctima y hablaba de él de la manera más degradante.
El joven convertido tuvo poco control de sí mismo durante toda la sesión de liberación. Cuando apareció Adivinación, sin embargo, resistió y se hizo con dicho control, advirtiéndome que «no me metiera con él».
«Es demasiado fuerte», me dijo, «y puede matarle. Cuando él domina tengo un poder asombroso: soy capaz de señalar objetos dentro de una habitación y moverlos a mi gusto. A veces lo hago en mi dormitorio. Es tan poderoso que puede hacer que las paredes de este edificio se desplomen sobre nosotros. Por favor, déjelo en paz».
«Jim», le contesté, «si nos echamos atrás ahora seremos derrotados. Hemos de enfrentarnos con todos ellos, incluso con Adivinación. No le tengo miedo. Los ángeles de Dios están aquí con nosotros y ellos nos protegerán de su poder. Quiero que me permitas volver a llamarlo».
Cuando me dio su permiso y apareció Adivinación, éste hizo que Jim, que había estado tumbado en el sofá del despacho de la iglesia, se sentara erguido. Luego se volvió y me miró desafiante, riéndose y hablándome de su poder. Le hice callar.
Aquella jactancia suya me movió a provocar un choque de poder. Había al otro lado de la habitación un vaso lleno de agua, y yo lo señalé con el dedo y dije: «Adivinación, te he quitado todo tu poder por la autoridad que tengo en Jesucristo. Yo soy su siervo. Mi Señor ha derrotado al tuyo y me ha dado autoridad sobre ti.
»¿Ves ese vaso de agua? —continué—. Si tienes el poder del que alardeas, te desafío a que lo muevas. No dejaré que lo hagas, pero inténtalo. Trata de moverlo».
Y así lo hizo. Primero clavó su vista en el vaso y nada sucedió. A continuación lo señaló con el dedo, y siguió sin ocurrir nada en absoluto. El demonio no había dicho ni una palabra. Entonces comenzó a hacer unos movimientos extraños con sus brazos y piernas, como si se tratara de ejercicios de karate. Tampoco obtuvo ningún resultado. Gritó, dio saltos e hizo ademanes ordenando al vaso que se moviera; pero éste se quedó en su sitio.
De repente me miró con ojos absolutamente sorprendidos, volvió a poner la vista en el vaso y empezó de nuevo sus lunáticos y extravagantes movimientos corporales. Las cosas no cambiaron.
Por último se volvió hacia mí y exclamó: «¡Me has matado!» Después de aquello el demonio salió sin emitir ninguna protesta más.
Algo parecido debió ocurrirle a Pablo con la joven esclava de Filipos. Pero lo que es más importante: aquí, como en el resto de los Hechos, el poder de Dios a través del apóstol venció la posición demoníaca directa y el evangelio liberador siguió extendiéndose.
1 1. Un estudio excelente del enfrentamiento de Pablo con Elimas el mago es el de Juan Calvino, Acts Baker, Grand Rapids, MI, 1989, 18:505–512.
3 3. William M. Ramsay, Saint Paul, The Traveler and Roman Citizen, Baker, Grand Rapids, MI, 1962, p. 76.
4 4. La distinción entre estas tres áreas de la realidad está muy bien expresada en el clásico de Bronislaw Malinowski Magic, Science and Religion , Doubleday Anchor Books, Garden City, NY, 1954.
17 17. La ISBE tiene uno de los mejores sumarios de las religiones del mundo bíblico que pueda encontrarse hoy en día (G. W. Bromiley, ed. [ Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989], 4:79–129). Especialmente importante para nuestro estudio es el artículo sobre las religiones del Asia Menor, pp. 79–84, y del mundo grecorromano, pp. 107–117.
20 20. R. J. Knowling, The Acts of the Apostles, en W. Robertson Nicoll, Expositor’s Greek New Testament Eerdmans, Grand Rapids, MI, 2:347.
23 23. Richard B. Rackham, The Acts of the Apostles , Methuen and Company Ltd., Londres , 1953, p. 283.
27 27. Bruce, pp. 329 y 330. Una excelente vista panorámica de la ciudad que continúa hasta la p. 339.
28 28. Para más comentarios acerca de este relato, véase Bruce, pp. 330–335. Considérese asimismo su magnífico estudio del apóstol Pablo, titulado: Paul: Apostle of the Heart Set Free , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1981, pp. 218–222.
45
Idolatría en Atenas y Corinto
Hechos 17 y 1 Corintios 8—10
La siguiente parada del ministerio de Pablo en una urbe intensamente demonizada fue Atenas (Hechos 17.15–34). La ciudad, llena de ídolos (v. 16) y de filósofos (vv. 18–32), estaba también atestada de gente ociosa, con demasiado tiempo libre. «Porque todos los atenienses», cuenta Lucas, «y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo» (v. 21). Pablo nunca antes se había enfrentado a una ciudad así.
Al apóstol no le gustaba ministrar solo. Comprometido con un ministerio de equipo, ahora se encuentra solo (vv. 15, 16a), con mucho tiempo libre y en una ciudad no incluida en su plan de evangelización. Lo único que hacía era esperar a que llegaran Silas y Timoteo para apresurarse a partir hacia Corinto, su primer objetivo evangelístico en Grecia (vv. 15, 16; también 18.5). Sin embargo, el espíritu sensible de Pablo estaba muy preocupado por aquella esclavitud completa a la idolatría que pudo descubrir en la ciudad. Eso le turbó más que la altivez y la resistencia de los filósofos.
Una breve ojeada a Atenas
Atenas, centro de la cultura, la arquitectura, la religión y el conocimiento griegos en el mundo antiguo era la ciudad más famosa de la vieja Grecia.1 Además, esta capital de la provincia griega de Atica se consideraba también el centro intelectual y universitario más importante de todo el Imperio Romano, por encima de la misma Roma. Y lo que es de más trascendencia aun para nuestro estudio: Atenas era la metrópoli de la mitología griega. Su importancia como centro religioso y filosófico no puede exagerarse. Mientras Pablo paseaba por sus calles «podía apreciar su conocimiento y admirar su belleza, pero sobre todo sentir compasión por su ceguera espiritual y deplorar sus idolatrías».2
El apóstol continúa con su habitual estrategia de predicar en las sinagogas, pero es claro que con poco éxito (v. 17). También habla en la famosa ágora ateniense, llamada plaza de mercado por ser el lugar donde se efectuaban los negocios, la compra y venta de esclavos, la oferta de bienes (v. 17). Pablo siguió el método de Sócrates y de otros filósofos griegos discutiendo en el ágora cada día (v. 17).
Pablo entre los filósofos atenienses
Se mencionan las dos escuelas filosóficas griegas rivales. Los epicúreos, seguidores de Epicuro (341–270 aC.), que llevaban alrededor de 35 años enseñando filosofía en Atenas, proponían el placer como meta principal de la vida. No necesariamente el placer sensual, sino «una vida de tranquilidad, libre de dolor, pasiones perturbadoras y miedos supersticiosos (incluso, de un modo particular, el miedo a la muerte). No negaban la existencia de dioses, pero mantenían que éstos no se interesaban por la vida de los hombres».3 Eran materialistas filosóficos que rechazaban la existencia de vida después de la muerte. Se atenían de manera estricta a una cosmovisión atomista del mundo, afirmando que incluso el alma humana y los dioses estaban compuestos de átomos materiales. Los epicúreos eran utilitaristas, aferrados a la felicidad como meta de la vida.
El otro grupo eran los estoicos, seguidores del filósofo Zenón (340–265 a.C.), que también había enseñado en Atenas. Estos tenían una cosmovisión espiritualista y afirmaban que el fin más elevado de la vida era la autosuficiencia humana. El mayor bien consistía en no ser afectado ni por lo bueno ni por lo malo. Uno debía elevarse por encima de las circunstancias cambiantes de la existencia. Los estoicos eran los idealistas, que enfatizaban la realización moral y la importancia del deber. Afirmaban la espiritualidad del hombre y la existencia de Dios. No obstante, tenían ideas panteístas, y creían que el hombre formaba parte de ese espíritu universal llamado Dios, o mejor dicho dios. Eran los adeptos de la Nueva Era del primer siglo
El sermón de Pablo en el Cerro de Marte
El versículo 19 explica que los filósofos llevaron a Pablo al Areópago diciendo: «¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?» El apóstol no estaba siendo juzgado. Como dice Harrison: «El tribunal del Areópago era el consejo que velaba por el bienestar educativo, moral y religioso de la comunidad».4 Ramsay, por su parte, expresa que para dicho consejo, Pablo no representaba más que «uno de tantos maestros ambiciosos que llegaban a aquel gran centro de la educación que era Atenas buscando fama y fortuna». El Consejo del Areópago tenía autoridad para «nombrar o invitar oradores a Atenas, así como para ejercer cierto orden y moralidad».
Esa fue la razón por la que llevaron a Pablo al Areópago o Cerro de Marte. En Atenas, los conferenciantes tenían gran libertad para expresarse. La escena que se describe en los versículos 18–34 parece demostrar que los «oradores reconocidos podían presentar ante el Areópago a un conferenciante extraño y exigirle que hiciese una descripción de su enseñanza, así como que pasara una prueba de carácter».5
Pablo comenzó con mucho respeto su mensaje (v. 22) declarando que sus oyentes eran «muy religiosos en todo». Luego, fijando su atención en uno de los altares que llevaba la inscripción «Al Dios no conocido», lo aprovechó como punto de referencia de la cultura de ellos para afirmar que aquel Dios, al cual habían estado adorando sin conocerlo, era el mismo que les anunciaba (v. 23).
Acto seguido, el apóstol se refiere a Dios como Aquel que se ha dado a conocer por medio de la naturaleza, es decir, de la revelación natural (vv. 24–29). El Creador es trascendente (v. 24a), separado de su creación. Esa afirmación iba dirigida a los estoicos. También es inmanente (vv. 25b, 27, 28), está comprometido en persona con dicha creación. Ahora se dirige a los epicúreos.
El propósito del cuidado cariñoso de Dios por la humanidad, según afirma Pablo, es que los hombres puedan encontrarle (v. 27). Cualquiera que le busque de esta manera lo encontrará, ya que «no está lejos de cada uno de nosotros» (v. 27). Harrison señala que el gran énfasis del apóstol en Dios como creador de todas las cosas iba contra las ideas griegas acerca de la divinidad. Los griegos sostenían que el universo físico era eterno. Cualquier cosa creada por los dioses había sido hecha partiendo de materiales ya existentes. La opinión hebreocristiana, en cambio, afirma que el único eterno es Dios y que todo lo demás fue hecho por Él de la nada (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 11.3).
El mensaje de Pablo comenzó a enconar a sus oyentes. En una ciudad repleta de templos y santuarios, el apóstol dice que Dios no habita en templos construidos por el hombre, y al afirmar que todos los seres humanos han sido hechos por el mismo Dios, y que por lo tanto son iguales ante sus ojos, «asestó un duro golpe al orgullo que tenían los atenienses en cuanto a su cuna».6
Pablo concluye su mensaje afirmando que en el pasado Dios había permitido que los hombres siguieran su propio ca mino, pero que ahora mandaba que se arrepintieran y cambiasen su actitud hacia Él, hacía sí mismos y hacia sus semejantes. Luego, el apóstol alarma a sus oyentes diciendo que Dios ha establecido un día en el cual juzgará a todos los hombres sobre una base de justicia (v. 31a). Esto era algo nuevo para ellos, ya que en las ideas griegas no cabía un juicio escatológico: un momento en el que Dios interviniera directamente en los asuntos de los hombres y les pidiera cuentas de su estilo de vida.
Pablo, entonces, presenta su prueba de que ese día de juicio justo se aproxima. Puede verse en el acontecimiento histórico que ha ocurrido hace poco tiempo: Dios ha levantado de los muertos a un hombre que será el juez de toda la humanidad; esa es la prueba indiscutible de que habrá una resurrección futura en la cual los hombres darán cuentas ante Dios (v. 31b).
Aquello fue demasiado para sus oyentes, cuya cortesía, con la que habían recibido al apóstol en un principio, estaba casi agotada (v. 32). Harrison dice al respecto:7
Pablo hubiera podido dar pruebas de la resurrección de Cristo (cf. 1 Corintios 15), pero su auditorio no estaba de humor para terminar de escucharle. Su alusión a la resurrección fue demasiado para que la recibieran las mentes ya predispuestas en sentido contrario de sus oyentes.
La idea de la resurrección era repudiada por todas las escuelas griegas de pensamiento. Al ser materialistas, los epicúreos rechazaban por completo la vida después de la muerte; y los estoicos, como panteístas, rechazaban la resurrección corporal.
Algunos empezaron a hacer comentarios despectivos, incapaces de ocultar su desdén por Pablo y el mensaje que predicaba. Otros trataron de mantener la apariencia de cortesía que había hecho famosos a los atenienses y simplemente se excusaron diciendo: «Ya te oiremos acerca de esto otra vez». Lucas no dice si al expresarse así eran o no sinceros.
No obstante algunos creyeron. Entre ellos, según nos cuenta Lucas, Dionisio, que era miembro del Consejo del Areópago (v. 34). Según la práctica ateniense, para formar parte de dicho consejo tenía que tratarse de un hombre muy respetado, de al menos sesenta y cinco años de edad, exfuncionario público de alto rango, rico y perteneciente a una familia ateniense. Dámaris, por su parte, era quizás una mujer piadosa que se convirtió durante uno de los mensajes de Pablo en la sinagoga, ya que en el Areópago no estaba permitida la entrada al sexo femenino. Y había otros más con ellos.
No se menciona el establecimiento de ninguna iglesia en Atenas, ni existe registro alguno de una visita posterior de Pablo para pastorear aquel rebaño. Tampoco sabemos que el apóstol enviara allí a visitarlos a ningún miembro de su equipo. Sin embargo, «según la tradición patrística de tiempos posteriores, especialmente Orígenes»,8 en Atenas se fundó una iglesia. Uno tiene la sensación de que Pablo no quedó muy impresionado con el clima espiritual de la ciudad ni la indiferencia de los orgullosos atenienses.
Esclavitud a la idolatría
El apóstol inició su mensaje con lo más asombroso de la idolatría y el politeísmo de los nativos de Atenas. Por temor a ofender a algún dios desconocido, los atenienses habían erigido un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido» (v. 23). Pablo no pasó por alto lo que los turistas modernos descuidan al visitar las ruinas de aquella majestuosa ciudad: el esplendor artístico de Atenas era sobre todo religioso (es decir, idolátrico antes que artístico).
Kenneth F. W. Prior, catedrático universitario y clérigo inglés, escribió un libro titulado The Gospel in a Pagan Society [El evangelio en la sociedad pagana]9 en el que intenta ver la idolatría de Atenas a través de los ojos de un judío cristiano como Pablo. Prior asocia la opinión del apóstol sobre dicha idolatría con la contundente afirmación que éste hace sobre los ídolos y la demonización en 1 Corintios 10.20, 21. A Pablo le preocupaban profundamente las ataduras demoníacas que produce la idolatría a los que la practican y, según Prior, su actitud no sólo era cristiana sino también judía. Él había sido criado con el concepto de que la idolatría era demoníaca. Incluso la adoración a Jehová en forma física era idolátrica y estaba prohibida por Dios.10
Aquella era la actitud que los cristianos neotestamentarios habían heredado de sus antecesores judíos, la cual llevaron consigo al evangelizar en las ciudades griegas. Ello explica por qué Pablo y Bernabé retrocedieron horrorizados cuando una muchedumbre, arrastrada de irreflexivo entusiasmo ante la sanidad de un tullido efectuada por Pablo, los convirtió en objetos del culto idolátrico.
Para Pablo, y los demás cristianos, los ídolos usurpaban el lugar que sólo les correspondía a Dios y a Jesús. Como ha escrito Michael Green, «no tendría sentido predicar a Jesús como Señor si hubiera que considerarle como una simple adición a algún panteón de dioses ya abarrotado».11
Los cristianos también rechazaban cualquier idolatría debido a que ésta se había visto asociada desde hacía mucho con formas groseras de inmoralidad y perversión sexual. Ello era cierto en Atenas así como en el resto de las religiones griegas.
Blaicklock comenta que:
[ … ] tal vez el cristiano pueda aún percibir algo de aquella profunda sensación [que Pablo experimentó en Atenas] sólo con la vista repulsiva de las imágenes fálicas. Algunos fragmentos amplios e intrincadamente esculpidos de Delos revelan la gran mezcla de carnalidad y religión que despertaba la ira de los profetas hebreos y provocan la aversión de los cristianos. Las sensualidades esculpidas en algunos templos orientales producen esa misma repugnancia. Atenas debía tener bastantes ejemplos de este uso vil del arte griego.12
Es probable que hasta ese momento Atenas representara el choque más claro que Pablo había tenido con la idolatría. Se enfrentaría de nuevo a ella en Corinto y en Éfeso. No mucho después de esta experiencia, el apóstol escribió Romanos 1.18–32 y 1 Corintios 10.20, 21. En el segundo de estos pasajes, Pablo desvela plenamente las graves dimensiones demoníacas de la idolatría y el politeísmo. No importa que no se haga referencia en los Hechos a ningún choque con los demonios mientras el apóstol permaneció en Atenas. Pablo sabía que estaban allí, como también en el resto de las ciudades paganas donde predicaba al único Dios y al único mediador entre Dios y los hombres: el Señor Jesucristo.
Puesto que las enseñanzas de Pablo sobre la dimensión demoníaca de la idolatría y el politeísmo que aparecen en 1 Corintios son las más completas de todas sus epístolas, quisiera referirme a ellas. La enseñanza del apóstol en dicha epístola refleja la cosmovisión con la que enfocaba su ministerio, incluso en Atenas.
Idolatría y demonios en 1 Corintios 8–10
Sus enseñanzas más conocidas de 1 Corintios 10.20, 21 deben considerarse dentro del contexto que se inicia en el capítulo 8: «En cuanto a lo sacrificado a los ídolos … » (v. 1a). Esto nos lleva de nuevo a 1 Corintios 7.1a: «En cuanto a las cosas que me escribisteis … » Esto implica que el asunto de la comida ofrecida a los ídolos era la segunda cuestión más importante acerca de la cual le pedían ayuda, junto con la del matrimonio que se trata en el capítulo 7.
Había dos opiniones entre los corintios respecto al tema de la carne sacrificada a los ídolos. Algunos pensaban que el creyente tiene libertad en Cristo para hacer cualquier cosa que no esté prohibida por la ley de Dios. Otros creían que había que formular nuevas leyes de prohibición para algunas cosas. Los creyentes no debían tener nada que ver con los ídolos o su carne.
Pablo corrige ambas ideas exponiendo principios generales en vez de promulgar un nuevo código de leyes. Estos principios pueden luego aplicarse a cada situación, que es susceptible de examinarse a la luz de los postulados mayores. El foco de atención principal de 1 Corintios 8.1 es la regla del amor frente a la confianza de cada grupo en la superioridad de su conocimiento. De ahí su desviación aparente del problema inmediato de los ídolos y los sacrificios ofrecidos a éstos (vv. 1b–3). Lo que Pablo está diciendo es: «Debemos evitar la tiranía del conocimiento que destruye el verdadero amor entre los creyentes». Esta es una advertencia tan necesaria hoy en día como en los tiempos del apóstol.
En Corinto la idolatría estaba tan extendida como en Atenas (vv. 4–13; 10.1–3). Gordon D. Fee dice que:
[ … ] la expresión religiosa de Corinto era tan diversa como su población. Pausanias describe por lo menos 26 lugares sagrados (no todos eran templos) dedicados a los «muchos dioses» (el Panteón grecorromano) y a los «muchos señores» (los cultos de misterios) mencionados por Pablo en 1 Corintios 8.5.13
Más adelante en su comentario, Fee expresa: «El vicio y la religión florecían codo a codo. La vieja Corinto tenía tal reputación de depravación sexual que Aristófanes (ca. 450–385 a.C.) acuñó el verbo korinthiázo (comportarse como un corintio; es decir, cometer fornicación)».14
Comentando sobre este problema religioso-moral, F. F. Bruce escribe: «La dificultad que tenían incluso los cristianos para resistir a la influencia de aquella particular característica corintia, queda clara para los lectores de las epístolas de Pablo a los corintios».15
En 1 Corintios 8.4, el apóstol dice:
Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios.
Algunos creyentes habían estado tan acostumbrados, en su vida pasada, a asociar a los dioses con los ídolos y a las festividades paganas con la carne sacrificada a los dioses, que se contaminaban comiendo ese tipo de carne. En cuanto a esto, Fee dice que:
[ … ] en ambos casos Pablo no atribuye realidad a los «dioses» de la idolatría. Lo que hace más bien es adelantar el argumento del versículo 7, de que tales «dioses» tienen una autenticidad subjetiva para sus adoradores; es decir, que no existen objetivamente, pero sí para aquellos que les han conferido realidad al creer en ellos. De ahí que haya en verdad «muchos dioses y muchos señores».
En el capítulo 10 Pablo vuelve a negar que un «dios» se halle implicado. Lo que no han tomado en serio los corintios, sin embargo, es que la religión pagana es el medio por excelencia de la actividad demoníaca, y que adorar a tales «dioses» supone en realidad tener comunión con los demonios.16
También Leon Morris considera que Pablo está respondiendo a los hermanos más fuertes, e incluso citando sus palabras, como contraste con aquellos más débiles que se mencionan en el versículo 7. Estos creyentes pensaban que estaba bien comer la carne que había sido ofrecida a los ídolos, incluso si ello se hacía en los templos.17 Sus argumentos eran de dos clases.
Tal vez el versículo 4 sea una cita directa que hace Pablo de esos hermanos. «No hay tal cosa como un ídolo», expresaban. «Los dioses a los cuales pretenden representar no existen. No hay más que un Dios». Por lo tanto no existía problema alguno en comer carne que había sido sacrificada a los ídolos; es decir, a los dioses representados por dichos ídolos, ya que no existían. Uno podía incluso participar en las fiestas paganas que se celebraban en los mismos templos (v. 10). «Si los dioses no existen en realidad, no pueden hacernos ningún daño», se decían. Sin embargo, más tarde Pablo rechaza con firmeza la participación en las fiestas paganas de los templos equiparándolas con el culto a los demonios (1 Corintios 10.19–22).
La contestación del apóstol a los creyentes más fuertes en el capítulo 8 da una visión parcial, pero sólo parcial, de las ideas de Pablo sobre los ídolos y los dioses de la idolatría. Pablo estaba de acuerdo con la premisa básica que defendían dichos creyentes, e incluso se extiende en ella formulando una de las declaraciones teológicas más hermosas y profundas del Nuevo Testamento acerca de theós, Dios. El apóstol se centra en Dios como Padre y en Jesucristo como único Señor. Luego corregirá las opiniones egoístas de esos mismos hermanos más fuertes (8.1–9, 13).
Después de explicar claramente este concepto cristiano de la deidad como Dios y Señor, en contraste con los dioses y los señores del politeísmo y la idolatría, Pablo advierte a los corintios que no todos los cristianos pueden soportar el contacto con las comidas ofrecidas a los ídolos o la participación en los banquetes, acerca de los cuales dirá más tarde que debían ser evitados a toda costa (1 Corintios 10.12–22). Los ídolos y los dioses, dice el apóstol, todavía son un problema para el cristiano más débil, y no debemos perjudicar su caminar con Dios (vv. 8–13).
Pablo ha estado hablando de ese conocimiento que capacita al hombre para considerar a un ídolo como nada. Ahora puntualiza que dicho conocimiento no es universal entre los cristianos y que hay algunos más débiles que no lo han alcanzado. Desde sus días de inconversos estaban tan acostumbrados a pensar en el ídolo como en algo real que no podían sacudirse del todo esos pensamientos. Es como la situación actual en el campo misionero, donde para algunos convertidos resulta muy difícil deshacerse por entero de la creencia en la brujería.
En los versículos 10 al 12 encontramos la advertencia. Pablo dice: «Las consecuencias de que vosotros, los fuertes, ejerzáis vuestros derechos por encima de los débiles son malas. Alardeáis de que queréis edificarlos para que sean capaces de comer carne sacrificada a los ídolos e incluso cenar en un templo de ídolos. Eso es porque sabéis que el ídolo no tiene ninguna entidad y ellos también deberían saberlo.
»¿Pero los estáis edificando realmente para que se mantengan firmes? Yo digo que esa edificación es para que caigan. Es cierto que los fortalecéis, pero para que violen su conciencia. De esta manera provocáis el desastre espiritual del hermano por quien Cristo murió.
»Esto está mal y debería terminar. Estáis pecando contra esos hermanos, y al hacerlo pecáis contra Cristo».
En el versículo 13, Pablo explica cómo elabora los temas de libertad cristiana y de la conciencia más débil de otros creyentes. «Así es como actúo yo en lo que afecta a mi hermano en Cristo» está diciendo. «En primer lugar, reconozco que se trata de mi hermano y no de un individuo impersonal, casi inexistente, ajeno a mí. Le amo como hermano.
»Debo tratar con severidad el “yo” en mi vida. Es la decisión que he tomado referente a mi “yo” en relación con los hermanos: sólo haré y permitiré en mi vida aquello que los edifique. Rechazo lo que es causa de tropiezo para mi hermano. Como os digo más adelante: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”» (11.1).19
En el capítulo 9, el apóstol sigue hablando de los temas generales y exponiendo los mismos principios básicos de amor y servicio a nuestros hermanos en Cristo. Morris comenta al respecto: «Pablo ha estado tratando con personas que afirmaban sus derechos en detrimento de otros y les ha dicho que eso está mal. Ahora pasa a demostrar que él mismo ha aplicado constantemente este principio, y que practica lo que predica».20
Pablo empieza el capítulo 10 apelando a la historia y dejando atrás su testimonio personal. Sabe adónde quiere llegar en su tratamiento de la turbulenta historia de Israel. No ha olvidado el problema inmediato de los ídolos y la idolatría, por lo cual en la lista de pecados de los israelitas menciona esta última (v. 7a). Luego, en los versículos 7b y 8, se extenderá sobre la adoración de los ídolos por parte del pueblo de Dios y la inmoralidad que la acompañó.
Las referencias a la idolatría y la inmoralidad, consideradas juntas en la experiencia de Israel, tienen que ver con el terrible episodio descrito en Éxodo 32 del becerro de oro. Pablo cita de dicho capítulo en los versículos 7 y 8:
Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: «Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar». Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.
Aquí tenemos la inmoralidad sexual religiosa. La gente está adorando al becerro de oro y presentándole ofrendas. Una vez que lo han hecho, se sientan a comer (la cuestión de comer en el templo de los ídolos de 1 Corintios 8.10) y luego se levantan a jugar. El juego en cuestión era un juego sexual, Pablo está diciendo; cometieron inmoralidad a la mesa del ídolo y fueron juzgados por ello. Esto es destacado de nuevo por la segunda cita que da el apóstol del Antiguo Testamento: Números 25 o la idolatría e inmoralidad con Baal en Baal-peor. En esa narración se mencionan la adoración a los ídolos, las comidas cúlticas y la inmoralidad.
Gordon Fee escribe acerca de la cuidadosa elección de palabras que hace Pablo en esta ocasión, todas ellas de Éxodo 32 y Números 25, y dice que el apóstol, al utilizar el primero de esos pasajes,
escoge la parte del relato que indica, específicamente, que el pueblo comió en presencia del becerro de oro, identificando con ello de un modo concreto, junto con 1 Corintios 8.10 y 10.14–22, la idolatría como un asunto de comidas cúlticas en presencia del ídolo … El verbo final, «y se levantó a jugar» también es posible interpretarlo como parte de esta preocupación … en este caso (tanto en la Septuaginta como en Pablo) tiene, casi con toda certeza, insinuaciones de juego sexual … Además, en el ejemplo siguiente, el comer en presencia del ídolo y los juegos sexuales se vinculan específicamente en el relato de Números 25.1–3. Por lo tanto, para Pablo este verbo lleva directo al siguiente ejemplo de inmoralidad sexual, que también se expresa en el contexto de la comida cúltica.21
En el versículo 8, el apóstol enlaza el ejemplo del Antiguo Testamento con la situación en Corinto y Fee sugiere que no es una prohibición general contra la inmoralidad sexual lo que Pablo tiene en mente. Ya ha tratado ese tema en 1 Corintios 6.11, 12. Aquí a lo que se refiere es a la inmoralidad ritual; es decir, a las prácticas inmorales que encerraban los banquetes y las juergas idolátricas. ¿Qué prueba hay de esto?
Primero, el suceso veterotestamentario al que se hace referencia (Números 25.1–9) relaciona de un modo específico la inmoralidad sexual con el hecho de comer en la presencia de Baal-peor. En segundo lugar, el texto anterior (v. 7) alude directamente a las comidas delante de los ídolos asociadas con el juego sexual. En tercer lugar, Fee expresa que «en el interdicto que se hace de la prostitución en 1 Corintios 6.12–20, Pablo vuelve a aplicar la metáfora del “templo” del 3.16, 17 al cuerpo del cristiano que estaba “uniéndose” a una prostituta».22 En cuarto lugar, Fee sigue diciendo que:
[ … ] una de cada dos menciones de las comidas idolátricas en el Nuevo Testamento va acompañada de alguna referencia a la inmoralidad sexual (Hechos 15.29; Apocalipsis 2.14, 20). Además, Apocalipsis 2.14 hace la misma alusión a Números 25.1, 2. Resulta muy probable, por tanto, que en cada uno de los casos, estos dos pecados estuvieran realmente asociados, como en el Antiguo Testamento y en sus precedentes paganos, y que ocurriesen en las comidas de los templos idolátricos.23
Pablo enumera luego otros pecados de Israel, pero no tarda en volver con una advertencia que demuestra que ha tenido en mente la idolatría durante todo su discurso: «Por tanto [en vista de todo lo que he escrito], huid de la idolatría» (v. 14). Con dicho versículo el apóstol nos trae de nuevo a la inquietud que siente por la participación de los cristianos corintios en la idolatría, la cual se ha mencionado por primera vez en el 8.1. Fee dice acerca de esto que:
[ … ] la base de la prohibición de Pablo es doble: su comprensión de la comida sagrada como «comunión», es decir como la singular participación de los creyentes en el culto a la deidad, a la que también se consideraba presente; y su percepción de la idolatría como el medio por excelencia de lo demoníaco.24
Según Fee, la súplica de Pablo en el versículo 14 es «al mismo tiempo abrupta y absoluta». Y en el versículo 15 el apóstol escribe para demostrar cuán lógica es dicha súplica. Ellos habían alardeado de su conocimiento superior. Ahora Pablo les dice: «Apelo a vuestra sabiduría. Juzgad lo que digo». Como destaca Fee, ello no significa que deben juzgar en cuanto a la verdad o la falsedad del argumento del apóstol, sino más bien «juzgar por sí mismos que Pablo está en lo cierto».25
El argumento es que si participan de la comida sagrada, es decir de la Cena del Señor, tienen comunión (koinonía) con Cristo, que está presente en dicha comida con ellos. Del mismo modo, los demonios están en las comidas ocultistas de las que han participado. Por tanto, cuando toman parte en éstas comulgan con los demonios (vv. 16–21). ¡Cuánta solemnidad y gravedad encierra este pensamiento!26
En el versículo 19, Pablo aplica el argumento presentado entre el 16 y el 18 comenzando con una pregunta retórica. «¿Qué digo, pues?» Y luego divide su propia pregunta en dos partes: «¿Que el ídolo es algo … ?» «¿ … O que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?» La construcción gramatical de ambas preguntas exige un «¡No!» como respuesta. El ídolo no es una entidad real, y la carne sacrificada a los ídolos es meramente «carne». «Todos estamos de acuerdo en eso», está diciendo Pablo.
«Sin embargo», añade el apóstol (vv. 20, 21), «aquí hay algo que habéis pasado por alto. El hecho de que un ídolo no sea un dios no significa que no intervengan seres espirituales en la adoración o los banquetes del mismo. Sí que intervienen. Hay demonios metidos tanto en lo uno como en lo otro.
»No quiero que participéis con los demonios. Si lo hacéis, en realidad estaréis teniendo koinonía con ellos, y no podréis seguir teniéndola con Cristo. Ambas koinonías son incompatibles entre sí».
Fee hace una declaración importante respecto a la relación entre los ídolos y los demonios en el Antiguo Testamento. En el versículo 20, expresa: «Pablo no está queriendo decir que los ídolos sean reales. Más bien, los corintios deben entender la idolatría en los términos de la revelación veterotestamentaria. Los sacrificios de los paganos se ofrecen a los demonios, no a ningún ser a quien pueda llamarse Dios con propiedad».27 Y más adelante comenta que:
[ … ] En el desierto, Israel había desechado a su Roca, Dios, por seres que no eran dioses, sino en realidad demonios. Aunque el Antiguo Testamento mismo no contiene ninguna reflexión teológica sobre esta idea de la idolatría, se trataba casi con toda seguridad del resultado lógico de la comprensión que tenían los israelitas de que los dioses «mudos» de los paganos poseían en realidad poderes sobrenaturales. Puesto que sólo había un Dios, tales poderes no podían atribuirse a los dioses; de ahí que surgiera la creencia de que los ídolos representaban a espíritus demoníacos.28
Esta afirmación de Fee es crucial y tiene una doble aplicación. Sólo porque el Antiguo Testamento no contenga un estudio teológico sistemático de los poderes demoníacos ello no significa que los israelitas no supiesen que éstos eran reales. Y lo mismo puede decirse del concepto neotestamentario del mundo espiritual en los Hechos y las epístolas. Tanto los escritores como los cristianos primitivos sabían que Satanás y los espíritus demoníacos se encontraban detrás de la maldad y el poder de los sistemas religiosos idólatras, politeístas y mágicos del mundo grecorromano. Esto era cierto, aunque salvo con unas pocas excepciones (la principal 1 Corintios 8–10) no trataran en detalle este hecho ya conocido y universalmente aceptado. Fee señala que:
[ … ] La enseñanza de Pablo es sencilla: esas comidas paganas son en realidad sacrificios a los demonios e implican la adoración a ellos. Los que ya están unidos a su Señor y a sus hermanos en la fe mediante su participación en la Santa Cena no pueden, bajo ninguna circunstancia, participar también de la mesa de los demonios … En los templos paganos uno no está meramente comiendo con amigos, sino practicando la idolatría, hecho que implica adorar a demonios.29
El versículo 22 concluye el argumento de Pablo iniciado en el 10.1 con: «Porque no quiero … », una exhortación fuerte que repite en el 20b: «No quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios». A continuación vienen las afirmaciones enfáticas de «no podéis» que aparecen dos veces en el versículo 21. ¿Quiere esto decir que nadie puede hacer ambas cosas? Esa sería una conclusión imposible, ya que se trata exactamente de lo que los corintios estaban haciendo.
¿Entonces, qué quiere decir Pablo aquí? Las palabras del apóstol significan: «Lo que hacéis no es agradable a Dios. ¡Abandonadlo de inmediato!» Y esto nos lleva a sus dos preguntas del versículo 22: «¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que Él?»
La respuesta a ambas es «No». La segunda de dichas preguntas implica un juicio de parte de Dios si su pueblo sigue flirteando con los demonios al tiempo que tienen comunión con Él. Como expresa Fee: «No es posible desafiar con impunidad los celos del Señor. Aquellos que ponen a prueba a Dios obstinándose en su derecho, a lo que Pablo insiste que es idolatría, están enfrentándose a Él, desafiándole con sus acciones, retándole a actuar».30
En los versículos 23 al 33 Pablo utiliza de nuevo su testimonio personal para seguir con su argumento de que la libertad no debe ejercerse a costa del amor fraterno. En medio de esto también les dice que, tan grande es la conciencia que hay de la relación existente entre los ídolos y la carne que se les sacrifica, que el creyente debería rechazar comer de la misma incluso en las casas de los inconversos, si sus anfitriones les dicen que dicha carne ha sido sacrificada a los ídolos (vv. 27–29a). No sólo no debemos ofender a nuestros hermanos en la fe comiendo de esa carne, sino tampoco hacer tropezar al inconverso ejerciendo nuestra pretendida libertad en Cristo.
En todo debemos buscar primero la gloria de Dios y, a continuación, no ser «tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios» (v. 32). ¿Por qué? Porque hemos de vivir para el beneficio «de muchos, para que sean salvos». La gloria de Dios, la edificación de mis hermanos y la salvación de los perdidos deben ser los principios rectores para juzgarme a mí mismo en el ejercicio de mi libertad en Cristo.
Corinto era para Pablo y para la iglesia primitiva lo que un campo misionero representa hoy en día para la iglesia. Y lo mismo sucedía con Chipre, toda Asia, Grecia y Europa. Cada una de esas regiones constituía un centro de idolatría, politeísmo, animismo, panteísmo, culto a los antepasados, brujería, hechicería y adivinación, con la inmoralidad y la magia espiritual que acompañaba a estas cosas.
A menudo he leído comentarios bíblicos que afirman que en el Nuevo Testamento se dice poco de la idolatría en comparación con el Antiguo, y que aquella no era un problema real en las iglesias gentiles. Nada hay más lejos de la verdad. Lo que encontramos aquí revela que la idolatría era un problema verdadero en Corinto y en todas las iglesias paulinas. Si somos consecuentes con la opinión que profesamos acerca de la inspiración del Nuevo Testamento, lo que Pablo escribió a los corintios era aplicable a todos los creyentes que se encuentran en circunstancias semejantes. Los principios esbozados, no las situaciones específicas, son supraculturales: trascienden la situación cultural de un sitio y se aplica a todos los creyentes en todo tiempo y en cualquier parte del mundo.
Cuando estamos dispuestos a admitir que todo esto formaba el contexto sociocultural de la generalidad del mundo del Nuevo Testamento, empezamos a entender que los choques de poder en la esfera espiritual eran constantes, aunque sólo se mencionen algunas veces. Esto era especialmente cierto, como lo es hoy en día, en la expansión misionera de la iglesia. Aunque sólo se nos den atisbos esporádicos de ellos e instrucciones ocasionales acerca de su realidad, debemos entender que el problema era universal en esos primeros tiempos de la misión cristiana, del mismo modo que lo es hoy en día.
Fee lo resume diciendo que:
[ … ] Lo que Pablo está prohibiendo finalmente es cualquier relación con lo demoníaco. La forma como se aplica eso a las culturas occidentales modernas puede ser discutible; tal vez lo que la mayoría de los cristianos de Occidente necesitan aprender es que lo demoníaco no es algo tan lejano como muchos quisieran creer.31
Los creyentes de Atenas, Corinto y otras ciudades del campo misionero constituido por el mundo grecorromano donde Pablo y los demás cristianos primitivos fundaron iglesias, debieron enfrentarse a diario a esta cuestión. A medida que la epístola que nos ocupa circulaba entre las iglesias, éstas iban aplicando las palabras del apóstol a su propia situación, que sin duda era muy parecida.
En mi experiencia personal como maestro misionero, cuando enseño entre creyentes de Asia, África, América Latina y Oceanía estos pasajes cobran vida de un modo muy distinto a como sucede por lo general enotras partes de Occidente. Las opiniones que Pablo expresa en 1 Corintios son supraculturales y se aplican a cualquier contexto del siglo primero en el que él ministraba y los creyentes vivían. Han sido válidas en todos los siglos y lo son igualmente hoy en día. Me pregunto cuántos de nosotros estaremos teniendo comunión con el Señor y con los demonios al mismo tiempo sin que, como los corintios, nos demos cuenta de ello.
1 1. Excelentes estudios sobre Atenas son los de A. Rupprecht en Merril C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 1:403–407; D. H. Madvig en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, 1:351 y 352; y Kenneth F. W. Prior, The Gospel in a Pagan Society (InterVarsity, 1975); F. F. Bruce, Paul: Apostle of the Heart Set Free , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1981; F. F. Bruce, The Book of the Acts , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977a.
5 5. William M. Ramsay, St. Paul, the Traveler and Roman Citizen . Baker, Grand Rapids, MI, 1962, pp. 246 y 247.
8 8. Ibid. p. 273; véase también I. Howard Marshall, Acts (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1983), 291.
13 13. Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, p. 3.
14 14. Fee, 2. La introducción que hace este autor a 1 Corintios 8–10 es de lo más notable. Gordon E. Fee considera que la enseñanza de Pablo en los capítulos 8–11.1 se centra en la cuestión de los ídolos, la idolatría, la carne sacrificada a los ídolos, los demonios y la participación en los banquetes del templo. Constituye una impresionante lectura. Véanse las páginas 357–490.
17 17. Leon Morris, The First Epistle of Paul to the Corinthians , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983b, pp. 125 y 126.
26 26. Véase el estudio excelente y detallado que hace Fee de este hecho, pp. 456–477; y también Morris, pp. 144–148.
46
La naturaleza de los choques de poder
Ninguna visión panorámica de la lucha de Pablo con el mundo espiritual en el libro de los Hechos estaría completa sin un estudio de su ministerio en Éfeso. Aunque no hay evidencia directa de que el apóstol se viera implicado en choques personales con demonios o endemoniados mientras estaba en la ciudad de Éfeso, si las hay indirectas de ello. Las trataremos a medida que se vayan presentando en el texto.
Pablo hizo por lo menos dos visitas personales a Éfeso (Hechos 18.19–21; 19.1–20.1), y al final de su tercer viaje misionero se encontró con los ancianos de aquella iglesia en Mileto, ya que debido al programa de permanencia en puerto de su barco, y su prisa por llegar a Jerusalén antes de la Pascua, no pudo volver a dicha ciudad (Hechos 20.16s).
El primer contacto de Pablo con Éfeso tuvo lugar mientras volvía a Jerusalén y Antioquía de Siria, al término de su segundo viaje misionero (Hechos 18.19–21). Por fortuna, el barco hizo escala en Éfeso y Pablo comenzó con su estrategia acostumbrada de evangelizar en la sinagoga a los judíos y personas temerosas de Dios (18.19). Allí obtuvo una asombrosa respuesta entre los judíos, quienes le pidieron que se quedara por más tiempo (18.20). Aunque el apóstol no accedió a ello, les prometió: «Otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere» (18.21). Y como señal de su buena fe dejó allí a Aquila y Priscila para continuar el ministerio que había comenzado en la sinagoga.
Pablo partió entonces hacia Jerusalén, y luego viajó a Antioquía de Siria, volviendo tan pronto como pudo a Éfeso. Aquello fue el comienzo de su tercer viaje misionero (18.22, 23). Durante ese tiempo, contrario a la costumbre del apóstol, parece que estuvo solo. Había dejado a los miembros de su equipo en Asia y Europa para velar por las nuevas iglesias. En este relato, Lucas se encontraba en Filipos, Silas y Timoteo en Corinto, y Priscila y Aquila en Éfeso. Es obvio que los dones de estos últimos eran sobre todo de evangelización personal.
Luego llegó Apolos, un judío de la diáspora residente en Alejandría que pronto sería reconocido como evangelista, maestro y teólogo destacado. Era un hombre de cualidades excepcionales, «varón elocuente» (v. 24). Este término significa alguien capacitado de tal forma que podía expresarse con belleza, gracia y gran persuasión. Versado evidentemente tanto en la filosofía griega como en las Escrituras hebreas era al mismo tiempo un filósofo y un teólogo. También era «poderoso en las Escrituras». Poderoso es una palabra con la que ya nos hemos encontrado antes, dynamis, y que significa un poder no muy usual. Al igual que Pablo, Apolos había elaborado su propia estrategia de predicación en las sinagogas (vv. 25, 26a). Debido a su singular combinación de erudición griega y hebrea, estaba mejor equipado para convencer a los judíos y a los griegos que ningún otro de los contemporáneos de Pablo.
Lucas describe el encuentro de Apolos con Aquila y Priscila en el versículo 26a. Tal vez éstos esperaban otra lectura del Antiguo Testamento que reflejase el malentendido general entre los judíos de que las promesas mesiánicas ya se habían cumplido. Pero, ¡qué sorpresa cuando Apolos comenzó a enseñar «diligentemente lo concerniente al Señor»! El único fallo que pudieron descubrir en su mensaje fue su falta de énfasis en el bautismo cristiano, una parte esencial de la predicación de la iglesia, fallo que pronto corrigieron (v. 26).
Pablo regresa y ministra en Éfeso (Hechos 19.1–21.1a).
Éfeso era la capital de la provincia romana de Asia, su ciudad más grande e importante. En ella convergían cuatro rutas comerciales y tenía el mismo nivel que Alejandría y Antioquía de Siria respecto a Roma. Se trataba de una ciudad cosmopolita, con abundante población judía, griega y romana, que servía de centro político, militar y comercial del imperio.
La mayoría de la gente de allí eran, sin embargo, asiáticos; y como tales, animistas que rendían homenaje a los espíritus malos y participaban en el culto de Artemisa, patrona de la ciudad y de toda el Asia proconsular. El templo de Artemisa, una de las maravillas del mundo antiguo, se ubicaba en Éfeso, y tan grande era la atracción del mismo, atendido por cientos de sacerdotes y sacerdotisas, que atraía a gente de toda Asia (19.27).
Como centro de la cultura griega, el derecho romano y la religión pagana, Efeso sólo era superada por Roma en todo el imperio. Pablo parecía considerarla como una segunda Roma, un poder pagano que se levantaba contra el del evangelio. Atrajo a Pablo de una manera que no lo hizo Atenas y el choque de poder que tuvo allí fue quizás el más espectacular de todo su ministerio.
Volvió a su estrategia de predicar en la sinagoga de Éfeso (v. 8f), lo cual dio como resultado el ministerio más largo de ese tipo registrado en Hechos, de tres meses de duración (vv. 8, 9). Aquello sin contar su primera labor en esa misma sinagoga, seguida del ministerio de Aquila y Priscila y, finalmente, de Apolos (Hechos 18.18–26). Ninguna sinagoga en el libro de los Hechos abrió sus puertas a un ministerio de evangelización tan prolongado.
Desde el principio se presenta a Éfeso como una ciudad muy sensible al evangelio. Es evidente que Pablo no experimentó ninguna oposición a su enseñanza durante los tres primeros meses allí (v 8), aunque pronto apareció el modelo tan conocido de aceptación-rechazo (v. 9a). Está claro, sin embargo, que en Éfeso sólo una minoría de judíos endurecidos resistieron al mensaje. La oposición se afianzó y Lucas dice que el partido opositor se endureció. El término griego significa «no dejarse convencer, ser obstinado».1 La incredulidad es por lo general más un acto de la voluntad que una decisión basada en la evaluación cuidadosa.
Este grupo también estaban «maldiciendo el camino»2. A consecuencia de ello, Pablo rechazó a los incrédulos y empezó una nueva fase de ministerio (v. 9).
Escuela de evangelización
Cuando la sinagoga cerró sus puertas a la enseñanza del apóstol, éste separó a la iglesia de aquella (vv. ,10). Sin embargo esta vez no hubo violencia organizada de parte de los judíos para impedir la continuación del ministerio de Pablo, como había ocurrido en otras ciudades (v. 10). Pablo alquiló la escuela de Tiranno y siguió enseñando sin interrupción (v. 9). La escena estaba preparada para un movimiento popular hacia Cristo inigualado en todo el mundo gentil.
Se trata de la primera mención en Hechos de que Pablo utilizara una escuela como iglesia, centro de evangelización y lugar de adiestramiento. Tales escuelas eran instituciones privadas ubicadas por lo general en el centro de las ciudades principales, en zonas con jardines semejantes al ágora de Atenas. Solía funcionar por la mañana, desde el alba hasta las once aproximadamente. Ese era también el horario de trabajo matinal regular para una ciudad de Asia, al que le seguían varias horas de siesta. F. F. Bruce escribe que:
[ … ] había más gente durmiendo a la una de la tarde que a la una de la madrugada. Pero Pablo, después de pasar las horas tempranas del día haciendo tiendas (cf. 20.34), dedicaba las de agobio y calor a su tarea más importante y agotadora, y sin duda contagió a sus oyentes su propio celo y energía de tal manera que estuvieron dispuestos a sacrificar su siesta para escucharle.3
La estrategia de Pablo tuvo éxito y, según cuenta Lucas, «así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús» (v. 10).
Choque de poder
A estas alturas es probable que el lector tenga una comprensión general de la manera en que he venido utilizando el término choque de poder. Hoy en día se usa cada vez con más frecuencia, sobre todo en aquellos círculos misioneros donde la dimensión poderosa de la evangelización, e incluso de la santificación, se recalca con mayor intensidad.
Guerra espiritual y choque de poder no son sinónimos. Mientras que no podemos tener un choque de poder sin el contexto más amplio de la guerra espiritual, sí nos es posible librar dicha guerra sin experimentar choques de poder. En otras palabras: toda guerra espiritual no implica esa clase de conflictos. El choque de poder es unidimensional. La guerra espiritual tiene varias dimensiones: la carne, el mundo y el campo sobrenatural maligno. Así que, el choque de poder, por definición, sólo puede darse en el contexto de la guerra contra dicho campo sobrenatural.
Incluso en la guerra con este último, no siempre se producen choques de poder. Esta distinción es muy importante. Por desgracia muchos escritores excelentes y practicantes de la guerra espiritual se refieren a ésta y al choque de poder como si fuesen una sola cosa.
¿Cómo podemos definir el choque de poder? Algunos lo confunden con la evangelización, la vida cristiana, los milagros, las señales y los prodigios, e incluso con el echar fuera demonios. Se afirma que «evangelización siempre implica un choque de poder, en el sentido de que es llevar a hombres y mujeres de la potestad de Satanás a Dios».4
¿Es esto cierto? Sí y no.La evangelización supone siempre hacer pasar a hombres y mujeres de la potestad de Satanás a Dios, y en ese aspecto es una especie de choque de poder. Sin embargo, éste debe ser algo especial o único, de otra manera no tiene ningún significado. En ese sentido la respuesta debe ser «no».
¿Se da siempre el choque de poder en la evangelización ? Esa es la pregunta clave. La contestación es «no». En algunas situaciones evangelísticas se producen choques de poder y en otras no; de otro modo sólo se referiría a la oposición general del diablo a la evangelización, la cual se da en cada situación evangelística. Sin embargo, este encuentro en un contexto de evangelización debe ser algo más que el antagonismo global de Satanás a que la gente reciba a Cristo. El choque de poder constituye una resistencia más intensa y abierta del diablo que conduce a una confrontación espiritual, tipo «oeste», entre los buenos, dicho con reverencia, y los malos. Por tanto, es mejor afirmar: «La evangelización siempre implica una guerra espiritual y en ocasiones un choque de poder».
El choque de poder se equipara a veces con la vida cristiana. «En cierto sentido», se dice, «toda la vida cristiana es un choque de poder».5 ¿Es verdad esto? Otra vez contestamos que sí, en el sentido de que Satanás resistirá cada paso adelante de todo cristiano en su vida espiritual, y que no, en cuanto a que dicha resistencia no siempre implicará un choque de poder. Invariablemente tendrá que ver con la guerra espiritual, pero no con el choque de poder. Por lo tanto, es más exacto afirmar que «toda la vida cristiana supone una guerra espiritual y en ocasiones un choque de poder».
El echar fuera demonios siempre implica un choque de poder, aun cuando se utilice la forma del choque de verdad; sin embargo no es cierto que el choque de poder suponga en todos los casos o principalmente la liberación demoníaca.6 Hay un choque de poder continuo tanto en el mundo espiritual como sobre la tierra que no implica el echar fuera demonios.
Por último, se identifica a veces con los milagros, las señales y los prodigios. En su artículo «Testing the Wine from John Wimber’s Vineyard» (Catando el vino de la viña de John Wimber), Tim Stafford dice que Wimber ha ampliado el concepto de choque de poder a «cualquier suceso en el cual el reino de Dios confronta al imperio de este mundo». «La batalla», dice Wimber, «está marcada por señales y prodigios, en particular sanidades y exorcismos como en el ministerio de Jesús».7
La primera parte de esta definición es al mismo tiempo demasiado amplia y demasiado estrecha. Hay que calificar la palabra «confronta». Si con ella quiere dar a entender un único punto de crisis, entonces la definición es aceptable, en parte, porque aunque existe una confrontación continua entre los dos reinos, todos los enfrentamientos del uno con el otro no son choques de poder; sería mejor llamar a esto guerra espiritual en vez de choque de poder.
También es demasiado estrecha, ya que limita el choque de poder a «este mundo». Sin embargo, ocurre también en el mundo espiritual, en los lugares celestiales, y no sólo sobre la tierra (Apocalipsis 12.3–9).8 Es asimismo demasiado limitada porque un choque de poder constante se está produciendo dentro del mismo reino del sobrenaturalismo malo.
El choque de poder se produce sin que haya milagros, señales o prodigios, sanidades y exorcismos, que son siempre visibles; aunque a menudo lo es también el choque de poder. Además, ocurren fuera del contexto de la guerra espiritual y del choque de poder. Dios actúa con poder milagroso persiguiendo diversos fines, no sólo en el contexto de la guerra espiritual y del choque de poder.
¿Qué es el choque de poder?
El choque de poder es un punto crítico de conflicto en la guerra espiritual continua entre los dos reinos sobrenaturales, cuyo objetivo es la gloria de Dios o de un «no dios» y la obediencia de los hombres al Señor o a ese «no dios». Se trata de un momento de crisis, en contraste con un estado constante, que no es sinónimo ni de evangelización ni de vida cristiana, aunque pueda darse en ambos. Es un punto crítico en el proceso continuo de guerra espiritual y ocurre dentro del contexto del conflicto permanente que enfrenta al reino de Dios con el de Satanás.
El propósito esencial de cada choque de poder se fija siempre en la humanidad, incluso si tiene lugar únicamente en el reino cósmico e invisible y aunque los hombres no parezcan implicados en el mismo. La cuestión por excelencia en este universo es la gloria de Dios. Sólo por el hecho de ser Dios, el Señor debe ser glorificado ahora y por siempre. La segunda cuestión en importancia es qué va a s er Dios para esta humanidad: ¿el verdadero Dios o Satanás, el «no dios»? Dicho de otro modo: ¿A quién va el hombre a obedecer?
Por último, y esto nos llevará otra vez a los choques de poder de Hechos 19, éstos se producen en el nivel cristiano y en el no cristiano. El nivel cristiano, a falta de una palabra mejor, de choque de poder es aquel en el cual el pueblo de Dios se ve directa o indirectamente ligado. El nivel no cristiano tiene lugar entre los mismos «no dioses», cada uno de los cuales compite con los demás por el poder y la prominencia.
Concluiré con cuatro observaciones. La primera es que la liberación de poder sobrenatural que actúa sobre la base de la autoridad espiritual puede venir directamente de Dios mismo o del «no dios» sin que haya participación humana. La segunda es que dicho poder puede fluir a través de los ángeles de Dios o de los del «no dios», según los propósitos de uno u otro.
La tercera observación es que el poder mencionado es posible que venga por medio de los siervos de Dios o del «no dios». El flujo del poder sobrenatural basado en la autoridad delegada del cristiano puede ser iniciado por el creyente mismo (Lucas 10.17). Cada cristiano que participa en este tipo de ministerio actúa con fe ciega confiando por entero en que el poder de Dios se liberará a través de él o a su alrededor, de otro modo fracasa.
Se trata de una gran aventura de fe, pero a menudo puede resultar aterradora. Hace poco estaba dirigiendo un seminario de adiestramiento para guerra espiritual en cierta iglesia y, al segundo día, un turbado adolescente vino a verme cuando me hallaba a punto de comenzar la siguiente sesión. Se encontraba bajo un visible ataque demoníaco. Mientras iba a la iglesia, de repente, se había quedado paralizado y otros creyentes que pasaban por allí, al verle en apuros, le habían llevado hasta el templo.
Averigüé si se trataba de un verdadero creyente. Sí que lo era. Luego, delante del pastor y de los ancianos le impuse las manos y reprendí al poder incapacitador del mal que ataba su vida. El joven anduvo de inmediato y se regocijó en el poder y el amor de Dios. Aquel fue un pequeño choque de poder. La potencia de Dios se liberó mientras pronunciaba su palabra de derrota para el mundo espiritual. El poder paralizador maligno quedó roto en ese instante.
La cuarta es que el poder puede fluir a través de los ángeles de Dios y de sus siervos humanos al mismo tiempo. Y el mismo proceso es posible con los ángeles y los servidores de los «no dioses». En cierta ocasión estaba ministrando liberación a un magnífico joven cristiano. Había crecido en un hogar temeroso de Dios, pero durante su época de instituto y de comienzos de la universidad contrajo resentimiento hacia el Señor y hacia su familia cayendo en profundo pecado. Se había metido en drogas, además era un músico adicto al rock pesado.
Hacía poco, sin embargo, había vuelto al Señor y era un creyente renovado profundamente sincero, pero con problemas. Mientras oía mi conferencia sobre la guerra espiritual el joven experimentó una manifestación demoníaca y a lo largo de varias semanas tuve diversas sesiones de liberación con él. Durante una de las últimas entramos en contacto con el demonio jefe: Matar.9 Cuando se manifestó por última vez me amenazó, tanto en voz alta como en la mente de su víctima.
—¡Dr. Murphy, va a matarle! —exclamó el joven. ¡Tenga cuidado!
—No me va a tocar —respondí—. Señor, te pido que liberes el poder de tus ángeles protectores y ministradores ahora mismo y quebrantes el poder de muerte de este inmundo demonio.
De pronto Matar quedó paralizado. No podía tocarme. Pocos minutos después se rindió y salió del joven cristiano.
He hecho que esto suceda en varias ocasiones en las cuales estaban presentes demonios feroces e incontrolables en una sesión de liberación, y hasta ahora no me han dañado a pesar, tanto de sus amenazas, como de su poder para llevarlas a cabo. Estos son verdaderos choques de poder.
Con este antecedente estamos listos para examinar los choques de poder que se revelan en Hechos 19. Son por lo menos tres, todos ellos en el nivel no cristiano. Los trataremos uno a uno en el siguiente capítulo.
1 1. William E. Vine, Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 1:319.
4 4. Timothy M. Warner en «Power Encounter with the Demonic», Dr. Robert E. Coleman, Evangelism on the Cutting Edge (Old Tappan, NJ, Revell, 1986), p. 90.
6 6. Warner parece implicar esto en su excelente artículo “Teaching Power Encounter”, 1986. Sin embargo evita dicho error en su excelente libro Spiritual Warfare: Victory Over the Powers of the Dark Wolrd (1991).
7 7. Tim Stafford, «Testing the Wine from John Wimber’s Vineyard», Christianity Today (8 de agosto, 1986), pp. 18 y 19.
8 8. Frank Peretti, This Present Darkness , Crossway, Westchester, IL, 1986, y Piercing the Darkness Crossway, Westchester, IL, 1989.
9 9. Permití que los demonios se manifestasen controladamente porque estaba trabajando con aquel pastor y los ancianos. Pensé que debían oír y ver la actividad demoníaca en vez de creer simplemente a la víctima en cuanto a que eran realmente espíritus malos los que hablaban en su mente. Todavía hago esto en muchas ocasiones.
47
Choques de poder en Éfeso
Hechos 19
El ministerio de Pablo en Éfeso (Hechos 19.11–20) incluyó por lo menos tres choques de poder, los cuales se produjeron probablemente en un corto período de tiempo y hacia el final de los dos años de trabajo del apóstol en esa ciudad (v. 10). El primero de ellos dio como resultado al segundo (vv. 11–13), y éste a su vez el tercero (vv. 14–17). El último de los tres llevó multitudes a Cristo (vv. 17–20) y causó una grave revuelta en la ciudad que hubiera podido conducir a la muerte de Pablo (vv. 21–41). Un poco de conocimiento del ambiente cultural de Éfeso nos ayudará a comprender mejor la situación a la cual se enfrentó el apóstol allí.
El ambiente social y religioso de Éfeso
Durante el primer siglo de la era cristiana Éfeso constituía uno de los centros principales de prácticas mágicas en todo el Asia Menor.1 Cuando hablamos de magia en el mundo occidental, por lo general, pensamos en el ilusionismo o la prestidigitación. Los magos de nuestra cultura afirman continuamente que «la mano es más rápida que el ojo». Es posible que sea esta la definición de magia más corriente en la cultural occidental.2
La magia que menciona la Escritura era algo totalmente distinto: implicaba el uso de medios, tales como encantamientos y hechizos, que se creía contaban con un poder sobrenatural capaz de subyugar a las fuerzas de la naturaleza. Esta es la clase de magia que predominaba en el mundo bíblico durante el tiempo tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.3
Clinton Arnold, profesor adjunto de Nuevo Testamento en la Universidad Biola y la Escuela Teológica Talbot, ha escrito un estudio magistral sobre Efesios desde el punto de vista de la guerra espiritual llamado Ephesians, Power and Magic [Efesios: poder y magia], el cual nos sirve de fundamento para nuestro examen del clima espiritual que había en aquella ciudad durante el tiempo de Pablo. Arnold cita diversas descripciones que hacen los eruditos de dicha ciudad.4
B. M. Metzger afirma: «De todas las ciudades grecorromanas de la antigüedad, la tercera mayor del imperio era con mucho la más acogedora de magos, hechiceros y charlatanes de todas clases». O. Meinardus concuerda con esto diciendo: «Tal vez, incluso más que Antioquía de Pisidia, Corinto y Antioquía sobre el Orontes, la ciudad de los comerciantes y marineros, de las prostitutas y las calaveras, plagada de adivinos y de proveedores de amuletos».
Arnold expresa que la reputación de Éfeso como centro mágico se derivaba en parte de la fama de las «Cartas Efesias» o Ephésia Grámmata. Las cartas en cuestión, cuya primera mención data de una época tan temprana como el siglo IV a.C. en ciertas tablillas descubiertas en la isla de Creta, se centran en el uso de seis términos mágicos: áskion, katáskion, líz, tétraa, damnauenuéz y aisía.
Se utilizaban para mantener alejados a los demonios y podían escribirse en amuletos o pronunciarse en hechizos. Al principio se creía que el portador o el usuario de las grámmata tenía acceso personal a poderes sobrenaturales; pronto, sin embargo, se transformó el concepto de aquellas en el de «unos seres activos y poderosos» o espíritus, incluso demonios, para hacer bien a sus poseedores y mal a otras personas.
Aunque está claro que las grammata efesias no se originaron en esa ciudad, llegaron a estar relacionadas con ella debido a su íntima asociación con Artemisa (vv. 23–35). Arnold señala que:
[ … ] las Cartas Efesias no son la única evidencia de la práctica de la magia en Éfeso y en el oeste de Asia Menor. En Pérgamo se ha descubierto todo un conjunto de instrumentos mágicos … En el área circundante de Éfeso se encontró un amuleto mágico de características judías.
Al parecer se descubrieron más amuletos entre Esmirna y Éfeso también con características hebreas. Resulta igualmente interesante observar que el único uso de la palabra mageía que hace Ignacio es en su carta a la congregación de Éfeso (Ign., Ef. 19.3): con la venida de Cristo «toda magia se desvaneció».5
Los nuevos descubrimientos de materiales mágicos en el mundo grecorromano han aumentado mucho nuestro conocimiento de cómo se creía que actuaba esta magia y lo extendidas que estaban las prácticas mágicas en los pueblos bíblicos. Una muestra es la orden que dio Augusto César de que se quemaran dos mil rollos mágicos en el año 13 a.C. Para aquella época, la decreciente importancia de los dioses del Olimpo estaba siendo sustituida por la magia, los cultos de misterios y un rápido ascenso de la creencia en la astrología, y sin duda el gobierno romano no quería que el poder de la magia socavara el suyo propio.
F. F. Bruce habla también de Éfeso como centro de la magia y de las grammata en su excelente libro Paul: Apostle of the Heart Set Free [Pablo: apóstol de la libertad].6
La expresión «escritos efesios» (Ephésia Grámmata) se empleaba corrientemente en la antigüedad para aquellos documentos que contenían hechizos y fórmulas como los extensos papiros mágicos de las colecciones de Londres, París y Leiden o los pequeños amuletos (como los versos de los bombones sorpresa de Navidad) que se enrollaban y colocaban en cilindros o medallones para colgarse alrededor del cuello o en alguna otra parte del cuerpo de la persona.
El sincretismo de esos tiempos era sencillamente increíble. A los espíritus se les ponían nombres judíos, egipcios y griegos, y el mundo grecorromano en su totalidad no era sino una mezcla de todo lo que parecía atrayente y poderoso fuera cualquiera su origen espiritual. Magia y religión se fundían en un mundo de espíritus, dioses, magos, sacerdotes, templos, amuletos e imágenes.
Resumiendo todo esto, Arnold dice: «Los papiros mágicos son por tanto sumamente valiosos, ya que reflejan el lenguaje y las creencias de una gran cantidad de gente corriente dentro del mundo helenístico».7
Luego afirma que ahora podemos comprender por qué en su epístola a los Efesios Pablo nos da un estudio tan profundo y completo de los poderes espirituales que actúan en nuestro universo, y sobre la tierra, en contra del pueblo de Dios, y sigue diciendo:
La epístola se escribió a una zona geográfica afamada por ser el centro de las prácticas mágicas en la parte occidental del Asia Menor; presumiblemente (y según nos cuenta Lucas), muchos convertidos se integraron a la iglesia abandonando el ambiente del ocultismo. Por tanto, es bastante concebible que la epístola tuviera el propósito de tratar ciertos temas que surgían en la comunidad relacionados con la práctica anterior (o quizá todavía actual) de la magia por parte de algunos de los conversos.8
Dicho de otro modo, en Efesios Pablo destacó la guerra espiritual porque sus convertidos necesitaban ayuda sobre ese particular. A esto se le llama contextualización. El hecho de que el apóstol no repitiera la misma enseñanza en otras epístolas no significa que no se aplica a todos los creyentes. Esta fue probablemente una carta circular dirigida a todos los cristianos de la ciudad de Éfeso y del Asia Menor en general. Aunque la magia espiritual se concentraba en Éfeso, todas las iglesias del mundo gentil grecorromano habían sido fundadas en ciudades donde el poder mágico relacionado con los espíritus o demonios formaba parte del contexto religioso.
Por último, aunque los choques de poder en Éfeso parecen únicos, pudieron darse también en otras ciudades del mundo grecorromano en las cuales el apóstol fundó congregaciones. En realidad, Pablo mismo hace referencia en varias de sus epístolas a demostraciones de poder que tuvieron lugar durante su ministerio. En 2 Corintios 12.12, el apóstol expresa: «Con todo, las señales de un verdadero apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros». Y también escribe a los romanos acerca de su ministerio «con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo» (Romanos 15.19). Pablo consideraba aquellas manifestaciones del Espíritu de Dios no sólo como sus credenciales de apóstol (2 Corintios 12.12), sino también como algo necesario para fundar iglesias en ciudades donde había oposición de fuerzas espirituales de maldad. La evangelización de choque de poder era la norma en su ministerio, parte de su trabajo para «llenarlo todo del evangelio» (Romanos 15.19). ¿Son diferentes las ciudades de hoy en día?
¿Milagros o magia?
Hemos visto que Lucas, el escritor de Hechos, era al igual que Pablo un crítico de la magia espiritual. Sin embargo, en el pasaje de Hechos 19.11, 12 relata que «se llevaban a los enfermos los paños o delantales [utilizados por Pablo como bandas para el sudor y mandiles respectivamente, dicen Vine y F. F. Bruce]9 de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían» (v. 12). Lucas parece tan sorprendido por aquel fenómeno que comienza su relato diciendo: «Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo» (v. 11).
¿Por qué escribe de esa manera? Otra vez tenemos que decir que no podemos estar seguros ya que no nos lo dice. ¿Cómo se efectuaba aquel ministerio extraordinario de sanidad y liberación por medio de objetos físicos relacionados con el cuerpo del apóstol? Tampoco lo sabemos por la misma razón.
Parece haber sólo dos enfoques posibles de este controvertido asunto: el primero, que se trataba de una actividad la cual Pablo hacía a conciencia, el apóstol permitía o incluso alentaba la práctica de llevar aquellas bandas para el sudor y los mandiles de trabajo que habían estado en contacto con su cuerpo a los enfermos y endemoniados para que fuesen sanados. El segundo, que dicha actividad no era desarrollada por Pablo de un modo consciente, e incluso que ni siquiera sabía que se estaba produciendo, lo único que el apóstol descubría era que diariamente le faltaban sus bandas para el sudor y sus mandiles, hasta que no tardó en enterarse de que otros se los estaban llevando a los enfermos y endemoniados con los resultados que registra Lucas.
¿Cuál de los dos enfoques es el correcto? Nuevamente, no podemos saberlo ya que Lucas no lo menciona. En vista de la enseñanza antimágica del apóstol, me inclinaría hacia la segunda posición como la más probable. Pablo mismo no creía que los objetos asociados con su cuerpo físico poseyeran por ello algún poder divino para sanar o romper las ataduras demoníacas. Eso hubiera sido magia espiritual, y también algo contrario a toda la enseñanza bíblica sobre cómo actúa el poder de Dios: no es el cuerpo de la persona revestida de poder lo que distribuye el mismo, sino Dios, que mora en dicha persona.
R. J. Knowling dice que Pablo estaba evidentemente realizando un amplio ministerio de sanidad y liberación unido a su labor de predicación y fundación de iglesias en Éfeso y sus alrededores. Y escribe que «aquellos que no podían ser alcanzados por las manos del apóstol» lo eran y resultaban sanados por los objetos personales «que habían estado en contacto con el cuerpo de Pablo».10
En el griego, el versículo 11 es literalmente «y Dios hacía por mano de Pablo hechos poderosos, no de los ordinarios». «Por mano de» es una expresión idiomática que significa únicamente que el apóstol era el canal a través del cual fluían los poderes sanadores de Dios. De modo que Lucas no está afirmando que Pablo imponía sus manos en aquellos objetos, aunque puede ser otra posibilidad, especialmente si uno adopta la posición de que el apóstol estaba participando consciente de todo el proceso.
En cualquier caso, Lucas destaca que ni las manos de Pablo ni los artículos en cuestión tenían en sí ningún poder, ni tampoco eran mágicos. Se trataba del misericordioso poder divino sanando y liberando. Dado el lugar que ocupaba lo mágico en aquella cultura, podemos interpretar esto como la condescendencia de Dios adaptándose a las expectativas de determinado pueblo, en un momento y un sitio específicos, sobre cómo debía expresar su poder.11
R. J. Knowling sugiere que «tal vez podemos considerarlo como un llamamiento al pueblo para que reconocieran que los encantamientos y amuletos en los que tanto confiaban no tenían la misma potencia que los paños y los delantales del apóstol».12
Lo mismo había ocurrido con Jesús (Lucas 8.43–48) y con Pedro (Hechos 5.15, 16). Dios es Dios, y lo que hace, lo hace. ¿Quiénes somos nosotros para oponernos a Él? Si en su gran amor para con las personas atadas por la religión demoníaca y la magia de los espíritus, se adapta por algún tiempo a la concepción que ellas tienen de cómo actúa el poder espiritual (como en este ejemplo de objetos físicos asociados con la persona revestida de poder), ¿quiénes somos nosotros para luchar contra Él? Sin embargo, no debemos profanar el aspecto extraordinario de estos milagros divinos intentando reproducirlos a petición, desafiando así la soberanía de Dios y comercializando su poder como hacen algunos hoy en día.
Se precisan algunas palabras para explicar por qué considero estos «hechos poderosos no de los ordinarios» como una forma de choque espiritual. En el mundo del Nuevo Testamento a menudo se veía la enfermedad como algo procedente de los espíritus. Aunque la gente era consciente de que las dolencias físicas estaban causadas por disfunciones orgánicas, accidentes y enfermedad, también sabían que muchas de ellas tenían que ver con espíritus malos. Por lo tanto, si podían encontrar a un curandero o exorcista cuyos espíritus familiares fuesen más poderosos que aquellos que los afligían, tenían la posibilidad de ser sanados. Y lo mismo sucedía en los casos de demonización: había que buscar a un exorcista con poder superior al de los espíritus que causaban el padecimiento, así de sencillo.
Con este antecedente podemos comprender por qué las sanidades y las liberaciones efectuadas por medio de las bandas para el sudor y los mandiles de Pablo constituyeron choques de poder, en especial a los ojos de las personas. Esa es la clave. ¿Qué vio el público en aquellos sucesos?
En un principio, quizás consideraron a Pablo como un obrador de milagros cuyo espíritu, «Jesús», era más poderoso que aquellos a quienes ellos temían. Pero a medida que oían predicar al apóstol (cf. vv. 18, 20), muchos iban comprendiendo que Jesús no era un espíritu al cual Pablo manipulaba para que le obedeciese, sino el único Hijo del Dios verdadero, al cual se sujetan todos los demás espíritus. Pablo, por consiguiente, no era sino el frágil canal humano a través del cual el exaltado Señor Jesucristo revelaba su poder, y esos hechos poderosos no daban como resultado la exaltación del apóstol sino aquella del nombre del Señor (v. 17).
Pablo y los hijos de Esceva
Lo que Lucas trata de ilustrar para nosotros en el segundo choque de poder, la confrontación con los siete hijos de Esceva (Hechos 19.13–17), es que el resto de los obradores de milagros de la ciudad habían interpretado mal el poder de Pablo. Esto era consecuencia de «los hechos poderosos no de los ordinarios» que hemos estado considerando y los cuales no deberían separarse de su contexto inmediato. Otros exorcistas oyeron hablar de este poder asociado con Pablo y con su espíritu, Jesús (v. 13), y anotaron cuidadosamente la fórmula de poder del apóstol: «En el nombre del Señor Jesús» (v. 13). Es obvio que había más individuos que estaban siendo liberados por Pablo en el nombre de Jesús de los que se nos relatan, situaciones semejantes en algunos aspectos a aquella de la chica esclava de Filipos. Esta información selectiva está muy de acuerdo con el estilo de Lucas.
Exorcismo y magia judía helenística
El grupo más destacado de exorcistas que intentaron utilizar el poder espiritual de Pablo fueron los judíos (v. 13). ¿Por qué se los menciona en lugar de los asiáticos? Las respuestas de Arnold proporcionan unas ideas pertinentes en cuanto al sincretismo judío que ya descubrimos en Samaria (Hechos 8) y en Chipre (Hechos 13):13
Numerosas pistas indican que el judaísmo del período helenístico había sido profundamente impregnado por las creencias mágicas de la época. H. D. Betz encuentra tal cantidad de pruebas que puede afirmar: «La magia judía era famosa en la antigüedad».
M. Simon, seguido de Goodenough y Charlesworth, descubrió tres rasgos característicos de la magia judía: (1) un gran respeto por las expresiones hebreas que algunos judíos consideraban revestidas de poder mágico; (2) una persecución del poder eficaz del nombre; y (3) un respeto abrumador por los ángeles y los demonios.
F. F. Bruce también se refiere a la popularidad de los exorcistas judíos en el mundo grecorromano y expresa:14
Entre los practicantes de la magia en los tiempos antiguos, los judíos gozaban de gran respeto, ya que, según se creía, tenían conjuros muy eficaces a su servicio. Particularmente, el hecho de que el nombre del Dios de Israel no debía ser pronunciado por labios vulgares era algo en general conocido entre los paganos, e interpretado erróneamente por éstos según los principios mágicos ordinarios.
Comentando sobre el versículo 13, Bruce señala que el nombre de Jesús demostró ser tan potente en el exorcismo que los exorcistas judíos empezaron también a utilizarlo, y este uso llegó a extenderse tanto que fue más tarde denunciado con vigor en los escritos rabínicos.
Al grupo de exorcistas hebreos escogido por Lucas se les identifica como los siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes. Bruce dice acerca de esto que posiblemente no se trata de un jefe de los sacerdotes, sino que:
[ … ] lo más probable es que él se designara a sí mismo como «Jefe de los Sacerdotes» en algún rótulo y que Lucas lo habría puesto entre comillas si éstas se hubieran ya inventado en su tiempo. Un jefe de sacerdotes judío gozaría de gran prestigio en los círculos de la magia, ya que se trataba de la clase de persona con más probabilidad de conocer la verdadera pronunciación del Nombre Inefable. Sin embargo, no fue el Nombre Inefable, sino el nombre de Jesús, lo que sus siete hijos utilizaron en su intento por imitar el exorcismo de Pablo.15
Choque de poder entre los no dioses
El choque de poder que se narra en este pasaje es único en el Nuevo Testamento y quizá en todo el relato bíblico, ya que no tuvo lugar entre Dios y los «no dioses», como suele ser el caso. Se trata de un enfrentamiento entre «no dioses», los demonios en la persona demonizada atacaron físicamente a los endemoniados exorcistas judíos. Si alguien objeta mi descripción de los siete hijos de Esceva como demonizados es que no conoce el mundo espiritual. Todos los que se dedican de esta manera al mundo de los espíritus están en alguna medida demonizados. Así es como obtienen sus poderes.
Según palabras de Jesús los judíos tenían sus propios exorcistas (Mateo 12.27).16 Orígenes y Justino Mártir nos relatan que los hebreos sólo conseguían éxito en este ministerio cuando echaban fuera a los demonios en el nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y fracasaban al conjurarlos en el de los reyes, los profetas o los patriarcas.17
Sin embargo, los hombres de esta historia no eran exorcistas judíos legítimos, sino magos, practicantes del ocultismo, casualmente de raza judía. Iban a la caza de nombres con poder, vinieran éstos de donde viniesen. Su éxito en el exorcismo, y debían tenerlo para poder mantenerse en su oficio, procedía de los poderes demoníacos asociados con su propia vida.
En este caso, los demonios que residen en la persona libran batalla con los demonizados ocultistas: los golpean, los despojan de sus ropas y los hacen huir de la casa «desnudos y heridos» (v. 16).
¿Satanás contra Satanás? ¿Demonios contra demonios?
«Pero esto es imposible», dirán algunos. «Significaría que Satanás está dividido contra sí mismo (Mateo 12.2, 26). Los demonios no pelearían con sus congéneres». ¿Y quién dice que no? Llevan siglos haciéndolo. En Mateo 12.25, 26 Jesús no está afirmando que el reino de Satanás sea unificado; lo único que dice es que no podría, como «Beelzebú, príncipe de los demonios» (vv. 24, 27), emprender un ministerio de destrucción de su propio reino. Satanás no se va a suicidar. El Señor explica que el reino del diablo está siendo sistemáticamente destruido por el poder del Espíritu de Dios a través de su ministerio de liberación (vv. 28, 29).
Deducir de esta doctrina que los demonios jamás se van a volver unos contra otros o a echar fuera a sus congéneres es erróneo. En realidad contradice las palabras pronunciadas por el mismo Jesús un poco antes en ese evangelio (Mateo 7.21–23). Los demonios echarán fuera a los demonios para aumentar el poder demoníaco. Los espíritus malos en los exorcistas demonizados expulsarán a los demonios de otras personas para incrementar el control del exorcista sobre ellas. Lo harán por la fuerza bruta y con un odio absoluto hacia los demás espíritus malos. Este principio de unos demonios que echan fuera a otros para aumentar su control se observa continuamente en las sociedades animistas. El reino entero de Satanás entre la gente animista, politeísta, idólatra y ocultista se basa en esta dualidad.
El chamán frente al hechicero
Entre los animistas siempre hay un tipo de curandero bueno y otro malo. El bueno, al que se le llama chamán, médico brujo, sanador, mago, hombre medicina <%1>o cosas semejantes actúa por medio de poder<%1>es demoníacos generalmente residentes en él o en ella. Al curandero malo se le define como hechicero, médico brujo u ocultista experto en la magia negra. Puede tratarse de un hechicero formal, cuyo <%1>papel está reconocido de antemano o informal; estar dedicado únicamente a determin<%1>ado tipo de brujería<%1> o practicarla en general. Se trata de un complejo fenómeno social.18
El curandero bueno es recibido con agrado en la comunidad, pero no sucede lo mismo con el malo. La colectividad teme e incluso odia al ocultista que practica la brujería y la magia negra en medio de ella; sin embargo, cuando quiere maldecir a sus enemigos busca a menudo al hechicero. Repito que se trata de un fenómeno social complicado.
Cuando en una comunidad se da la magia negra o la brujería, por lo general en manifestaciones tales como enfermedades desacostumbradas, pérdida de las cosechas u otros sucesos negativos, el chamán debe descubrir su origen y romper ese poder espiritual maligno. Dicho poder se libera por medio del hechicero, y si los espíritus del chamán son más fuertes que los de aquél el mal se despejará. Entonces los espíritus que han ocasionado la desgracia se verán obligados a someterse a la autoridad de aquellos otros que operan a través del chamán. Por el contrario, si los espíritus del hechicero son más poderosos, puede suceder lo opuesto. La consecuencia es una batalla entre espíritus susceptible de durar varios días y cuyo resultado nunca es seguro.
Recuerdo haber escuchado el relato de un misionero que se hallaba presente en cierto poblado durante una de esas batallas espirituales. Un respetado jefe de aldea había sido endemoniado mediante brujería, por lo que se llamó al chamán y éste empezó a hacer su exorcismo. Cuando toda la ceremonia, la magia y los encantamientos habían terminado sin beneficio alguno para la víctima, el chamán hizo algo asombroso: se acostó en la tierra al lado del endemoniado y poco después entró en un trance. De repente, los espíritus que habitaban en el chamán empezaron a hablar en voz alta contra los que tenía el hombre endemoniado y éstos a contestarles. La discusión duró largo rato y fue la siguiente:
—¿Qué estás haciendo aquí— preguntó el espíritu del chamán.
—Me han ordenado venir y aquí pienso quedarme — replicó el otro.
—Yo no quiero que te quedes. Quiero que salgas de él y no vuelvas.
—No, no me iré, y tú no puedes obligarme. Soy más fuerte que tú y no podrás echarme.
—Sí que puedo … Y quiero. Haces daño a mi gente estando en ese hombre. Es el jefe de esta aldea y lo necesitamos. Sal y no vuelvas.
La conversación siguió hasta que después de varias horas los espíritus del hombre endemoniado comenzaron a debilitarse y se fueron de un modo repentino.
Aunque esto pueda parecernos extraño, no lo es ni para los espíritus ni para la gente que vive en esta clase de mundo. Repito que los occidentales tenemos aquí un problema de cosmovisión.
El chamán o exorcista vencedor salió de aquella lucha con un puesto seguro de control sobre la sociedad, más fuerte que nunca antes. De modo que el control de los demonios se ve aumentado ya sea por espíritus malos que colaboran o, como en esta historia, porque los más fuertes echan fuera a los más débiles.
Esto puede suceder incluso cuando los demonios no cooperan voluntariamente sino sólo mediante el empleo de la fuerza bruta por parte de los espíritus malos superiores. En el capítulo 8 conté la historia de Thadius. Al preguntarle a aquel demonio si estaba triste porque el espíritu más poderoso, o demonio jefe, Mentiroso, había sido expulsado de la víctima, dijo arrogantemente: «No, porque ahora soy yo quien manda».
Si Thadius hubiese estado en una posición de más fuerza, quizás habría expulsado o dominado al mismo Mentiroso para poder convertirse en el «jefe». Esta clase de guerra civil es corriente entre los demonios.
El reino de Satanás está dividido
Volviendo a Hechos 19, vemos que el choque de poder que aparece en los versículos 15 y 16 se produjo dentro del mismo reino maligno. La soberbia, la actitud desafiante y el odio de los demonios se volvieron contra sus congéneres, o al menos contra los seres humanos que estaban sirviendo al reino de Satanás. En ese sentido, el reino del diablo está dividido y su casa no permanecerá. Cuando ejercemos el ministerio de liberación podemos contar con esa división interna del reino de las tinieblas y utilizarla para contribuir al avance del reino de Dios.
En el caso de los exorcistas judíos, los demonios revelaron su estupidez. Para expresarlo con un dicho corriente, «tiraron piedras contra su propio tejado». Si simplemente hubieran cerrado su arrogante boca y cooperado con sus colegas que obraban a través de los hijos de Esceva, habrían dañado la causa del evangelio en Éfeso. Pero, en vez de ello, se hicieron responsables directos de que la guerra espiritual en la ciudad diese un giro a favor del reino de Dios. Aquel choque de poder tuvo como resultado la derrota más destructiva para el reino de Satanás en toda la historia de Éfeso y fue provocada por los mismos demonios estúpidos (vv. 17–20).
Otro choque de poder: el movimiento popular
En Éfeso multitudes enteras renunciaron públicamente a los espíritus y a los «no dioses» confesando su antigua esclavitud a ellos y desafiándolos al quemar todos sus objetos mágicos. Cualquier cosa que los había atado al servicio de los «no dioses» fue destruida. Lucas hace especial hincapié en sus libros de magia, que incluían probablemente textos ocultos, conjuros, fórmulas, rituales de protección, maldiciones, encantamientos y otros símbolos escritos de poder mágico. Aquel fue un movimiento popular hacia Cristo que supone un choque de poder tal vez jamás igualado en el relato bíblico. Como tampoco tiene parangón la inclusión de esos grandes números de antiguos practicantes de magia y ocultismo (v. 18).
Marshall comenta que:
[ … ] aquella historia y presumiblemente otras semejantes llegaron al conocimiento tanto de los judíos como de los griegos de aquella zona, y el efecto que causó entre la gente supersticiosa fue al mismo tiempo de miedo y de alabanza del nombre de Jesús.
En unas circunstancias en las cuales la gente estaba dominada por la superstición, tal vez la única forma que había de que el cristianismo se extendiese era demostrando que el poder de Jesús superaba al de los demonios, incluso si aquellos que llegaban a creer en Cristo eran tentados a pensar acerca de su poder y su persona de formas aun condicionadas por sus primitivas categorías de pensamiento.19
El uso que hace Marshall del término «superstición» resulta inadecuado; sin embargo, sus observaciones son esencialmente correctas. F. F. Bruce también escribe que:
[ … ] estos magos convertidos renunciaron a su supuesto poder haciendo inoperantes sus encantamientos. Muchos de ellos también reunieron sus papiros y pergaminos mágicos e hicieron con ellos una hoguera … En esta ocasión se convirtieron en humo documentos de aquellos por valor de cincuenta mil piezas de plata. (El quemar libros públicamente como un repudio abierto de su contenido puede encontrar su paralelismo tanto en la antigüedad como en los tiempos modernos.) Los poderes de las tinieblas estaban derrotados, pero el evangelio se extendía y triunfaba.20
Lo que se describe en los versículos 17 al 20 probablemente sucedió a lo largo de cierto período de tiempo y las mayores muestras de desafío de los espíritus habrían tenido lugar de modo repentino.
Los versículos 21 y 22 revelan el efecto que causó en el apóstol Pablo aquel movimiento popular mediante el choque de poder. La iglesia estaba ahora tan vigorosa con sus propios líderes que Pablo piensa que puede cumplir un deseo que alberga desde hace mucho tiempo: ir a Roma y de allí a España (Romanos 15.22–24). Sin embargo, aún debe registrarse otro incidente más de importancia.
El papel del culto a Artemisa en Éfeso
Este enfrentamiento condujo a una rápida extensión de la Palabra del Señor entre el pueblo (v. 20) e influyó de manera importante en la vida religiosa de la ciudad y en la economía de la misma. Entonces Demetrio, el platero (v. 24s), reunió «a los miembros de la federación de empresarios (por decirlo de alguna manera) para organizar una manifestación de protesta», dice I. Howard Marshall.21 La razón era, afirma Marshall, que «en toda Éfeso y sus alrededores muchos devotos de Artemisa se estaban haciendo cristianos y ya no creían en los ídolos hechos por manos humanas».
Esto representaba un grave peligro para el negocio de los plateros. La gente convertida en un choque de poder como el que describe Lucas no suele comprar ídolos. Demetrio lo sabía y decidió apelar al singular papel que desempeñaban los artífices en el culto de Artemisa (vv. 26, 27). Marshall dice al respecto que:
[ … ] puede que a la gente ordinaria no le preocupase demasiado que Demetrio tuviera que cerrar su negocio, pero era muy posible que tomaran a pecho la posibilidad de que el templo de Diana (o Artemisa) perdiera la estima popular y todavía más, si cabe, que la diosa asociada con Efeso, pero que atraía adoradores de todas partes del mundo, pudiera ser destronada de su posición.22
Esto nos introduce en el centro mismo del contexto de poder, religión, magia y paganismo de la vida efesia: la presencia del gran templo de Artemisa y el culto internacional a la gran diosa en aquella su ciudad custodia (vv. 27, 36).
1. El templo de la diosa en Éfeso era una de las siete maravillas del mundo antiguo.
2. Había más individuos que adoraban a la Artemisa o Diana efesia que a ninguna otra deidad conocida en la región de Asia.
3. A la propagación del culto a la diosa coadyuvaban una perspectiva misionera de parte de sus devotos y el mes de festejos anual que se celebraba en su honor.
4. El templo ejercía un tremendo poder como centro bancario y financiero.
5. El culto también obtenía unos ingresos considerables de la gran cantidad de propiedades con que contaba en los alrededores de Éfeso. De modo que debido a su influencia económica la religión de Artemisa constituía un factor crucial en la vida diaria de la gente.
6. Se atribuía a la diosa un poder cósmico insuperable. Para aquellos que la invocaban Artemisa era Salvador, Señor y Reina del Cosmos.
7. Como deidad con poder supremo, Artemisa podía ejercer dicho poder en beneficio de sus devotos frente a otras «potestades» y demás espíritus adversarios.
8. Artemisa era también una diosa de los infiernos y por lo tanto poseía autoridad y control sobre la multiplicidad de demonios existentes, tanto de los muertos como de la naturaleza y de la vida cotidiana.
Arnold concluye su disquisición sobre el lugar que ocupaba Artemisa en la vida de Éfeso diciendo que:
[ … ] pocos eruditos del Nuevo Testamento se han referido al culto de Artemisa como pertinente a los antecedentes de Efesios, y muchos menos aun relacionándolo con la enseñanza acerca de las «potestades» hostiles. La mayoría de los expertos descartan que haya ninguna referencia al culto de Artemisa en dicha epístola, ya que no se mencionan ni el nombre ni ningún detalle singular de dicho culto. Esta suposición puede revelarse sin embargo equivocada. Yo sugeriría provisionalmente que una comprensión del culto en cuestión es capaz de arrojar también algo de luz sobre el porqué el autor de Efesios hizo hincapié en las «potestades». Dicha comprensión podría asimismo resultar útil para entender uno de los términos con que se designa a las «potestades» hostiles.24
El término que Arnold tiene en mente es kosmokrátor, traducido por «gobernadores[ … ] de este siglo» en Efesios 6.12 (véase el capítulo 51). Las palabras de Clinton Arnold proporcionan un buen antecedente a nuestro estudio de la guerra espiritual en Efesios.
El relato del espectacular ministerio de Pablo en Éfeso comienza sólo en Hechos 19. Aunque sería interesante examinar el incidente con Demetrio y los disturbios que siguieron al mismo (vv. 23ss.), dicho incidente no aporta nada nuevo a nuestro conocimiento de la guerra con el mundo de los espíritus, salvo un caso más de hombres que utilizan la religión para su provecho personal.
Si fueran las únicas referencias de que dispusiéramos en nuestro enfrentamiento con el mundo de los espíritus, bastarían para revelar que la iglesia apostólica vivía en el contexto de la guerra espiritual y del choque de poder, el cual incluía la liberación de los endemoniados de aquellos malos espíritus que los mantenían cautivos. Sin embargo, tenemos muchas más: el resto del Nuevo Testamento. Seguiremos por tanto con nuestro estudio de las epístolas y el Apocalipsis, en el que descubriremos que la epístola de Pablo a los Efesios conecta con lo que hemos visto en Hechos 19 y culmina la idea del Nuevo Testamento acerca de cuál es el papel de la iglesia en el constante conflicto con las potestades.
1 1. Clinton E. Arnold, Ephesians, Power and Magic , Cambridge University Press, Cambridges, 1989, pp. 14–20.
2 2. Andre Kole y Al Janssen, From Illusion to Reality , Here’s Life Publisher, San Bernardino, CA, 1984.
3 3. Véase D. E. Aune, «Magic, Magician» en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990, 3:213–219; B. F. Harris, «Magic and Sorcery» en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 4:35–37; y J. L. Kelso, «Magician», en ZPEB 4: pp. 37 y 38.
6 6. F. F. Bruce, Paul: Apostle of the Heart Set Free , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1981, pp. 291 y 292.
9 9. William E. Vine, Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 1:72, 192; F. F. Bruce, The Acts of the Apostles, NICNT , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, p. 389.
10 10. R. J. Knowling, The Acts of the Apostles en W. Robertson Nicoll, Expositor’s Greek New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 2:405 y 406.
11 11. Para más comentarios sobre Hechos 19.11 y 12, véanse Knowling e I. Howard Marshall, Acts, TNTC, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983.
13 13. Arnold, 31. Véase la lista que hace de textos y temas que han sido descubiertos y que revelan lo extendida que estaba la magia judía en el mundo bíblico durante la época de Pablo.
16 16. Véase el excelente trasfondo histórico del exorcismo judío en los días de Jesús y años posteriores que presenta James Morrison, A Practical Comentary on the Gospel According to Matthew , Hodder and Stoughton, Londres, 1985, pp. 206–208; asimismo John A. Broadus, Matthew , Judson Press, Valley Forge, PA, 1886, p. 269.
18 18. Véase la opinión del antropólogo secular Ari Kiev, Magic, Faith and Healing , The Free Press, Nueva York, NY, 1964.
Sección III
La guerra espiritual en las epístolas y Apocalipsis
48
Gálatas, 1 y 2 de Tesalonicenses
Antecedentes para interpretar las epístolas y
las cartas del Nuevo Testamento
Los evangelios y el libro de los Hechos presentan la vida y el ministerio de Jesús en forma de narrativa. Revelan a Cristo y a sus seguidores en situaciones específicas que involucran a otras personas, a Dios, a Satanás y a los demonios, como vimos con anterioridad.
En palabras de Lucas, los evangelios relatan «las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hechos 1.1). Aun cuando dice esto pensando en su evangelio de un modo específico, lo que escribe puede aplicarse a los cuatro sin excepción. Según expresa el mismo Jesús, los evangelios revelan la llegada del reino de Dios y la victoria inicial sobre el reino del diablo por medio de su propia vida y ministerio, así como del ministerio de sus discípulos. Ellos, al igual que Jesús, predicaron el evangelio del reino y ministraron en el poder del mismo, echando abajo el reino de Satanás (Mateo 4.23 con Marcos 1.14–39; Mateo 12.28; Lucas 9.1, 2 con Marcos 3.14, 15; 6.7–13, 30; Lucas 10.1–24).
La presencia del reino de Dios y el ministerio de los discípulos en su poder no disminuye con la muerte, el entierro, la resurrección y la ascensión de Jesús. En realidad no hace sino aumentar, como Cristo mismo había prometido (Juan 14–17). Por tanto, el lenguaje de Hechos 1.1 y el relato de Hechos 2–28 revelan que mientras los evangelios descubren lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, Él mismo y a través de sus discípulos, los Hechos (y las epístolas, como pronto veremos) muestran lo que el Señor sigue haciendo y enseñando mediante su iglesia por el poder del Espíritu Santo. Tanto unos escritos como otros revelan al reino de Dios en conflicto directo con el imperio de Satanás y desplazándolo sin cesar durante los restantes años del primer siglo. De modo que en Hechos se da un lugar prominente al reino de Dios (1.3; 8.4–8, 12; 14.22; 19.8; 20.24, 25; 28.23, 31) y al ministerio de su poder.
En nuestros estudios sobre Hechos hemos examinado algunos ejemplos escogidos del conflicto continuo que tuvo Jesús con los poderes del mal en la vida de la iglesia primitiva. Ahora vamos a ocuparnos de las epístolas, una sección del Nuevo Testamento que describe de manera bastante distinta las diversas dimensiones de la vida de los primeros cristianos. Aunque todos los libros del Nuevo Testamento se escribieron principalmente para creyentes, las epístolas tienen por tema «como vivir la vida cristiana y llevar a cabo un ministerio cristiano» bajo circunstancias diversas en el mundo del primer siglo. Los evangelios y los Hechos comparten también tienen este propósito. A los cuatro primeros libros los llamamos evangelios, «buenas noticias», principalmente porque muestran y cuentan las buenas nuevas de la salvación que trajo Jesús. Se trata de registros de la historia de la salvación, y como narrativas, al igual que los Hechos, relatan y dan abundantes cuadros de Jesús y sus discípulos, referentes a la acción evangelística y misionera.
Las epístolas, por el contrario, no son narrativas ni pretenden mostrarnos una sucesión de acontecimientos tal y como puede suceder en el telenoticiero de la noche. En vez de ello, se dedican a hacer comentarios específicos sobre aspectos concretos de las noticias, interpretando lo que ellas significan para creyentes que viven en determinados contextos culturales y sociales. De ahí la diferencia, por ejemplo, entre las cartas de Pablo a los Efesios y Colosenses y aquella dirigida a los creyentes de Filipos.
Las epístolas, por decirlo de alguna manera, son más parecidas a comentarios editoriales inspirados que se insertan en los boletines de noticias. En ellas no se nos cuentan directa ni completamente los argumentos, en cambio las experiencias específicas de los creyentes a quienes van destinadas forman parte de su antecedente. En otras palabras, Pablo contextualiza su enseñanza en todas sus epístolas para suplir las necesidades concretas de determinadas iglesias en un marco social cultural, y religioso dado.
Por tanto, siempre que leemos cualquier porción de las epístolas y tratamos de interpretar su significado, debemos tomar lo que dice en la superficie y añadirle aquello que creemos es su contexto para llegar a la conclusión correcta. Los comentarios y los diccionarios bíblicos nos ayudan a conocer algo del antecedente de un texto dado, de modo que resultan muy útiles. He utilizado muchos de ellos para escribir este libro.
Lo que estamos diciendo es muy importante para nuestro estudio de la guerra y del mundo espiritual en las epístolas, ya que las ideas que tengamos acerca de su trasfondo, tanto en general como en particular, influirán mucho en nuestra interpretación de cada una de ellas.
Vistas por encima, varias de las epístolas parecen no tratar de la guerra espiritual tan a menudo o de la misma forma que lo hacen los evangelios, sobre todo los sinópticos, o el libro de los Hechos. No contienen primeros planos de espíritus malos que están siendo expulsados ni de cristianos desobedientes que caen fulminados por el Espíritu (como en Hechos 5). Tampoco describen en detalle ninguna de las clases de choques de poder que hemos tratado en capítulos anteriores acerca de Jesús y la iglesia apostólica. Sin lugar a dudas, las liberaciones de espíritus malos y los choques de poder tenían lugar de continuo; formaban parte del contexto en el cual se fundaban las iglesias, pero no se nos dan datos específicos al respecto.
Tampoco tratan en forma directa las epístolas la posibilidad de demonización en los creyentes o de su liberación. Sin embargo, creo que malinterpretamos dichas epístolas si al leerlas llegamos a la conclusión de que no reflejan con exactitud la misma cosmovisión de guerra espiritual que se describe tan de cerca y gráficamente en los evangelios y los Hechos. No obstante, muchos que se oponen a ciertos aspectos de la guerra espiritual, tal y como los describo en este libro, lo hacen porque creen que lo que estoy pintando sólo es bíblico si las epístolas enseñan también, mediante la instrucción y la exposición, exactamente el mismo contenido que los evangelios y los Hechos imparten mediante la narrativa.
Todo esto enfatiza de nuevo la importancia de leer las epístolas con un sentido adecuado del trasfondo que les corresponde; es decir, el contexto de guerra espiritual en que vivía y se desarrollaba la iglesia primitiva. Por su misma naturaleza, las epístolas dan por sentado que sus destinatarios contaban con la información necesaria (¡en realidad vivían en ese contexto!) y por lo tanto no tenían que ser instruidos otra vez, por ejemplo, en cuanto a la realidad del enfrentamiento con el mundo espiritual. Sin embargo, nosotros, dos mil años después de que se escribieran dichas epístolas, debemos luchar por volver, partiendo del texto mismo, al trasfondo social, cultural y religioso específico que constituye la clave de su interpretación y comprensión. Esta clase de exégesis es emocionante e importante y debe más bien dejarse para aquellos eruditos con talento de cuyas obras me sirvo en todos los estudios bíblicos que aparecen en este libro.
No obstante hay algo que me preocupa mucho de los eruditos bíblicos occidentales y es que a menudo enfocan toda su atención en discernir cuál es el trasfondo y el contenido específico de una epístola y no incluyen las dimensiones pertinentes al contexto social, cultural y religioso que eran comunes a todas las iglesias del Nuevo Testamento. El resultado utilizado para interpretar dicha epístola es demasiado estrecho y entra en conflicto con el que tiene el mundo neotestamentario. Todos admitimos que este trasfondo más general (que ampliado llega a ser una una cosmovisión) del Nuevo Testamento se nos describe de manera gráfica en los evangelios y el libro de los Hechos. Sostengo que la cosmovisión de estos libros, en especial su concepto general de la guerra espiritual y la gama de actividades involucradas en el choque con el mundo de los espíritus debe presuponerse como una parte decisiva del trasfondo que construyen los eruditos para interpretar las epístolas.
Si no se presume esta cosmovisión, las menciones que se hacen en dichas epístolas a lo sobrenatural maligno se interpretarán con suma facilidad según la de los intérpretes actuales; y si los enfrentamientos con los espíritus malos, tales como los que se describen en los evangelios y Hechos, no forman parte de la experiencia de dichos intérpretes, ¿podemos esperar que éstos relacionen las referencias que se hacen a Satanás en las epístolas con la serie de actividades descritas en Hechos cuando: (1) ellos no presuponen la cosmovisión de Hechos como parte del trasfondo de las epístolas; y (2) resisten sobre una base teológica a la noción de que tales actividades fueran parte de la vida de los creyentes a quienes iban dirigidas las epístolas?
De igual manera, cuando los intérpretes modernos estudian las epístolas dando por sentado que la cosmovisión de Hechos es parte de su trasfondo y suspendiendo, al menos durante ese momento, cualquier resistencia teológica a las implicaciones resultantes de ello, ¿acaso debería sorprendernos que relacionen las menciones al campo sobrenatural perverso, que aparecen en las mismas, con las descripciones más desarrolladas en los evangelios y los Hechos?
Desde una perspectiva histórica, debemos ajustar simplemente las epístolas dentro de la cosmovisión y contra antecedente de los evangelios y del libro de los Hechos. Las epístolas van dirigidas a grupos de cristianos que, en su mayor parte, se convirtieron a Cristo durante el período que abarca la narración de Hechos. Por ejemplo, los creyentes que recibieron 1 y 2 de Tesalonicenses de manos de Pablo fueron los mismos que se habían convertido durante las actividades evangelísticas del apóstol y de Silas relatadas en Hechos 17. Esto es aún más dramático en el caso de la Epístola a los Efesios. Y de un modo semejante, los destinatarios de Gálatas, Filipenses, 1 y 2 Corintios, y Colosenses eran también cristianos fruto de la obra misionera de Pablo, relatada en Hechos, y de sus discípulos. Para ellos, el choque de poder y la guerra espiritual formaban parte esencial de su vida y ministerio.
Repito que no leemos las epístolas y las referencias que se hacen en las mismas a lo sobrenatural maligno de la manera correcta cuando las separamos del trasfondo general proporcionado por el libro de los Hechos. Desde luego, esto no significa que todas las referencias a Satanás o los poderes malignos tengan que ver con ninguna dimensión o manifestación específica del campo sobrenatural perverso. Sí significa, en cambio, que tales referencias, incluso las casuales, a la realidad del diablo, los demonios, los principados y las potestades y su influencia, tendrán un significado bastante distinto para uno que las vincula con la actividad descrita repetidas veces en los evangelios y Hechos que para el que trata tales menciones aislándolas casi por completo del contexto común de guerra espiritual que tenía el mundo en el que todas esas epístolas se escribieron. Los comentaristas que tienden a aislar el mundo de las epístolas de aquel de los evangelios y Hechos lo más probable es que interpreten tales referencias estrictamente dentro de su propia cosmovisión limitada. En ésta, pocas veces, o nunca, se reconoce o comprende la realidad del campo sobrenatural maligno en el mundo de los Hechos de los Apóstoles. Sin embargo, alguien que participe hoy en día en enfrentamientos con el mundo de los espíritus y sea un intérprete bíblico fiel y con talento, estará más dispuesto a ver esas referencias a través de los «lentes» del mundo bíblico y no de los de la cosmovisión occidental.
No basta sólo conque uno interprete las epístolas utilizando de manera primordial una cosmovisión que, aunque «cristiana» en el sentido tradicional del término, esté todavía absolutamente influida y corrompida por la mezcla de racionalismo y empirismo legado por la Ilustración y la ciencia naturalista. Estas tradiciones, y su progenie teológica, bien resisten, bien tienen dificultad para entender la realidad experimental de los espíritus malos que emerge en los evangelios sinópticos, los Hechos y que también está presente en las epístolas si uno tiene «ojos» para verla. Debemos disciplinarnos a fin de permitir que aquellos aspectos de la cosmovisión bíblica que más chocan con la nuestra estén plenamente presentes cuando leemos la Biblia, incluidas las epístolas. De otro modo, y usando una ilustración, seremos como un club que se reúne siempre en la biblioteca para leer las obras de Shakespeare. Disfrutaremos de todo aquello que puede ofrecernos el teatro de la mente, pero nos perderemos la grandeza de la experiencia real que supone el montaje escénico: el verdadero ambiente en el que tenían que ser interpretadas y comprendidas las obras.
Con este planteamiento en mente, volvamos ahora a las epístolas. En la presente sección sólo trataremos aquellos textos que ayudan a revelar dimensiones de guerra espiritual, en particular los que señalan las que algunos hoy en día consideran polémicas y otras que pueden ayudarnos a pelear mejor la buena batalla de la fe como era comprendida por la iglesia primitiva. En el caso de aquellos textos importantes, tales como Gálatas 5, los cuales se comentan en alguna otra parte de este libro, se referirá al lector a esos lugares.
Debido a las limitaciones de espacio, mi presentación será breve y sólo alusiva. Hay un gran yacimiento que explotar en las epístolas acerca del mundo sobrenatural maligno. Y aunque no haré sino excavar apenas hasta el filón, espero que mi estudio mueva a otros a profundizar más, por así decirlo hasta conseguir el oro.
Por último, algunos ejemplos que incluyo no pretenden guardar un paralelismo perfecto con el texto bíblico. Los doy, sin embargo, a modo de voz de la experiencia contemporánea que ilustra a menudo una cierta aplicación de la enseñanza general del texto en cuestión.
Ahora ocupémonos de aquellos libros que reflejan la experiencia histórica de los creyentes primitivos a lo largo de un período de años, en el que estuvieron tratando con un enemigo que ya estaba vencido por el Hijo de Dios y lo estaba siendo progresivamente por los hijos de Dios. En ellos descubrimos una nota dominante: la victoria del creyente sobre todos los poderes malignos por medio del evento de Cristo, la armadura de Dios provista para el cristiano y la oración intercesora, nuestra principal arma contra los poderes del mal. Tal vez las palabras de Pablo en Romanos 8 sean el mejor resumen de la victoria del creyente sobre el mundo espiritual, una idea que está presente en todas las epístolas y las sustenta:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8.35–39)
La epístolas de Pablo
Por medio de sus cartas, Pablo expone la mayor parte de las doctrinas principales que integran la fe cristiana; incluyendo las verdades acerca de la guerra espiritual en general y el mundo de los espíritus en particular. El apóstol dice más acerca de los poderes sobrenaturales perversos y de la guerra con los espíritus malignos que ningún otro de los escritores del Nuevo Testamento. En lo que atañe a la enseñanza directa, tal vez dice más que todos los otros juntos, excepto los evangelios y los Hechos. Salvo en el caso de Efesios y Colosenses, estudiaremos las epístolas paulinas en el orden en que quizás fueron escritas y no en el que las tenemos hoy en día en la Biblia.
Gálatas
Fue quizás la primera de las cartas del apóstol, e incluso el primero de todos los libros del Nuevo Testamento.1 Tal vez Pablo la escribió mientras se encontraba en su primer período de descanso misionero en Antioquía de Siria. Gálatas es el más polémico de todos sus escritos y registra su batalla con los judaizantes, una delegación de los cuales había ido a Galacia y estaba socavando la fe de las iglesias (Gálatas 1.6s).2 El apóstol lucha por la supervivencia de ellas, por «la verdad del evangelio» (Gálatas 2.5, 14).3 Se trataba de una batalla espiritual en todo su apogeo. La falsa doctrina puede tener un origen demoníaco (1 Timoteo 4.1).
En su ansiedad, y siempre consciente de las tácticas engañosas de Satanás, Pablo da la alarma: «Mas si aun nosotros», dice, «o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1.8). Hace uso de todos sus recursos retóricos y casi podemos percibir una vigilia de oración de toda la noche tras estas palabras. Pablo está determinado a no dejar que los gálatas caigan en la falsa enseñanza demoníaca.
Sin embargo, se trata de algo más que retórica. Los ángeles caídos enseñan un evangelio diferente a través de los falsos profetas (maestros y creyentes engañados). Pablo advierte de este hecho en muchas de sus epístolas (véanse Romanos 16.17–20; 1 Corintios 8–10; 2 Corintios 2.11; 4.2; 10.1s; 11.1–4; 13–15; 2 Tesalonicenses 2.1s; 1 Timoteo 1.18–20 con 2 Timoteo 2.14–26; 1 Timoteo 4.1s; 6.3s; 2 Timoteo 3.1s con Tito 1.10s).
Frederic Rendall dice en el Expositor’s Greek New Testament que Pablo «desea inculcar a sus discípulos que esta controversia no es entre un maestro y otro, sino entre la verdad y la mentira. Ningún ministro de Cristo, ni siquiera un ángel, puede alterar la verdad en Jesús».4 La batalla entre la verdad y el error fue una de las principales dimensiones de la guerra espiritual con la que se enfrentó Pablo a lo largo de todos sus años de ministerio, y subyace a toda crítica de aquellos que deforman el verdadero evangelio de gracia.
¿Por qué la referencia de Gálatas 1.8 a «un ángel del cielo» en el contexto de esta lucha? Cole sugiere que Pablo puede estar utilizando el término «ángel» para mostrarles «la posibilidad de que el mismo Satanás aparezca como un ángel de luz para engañarlos. Fue al oír hablar de un falso evangelio, de un evangelio sin cruz, que el Señor dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás”» (Marcos 8.33).5 Aunque todos los engañadores no están necesariamente endemoniados, Pablo veía todo tipo de engaño, en último término, como demoníaco (1 Timoteo 4.1; 2 Timoteo 3.13).
Las referencias finales del apóstol al mundo de los espíritus en esta epístola están en Gálatas 4.3–9. En ellas Pablo menciona dos veces «los rudimentos del mundo» (vv. 3, 9). Se trata de la palabra griega stoicheîa. La versión inglesa NEB interpreta de manera correcta la segunda parte del versículo 3 diciendo: «éramos esclavos de los espíritus elementales del universo». El apóstol se refiere enseguida a su antigua vida en la que servían «a los que por naturaleza no son dioses» (v. 8).
Ambas expresiones se refieren al mundo sobrenatural perverso. Reservaremos nuestro estudio de la primera expresión de Pablo, «los rudimentos» , stoicheîa, (en el 4.9 los llama «débiles y pobres rudimentos»), para la sección dedicada a los principados y potestades en Efesios y Colosenses. Pablo repite casi las mismas palabras en Colosenses 2.8, 20.
La referencia del apóstol a su antigua esclavitud a los «no dioses», constituye una vigorosa expresión que nos devuelve a nuestros estudios en 1 Corintios 8–10, donde Pablo trataba de los dioses del paganismo (véase en capítulo 45).
Según Pablo, en Gálatas 4.1–9, tanto los cristianos judíos, que estaban en peligro de volverse a los stoicheîa de la ley, como los gentiles, que adoraban a los stoicheîa de los que no eran dioses, estaban sirviendo a los poderes demoníacos y no a Dios. Esta es la gran preocupación que el apóstol expresa en estos versículos y en muchos semejantes de sus otras epístolas. Por último, en Gálatas Pablo trata de la guerra del creyente con la carne (5.16–21, 24) y con el mundo (1.4; 5.11–14), la perspectiva de la guerra espiritual en múltiples dimensiones que ya examinamos en el capítulo 13.
1 y 2 Tesalonicenses
Hay un consenso casi general en cuanto a que, de las epístolas de Pablo que han llegado hasta nosotros, las siguientes que el apóstol escribió fueron 1 y 2 Tesalonicenses;6 ambas alrededor del año 50 d.C.7 y dirigidas a los creyentes que se habían convertido durante su ministerio en Tesalónica relatado en Hechos 17.
1 Tesalonicenses 1.5–9
La primera referencia que hace Pablo al mundo espiritual en 1 Tesalonicenses está en los versículos 5 al 10 del capítulo 1. En primer lugar, el apóstol recuerda a los creyentes que el evangelio no les llegó sólo en palabras, sino también «en poder» (v. 5).
No sabemos si al decir «poder» se refería específicamente a los choques de poder, ya que la narración que hace Lucas en Hechos 17 de la fundación de la iglesia en Tesalónica guarda silencio en cuanto a este asunto. No obstante, puesto que la predicación del evangelio acompañada de manifestaciones de un poder inusual incluía a menudo tales choques de poder, no sería arriesgado suponer que también sucedió así en Tesalónica. Por la manera en que el Espíritu Santo obraba en Felipe (Hechos 8), en Pedro (Hechos 5, 9–10) y en Pablo (Hechos 13, 16, 19), es muy probable que lo hiciera de una forma muy parecida en Tesalónica, donde los creyentes se habían convertido «de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Tesalonicenses 1.9). Como ya hemos visto (capítulo 47), la idolatría y la actividad demoníaca van juntas; por tanto podemos suponer que en Tesalónica, como parte de la conversión de aquellos creyentes, había tenido lugar alguna clase de choque de poder el cual derrotó a los demonios que había tras los «no dioses». El resultado de su conversión no sólo fue «gozo en el Espíritu Santo» (1.6), sino también «gran tribulación», algo común siempre que el Espíritu confronta a los poderes malignos.
1 Tesalonicenses 2.18
La siguiente referencia al mundo espiritual está en 1 Tesalonicenses 2.18. Es la primera mención que hace el apóstol, en sus epístolas, a Satanás, así como su primera referencia a una derrota infligida por el diablo en sus empeños evangelizadores.
Pablo escribe recordando sus sufrimientos en Filipos y con su presurosa retirada de Tesalónica y Atenas todavía fresca en la memoria. Por tanto, la carta a los cristianos tesalonicenses menciona que también habían sufrido de los de su propia nación lo que otros creyentes estaban experimentando (2.14). Todo esto le da a Pablo ocasión de reflexionar con ellos sobre la oposición de Satanás, la cual, hasta ese momento, había impedido al apóstol volver a los tesalonicenses.
Aunque en el Nuevo Testamento se describe a Satanás y los poderes malignos como ya derrotados, se trata de un «ya pero no todavía». Tanto el uno como los otros están atados, pero, como ha dicho cierto teólogo, su cuerda es larga. Pablo sabía que dicha cuerda se extendía hasta Tesalónica y Corinto, desde donde escribía esta epístola.
Los enemigos de Dios, que presenta el Antiguo Testamento, son hombres y naciones, mientras que en el Nuevo se trata de poderes espirituales adversos que obran por medio de esos hombres y esas naciones oponiéndose a Dios, su reino y su pueblo. Estos enemigos, como ya hemos visto repetidas veces, son poderes cósmicos invisibles de alto rango que actúan en la historia de la humanidad. Así, como expresa George A. Ladd, la victoria sobre ellos sólo puede «ganarse en el plano de la historia».8
Este conflicto entre los poderes del evangelio y de la oposición al mismo conforma el trasfondo de las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 2.12–16. El pujante poder destructor, ligador, liberador y edificador del reino de Dios estaba obrando entre los cristianos de Tesalónica, pero, al igual que siempre, también había una fuerte oposición en los lugares celestiales. El apóstol sabía que una visita de regreso a esa ciudad hubiera hecho avanzar la obra del reino allí, pero también Satanás estaba consciente de ello. De modo que el diablo detuvo a Pablo e impidió que realizara sus planes de volver a Tesalónica. Pablo dice al respecto: «Quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó» (v. 18).
El versículo 18 revela profundas verdades acerca del conflicto espiritual que tiene lugar sólo en la vida de aquellos que tratan de extender la verdad de Dios al mundo y de aquellos otros que están necesitados de ella. Comentando sobre el versículo 18, Bruce expresa que «la principal actividad [de Satanás] es poner obstáculos en el camino del pueblo de Dios para impedir que se lleve a cabo la voluntad del Señor en y a través de ellos».9
La realidad del poder de Satanás
Satanás impidió que Pablo hiciera lo que sabía que era la voluntad de Dios. ¿Es eso posible? Según Pablo, sí. La mayoría de nosotros tenemos problemas con esta dimensión de la guerra espiritual. Intentamos pasarla por alto, o restarle importancia hasta llegar a considerar al diablo como atado ya en el abismo y completamente incapaz de oponerse con eficacia a los creyentes. Nuestros predicadores nos dicen a menudo: «Dios es soberano. Siempre hace su voluntad en el cielo y en la tierra. Ni el hombre ni el diablo, ni los demonios pueden interponerse en el cumplimiento de la voluntad divina. Por tanto, mientras andemos en el Espíritu, si estamos en la voluntad de Dios, Satanás no puede resistirnos con éxito. De otro modo ello equivaldría a resistir a la voluntad de Dios, lo cual el Señor no permitiría nunca».
Estas palabras parecen muy piadosas, pero no se ajustan ni a la enseñanza de la Escritura ni a la experiencia del pueblo de Dios. Según este pasaje, se trata de una «verdad» ignorada por el apóstol. Aunque mientras andemos en el Espíritu (si lo hacemos en la carne el diablo ya tiene una fortaleza en nosotros) estamos protegidos de una derrota grave o completa, podemos sufrir, y sin duda sufriremos, reveses. Eso es lo que el apóstol está explicando aquí, él estaba experimentando un serio revés y eso no le gustaba.
Si nos convertimos en personas superespirituales y consideramos que dichos fracasos son la voluntad de Dios, nos engañamos a nosotros mismos. Los engañados no son ni Dios ni Satanás, quien de veras debe deleitarse cuando limpiamos su sucio trabajo identificándolo con la voluntad divina. Aunque se nos enseña que nos regocijemos en todo, no se nos dice que lo hagamos porque todo lo que sucede es la voluntad de Dios. Debemos regocijarnos de que, aun cuando la voluntad de Dios no se esté cumpliendo, somos partícipes de los padecimientos de Cristo por su cuerpo; no debido a que la labor del diablo sea en verdad la obra del Señor. No intentemos eliminar el misterio del mal llamándolo «bueno».
¿Cómo debemos afrontar la oposición sobrenatural cuando sabemos que estamos en la voluntad de Dios? ¡La respuesta es fácil de dar pero difícil de cumplir! Quedándonos donde estamos, sirviendo con fidelidad y sufriendo. Seguimos sirviendo y sufriendo, si es necesario hasta la muerte. Esto es lo que hizo Pablo (2 Timoteo 4.7, 8); y también Pedro (2 Pedro 1.12–15) y muchos de los santos de Dios desde el principio hasta ahora (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 11.32–40). Al mismo tiempo, el Espíritu Santo de Dios nos sostiene con su gozo (1 Tesalonicenses 1.6; Romanos 5.1–5).
1 Tesalonicenses 3.5
La última referencia clara en esta epístola a la guerra que Satanás libra contra los hijos de Dios la tenemos en el capítulo 3, y es consecuencia natural de lo que Pablo acaba de decir acerca de cómo el diablo les estaba impidiendo, a él y a su equipo, volver a Tesalónica. Acerca de ello, escribe:
Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano (3.5).
Observe los diferentes pasos en el desarrollo de este versículo:
1. Pablo no era capaz de aguardar más para saber si los santos habían sobrevivido en Tesalónica. (Véase la misma expresión en el versículo 1a.) La versión inglesa de Phillips traduce estas palabras por «cuando la incertidumbre se hizo insoportable».
La profunda emoción contenida en estas palabras revela una ansiedad que llega hasta la impaciencia. Para sentirse aliviado Pablo tiene que tomar un determinado curso de acción. La presión se había hecho insostenible y el apóstol no podía seguir reprimiendo sus ansiosos sentimientos, en particular cuando estaba de por medio el poder del enemigo.
2. A fin de aliviar su ansiedad, Pablo envió a Timoteo para saber acerca del estado de los creyentes (vv. 1–4). Aunque el apóstol se refiere al hecho de mandar a Timoteo como a una decisión personalmente costosa, su amor por ellos era más fuerte que sus propias necesidades.
3. La preocupación real de Pablo radicaba en la fe de los tesalonicenses; no en su fidelidad, sino en su misma fe cristiana, explica Leon Morris.10
4. La verdadera causa de esta preocupación era su profundo conocimiento, tanto de la estrategia como del poder de Satanás, a quien Pablo llama aquí «el tentador», un título que sólo se le aplica al diablo en este pasaje y en Mateo 4.3. Es la primera, de un par de ocasiones, en la que el apóstol se refiere a la estrategia de Satanás como la de tentar al pueblo de Dios. La segunda se encuentra en 1 Corintios 7.5.
5. Pablo sabía que el tentador era capaz de apartarlos por completo de su fe utilizando esas mismas cosas acerca de las cuales Jesús había advertido en su parábola del sembrador (Mateo 13.18–23). De modo que va directo al grano y dice que ha enviado a Timoteo «para asegurarme de que las actividades del tentador no habían destruido nuestro trabajo» (Phillips).
F. F. Bruce comenta respecto a este «no sea que os hubiese tentado el tentador» que el «aoristo epeírasen implica aquí una tentación con éxito que hubiera triunfado en cuanto a destruir su fe. La frase expresa aprensión por lo que pudiera descubrir Timoteo a su llegada».11 Luego, Bruce sigue comentando acerca de la expresión «y que nuestro trabajo resultase en vano», y explica que dicho trabajo sería en vano «si la fe de los tesalonicenses se hubiese derrumbado».12
Estas son unas palabras serias, incluso sorprendentes. La teología evangélica tradicional que tenemos acerca de nuestro enemigo es que éste está tan derrotado y desprovisto de poder contra nosotros, que Dios no le permite destruir la fe de los nuevos cristianos o, si vamos a ello, de los creyentes más antiguos. Es obvio que Pablo lo veía de un modo distinto.
Aquí, en Tesalónica, tenemos creyentes recién convertidos de la adoración a los demonios (1.9 con 1 Corintios 10.19–21). El Espíritu Santo ha venido con poder a sus vidas en plena certidumbre de fe. Los tesalonicenses han recibido la palabra en medio de mucha tribulación y con mucho gozo en el Espíritu Santo. Han llegado a ser ejemplos para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. A partir de ellos la Palabra de Dios ha comenzado a ser divulgada por todas partes. Su fe ha quedado patente. Viven con la gran esperanza del regreso de Jesús (1.5–10). Sin embargo, aún son creyentes nuevos. Todavía corren grave peligro. La persecución contra ellos ha crecido mucho (1.6 y 2.13–16 con 2 Tesalonicenses 1.4–10).
Por lo tanto, Pablo se vuelve aprensivo. Una y otra vez intenta ir a ellos, pero en cada ocasión Satanás logra interponerse en su camino. El apóstol es incapaz de llegar a sus queridos amigos. Hasta que por fin les escribe y les cuenta sus temores, que en realidad no son más que uno: que el diablo haya logrado apartarlos de la fe. Matthew Henry afirma también que a Pablo le preocupaba que el «tentador les hubiera tentado y hubiese prevalecido contra ellos, apartándolos de la fe».13
De modo que debemos afrontar con sinceridad el hecho de que tenemos un enemigo que es capaz de socavar la fe del pueblo de Dios y tiene permiso del Señor para hacerlo. No es extraño que más tarde Pablo hable de nuestra necesidad de no ignorar las maquinaciones de Satanás. Si lo hacemos, puede aprovecharse de nosotros (2 Corintios 2.11). La caída de creyentes por todas partes a nuestro alrededor, incluso de líderes cristianos, es una prueba bastante evidente de que nuestro adversario derrotado puede aún desatar terribles ataques contra los hijos de Dios; especialmente en el contexto de la evangelización.
2 Tesalonicenses
2 Tesalonicenses 2.1–12
F. F. Bruce dice que «si alguna porción puede aspirar a ser considerada como el (cuerpo) de esta carta, es la que abarca el capítulo 2 versículos del 1 al 12 [donde Pablo habla del “hombre de pecado”]. No sólo se trata de la característica más distintiva de 2 Tesalonicenses, sino que quizás constituye el propósito de la epístola. Lo que la precede conduce a ella y lo que la sigue es su continuación».14
Esta epístola es el único libro de la Biblia que se centra primordialmente en los esfuerzos futuros y finales de Satanás por controlar, engañar y gobernar a la humanidad por medio de su propio «cristo»: el Anticristo, «el hombre de pecado». Aquellos que minimizan el lugar que Pablo otorga al mal sobrenatural harían bien en reconsiderar su posición, ya que éste constituye una parte esencial de la cosmovisión del apóstol y es en 2 Tesalonicenses la enseñanza principal.
Cuando consideramos que en 1 y 2 Tesalonicenses el apóstol escribe a nuevos creyentes, y que dice estar poniendo por escrito lo que ya les había enseñado en persona durante las pocas semanas que estuvo con ellos, nos quedamos asombrados. Nosotros, por lo general, reservamos esas enseñanzas para los cristianos maduros, y sin embargo forman el tema de la instrucción de Pablo a los nuevos convertidos (2 Tesalonicenses 2.5).
Todas las enseñanzas que el apóstol da en esta epístola sobre el mundo espiritual se centran en la venida del «hombre de pecado» (2 Tesalonicenses 2.3–10), llamado el anticristo por Juan (1 Juan 2.18, 22; 4.3; y 2 Juan 7). Aquí tenemos una instrucción tan profunda que los eruditos bíblicos aún forcejean para comprender tales doctrinas. Sin embargo, repito que Pablo las impartía a los recién convertidos (2.5).
Se trata de una nueva enseñanza sobre el mundo espiritual. Jesús instruyó a sus discípulos sobre los últimos tiempos, los falsos profetas (Mateo 24.11), la abominación desoladora predicha por Daniel (Mateo 24.15) y una proliferación de «falsos Cristos y falsos profetas». Dijo que se levantarían engañadores los cuales «harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes» (Mateo 24.24, 25). Toda esta enseñanza está relacionada con su segunda venida (Mateo 24.3–31).
Jesús no habló, no obstante, como hace Pablo aquí, de un anticristo en particular. (Véase la enseñanza de Juan sobre el Anticristo en el capítulo 52.) El Señor es el primero que indica que vendrán personas del tipo anticristo y Juan es el último en hablar de ellas (él). Sin embargo, es Pablo, en los primeros tiempos de su ministerio apostólico, quien da la primera enseñanza detallada acerca de este maligno, aquí en 2 Tesalonicenses 2.3–10.
Cuando examinamos la descripción que hace el apóstol de este «hombre de pecado» (v. 3), vemos en él la personificación de todos los engaños que se llevan a cabo por medio de manifestaciones de poder espiritual falsificado, acerca de cuya venida advirtió Jesús. También encaja de manera perfecta en la descripción que hace Juan tanto del anticristo como de la bestia, esta última en el libro de Apocalipsis.
El día de Cristo
Pablo comienza el capítulo 2 con la petición a los creyentes de que no se dejen inquietar por lo que se dice en cuanto a que el día de Cristo está cerca (vv. 1–2). Y luego les recuerda las enseñanzas que daba en su primera epístola sobre la segunda venida del Señor y «nuestra reunión con Él» (v. 1b con 1 Tesalonicenses 4.13–18).
La segunda venida es también una doctrina clave en ambas epístolas. Todas las enseñanzas del apóstol en cuanto a Satanás y el hombre de pecado en 2 Tesalonicenses están relacionadas con la venida del Señor, con su parousía.
Pablo utiliza tres palabras principales para referirse a esa venida de Cristo: epipháneia, literalmente «un resplandecer»; apokálypsis, «desvelado, revelación o aparición»; y parousía, «venida y presencia».15 Esta última es la favorita del apóstol aquí en 2 Tesalonicenses para indicar la venida del Señor. Como pronto veremos, Pablo también empleará el mismo término refiriéndose a la aparición del «hombre de pecado».
En su excelente comentario sobre 2 Tesalonicenses, Leon Morris dice que:
[ … ] Pablo había hablado bastante en Tesalónica acerca de la segunda venida, pero resulta obvio que no se comprendió toda su enseñanza. Los nuevos convertidos, llenos de entusiasmo y tal vez emocionalmente inestables[ … ] todavía poco instruidos en las cuestiones profundas de la fe, era bastante natural que se desviasen en algunos puntos relacionados con este tema importante pero complejo.16
Luego Morris comenta: «Pablo había tenido la ocasión de referirse a la parousía en su primera carta, sin embargo aquello no aclaró todas las dudas. Por consiguiente, pensó que debía tratar de nuevo el tema».17
Ese mismo autor hace un comentario interesante acerca de nuestra mayor dificultad para interpretar lo que Pablo está diciendo aquí, tanto sobre la parousía de Cristo como sobre el hombre de pecado. «Se trata de un suplemento de su enseñanza oral», expresa Morris. «él y sus correspondientes conocían lo que había dicho estando en Tesalónica; no existía razón para repetirlo. Pablo podía darlo por sabido y añadir simplemente lo necesario para aclarar el malentendido que se había suscitado».18
Respecto a las falsas enseñanzas, tengo que añadir que más tarde el apóstol afirmará que el engaño generalizado que ha de caracterizar los últimos días vendrá a través de creyentes que «apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4.1). De modo que, según dice Pablo, el verdadero origen de tales engaños y falsas doctrinas será demoníaco.
Esta es la clase de engaño futuro, de los postreros tiempos, acerca del cual Pablo está advirtiendo en 2 Tesalonicenses 2. El apóstol esboza a grandes rasgos el curso que seguirá ese engaño espiritual (v. 3ss) y dice que traerá consigo un número siempre creciente de espíritus demoníacos, cada vez más poderosos, los cuales prepararán el camino para la aparición del hombre de pecado en sí (v. 3).
Pablo dice que la venida de este último será la culminación de un período de engaño generalizado. La mentira es la estrategia principal de Satanás y ella producirá «la apostasía» (o renuncia de la fe). Esta última a su vez preparará el camino para la aparición final del hombre de pecado.
Los comentarios de Leon Morris acerca de esta cuestión son excelentes. «Pablo», dice, «anhela con desesperación que sus amigos no caigan en el error. “Nadie os engañe en ninguna manera” no es sólo una exhortación, sino una advertencia de la insensatez que supone ser desviado de esa forma».
Luego, Morris señala la evidencia de que el día del Señor aún no ha llegado. En primer lugar debe producirse la gran apostasía ya mencionada, esa renuncia mundial de la fe (v. 3a) que conducirá a la aparición del hombre de pecado (v. 3b). Ni lo uno ni lo otro, dice, ha tenido lugar aún; por lo tanto, el día del Señor todavía no ha llegado.19
Tenemos cierta dificultad para entender tanto la apostasía como la llegada del «hombre de pecado». De lo que no hay duda es de que Pablo esperaba que sus referencias fueran tan claras para los tesalonicenses que éstos comprendieran la insensatez de su error y volvieran a la «cordura» en los asuntos que los ocupaban.
Morris dice que el apóstol «habla de que la rebelión viene “antes”, pero no dice de qué». Y luego afirma que «no cabe ninguna duda de que se refiere al día del Señor».
El hombre de pecado
De esta apostasía surgirá el hombre de pecado (v .3b). Según Morris, el pecado consiste en no conformarse a la ley de Dios (cf. 1 Juan 3.4) y «en última instancia en no dejarse gobernar por él[ … ] El individuo en mente está contemplado el trasfondo de la rebelión de Satanás contra el poder de Dios».20
Morris dice que es un grave error identificar al hombre de pecado con figuras históricas del pasado. «Se trata de un personaje escatológico», afirma. Pablo dice que no aparecerá hasta inmediatamente antes del regreso del Señor. Por lo tanto es una necedad rebuscar en la historia para identificarlo. Todavía tiene que venir.
Luego dice que Pablo, al hablar de que esta figura debe «manifestarse», indica que el hombre de pecado «existirá antes de su revelación al mundo. También puede querer decirnos que hay algo sobrenatural en él. Esto sería bastante normal debido a su íntima asociación con Satanás».
Morris declara enseguida que al hombre de pecado se le:
[ … ] describe como «el hijo de perdición», una descripción que Jesús aplicó a Judas Iscariote (Juan 17.12). Esta clase de genitivo tiene un sesgo hebráico. Indica «caracterizado por» la calidad en él (cf. Isaías 57.4). De modo que aquí significa que el hombre de pecado de cierto se perderá. Como lo expresa Moffatt, es «el destinado a la perdición».21
En el versículo 4, Pablo dice que este maligno «se opone y se levanta» por encima de todos los dioses y se hace pasar por Dios en su templo. ¡Qué increíble serie de declaraciones!
La palabra «oponerse» pertenece a la misma familia de términos que Satanás, «el adversario», y destaca la perversidad satánica que caracterizará a este hijo de perdición. En el versículo 4, Pablo dice que el hombre de pecado se levanta contra Dios. Según expresa Morris el tiempo es un participio presente que indica una actitud continua, no una fase pasajera.
Luego comenta que «el segundo participio (también un presente continuo) trata de la posición exaltada que se arroga el hombre de pecado, quien se coloca en el lugar más alto posible». No le basta con el cargo político supremo.22
Insiste en ocupar el lugar reservado para el máximo objeto de adoración en toda la humanidad. Exige veneración religiosa; más exactamente insiste en que a ningún dios o cosa que lleve el nombre de Dios, o a ningún objeto de culto debería concedérsele el primer puesto. El hombre de pecado tiene que ser antes de todo.
A continuación, ese hombre de pecado avanza un paso más y se proclama dios. Morris dice acerca de esto: «El clímax de todo ello es la pretensión explícita a la deidad. Ha de sentarse en el templo y proclamarse dios».
Resulta difícil saber con exactitud a qué «templo de Dios» se refiere aquí Pablo. Es obvio que el apóstol y sus lectores lo comprendían (v. 4b). Morris nos dice que en este pasaje «templo» hace referencia a un santuario interior, no al templo en su conjunto. «No es que entre en el recinto del templo», expresa, «sino que invade el lugar más sagrado y allí se sienta. Su acción representa en sí una pretensión a la deidad, y el vocablo “haciéndose pasar” puede suponer una declaración explícita de determinado número de palabras (varios traductores lo dan como “proclamar”)[ … ]» Por último, ese mismo autor afirma que esto significa que «tomará formalmente asiento en un santuario[ … ] en algún edificio material que ha de servir como marco de la blasfema proclamación de deidad que el hombre de pecado llevará a cabo culminando así sus actividades».23
Comentando sobre el debate que existe acerca de la identidad del que «lo detiene» (v. 6), Morris dice que aunque los lectores de Pablo sabían de lo que estaba hablando el apóstol, nosotros no lo sabemos, y es mejor que reconozcamos nuestra ignorancia. «Lo importante», continúa diciendo, «es que había algún poder actuando el cual impedía al hombre de pecado llevar a cabo su aparición hasta que fuera quitado de en medio».24
Por último, en el versículo 6 tenemos la expresión «a su debido tiempo», la cual indica que el hombre de pecado sólo puede aparecer en su momento. La idea es que Dios tiene todo bajo control y sólo Él determina cuándo ese hombre debe venir. Así, el hombre de pecado se manifestará sólo cuando el Señor lo permita. No debe considerársele como alguien que actúa en completa independencia.
Todo este pasaje revela la soberanía de Dios. Él domina aun cuando parezca que el mal tiene un control absoluto. Aquí es Dios mismo quien esboza el curso del mal, de Satanás, los demonios y el anticristo desde los tiempos de Pablo hasta el día del Señor.
El mal es fuerte, y no hará sino aumentar su fuerza a medida que empiece a acercarse el día de la manifestación del hombre de pecado. En todo el proceso se ve la mano de Dios obrando. «El mal no sobrepasará sus límites», expresa Morris. «Al final se verá que ha sido el propósito de Dios y no el de Satanás o sus secuaces el que se ha cumplido».25
¿Hasta cuándo el mal?
¡Qué mensaje tan consolador! Mientras escribo puedo ver el mal obrando en la vida de personas muy queridas para mí, y exclamo: «¿Por qué, Señor? ¿Por qué? ¿Dónde está tu poder? He orado durante años por esos seres queridos, pero Tú no contestas … ¿Dónde estás, oh Dios? ¿Cuándo llegará el mal a su fin?»
También veo cómo el mal florece en mi ciudad, mi estado, mi nación y mi mundo. El engaño, la corrupción, el fraude y el egoísmo abundan. Hay gente lastimada que se ve sometida todavía a más sufrimiento por los poderosos del gobierno local y nacional, las grandes empresas y los funcionarios públicos.
Luego está el aborto libre. Millones de pequeñuelos son torturados y muertos incluso antes de nacer. El SIDA y el cáncer golpean tanto a los justos como a los injustos. ¿Por qué? ¿Durante cuánto tiempo?
Hombres y mujeres decentes pierden sus trabajos y sus casas, y tienen que vivir en vehículos debajo de los puentes y en la calle. ¿Por qué?
Millones de semejantes míos, hombres y mujeres, que sufren enfermedades depresivas son echados de los hospitales y obligados a vivir en las calles. Subsisten en su propia inmundicia corporal, demasiado perturbados para ocuparse de sí mismos. Están expuestos a los elementos naturales y al menosprecio público. Son rechazados y descuidados por la nación más próspera de la historia; una nación de consumidores egoístas, demasiado ajetreados para hacer algo más por ellos que notarlos al pasar. ¿Por qué? ¿Durante cuánto tiempo?
Aun nuestras iglesias evangélicas se hallan absortas por completo en sus propios programas. Su enfoque está puesto en «suplir las necesidades de nuestra propia familia eclesial». Entre tanto, los desamparados no por culpa propia (que no son vagos ni pordioseros que prefieran vivir en la calle) y los cabezas de familia que se quedan sin trabajo y sin los ingresos necesarios para pagar sus recibos, se vuelven indigentes. ¿Por qué? ¿Durante cuánto tiempo todavía?
Hay bastante riqueza e ingenio concedido por Dios en las iglesias de América para ayudar a esta gente que sufre en su camino hacia la recuperación. Estas cosas, junto con la buena voluntad de hombres y mujeres solícitos no pertenecientes a nuestras iglesias, además de los programas gubernamentales, bastan para que muchos indigentes comiencen a caminar hacia la independencia económica. La verdad del asunto es que la gente no ocupa un puesto elevado en las prioridades de nuestras iglesias ni de las instituciones benéficas locales o federales. ¿A qué se debe esto?
¿Y qué decir de la evangelización de nuestras ciudades y del mundo? ¿Por qué tenemos las iglesias tan poco tiempo o nos preocupamos tan poco por todo lo que no sea nosotros mismos? ¿A qué se debe que no podamos unirnos como un solo cuerpo en la intercesión y la oración de guerra para alcanzar siquiera a nuestras propias ciudades con el evangelio? ¿Acaso hemos usurpado los líderes el lugar de Dios como cabeza de sus iglesias? ¿Por qué? ¿Durante cuánto tiempo más?
Por último exclamo: «Dios, ¿dónde estás tú mientras el mal se extiende incluso entre tus iglesias? ¿Cuando ese mal sumerge a nuestro país y nuestro mundo? Las cosas van de mal en peor en vez de mejorar. ¿Por qué, Dios? ¿Por qué? ¿Cuánto tiempo más?
Luego, cuando estoy a solas con Él, abro su Palabra y descubro dónde está Dios en medio de este océano de maldad tanto humana como sobrenatural. Él sigue estando donde siempre y lleva a cabo su misteriosa voluntad, la cual se cumplirá aunque, por algún tiempo, por ahora, no se esté haciendo. Ahora comprendo que su voluntad es siempre buena, incluso si aparentemente permite que el mal reine.
Estoy seguro que lo es aun cuando sufra; aunque mis seres queridos, mi familia y mis amigos padezcan hasta el punto de hacernos gritar a todos; incluso si mi comunidad llama bien al mal.
Dios permite que el mal siga su misterioso curso, pero, como dice la canción: «Tu Dios reina». Las Escrituras explican que debe permitirse la operación del misterio del mal, pero sólo hasta que Dios diga: «¡Basta!» Luego el mal dejará de existir. ¡Señor, por favor, apresura ese día!
2 Tesalonicenses 2.8–10
En vista de todo esto, los versículos 8–10 son cruciales para nuestro estudio. Aquí Pablo está hablando de dos manifestaciones: primero la del inicuo y luego la del Señor.
Cuando el Señor aparezca, «matará [al inicuo] con el espíritu de su boca, y [lo] destruirá con el resplandor de su venida». Esto será el comienzo de la solución final para la maldad.
El anticristo (nombre que le da Juan) aparece como alguien en perfecta lealtad con la actividad satánica. Viene «con todo engaño», según dice Pablo, recibido de su misma fuente: Satanás, el engañador supremo.
A lo largo de todo nuestro estudio de la guerra espiritual he luchado por mantener el equilibrio. Aunque debemos considerar a Satanás y a sus demonios como Pablo lo hace aquí, no son ellos el centro de atención de la Escritura. Sobre todas las cosas está Dios, su Hijo nuestro Señor y el Espíritu Santo, nuestro ayudador. Aunque en este capítulo el apóstol se refiera vez tras vez a la persona y la carrera del inicuo, su enfoque está puesto en la soberanía de Dios, o aún mejor: en el Dios soberano.
Morris dice que mientras Pablo «contempla los acontecimientos de los últimos tiempos, no lo hace con la mirada ansiosa del que busca trazar el curso de los mismos y seguir el proceso del hombre de pecado. Más bien mira con gozo la revelación de la poderosa mano de Dios».26
Aquí tenemos un equilibrio imprescindible en nuestros días para cualquier enseñanza acerca del mal y de la guerra espiritual. Dios es el Dios único. Jesús es el único Señor. Satanás es un «no dios» derrotado a pesar del increíble poder que todavía posee para hacer el mal.
Sigamos el orden divino de los acontecimientos que conducen a la destrucción del inicuo, según palabras de Morris, en «el momento supremo de la historia». Dicho orden se nos revela en el versículo 8.
Pablo dice primero que «el Señor [lo] matará». En segundo lugar, que lo único que necesita para ello es «el espíritu de su boca». En tercer lugar, que lo hará «con el resplandor de su venida» (v 8). Los tesalonicenses no habían de temer, según comenta Morris, «por ilustres que pudieran ser los hombres perversos. Aun los más destacados de ellos quedarían eclipsados con mucho por el Señor de esos humildes creyentes cuando volviese».27
Pablo, añade Morris, no subestima al hombre de pecado, que es perverso y poderoso, pero «sus aseveraciones confiadas de los dos últimos versículos brotan del reconocimiento del esplendor y el poder del Señor Jesús, no de ningún fallo en apreciar el poder de la oposición».28
En el versículo 9 Pablo se refiere otra vez a la venida del inicuo y, como ya hemos visto, lo hace con la misma palabra empleada para la segunda venida de Cristo en el versículo 8. El hombre de pecado vendrá con su propio esplendor y poder otorgado por Satanás. Es el representante del diablo. Morris dice que el versículo:
[ … ] sugiere con fuerza que tenemos ante nosotros una parodia de la encarnación. El hombre de pecado no es simplemente uno con ideas perversas, sino que está revestido del poder de Satanás para realizar su obra. Por tanto viene «con gran poder y señales y prodigios mentirosos».29
Poder, señales y prodigios son las tres palabras que se utilizan a lo largo de toda la Escritura para referirse a los hechos divinos de poderío a través del Señor Jesús y de su pueblo. «Tal vez se utilizan aquí por esta razón», explica Morris. «Nos ayudan a comprender la naturaleza falsa del ministerio del hombre de pecado».
Refiriéndose a estos tres términos de poder utilizados aquí, Pablo dice sin embargo que son señales mentirosas o falsas. No es que los milagros sean ficticios. Se trata de milagros auténticos. Sólo son falsos porque no vienen de Dios sino del «no dios» que intenta hacer las obras del Señor para engañar a aquellos que quieren ser engañados.
A continuación, Pablo se ocupa del efecto que tiene el engaño activado por el hombre de pecado en los incrédulos. Y al hacerlo nos proporciona una comprensión completa de la naturaleza de la incredulidad y de los incrédulos. El apóstol escribe desde la perspectiva de la soberanía de Dios, y expresa que:
1. Los engañados se perderán (v. 10a).
2. Y esto sucederá porque «no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (v. 10b).
Morris afirma que «aquí el término “verdad” (vv. 10b–12)[ … ] está muy relacionado con Jesús (cf. Efesios 4.21, “conforme a la verdad que está en Jesús”; Juan 14.6, “Yo soy[ … ] la verdad"). Más particularmente se trata de la verdad salvadora del evangelio».30
Este hecho se destaca en todo el pasaje. Recibir la verdad significa recibir la salvación; rechazarla equivale a ser condenado. Esta verdad debería haber sido recibida con cariño, pero esos hombres la rechazaron.
Pablo habla luego, no sólo de la verdad, sino del «amor de la verdad», una expresión que sólo encontramos en este pasaje a lo largo de toda la Biblia.
El apóstol dice que la actitud de la gente que está describiendo se encuentra apartada de todas las cosas de Dios y por lo tanto de la verdad divina. Morris afirma que «no recibieron con agrado la verdad de Dios (este es el énfasis del verbo traducido por “recibir”; véase 1 Tesalonicenses 2.13); esa verdad que se expresa en el amor producido por el evangelio». Se trata por tanto de un acto voluntario que muestra la actitud de sus corazones y lleva a unas consecuencias negativas eternas. Serán juzgados por su actitud y por las acciones resultantes de ella.
Morris dice que el versículo 10 «concluye con una cláusula de propósito que destaca la magnitud del don que esos hombres habían rechazado. Otros hombres aman la verdad con vistas a su salvación; es a dicha verdad a la cual aquellos que se pierden habían vuelto la espalda».31
2 Tesalonicenses 2.11–17
En el versículo 11a, Pablo dice: «Por esto[ … ]», y mira a todo lo que ha dicho hasta ese momento. Debido a que los hombres no se aferran a la verdad, se perderán. Puesto que no la aman, se dejan engañar; y por ello no serán salvos (v. 10). Se perderán con el hombre de pecado (vv. 8, 10).
Por último, con este trasfondo negativo, el apóstol dice que Dios ahora interviene y comienza a juzgar a los hombres rebeldes. El acto divino inicial es difícil de entender al principio. Dios mismo «les envía un poder engañoso, para que crean la mentira» (v. 11).
Esta es la primera cláusula de propósito de Pablo en la presente sección y también la segunda vez que el apóstol utiliza el concepto de «mentira». Morris describe el mismo como «una energía para el engaño».
Esta es una de las dimensiones de mi concepto de «energía de pecado». En el caso que nos ocupa significa que Dios mismo enviará un poder el cual influirá en ellos para que crean a la mentira. Morris señala: «La última expresión es realmente “la mentira”. Lo que esas personas aceptan no es cualquier mentira, sino el mayor esfuerzo de Satanás: la mentira de que el hombre de pecado es Dios. Se niegan a aceptar la verdad y son por tanto entregados a una mentira».32
Esta idea del mal es importante para mantener una perspectiva completamente bíblica. De todo lo que hemos visto, se podría deducir que, como dice Morris, se trata de «una competición en la que Satanás, por un lado, y Dios, por el otro, hacen sus movimientos, pero Dios es, de alguna manera, el más fuerte». Morris corrige esto afirmando que «Pablo tiene un concepto más grandioso: el Señor está utilizando el mismo mal que producen los hombres y Satanás para ejecutar su propósito».33
Dios está obrando. No está haciendo peores a los hombres malos, sino juzgando a los perversos por su maldad mediante su confirmación en ella. El Señor tiene derecho a hacer esto, porque sólo Él es Dios. Esos hombres creen de veras que están actuando libremente al desafiarle; como también lo creen Satanás y los principados y potestades espirituales que operan en el mundo. Pero sus actos de desafío son también los vehículos de su juicio. Por desgracia, aquellos que permiten que los espíritus mentirosos los engañen serán también juzgados como engañados y engañadores. El permitir que los espíritus mentirosos tengan acceso a nuestras mentes y corazones no es cosa fácil.
Por último, con los versículos 13 al 15, Pablo se aparta de los incrédulos y vuelve otra vez a sus queridos santos de Tesalónica. Todo lo ha escrito pensando en ellos. Y ahora les habla en unos términos inigualados en la Escritura, con el propósito de traer consuelo y seguridad a esos amados cansados de la lucha.
Primero, les dice que Dios los ha «escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación del Espíritu y la fe en la verdad» (v. 13). ¡Qué palabras tan maravillosas! A continuación, Pablo expresa que fue a ese destino al cual Dios los llamó «mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo» (v. 14). Estas palabras preciosas pretenden ser un mensaje de seguridad para los Tesalonicenses y para todos los que creemos como ellos. Yo creo. ¿Y usted?
«Era necesario tratar del hombre de pecado y de sus detestables monstruosidades», escribe Morris, «pero el verdadero interés de Pablo está en otra parte. Las especulaciones de sus amigos tesalonicenses sobre la venida del Señor había hecho imprescindible que dijera lo suficiente para corregirlos. Una vez realizado esto, el apóstol se ocupa de un tema más agradable: la elección divina de los tesalonicenses para salvación».34
Esa elección divina abarca a todos los creyentes. Todos fuimos escogidos en Cristo «antes de la fundación del mundo», dice Pablo en Efesios 1.4. Aquí se trata de lo mismo: Dios os ha «escogido [y a nosotros] desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad» (v. 13b). ¡Qué magnífico pasaje de la Escritura es este!
Se trata de una de las porciones más completas de guerra espiritual del Nuevo Testamento, porque traza el curso de la guerra entre los dos reinos hasta su desenlace final con la aparición y destrucción del más perverso de los servidores de Satanás: el «hombre de pecado». Y el apóstol afirma que los hombres de pecado serán destruidos junto con ese hombre de pecado.
Según el libro de Apocalipsis, enseguida viene el juicio eterno del mismo Satanás, quien es arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20.10–15). Después de ello tenemos a los santos de Dios, con Dios y con «el Cordero» para siempre, en la Ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21 y 22). ¡Aleluya! ¡El diablo está derrotado! ¡Nuestro Dios reina!
Resulta apropiado que Pablo concluya este pasaje sobre la guerra espiritual, no con el hombre de pecado, sino con la familia de Dios (vv. 13–17). Esta es también la nota con la cual Juan termina el libro de Apocalipsis y, por lo tanto, toda la Biblia. Juan pone en boca de Jesús:
Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y a esto sigue la respuesta:
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. (Apocalipsis 22.16, 17).
Este es el último resultado de la guerra espiritual en la que estamos comprometidos cada momento de nuestra vida, lo sepamos o no. ¡A Dios sea la gloria! La victoria final es completamente segura. Nosotros ganamos la guerra. ¡Aleluya! ¡El diablo está derrotado! ¡Nuestro Dios reina!
1 1. Richard H. Longenecker, Galatians, WBC, Word, Dallas, Texas, 1990, lxi. Sólo después de concluir este libro tuve conocimiento de la excelente obra de Clinton Arnold Power of Darkness: Principalities and Powers in Paul’s Letter , InterVarsity, Downer’s Grove, IL, 1992, la cual confirma mucho de lo que he escrito en esta sección. Hubiera deseado contar con ella cuando hacía mi trabajo y la recomiendo encarecidamente.
2 2. Los judaizantes eran judíos creyentes que insistían en que todo el mundo, incluso los gentiles, debían guardar la ley de Moisés, aun los preceptos ceremoniales, para ser verdaderos cristianos. Las principales batallas teológicas de Pablo fueron con estas personas, también llamadas los «de parte de Jacobo» (Gálatas 2.12) y los «de la secta de los fariseos» (Hechos 15.5).
4 4. Frederic Rendall, The Epistle to the Galatians, en W. Robertson Nicoll, The Expositor’s Greek New Testament, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 3:152.
12 12. Ibid. p. 63. Véase también 1 Corintios 15.58; Filipenses 2.16; Gálatas 2.2; 4:11; 2 Corintios 6.1. Cp. Isaías 65:23 con 49:4.
15 15. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 1:55–65, pp. 208–209.
16 16. Leon Morris, The First and Second Epistles to the Thessalonians, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, p. 213.
24
24. Ibid. 1977, p. 227. Este autor nos hace un breve bosquejo de las diferentes interpretaciones que hay acerca de quién es el que «detiene» al hombre de pecado y del hecho de su remoción antes de que se permita aparecer a éste ( pp. 224–227). Sin embargo, no menciona la opinión ampliamente sostenida de que el que «lo detiene» es el Espíritu Santo en la Iglesia. El Espíritu Santo mora en este mundo perverso en el templo de Dios que es su Iglesia. He aquí la interpretación más comúnmente sostenida por aquellos que creen en el arrebatamiento de la Iglesia antes de los siete años de tribulación de los que hablan Daniel y Jesús. Por lo tanto, la escatología que uno tenga determina en parte la propia opinión sobre este acontecimiento todavía futuro.
Morris sí se refiere brevemente a tal interpretación, haciendo un comentario negativo de ella, en cierta referencia al misterio de la iniquidad que aparece en el versículo 7, y dice:
Continúa el estilo animado del versículo 3. Una vez más Pablo se apresura y deja la frase incompleta. El énfasis del apóstol es que aun cuando el principio de iniquidad esté ya actuando, no puede llegar a su clímax en el momento presente a causa del que lo detiene. Ese clímax se alcanzará únicamente cuando éste último «sea quitado de en medio». Aunque esto se deja sin explicar, el asunto parece lo bastante claro como para excluir algunas sugerencias en cuanto a la identidad del que lo detiene; p. ej., aquella que piensa que se trata del Espíritu Santo (Biblia Scoffield de consulta). Si bien resultaría fácil pensar en el Espíritu como aquel que obstaculiza a las fuerzas del mal, es imposible imaginar que pueda ser «quitado de en medio». Esa es una idea que no aparece en la Escritura. (Morris, 1977, pp. 228 y 229).
No todo el mundo estará de acuerdo con Morris en este punto.
49
1 y 2 Corintios, Romanos y las epístolas pastorales
1 Corintios
La cuarta epístola de Pablo fue enviada a la iglesia de Corinto hacia el año 54 o 55 d.C., unos tres años después de haberla fundado. Obviamente Pablo les había escrito otra carta anterior que no se conserva y la cual menciona en 1 Corintios 5.9s.
Ya que en el capítulo 45 tratamos a fondo el tema de la idolatría utilizando las enseñanzas del apóstol Pablo en 1 Corintios 8–10, podemos ir directamente a la primera mención que hace el apóstol del mundo de los espíritus.
1 Corintios 2.6–8
Algunos consideran la referencia de Pablo en 1 Corintios 2.6–8 a los «príncipes (árchontes) de este siglo» como una posible reiteración de su uso de expresiones similares en Efesios 6.12, donde alude a fuerzas espirituales perversas que rigen a los gobernantes humanos de cada época. Aunque no es aceptado en general, constituye una posibilidad real. Me inclinaría a esa posición, ya que contamos con las claras enseñanzas de Pablo en Efesios y Colosenses acerca de los poderes espirituales que están detrás de los gobernantes humanos.
Naturalmente, fueron príncipes humanos los que crucificaron «al Señor de gloria», pero ¿a quién se le llama el príncipe (árchon) de este siglo (Juan 12.31; 14.30; 16.11; Efesios 2.2)? A Satanás. ¿Quiénes son los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo (Efesios 6.12)? Los demonios. ¿Quién llenó el corazón de Judas para que entregase a Jesús a los gobernantes humanos (Juan 13.2, 27)? El diablo.
En el ministerio de liberación los demonios confiesan sin problemas lo que Pablo está afirmando aquí: que ellos y su señor, Satanás, indujeron a los gobernantes perversos a crucificar al Señor de gloria. Ellos no conocían el plan de Dios según el cual por medio de aquella cruz Jesús los derrotaría. Si lo hubiesen sabido «nunca habrían crucificado al Señor de gloria». (Véanse Isaías 24.21, 22 y nuestros estudios sobre Efesios y Colosenses.)1
1 Corintios 5.1–5
La primera referencia incontestable al mundo de los espíritus malos se encuentra en 1 Corintios 5.1–5. El marco es el intento de Pablo de tratar con un problema moral importante que existía en Corinto y del que le habían informado (v. 1). Gordon Fee escribe que en una «cultura donde uno podía decir flemáticamente: “Tenemos queridas para el placer y concubinas para el cuidado diario del cuerpo, y esposas para que nos den hijos legítimos”, era de esperarse el fracaso moral».2
Pablo tuvo que abordar esta cuestión en múltiples ocasiones con todas las iglesias gentiles (cf. 1 Tesalonicenses 4.1–8; Colosenses 3.5–7; Efesios 5.3–13). Sin embargo, en Corinto, el asunto parecía revestir una especial gravedad. Por otros pasajes de las epístolas a esa iglesia (1 Corintios 5.9s; 6.12–20; 7.2s; 10.8; 2 Corintios 12.21), sabemos que la inmoralidad sexual más flagrante había formado parte del estilo de vida anterior de los corintios, y con toda probabilidad muchos continuaban practicándola después de convertirse a Cristo.
Aunque la iglesia estaba consciente de aquel pecado, no había hecho nada al respecto; Pablo les dice que deberían haberse lamentado por ello. La persona culpable tenía que ser disciplinada. Si el hombre no se arrepentía debía ser quitado de en medio de la congregación (v. 2). El apóstol quiere que se tome una acción decisiva por parte de la iglesia, en una asamblea donde tanto él como el poder de Cristo estarán presentes mediante el Espíritu. En esa clase de encuentro la congregación debe «devolver al hombre a la esfera de Satanás para que se lleve a cabo alguna forma de “destrucción” cuyo objetivo final es la salvación personal».3
Esto nos introduce en una nueva dimensión de la guerra espiritual de la que aún no hemos tratado en nuestro estudio: la entrega de un creyente pecador a Satanás para la destrucción de su carne. Pablo afirma que esto hace que «el espíritu [de la persona] sea salvo en el día del Señor Jesús» (v. 5). Lo que significa que el hombre en cuestión era un verdadero creyente. Se trata de una acción disciplinaria familiar contra un hijo de Dios desobediente, no un acto que tuviera como meta la entrega de un inconverso a la separación eterna de Dios. Puesto que la iglesia ha fracasado en su responsabilidad en este asunto, Pablo mismo inicia la acción (vv. 3–5). Satanás será utilizado por Dios para llevar a cabo los propósitos divinos de disciplina de su descarriado hijo.
Algunos afirman que la destrucción de la carne se refiere a la aniquilación de su naturaleza pecadora. Al ser expulsado de la iglesia, el hombre comenzará a ver el <%1>«infierno<%1>» que representa la vida en la carne<%1> vivida en el mundo<%1> de los impíos. Este es el mundo sobre el cual Satanás reina como dios. El diablo, el «no dios», oprimirá d<%-1>e<%1> <%-1>tal manera al desobediente y solitario hermano que reconocerá su pecado<%-1>, se arr<%1>epentirá y volverá al redil.4 Otros dicen que la destrucción de la carne significa sim<%1>plemente la muerte<%1> física. Se permitirá a Satanás<%1> que le quite la vida, no necesariamente en el plazo de uno o dos días a partir de la decisión de la iglesia<%1>, pero pronto.5
Estoy de acuerdo con esta última posición. En primer lugar, la carne pecaminosa del creyente jamás será destruida hasta que estemos con el Señor. En segundo lugar, ¿cómo puede hacer Satanás por el cristiano aquello que Dios mismo no hace: destruir su carne pecaminosa antes de la resurrección? En tercer lugar, Pablo habla en otro sitio, de un modo semejante, de creyentes que han naufragado en cuanto a su fe (1 Timoteo 1.19, 20). En este caso, los dos hombres son también entregados «a Satanás para que aprendan a no blasfemar». Como en Corinto, el apóstol tiene en mente un castigo correctivo.
Por último, la muerte prematura de cristianos desobedientes ya se había producido en el caso de Ananías y Safira (Hechos 5.1s). Satanás también tuvo que ver con ese problema, en su caso por haberlos incitado al mal. Pablo, por otro lado, ya se había referido a más de un cristiano de Corinto que había experimentado el juicio de Dios muriendo prematuramente (1 Corintios 11.30). Sería por tanto natural que los creyentes comprendieran el juicio de 1 Corintios 5.5 de manera similar al descrito en el 11.30.
Aunque siempre existirán discrepancias sobre estos dos puntos, ello no debería hacernos pasar por alto el papel que desempeña Satanás en la disciplina extrema del pueblo pecador de Dios: En realidad el diablo no hace sino llevar a cabo la voluntad divina. De nuevo se trata de un tema escritural coherente que tiene que ver con el «misterio de iniquidad», como lo llama Pablo. A menudo, Dios toma aquello que Satanás concibe para mal y lo utiliza para bien. En este caso, el diablo, el destructor (Apocalipsis 9.11), o ignora el propósito divino al permitírsele que le quite la vida al cristiano desobediente, o es demasiado malvado para que eso le importe, o ambas cosas. Cuando puede hacer el mal lo hace, sin tener en cuenta las consecuencias de gran alcance que tendrá su acción. Se trata de un enemigo imponente en cuanto a su maldad, pero lastimero respecto a su ignorancia.
1 Corintios 7.5
La siguiente referencia a Satanás está en 1 Corintios 7.5. Escribiendo acerca de la relación entre marido y mujer, Pablo advierte contra una abstinencia sexual imprudente y dice:
No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
El apóstol tenía una idea realista de la sexualidad humana. Sabía que el amor sexual en el matrimonio es muy importante; por tanto, incluso en las ocupaciones piadosas tales como la oración y el ayuno deben ponerse límites a la abstinencia entre los cónyuges.
También Satanás comprende el poder que representa la sexualidad humana, y ¡con qué facilidad la estimula con propósitos malignos! El diablo utiliza la tentación sexual contra los creyentes más temerosos de Dios; es una de sus armas destructoras más eficaces.
Por último, la combinación de los deseos sexuales que surgen de nuestra carne con los estímulos eróticos que nos bombardean desde el mundo, prepara el terreno para que los demonios de perversión sexual ataquen nuestra mente, imaginación, emociones y por último nuestra voluntad. Debemos andar con cuidado en un mundo tan sensual, practicando sin cesar lo que nos dice Filipenses 4.8. Como vimos en nuestro estudio de Gálatas 5.19 y descubriremos en capítulos sucesivos, Satanás ha dañado y destruido hogares cristianos e incluso a líderes de la iglesia mediante el pecado sexual. Esposos y esposas, ¡guardad vuestra vida sexual según los principios cuidadosamente establecidos por Pablo en este pasaje!
Pasando luego a los detallados argumentos del apóstol acerca de la idolatría y de la dimensión demoníaca que ésta entraña, hemos visto a Pablo expresar que la participación en este aspecto del ocultismo significa un trato directo con demonios (1 Corintios 10.20, 21). Referimos al lector al estudio del tema que se hizo en el capítulo 45.
1 Corintios 12.1–3
Sin embargo, Pablo sí que vuelve a la cuestión de los ídolos y nada menos que en 1 Corintios 12.1–3. En los capítulos 12 al 14, el apóstol nos da sus enseñanzas más detalladas acerca de los dones del Espíritu. Pero ¿qué tiene que ver esto con los ídolos? Permítame citar los versículos 1 al 3:
No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos. Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.
El significado literal de «dones espirituales» sería aquí más bien «cosas espirituales». La palabra que más utiliza Pablo para referirse a un don espiritual es charisma y su plural charísmata. Y la emplea en el resto de este capítulo y también en el 13 y el 14. Sin embargo, aquí comienza su enseñanza acerca de los dones espirituales con un término distinto: pneumatikós, un adjetivo que se utiliza como nombre. Puede traducirse por «espirituales» o «asuntos espirituales». ¿Por qué emplea Pablo esta extraña construcción?
Primero, podemos ver que el versículo 1 se refiere a preguntas que los mismos corintios habían formulado sobre las manifestaciones espirituales que ocurrían entre ellos. Algunos estaban ejerciendo dones espirituales espectaculares, pero otros no practicaban esa clase de dones. Por esta causa, parece aceptable poner la palabra «dones» antes de «espirituales»; aunque tal vez sería más exacto utilizar el término «manifestaciones» en lugar de «dones», como el mismo Pablo hace en el versículo 7.
Hago esta observación porque en todas las religiones se dan manifestaciones espirituales, mientras que los dones espirituales, aquellos que el Espíritu Santo concede a sus hijos, sólo se dan entre los verdaderos cristianos. Cuando el Espíritu Santo está actuando, llamamos a eso manifestaciones, «dones espirituales» o «dones del Espíritu». Se trata de los charísmata. Si las manifestaciones espirituales proceden de otros espíritus, son dones espirituales falsos. Y todos ellos son demoníacos.
En el versículo 2 Pablo habla del pasado de paganismo y ocultismo de los corintios. Los ídolos a los cuales servían eran mudos. Aquí el apóstol utiliza dos expresiones fuertes para describir la antigua relación de los creyentes de Corinto con dichos ídolos. Primero, eran desviados a los ídolos mudos. Morris dice que esta palabra se utiliza con frecuencia con el significado de llevarse a un prisionero o condenado (véase Marcos 14.44; 15.16).6
¿Y quién era el que los descarriaba? Desde luego Satanás, por medio de sus demonios. Digo esto, no sólo porque es lo que Pablo ya ha expresado (1 Corintios 8–10), sino también porque encaja con lo que está intentando explicar acerca de los «espirituales». No todos éstos, no todas las manifestaciones espirituales, proceden de Dios. Por eso es por lo que el apóstol tratará pronto de poner en orden la casa de los corintios, que estaba en un caos debido a esas mismas manifestaciones espirituales.
Sin embargo, le mueve una preocupación más amplia en este pasaje que el solo hecho de enseñar sobre los diversos dones. Presenta un ejemplo pagano (los ídolos) para ayudarles a comprender tanto las declaraciones inspiradas como la importancia de las lenguas. Si tal es el caso, entonces parece probable que lo que se tiene en mente son sus antiguas experiencias paganas de éxtasis o declaraciones inspiradas, incluyendo las profecías, las lenguas y las revelaciones. «Aunque ninguno de los verbos por sí solos implica necesariamente esto», dice Fee, «su extraña combinación, con el énfasis en que otros estaban actuando sobre los corintios (implícito en los dos verbos en voz pasiva) parece indicar esa dirección».7
Fee expresa a continuación que los espíritus demoníacos están de por medio por lo menos de dos formas:
1. En su pasado pagano los corintios experimentaron lenguas demoníacas, declaraciones extáticas, profecías, revelaciones y cosas semejantes. Esto sucedía de manera habitual en los templos idolátricos y quizás muchos de los ahora convertidos participaban en ello.
2. Las declaraciones inspiradas por espíritus demoníacos, que ellos consideraban procedentes del Espíritu Santo, todavía ocurrían en su medio, es probable que incluso en sus cultos. Dichas declaraciones eran obviamente blasfemas contra la persona del Señor Jesús, lo que explicaría las extrañas palabras de Pablo en el versículo 3: «Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo» (1 Corintios 12.1–3; véase 1 Juan 4.1–3).
En nuestros días estamos asistiendo a una renovación de las manifestaciones de dones espirituales a nivel mundial. Esto es alentador. Aunque muchos no acepten esto como una obra auténtica de Dios, la mayoría de los líderes cristianos sí lo hacen. Incluso hombres como el fallecido Dr. Merrill F. Unger, que no se sentía a gusto con ninguno de los dones más extáticos, afirmó vigorosamente que lo que estamos viendo es una obra genuina de renovación del Espíritu Santo.8
Sin embargo, es sólo una cara de la moneda. La otra representa el verdadero tema que Pablo está tratando aquí. Todas las manifestaciones espirituales no son del Espíritu Santo, aun entre las que parecen ser cristianas. Cuando el Espíritu Santo está actuando, produce una expresión acerca de Jesús. Sus palabras siempre equivalen en última instancia a «Jesús es Señor». Cuando el otro espíritu habita en una persona o viene sobre ella, y esa persona abre la boca, de ella sale también un sonido especial. Según Pablo, esto es en particular cierto en lo que respecta a Jesús como Señor.
Hasta aquí todo parece claro. Sin embargo, cuando leemos estos versículos debemos tener mucho cuidado de no simplificar en exceso lo que puede ocurrir. Los demonios, si se están manifestando y se hallan frente a frente con Cristo, siempre dicen la verdad acerca de su persona. No niegan ni su encarnación ni su señorío, pero no le confiesan como su propio Señor.
Cuando Pablo dice que «nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo», parece referirse a una fórmula de confesión y sumisión a Cristo. Es el clamor de un corazón humano o de un ángel que cae ante la majestad de Jesús y somete a su señorío su vida y sus labios. Por otra parte, cuando una persona se levanta y habla inspirado por un espíritu que niega el señorío absoluto de Cristo o habla mal de Él, estamos en presencia de un demonio. Esto es cierto aun cuando la persona sea cristiana y parezca estar orando y alabando en lenguas.9
Una cosa más podría tener que ver con esto. Es posible, e incluso probable, que estas expresiones demoníacas las cuales atacan el señorío de Cristo estuviesen ocurriendo durante sus cultos. Por eso Pablo prohíbe absolutamente las lenguas en público sin la interpretación de cristianos reconocidos con dones probados en ese campo (1 Corintios 14.27–33).10
Cuando en 1990 estaba enseñando y predicando con mi querido amigo Tom White en el primer Congreso sobre Evangelización para la Unión Soviética, un sacerdote pasó al frente a fin de que oráramos por él. Al hablarle, nos sentimos turbados tanto por sus acciones como por algunas de las declaraciones que hizo, de modo que decidimos tener con él un rato de oración. De inmediato prorrumpió en unas lenguas duras y ásperas. Incómodos con su forma de hablar en lenguas, le detuvimos y pedimos a algunos de nuestros amigos rusos que le hicieran una serie de preguntas sobre su relación con el Señor Jesús.
De repente el hombre comenzó a chillar de un modo incontrolable. Estaba endemoniado. Más tarde descubrimos que era un ocultista «cristiano», un ministro del tipo Rasputín que estaba perturbando a las iglesias de la ciudad con sus prácticas malignas. Había venido a la sesión sobre guerra espiritual para molestar. Entre otras posibles habilidades sobrenaturales, el sacerdote había recibido la manifestación de lenguas, pero no del Espíritu Santo.
Esta era, entonces, parte de la preocupación de Pablo por los creyentes con dones espirituales de Corinto.
2 Corintios
A continuación examinaremos las referencias del apóstol al mundo de los espíritus en 2 Corintios. Dichas referencias son frecuentes (2 Corintios 2.4–11; 4.3, 4; 6.14–18; 10.3–5; 11.3, 4, 13–15; 12.7–10). Algunas de ellas resultan muy complicadas y requieren un comentario mucho más extenso del que nos permite el espacio en este libro. Comenzaré con 2 Corintios 2.4–11.
2 Corintios 2.4–11
Antes de considerar las palabras del apóstol en estos versículos, quisiera contar una difícil experiencia que tuve como consejero. Hace algunos años, un cristiano amigo mío me confesó que había mantenido un encuentro homosexual con otro líder. Tanto para el uno como para el otro no se trató más que de un incidente aislado. Ambos se habían arrepentido y se habían pedido perdón el uno al otro. Ninguno de los dos hombres era invertido, pero por ciertas razones demasiado complejas para explicarlas aquí ambos luchaban con fantasías homosexuales.
Cuando me confesó su caída homosexual estaba tan avergonzado que quería suicidarse. Su cuerpo temblaba mientras le invadía una oleada tras otra de turbación y remordimiento. Al comenzar a orar con él, de repente experimentó una manifestación demoníaca. Fue entonces cuando descubrimos que había estado endemoniado desde la infancia, especialmente por demonios de perversión sexual directamente relacionados con el abuso homosexual que había sufrido siendo niño.
En una situación como ésta, uno se enfrenta a una serie de dilemas que requieren la toma de decisiones difíciles:
1. ¿Debe mi amigo contárselo a sus colaboradores o mantener su confesión confidencial?
2. ¿Debe decírselo a su esposa? Ella es tan sensible a los temas sexuales que según creía el hombre sería incapaz de hacer frente al problema, al menos actualmente. No le hablaría, pues, de su caída por el momento; aunque lo haría con el tiempo si Dios se lo indicaba claramente.
3. Tenía tanta vergüenza y tanto remordimiento que se sentía indigno de continuar en el ministerio; y si lo abandonaba, su esposa, sus hijos y sus amigos tendrían que saber cuál era la razón de ello. Decidimos que debía seguir ejerciéndolo por el momento si sentía seguridad para ello. ¿Por qué?
Primeramente, porque sus problemas eran de origen demoníaco; es decir, estaba endemoniado desde niño. En segundo lugar, porque había llevado una vida moral pura, antes y después de aquella caída. Y en tercer lugar, porque había sido seducido por el otro líder cristiano. Aunque mi amigo era responsable de sus acciones, no fue él quien inició aquel encuentro.
Primeramente, porque sus problemas eran de origen demoníaco; es decir, estaba endemoniado desde niño. En segundo lugar, porque había llevado una vida moral pura, antes y después de aquella caída. Y en tercer lugar, porque había sido seducido por el otro líder cristiano. Aunque mi amigo era responsable de sus acciones, no fue él quien inició aquel encuentro.
Decidimos que podía continuar en el ministerio, pero bajo ciertas condiciones: debía rendirme cuentas en el futuro inmediato, y buscar consejo profesional en seguida si sus problemas continuaban.
De acuerdo con 2 Corintios 2, algo parecido sucedió con un creyente de la iglesia de Corinto. Pablo había abordado muchos de los problemas que tenían los cristianos de allí en la carta que conocemos como 1 Corintios, y el asunto que ahora se presentaba tenía que ver con un hombre de la congregación que se sentía como el líder cristiano que he descrito. Sin embargo, su situación era aún peor. Toda la iglesia conocía su pecado y él estaba bajo disciplina (2 Corintios 2.4–11).
Se trataba bien del mismo hombre con el que Pablo se había enfrentado en su primera epístola, el creyente incestuoso (1 Corintios 5.1–8.2), o de otra persona, culpable de un comportamiento ofensivo y crítico con el apóstol. En este último caso, quizás la fricción se habría producido durante la reciente visita de Pablo a aquella iglesia (2.1).11 Nadie puede estar seguro de cuál es la opinión correcta, ya que el apóstol no lo dice. Era algo claro para la iglesia en la que pensaba Pablo. No necesitamos saberlo para comprender las enseñanzas que se nos dan en este pasaje.
Quisiera empezar concentrándome en el versículo 11. Pablo escribe en el mismo:
Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Estas palabras concluyen la exhortación del apóstol a los creyentes de Corinto para que perdonen al hombre arrepentido, fuera quien fuese. De modo que Pablo ruega en los versículos 6 al 8 VP:
El castigo que la mayoría de ustedes le impuso a esa persona, ya es suficiente. Lo que ahora deben hacer es perdonarlo y ayudarlo, no sea que tanta tristeza lo lleve a la desesperación.
Por eso les ruego que nuevamente le demuestren el amor que le tienen.
Luego el apóstol termina (después de hacer otros comentarios en los versículos 9 al 11) con las razones que tiene para rogar que se le extienda el perdón al culpable.
Así Satanás no se aprovechará de nosotros; pues conocemos muy bien sus mañas.
A fin de comprender mejor el impacto de aquellas palabras, hemos de considerarlas a la luz de varias afirmaciones importantes que hace Pablo en los versículos 6 al 8. En primer lugar, el castigo del ofensor ha sido suficiente; no necesita más (v .6a). En segundo lugar, la mayoría de la iglesia ha participado en dicho castigo (v. 6a) de una u otra manera. En tercer lugar, ahora su deber para con aquel hombre es perdonarle, consolarle y animarle; todo ello es necesario (v. 7a).
La primera necesidad que tiene ese creyente arrepentido, como cualquier otro, es la seguridad del perdón … Sólo así podría continuar en la iglesia, aceptarse por fin a sí mismo y ser capaz de recibir el perdón de Dios y el de sus hermanos. Lo que precisaba en segundo lugar era consuelo … Estaba tan lleno de vergüenza y remordimiento que no podía actuar como un ser humano normal y como miembro de la iglesia. En tercer lugar necesitaba ánimo … Ellos debían ayudarle a aliviar la profunda depresión en que se encontraba. Sin embargo, y en cuarto lugar, en su caso debían hacer frente a otro peligro más serio: el hecho de que pudiera ser «consumido de demasiada tristeza» (v. 7b), lo cual implicaba un riesgo de suicidio.
Cuando Pablo advierte aquí (v. 11) acerca de las maquinaciones de Satanás en lo referente al creyente descarriado (las cuales también tiene con la iglesia en general), puede querer decir al menos dos cosas: la primera, que Satanás se había propuesto impedir la vida cristiana del hombre por medio de su pecado; y la segunda, que ahora que el individuo se había arrepentido quería destruir su vida física.
En otras palabras, el primer plan del diablo, su táctica de «león rugiente» había fracasado. El hermano se había arrepentido y roto su relación sexual con la mujer de su padre, suponiendo que el trasfondo de la historia sea 1 Corintios 5.1. «Ahora», dice Pablo, «nos enfrentamos a la forma de actuar de Satanás como ángel de luz. El diablo intentará imitar el ministerio que realiza el Espíritu Santo en cuanto a convencer de pecado, para incitar a nuestro hermano a que se autodestruya. El suicidio representa en este momento para él una terrible posibilidad.12
«¡Debéis actuar ahora! ¡Aseguradle de vuestro amor sin pérdida de tiempo! Por favor, decidle que también le perdono, le amo y le respeto. Si falláis ahora, Satanás ganará ventaja sobre nosotros».
Con este trasfondo debemos preguntarnos qué sucede cuando los creyentes y las iglesias ignoran las maquinaciones de Satanás. ¿Qué dice el apóstol que ocurrirá?
Pablo expresa que Satanás ganará ventaja sobre nosotros (v. 11). Por eso las Escrituras, tanto mediante preceptos como por ejemplos, esbozan con gran detalle las maquinaciones engañosas del diablo. Conocer dichas maquinaciones nos ayuda a frustrar sus planes contra nosotros mismos y la iglesia de Dios.
Ahora sabemos cómo responder al continuo alud de declaraciones de hermanos bien intencionados que nos dicen: «No os concentréis en las maquinaciones de Satanás, eso os llevará a la fobia contra el diablo. Lo único que tenemos que hacer es centrar nuestra atención en la persona de Cristo y él nos protegerá de todos los ardides del enemigo. ¿No es eso lo que nos dice 1 Juan 5.18?» (Trataremos de este último pasaje en un estudio posterior.)
Aunque no supongo que en esta historia Pablo trate con un creyente endemoniado, debo manifestar mi enojo contra la cruel injusticia de muchos críticos que socavan el ministerio a los cristianos endemoniados en este aspecto. Dichos críticos pretenden que si puede persuadirse a los creyentes de que están endemoniados, se absolverán a sí mismos de toda responsabilidad por sus malas decisiones y continuarán pecando. Pero eso es un completo disparate. Jamás he aconsejado a un creyente sincero que desee estar endemoniado para eludir la responsabilidad por sus pecados. Sería lo mismo que una persona con una jaqueca a causa del estrés, que quisiese que la convencieran de que tenía un tumor cerebral para escapar así a la responsabilidad de sus autoinfligidas tensiones causantes de la migraña.
No nos atrevamos a ser ignorantes de las maquinaciones de Satanás contra nuestras iglesias y nuestra vida espiritual. Los dirigentes cristianos están especialmente obligados a comprender el mundo del mal sobrenatural. Deben aprender lo que hacen realmente los demonios, no lo que decimos que pueden o no pueden hacer. Tampoco deben tener miedo de los espíritus malos como les pasa a muchos.
Resulta difícil, pero hay que decirlo: los líderes cristianos occidentales son los que más se resisten a las enseñanzas sobre el mundo espiritual que les lleven más allá de la cómoda zona de sus presuposiciones teológicas incontestables. Y esto es cierto en todas las ramas de la cristiandad occidental, desde los católicos y protestantes históricos hasta los pentecostales y carismáticos. Por lo general, los dirigentes cristianos del Tercer Mundo están muy por delante de los líderes de los países desarrollados y mucho más abiertos al cambio en este punto. Tal vez sea una de las razones por las que sus iglesias están creciendo rápidamente mientras que las occidentales disminuyen de un modo acelerado. Como dice Pablo en otro lugar: «Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo» (2 Timoteo 2.7).
2 Corintios 10–13
Los capítulos 10 al 13 de esta carta responden a otra de las maquinaciones principales de Satanás: el engaño. Lo hemos considerado varias veces a lo largo del presente libro como un arma clave del mal. Aquí, su objetivo específico es socavar la credibilidad y la autoridad espiritual de Pablo. El apóstol describe su papel para con los corintios como el de haberlos desposado con Cristo (11.2); el hecho de socavar su posición como líder mediante el engaño corromperá a los creyentes y los guiará a recibir a «otro Jesús», «otro espíritu[ … ] otro evangelio»; en resumen, a romper su compromiso con Cristo (11.2–4).
Mientras Pablo estaba lejos de aquellos creyentes, otros ministros, que se creían espiritualmente superiores al apóstol lograron aceptación en la iglesia de Corinto. Aparentemente, proyectaban una mezcla atractiva de cualidades que consiguió la lealtad de buen número de los miembros de dicha iglesia. Tales ministros hablaban con elocuencia (10.10, 11; 11.5 y 6), eran osados y bastante dinámicos como personas (10.1, 2, 9–11), tal vez pretendieran tener una autoridad especial de la «iglesia madre» de Jerusalén (11.22), llevaban relucientes cartas de recomendación que daban testimonio de la eficacia de sus ministerios (10.18; 12.11; 3.1; 5.12) y contaban maravillosas experiencias de arrebatamiento y poder espiritual (11.18 con 12.1–6, 11–13).
Ninguna de aquellas cualidades en sí, de ser ciertas, tendrían por qué haber sido malas. Pero los adversarios de Pablo alardeaban de sí mismos y se comparaban con el apóstol de tal manera que lo hacían parecer bastante flojo e ineficaz, en una palabra: débil. Este menosprecio por Pablo utilizaba malentendidos que habían tenido lugar entre el apóstol y la congregación y los tergiversaba convirtiéndolos en clara evidencia de que Pablo era voluble (10.2; 11.10 y 11) y que tenía favoritismos entre sus iglesias (11.7–11; 12.13). Resumiendo, que no se trataba de un líder verdaderamente espiritual y poderoso (11.5; 12.11–13).
2 Corintios 10.3–6
La estrategia que utilizó Pablo para desmontar esta falsa interpretación de su persona y ministerio apostólico constituye de por sí un estudio fascinante.13 Aquí destaco su descripción de la batalla por la mente que tiene lugar, incluso en el caso de los creyentes, sobre todo cuando el arma empleada por el enemigo es el engaño:
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, refutando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta. (2 Corintios 10.3–6).
Al negar que esté andando «según la carne», el apóstol niega también que su método de guerra espiritual sea meramente humano y carnal. En vez de ello, afirma que las armas de su milicia son espirituales, «poderosas en Dios». ¿Cuáles son esas armas? Aquí el apóstol no especifica más allá de referirse a las diversas formas en que el poder de Dios obra por medio de él: no sólo con «señales, prodigios y milagros» (12.12), sino también con fiel perseverancia en la aflicción y la humillación (11.23–12.13), y mediante la corrección apostólica (13.1–10). (Haremos una exploración más detallada de los recursos del creyente para la guerra espiritual cuando estudiemos Efesios 6, en el capítulo 51.)
Aquí el objetivo de la guerra de Pablo es el engaño, descrito como «fortalezas»,14 «argumentos», «toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios» y «todo pensamiento» que todavía no obedece a Cristo (10.4, 5). Resulta importante destacar que el engaño implica ideas o formas erróneas de evaluar las cosas, maneras de pensar, las cuales son falsas; en este caso específico porque están basadas en una comprensión errónea de lo que caracteriza a un verdadero ministro de Cristo (no un estilo cultural y religiosamente atractivo, como tenían los «falsos apóstoles», sino la fidelidad al evangelio). Son también altivas porque exaltan ciertas preferencias y deseos obstinados por encima de la verdad del evangelio. Y son destructivas porque preparan el camino para que los «falsos apóstoles, obreros fraudulentos» abusen de los creyentes (11.13–21).
Así que las «fortalezas» y los «argumentos» que hay que vencer por el poder de Dios son, en general, valoraciones humanas, como aquella en que cayó Pedro (Mateo 16.21–23). Son formas de pensar y evaluar falsas, altivas y destructivamente desobedientes. Aquí se refieren específicamente al ataque contra la legitimidad de Pablo como apóstol, pero incluyen también cualquier forma de razonamiento, actitud y manera de pensar «que se levanta contra el conocimiento de Dios» o «error». Esos errores pueden ser sobre uno mismo, de los demás o de las circunstancias. Son susceptibles de convertirse en fortalezas demoníacas contra la vida de la persona, su familia, su iglesia, etc. Es importante destacar que estas formas de pensar pueden llegar a ser fortalezas dentro de una iglesia debido a un liderazgo carnal (sea de clérigos o laicos); pero, naturalmente, el origen último de todo ese engaño es Satanás (11.14–15).
2 Corintios 12.7–10
Parte de la defensa de Pablo, tanto de su ministerio como de la verdad misma del evangelio, incluye una comprensión adecuada de lo que es poder y debilidad a la luz de la Palabra de Dios. El apóstol ha sido hallado falto a los ojos de los cultural y religiosamente envanecidos corintios, engañados como están por las fortalezas de error, porque no lo consideran un líder poderoso. Ya que el concepto de poder de los corintios era idolátrico, Pablo se defiende mostrando que lo que ellos ven en él y desprecian como debilidad es, en cambio, a la luz del evangelio, la forma que Dios ha escogido para manifestar su divino poder.
Es en este contexto donde se nos presenta uno de los pasajes más misteriosos del Nuevo Testamento referente al mundo de los malos espíritus y a un líder cristiano: 2 Corintios 12.7–10. Aquí Pablo relata una experiencia visionaria excepcional (algo, al parecer, bastante corriente en el caso de los adversarios del apóstol y sus seguidores en la iglesia) así como las dolorosas consecuencias que trajo consigo:
Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera (12.7).
Los eruditos discrepan en cuanto a lo que era exactamente ese aguijón (skólops tê sarkí).15 Sin embargo, prefiero una interpretación de R. G. V. Tasker, que entiende que la expresión indica «algo maligno … clavado en la carne [física]». Como afirma el versículo, creo específicamente que Pablo luchaba con un mal continuo, el cual, aunque permitido, e incluso dispuesto, por Dios, era de origen demoníaco.
Una razón por la que el Señor habría permitido, o incluso dispuesto, un mal así aflora cuando consideramos la tentación de Pablo a caer en el orgullo. El apóstol había recibido revelaciones personales de Dios tal vez en un grado mayor que ninguna otra persona en el Nuevo Testamento (12.1–4, 7), y sabía de la tentación al orgullo que se le presentaría por medio de otros, quienes le exaltarían demasiado a causa de dichas experiencias, o de su propia exaltación. Para Pablo, la humildad era una de las gracias mayores en la vida cristiana y el orgullo uno de los peores menoscabos. El orgullo constituye la raíz de todo pecado en el cielo y en la tierra.16
Por tanto, a Pablo le «fue dado» aquel aguijón. Obviamente se considera que el dador es Dios. Satanás constituye sólo el instrumento, no el iniciador de la acción. Ese aguijón, don de Dios para Pablo, y el remedio para su tentación al orgullo, era «un mensajero de Satanás», evidentemente un demonio, ya que ággelos es el término griego que significa «mensajero» o «ángel».
Una reacción negativa a esta afirmación denota ignorancia del mundo espiritual y revela una falta de comprensión de cómo los demonios, con el permiso completo de Dios, e incluso bajo su dirección, pueden afligir al creyente más fiel y lleno del Espíritu. También demuestra una dificultad de apreciación en cuanto a cómo el Señor utiliza a los demonios para llevar a cabo sus propósitos divinos y misteriosos en las vidas de sus hijos.
El efecto de este mal era el «abofeteo» del apóstol; un término que según W. E. Vine significa golpear con la mano cerrada o el puño.17 Otras versiones en inglés lo traducen por «para que me lastime» o «para que me acose». El acoso irrita los nervios, las emociones y el cuerpo, haciéndose opresivo y fastidioso. Lo que experimentaba Pablo era frustración, ira, falta de sueño, agotamiento de las fuerzas y disminución de la paciencia.
Tres veces suplica Pablo al Señor que le libere. No resiste al demonio, ni lo rechaza, ni le ordena. En vez de ello se dirige a Dios, ya que es el responsable definitivo de su mal, aunque Pablo fuera el causante inicial y Satanás el más inmediato.
La experiencia del apóstol indica cuál es el equilibrio necesario para interpretar debidamente pasajes de la Escritura tales como Lucas 10.19; Efesios 6.16; 2 Tesalonicenses 3.3; y 1 Juan 5.18. Estas promesas de victoria sobre el mal y el maligno apuntan tanto a una victoria definitiva como a un triunfo progresivo, que sólo obtenemos después de soportar fielmente los ataques de Satanás, luchas terribles, sufrimientos y aflicciones en el tiempo presente.
La primera contestación que Dios le dio a Pablo es la más eficaz y drástica posible para tratar con el pecado escondido que tiene como base el orgullo: «¡No!» (12.9a). Su segunda respuesta fue la promesa de gracia. En otras palabras: «Aunque el demonio seguirá obrando, Yo [Dios] continuaré sosteniéndote por mi gracia». Resulta interesante que el orgullo parezca ser lo único capaz de impedir directamente la gracia de Dios en nuestras vidas (cf. Santiago 4.6, 10; 1 Pedro 5.5, 6). De modo que la provisión del Señor para Pablo incluía el «no», el cual mantenía a raya su orgullo, y el «sí» que le sustentaba en un servicio fructífero para la gloria de Dios. El «no» de la disciplina le producía continua debilidad (12.9c); el «sí» de la gracia le proporcionaba poder, un poder puramente divino susceptible de ser canalizado a través de un vaso preparado ahora para ser el instrumento de Dios y para no exaltarse a sí mismo.
Todos somos conscientes del delirio de poder espiritual que afecta a los cristianos celosos hoy en día. ¿Se origina ese deseo en Dios, en la carne o en el mundo? Si la experiencia de Pablo es el modelo, ¿cuál es el precio terrible de convertirnos en canales del poder divino incorrupto? Sufrimientos tremendos, angustiosos, incluso demoníacos; no precisamente lo que aquellos con delirios de poder están buscando en la actualidad.
Una vez que ha recibido la respuesta de Dios, Pablo se regocija en toda clase de debilidades que el Señor le permite experimentar (primordialmente formas de vergüenza pública, algo muy lamentado en un mundo cuyos principales valores culturales eran la honra y la ignominia; cf 11.23–33; 12.20–21; 4.8–11), porque esas son las situaciones a través de las cuales Dios escoge manifestar su poder. El mayor ejemplo de ellas es, por supuesto, la cruz de Cristo. Aunque el sacrificio vicario del Señor por todo pecado es sólo obra suya, aquellos que, junto con Pablo, deseamos ser canales del poder redentor de Dios en nuestro mundo debemos primero someternos a las formas específicas de debilidad de la cruz que Dios nos asigne. Las fortalezas de engaño (10.4–5) contra las cuales lucha el apóstol en estos capítulos representan precisamente un concepto del poder divino, y de lo que significa ser un «líder poderoso», que rechaza cualquier cosa que tenga que ver con una experiencia continua de la cruz en debilidad y busca en vez de ello nada más que el poder de la resurrección a disposición del individuo (cf. Mateo 16.21–25).
La experiencia de Pablo no contrapone la debilidad de la cruz al poder de la resurrección, sino que establece la relación entre ambos en el evangelio: poder que se manifiesta en y a través de la debilidad. Allí donde la gente religiosa rechaza la debilidad, el poder del que alardea y que ansía está seguramente corrompido por la carnalidad. Tal forma de pensar constituye una fortaleza que es necesario echar abajo. El aumento del poder viene sólo a través de una creciente debilidad, que no es exactamente lo que están buscando los hambrientos de poder espiritual de nuestros días.
A. W. Tozer resume el significado que tiene para nosotros, al igual que para Pablo, el «aguijón en la carne» con estas palabras: «Es dudoso que Dios pueda usar en gran medida a un hombre sin antes herirlo profundamente».
Romanos
La visión de Pablo acerca del mundo espiritual como aparece en Romanos, escrita poco después de 1 y 2 Corintios, es profunda aunque no extensa. En la Epístola a los Romanos, el apóstol no se refiere a menudo a Satanás y a sus demonios, pero cuando lo hace su enseñanza resulta útil.18
Romanos 8.15
En nuestro estudio de Romanos nos topamos dos veces con el mundo de los espíritus. En primer lugar vimos en el versículo 15 el espíritu de esclavitud que producía el miedo. Entendimos esto como un espíritu malo o los espíritus malos en general. El trabajo de ellos consiste en mantener atados a los inconversos, y para conseguirlo utilizan el temor. Los no creyentes temen a Dios en un sentido negativo. No quieren vivir bajo su señorío ni bajo el de su Hijo, y prefieren la esclavitud al espíritu de este mundo. Temen perder el control de sus vidas, el cual, aunque no lo sepan, han perdido ya. Creyendo ser libres y estar haciendo su propia voluntad, se encuentran en realidad atados por este espíritu de esclavitud y cumplen sus deseos (Efesios 2.2).
El mismo espíritu (o varios) de esclavitud y temor trata también de ejercer control sobre la vida de los cristianos. En Romanos 8.15, Pablo dice que cuando creímos en Cristo, no recibimos ese espíritu de esclavitud generador de miedo, sino el Espíritu Santo.
Si en nuestra vida está actuando un espíritu de esclavitud que produce temor es que algo va mal. Lo ideal es el Espíritu de Dios que da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. De modo que un cristiano que vive en miedo continuo de algo, especialmente de no ser hijo de Dios, está permitiendo que otro espíritu distinto al Espíritu Santo controle su vida en ese punto. Ello no implica necesariamente demonización, aunque ésta también puede darse. Sólo significa que un espíritu indebido, el espíritu de temor, está influyendo en ese aspecto de la vida del creyente, quien necesita ser liberado.
Por último, en Romanos 8.15 Pablo utiliza la expresión «otra vez» porque antes de creer en Cristo todos vivíamos atados por el espíritu de esclavitud que produce miedo. En Cristo, por así decirlo, dicho espíritu debería haber sido exorcizado de todos nosotros. No obstante, puede volver de nuevo. Me he enfrentado a muchos espíritus de temor que perturbaban la vida de cristianos.
Pablo dice que hemos recibido el «Espíritu de adopción»; ese Espíritu nos repite continuamente que somos parte de la familia de Dios. Y más tarde, afirma que el Espíritu nos dice incluso que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo (v. 17). Es el Espíritu que nos capacita a cada uno de nosotros para decir «¡Abba, Padre!»
Para terminar su sinfonía testimonial en cuanto a nuestra vida vencedora en Cristo, Pablo enumera muchos de los principales enemigos que están tratando de obstruir nuestras vidas como hijos de Dios (v. 35). Y luego declara que «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Entre dichos enemigos menciona por lo menos a tres seres espirituales, o para ser más exactos tres grupos de dignatarios espirituales perversos en el nivel cósmico que tratan de hacernos daño: ángeles, principados y potestades (Romanos 8.37, 38). El apóstol afirma que éstos son completamente ineficaces en sus esfuerzos por separarnos «del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (v. 39; véanse los capítulos 10 y 11).
Romanos 16.17–20
En más de una ocasión Pablo vuelve a mencionar a esos enemigos espirituales cósmicos. Esta vez, sin embargo, pasa por alto a los ángeles, principados y potestades caídos y habla del maligno mismo por nombre: Satanás, el adversario (Romanos 16.20). Para captar todo el impacto de ello debemos examinar el versículo en cuestión dentro del contexto de un tema repetido en las epístolas de Pablo del que hemos hablado en muchas ocasiones: el engaño.
Aquí, en Romanos 16.17, 18, el apóstol advierte:
Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.
Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.
Estos hombres son engañadores porque ellos mismos han sido engañados (1 Timoteo 4.1s; 2 Timoteo 3.13) y causan división en la iglesia (Hechos 20.28–31). Es evidente que se trata tanto gente de poder como de posición. El gran peligro de esos maestros, dice Pablo, es que «con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos». Son hombres hábiles, no sólo para escoger cuidadosamente sus palabras con el propósito de engañar, sino también en su presentación de las cosas. De manera diestra y elocuente razonan sus argumentos, dejando a la gente convencida de que sus posiciones son correctas. Ganan a otros; sin embargo Pablo dice que son engañadores, los cuales seducen por completo los corazones de los ingenuos. James Denney explica que ingenuos quiere decir «cándidos, que no sospechan ningún mal, y por tanto susceptibles de ser engañados».19
No obstante, el versículo clave de este pasaje es el 20. En el 19, Pablo habla de sabiduría «para el bien» e inocencia «para el mal». Al hacerlo, está nuevamente refiriéndose, no sólo a los hombres perversos de los versículos 17 y 18 (véase Efesios 6.12), sino al espíritu malo que obra a través de ellos (2 Corintios 11.3, 4, 13–15; 1 Timoteo 4.1s). De modo que dice en el versículo 20: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies».
Esta, dice John Murray, es una clara referencia a Génesis 3.15: el aplastamiento de la cabeza de la serpiente por la simiente de la mujer. En el caso que nos ocupa, la simiente de la mujer es la iglesia de esa localidad. Es Dios quien realizará el aplastamiento, y lo hará bajo los pies de ellos y pronto. Murray expresa que «es Dios quien aplasta a Satanás y establece la paz a cambio del conflicto, la discordia y la división. Él es, por tanto, el Dios de paz».20
Luego, Murray escribe acerca de la batalla de la fe y dice que «la dominación final de todos los enemigos entra en el horizonte de esta promesa (cf. 1 Corintios 15.25–28). Sin embargo, no debemos excluir las conquistas que son los anticipos presentes de la victoria final (cf. 1 Juan 2.14; 4.4)».21
En este versículo Pablo está diciendo que Dios es el único que puede traer realmente paz a los creyentes turbados, ya que se le llama «el Dios de paz».22 Su interés principal al presentar aquí a Dios como el Dios de paz tiene que ver con la actividad de Satanás, que es la verdadera fuente de división y engaño entre el pueblo de Dios. Sólo él quita la paz que Dios quiere que exista en su pueblo. La desunión es una de sus armas más eficaces contra la iglesia y apaga el Espíritu de paz. Por tanto en el versículo 20 el apóstol enfoca al propio Satanás. La única manera de que dicha paz se pueda restaurar o mantener, dice, es que Dios mismo aplaste «a Satanás bajo vuestros pies». ¡Qué versículo tan maravilloso! Nos devuelve hasta el mismo protevangelium de Génesis 3.15. Dios había prometido que la simiente de la mujer, el Señor Jesucristo, aplastaría la cabeza de la serpiente, y aquí Pablo se fija en esa promesa.
Cuando el apóstol escribió Romanos 16.20, Jesús ya había aplastado la cabeza de Satanás; sin embargo, todavía es necesario que Dios siga aplastando al diablo. Y volverá a hacerlo en el futuro escatológico, aunque entonces será definitivamente (Apocalipsis 20.10). Ahora Dios aplasta a Satanás, pero no lo hace directamente como en el evento de Cristo o cómo ocurrirá en el futuro (Apocalipsis 20.10). En la actualidad lo lleva a cabo de forma indirecta, a través de los santos. Pablo dice que Satanás será aplastado «bajo vuestros pies».
La siguiente cita de Juan Calvino une maravillosamente estas tres dimensiones de la derrota del diablo. Sus comentarios se basan en Romanos 16.20.23
Lo que sigue, Dios aplastará a Satanás, etcétera, no es tanto una oración como una promesa para confirmarlos. Pablo en verdad les exhorta a luchar varonilmente contra el diablo y les promete que en breve obtendrán la victoria[ … ] Luego les asegura una derrota definitiva, que no aparece en medio de la contienda[ … ] no habla solamente del día final, cuando Satanás será del todo aplastado; sino que, como el diablo estaba, por así decirlo, enfurecido y con las riendas sueltas o rotas, les promete que el Señor lo someterá pronto y hará que sea pisoteado. De inmediato viene una oración: que la gracia de Cristo estuviera con ellos; es decir, que pudieran disfrutar de todas las bendiciones que les había procurado Jesús.
Señor, ¡que venga pronto el día en que Satanás será aplastado para siempre! Y al mismo tiempo, ¡que tus iglesias aprendamos a aplastarlo bajo nuestro pie! Amén.
Las Epístolas Pastorales
Se han llamado «epístolas pastorales», desde el siglo dieciocho a 1 y 2 Timoteo, al igual que Tito.24 Está claro que se les dio ese título porque fueron escritas a dos pastores y tratan de la vida de las iglesias locales desde una perspectiva ministerial. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo en que sea apropiado para los libros en cuestión.
Kenneth S. Wuest señala que «sus contenidos giran en torno a tres temas principales: la enseñanza falsa, directrices para el gobierno de la comunidad cristiana y la fidelidad a las doctrinas tradicionales de la iglesia». Luego, Wuest comenta que «son tan autorizadas y útiles para la iglesia local del siglo veinte, y tan adecuadas para resolver sus problemas, como lo fueron para la iglesia del primer siglo[ … ] Estas epístolas deberían constituir el manual de cada pastor en la administración de los asuntos de la iglesia local».25
1 Timoteo 1
En dos de las tres epístolas pastorales Pablo habla de las actividades del mundo de los espíritus mientras instruye al líder Timoteo en las cuestiones de la vida de la iglesia.26
Pablo menciona el mundo espiritual en 1 Timoteo 1.18–20; versículos que constituyen el clímax del primer capítulo, un pasaje dedicado al problema de los falsos maestros dentro de la iglesia de Éfeso (v. 3s). Es probable que el apóstol escribía de Macedonia, tal vez desde Filipos, aproximadamente en el año 65 d.C. La carta se redactó entre el primer y el segundo encarcelamiento de Pablo (después de la epístola a los Efesios). Es obvio que había estado hacía poco en Éfeso con Timoteo.
Dada la confusa naturaleza espiritual de aquella gran ciudad, no es extraño que surgieran en la iglesia maestros que enseñaran errores. Pablo había advertido a los ancianos hacía poco tiempo de que esto sucedería después de su partida (Hechos 20.29–35). Les dijo que tales maestros problemáticos vendrían de fuera de la iglesia («Entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño», v. 29) y también de dentro («Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos», v. 30).
Tanto la primera como la segunda epístola revelan que las previsiones de Pablo se habían cumplido. Las dos cartas hacen continuas referencias a los maestros engañados y engañadores. Estuvieran o no endemoniados, el caso es que dichos maestros eran instrumentos de Satanás en su guerra contra la iglesia de Éfeso.
El capítulo 1 de 1 Timoteo muestra un contexto de intensa guerra espiritual. Después de sus acostumbrados saludos (vv. 1 y 2), Pablo pasa directamente al problema de los falsos maestros y a la necesidad de instruir a los que imparten doctrina para que enseñen la verdad (vv. 3–11); luego continúa con su testimonio personal de la gracia de Dios en su vida (vv. 12–16) y termina con un espléndido estallido de alabanza a Dios (v.17).
Acto seguido el apóstol se dirige al pastor Timoteo (v. 18s). En primer lugar, cariñoso pero con firmeza, Pablo habla a su hijo como a un guerrero espiritual y le anima a que milite «la buena milicia». Guthrie destaca el lenguaje militar del encargo que le hace el apóstol. «Trasmite», dice, «un sentido de obligación urgente. Se le recuerda solemnemente a Timoteo que el ministerio no es ningún juego, sino una orden del comandante en jefe».
En palabras de Guthrie, Pablo continúa con su «lenguaje militar. “Milita la buena milicia”, le dice, mientras asegura a su joven teniente que las diversas profecías que han sido dadas confirmando su llamamiento le proporcionarán inspiración para el conflicto que le aguarda».27 Luego el apóstol dice a Timoteo que mantenga la fe y una buena conciencia (v. 19a). Y Guthrie comenta al respecto:28
En esta epístola aparecen tres veces juntas la fe y la buena conciencia (cf. 1.5 y 3.9), mostrando la inseparable relación que existe entre fe y ética. No tenemos por qué limitar aquí la fe a la «creencia correcta»; más bien parece representar el lado espiritual de la armadura del guerrero cristiano.
En el mismo versículo, Pablo habla de hombres que «desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe» (v. 19b). Guthrie expresa que aquí «la principal preocupación del apóstol es advertir contra el peligro de una conciencia descuidada. El verbo[ … ] apotheô [desechar] implica un rechazo violento y deliberado».29
Aunque Pablo empieza su enseñanza en el capítulo 1 utilizando los conceptos de esperanza, fe y amor, la fe pronto se convierte en la idea dominante. Esto es porque el apóstol comienza enseguida con su enfoque didáctico y de corrección acerca de los falsos maestros. Luego pone de relieve a los dos más peligrosos: Himeneo y Alejandro (v. 20).
En cierta ocasión traté con un joven sincero, lleno de amor al Señor y a la verdad, como él la entendía, el cual se llamaba Bill y pertenecía a una iglesia donde se ponía mucho énfasis en ciertas experiencias espirituales para obtener poder en la vida y el ministerio. Bill había «caído bajo el poder», según me contó, y recibido poderosos dones de Dios.
Me explicó que tenía poderes de precognición. Podía leer la mente de las personas y a menudo predecía sucesos que les acontecían luego en sus vidas. Aunque en cierto modo turbado por este don, eso fue lo que le llevó a hablar conmigo, creía que procedía de Dios. También me contó que era uno de los maestros de la Palabra más solicitados en su grupo de creyentes.
Hablando con él me di cuenta de que sus dones no procedían de Dios. Aunque el Señor da a su pueblo una percepción directa de las necesidades de la gente y en ocasiones conocimiento de posibles sucesos futuros,30 tales percepciones no son para otorgar poder y control a una persona sobre la vida de los demás, como los estaba utilizando aquel joven.
La primera sesión de consejo que tuve con él es algo que jamás olvidaré. Como sucede con frecuencia, procedía de una familia disfuncional. Sus padres se habían separado siendo adolescente y tuvo que vivir con sus abuelos. Estos no sabían de qué manera afirmarse o soportarse el uno al otro, ni tampoco a su nieto; por lo que Bill creció sintiendo que no era aceptado ni amado, sino más bien rechazado. También se sentía culpable por la ruptura de su familia, aunque no había tenido nada que ver con ella.
El formar parte de un grupo de creyentes que ponía gran énfasis en el poder y los dones, junto a las espectaculares experiencias que había tenido con el Espíritu se convirtieron en el camino para aceptarse a sí mismo y ser aceptado por otros. Sus «dones» también le daban poder sobre los demás, aunque no estaba del todo consciente de ello.
Después de escuchar su historia le sugerí que orásemos juntos.
No tardó mucho en verse perturbado en su oración. Estaba bloqueado por palabras inaudibles en su mente que le decían: «Esto es un disparate. Es estúpido. No escuches a este tipo. Está chalado. Quiere quitarte tu poder. Sal de aquí».
Bill dejó de orar y me dijo lo que estaba escuchando. Entonces comencé a guiarle en una oración de compromiso total con el señorío de Cristoen su vida espiritual, sus dones y su ministerio presente y futuro.
El joven empezó a orar, pero de repente se detuvo. No podía seguir. Cuando le miré la cara vi que estaba retorcida por una lucha interna. Algo le sujetaba y él estaba tratando de sacudírselo. De repente, habló una voz, al principio muy baja y queda: «No … le … dejaré … que … lo … diga … »
Acto seguido la voz se expresó más alto: «No … le … dejaré … que … lo … diga … »
Y luego todavía más alto y en tono furioso: «No le dejaré que lo diga. Nos pertenece. Le damos poder. Eso es lo que él quiere. Déjanos en paz. Te odiamos. No lo tendrás. ¡Es mío! ¡Es mío! ¡Es mío! ¡Vete al infierno!»
Hice callar al enojado demonio y después de unas cuantas sesiones de consejo, Bill quedó totalmente libre de aquellos espíritus de engaño.
¿Es a eso a lo que se enfrenta Pablo en el caso de Himeneo y Alejandro? Sin embargo, el problema con ellos es que, a diferencia de Bill, eran demasiado tercos y engañadores, o estaban demasiado engañados, para permitir que Pablo u otros tratasen con ellos. Rechazaban la corrección doctrinal. No querían que la fuente espiritual de sus dones y ministerio de enseñanza fuera comprobada. De modo que el apóstol tuvo que tomar la drástica acción que describe en 1 Timoteo 1.20a: los entregó a Satanás.
Con frecuencia se da por sentado que estos dos hombres eran apóstatas, lo que no parece ser el caso. Pablo los entregó a Satanás del mismo modo que había hecho con el incestuoso de Corinto: no para enviarlos al infierno, sino con fines correctivos (v. 20). ¿Qué quiere decir el apóstol cuando afirma que había entregado al diablo a Himeneo y Alejandro «para que aprendan a no blasfemar»?
La mayoría de los comentarios relacionan esta expresión con la de 1 Corintios 5.5, y hacen bien. Lo que Pablo quiso dar a entender allí es quizás lo que tiene en mente en este pasaje (véase el capítulo 49). Guthrie nos dice algo importante al respecto:31
La frase final, «para que aprendan a no blasfemar», muestra claramente que el propósito era correctivo y no punitivo. Por severo que pueda parecer el proceso, el motivo era de misericordia. Siempre que la disciplina eclesiástica se ha apartado de este propósito de restauración, su dureza ha demostrado ser una barrera para el progreso. No obstante, esta no es razón para prescindir por completo de la disciplina, un defecto que caracteriza con frecuencia a nuestras iglesias modernas.
1 Timoteo 3
La siguiente referencia importante que hace Pablo al mundo espiritual se encuentra en 1 Timoteo 3, uno de los tratamientos más sorprendentes e inquietantes, y al mismo tiempo serios, de toda la Escritura acerca del poder potencial que tiene el mundo de los espíritus sobre los líderes cristianos. Aquí Pablo escribe sobre la personalidad, los requisitos y la conducta de los obispos (vv. 1–7), supervisores, pastores, ancianos (todos esos términos se utilizan indistintamente en el Nuevo Testamento); así como de los diáconos (vv. 8–10, 12, 13; véase el mensaje del apóstol a los pastores de Éfeso en Hechos 20.17–35).
Con ese fin, el apóstol pronuncia trece aseveraciones acerca de cómo debe ser o no un pastor y qué debe o no hacer. Entre las expresiones negativas el apóstol menciona al mundo de los espíritus:
[ … ] no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo (v. 6).
En este caso, los «no» en cuestión son de madurez y de carácter y conducta. El «no de madurez» se refiere a la decisión de poner a un cristiano joven e inmaduro en el liderazgo pastoral.
Acabo de contar la historia de Bill. Era lo que Pablo llama un «neófito», del griego neóphytos. Vine dice que significa «recién plantado[ … ] recién convertido, neófito, novicio, 1 Timoteo 3.6, de alguien que por su inexperiencia es inadecuado para actuar como obispo o supervisor en una iglesia».32
Seguidamente consideramos el «no» de carácter y conducta, centrado en el «orgullo» o «envanecimiento» (v. 6).
Aquí «envanecerse» es typhóo en el griego, que significa, según explica Wuest, «levantar humo, humear».33 Se trata de una buena metáfora de alguien que habla mucho pero dice poco. Esta actitud puede atraer a los espíritus malos como el estiércol a las moscas. Tarde o temprano, expresa el apóstol, esta clase de pastor caerá.
Pablo continúa con una declaración asombrosa: advierte que los pastores pueden caer en la misma condenación del diablo a causa del orgullo. Esto es casi demasiado terrible para comprenderse del todo. Cada lector puede utilizar su propia imaginación e intentar entender qué es lo que implica esta advertencia.
El siguiente aviso de Pablo es todavía más fuerte: dice que el pastor no debe ser alguien con mala reputación entre los de afuera de la iglesia. Newport J. D. White, escribiendo en el Expositor’s Greek New Testament dice que las palabras del apóstol son «una de tantas pruebas de la sensatez de su juicio». Y continúa expresando que aun los de «afuera de la iglesia tienen la ley de Dios escrita en sus corazones, y hasta cierto punto sus instintos morales son sanos y sus juicios éticos dignos de respeto».34
White observa que hay:
[ … ] algo censurable en el carácter de un hombre si el consenso de la opinión externa es desfavorable a él, por muy admirado y respetado que sea por los suyos … Así que, desafiar a la opinión pública con un espíritu de superioridad no sólo puede traer descrédito sobre uno mismo y sobre la iglesia, sino también hacernos caer en el lazo del diablo.35
Otra vez Pablo nos advierte que Satanás está por completo implicado en la vida de los pastores e iglesias. El diablo asiste fielmente a los cultos y mantiene entrevistas continuas a puerta cerrada en el despacho y el hogar del pastor. Sabe todo lo que está sucediendo tanto en la vida pública como privada de los ministros.
En la advertencia que nos ocupa, el apóstol expresa: «¡Y lo mismo sucede con la gente en general!» Ven los fallos en el carácter del pastor, especialmente si se trata de un líder cristiano muy conocido. El público prodiga menosprecio a los cristianos e iglesias que toleran a dirigentes cuya vida no es irreprochable, y empiezan a criticar a los creyentes y a los líderes cristianos en general.
¡Qué acertada descripción de la iglesia actual! Cuando observo y escucho a muchos de esos actores de plataforma tan conocidos y a sus esposas, que se presentan como la voz profética de la iglesia de mi Señor en estos tiempos, me ruborizo de vergüenza. Quisiera salir corriendo y esconderme. El público nos toma a broma porque ve a través de la simulación y la hipocresía. Al diablo eso le deleita. Es precisamente la trampa que ha puesto delante del líder que cae en ella. Así nos encontramos con un dirigente cristiano más atrapado por Satanás y esclavizado a él en ese punto.
Ningún pastor está protegido de los «diablos novatos» por el mero hecho de tener al Espíritu Santo en su vida. Él no es una especie de aspiradora espiritual que absorbe y expulsa automáticamente todo el mal y a los espíritus malos que puedan estar cohabitando en el templo del cuerpo de una persona cuando hace en ésta su morada. El Espíritu Santo vive en nosotros con toda la basura del mal natural y sobrenatural que tenemos dentro y empieza el proceso de limpieza de nuestra vida. Esto es lo que la Biblia llama santificación o santidad. Aunque al Espíritu no le gusta lo que encuentra, no escapa y se esconde por ello.
Cierto líder cristiano que vino a verme en busca de ayuda estaba luchando con la lujuria. Cuando en un principio mencioné que a veces en casos como el suyo había demonios de lascivia implicados, el hombre se quedó estupefacto. Sin embargo, aunque su teología no permitía que eso fuera verdad, la experiencia le decía lo contrario.
Había intentado todo lo demás. ¿Por qué no conceder la posibilidad de que su teología no estuviera basada ni en una correcta interpretación de la Escritura ni en una experiencia válida? De modo que me permitió que le guiara en la oración de guerra y la indagación. Pocos minutos después habíamos entrado en contacto con demonios sexuales que estaban presentes en su vida desde la niñez, dañando secretamente sus relaciones con su esposa e inflámandole de deseos fantásticos por otras mujeres.36 Dios lo liberó en aquella única sesión.
No estoy afirmando que todos los líderes que han caído en el «lazo del diablo» se hallen demonizados. Lo más probable es que no sea así. Todos ellos, sin embargo, están atados por Satanás en el punto de contacto directo en que fueron atrapados.
1 Timoteo 4
En 1 Timoteo 4.1, Pablo dice más cosas acerca de los maestros falsos engañados y engañadores. Escribe el apóstol: «Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y doctrinas de demonios».
En una primera lectura, este versículo parece más bien una predicción del futuro sin implicaciones para los tiempos de Pablo o la iglesia de Éfeso. Pero, aunque es cierto que el mismo apunta a una época futura, su construcción refleja que el problema ya existía. Los comentaristas ven este pasaje de dos maneras. Primero, las personas engañadas por demonios de las que se habla aquí, como aquellas otras mencionadas en 1 Timoteo 1.3 y 2 Timoteo 2.14, son maestros. La otra interpretación consiste en que se trata de las víctimas de esos maestros demonizados, las cuales han apostatado a causa de su respuesta a los espíritus que operan en tales maestros.37 Es probable que se tenga en mente ambas posibilidades.
Podemos hacer varios comentarios con cierto grado de seguridad. Por un lado, el origen de la apostasía que aquí se describe es directamente demoníaco; y por otro, las personas implicadas son, sin duda alguna, engañadores, aunque fueron engañadas a su vez en un principio por los demonios.
El peligro de cualquier engaño es directamente proporcional a la gravedad del asunto sobre el que uno es engañado y lo completa que sea la seducción. En este caso, el engaño tiene consecuencias eternas, no puede ser más serio, y la seducción es total, entraña el mayor riesgo. El engaño en cuestión es del tipo doctrinal, y está organizado de manera sistemática a fin de resultar atractivo para las mentes que constituyen el blanco de los espíritus mentirosos. Pablo dice que esta seducción hace desertar de la fe a los incautos. Ante la palabra fe se coloca el artículo determinado; no se trata por tanto de ningún error doctrinal sino de apostasía.
No se puede ser un apóstata de la fe cristiana a menos que uno la haya abrazado con anterioridad. La apostasía comienza cuando los incautos prestan oído a espíritus engañadores. Estos espíritus de error contrastan directamente con el Espíritu Santo (v. 1a). La enseñanza falsa procede de los demonios. No se trata de doctrinas dadas por el Espíritu, sino por los espíritus; de modo que no podría haber dos sistemas de doctrina más distintos, a pesar de la habilidad de los demonios para hacerlos parecer semejantes.38
Pablo se concentra luego sólo en un aspecto de la clase de error doctrinal demoníaco de su tiempo (vv. 3–5). Tenemos aquí, explica Guthrie, «un gnosticismo incipiente con su idea dualista de la materia (el mundo físico) que llega a su clímax en los maestros heréticos del siglo dos».39
Parece que estuviésemos viviendo en el comienzo del cumplimiento de esos últimos días de engaño espiritual profetizados. El movimiento seudocristiano demoníaco que crece a mayor ritmo en la actualidad es el de la Nueva Era, una forma refinada de engaño espiritual a nivel planetario que está penetrando no sólo en el mundo sino también en nuestras iglesias. El satanismo, las sectas satánicas y algunas ramas de la brujería son las manifestaciones más groseras de ese mismo engaño espiritual que está cubriendo hoy en día nuestra tierra. El hinduismo, el islamismo y el materialismo como religión se extienden rápidamente por todo el mundo. Posiblemente todo esto sea evidencia de que nos encontramos al final de los postreros tiempos.
1 Timoteo 5
La siguiente sección de Pablo trata de los posibles problemas demoníacos en la vida de las mujeres. Ellas también son dirigentes cristianas. Nuestro texto es 1 Timoteo 5.9–15.
En los versículos 3 al 8 de ese mismo capítulo, el apóstol está escribiendo acerca de las viudas cristianas en general,40 pero a partir del 9 empieza a hablar de las viudas líderes, un grupo selecto de mujeres ancianas sostenidas en lo económico por la iglesia.
Contrastando con las viudas ancianas de los versículos 9 y 10 tenemos a las del 11, a las que se llama «viudas más jóvenes». Wuest dice que la palabra «jóvenes», como aparece aquí, significa simplemente eso, jóvenes, no mujeres por debajo de los sesenta años de edad (v. 9). La iglesia debe ocuparse de esas mujeres jóvenes; sin embargo no han de ser puestas jamás en el orden de ministerio especial junto con las viudas más ancianas, ya que estas últimas hacen votos de celibato, los cuales las mujeres más jóvenes no deberían hacer.
La referencia al matrimonio del versículo 11 no intenta ser negativa con los deseos naturales que tiene una viuda de volver a casarse. Pablo está pensando en algo distinto. Habla de las viudas más jóvenes que quieren de veras contraer nuevo matrimonio, pero que debido a su abrumadora necesidad material desean integrarse al grupo de viudas a tiempo completo sostenidas por la iglesia. «No», dice Pablo a esto, «ya que cuando se presente el hombre adecuado abandonarán su puesto para casarse. No aceptes a ninguna mujer joven para el orden de las viudas célibes».
En los versículo 14b y 15, el apóstol vuelve de nuevo a sus advertencias del capítulo 3 acerca de una posible participación demoníaca en la vida desordenada de los obreros cristianos; en este caso de las mujeres. Pablo expresa su interés en que las viudas cristianas que toman parte en un servicio especial a la iglesia sean cuidadosas de no dar al enemigo ninguna ocasión de reproche para la comunidad cristiana. Luego dice que eso ya ha ocurrido y llega a expresar que algunas líderes «se han apartado en pos de Satanás» (v. 15).
La palabra traducida aquí por «adversario» es antíkeimai, que según Vine significa «yacer opuesto a, estar enfrentado a». Vine también comenta que «el gerundio del verbo con el artículo, que equivale a un nombre, significa “un adversario”».41 Este término puede referirse tanto a hombres como al adversario supremo que se cita en el siguiente versículo, Satanás, o bien a ambos. En el segundo sentido, que es quizás el que Pablo tenía, tal vez se trataría del diablo contra la iglesia. Satanás intenta causar escándalo en la iglesia, una de sus tácticas más eficaces.
El versículo 15 recobra lo que acabamos de escribir acerca del 14 y lo aplica directamente al diablo y a su control sobre las mujeres mencionadas en los versículos 11 al 13. Según lo lejos que se hayan internado en el pecado y las circunstancias pecaminosas en las que estuvieran viviendo,42 podían haber llegado a estar endemoniadas. Personalmente he tratado con mujeres que lo están.
Con esto concluimos las referencias de Pablo al mundo de los espíritus en 1 Timoteo; y al pasar a 2 Timoteo vemos que el tema de la guerra espiritual continúa, especialmente en relación con los maestros cristianos.
2 Timoteo
Alguien comentó en cierta ocasión que 2 Timoteo es la epístola más triste de todas las que escribió Pablo. El apóstol se encuentra en la cárcel y sabe que su fin se aproxima. Está cansado y solitario. Dicho con sus propias palabras, que algunos años antes escribiera a los filipenses, tiene deseos de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor (Filipenses 1.23). En aquella ocasión Pablo les escribía en cuanto a las alegrías de su vida y ministerio cristianos (Filipenses 1.1–12); y parte de esa alegría del apóstol era debida a la fidelidad de su amado hijo Timoteo, a quien dirige esta última carta. Nadie fue más fiel a Pablo y a Cristo que Timoteo (Filipenses 2.19s).
Consideraremos principalmente 2 Timoteo 2.26. El contexto es de nuevo el error doctrinal (v. 14s). Pablo habla incluso de uno de los mismos hombres, Himeneo (v. 17), que ya había mencionado antes en 1 Timoteo 1.20. De modo que estaba vivo aún y tan malo como siempre. El hecho de haberle entregado a Satanás, sea cual fuere el significado de esto, para que aprendiese a no blasfemar había sido improductivo, fracasó. Otra vez decimos que el apóstol conocía la derrota en la guerra espiritual como nosotros (véase 1 Tesalonicenses 2.18; 3.5).
Aquí tenemos a ciertos cristianos, maestros, que enseñan errores doctrinales. Se mencionan específicamente dichos errores en relación con la confusión existente en torno a la resurrección (v. 18). La expresión «se desviaron», del versículo 18a, es el verbo astochéo, «errar el blanco». Pablo la utiliza aquí y en 1 Timoteo 1.6 y 6.21; y explica que dichos hombres negaban una resurrección futura.
Guthrie dice que:
[ … ] revela el grado de seriedad de su error, ya que se trata de un elemento fundamental de la fe cristiana, como destaca con tanta energía Pablo en 1 Corintios 15. En efecto, 1 Corintios 15.12 muestra que en Corinto algunos estaban negando enteramente la realidad de la resurrección, y la presente alusión debe entenderse de un modo semejante.43
Seguidamente, Guthrie afirma que «tratando la resurrección como una experiencia espiritual, aquellos maestros habían planeado prescindir de ella. No es extraño que trastornaran la fe de algunos, ya que el cristianismo sin resurrección deja de ser una fe viva».44
Aquí tenemos a maestros cristianos esclavizados por Satanás (v. 26b). En primer lugar están enlazados, atrapados por el diablo; lo cual implica un fuerte control de éste sobre sus mentes, emociones y voluntad. Es la tercera vez que Pablo utiliza la misma expresión en las «epístolas pastorales» (1 Timoteo 3.6; 6.9). No sólo se encuentran atrapados, sino que Satanás los mantiene cautivos. Sobre esto, escribe Guthrie:45
Se utilizan unas palabras muy gráficas para describir la reclamación de los cautivos del diablo. «Que se arrepientan» (ananépho) significa literalmente «que puedan volver a la sobriedad[ … ]» como en el caso de la embriaguez, el método del diablo es «entumecer la conciencia, confundir los sentidos y paralizar la voluntad».
Guthrie afirma a continuación que «la metáfora se mezcla al introducirse el lazo del diablo (véase 1 Timoteo 3.7; 6.9). Se representa a Satanás en un papel doble: es tanto alguien que embriaga como que cautiva la mente de los hombres. El segundo verbo gráfico, zogréo (llevado cautivo), significa «cazar vivo» y en el Nuevo Testamento griego se utiliza además sólo en Lucas 5.10, cuando Jesús promete a Pedro que le hará un pescador de hombres».46
Aunque ha habido cierto debate en cuanto a la voluntad se menciona en el versículo 26, si de Dios o del diablo, Guthrie dice que el contexto indica que se trata de la voluntad de este último y comenta que «es imposible imaginarse a Pablo expresando que el diablo los mantiene cautivos para que hagan la voluntad de Dios. Es la voluntad de Satanás la que están haciendo; eso es lo que quiere decir Pablo».47
En cierta ocasión estuvimos en una diminuta aldea de la selva donde florecía una pequeña iglesia. Una encantadora joven colombiana, recién graduada del instituto bíblico, dirigía allí una escuela cristiana.
El antiguo pastor, un Himeneo moderno, residía aún en la localidad, y seducido por espíritus mentirosos estaba enseñando doctrinas de demonios. Los creyentes le habían expulsado de su posición pastoral, sin embargo, con el tiempo y debido en especial a sus «dones» sorprendentes, incluidos el de sanidad y milagros, logró volver al liderazgo de la congregación. Pronto el menos dotado pero fiel pastor fue depuesto de su cargo y el milagrero asumió la dirección.
Los meses pasaron y la iglesia creció. El hombre del poder espiritual atraía a gente de las comunidades circundantes y no tardó mucho en tener la iglesia de más rápido crecimiento de toda el área de la selva. Cierto domingo la gente se congregó para el culto y el pastor no apareció. Cuando fueron a su casa descubrieron que se había marchado, así como la encantadora y fiel directora de la escuela. El obrador de milagros la había seducido tanto espiritual como sexualmente. Los ancianos descubrieron que había sido la amante de aquél durante cierto tiempo.
El antiguo y fiel pastor volvió para recoger los pedazos y con el tiempo se descubrió que el taumaturgo había subyugado todavía a más mujeres. Media docena de las chicas de la iglesia estaban embarazadas. El obrador de «milagros» era el padre de todos sus hijos ilegítimos. ¡Cómo hace naufragar Satanás las vidas de los hombres y mujeres engañados, incluso de los líderes cristianos, que rechazan ser gobernados únicamente por la Palabra de Dios! (2 Timoteo 2.15).
1 1. Aunque él no es de esa opinión, Gordon Fee admite que «a lo largo de muchos años se ha ido estableciendo un consenso cada ver mayor en cuanto a que esos “príncipe”’ son poderes demoníacos; o que al menos, con esas palabras, Pablo quiere que los corintios comprendan que hay espíritus malos detrás de la actividad de los príncipes terrenales» (Esta es mi posición personal.) Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989), p. 103.
5 5. Véase Leon Morris, I Corinthians, Eerdmans, Grand Rapids, MI 1983, pp. 88 y 89; también Rodger K. Bufford, Counseling and the Demonic , Word, Dallas, Texas, 1988, p. 47.
9 9. Esto no significa que todas las lenguas sean falsas o demoníacas. Si acepto que los dones están activos en su totalidad, debo admitir igualmente las lenguas como un don del Espíritu para hoy.
10 10. Si siguiéramos las enseñanzas de Pablo en esto, probablemente mucha de la oposición a las lenguas se desvanecería por sí sola con el tiempo.
11 11. Véase el excelente tratamiento que hace Philip E. Hughes de las diversas posiciones sobre la identidad de la persona en cuestión. Philip E. Hughes, The Second Epistle to the Corinthians, NICNT, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 59s.
12 12. Véase John White, The Masks of Melancholy: A Christian Physician Looks at Depression and Suicide, InterVarsity, Downer’s Grove, IL, 1982.
13 13. Véanse los comentarios sobre los capítulos 10 al 13 en, p. ej. Ralph P. Martin, 2 Corinthians, WBC, Word, Waco, Texas, 1986, p. 40; y Victor P. Furnish, 2 Corinthians, Anchor Bible, Doubleday, Garden City, NY, 1984, p. 32A.
14 14. Mucho se está escribiendo hoy en día acerca de las fortalezas satánicas en la mente: parte de ello bueno y parte cuestionable. La palabra traducida por «fortaleza» es ochyroma. Vine dice que, literalmente, significa «fortaleza», pero que en este versículo se emplea metafóricamente para referirse a «aquellas cosas en las que se impone mera confianza humana», An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants Ltd., Londres, 1953, 1:156.
15 15. Martin, pp. 388–424; R. G. V. Tasker, II Corinthians , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983, pp. 169–179.
16 16. Aunque tal vez algunos lo discutan, no veo cómo puede negarse que el orgullo fue el pecado de Satanás y de sus ángeles, así como el de nuestros primeros padres (Génesis 3:1ss).
19 19. James Denney, St. Paul’s Epistle to the Romans en W. Robertson Nicoll, The Expositor’s Greek New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 2:722.
21 21. Murray, pp. 236 y 237. Todo el tratamiento que hace Murray de los versículos 17–20 es análogo a lo que digo aquí aunque más detallado.
22 22. Pablo utiliza con frecuencia la expresión «Dios de paz». Véase Romanos 15.33; 1 Corintios 14.33, 2 Corintios 13.11; Filipenses 4.5; 1 Tesalonicenses 5.23; Hebreos 13.20.
24 24. Las «epístolas pastorales» son verdaderas cartas, más que ningún otro de los escritos de Pablo —exceptuando Filemón—. Guthrie hace un interesante estudio de su estilo fluido de carta (Donald Guthrie, The Pastoral Epistles [Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1983], 11 y 12). Donald Guthrie ha escrito otras panorámicas idénticas de las epístolas pastorales tanto en ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1990) 3:679–687, y ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 4:611–619.
26 26. 1 y 2 Timoteo están escritas a Timoteo, el dirigente apostólico de la iglesia en Éfeso (1 Timoteo 1.3s). Para una mejor comprensión de dichas cartas deberían estudiarse después de Efesios. Las mismas revelan cómo los falsos maestros estaban diezmando aquella gran iglesia al igual que las otras de Asia.
30 30. Véase Cindy Jacobs, Possessing the Gates of the Enemy , Chosen Books, Fleming H. Revell, Tarrytown, NY, 1991, pp. 21s.
36 36. Véase la historia personal de James Robison en Winning the Real War ,Creation House, Lake Mary, FL, 1991.
50
Colosenses y Efesios
Colosenses
Como Efesios, Colosenses contiene algunas de las enseñanzas más profundas sobre la guerra del creyente con las potestades que se encuentren en el Nuevo Testamento. Ambos libros confirmarían la declaración de C. S. Lewis en cuanto a que «este mundo no es otra cosa que territorio ocupado por el enemigo. El cristianismo constituye la historia del desembarco del legítimo Rey y del llamamiento que nos hace a tomar parte en una gran campaña de sabotaje».1
Ya que Efesios y Colosenses abarcan temas semejantes en cuanto a la guerra espiritual y que la primera de esas dos epístolas trata los mismos con mayor profundidad, reservaremos nuestro estudio principal sobre los asuntos comunes para cuando lleguemos a ella. Colosenses, sin embargo, hace su propia contribución al tema de la guerra entre la iglesia y los principados y potestades cósmicas de alto rango. Se escribió poco más o menos cuando Efesios y es una de las epístolas de la prisión.
La carta a los Colosenses fue redactada para combatir lo que se ha llegado a conocer como «la herejía colosense», acerca de la cual hay un debate continuo entre los comentaristas.2 Bruce dice que, aunque no tengamos una exposición formal de ella, podemos reconstruirla con bastante precisión basándonos en el tratamiento que hace Pablo de dicha herejía.3
El principal centro de atención de la herejía colosense estaba en la actividad de ciertas potestades cósmicas malvadas de alto rango. El elemento judío lo constituía la creencia de que esos poderes personales habían dado en principio la ley hebrea. Unida al legalismo judío, a la observancia del sábado y al ascetismo, llegó a conformar la cara judía de la herejía de Colosas. El elemento helenístico lo aportaba la idea de que los principados y potestades en cuestión eran los espíritus elementales que dominaban el universo. Se trataba de los señores de las esferas planetarias, que formaban parte de la esencia divina.
Cristo, se decía, era inferior a dichos principados y potestades. Tuvo que ceder «porciones sucesivas de su poder a esos señores planetarios a medida que fue pasando por sus esferas, una tras otra, en su camino a la tierra», según explica Bruce. También se creía que Jesús estaba por debajo de ellos porque le habían causado el sufrimiento y la muerte.
Por último, todo ello «se presentaba como una forma de enseñanza avanzada para la élite espiritual». Según Bruce, se decía a los cristianos que tenían que recorrer varias etapas hacia la «"sabiduría" (en griego sophía) y el “conocimiento” (en griego gnôsis) progresivos, a fin de explorar los misterios ocultos mediante una serie de iniciaciones sucesivas hasta alcanzar la perfección (teleíosis)». Se ha denominado a esto gnosticismo incipiente.4
Con este trasfondo no es difícil ver por qué el mensaje de Colosenses se adapta tan bien a nuestro estudio de la guerra espiritual. El énfasis de Pablo en Cristo y la salvación que únicamente se encuentra en Él también cobra un mayor significado. El hincapié del apóstol en Jesús como Señor de los principados y las potestades adquiere importancia, al igual que sus declaraciones en cuanto a que ese sincretismo hace esclavos a los hombres de las potestades demoníacas.
Toda la epístola está enfocada hacia la refutación de tales doctrinas de demonios. Carson dice que, puesto que Pablo sólo tiene una respuesta para la enseñanza errónea y que ella «es la persona y la obra de Cristo», obtenemos la:
[ … ] elevada cristología de la epístola. Cristo es supremo y único en su persona. No constituye ninguna emanación divina, ya que en Él habita toda la plenitud de la deidad. Él es el Hijo amado, la imagen del Dios invisible. Por tanto, en virtud de su naturaleza divina está por encima y trasciende todo poder angélico.5
Colosenses 1
O’Brien llama a los versículos 15 al 20 del capítulo 1 «el magnífico himno del señorío de Cristo».6 Lo interesante para nuestro estudio es que Jesús en su calidad de Señor sobre todos los poderes constituye el foco de atención (vv. 16, 20).
En el versículo 16, Pablo escribe (o canta):
Porque en Él fueron creadas todas las cosas,
las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles;
Sean tronos, sean dominios,
Todo fue creado por medio de Él y para Él.
O’Brien hace un estudio terminológico excelente de este hermoso versículo de exaltación a Cristo,8 y dice que «para que no quepa ninguna duda en cuanto a la superioridad del Hijo sobre otros seres espirituales, Pablo destaca que Jesús no es sólo el agente por medio del cual se creó el mundo visible, sino también el invisible de los seres celestiales». Y a continuación afirma que esos «seres, que incluyen tanto a los ángeles de Dios como al diablo y sus ángeles, y utiliza términos sinónimos sin dar una clasificación precisa, se deben al poder creador del Hijo y por lo tanto están sujetos a su control». Luego declara que de «hecho él no es sólo el agente, sino también el mismo objetivo de la creación. Ellos existen para la gloria de Cristo y por lo tanto están subordinados a su propósito eterno».
¡Qué magníficas palabras! ¿Qué necesidad hay entonces de espíritus cósmicos o de ángeles que actúen a nuestro favor si estamos completos en Cristo? Este se convierte en el tema de Pablo en Colosenses 2.2. Allí habla del misterio de Dios que es «Cristo mismo». En ningún otro sitio del Nuevo Testamento hay acumuladas tantas y tan poderosas descripciones de nuestro bendito Señor en un libro, por así decirlo, tan diminuto.
Colosenses 2
Con toda esta magnífica enseñanza cristológica como base, Pablo empieza a advertir de un modo más detallado sobre la doctrina demoníaca con la que forcejeaban los colosenses, y se concentra en cuatro fuentes principales de peligro, todas ellas relacionadas con la herejía de Colosas.
Primero, advierte del peligro de la «filosofía» (2.8a). Se trata de la palabra griega philosophía. La filosofía particular de Colosas era, como ya hemos visto, una mezcla de ideas esotérico-místicas judías y griegas, a las cuales habían añadido a Cristo y los conceptos cristianos. El resultado era una confusa mezcolanza de ideas griegas, judías y cristianas; un terrible sincretismo semejante a aquel con el que todavía se enfrenta la iglesia de Asia hoy en día.
En segundo lugar, Pablo advierte sobre las «huecas sutilezas» (2.8b). La construcción gramatical de la frase revela que el apóstol está diciendo que la filosofía por la cual estaban siendo seducidos era un engaño hueco. La filosofía, como camino hacia Dios, es insuficiente, vacía y engañosa (véase 1 Corintios 1.18–31).
En tercer lugar, Pablo previene contra «las tradiciones de los hombres» (v. 8c). Otra vez el centro de atención vuelve a estar en la filosofía. Esta es de origen humano, no divino, y por tanto ineficaz por completo para ayudarles a vivir vidas que agraden a Dios. O’Brien dice que Pablo la revela como «una vergüenza hueca, sin contenido real, seductora y engañosa».9
Por último, el apóstol advierte contra «los rudimentos del mundo».10 Literalmente, en el Nuevo Testamento en griego, es «conforme a los elementos (stoicheîa, “uno de una fila o serie”11) del mundo, y no según Cristo", otro concepto paulino. Suponiendo que Pablo escribiera Hebreos, lo utiliza también en el capítulo 5 versículo 12 de esa epístola, en sentido positivo pero también crítico. Allí se refiere a «los rudimentos de las palabras de Dios».
En Gálatas 4.3, 9, Pablo utiliza dicha expresión igual que en Colosenses, y con el mismo sentido negativo. Los «rudimentos del mundo» son «débiles y pobres», dice el apóstol (Gálatas 4.9), y forman parte del sistema mundano. Lo peor de todo, según afirma Pablo, es que mantienen a uno en esclavitud espiritual (Gálatas 4.3) y le hacen esclavizarse de nuevo (Gálatas 4.9). Dichos rudimentos son por tanto demoníacos, proceden de los «no dioses» (4.8).
Este es el sentido en que Pablo usa la expresión «los rudimentos del mundo» también en Colosenses. De modo que, aunque dicha epístola se escribió varios años después de Gálatas, el apóstol aún conservaba la misma opinión negativa de los rudimentos demoníacos mundanos que atan y esclavizan (Colosenses 2.8, 10).
Lo que había sucedido años antes con los gálatas ocurre ahora con los colosenses, pero su caso es aún peor. Estos han recaído en la esclavitud a las potestades y principados cósmicos malignos de alto rango que controlan la impía mezcla de filosofía y religión de Colosas. Se trata de un sistema místico-religioso dominado por los demonios que puede separarlos de Cristo.
O’Brien censura a los comentaristas que consideran los stoicheîa como meras ideas o «principios» y dice que Pablo habla de ellos en una «forma bastante personal (en Gálatas 4.3, 9 parecen concebirse como potestades angélicas) y en contextos donde se hace referencia a otros seres o fuerzas personales (en Colosenses 2.10, 15, los principados demoníacos desean ejercer su tiranía sobre los hombres)».12 Como misionero he tenido que ayudar a creyentes contemporáneos del tipo de los colosenses a reconocer y romper con ataduras similares.
Esta clase de engaño era la que estaban experimentando los cristianos de Colosas y Pablo les escribe para advertirles. Pero también lo hace para enseñarles que toda la sabiduría y el poder que buscan son suyos en Cristo, «en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento» (2.3). En verdad, les dice el apóstol, «en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (2.9).
La expresión «corporalmente» iba dirigida contra uno de los más peligrosos errores de aquellas búsquedas espirituales, semignósticas, de misterio en que estaban enredados los colosenses: la opinión negativa del cuerpo humano.<~>A causa del mismo se negaba la resurrección corporal. Tal vez Pablo tiene esto en mente cuando destaca con tanta energía la resurrección física del Señor (2.12, 13; cf. 1 Corintios 15.1s).
Al concluir su crítica de las prácticas místicas en Colosas, el apóstol menciona la obra de Dios en Cristo que asestó el primer golpe al miedo y a la esclavitud que los creyentes tenían a los principados y potestades. Y dice dos cosas: la primera es que la deuda que habíamos contraído al quebrantar la ley de Dios ha sido anulada por Cristo, «clavándola en la cruz» (2.14). Dios en Cristo, no sólo ha cancelado dicha deuda de pecado, sino que incluso ha destruido el certificado donde se registraba la misma (v. 14a).
La segunda cosa que expresa el apóstol es que se ha revocado el poder que los principados y potestades tenían sobre nosotros (v. 15). O’Brien dice que Dios hizo lo anterior porque, citando a F. F. Bruce, la posesión de aquel «auto de acusación condenatorio nos mantenía en sus garras [de los principados y potestades]». A continuación sigue comentando sobre el versículo 15: «Habiendo despojado a los principados y potestades de su dignidad y autoridad en la cruz, Dios expuso la total impotencia de éstos ante todo el universo». Y luego añade: «Al exhibirlos en público, el Señor puso en ridículo a los principados y potestades». Para terminar comentando: «Esta manifestación pública de despojarse de dignidad y autoridad sólo sirve para demostrar con mayor claridad la infinita superioridad de Cristo».13
Partiendo de esta verdad fundamental, Pablo empieza una larga sección dirigida a esbozar algunos de los pasos prácticos que deben dar los colosenses, primero, para liberarse de la esclavitud de «los rudimentos del mundo» (2.16–23), luego, para ser cristocéntricos a cabalidad (3.1s) y, por último, para practicar en la vida diaria la plenitud de Cristo (3.18s). Los creyentes son libres del temor a la esclavitud de los principados y potestades demoníacos.
Esta epístola, junto con Efesios, expresa las ideas más profundas de Pablo en cuanto a los peligros que el mundo espiritual religioso presenta a los hijos de Dios y los grandes tesoros que tenemos en Cristo. ¡Quiera Dios que aprendamos a ser creyentes entregados a Jesús y al «misterio de Cristo», por el cual Pablo estaba encarcelado cuando escribió esta epístola (4.3)! ¡Ojalá comprendamos también que, a pesar de su increíble poder, esas potestades cósmicas malignas han sido derrotadas por Cristo en beneficio nuestro (2.9–23)!
Efesios
La epístola de Pablo a los Efesios es una de las obras maestras de la teología de todos los tiempos, incluso vista desde una perspectiva no cristiana. Nuestro estudio sobre la fundación de la iglesia en Éfeso, que aparece el Hechos 19, es el trasfondo para la interpretación de esta carta. En él descubrimos que Éfeso era el centro del ocultismo, la magia espiritual y el culto a la diosa Artemisa de toda el Asia Menor. Los poderes demoníacos saturaban la ciudad y sus regiones circunvecinas. Esto nos ayuda a comprender por qué Efesios contiene un mayor número de referencias al poder y la guerra espiritual con esas potestades cósmicas perversas que ningún otro libro de su tamaño en el Nuevo Testamento.
En un estudio bíblico sobre Hechos 19 titulado «Off Witchcraft»14 (Salir de la brujería), Ray Stedman describe a Éfeso de la manera siguiente:
una ciudad controlada por la superstición, el miedo, el demonismo y las tinieblas. Se trataba de una metrópoli dedicada al sexo y a la religión, en otras palabras, el San Francisco del Imperio Romano[ … ] era un centro de brujería, superstición y demonismo. Una mezcla misteriosa de magia negra, culto a los demonios, astrología y prácticas ocultas de diversos tipos[ … ] (los cuales) llenaban aquella ciudad de sacerdotes, magos, brujas, brujos y charlatanes de todas clases.
Los cristianos efesios se convirtieron a Cristo después de vivir en una terrible atmósfera de esclavitud demoníaca y algunos continuaron participando en el ocultismo incluso después de conocer a Jesús como Salvador.
Cuando se produjo el choque de poder con los hijos de Esceva, el cuadro comenzó a cambiar (Hechos 19.13s). Los nuevos convertidos empezaron a romper con sus prácticas mágicas y ocultistas. Hechos 19.19 nos cuenta: «Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos». Ese es el lenguaje del choque de poder.
En Efesios, Pablo combina las enseñanzas sobre el choque de poder y el choque de verdad. Según su costumbre, el apóstol contextualiza su doctrina para adaptarla a la situación de aquellos a quienes está escribiendo. Arnold se refiere a la Zeitgeist, la atmósfera cultural de la ciudad y la época respecto al mundo espiritual.15 «Uno de los rasgos característicos de la Zeitgeist judía primitiva», dice, «era el miedo a los demonios». Acto seguido cita a Charlesworth sobre la demonología de los seudoepígrafos:16
La tierra está llena de demonios y la humanidad plagada de ellos. Casi todos los infortunios acontecen por su causa: la enfermedad, la sequía, la muerte y, especialmente, las debilidades humanas en lo tocante a permanecer fieles al pacto. La región que se extiende entre el cielo y la tierra parece estar casi atestada de demonios y ángeles; a menudo se considera a los seres humanos como peones desvalidos frente a tales fuerzas cósmicas …
Arnold comenta que «los seudoepígrafos representan por tanto la Zeitgeist de los días de Pablo y también la que se utilizó en la composición de Efesios».17 Este es otro indicio importante del enfoque que hace el apóstol del mundo espiritual en dicha epístola.
Efesios 1
Pablo comienza con su inspirador retrato de los creyentes como elegidos de Dios. Aquí tenemos el choque de verdad que siempre debe seguir al choque de poder. En su enseñanza sobre la elección, el apóstol se introduce en el mundo espiritual con sus referencias a los lugares celestiales (1.3, 20) y a la reunión de «todas las cosas en Cristo» (v. 10).
También presenta sus primeros conceptos de poder. Antes que nada está la referencia del apóstol al Espíritu Santo (vv. 13, 14, 17). Como dice Arnold, «Efesios destaca el papel del Espíritu Santo, a quien se representa a menudo como el agente del poder divino[ … ]»18 (véanse también 2.18, 22; 3.5, 16; 4.3, 4, 30; 5.18; 6.17, 18). Thomas H. McAlpine cita las siguientes palabras de Ernst Kasemann:
[ … ] a cualquier versión del cristianismo le falta credibilidad si, profesando la creencia en el Espíritu Santo, deja de llevar el poder y la victoria de éste a cada uno de los agujeros y rincones más profundos. Lo que nuestro mundo necesita hoy en día, por todas partes, es este exorcismo de sus demonios. Porque sólo cuando los cielos se abren y el Espíritu desciende, la buena creación de Dios nace y sigue siendo.19
En el versículo 3 Pablo inicia su entrada a la esfera cósmica donde se concentran los poderes demoníacos y señala que Dios nos ha bendecido «con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo». Las bendiciones del Señor están en esos «lugares celestiales», en toîs epouraníois.
Esta problemática expresión la usa Pablo sólo en el Nuevo Testamento, y lo hace cinco veces en Efesios (1.3, 20; 2.6; 3.10; 6.12).20 Lincoln dice que:
Se trata del mundo espiritual de arriba[ … ] visto según la perspectiva del siglo venidero, que ya ha sido inaugurado por Dios al resucitar a Cristo de entre los muertos y exaltarlo a su diestra (1.20) … Sin embargo, puesto que el cielo tiene que ver todavía con el presente siglo malo, quedarán poderes hostiles en las esferas celestiales (3.10; 6.12) hasta que el siglo venidero se consume.21
Esta es la primera sugerencia de guerra espiritual en Efesios. Al principio, el versículo 3 parece no guardar ninguna relación con dicho tema; sin embargo, cuando leemos de nuevo acerca de los «lugares celestiales» en el 1.20, 3.10 y 6.12, nos damos cuenta de que la tiene. En este contexto, resume Lincoln, la expresión «en Cristo» se refiere a que hemos sido «incorporados al Cristo exaltado[ … ] como (nuestro) representante, quien se encuentra en la esfera celestial» Estamos en Cristo. Posicionalmente Él ha sido exaltado a la diestra del Padre en los lugares celestiales. Y ya que estamos sentados con él, nos encontramos también, de modo posicional, en esos mismos lugares celestiales, gobernando con Cristo sobre las potestades (2.6). Los gobernadores y autoridades que se oponen tanto a Cristo como a nosotros mismos están en dichos lugares celestiales, y desde allí libran su guerra contra nosotros (6.12). Como iglesia, dice Pablo, tenemos que declarar a esas autoridades espirituales malignas «la multiforme sabiduría de Dios» (3.10); sabiduría que entroniza a Cristo como Señor del universo y lo une a los creyentes, revistiéndonos del poder de la plenitud del Señor (1.23; 2.6; 3.10; 6.10–20).
¿Quién ha dicho que la guerra espiritual es sólo un aspecto periférico del plan redentor de Dios en las epístolas? Aquí la tenemos, por así decirlo, en el mismo corazón de la gran historia divina de salvación en Cristo. Podemos ver a Cristo exaltado en los lugares celestiales y también al creyente junto con Él. Los poderes demoníacos libran batalla contra Cristo y contra su iglesia en esos mismos lugares celestiales, mientras que la iglesia en la tierra y en las regiones celestes declara la sabiduría de Dios a los principados y potestades situados allí. Se trata de una guerra espiritual cósmica de alto nivel.
Cuando avanzamos hacia Efesios 1.20, debemos considerar este pasaje en el contexto de los versículos 15 al 22: la oración de Pablo por sus hermanos efesios. Sólo tenemos espacio aquí para concentrarnos en el versículo 19 y su relación con el 20.
El apóstol pide que la iglesia pueda experimentar la supereminente grandeza del poder de Dios, la cual demostró al resucitar a Jesús de los muertos (v. 19) y cuyo propósito era sentarle «a su diestra en los lugares celestiales» (v. 20), en el lugar de poder absoluto.
Lincoln llama a esto «cristología cósmica» y dice que «la resurrección de Cristo y su exaltación significan que el centro de gravedad en el drama cósmico de salvación de Dios se ha trasladado de la esfera terrenal a la celestial». Luego sigue expresando que dicho acontecimiento cambió las estructuras de poder de este mundo. En 1 Corintios 15.25–27, Pablo utilizó el Salmo 110.1 y el 8.6 para hablar del gobierno de Cristo al final de la historia. En Efesios los adapta y aplica a la posición presente de Jesús como último Adán ya Señor del cosmos. Esto significa que como «cabeza del cosmos, Cristo lo llena con su dominio soberano. Y lo mismo vuelve a decirse más tarde cuando se afirma que el Señor “subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”».22
Cristo es «cabeza sobre todas las cosas», dice Pablo (v. 22); y aunque esto incluye a las potestades, se refiere de un modo especial y natural a la iglesia «la cual es su cuerpo» (v. 23) y su plenitud (1.23; 4.13; Col. 2.9, 10; Juan 1.16). Por tanto el apóstol afirma que Jesús es «cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (v. 22b; 4.15 y 5.23). Él es su comienzo (2.20b), su vida y la meta de su crecimiento (4.15, 16).
El mayor pecado de la iglesia es su resistencia a la jefatura exclusiva de Cristo. Aunque nosotros gobernamos junto con él sobre las potestades, no somos cabezas al igual que Él sobre la iglesia. Todo sucede en última instancia para el beneficio de Dios en Cristo en su iglesia. Los lectores de Efesios deben verse a sí mismos como un pueblo con un destino, parte de una iglesia universal cuya cabeza, Cristo el Señor, ejerce todo poder en bien de ellos. Él ha dotado a esa iglesia de cuanto necesita para funcionar y crecer. En la unidad del Espíritu crecerá en todas las cosas en Cristo. Se edificará a sí misma en amor. Triunfará en su misión mundial[ … ] porque su cabeza es la cabeza cósmica del cielo y de la tierra (Efesios 4.1–16).
Como consecuencia de esto tenemos en Efesios dos hilos decisivos de verdad los cuales debemos destacar. El primero es la autoridad del exaltado Cristo cósmico; el segundo, la autoridad de los creyentes exaltados juntamente con Él (Efesios 2.1–10). Esta es la carga de Pablo en Efesios (1.18–2.10). El apóstol la resume en el capítulo 2 versículos 4 al 6 de la siguiente manera:
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.
Sentado con el Cristo cósmico, compartiendo su trono, está el cristiano cósmico. El Cristo cósmico es Señor y Dios. Yo, el cristiano cósmico en Cristo, soy un hombre con poder cósmico. El poder que actúa en mí es el poder de Cristo.
La esfera de operaciones del Cristo cósmico es el universo entero. Sin embargo, desde la perspectiva de la Escritura, lo vemos actuando de manera exclusiva respecto a la humanidad. Su actividad en los lugares celestiales y sobre la tierra está relacionada con la historia de la salvación, con su amor por los seres humanos.
Como cristiano cósmico mi esfera de actuación es la misma que la de Cristo, es decir, los lugares celestiales y la tierra. Estoy sentado con Él en los primeros, y también Cristo habita en mí sobre esta última.23
Este mismo apóstol ya había escrito en otro lugar que «somos colaboradores de Dios» (1 Corintios 3.9). Para colaborar con Él necesitamos compartir tanto su poder como su autoridad; de otro modo, se nos pediría que simplemente con el poder humano realizáramos una labor sobrenatural con la oposición de enemigos también sobrenaturales. Si tal fuera el caso, mejor olvidarse de ello; resulta imposible.
Pero Pablo explica que no es esto lo que Dios hace. Él pone a nuestra disposición «la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos» (Efesios 1.19).
Dios nos ha dado una clara demostración de esa supereminente grandeza de poder (dynamis) mediante la operación del poder (krátos) de su fuerza (ischys), la cual operó (enérgeia) en Cristo, resucitándolo de los muertos y poniéndole muy por encima de todo principado (arche) y autoridad (exousía) y poder (dynamis) y señorío (kyrios) «y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero» (vv. 19–21).24
Aquí reproduzco la excelente tabla que presenta McAlpine de las palabras principales relacionadas con el poder, las cuales aparecen en el Nuevo Testamento.25 Aunque otros autores, en especial Wink,26 mencionan también términos de poder neotestamentarios, McAlpine y Arnold27 limitan sus estudios a aquellos que se refieren a poderes cósmicos de alto rango los cuales actúan por encima y a través de personas y estructuras de poder en la sociedad. Yo hago lo mismo, ya que creo que ese es el enfoque de Pablo tanto en Efesios como en Colosenses y el planteamiento principal de los demás escritores del Nuevo Testamento.
El estudio que hace McAlpine de cuatro de los nueve términos de poder utilizados por Pablo en Efesios 1.19, 21 es excelente.28 Sin embargo, nos concentraremos sólo en aquellos que aparecen en el versículo 21 y que en el griego son: arché, «principado» o «dominio»; exousía, «autoridad» o «potestad»; dynamis, «poder» o «potestad»; y kyriótes, «señorío» o «dominio». McAlpine, como otros muchos eruditos, omite el quinto término de poder: ónoma, «nombre».
Cuando consideramos estas cinco palabras, nos resulta difícil saber en qué está pensando Pablo en el versículo 21. Cada término tiene una variedad de usos en el Nuevo Testamento y se emplea tanto para referirse a personalidades humanas como no humanas. Pueden incluso utilizarse en un sentido impersonal, para reflejar una cierta Zeitgeist, como ya mencionamos.
En ocasiones dichos términos se emplean respecto a seres cósmicos buenos, Dios y los ángeles; sin embargo, cuando consideramos el uso negativo y restrictivo que hace Pablo de estos conceptos en Efesios y Colosenses, debemos ver a los principados y las potestades como malignos en esencia. A lo que se refiere el apóstol es a la guerra de choque de poder del creyente con los principados y potestades cósmicos del mal. De modo que, quizás, deberíamos considerarlos como poderes malignos también en el versículo 21.
Pablo no está desmitologizando aquí el lenguaje de poder al hacer uso de estas palabras. No hay ningún indicio de que quiera apartar de nuestro pensamiento a los poderes personales cósmicos, ya sean éstos los ángeles escogidos o los caídos, y hacer que nos concentremos sólo en poderes humanos o estructuras sociales como afirman ciertos eruditos.
Se trata exactamente de lo contrario: en los escritos de Pablo descubrimos poderes cósmicos personales y malignos de alto rango que manipulan a los hombres y sus instituciones sociales llevándolos hacia objetivos demoníacos perversos.
Por tanto, en el capítulo 1, Pablo traslada a los creyentes hasta los «lugares celestiales» (v. 3) y revela que dichos lugares representan, no sólo la esfera de su vida cristiana (vv. 13–18) o el sitio donde Cristo está entronizado como Señor, sino también el lugar de actividad de los poderes malignos (vv. 19–23).29
Efesios 2
La primera referencia que tenemos a los principados y las potestades como entidades malignas se encuentra en Efesios 2.2, donde Pablo dice:
en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
Para comprender el versículo 2, sin embargo, debemos empezar con el 1. Allí, el apóstol, presenta un panorama espantoso del estado espiritual de todo aquel que no está en Cristo: los gentiles en particular y cada uno de los hombres en general (vv. 1–3).30 Después de afirmar en el versículo 1 que éstos se encontraban anteriormente «muertos en[ … ] delitos y pecados», comienza el versículo 2 diciendo «en los cuales anduvisteis en otro tiempo».
Efesios 2.2 es un texto único en el Nuevo Testamento. Las palabras tòn aiôna toû kósmou significan literalmente, «la era de este mundo»; y según Phillips, Pablo dice que la era de este mundo es mala porque obedece «a su príncipe invisible (el cual todavía opera en aquellos que no responden a la verdad de Dios)».
Una traducción literal de la segunda parte del versículo es la que presenta la Reina-Valera de 1960:
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
Acerca de esta última frase, Arnold comenta que no sólo son «los no creyentes arrastrados a seguir todos los rasgos corruptos de esta era mala, sino que también se los describe inspirados y activados por fuerzas malignas personales». Y luego afirma que dichas fuerzas «están dirigidas por tòn árchonta tês exousías» (el príncipe de la potestad del aire).
Arnold dice que «el término árchon es una expresión más para describir a una fuerza maligna personal», y concluye afirmando que aquí el autor está por tanto «refiriéndose a un jefe o líder de los poderes angélicos. Puede tratarse de una referencia al diablo mismo (cf. 4.27; 6.11), ya que la palabra está en singular y se otorga gran prominencia a dicho ser».
Afirmo que este es en verdad el caso. Como el mismo Arnold indica, los «sinópticos describen al diablo como el árchon tòn daimoníon (Mateo 9.34; Marcos 3.22; Lucas 11.15) [el príncipe de los demonios]. Y Juan se refiere a él como el árchon toû kósmou toútou (Juan 12.31; 14.30; 16.11)» [el príncipe de este mundo].31
Lincoln señala que para Pablo este siglo tiene su propio dios (2 Corintios 4.4). Por tanto el poder maligno cuenta con un centro de energía personal, al que el apóstol llama «el príncipe de la potestad del aire». ¿Qué significa esto? Lincoln escribe que:
[ … ] en otras partes de Efesios, las esferas celestiales están habitadas por poderes hostiles (cf. 3.10; 6.12). Esta noción tiene sus antecedentes en el Antiguo Testamento y en el pensamiento judío, donde los ángeles y los poderes espirituales eran a menudo representados en los cielos (p. ej., Job 1.6; Daniel 10.13, 21; 2 Macabeos 5.2; 1 Enoc 61.10; 90.21, 24); también fue elaborada por Filón (cf. De Spec. Leg. 1.66; De Plant. 14; De Gig. 6, 7).32
Lincoln dice luego que los términos «el aire» y «los lugares celestiales» deben referirse a la misma esfera. Ambos están habitados por «agentes malignos». Y expresa que si hay alguna diferencia entre ellos es, quizá, que «el aire indica las partes más bajas de dicha esfera y por tanto destaca la proximidad de dicho poder maligno y su influencia sobre el mundo».33
El problema que algunos comentaristas tienen con la idea de que el aire encima de la tierra pueda ser la morada de Satanás y de los espíritus malos es, otra vez, un asunto de cosmovisión. ¿De qué otra manera debemos imaginar la residencia de esos seres invisibles personales? Siempre se los presenta sobre la tierra y al mismo tiempo muy cerca de ella.
Arnold afirma que «en la antigüedad se consideraba el aire como la morada de los espíritus malos» y que «el judaísmo también está familiarizado con el aire como habitación de los demonios».34
Pablo deja claro que este príncipe cósmico no sólo opera en los lugares celestiales o en el aire que está sobre la tierra, sino que también se encuentra a sus anchas en la tierra misma. ¿Por qué si no le llamaría Jesús «el príncipe de este mundo» (Juan 12.31; 14.30; 16.11) y el apóstol lo describiría como «el dios de este siglo [o mundo]» (2 Corintios 4.4)? Pablo dice incluso que se trata del «espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia». ¿Qué quiere decir eso?
Podemos adelantar una opinión. La preposición en tal vez significa «sobre» o, al menos, «entre». Pablo no está afirmando que todos los inconversos son habitados por Satanás, en persona, a través de sus demonios. Sin embargo, el diablo opera en sus vidas con tanta fuerza que es como si estuviese dentro de ellos. Ya hemos visto que los demonios trabajan eficazmente contra la gente desde fuera; aunque por lo general son más destructivos desde dentro.
No podía declararse con más claridad la condición demoníaca de los inconversos. Por tal razón he utilizado repetidas veces este pasaje para referirme a la potencial demonización de los inconversos. Utilizando las palabras de Arnold, el ejército diabólico es tan efectivo en retener a sus súbditos que el autor puede describir a esas víctimas como «los hijos de desobediencia».
Por tanto se considera que el diablo está ejerciendo un poder eficaz y apremiante en su labor de inspirar la desobediencia entre la humanidad.35
Vemos entonces que cuando Pablo comienza su interpretación específica de esos poderes, los considera a todos malignos. Asimismo, aunque derrotados por Jesús en su evento redentor, dichos poderes todavía tienen libertad para obrar su maldad entre los creyentes, los hombres y las naciones. No obstante, los poderes rebeldes no están ya tan libres como antes. Jesús tiene el poder de «sujetar a sí mismo todas las cosas» (Filipenses 3.21), y seguirá reinando «hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies» (1 Corintios 15.25). En realidad, en Efesios dichos enemigos aparecen ya como bajo sus pies (1.21; véase 1 Pedro 3.22). Otra vez nos enfrentamos al enigma del «ya, pero todavía no».
Efesios 3
Pablo comienza el capítulo 3 con un repaso de los versículos anteriores que le sirve también de introducción a lo que viene después. «Por esta causa» (v. 1a), para que los efesios sean edificados como morada de Dios en el Espíritu (2.22), Pablo fue constituido ministro del evangelio. Más adelante explica que el propósito de su ministerio a los gentiles consistía en revelarles el misterio de Cristo de que ellos también eran coherederos y miembros, junto con los judíos, del mismo cuerpo, así como copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio (3.1–7). Aquí reaparece el tema de la unidad dentro del cuerpo de Cristo, capital para la enseñanza de Pablo en cuanto a la guerra victoriosa.
Sin embargo, el misterio de que los gentiles estén en la iglesia es sólo una parte de otro más amplio que abarca la dimensión del propósito de la iglesia: que toda la creación pueda ver el magnífico plan de Dios, incluso los principados y potestades malignos (3.10).
La versión inglesa NEB lo expresa muy bien:
Estuvo escondido en Dios, creador del universo, durante largos siglos, para que ahora, por medio de la iglesia, la sabiduría de Dios, en todas sus formas, pudiera ser dada a conocer a los principados y potestades en las esferas celestiales. Esto concuerda con su propósito eterno, el cual llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor. (Efesios 3.9–11)
Efesios 3.10
Los comentaristas están divididos en cuanto a sus interpretaciones del versículo 10, y las dificultades que implica giran en torno a tres cuestiones principales:
1. ¿Cuál es «la multiforme sabiduría de Dios» de la que testifica la iglesia?
2. ¿Cómo da testimonio la iglesia de esa sabiduría a «los principados y potestades en los lugares celestiales»?
3. ¿Quiénes son esos «principados y potestades en los lugares celestiales»? Empecemos por la última pregunta: ¿Quiénes son los principados y potestades en los lugares celestiales? John Eadie trata las diferentes opiniones sobre el asunto.36 Las tres respuestas principales son: los ángeles elegidos y los caídos; los ángeles elegidos; y los ángeles caídos.
Si contásemos sólo con las dos primeras opiniones, tendría que alinearme con la primera. Sin embargo, en vista de la importancia del tema de la guerra espiritual en Efesios, y en particular de la explicación que hace el apóstol de cómo está considerando a los principados y potestades en esta epístola (6.12), me siento constreñido a adoptar la tercera.
Los principados y potestades son espíritus malos en esencia. Aunque los ángeles elegidos observen y participen en esta guerra, no parecen estar en la mente de Pablo en Efesios 3.10, ni, si vamos a ello, en ninguno de los otros versículos referentes a los principados y potestades en esta epístola.
En segundo lugar, ¿cuál es esa «sabiduría de Dios» de la que la iglesia testifica a los principados y potestades?37 Comencemos examinando el contexto más amplio en el que Pablo escribe estas palabras. Este se centra en el uso de la palabra «misterio» en Efesios y Colosenses.38 El misterio de Dios es, en ambas epístolas, el misterio cristológico-redentor de la salvación de Dios en Cristo. La idea más común utilizada por el apóstol tanto en Efesios como en Colosenses para indicar la esencia del misterio, además de la misma expresión de «el misterio», es bien «el misterio de Cristo» o «el misterio de Dios el Padre, y de Cristo» (Efesios 3.4; Colosenses 2.2).
Según dice Arnold, el término «misterio» en Efesios armoniza con la idea que Pablo tiene de los poderes. «En Efesios 1.9, 10, expresa, se nos revela que el propósito del “misterio” era la reunión de todas las cosas en Cristo; lo cual incluye la sujeción de los “poderes” hostiles a Jesús». Arnold señala que «el “misterio” del que se habla en Efesios puede muy bien proporcionar un contraste con los “misterios” de Lidia y Frigia que eran tan populares. De esta forma, el autor quizá empleara el término con una intención polémica contra la influencia de las ideas de los “misterios” en las iglesias».39 El misterio de las religiones ocultistas suponía «recibir ho kyrios tou áeros [al señor del aire] (cf. Efesios 2.2) como deidad que venía a residir en uno».40 Las mismas ideas se expresan en Colosenses: Jesús ha venido para destronar a ese ser espiritual.
Aunque sin dejar el tema de este misterio que es Cristo y Cristo en el creyente, Arnold vuelve a la elección que ha hecho Dios del creyente en Jesús, la cual ya se mencionó en Efesios 1.4s, y dice que «este concepto de la elección está íntimamente relacionado con el análisis anterior de “el misterio”». ¿Cómo es eso? Según Arnold, el concepto de elección en Cristo que tiene Pablo proporciona una «respuesta alentadora e instructiva a los miedos de los cristianos que antes estaban bajo la influencia de la magia, los misterios y las creencias astrológicas».41 Esto se aplica también a los colosenses.
Ahora debemos considerar la cuestión práctica: ¿Cómo testifica la iglesia a los principados y potestades de la sabiduría de Dios; es decir, de su plan redentor en Cristo con todas sus consecuencias en este mundo e incluso en el venidero?
En su comentario sobre Efesios 3.10, Wink dice que:
[ … ] aquí se enuncia con claridad que la tarea de la iglesia es la de predicar a los poderes. La iglesia libra una especie de guerra espiritual, pero también tiene la misión de llevar la verdad del evangelio al mismo centro del poder y espera obtener algunos resultados de ello. ¿Debemos entonces prever la conversación de los poderes? ¿Qué debe decirles la iglesia? ¿Dónde están «los lugares celestiales» y de qué manera puede la iglesia tener acceso a los poderes residentes allí?42
Wink comienza respondiendo en primer lugar a la última pregunta; es decir, de qué manera tiene acceso la iglesia a los poderes en los lugares celestiales. Primero, hace su propio estudio de en toîs epouraníois («en los lugares celestiales») y considera esos «lugares celestiales como una dimensión de la realidad en la que los creyentes, aunque aún sobre la tierra, han sido ya admitidos, y sin embargo en la que los “poderes” ejercen todavía dominio, debiendo ser combatidos al tiempo que se les predica y se les da a conocer la multiforme sabiduría de Dios».43
Wink dice luego que al igual que «el trono de Dios está donde actúa Dios con eficacia, “los lugares celestiales” se encuentran allí donde Cristo es ya Señor, con todos los “poderes” bajo su soberanía (Efesios 1.22), aunque éstos no se hallen aún bajo su control (6.12)».44
Se trata de un concepto fascinante, lo que he llamado el enigma del «ya, pero todavía no» de la guerra espiritual. Wink comenta que la:
[ … ] aparente contradicción entre la soberanía y el control es consecuencia de la lucha en la coyuntura de dos épocas. Para utilizar una analogía moderna, el gobierno revolucionario provisional de Cristo ya se ha formado en el exilio, y partes del país están bajo su soberanía efectiva. Sin embargo, el antiguo régimen aún controla la capital, cuenta con la lealtad del ejército y practica una guerra brutal e indiscriminada contra su propia gente, en un intento desesperado de preservar sus privilegios y riquezas. No obstante, el resultado, aunque tarde en producirse, está garantizado.45
Luego, Wink continúa diciendo que:
«los lugares celestiales» donde[ … ] el creyente ya ha sido asentado … es por tanto una especie de «zona liberada»[ … ] aunque con esta advertencia: los que se encuentran en la misma no están libres de la posibilidad de connivencia con los antiguos «poderes» e incluso de apostasía. Sin embargo, cuentan con un espacio de relativa libertad de la determinación de los «poderes».46
La «connivencia» de la iglesia con los antiguos poderes es su más grave acto de desobediencia al Señor, su Cabeza, y la causa principal de impotencia en la batalla espiritual que tenemos delante.
La iglesia, por tanto, tiene acceso directo a los poderes malignos, ya que vive en la misma esfera que ellos. Según Wink somos un pueblo de ambos reinos, el terrenal y el celestial, y por ello estamos en contacto continuo con dichos poderes; pero por desgracia sólo somos poco conscientes de ello, no sabemos qué hacer al respecto o no nos importa.
Aquí llegamos a la pregunta clave: ¿Qué significa que la iglesia haya de dar a conocer «ahora» la multiforme sabiduría de Dios a esos principados y potestades?
La respuesta más sencilla y evidente es también la mejor: significa exactamente lo que dice. La iglesia, unida con Cristo en los lugares celestiales, los mismos donde existen dichos poderes, les proclama a éstos «la multiforme sabiduría de Dios». Así de simple.
No estoy diciendo que el proceso de hacer lo que el apóstol expresa que debe hacer la iglesia sea sencillo. No lo es. Resulta muy complicado. Sólo afirmo que es sencilla la respuesta a dicha pregunta.
Wink lo dice bien cuando expresa que:
[ … ] sigue siendo la tarea de la iglesia, no sólo proclamar a la gente que han sido redimidos del poder de las tinieblas que en otro tiempo los mantenían cautivos (5.8–14), sino también declarar a los poderes que no son supremos. Que Cristo es su soberano. Que los seres humanos a quienes tienen bajo su dominio (aquí en seguida le viene a uno a la mente el concepto de ángeles nacionales)47 pertenecen a Cristo.48
¡Qué noción tan increíble! Esto es lo que muchos están descubriendo hoy en día en la evangelización llevada a cabo en un contexto de guerra espiritual. Wink afirma seguidamente que la «iglesia, sin embargo, no ejerce el poder de los poderes ni tiene esperanza alguna de éxito en un choque frontal con ellos. Por esta causa el escritor termina su párrafo celebrando la “seguridad y [el] acceso con confianza por medio de la fe en Él” (Efesios 3.12)».49
¿Qué significa este «acceso»? Wink expresa que:
[ … ] sólo puede querer decir acceso a la presencia celestial, al trono divino, al consejo del cielo (véase 2.6, «nos hizo sentar en los lugares celestiales»). La admisión plena en esos distinguidos círculos aguarda a los siglos futuros (2.7; véase también Apocalipsis 3.12, 21; 7.9–17; 14.1–5). Pero aun ahora, mediante la oración intercesora, la iglesia confía en que tiene acceso a la presencia y el poder de Dios en su lucha con los «poderes»; y es esa misma confianza la que hace que el escritor se lance de inmediato a una oración por sus lectores («Por esta causa,», 3.14–19).50
¿Cómo cooperan entre sí la intercesión y la guerra espiritual cósmica de alto nivel? La iglesia entra en los lugares celestiales por medio de la oración y la intercesión. El Señor resucitado recibe alabanza, adoración y amor mediante la plegaria. La comunidad cristiana intercede luego por aquellos a quienes ha sido llamada a redimir. Sólo una iglesia unida intercediendo a lo largo de un cierto período de tiempo puede hacer esto de un modo eficaz. De ahí, otra vez, que la nota dominante en Efesios (2.11–6.9) esté en la unidad de la iglesia.
La iglesia proclama el señorío de Cristo tanto los poderes malignos como a los inconversos. Declara la intención de Dios de redimir a todo hombre (2 Corintios 5.18–21) y luego se dirige a dichos poderes. No ora contra ellos, sólo habla con su Señor y proclama la derrota de los mismos. Declara que Cristo como Señor está desplazando el dominio de los poderes sobre los pueblos incrédulos a los cuales han mantenido hasta ahora en esclavitud. No sólo informa a los poderes de su derrota a manos del Señor en su iglesia (que es su plenitud), sino que impone la victoria de Cristo por medio de la fe y de la autoridad delegada en Jesús. Es la multiforme sabiduría de Dios que la iglesia da a conocer a los principados y potestades en los lugares celestiales a la cual se refiere Pablo en Efesios 3.10.
Entonces surge la pregunta espontánea: ¿Por qué debe la iglesia proclamar el misterio de Cristo a los poderes? Creo que la respuesta es obvia: si los ángeles elegidos quedaron en la ignorancia, por así decirlo, sobre el evento de Cristo, ¡cuánto más los poderes caídos! Otra vez, Pedro habla acerca de la revelación del plan redentor de Dios y dice que son «cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles» (1 Pedro 1.12).
Es evidente que los ángeles mismos sólo conocen aquello que Dios quiere que conozcan, y eso de un modo progresivo. Saben el papel que juegan en el plan divino. Conocen eso y poco más. Por tanto, los poderes angélicos caídos saben todavía menos acerca de los profundos proyectos de Dios en Cristo, decretados desde antes de la fundación del mundo. Eso se trasluce continuamente de la ignorancia de los poderes demoníacos, incluso del mismo Satanás, acerca del verdadero significado de la cruz y del hecho de la resurrección y la ascensión de Cristo (1 Corintios 2.7, 8). En realidad ahora saben más, pero sólo una vez que ocurren las cosas. Sin embargo, aún hay mucho que no conocen, a menos que la iglesia se lo diga. Winks comenta:51 «A esos poderes, por tanto, la iglesia debe proclamar el plan divino que sólo ahora se ha revelado en Cristo Jesús en el cumplimiento del tiempo: que el Dios el cual está sobre todos y por todos y en todos se halla ocupado en reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos como las que están en la tierra (Efesios 4.6; 1.10)».
Creo que el papel que desempeña la iglesia informando a los poderes no tiene por objetivo sólo el mero hecho de informar. Nuestro cometido en relación con los principados y potestades es tanto informar como imponer. Les informamos para hacer valer contra ellos su derrota. Tal vez sea la razón por la cual Pablo sigue declarando que este misterio oculto de Cristo y de la misión cósmico-terrena de la iglesia son ambos, según el plan eterno de Dios, que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, quien es ahora Señor de los poderes.52
La iglesia puede desarrollar esta doble misión, cósmica y terrena con valentía y confianza porque «tenemos acceso por medio de la fe en Él», dice Pablo (v. 12). Esto implica adoración, alabanza, oración e intercesión. También implica acceso a travé s del Cristo resucitado a esos poderes.
Todo esto es tan imponente; el plan de Dios tan perfecto; nuestros recursos en Cristo tan completos, que Pablo prorrumpe de pronto en una oración pidiendo que los creyentes sean revestidos de poder para ministrar dicho misterio. ¡Y qué oración hace el apóstol! (vv. 14–21).
La iglesia es una comunidad que ora y pelea. Debe enfrentarse a los poderes en el nombre del Señor. La comunidad cristiana ha de mantener ese enfrentamiento en forma ofensiva y no sólo a la defensiva. Si lo hacemos con fe y perseverancia, proclamando en el Espíritu la derrota de los poderes en diferentes áreas de la vida humana, con el tiempo tendrán que ceder. A la larga ganaremos, si estamos dispuestos a pagar el precio. Jesús promete que las puertas del infierno no podrán prevalecer contra su iglesia obediente que ora y pelea (Mateo 16.18).
Efesios 4
¿Cómo es posible todo esto? Después de atar al hombre fuerte en singular (Satanás), Jesús comenzó el proceso de «saquear su casa» (Mateo 12.29b). Ambas afirmaciones, realizadas antes de la cruz, la resurrección y la ascensión, fueron hechas como un anticipo del pleno evento redentor de Cristo (véanse Juan 7.37–39; Mateo 28.18–20). Luego, Jesús «llevó cautiva la cautividad» (Efesios 4.8).
Arnold da al pasaje de Efesios 4.8–10 una buena perspectiva de guerra espiritual. «Cuando esto se mira desde la óptica del ambiente del primer siglo y del miedo que había entonces a las deidades del infierno, es más fácil apreciar el consuelo que el pasaje traería a sus lectores». En otras palabras: comenzamos a entender este pasaje cuando nos ponemos los lentes de guerra espiritual del siglo I.
Arnold continúa diciendo que estos versículos:
[ … ] enfatizan la supremacía cósmica de Cristo de una forma original. El Señor no es sólo superior a los espíritus del aire y a las fuerzas que pueblan los cielos, sino también a las llamadas deidades de los infiernos. Sólo Cristo tiene «las llaves del Hades», como explicó a los creyentes del Asia Menor otro escritor cristiano.53
Podríamos seguir para grabar a fuego en nuestros corazones, mentes, emociones y voluntad el hecho de que «somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó» (Romanos 8.37). Estamos del lado vencedor. Jesús ya ha obtenido la victoria y hoy en día está ganando batallas. Todavía ha de ganar la guerra por medio de nosotros, su iglesia unida que ora y pelea, lo cual culminará con su gloriosa Segunda Venida. Los poderes deben escuchar la voz de nuestra autoridad delegada mientras asaltamos las puertas del infierno en cada una de las áreas en las cuales Dios nos ha colocado para que vivamos y ministremos.
Doy gracias al Señor de que esta dimensión de la evangelización y la fundación de iglesias está siendo redescubierta en nuestros días.54 Digo «redescubierta» porque en el pasado ha habido hombres de Dios que se han movido en tales esferas, por lo general tropezándose con esa realidad después de mucho sufrimiento e incontables fracasos.
¿Ganaron los efesios la guerra según les enseñó Pablo? Sí y no. Sí porque no se registra que recayeran en la magia espiritual o el culto a los ídolos, y no porque los espíritus religiosos antes paganos cambiaron sus tácticas convirtiéndose en espíritus religiosos «cristianos». Operando a través de líderes-maestros cristianos engañados, como Pablo había advertido (Hechos 20.28–31), hicieron estragos en la iglesia de Éfeso; los cuales de engañados por los demonios se convirtieron en engañadores (véanse 1 y 2 Timoteo). De modo que termino con dos palabras finales de exhortación:
«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Juan 4.1, 2).
«Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (2 Corintios 11.3).
1 1. En Bob y Gretchen Pasantino, «The Kingdom Strikes Back», Christianity Today , (11 de noviembre de 1991), p. 62.
2 2. Unos estudios excelentes sobre la «herejía colosense» son los de Peter T. O’Brien, Colossians, Philemon, WBC, Word, Waco, Texas, 1982, xxxxli; H. M. Carson, Colossians and Philemon , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983; John Eadie, Colossians , James and Klock Publishing Co. Minneapolis, MN, 1977a, ixxxxix; Ralph Martin, «Colossians», Merrill C. Tenney, ed., ZPEB 1:914–918; F. F. Bruce, «Colossians», en G. W. Bromiley, ed., ISBE 1:733–735.
3 3. F. F. Bruce y E. K. Simpson, The Epistles to the Ephesians and the Colossians, NICN, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 165 y 166.
4 4. Bruce, p. 167. Nos hemos referido ya al gnosticismo. Para una buena panorámica del tema véase A. M. Renwick, «Gnosticism», en ISBE 2:484–490, y A. F. Walls, «Gnosticism», en ZPEB 2:736–739. Todos los comentarios que se han utilizado en este capítulo contienen igualmente un magnífico material sobre el gnosticismo.
10 10. O’Brien hace un estudio detallado y magnífico de la expresión tal y como la utiliza Pablo en Colosenses, pp. 129–132. Y lo mismo puede decirse de Ronald Fung en The Epistle to the Galatians Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1988, pp. 181, 188–192.
11 11. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants Ltd., Londres, 3:306.
14 14. Ray C. Stedman, «Off Witchcraft» Discovery Publishing, Palo Alto, CA, 6 de diciembre de 1970.
15 15. <%1>Clinton E. Arnold, Ephesians: Power and Magic , Cambridge Univeristy Press, Cambridge, 1989, p. 47.
16 16. Ibid. La palabra seudoepígrafos significa literalmente «escritos falsos» o atribuidos a personas distintas de sus autores. En el caso del Antiguo Testamento, los escritores componían sus obras para honrar el nombre de sus héroes bíblicos. El término se aplica a un grupo de escritos judíos del primer siglo antes de Cristo. Juntamente con los apócrifos, los seudoepígrafos constituyen la literatura del período intertestamentario. El artículo de George E. Ladd en ISBE 3:1040–1043 presenta una buena panorámica del asunto.
20 20. Primeramente, la Iglesia es bendecida por Dios en los lugares celestiales (1.20–23). En segundo lugar, Cristo es el Señor de dichos lugares celestiales (1.21–23). En tercer lugar, la Iglesia gobierna juntamente con Cristo en los mismos (2.6). En cuarto lugar, el cuerpo de Cristo testifica a los principados y las potestades en los lugares celestiales (3.10). Y, por último, la Iglesia libra una guerra contra los poderes malignos en las regiones celestes (6.10–12).
21 21. Andrew T. Lincoln, Ephesians, WBC, Word, Waco, Texas 1990, p. 21. (Véase su estudio completo de la expresión «en Cristo», pp. 21 y 22).
23 23. Véanse los dos relatos novelados de Frank Peretti sobre esta realidad. This Present Darkness Crossway, Westchester, IL, 1986 y Piercing the Darkness , Crossway, Westchester, IL, 1989.
24 24. Traducción libre de partes de los versículo 19 al 21 que revela la sorprendente variedad de palabras relacionadas con el poder que utiliza Pablo todas juntas.
25
25. Adaptada de McAlpine, pp. 87 y 88; se usa con permiso. Conjunto de términos del Nuevo Testamento para indicar «poderes». La siguiente lista de palabras y textos bíblicos representa un segmento inicial. La relación de términos se guía por aquella de Louw y Nida, cuyo reciente léxico griego-inglés menciona las palabras según el campo semántico al que pertenezcan (como un diccionario).
En la mayor parte de los casos los términos en cuestión poseen además otros significados, de modo que no se citan todos los textos en los cuales aparecen.
Palabras |
Lugares donde aparecen |
aión «mundo» |
Efesios 2.2, 3.9; Colosenses 1.26. «siglo» También BAG (27 #4, con bibliografía). Sasse considera posible Efesios 2.2, pero rechaza Efesios 2.7; 3.9; Colosenses 1.26 (TDNT 1:197–209). |
arché «magistrado» |
Lucas 12.11*; 20.20*; Romanos 8.38; «principado» 1 Corintios 15.24; Efesios 1.21; 3.10; «dominio» 6.12; Colosenses 1.16; 2.10; Tito 3.1* «gobernante» Judas 6 (* = referencia humana). También BAG (111–12 #3, 4). Delling señala su aparición regular con exousía, a excepción de Judas 6 (TDNT 1:478–89). Aparece 56veces en el NT (MG 110–111). |
árchon «príncipe» |
Mateo 9.34; 12.24; Marcos 3.22; Lucas 11.15; Juan 12.31; 14.30; 16.11 (todas ellas se refieren al diablo); 1 Corintios 2.6–8; Efesios 2.2. También BAG (113 #3), Delling (TDNT 1:478–89). |
dynamis «potencia» |
Mateo 24.29/Marcos 13.25/Lucas 21.26; «potestad» Romanos 8.38; 1 Corintios 15.24; «poder» Efesios 1.21; 1 Pedro 3.22. También BAG (206–207 #, citando igualmente Hechos 8.10 y omitiendo Mateo 24.29 par), Grundmann (TDNT 2: 284–317). |
exousía «autoridad» |
Lucas 12.11*; Romanos 13.1[bis]*, 2*, «potestad» 3*; 1 Corintios 15.24; Efesios 1.21; 3.10; 6.12; Colosenses 1.16; 2.10, 15; Tito 3.1*; 1 Pedro 3.22 (* = referencia humana). También BAG (277–78, #4, con bibliografía, e incluyendo Efesios 2.2, «potestad del aire»). Para un estudio general y bibliografía véase Foerster (TDNT 2:560–575). Aparece 102v en el NT (MG 347–48). |
thrónos «trono» |
Colosenses 1.16. También BAG (364–65 #2b), Schmitz (TDNT 3:160–167). |
kosmokrátor |
Efesios 6.12. También BAG (446), Michaelis (TDNT 3:905–15). |
kyriótes «señorío» |
Efesios 1.21; Colosenses 1.16. También BAG (461–62 #3), Foerster (TDNT 3:1096–97). Aparece 4v en el NT. |
pneumatikón «huestes o fuerzas espirituales» |
Efesios 6.12. También BAG (685 #3). |
BAG |
Bauer, Walter, William F. Arndt, y F. Wilbur Gingrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament and other early Christian literature , (University Of Chicago Press, Cambridge, Cambridge University Press, 1957). |
LN |
Louw, Johannes P. y Eugene A. Nida, eds., Greek-English Lexicon of the New Testament based on semantic domains , Sociedades Biblicas Unidas, Nueva York, 1988, 2 vols. |
MG |
Mouton and Gedden, A Greek Concordance to the New Testament. |
TDNT |
Kittel, Gerhard, ed. Theological Dictionary of the New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1964–76, 10 vols. |
26 26. Walter Wink, Naming the Powers , Fortress, Filadelfia, 1984, pp. 6–12. Véase además su libro Unmasking the Powers (1986).
29 29. Véanse en la bibliografía, especialmente, Green (1981), Wagner (1991a; 1991b), Arnold (1989), McAlpine (1991), Wink (1984; 1986). The Believer’s Guide to Spiritual Warfare, de Tom White, 1990, contiene una ayuda excelente en esta área ( pp. 31s, 129s). Y lo mismo ocurre con Possessing the Gates of the Enemy, de Cindy Jacobs. Como dice Wagner en su prefacio ( pp. 11–14), no hay ningún libro a la venta como el de Cindy.
30 30. Véase a Lincoln ( pp. 91–93) para un buen comentario sobre el versículo 1, y a Arnold ( p. 39) sobre el versículo 2.
36 36. John Eadie, Ephesians , James and Klock Christian Publishing Co., Minneapolis, MI, 1977, pp. 230–235. Eadie presenta elocuentemente la interpretación de los ángeles elegidos. D. Martyn Lloyd-Jones, como la mayoría de los comentaristas, se adhiere a aquella de los ángeles elegidos y caídos. Véase Martyn Lloyd-Jones, Exposition of Ephesians , Baker, Grand Rapids, MI. 1988, 3:80.
37 37. Lincoln, Arnold, Calvino, Eadie, Expositor’s Greek New Testament, y las demás exposiciones valiosas de este pasaje dan las diferentes opiniones.
38 38. El apóstol menciona seis veces el término «misterio» en la Epístola a los Efesios (1.9; 3.3, 4, 9; 5.32; 6.19) y cuatro en Colosenses 1.26, 27; 2.2; 4:3). Su uso de dicho término en ambas epístolas es prácticamente el mismo.
47 47. Ibid. 1984, también cree en lo que hemos denominado los ángeles vigilantes, a los que él llama «ángeles de la etnia». Pablo está hablando aquí de la conversión de pánta tà éthne —todas las naciones (3.8)—. Y Wink dice que esto requiere que la iglesia predique a los ángeles nacionales de los pueblos.
54
54. Acaban de publicarse varios libros excelentes totalmente dedicados a esta dimensión de la evangelización relacionado con la guerra espiritual en el nivel cósmico y el choque de poder.
Además de las obras de Arnold y Wink, que dan una visión panorámica de estas realidades, otros libros claves son: Taking Our Cities for God, de John Dawson (1989); Possesing the Gates of the Enemy, Cindy Jacobs (1991); Facing the Powers, Thomas H. McAlpine (1991); Territorial Spirits (1991a), Engaging the Enemy (1991b) y Warfare Prayer (1992), Peter Wagner.
El hombre de Dios que está de alguna manera marcando el ritmo de esta dimensión del evangelismo es el Rdo. Edgard Silvoso, de Argentina. Durante muchos años trabajamos juntos en OC, cuando Luis Palau pertenecía a nuestra organización y Silvoso formaba parte de su equipo.
Tuve el privilegio de servir como primer presidente de la misión de Ed, Harvest Evangelism —una prolongación de OC—, ayudándole a poner en marcha su asombroso ministerio. Todavía formo parte de la junta, y es para mí un honor ser uno de los más íntimos consejeros de Ed. ¡Qué privilegio trabajar con tan gran hombre de Dios! Creo que Edgar es uno de los dones del Señor para su iglesia en nuestros días; especialmente en el área de la Evangelzación urbana en el Tercer Mundo. Ha sido pionero de evangelización urbana en un contexto de guerra espiritual —Efesios 3:10— con mucho éxito. Para tener algunas nociones sobre cómo dirige Harvest Evangelism para ayudar a las iglesias a penetrar la esfera espiritual y reclamar las ciudades para Dios, véase Silvoso en la bibliografía (sin fecha; 1987; 1989) y Silvoso en Wagner (1991a, 109s; 1991b, 109s; 1992, 6s); en McAlpine (1991, 91–93) y Jacobs (1991, 121s).
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
51
Efesios 6
Nuestro siguiente pasaje se cuenta entre los más conocidos de toda la Escritura y en él el apóstol Pablo no escribe acerca de la demonización sino de la guerra espiritual entre el poder del diablo y el de Dios en la vida de los creyentes. Se trata de Efesios 6.10–20.
La convicción de que Efesios 6 es el manual para la guerra espiritual victoriosa no constituye algo nuevo en nuestra época. A lo largo de la historia de la iglesia, los creyentes, tanto teólogos como laicos, han buscado ayuda en este pasaje, principalmente en los momentos en que todos los poderes del infierno parecían haberse desatado contra ellos.
Los padres de la iglesia mencionaban de continuo Efesios 6. Si hojeamos los índices de la Escritura en busca de los escritos de los padres prenicenos, nicenos y postnicenos, descubriremos cuán a menudo acudían a dichas palabras de Pablo.1 También los grandes teólogos puritanos comentaban con frecuencia este capítulo de Efesios.2
Primero, quiero examinar el pasaje de un modo crítico. Esto significará en cierta manera un estudio en profundidad y casi palabra por palabra cuando sea preciso y el espacio lo permita. En segundo lugar, desearía que el estudio fuese pastoral. ¿De qué manera afecta a nuestra vida cristiana la enseñanza de Pablo sobre el mundo de los espíritus? ¿Cómo podemos ponerla en práctica?Y en tercer lugar quisiera concentrarme en la evangelización. ¿De qué modo la enseñanza del apóstol nos ilumina para una evangelización eficaz de aquellos que están cegados a la verdad del evangelio por espíritus malos?
En Efesios 6.10–20 Pablo reúne todas sus enseñanzas de guerra. Ha llevado a sus lectores al punto en el cual están listos para recibir la instrucción más importante de toda la epístola sobre la guerra espiritual. Aquí tenemos la aplicación práctica de todo lo que el apóstol ha estado diciendo en Efesios hasta el momento. Como lo expresa Arnold, Efesios 6 es el «llamamiento [de Pablo] a buscar el fortalecimiento divino para enfrentarse a las fuerzas espirituales de maldad (Efesios 6.10–20). No se trata de un apéndice sin importancia de la epístola, sino que es parte decisiva de la parénesis a la que ha estado apuntando el resto de la carta».3
Acto seguido, Arnold hace un comentario importante y expresa que:
[ … ] este es el único lugar en todos los escritos paulinos donde se llama a los creyentes a luchar contra «los principados y potestades». Y esa «lucha» no se menciona como un anexo parentético, sino que el autor aborda dicho concepto y lo desarrolla en diez versículos conectados con la parénesis anterior de la epístola (Efesios 4.1–6.9).4
Y termina diciendo que en Efesios 6.10–20 descubrimos otra vez el «importante énfasis [de Pablo] en el poder». Esto es así «por la percepción que el autor tiene de la “guerra espiritual” en la que están implicados los creyentes. Tal concepto está presente en los escritos de Pablo, pero el apóstol nunca lo desarrolla en la medida que lo hace aquí».5
Luego, Arnold pregunta por qué hay en Efesios un énfasis tan singular sobre la guerra espiritual en el nivel cósmico. Y las respuestas que da están todas relacionadas con el estilo de vida ocultista y mágico que prevalecía en Efeso y su región circunvecina, centrado en el culto de Artemisa, y con la saturación que había en todo el Asia Menor (en realidad en todo el mundo grecorromano) de prácticas mágicas, ocultistas y espiritistas.
Efesios 6.10–20
Pablo comienza su presentación con las palabras: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza» (v. 10).
«Por lo demás» es toû loipoû en el griego, una expresión común en las epístolas de Pablo y traducida literalmente en la Reina-Valera de 1960.
Creo que podríamos parafrasear así las palabras del apóstol hasta este momento:
«Primero, os he hablado de vuestra elección por parte de Dios (1.3–2.22) y de que Jesús reina ya como Señor a la diestra del Padre, por encima de las fuerzas cósmicas de maldad a las cuales os enfrentáis. También he dicho que habéis sido resucitados con Él y estáis sentados a su lado en los lugares celestiales.
»Además, se os ha encargado la tarea de declarar a los principados y potestades el plan eterno de Dios y de ponerlos bajo sumisión al Señor mediante el ejercicio de vuestra autoridad delegada en unión con Cristo.
»Para ello se os ha dado el Espíritu Santo. Además Cristo mismo mora en vosotros y sois un cuerpo en Él.
»Ahora permitidme que ponga todo esto en perspectiva: El diablo y los poderes malignos que libran guerra contra vosotros, aunque ya han sido derrotados por el Señor Jesús, todavía tienen libertad para seguir atacándoos una y otra vez.
»No hay por qué temer. Sólo Jesús es el Señor y vosotros tenéis victoria en Él. Sois gobernadores en Cristo y juntamente con Él en los lugares celestiales.
»Sin embargo, debéis aprender a ser fuertes en Él. Aunque el enemigo os atacará, Dios ha provisto cuanto necesitáis para ser soldados victoriosos en Cristo. Dejad que os diga cómo puede efectuarse esto en la vida diaria».
La expresión «por lo demás» va seguida de tres imperativos: «fortaleceos» (v. 10); «vestíos» (v. 11); y «tomad» (v. 13). Los dos últimos se refieren a la armadura de Dios.
Estos imperativos, expresa Arnold, «tienen un significado parecido[ … ] destacan la necesidad de fortaleza divina para resistir al enemigo».6
Arnold dice también que el uso que hace Pablo de la conjunción oun («por tanto», vv. 13, 14) introduce la principal exhortación del versículo 14, con una referencia global a la necesidad de poder divino debido a la naturaleza sobrenatural, poderosa y taimada de los enemigos que se revela en el versículo 12. Y luego añade que «el versículo 12 actúa como una explicación del carácter del adversario y no a modo de elemento central en el desarrollo de Efesios 6.10–20» como sugieren algunos comentaristas.
El imperativo stête («estad firmes», v. 14) se ha considerado de manera correcta como la exhortación principal de este pasaje. El consejo de que adquieran fortaleza y capacitación divinas no lo ha dado el autor como un fin en sí mismo. Esa fortaleza es necesaria para un propósito particular: que el creyente sea capaz de estar firme contra las «potestades» malignas y pueda resistirlas con éxito (vv. 11, 13, 14). El «estad firmes» de este versículo se convierte por tanto en el mandamiento central del pasaje.
Estad, pues, firmes
Una vez que Pablo ha dado su principal mandamiento, «estad firmes» (v. 14), prosigue con cuatro participios de imperativo (vv. 14–16): perizosámenoi, «ciñendo»; endysámenoi, «vistiendo»; hypodesámenoi, «calzando»; y analabóntes, «tomando».
Éstos van seguidos del segundo verbo en imperativo de la serie: analábete (de analambáno, «tomar», v. 13). Vine dice que significa «recibir con una recepción intencional y bien dispuesta lo que se ofrece[ … ] tomar con la mano, agarrar, asir algo».8
Arnold escribe que estos mandatos no introducen una serie independiente de exhortaciones. Todos ellos dependen de stête, «estad firmes» (v. 14).9
Los versículos 14–20 en su totalidad dependen por tanto del pensamiento principal expresado en el versículo 14: «¡Estad, pues, firmes!» Todas las otras ideas se hallan subordinadas a esta meta última, para alcanzar la cual se proveen la armadura y el poder divinos. Los adversarios son descritos en detalle para que el lector pueda conocer la naturaleza de aquellos a quienes tiene que resistir. Incluso la oración se presenta bajo el prisma de la resistencia.
Fortaleceos
Con esta panorámica como base, volvemos al lugar donde comienza Pablo (v. 10a). Lincoln dice que el apóstol utiliza aquí un mandato en forma pasiva «sed fortalecidos», el cual destaca la idea de que «la fuerza ha de obtenerse de una fuente externa, y corresponde a la voz pasiva de la oración de Efesios 3.16: “Dios os dé[ … ] el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu"». Luego sigue explicando que «dicha fuente externa es “el Señor”, y estas palabras nos recuerdan de nuevo al Antiguo Testamento (cf. 1 Samuel 30.6; “David se fortaleció en Jehová su Dios”; Zacarías 10.12: “Yo los fortaleceré en Jehová”)».10
Arnold comenta en el 6.10 sobre la fuente de poder que el creyente tiene en el Señor, y dice que esta «expresión no sólo describe a la persona con la que los lectores han sido unidos, sino que también se refiere a la esfera o la nueva serie de condiciones en que viven, en el reino de la luz (5.8ss). Ya no están sujetos a la tiranía de una vida bajo el control del príncipe de la potestad del aire (2.2), sino que se hallan bajo el gobierno amoroso de Cristo el Señor».11
Luego añade que «Grundmann ha comentado con acierto: “Este lugar [en Cristo] está cargado en buena medida del poder superior que pertenece a Jesús”. Por tal razón puede exhortarse a los lectores a ser fuertes».12
Teniendo en cuenta esto, Arnold escribe que la fuente de esa fuerza «se define con exactitud como existir “en el poder de su [del Señor] fuerza”». Estos son los mismos términos que emplea el autor para describir el poder divino que efectuó la resurrección y la exaltación de Cristo (1.19, 20)». Por eso explica que Pablo «afirma que los creyentes tienen acceso a este amplio poder divino que ya ha demostrado ser suficiente para vencer la poderosa oposición diabólica».13
Siguiendo con el versículo 10, observamos las dos acepciones del término poder: krátos, «poder», e ischys, «fuerza». Arnold comenta al respecto que «se encuentran asociados en un pasaje de Isaías (40.26) en el cual puede que el autor estuviese pensando mientras escribía Efesios 6.10».14
Luego dice que Pablo «parece deber a Isaías muchos de sus términos y metáforas, en particular los relativos a la armadura». Tanto Arnold como Lincoln se refieren al uso que hace el apóstol del Antiguo Testamento, principalmente del profeta Isaías, en todas las imágenes de guerra que da en Efesios 6. El primero afirma que el único pasaje del Antiguo Testamento que sobresale como una correspondencia significativa de Efesios 6.10ss es Isaías 52.
Arnold comenta que «la amplia similitud de ideas con Efesios (en especial con el capítulo 6) que se da en el contexto más amplio de Isaías 52 sugiere que nuestro autor pensaba en todo ese pasaje mientras escribía».15
El enemigo q ue enfrentamos
Después de rogar a los creyentes que se fortalezcan en la fuerza y el poder del Señor poniéndose la armadura de Dios, Pablo presenta las razones de su grito de guerra en los versículos 11 y 12, y dice que:
1. Necesitan «estar firmes contra las asechanzas del diablo» (v. 11d).
2. No se enfrentan a enemigos humanos (v. 12a).
3. Luchan contra una jerarquía o ejército complejo de seres sobrenaturales perversos que han infiltrado por completo los cielos y ejercen gran control sobre la tierra (v. 12b).
El «estad firmes» del versículo 14 es una repetición de los dos anteriores (vv. 11b, 13b), y refuerza la idea de que es el mandato principal en torno al cual gira todo lo demás. Eadie dice que la construcción de «estar firmes contra» (v. 11b) en el griego es una expresión militar: «estar firme frente a otro con la intención de oponérsele». Y cita fuentes seculares que revelan dicho uso.16 Por tanto encaja bien en el simbolismo militar del «por y contra» que utiliza Pablo en estos versículos.
Este planteamiento militar, según el apóstol, no va dirigido contra los hombres, sino contra el diablo y sus poderes demoníacos de alto rango (vv. 11, 12). La referencia que hace Pablo al principal enemigo cósmico del creyente llamándolo «el diablo“ como aquí (v. 11) y en Efesios 4.27 es única en sus escritos. El apóstol sólo utiliza este término en Efesios y en Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14. El título que más emplea para referirse al diablo es «Satanás»; y también usa «el maligno» en el presente pasaje (v. 16) y en 2 Tesalonicenses 3.3. En 2 Corintios 11.3 lo llama «la serpiente», y «el dios de este siglo» en 2 Corintios 4.3, 4. Luego lo denomina «Belial» en 2 Corintios 6.15 y «el tentador» en 1 Tesalonicenses 3.5. Además, tenemos todos los términos de poder que identifican a los principados y potestades, y que incluirían también al diablo al ser éste el supremo principado cósmico maligno.
Pero no sólo nos enfrentamos al diablo, sino que hemos de habérnoslas asimismo con sus asechanzas (6.11). «Asechanzas» es la traducción del término griego methodeía, que siempre se utiliza en sentido negativo en el Nuevo Testamento. Vine dice que significa:
[ … ] astucia, engaño (metá, después, hodós, lejos), ardid, estratagema; en Efesios 4.14 se traduce por «artimañas» (del error)[ … ] (con miras al) arte (singular) del engaño.17 La idea detrás de methodeía es el engaño.
El apóstol nos advierte que todo el sistema de guerra del diablo contra nosotros se basa en la mentira. Eadie hace una excelente observación a este respecto y dice que Satanás tiene un método de lucha muy particular, ya que consiste en «artimañas». Sus batallas son la embestida de emboscadas repentinas. No pelea en un campo de batalla, sino que emplea el asalto súbito y el ataque artero y feroz.18
Los enemigos que enfrentamos
El versículo 12 es sin duda uno de los más notables de toda la Biblia sobre la guerra espiritual. Pablo dice que luchamos contra principados y potestades cósmicos de alto rango y una maldad absoluta. «Lucha» en griego es pále, un término que sólo aparece esta vez en el Nuevo Testamento.19 Wuest señala que dicho término del atletismo griego se refiere a:
[ … ] una competición entre dos, cada uno de los cuales trata de derribar al otro … Cuando consideramos que al perdedor en una competición griega de lucha se le sacaban los ojos con la consiguiente pérdida de la visión para el resto de sus días, podemos hacernos una idea de la reacción que despertaría en los griegos efesios la ilustración de Pablo. La lucha del cristiano contra los poderes de las tinieblas no es menos desesperada ni ominosa.20
El cambio que hace Pablo de la metáfora del soldado a la del luchador, y luego a la del soldado, no debería sorprendernos, ya que a veces, en el combate cuerpo a cuerpo, el soldado es también un luchador. El apóstol quizás utilizó esta imagen del luchador, más que todo, para destacar ese punto.
Hasta ahora Pablo ha estado hablando en general de los principados y potestades malignos. En primera instancia, en Efesios 1.21, hizo una quíntuple clasificación de esos poderes: principado, autoridad, poder, señorío y nombre. A continuación, en el 4.8, se refirió a la «cautividad», es obvio que también un concepto de poder perverso. Luego, en Efesios 3.10, Pablo menciona a «los principados y potestades», y en el 4.27 habla por primera vez del diablo. Ahora, en Efesios 6, el apóstol reúne al diablo (v. 11), el maligno (v. 16) y los principados y potestades (v. 12). Por vez primera afirma de un modo claro lo que había estado diciendo tácitamente: que nuestra batalla contra el diablo no es contra él en persona o de forma individual sino sólo a través de los ataques que nos lanza por medio de los principados y potestades cósmicos malignos de alto rango.
Esta es la tercera vez en Efesios que Pablo utiliza sus dos términos básicos para referirse a los principados y potestades perversos: archaí, principados, y exousía, potestades o autoridades (1.20 y 3.10).21 Me gusta el comentario que hace John Eadie sobre Efesios 1.21, donde estas dos palabras se utilizan por primera vez en la epístola junto con dynámeos, «poder», y kyriótetos, «señorío». Dice Eadie: «Resulta imposible para nosotros determinar qué diferencia hay entre estas palabras y los blasones celestiales que describen».22
Esta es una buena afirmación. Eadie reconoce que Pablo no trata de ser técnico en este pasaje, sino que simplemente acumula palabras para describir la imponente y compleja jerarquía de lo sobrenatural maligno contra la cual está en guerra el creyente. Y lo mismo sucede con Efesios 6.12. Las demás observaciones de Eadie respaldan de manera enérgica esta interpretación más flexible de tales conceptos de poder. Eadie dice que el orden de poder de Efesios 1.21, con arché y exousía citados en primer término, al igual que el de Efesios 6.12, se ven invertidos en Colosenses 1.16, donde ambos términos aparecen al final de la lista. Luego menciona que el último término de poder, kyri̊tetos (1.21), ocupa el primer lugar de la lista de Colosenses 1.16.
Eadie hace un comentario interesante acerca de la posible conexión que hay entre los cuatro términos de poder tal y como se utilizan en un principio en Efesios 1.21: «Quien posee la arché, dice, goza y manifiesta la exousía, y el que está investido de dynamis, la ejerce en el kyriótes que le es designado».23
El apóstol coloca a continuación de los principados y potestades una expresión que no se utiliza en ninguna otra parte del Nuevo Testamento o la Septuaginta: toùs kosmokrátoras toû skótous toútou, «los gobernadores de las tinieblas de este siglo». Arnold intenta descubrir el origen de tal expresión, como también otros comentaristas, llegando, con muchos de ellos, a la conclusión de que no fue inventada por Pablo, sino que éste la tomó prestada del mundo en que vivían los creyentes. Arnold dice que la evidencia sugiere que dicha expresión era «corriente tanto en la tradición mágica como en el mundo de la astrología cuando el autor escribió esta epístola».
El término se da varias veces en los papiros mágicos, «utilizado como uno de los títulos descriptivos de varios espíritus-dioses invocados para ayudar al mago, … [y] como uno de los muchos títulos del dios Helios».24 Arnold esboza algunos de los resultados de la amplia investigación que llevó a cabo sobre el uso religioso de la expresión citada en el primer siglo a. C.25 y dice que «el empleo de kosmokrátor parece ser un ejemplo claro de la utilización por parte del autor de Efesios de un término procedente de la tradición mágica o astrológica. También se trata quizás de uno de los “nombres que se nombran”» a que hace alusión el apóstol (Efesios 1.21).
Arnold afirma que «el autor reinterpreta el significado de kosmokrátor para los lectores cristianos. No se trata de una sola entidad, sino de varias (el término está en plural)». Y añade que al «kosmokrátor no se le considera omnipotente, sino que es colocado junto a los principados y “potestades” bajo el liderazgo del diablo. Lejos de tratarse de deidades benéficas o útiles, los kosmokrátores son contados como espíritus malos (pneumatiká) de “las tinieblas”».
A continuación, Arnold dice que «la forma en que se utiliza el término en este contexto puede considerarse como la interpretación que hace el autor de la Artemisa efesia». También podría incluir a Helios, Serapis u otras deidades con supuesto poder cósmico.
Así que aquellos creyentes que en otro tiempo habían adorado a Artemisa o practicado la magia, ahora reciben la instrucción de Pablo en cuanto a cómo deben considerar a las divinidades o los espíritus en los cuales antes ponían su fe. Arnold dice que las deidades paganas «son emisarios poderosos y perversos del diablo mismo a los cuales hay que resistir con la poderosa armadura de Dios».
Esto nos recuerda el tratamiento que hace Pablo de los ídolos y sus demonios en 1 Corintios 10.20–21: «Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios [daimonía] lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios». Arnold relaciona a los ídolos con los espíritus de Efesios 6, y luego señala que «Pablo creía que un cristiano corintio se vincularía realmente a las “potestades” demoníacas si participaba en la comunión de la mesa de las deidades paganas[ … ] Una ofrenda traída a éstas ponía a la persona bajo la influencia de dichas “potestades” demoníacas, lo cual se debía a que los cultos paganos eran instrumentos del reino de Satanás».
Acto seguido, Arnold señala que «esta íntima asociación de los dioses paganos con los “demonios” también se encuentra en la Septuaginta. El Salmo 95.5 de esa versión dice: “Porque todos los dioses de los gentiles son demonios” (véanse también Deuteronomio 32.7; Baraíta 4.7; Jub. 22.16, 17). La identificación de los dioses de los paganos con demonios se hizo aún más explícita en el judaísmo posterior».
¿Qué diría Pablo si estuviera dirigiendo estas palabras a nuestro contexto religioso actual en Occidente? Hoy tenemos demonios de materialismo, intelectualismo, culto al yo, búsqueda del poder, de la posición, del placer y de las posesiones. En la esfera religiosa contamos con lo mismo que los efesios tenían excepto el templo físico de Artemisa. Ocupando su lugar, en cambio, están los muchos santuarios materiales además del templo místico del movimiento de la Nueva Era. Por otra parte, el ocultismo y el satanismo modernos, que se extienden tan rápido por todo el mundo, son una réplica de los aspectos más viles y groseros del mundo espiritual religioso que se daban entre los practicantes de la magia en tiempos de Pablo. Cierta minoría poderosa está entregada a una maldad satánica religiosa abominable.
En la mayor parte del mundo los dioses de los no cristianos son muy semejantes a aquellos de Éfeso, aunque tengan nombres distintos. Las potestades cósmicas malignas de alto rango controlan estos sistemas contemporáneos de deidades, espíritus y magia.
Hay un área más que debemos considerar en la que se percibe la obra de los poderes malignos entre la humanidad: la estrategia de la perversidad espiritual para manipular las instituciones y las estructuras sociales humanas de tal manera que generen perversidad entre los hombres. El paladín de esta concepción más institucionalizada y sociocultural de la maldad diabólica es Walter Wink, quien dice que debemos entender que aquí, en Efesios 6.12, Pablo incluye:
[ … ] a todos los archaí y exousíai … no sólo divinos, sino también humanos; no sólo personales, sino estructurales; no sólo a los demonios y reyes, sino también el ambiente y el poder del mundo conferido a instituciones, leyes, tradiciones y rituales. Ya que es el efecto acumulado y sumado de todas estas cosas juntas lo que crea la sensación de esclavitud a una «potestad de las tinieblas» (véase Colosenses 1.13) presidida por poderes superiores.26
Wink sostiene que kosmokrátoras incluye a todos aquellos que tienen supremacía en el mundo, el espíritu de imperio y:
[ … ] toda forma de idolatría institucional por medio de la cual la religión, el comercio, la educación y el Estado hacen de su propio bienestar y supervivencia el criterio definitivo de moralidad y justifican la eliminación de los profetas, la persecución de los disidentes y el ostracismo de los rivales.
Wink sigue diciendo que hay que luchar contra «la dimensión suprahumana del poder en las instituciones y en el cosmos, y no [contra] los simples agentes humanos». La institución se perpetuará sin tener en cuenta el agente humano «porque eso es lo que[ … ] precisa para su supervivencia». Por último, expresa que «la característica suprahumana es lo que da ese carácter aparentemente “celestial”, mayor que la vida y casi eterno a los poderes».27
Aunque desde lo más profundo de mi ser surge una respuesta favorable a las palabras de Wink, debo destacar la fuerte dimensión sobrehumana personal, además de social, que tiene este tema de la guerra contra los poderes malignos. En realidad es esa dimensión espiritual personal la que parece estar principalmente en el foco de atención de Pablo en Efesios 6.10–20.
Por último, el apóstol dice que nos encontramos en guerra con las pneumatikà tês ponerías en toîs epouraníois, «(huestes) espirituales de maldad en las regiones celestes». Arnold comenta que con esta expresión Pablo acaba su lista de poderes haciendo una «mención global de todas las clases de espíritus hostiles: tà pneumatikààtês ponerías». Y añade que el «término debería considerarse como una expresión alternativa a pneûma [espíritu] y no a pneúmata [espiritual]. Los creyentes tienen que estar preparados para enfrentarse a todas las fuerzas malignas en la batalla».28
Eadie aporta un comentario notable, inspirador y perspicaz, al decir que para «estimular a los soldados cristianos, el apóstol pone muy de relieve el terrible enemigo al que son llamados a enfrentarse». Y dice que :
[ … ] su posición, no son subalternos, sino adversarios de alto rango, la nobleza y los caudillos del mundo espiritual caído; en cuanto a su cargo, tienen por campo de acción «las tinieblas de este siglo», donde ejercen su dominio imperial; en cuanto a su esencia, no están estorbados por un cuerpo animal, sino que son «espíritus»; y en cuanto a su carácter, son malignos, su capacidad para hacer el mal sólo se ve superada por su deseo de producirlo.29
Por último, Eadie dice que «su naturaleza es perversa, su encomienda también y su obra tiene ese mismo carácter. Son simplemente malos tanto en su esencia como en su actuación.» He aquí por tanto al enemigo y sus ejércitos, con quienes nos enfrentamos en la batalla.
Armas ofensivas y defensivas
Muchos comentaristas y predicadores afirman que todas las armas mencionadas en Efesios 6.14–17 son defensivas, con la posible excepción de la espada del Espíritu. ¿Es esto en realidad así? No. Un guerrero que jamás ataca a su enemigo y se limita sólo a defenderse está atrapado y un ejército que hace lo mismo no es apto para la guerra. Del mismo modo, una iglesia que no se lanza a la batalla sino que permanece quieta, a la defensiva, ya ha sido derrotada. En la guerra espiritual la mejor defensa consiste en atacar.
Resulta gracioso observar el gesto de asentimiento que hacen uno tras otro los eruditos respecto a que las armas enumeradas aquí son todas «defensivas». [ … ] El Pentágono dice lo mismo sobre los misiles nucleares[ … ] Los términos que se emplean están sacados directamente del equipo de los legionarios y la metáfora presenta a la iglesia como un cúneo romano, la formación militar más terrible y eficaz conocida hasta entonces y durante los próximos mil años siguientes.
Wink dice que Pablo describe una armadura que es tanto ofensiva como defensiva. Aunque el escudo, el yelmo, la coraza y el cinto fueran todos defensivos, el resto de las piezas tenían carácter ofensivo. El «escudo redondo de los primeros legionarios [romanos] hacía mucho que había sido alargado (el scutum); dos tercios del mismo les cubrían ahora el cuerpo y un tercio protegía a su compañero de la izquierda. Esta inteligente innovación fomentó las filas apretadas, ya que cada luchador dependía en parte de la protección de su vecino». El cúneo romano servía para protegerse, aunque los soldados estaban atacando. Pablo omite el pilum (jabalina) del legionario y el pugio (la daga), sin embargo esta última se llevaba en el cinto y puede considerarse implícita en el ceñido de los lomos. El pilum servía más para desarmar que para matar al enemigo. «La ausencia de estas cosas no justifica el considerar el gladius (espada) como un arma “defensiva”, ya que era la pieza principal conque contaba la devastadora eficacia militar del ejército romano».
Refiriéndose a las tres veces que Pablo repite la expresión «estar firmes», Wink dice que «quizá esto ha contribuido a forjar la idea de que el cristiano no se dedica tanto al ataque como a tratar de no verse abrumado». Y luego cita a Crisóstomo, quien estaba familiarizado con las costumbres de la Legión, para aclarar el sentido de ese «estar firmes»: «La primerísima característica de la táctica militar es saber resistir bien, muchas cosas dependen de ello[ … ] No hay duda, por tanto, de que el significado que (Pablo) quiere darle no es el de resistir de cualquier manera, sino en la forma correcta».
Wink mismo se refiere al «estar firmes» de los versículos 11 y 14 y expresa que tiene «el sentido de “ordenar una formación militar para el combate”». En el versículo 13, la expresión:
[ … ] se refiere a la posición triunfante del vencedor. En el versículo precedente está relacionada con katergasámenoi; y Bauer la traduce por «después de mostrarse victorioso sobre todo, resistir». El escritor no concibe aquí la vida cristiana, en modo alguno, como una operación de resistencia desesperada, retaguardia o carácter defensivo, sino que se trata de una guerra contra los poderes malignos. Describe a la iglesia llevando la batalla a las líneas enemigas, y espera que ésta obtendrá la victoria.31 (Cursivas añadidas.)
Por último, Wink dice que «se recomienda mucho a la iglesia que contra un mal de esta clase resista hombro a hombro, con los escudos solapándose entre sí. De ahí que esta enseñanza sobre armamento se utilice en plural a lo largo de todo el párrafo». Y luego continúa diciendo que:
[ … ] está dirigida, no a los individuos, sino a todo el pueblo de Dios. A veces pueden necesitarse esfuerzos individuales, pero es mucho mejor cuando muchos, cada uno equipado de esta manera, son capaces de luchar (pále, 6.12) juntos y tal vez incluso «mostrarse victoriosos sobre todo[ … ] Todo ello, por tanto, figura en la tarea de la iglesia respecto a los poderes.32
Un vistazo a cada pieza de la armadura
Lincoln dice que la presentación que hace Pablo de las diferentes partes de la armadura de Dios «demuestra lo que significa haber cumplido todos los requisitos para la batalla, y explica la manera de estar firme».33
1. Los lomos ceñidos con la verdad (v. 14b). El verbo en voz media significa que el cristiano debe ceñirse a sí mismo con la verdad. En Lucas 12.35, 37 y 17.8, el ceñir los lomos es señal de disposición para el servicio.
Lincoln piensa que tal vez el origen de las imágenes de Pablo fue más el Antiguo Testamento que el soldado romano. «La influencia primordial sobre la elección de la terminología por parte del autor en este punto es la versión de Isaías 11.5 de la Septuaginta, donde se dice que el Rey-Mesías tiene la justicia ciñendo sus lomos y la verdad vistiendo sus costados».34 Luego cita a E. Levine, quien, según expresa, «pretende que todas esas referencias encierran todavía alusiones a las prácticas de lucha con cinturón del antiguo Cercano Oriente y que dicho cinturón llegó a ser símbolo de los soldados listos para la batalla».
En este punto a menudo se plantea la cuestión de cuál es la verdad en la que Pablo está pensando. Las dos respuestas que se dan con más frecuencia son: la verdad es la palabra de verdad, es decir, el evangelio y Jesús como la verdad; y, la verdad es la ausencia de todo engaño. Lincoln expresa que «puesto que la verdad en la versión de Isaías 11.5 de la Septuaginta se refería a la fidelidad y la lealtad, y que lo que allí se decía del Mesías se aplica ahora a los creyentes, es probable que ese sea también el énfasis de «la verdad» en este versículo».35 Otros discrepan de tal planteamiento y dicen que la verdad aquí es la del evangelio (1.13), ya que Pablo ha utilizado constantemente «verdad» de esta manera en el libro.
¿Quién tiene razón? En vista del énfasis sobre el poder en Efesios, me inclino por la última opción. Es el evangelio lo que constituye el «poder de Dios para salvación». Arnold expresa que «los que viven bajo la influencia del poderoso evangelio y “andan en la luz” vivirán por la verdad y hablarán la verdad (4.25; 5.9), y por tanto resistirán al diablo, no dándole lugar (4.27)».36 Esto es un choque de verdad.
2. La coraza de justicia (v. 14b). De nuevo tenemos la voz media. Ponerse la coraza de justicia es tarea de cada creyente individual. Aquí también llegamos a dos interpretaciones de la idea de justicia. La primera es que «justicia» significa una vida recta. La segunda es que se trata de la justicia provista en el evangelio. Wuest dice en cuanto a esto: «No se trata de la justicia que justifica, sino de aquella que nos santifica».37
Adoptando la misma posición, Lincoln vuelve a tomar prestada del Antiguo Testamento una metáfora y dice que «la coraza de justicia era parte de la armadura de Yahvé en la descripción que encontramos en Isaías 59.17 y Sabiduría 15.18 (cf. también Isaías 11.5, donde la justicia es el cinto del Mesías).38 Luego, refiriéndose a 1 Tesalonicenses 5.8, expresa que «Pablo había hecho de las virtudes de la fe y el amor la coraza del cristiano, pero asimismo describió la justicia como algo necesario para la batalla al hablar de las “armas de justicia a diestra y a siniestra” en 2 Corintios 6.7».39
Si el autor de Efesios refleja algo de la tradición paulina en su uso de «justicia», el concepto de poder divino está claramente presente. Pablo escribe que la razón por la que el evangelio puede describirse como poder de Dios tiene que ver con el hecho de que revela la justicia divina (Romanos 1.16). Por tanto, se presenta la justicia de Dios como divino poder.
Aunque considero que hay cierta verdad en ambas opiniones, creo sin embargo que Arnold tiene razón en su enfoque de poder. En este contexto, la justicia de Dios es un término de poder. El don de la justicia de Dios al creyente derrota por completo al enemigo. Dicha justicia, a su vez, transforma la vida del creyente. El resultado de haber experimentado la justicia divina es una vida recta.
3. Los pies calzados con el apresto del evangelio de la paz (v.15). Aquí tenemos de nuevo dos opciones principales. Algunos dicen que el foco de atención está en la evangelización. A medida que avancemos, de ahí el simbolismo de las sandalias del soldado, encontraremos oposición. En medio de la guerra, el único mensaje de paz es el nuestro. Lincoln adelanta la segunda opinión. Según él, aquí Pablo se refiere a la disposición para la guerra espiritual, lo cual es consecuente con la enseñanza principal de todo el pasaje de Efesios 6.10–20. Comenta que el apóstol está influido más que todo por el lenguaje de un texto del Antiguo Testamento «el cual menciona los pies en relación con el anuncio del evangelio de paz. El texto en cuestión es la versión de la Septuaginta de Isaías 52.7, “como los pies de uno que predica buenas nuevas de paz” (cf. también Nahum 1.15)».
Lincoln menciona que «Pablo ha utilizado este versículo en relación con el predicador del evangelio en Romanos 10.15», y cree que en Efesios el «escritor vincula el equipamiento de los pies, no con la proclamación del evangelio de paz sino con la hetoimasía, el “apresto” o disposición del evangelio de la paz». Lincoln afirma que «el término no significa en realidad, en ninguna parte, “paso firme” y que su sentido más común es disposición, apresto o preparación (cf., p. ej. LXX Salmo 9.17; Sabiduría 13.12; Ep. Aris. 182; Josefo, Ant. 10.1.2, 9 V.L.)».41
Termina diciendo que «la referencia no es, por tanto, a la disposición para proclamar el evangelio[ … ] sino a la disposición o el apresto para el combate y para la firmeza en la batalla que otorga el evangelio de la paz (cf. también Meyer, 334–34; Abbot, 185; Hendriksen, 277)». Aunque puede que Lincoln esté en lo cierto, una posición no excluye necesariamente la otra.
4. El escudo de la fe (v. 16). Lincoln acude al Antiguo Testamento otra vez y dice que «el escudo era utilizado como una imagen de la protección de Dios para su pueblo (cf. p. ej., Génesis 15.1; Salmo 5.2; 18.2, 30, 35; 28.7; 33.20; 35.2; 59.11; 91.4; 115.9–11; 144.1)». Luego afirma que Pablo emplea aquí thyreós o scutum para indicar el escudo. Se trata del «escudo grande, de 1, 25 m. de largo y 1 m. de ancho, que describe Polibio 6.23.2 como la primera parte de la panoplia romana y que protegía todo el cuerpo».42
Lincoln considera luego el lugar de la fe en Efesios. «La fe», dice, «echa mano de los recursos de Dios en medio de los feroces ataques del mal y produce la firme resolución que apaga cuanto el enemigo lanza contra el creyente (cf. también 1 Tesalonicenses 5.8, donde la fe forma parte de la coraza y 1 Pedro 5.8, 9 donde se dice que es necesaria la fe firme para resistir al diablo)».
Luego se refiere a esa afirmación de Pablo en cuanto a que «la fe capacitará al creyente para “apagar todos los dardos de fuego del maligno”. Los dardos de fuego aparecen en el Antiguo Testamento en el Salmo 7.13 y Proverbios 26.18. Se trata de los malleoli, flechas con la punta embadurnada de brea inflamable que se lanzan una vez encendidas». Y dice que «Livio (Hist. 21.8) describe de modo gráfico cómo esos dardos, incluso cuando no alcanzaban el cuerpo al ser detenidos por el escudo, causaban terror, ya que ardían en furia y los soldados se sentían tentados a arrojar sus escudos llameantes y hacerse vulnerables a las lanzas de sus enemigos».
Luego aplica esto a Efesios 6.16, y dice: «Aquí, los dardos de fuego representan todo tipo de ataque ideado por el maligno, no sólo la tentación a una conducta impura o carente de amor, sino también la enseñanza falsa, la persecución, la duda y la desesperación. La fe es el poder que capacita a los creyentes para resistir y triunfar sobre dichos ataques».43
5. El yelmo de la salvación (v. 17). Pablo introduce las siguientes dos piezas de la armadura con otro cambio de verbos. El primero, «tomar» se aplica a los dos próximos elementos de dicha armadura: «el yelmo de la salvación» y «la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios». Escribiendo en el Expositor’s Greek New Testament, S. D. F. Salomon dice: «Aquí el verbo tiene su propio significado; no es sólo “tomar”, sino “recibir”. A saber, como un don del Señor; algo que Él proporciona y ofrece».44
El yelmo es, naturalmente, necesario para proteger la cabeza. Seguro que Pablo está citando Isaías 59.17:
Pues de justicia se vistió como de una coraza,
Con yelmo de salvación en su cabeza.
¡Unas palabras en verdad maravillosas! El yelmo de la salvación nos protege contra el más fatal de los golpes que puede sufrir un hijo de Dios: las dudas acerca de su aceptación, tal y como es, por el Señor.
Lincoln dice que para Pablo:
[ … ] lo que en última instancia protege a los creyentes es que Dios ya los ha rescatado de la esclavitud del príncipe de la potestad del aire y los ha sentado con Cristo en las esferas celestiales (cf. 2.1–10). Al apropiarse de esta salvación como yelmo, los cristianos tienen todos los motivos para ser confiados en cuanto al resultado de la batalla.45
6. La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (v. 17). Aquí Pablo utiliza dos palabras técnicas. Una de ellas es «espada» y la otra «la Palabra de Dios». Por primera vez en Efesios, se considera al Espíritu Santo como el poder que está detrás del uso por el guerrero cristiano de la Palabra de Dios, que es la espada que el Señor le ha dado para la batalla.
De nuevo Lincoln tiene algo bueno que decirnos, y es que la «espada corta y afilada (máchaira en contraste con rhomphaía, la espada larga) era el arma ofensiva crucial en el combate cuerpo a cuerpo». Luego menciona que esta «espada no representa al Espíritu, sino a la “Palabra de Dios”», y afirma con sabiduría que «el Espíritu no es tanto quien proporciona la espada (el yelmo y dicha espada se reciben de Dios) como el que le confiere a ésta su eficacia, su filo[ … ] (cf. Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 4.12)».
Lincoln menciona a continuación 2 Tesalonicenses 2.8: «El Señor Jesús matará al inicuo con el espíritu de su boca», citando también Isaías 11.4. Luego nos recuerda que en Apocalipsis «Cristo pelea con la espada de su boca y su palabra revela los hechos de la gente como son en realidad» (cf. 1.16; 2.12, 16; 19.13, 15).
Lincoln dice que en:
[ … ] Efesios, sin embargo, cuando el soldado cristiano esgrime la espada de la palabra, no es en primer lugar la espada del juicio, sino aquella de las buenas nuevas de salvación. Esa palabra, aquí rhêma, no l̊gos, se refiere al evangelio (cf. también 5.26; Romanos 10.18; 1 Pedro 1.25). Se trata de «la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación» (1.13), el «evangelio de la paz» (6.15).46
Por último, Lincoln afirma que «mientras la iglesia sigue siendo la comunidad reconciliada y reconciliadora, el evangelio vence a los espíritus hostiles de enemistad y lleva a cabo los propósitos salvíficos de Dios».47
Al concluir la descripción que hace Pablo de la armadura divina la cual Dios ha provisto al guerrero cristiano, descubrimos que el apóstol aún no ha terminado (vv. 18–20). Aunque la oración no debe considerarse como una pieza adicional de la armadura, está directamente relacionada con todo lo que Pablo ha dicho en los versículos 10–17.
Sin embargo, la oración no es la séptima pieza de la armadura espiritual. Es algo demasiado magnífico, demasiado fundamental, demasiado esencial, demasiado global para enumerarlo como una simple pieza más de dicha armadura, por muy importante que esas piezas sean.
Me gusta la forma de expresarlo de Arnold, quien dice que la llamada de Pablo a la oración «completa su presentación del armamento espiritual». El «autor parece otorgar a la oración un lugar más prominente que un séptimo puesto en la lista de las armas espirituales[ … ] y mantiene una continuidad estructural con la descripción anterior de las armas empleando un participio (proseuchómenoi) todavía dependiente del verbo principal, “estad firmes”, en el versículo 14».48
Arnold se imagina a Pablo queriendo que «sus lectores comprendan que la oración es un arma espiritual esencial, pero más que eso». Y añade que «resulta fundamental para el despliegue de todas las demás armas».49 En realidad, constituye la clave para la guerra eficaz contra los poderes cósmicos perversos de alto rango. En Efesios 6 es el contexto total donde la guerra espiritual se libra y se gana.
J. O. Fraser y la Misión en el Interior de China
Hasta qué punto es fundamental la oración para el despliegue de todas las demás armas queda ilustrado por la historia de J. O. Fraser, miembro de la entonces llamada Misión en el Interior de China y ahora OMF (Overseas Missionary Fellowship). Fraser, misionero británico, trabajó entre los miembros de la tribu lisu, en el suroeste de China, desde 1909 hasta su muerte en 1938. Me baso en la biografía de este misionero escrita por la señora de Howard Taylor titulada Behind the Ranges, Fraser of Lisuland [Detrás del horizonte, Fraser de Lisu].50 Cito libremente tanto de las palabras de Fraser como de aquellas de la señora Taylor con permiso del editor.
Para los lisúes, la conversión había de suponer liberación del miedo a los espíritus demoníacos a quienes adoraban, es decir un choque de poder. Cuando esto no sucedía, con frecuencia volvían al culto a dichos espíritus. Los primeros años de ministerio de Fraser fueron difíciles, hasta que observó que uno de sus principales problemas era la ignorancia que tenía del mundo espiritual. Tal desconocimiento por su parte perjudicaba en exceso a sus convertidos, quienes sufrían continuos ataques demoníacos volviendo muchos de ellos a su estilo de vida anterior para apaciguar a los abusivos espíritus.51 El resultado eran unos reveses terribles para el ministerio del misionero, quien aseguraba a sus convertidos que Jesús era más poderoso que dichos espíritus pero no sabía la forma de enseñarles el camino a la victoria. Los nuevos creyentes se veían derrotados vez tras vez por los demonios.
En un caso, por lo menos, la señora Taylor relata que algunos creyentes fueron de nuevo invadidos por los espíritus.52 «A Fraser», dice, «todavía le costaba trabajo creer que la demonización pudiera ser tan real en su época como cuando Jesús estaba sobre la tierra».53 Una de las familias claves del misionero volvió al demonismo al caer gravemente enfermo uno de sus miembros. Dios no le sanó a pesar de sus oraciones, y un adivino les dijo que debían volver a la adoración a los espíritus para que fuese curado. Así lo hicieron, y aunque su familiar murió de todas maneras ya era demasiado tarde y habían decidido servir de nuevo a aquellos espíritus que los aterrorizaban.54
Entonces Fraser, que siempre había sido un hombre de oración, comenzó a formar un equipo de intercesión en Inglaterra. No podía hacerlo en Lisuland ya que no tenía todavía creyentes fuertes allí. La señora Taylor dice que aquello «habría de dar una sensación real de poder detrás de su labor».55 Por aquel entonces el propio Fraser atravesó una profunda depresión espiritual que no sabía cómo interpretar. ¿Era causa de la soledad? ¿Se debía a la mala comida, la lucha con el idioma o el estancamiento de la obra?
A medida que el tiempo fue pasando, el misionero comprendió que había otro tipo de influencias con las que debía contar. Todo aquello en lo que había creído y se había regocijado se hizo irreal. Incluso sus oraciones parecían burlarse de él. ¿Contesta Dios la oración? La pregunta le atormentaba y a su mente venían de continuo pensamientos suicidas. La señora Taylor escribe que «sus fundamentos fueron sacudidos en lo más profundo en aquellos días y noches de conflicto». Hasta que «comprendió que detrás de todo ello había “poderes de las tinieblas” tratando de abatirle».
Entonces, la señora Taylor hace una extraordinaria afirmación: «Se había atrevido», dice, «a invadir el territorio de Satanás, bajo su yugo durante siglos». Al principio la venganza del diablo cayó sobre los lisúes que buscaban a Dios, una presa fácil. Ahora Fraser mismo estaba siendo atacado y se trataba de una lucha espiritual a muerte.
»Luego llegó la ayuda, cuando la estación de lluvias estaba en su momento más crítico. Alguien le envió una copia de The Overcomer (El vencedor), una revista que Fraser no conocía y que exponía la verdad precisa que necesitaba en aquel extraño conflicto. Esa verdad le hizo libre. La revelación que recibió mientras leía con atención aquellas gratas páginas, fue que Satanás es verdaderamente un enemigo vencido. Todo esto lo había sostenido con anterioridad como un asunto de doctrina, sin embargo ahora el hecho de que la victoria es nuestra brilló para el misionero con letras luminosas. Allí, en lo profundo de las montañas lisúes, Fraser respondió al poder liberador de la cruz. “Ellos le han vencido [al gran enemigo] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos”. En aquella pobre cabaña se había ganado la victoria que significaría vida para millares de personas».
Más tarde, Fraser contaría a la señora Taylor: «Leí una vez tras otra aquel número de El vencedor, y lo que me enseñó es que la libertad del poder del maligno viene de una resistencia decidida sobre la base de la cruz. Había descubierto que gran parte de la enseñanza espiritual que uno oye no parece resultar[ … ] Aunque se trataba de una bendita verdad, el aspecto pasivo de dejarlo todo al Señor Jesús como nuestra vida no era[ … ] lo que se necesitaba en aquel momento. Lo que me trajo luz fue la resistencia decidida sobre la base de la cruz, ya que pude experimentar que daba resultados. Me sentía como un hombre que está muriendo de sed y para el que comienza a fluir un poco de deliciosa agua fría y cristalina.
»La gente le dirá», continuó Fraser, «que tal y tal verdad es el secreto de la victoria. No, necesitamos verdades distintas en diferentes momentos. Algunos expresarán: “Mira al Señor”. Pero también “Resistid al diablo” está en la Escritura (Santiago 4.7), ¡y descubrí que resultaba!
»Aquella nube de depresión se disipó y vi que podía tener victoria en el ámbito espiritual siempre que quisiera. El Señor mismo había resistido al diablo con las palabras: “¡Apártate de mí, Satanás!” Y lo mismo hice en humilde dependencia de Él. Hablé al diablo … utilizando como armas las promesas de la Escritura. ¡Y resultaron! Uno tenía que aprender, de forma gradual, cómo emplear las armas de resistencia recién descubiertas».
Algún tiempo después Fraser fue probado por la aparición persistente y reiterada en su mente de malos pensamientos que se hacían obsesivos, hasta que cierto día partió hacia un refugio de oración escondido donde expresó su determinada resistencia a Satanás, combinando la plegaria, la adoración, la alabanza y la intercesión. Oró en el contexto de la guerra espiritual y adoptó la posición de Efesios 6.10 contra los poderes cósmicos del mal que atacaban su mente y cegaban a sus queridos lisúes.
«Proclamé la liberación sobre la base de la victoria de mi Redentor en la cruz», expresaría más tarde, «e incluso grité mi resistencia a Satanás y a todos aquellos pensamientos. La obsesión se derrumbó de inmediato, como un juego de naipes, para no volver jamás.
Santiago 4.7 está todavía en la Biblia, y nuestro Señor, ante la tumba de Lázaro, «clamó a gran voz».También lo hizo desde la cruz.« En momentos de conflicto encuentro liberación repitiendo[ … ] en voz alta, el versículo apropiado que me trae a la mente el Espíritu Santo. Es como abrirse paso con energía a través de la oposición: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros”».56
Lecciones de Fraser sobre la guerra espiritual
Examinemos algunas de las dimensiones claves que redescubrió Fraser de la guerra espiritual orientada hacia la experiencia y con base en la acción agresiva contra Satanás y los principados y potestades.
1. Se había atrevido a «invadir el territorio de Satanás». Existe tal cosa como la invasión del territorio satánico. Algunas de sus iglesias, según dijo Jesús, estaban situadas en la «sinagoga de Satanás» (Apocalipsis 2.9–11; 3.9); otras «donde está el trono de Satanás» (2.13). El Señor habló de un área regida por un espíritu de «Jezabel» (2.20–23) y otra comprometida con «las profundidades de Satanás» (2.24).
2. Por esta causa «los poderes de las tinieblas trataban de abatirle».57 «Dios no permitirá nunca que le ocurra eso a un hijo suyo obediente y lleno del Espíritu», se nos dice. «Jesús le protegerá de esos golpes tan brutales». En tal caso Fraser no debe haber sido un «hijo de Dios obediente y lleno del Espíritu», porque a él le sucedió. La señora Taylor cuenta que llegó a estar tan abrumado por Satanás que se vio tentado a cometer suicido, y eso fue «de continuo».
3. Él mismo fue atacado. Se trataba de una guerra espiritual a muerte.
4. Obtuvo la victoria al enfrentarse a la realidad de lo que ya conocía teológicamente, que «Satanás es en verdad un enemigo vencido». Cristo, nuestro Señor resucitado, ha aplastado en realidad la cabeza de la serpiente en la ignominiosa cruz. Allí expuso a los principados y potestades triunfando sobre ellos. (Véase capítulo 52.)
5. Comprendió la realidad del «ya, pero todavía no» de la guerra. Aunque ya derrotado, el diablo no estaba aún atado por completo. Tenía una cadena larga que llegaba hasta Lisú. Había que combatir a Satanás y sus demonios mediante la oración, la intercesión y la resistencia de Efesios 6.10.
6. Necesitamos verdades distintas en diferentes momentos. «Resistid al diablo» también está en la Escritura (Santiago 4.7). ¡Fraser descubrió que resultaba! Resistió al diablo verbalmente, utilizando las promesas de la Biblia como armas y resultaron. Así aprendió, de modo gradual, a utilizar las recién encontradas armas de resistencia.58
7. En la guerra espiritual la oración es la verdadera clave para la victoria, y no sólo una resistencia verbal al diablo.
8. La guerra contra los espíritus cósmicos de alto rango bien atrincherados requiere un equipo de intercesores, así como un largo período de oración y resistencia hasta alcanzar la victoria.
9. La victoria fue progresiva. Podía conseguirse, pero luego perderse de nuevo si se descuidaba la intercesión y la guerra después de los primeros triunfos.
Poco después de aquello comenzó el movimiento popular.59 «Después de horas de discutirlo, la mayoría dijo que les gustaría hacerse cristianos», contó Fraser referente a conversiones familiares. Así es como empieza un movimiento popular.
El asalto agresivo y ofensivo de las puertas del infierno se convirtió en una parte principal de su estrategia evangelística y pastoral. Después de años enteros de lucha en la oración y de predicación y enseñanza, por fin llegó la cosecha. Cuando eso ocurrió, se hizo más en unos pocos meses de siega, después de años de sembrar con lágrimas, que en todo el tiempo anterior.60
Fue en aquel contexto donde Fraser elaboró su famoso concepto de «la oración de fe».61 Él sabía que llevaría tiempo. En un área específica el hombre fuerte no se ata con unas pocas reuniones de oración, sino que requiere perseverancia. Se lleva a cabo con tiempo y una persistente oración de guerra en grupo. La carta de Fraser sobre la oración y la oración de fe contiene una enseñanza excelente para los intercesores actuales.62
La señora Taylor escribió que:
[ … ] la experiencia reciente había hecho más profunda su convicción del papel vital que Dios ha asignado a la oración intercesora en el trabajo de su reino … Pudo notar la diferencia entre la gente y los sitios por los que se había orado mucho y aquellos por los que no se había hecho. En el caso de los primeros, parecía como si la mitad del trabajo hubiera sido ya realizado; un Aliado invisible había ido delante preparando el camino. Esto hizo, no sólo que perseverara a él mismo en oración, tuviera ganas o no de hacerlo, sino que le impulsó a persuadir y alentar a los cristianos en Gran Bretaña a que hicieran lo propio.63
Aquí tenemos un relato que toca la mayor parte de las cosas que Pablo nos ha estado enseñando en cuanto a la guerra con el mundo de los espíritus: los espíritus territoriales; la oración de guerra; el guerrero espiritual que sufre en su carne graves ataques demoníacos; las batallas con opresión y depresión espiritual; la esclavitud demoníaca de los inconversos a causa del ocultismo; los poderosos espíritus cósmicos malignos de alto rango que atacan y detienen el crecimiento de los nuevos creyentes; los convertidos que recaen en su estilo de vida anterior; y la demonización de algunos cristianos.
Encontramos también las batallas del misionero con su propia teología de guerra espiritual impracticable, así como los sufrimientos graves que implica el servicio cristiano en áreas donde los espíritus territoriales de alto rango han gobernado sin oposición durante siglos.
También descubrimos choques de poder en abundancia, muchos perdidos pero la mayoría ganados. El enemigo se ve obligado a retirarse, pero nunca se rinde. Su poder sólo se rompe de modo apreciable cuando una iglesia fuerte, temerosa de Dios y que ora emerge por fin en su territorio.
Sobre todo, aquí descubrimos el lugar que ocupan la oración y la intercesión en los ministerios del reino. No se trata de una oración rápida e instantánea, sino de intercesión continua y triunfante. No la hace un solo hombre, una especie de llanero solitario orando por su cuenta, sino grupos de intercesores, a miles de kilómetros, que se unen a él en una oración persistente y sistemática.
Su carga es la oración de fe. Y cuando entra en el reposo de la fe, no deja de batallar. Continúa haciéndolo, pero ahora con la confianza de la victoria. Se trata de Efesios 6 en acción: el guerrero cristiano ataviado con toda su armadura espiritual.
1 1. Ante-Nicene Fathers, obra editada por Alexander Roberts y James Donaldson, 1981. The Nicene Fathers y Post-Nicene Fathers, editadas por Philip Schaff y Henry Wace, 1979 y 1982 respectivamente. La serie completa de 38 volúmenes ha sido publicada por Eerdmans.
2 2. Tal vez el estudio más exhaustivo que se haya hecho sea el de William Gurnall, The Christian in Complete Armor , The Banner of Truth Trust, Edimburgo, 1987.
3 3. Clinton E. Arnold, Ephesians: Power and Magic , Cambridge University Press,Cambridge, 1989, p. 103.
8 8. William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 3:255.
20 20. Kenneth Wuest, Ephesians in the Greek New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983, 1:141.
44 44. S. D. F. Salmond, en W. R. Nicoll, The Expositor’s Greek New Testament , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 3:388.
50 50. Mrs. Howard Taylor, Behind the Ranges, Fraser of Lisuland , Overseas Missionary Fellowship, Londres, 1956.
52 52. Ibid. 68. Nuevamente la historia de la iglesia revela que bajo condiciones inusuales de pecado, los verdaderos creyentes pueden ser otra vez invadidos por los malos espíritus sin pérdida de su salvación.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
52
Hebreos, las epístolas universales y los escritos Juaninos
La dimensión de guerra espiritual que vamos a examinar con brevedad en Hebreos se limita al capítulo 2, versículos 14 y 15. Después de hacer su defensa de la superioridad del Señor Jesús tanto sobre los profetas (1.1–3) como sobre los ángeles (1.4–14), Pablo1 escribe que nos guardemos de apartarnos de la eterna verdad de esa salvación tan grande que Él proveyó (2.1–4). Dicha salvación es consumada por la subordinación temporal pero auténtica del Hijo, «que fue hecho un poco menor que los ángeles» (2.9) en la encarnación. Ya que los que tienen que ser redimidos son carne y sangre, Jesús participó de lo mismo. Pablo dice que él fue en realidad uno de nosotros (v. 14a).
Luego el apóstol nos habla de la misión de Cristo, del propósito de la encarnación:
[ … ] para destruir2 por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (Hebreos^<1034,Times New Roman>Hebreos 2.14b, 15).
Aquí vemos que el propósito de la divina muerte fue doble: suprimir (destruir, dejar impotente) al diablo y eliminar el pavoroso poder que la muerte ejerce (y Satanás también) sobre la vida de los hijos de Dios. Así que dicho propósito es redentor, no principalmente del pecado, ya implícito, sino del poder del diablo. La razón que hay detrás de este enfoque único de la actuación redentora de Cristo es el poder que la muerte otorgó a Satanás sobre nosotros. Su principal arma contra el hombre, dice Pablo, es la muerte y el miedo que tenemos a ella. Sin embargo, cuando Jesús sufrió la que debía ser nuestra agonía (2 Corintios 5.14–21), canceló el poder de muerte que el diablo tenía sobre nosotros (Colosenses 2.14, 15). En la resurrección de Cristo, la muerte perdió su aguijón (1 Corintios 15.55).
Donald Guthrie señala la paradoja de que Cristo emplease la muerte como medio para destruir «la malicia de la muerte». La diferencia entre su muerte y la de todos los demás «está en el hecho de que Él no tenía pecado. La muerte, en su caso, fue debida a los pecados de otros hombres».3
Resulta interesante destacar que fue Satanás quien en realidad causó la muerte del Hijo de Dios (Juan 13.2, 27). Estaba alborozado de haber conseguido que se ejecutase a Jesús; sin embargo, la resurrección y la ascensión del Señor superaron por completo su táctica. Hoy en día los demonios se lamentan: «Pensamos que habíamos acabado con Él cuando nuestro señor hizo que lo matasen. Creímos tener la victoria. No comprendíamos que había de resucitar. Pero cuando revivió, nosotros lo vimos y no pudimos impedirlo. Nos arrebató el poder de muerte que teníamos sobre su gente». De esta manera el propósito de la muerte de Jesús para dejar impotente al enemigo se hace más comprensible, aunque, como es natural, sigue estando lleno de un gran misterio.
Hay que añadir algo más: el segundo aspecto del doble propósito de su muerte a nuestro favor que se menciona aquí. Ha sido quitado el poder que la muerte otorgó a Satanás; y aunque tal vez temamos al proceso del morir (el dolor que puede suponer o la separación de nuestros seres queridos), no tenemos miedo a la muerte. El morir nos lleva a la presencia del Señor, de modo que la esclavitud a la que nos tenía sometidos ha desaparecido (v. 15).
El primer aspecto de ese doble propósito, la destrucción del diablo, es una experiencia que tiene lugar «ya, pero todavía no» para el hijo de Dios. El ministerio de Jesús y su muerte han derrotado a Satanás; sin embargo, éste, siendo rebelde y perverso, y enfrentándose a una prisión final todavía futura en el lago de fuego, es aún activo y agresivo. Esto lo atestiguan tanto la Escritura como la experiencia actual. El diablo comprende a plenitud que Jesús lo ha destruido junto con sus obras (1 Juan 3.8) y que el tiempo de su ejecución se acerca (Apocalipsis 12.12, 17). Así que, aunque su destrucción personal es «ya» un hecho, «todavía no» se ha manifestado por completo. Como hemos visto en nuestros estudios de Efesios (capítulos 50 y 51), nosotros, la Iglesia, somos llamados a desempeñar un papel importante en la batalla contra él hasta que ese «todavía no» llegue del todo.
La Guerra Espiritual En Las Epístolas Universales (Encíclicas)
A diferencia de las epístolas paulinas, que iban dirigidas a iglesias o individuos, un grupo de cartas tuvieron quizás como destinatarios a los cristianos en general; se trata de las epístolas de Santiago, Pedro, Juan y Judas. Orígenes y los otros padres de la iglesia del siglo tercero iniciaron la práctica de llamarlas católicas (universales) y epístolas encíclicas.4 Dejaremos nuestros estudios de Santiago y 1 Pedro hasta el capítulo 63.
2 Pedro y Judas
Comenzamos con la segunda epístola de Pedro y con Judas porque el tema de las mismas se presta a una primera consideración. Ninguna de las dos trata de manera directa de la guerra del creyente con los principados y las potestades, pero ambas hablan de la caída original de esos poderes. Son los dos únicos libros de la Biblia que lo hacen con claridad. El resto de la Escritura sólo mencionan dicha caída indirectamente o la dan por sentada.5 Tanto Pedro como Judas se enfrentan al mismo problema de los falsos maestros y falsos profetas que intentan socavar la fe de las iglesias (2 Pedro 2.1s; Judas 3s). En el contexto de una declaración de seguridad en cuanto al juicio de Dios sobre esos falsos maestros, ambos escritores se refieren a la sentencia pronunciada contra los ángeles rebeldes (2 Pedro 2.3, 4; Judas^<1034,Times New Roman>Judas 4–6).
Coloquemos las palabras de Pedro y de Judas unas junto a otras.
2 Pedro 2.4 |
Judas^<1034,Times New Roman>Judas 6 |
Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; |
Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. |
Los ángeles que pecaron
Lo primero que nos dicen Pedro y Judas sobre los ángeles es que algunos de ellos pecaron. Resulta interesante observar que las criaturas angélicas estuvieron implicadas en el primer conflicto de pecado y siguen involucradas en una guerra permanente. También tomarán parte en la guerra de Apocalipsis 12 en los lugares celestiales, suponiendo la interpretación futura de este pasaje. De igual forma desempeñarán un papel importante en las batallas finales respecto al pecado en el universo (Apocalipsis 6–20).
Según Pedro y Judas, los ángeles pecaron en cierto momento misterioso del pasado y, según Jesús, fue el diablo quien pecó desde el principio (Juan 8.44). Por lo tanto, el pecado angélico debe asociarse de algún modo con el de Satanás. Lo que más inquieta a los comentaristas es la ocasión en que sucedió esta caída de los ángeles.6 Juan Calvino comenta que aunque aquí Pedro menciona dicha caída, no se refiere al momento, la forma ni a las demás circunstancias que rodearon a la misma. Por tanto, expresa «La mayoría de los hombres sienten curiosidad, y las indagaciones acerca de estas cosas no cesan[ … ] y ciertamente los que buscan con curiosidad no tienen en cuenta la edificación, sino que tratan de alimentar sus almas con vanas especulaciones. Lo que es de utilidad para nosotros, Dios lo ha dado a conocer».7 Enseguida añade que todo lo anterior está claro por las palabras de Pedro. Luego Judas añade el dato de que aquellos ángeles que pecaron lo hicieron porque «no guardaron su dignidad». Es cuanto podemos saber.8
¿Necesitamos conocer cuándo y cómo nació el pecado entre los ángeles convirtiéndolos en demonios, espíritus malos, espíritus inmundos y ángeles de Satanás (Mateo 25.41) para saber tratar con ellos? La respuesta a estas y otras preguntas semejantes es un «¡No!» clamoroso. Si Dios no nos dice todo lo que deseamos saber es porque ese conocimiento no es en realidad necesario para nuestra vida como guerreros cristianos.
Los ángeles que pecaron son arrojados al infierno y a prisiones de oscuridad
Los ángeles pecadores no sólo fueron arrojados al infierno,9 sino que según Pedro se los confinó también a «prisiones de oscuridad». Al igual que Pablo, dice Michael Green, Pedro utiliza las imágenes homéricas. «Arrojándolos al infierno» es una sola palabra en griego que significa «confinar al Tártaros». Tártaros viene de la mitología griega y «era el lugar de castigo para los espíritus difuntos de los dioses muy perversos y particularmente rebeldes». Los ángeles malignos están ahora en ese lugar de tormento, aunque deben esperar el juicio final.10
Acto seguido Pedro dice que están entregados a prisiones de oscuridad (sirois). Y William Barclay comenta que siros significa un «pozo en el que se atrapa a un lobo u otros animales salvajes. Aquí quiere decir que los ángeles malvados fueron arrojados a pozos subterráneos y guardados allí en oscuridad y castigo. Esto se ajusta bien a la idea de un Tártaros situado bajo la parte más profunda del Hades».11 No es la misma palabra que se usa en Lucas 8.31, cuando los demonios rogaron a Jesús que no los mandase «al abismo», el ábyssos, al que Vine describe como «la morada de los demonios, de donde pueden ser soltados; Apocalipsis 11.7; 17.8».12
Tal vez ahora estos ángeles pecadores se encuentran en algún tipo de tormento, si es que Pedro utiliza Tártaros en el sentido griego tradicional de lugar de tormento para los dioses caídos. William Barclay dice que, en particular, era el sitio donde habían sido echados «los titanes y los gigantes que se rebelaron contra Zeus, Padre de los dioses y de los hombres. El Tártaros representaba entonces el infierno más bajo y terrible, donde se mantenía en un castigo eterno a todos aquellos que se habían rebelado contra el poder divino».13
Judas y los ángeles caídos
Según afirma Judas, algunos ángeles escogieron abandonar «su dignidad» (véase el capítulo 63). Aquí la palabra «dignidad» es una con la que ya estamos bastante familiarizados: arché o «principado». Calvino escribe que los ángeles caídos son como desertores del ejército que «abandonaron el puesto donde habían sido colocados». Y afirma que «no tenemos que imaginar un lugar determinado donde estén encerrados los demonios, ya que lo que pretendía simplemente el apóstol era enseñarnos su desdichada condición desde el momento que apostataron y perdieron su dignidad». De modo que Calvino cree que son los mismos que están libres en la tierra. No se encuentran literalmente atados en un lugar específico, pero «adonde van», dice Calvino, «arrastran consigo sus propias cadenas y permanecen envueltos en tinieblas».14
Frederic Gardiner afirma que esta expresión es una metáfora empleada para los esclavos que se escapaban de sus amos.15
Como siervos que tratan de escapar de su señor, estos ángeles abandonaron la familia de Dios para perseguir una libertad quimérica. Cambiaron ese servicio por el dominio de las malas pasiones, el cual, debido a que ellos no están unidos entre sí ni en armonía con el desarrollo del universo, es la esclavitud más mortificante.
Gardiner, como hiciera Calvino antes que él, Gardiner se aparta de la línea tradicional de los comentaristas que sostienen que esos ángeles caídos se encuentran en un sitio literal, el Tártaros o algo semejante, y dice que se trata de los demonios en libertad contra los cuales peleamos. Afirma que «el apóstol describe además a los ángeles apóstatas como reservados en cadenas que no pueden romperse. Es frecuente que la Biblia hable de un estado de pecado como de una cárcel y utilice la figura de las ataduras para referirse a la culpa. Véase Romanos 11.32; Gálatas 3.22, etcétera; Proverbios 5.22; Lamentaciones 1.14».16
Esta opinión nos libra del problema de que algunos ángeles caídos se encuentren atados en cierto lugar de tormento mientras que otros permanecen libres. Luego Gardiner dice: «Sea cual fuere la naturaleza precisa del confinamiento que se expresa de esta manera figurada, todavía deja poder a Satanás y sus ángeles para infligir males considerables a la humanidad y tentarla a abandonar la senda de rectitud (Job 1.7; 2.2; Lucas 4.2–13; 22.31; 1 Pedro 5.8; 2 Corintios 11.14.»17
Los ángeles rebeldes están guardados «para el juicio del gran día». Estas palabras son casi idénticas a las de 2 Pedro 2.4. Si el hecho de estar guardados se refiere a un lugar de confinamiento a la espera de un juicio futuro, tal vez esos ángeles caídos no hayan sido todavía sentenciados y confinados a un Tártaros literal de tormento. De otro modo estarán, bien atados en «prisiones de oscuridad» (2 Pedro 2.4) bien sujetos al reino de tinieblas de Satanás, pero todavía activos como principados y potestades imponiendo su oscuridad sobre hombres y sociedades.
Sea cual fuere la opinión de uno sobre las palabras de Pedro y Judas, podemos decir que:
1. Los ángeles pecaron.
2. No sabemos cuándo ocurrió ese pecado.
3. Su pecado general fue abandonar el papel de liderazgo que se les había asignado en la creación de Dios.
4. Fueron expulsados de la presencia de Dios. Ahora se encuentran en el Tártaros, sea cualquiera nuestra interpretación del mismo en este pasaje. También están ahora en las prisiones más profundas de oscuridad, bajo ligaduras eternas de tinieblas.
De cualquier manera, como pronto veremos, tenemos victoria sobre ellos en nuestro soberano Señor. Sin embargo, debemos aprender a pelear con eficacia contra ellos tanto en la evangelización mundial como en la vida cristiana. Hemos de disipar sus tinieblas, como nos enseñó Jesús, dejando que nuestra luz alumbre delante de los hombres. ¡Cuánto necesita el mundo ver la verdadera luz de Dios reflejada en la vida, los hogares, las iglesias y oir la proclamación de los cristianos!
La Guerra Espiritual En Los Escritos Juaninos
La gama de conceptos relacionados con la guerra espiritual en los escritos de Juan no puede calificarse más que de asombrosa. Las palabras del apóstol, tanto en su evangelio como en sus epístolas, sobre la guerra del creyente con el mundo espiritual, se dirigen sobre todo a la lucha contra Satanás. Y aunque no dice mucho de la guerra contra los demonios, si menciona la labor de los espíritus engañadores (1 Juan 4.1–6).
El Evangelio de Juan
La primera referencia que hace Juan en su evangelio al mundo de los espíritus malos (6.70) es única en todo el Nuevo Testamento. En ella Jesús dice que Judas es un diablo, diábolos, término utilizado de modo exclusivo en el resto de las Escrituras para la persona de Satanás. Interpreto la referencia del Señor a Judas como un «diablo», meramente como una forma gráfica de describir la gravedad de la demonización del discípulo. Toda la Escritura nos dice que sólo hay un diablo y que no es Judas. Las siguientes referencias al mundo de los espíritus en el Evangelio de Juan son una serie de citas que tienen que ver con las acusaciones judías a Jesús de ser un mago endemoniado obrador de milagros, la defensa del Señor acerca de esas acusaciones o la que otros hacen de él (7.20; 8.48, 49, 52; 10.20, 21). Todo el resto de las referencias que hace el evangelista al mundo espiritual son a Satanás, identificándolo con varios de sus diversos nombres (véase la Fig. 52.1).
1 y 2 Juan
En sus epístolas, el apóstol sigue refiriéndose de forma estricta al «maligno», nombre que con más frecuencia da a Satanás. (El libro del Apocalipsis, sin embargo, es un asunto muy distinto. En él Juan menciona más veces a los demonios o los obradores de milagros endemoniados que al diablo. En realidad, dejando a un lado los evangelios sinópticos, es el apóstol Juan, en el Apocalipsis, quien se refiere más a menudo a los demonios, por encima de cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Al mismo tiempo, también da una prominencia a Satanás no superada en los escritos neotestamentarios.)
La figura 52.1 presenta un cuadro con todas las referencias a Satanás y a los principados y potestades demoníacas en el Evangelio de Juan y en su primera y segunda epístolas. (La 3 Epístola de Juan no contiene ninguna cita relacionada con el mundo espiritual.) He tomado las referencias en cierto modo en orden cronológico, comenzando por el Evangelio de Juan. Luego hago lo propio con sus epístolas, uniendo los conceptos y/o los versículos donde se menciona la misma verdad. Los conceptos que he omitido de los escritos de Juan son más que todo aquellos que ya hemos estudiado en los de Pablo.
El apóstol llama al diablo «Satanás» en seis ocasiones, el «maligno» en otras seis y «mentiroso» y «padre de mentira» tres. Se refiere a él como «homicida» una vez, como «ladrón» otra, como el «lobo» otra, como el «engañador» otra, como el «príncipe de este mundo» tres y como «el que está en el mundo» una. Por último dice que «el mundo entero está bajo el (poder del) maligno».
Juan tiene una visión del mundo muy negativa. Al igual que la carne, el mundo es totalmente perverso y está controlado por el diablo. Debe ser resistido y vencido por el creyente, mediante la fe (2.15–17; 3.1; 4.1, 4–5; 5.4–5, 19). No hay nada semejante en el resto de la Biblia. Juan tenía una verdadera y profunda comprensión de la guerra multidimensional del creyente contra el pecado y también comprendía que detrás de todo el mal de la carne y del mundo se encuentra el maligno mismo.
Además tiene un concepto negativo de aquellos que estaban engañados por Satanás. «Los hijos del diablo» (1 Juan 3.10). Trataba con especial dureza a los dirigentes religiosos que resistían a Jesús y le acusaban de ser un mago. En Juan 8, cita al Señor diciendo que:
1. Los líderes religiosos contrarios a él estaban haciendo «lo que habéis oído cerca de vuestro padre [el diablo]» (v. 38).
2. «Vosotros hacéis las obras de vuestro padre [el diablo]» (v. 41).
3. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo» (v. 44a).
4. «Los deseos de vuestro padre queréis hacer … él ha sido homicida … es mentiroso» (v. 44).
Luego tenemos las referencias de Juan al anticristo. Pablo escribió sobre el «hombre de pecado» y del «inicuo» (2 Tesalonicenses 2.3–12); Jesús habló de falsos cristos y de la abominación desoladora (Mateo 24.4–15). Se le dejó a Juan, sin embargo, la tarea de pulir y definir estos conceptos por lo menos de tres maneras: el anticristo que «viene» (2.18, 21); los muchos anticristos que ya están presentes (2.18, 22; 2 Juan 7); y un poderoso espíritu demoníaco al que llama «el espíritu del anticristo» (4.3). El apóstol puede no obstante estar utilizando este término para referirse al control de las culturas humanas por los principados y potestades del mal que producen una zeitgeist demoníaca-satánica o espíritu del siglo.
Juan habla también de «espíritus» que niegan la verdad respecto a la persona de Cristo (1 Juan 4.1–6) y los llama «espíritu de error» o de falsedad (en singular). Esta expresión es única en el Nuevo Testamento.
Por último tenemos 1 Juan 5.18, pero reservaré este pasaje para nuestro estudio final sobre la guerra espiritual, en el capítulo 63.
La guerra espiritual en el libro de Apocalipsis
Cuando examinamos el mundo espiritual en Apocalipsis se nos presenta el problema del simple número de referencias que hay al mismo. Es algo asombroso. Después del Evangelio de Mateo existen en este libro más referencias a la obra de lo sobrenatural maligno que en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Dichas referencias recorren toda su variedad: desde el ataque satánico-demoníaco directo contra los santos de Dios, hasta la posible (pero no probable) encarnación de Satanás en la persona de la bestia. Se hace preciso escribir todo un libro de cientos de páginas sobre estas dimensiones de la guerra espiritual cósmica y terrena de los últimos tiempos en el libro de Apocalipsis.
La figura 52.1 presenta un cuadro con todas las referencias a Satanás y a los principados y potestades demoníacas en el Evangelio de Juan y en su primera y segunda epístolas. (La 3 Epístola de Juan no contiene ninguna cita relacionada con el mundo espiritual.) He tomado las referencias en cierto modo en orden cronológico, comenzando por el Evangelio de Juan. Luego hago lo propio con sus epístolas, uniendo los conceptos y/o los versículos donde se menciona la misma verdad. Los conceptos que he omitido de los escritos de Juan son más que todo aquellos que ya hemos estudiado en los de Pablo.
El apóstol llama al diablo «Satanás» en seis ocasiones, el «maligno» en otras seis y «mentiroso» y «padre de mentira» tres. Se refiere a él como «homicida» una vez, como «ladrón» otra, como el «lobo» otra, como el «engañador» otra, como el «príncipe de este mundo» tres y como «el que está en el mundo» una. Por último dice que «el mundo entero está bajo el (poder del) maligno».
Juan tiene una visión del mundo muy negativa. Al igual que la carne, el mundo es totalmente perverso y está controlado por el diablo. Debe ser resistido y vencido por el creyente, mediante la fe (2.15–17; 3.1; 4.1, 4–5; 5.4–5, 19). No hay nada semejante en el resto de la Biblia. Juan tenía una verdadera y profunda comprensión de la guerra multidimensional del creyente contra el pecado y también comprendía que detrás de todo el mal de la carne y del mundo se encuentra el maligno mismo.
Además tiene un concepto negativo de aquellos que estaban engañados por Satanás. «Los hijos del diablo» (1 Juan 3.10). Trataba con especial dureza a los dirigentes religiosos que resistían a Jesús y le acusaban de ser un mago. En Juan 8, cita al Señor diciendo que:
1. Los líderes religiosos contrarios a él estaban haciendo «lo que habéis oído cerca de vuestro padre [el diablo]» (v. 38).
2. «Vosotros hacéis las obras de vuestro padre [el diablo]» (v. 41).
3. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo» (v. 44a).
4. «Los deseos de vuestro padre queréis hacer … él ha sido homicida … es mentiroso» (v. 44).
Luego tenemos las referencias de Juan al anticristo. Pablo escribió sobre el «hombre de pecado» y del «inicuo» (2 Tesalonicenses 2.3–12); Jesús habló de falsos cristos y de la abominación desoladora (Mateo 24.4–15). Se le dejó a Juan, sin embargo, la tarea de pulir y definir estos conceptos por lo menos de tres maneras: el anticristo que «viene» (2.18, 21); los muchos anticristos que ya están presentes (2.18, 22; 2 Juan 7); y un poderoso espíritu demoníaco al que llama «el espíritu del anticristo» (4.3). El apóstol puede no obstante estar utilizando este término para referirse al control de las culturas humanas por los principados y potestades del mal que producen una zeitgeist demoníaca-satánica o espíritu del siglo.
Juan habla también de «espíritus» que niegan la verdad respecto a la persona de Cristo (1 Juan 4.1–6) y los llama «espíritu de error» o de falsedad (en singular). Esta expresión es única en el Nuevo Testamento.
Por último tenemos 1 Juan 5.18, pero reservaré este pasaje para nuestro estudio final sobre la guerra espiritual, en el capítulo 63.
La guerra espiritual en el libro de Apocalipsis
Cuando examinamos el mundo espiritual en Apocalipsis se nos presenta el problema del simple número de referencias que hay al mismo. Es algo asombroso. Después del Evangelio de Mateo existen en este libro más referencias a la obra de lo sobrenatural maligno que en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Dichas referencias recorren toda su variedad: desde el ataque satánico-demoníaco directo contra los santos de Dios, hasta la posible (pero no probable) encarnación de Satanás en la persona de la bestia. Se hace preciso escribir todo un libro de cientos de páginas sobre estas dimensiones de la guerra espiritual cósmica y terrena de los últimos tiempos en el libro de Apocalipsis.
Para resumir su contenido he diseñado un cuadro que refleja los temas principales referentes a lo sobrenatural perverso en Apocalipsis (véase la Fig. 52.2) y concluido la sección con algunos comentarios basados en dicho cuadro. En el libro de Apocalipsis:
1. Se da preeminencia al mismo Satanás, a quien se identifica por lo menos con siete nombres distintos.
2. Juan hace referencia a lo que hoy en día se ha dado en llamar «espíritus territoriales». Algunas áreas socioculturales y/o geográficas se describen como concentraciones inusualmente fuertes de actividad satánica, demoníaca y perversa. Según nos cuenta Juan, ciertas iglesias situadas en dichas áreas sufrían una terrible persecución que a menudo conducía al martirio.
3. Se hace referencia a lugares donde el mal es especialmente fuerte, tales como «la sinagoga de Satanás», «Babilonia», llamada «habitación de demonios» y «guarida de todo espíritu inmundo». Sitios que manifiestan un fuerte poder satánico en acción, que sufren de «las profundidades de Satanás» y se describen como lugares donde ejercían los falsos profetas y profetisas. La guerra satánica o demoníaca, en ocasiones victoriosa y otras no tanto, contra las iglesias y los cristianos individuales, se pinta con un detalle considerable (Apocalipsis 2 y 3; 12.17; 13.7).
4. Se da mucha atención a las iglesias y al os creyentes que necesitan vencer al enemigo y sus ataques. Esto nos recuerda a 1 Juan 2.13 y 14; 4.1–6, e incluso a Efesios 6.10–20 y 1 Pedro 5.8, 9 (Apocalipsis 2 y 3; 12.11).
5. Los falsos profetas tienen un papel dominante. El primer grupo está muy relacionado con las iglesias. Es obvio que se trata de líderes, tanto hombres como mujeres (Balaam y Jezabel; Apocalipsis 2.13–23). El segundo lo constituye «el falso profeta», que está asociado con la bestia que sale del mar y a quien Juan llama evidentemente el anticristo. Ambos tienen un papel dominante desde Apocalipsis 9 hasta el 20.
6. Los demonios son casi tan prominentes como Satanás. En algún caso surgen del abismo insondable (Apocalipsis 9.1s) criaturas semejantes a langostas las cuales se identifican como «demonios» (Apocalipsis 9.11, 20; 16.14; 18.2). Sobre ellos tienen a un rey malvado llamado «Abadón» o «Apolión» (9.1–11), es decir «Destructor». A los demonios también se los llama «espíritus inmundos» y «espíritus de demonios». Estos se concentran en ciertas áreas descritas como «habitación de demonios» y «guarida de todo espíritu inmundo». Incluso la adoración a los demonios es mencionada en una lista de los pecados más prominentes de la impenitente humanidad (Apocalipsis 9.20, 21).
7. Se mencionan la hechicería y a los hechiceros como característicos del mundo incrédulo. Aquí tenemos la dimensión religiosa de los pecados de la carne, como ya descubrimos en Gálatas 5.20a.
8. Se alude también a la caída de Satanás y de los ángeles (Apocalipsis 9.1; 12.3).18 A estos ángeles caídos se los denomina los ángeles del dragón (Apocalipsis 12.7s).
9. Se destacan diversas criaturas perversas de aspecto animal y «bestias». Todo en los capítulos 9 y 11 al 20 se centra en la actividad corruptora de dichas criaturas entre las naciones y en su odio hacia Dios y su pueblo. Claro está que se trata de principados y potestades poderosos.
10. Vemos también el extraño papel que desempeña una ciudad maligna personificada (17.1–18). Se la llama «Babilonia la Grande» y hace «beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación» (14.8; 16.19). Su naturaleza, su poder para corromper, dominar y controlar reinos y naciones se describen con increíble detalle, al igual que su destrucción final (capítulos 14–18).
Durante este tiempo los principados y potestades se manifiestan de un modo completo hasta el fin (19.20, 21; 20.10–15). Por último, el diablo y dichos principados y potestades, junto con la misma muerte y el infierno, son lanzados para siempre al lago de fuego. La guerra de los siglos acaba, dando paso a la gloriosa consumación del reino de Dios sobre la tierra (capítulos 21 y 22). ¡Aleluya!
Resumen: La Derrota De Satanás y Su Reino
Terminamos esta sección exegética con un breve resumen de la enseñanza de la Escritura en cuanto a la derrota de Satanás y su reino demoníaco, el cual nos ayudará a poner en una perspectiva equilibrada este concepto de los poderes que se nos da en el Nuevo Testamento.
1. La derrota de Satanás, como hemos descubierto, comenzó con la tentación de Jesús en el desierto.19
Durante cierta sesión de liberación, y esperando obtener por respuesta «al morir en la cruz», le pregunté a un demonio:
—Cuándo derrotó mi Señor al tuyo? —En la tentación del desierto —me contestó.
Me quedé asombrado y en un momento vi la tentación de Jesús de un modo que jamás lo había hecho. Hasta entonces había pasado por alto de alguna manera las dimensiones cósmicas de aquel relato.
—¿Y cómo fue eso? —seguí inquiriendo.
—Porque no sucumbió. No estaba dispuesto a sucumbir —dijo con profunda emoción, especialmente de miedo. Si hubiésemos ganado esa batalla las cosas habrían sido diferentes. Estaríamos en el lado vencedor y vosotros seríais derrotados. Ahora vosotros ganáis y nosotros sufrimos la derrota.
3. El Señor Jesús persistió en su labor redentora y derrotó al diablo liberando a hombres, mujeres y niños endemoniados durante todo su ministerio en la tierra.21
4. El Señor mantuvo su obra redentora y su derrota de Satanás encomendando a sus discípulos toda la autoridad sobre el poder del enemigo.22
5. Jesús comenzó la derrota final del diablo en su acto redentor en la cruz. El punto focal de toda la historia de la redención y de la victoria sobre Satanás es el Calvario: la muerte sustitutoria del Señor Jesús en la cruz.23 Esta realidad está basada al menos en tres verdades principales:
a. La paga del pecado es muerte, o lo que es lo mismo separación de Dios (Romanos 6.23).
b. Todos somos pecadores y por lo tanto merecemos la muerte eterna (Romanos 3.23).
c. El Señor Jesucristo llevó sobre sí mismo nuestros pecados y experimentó la muerte que dichos pecados merecían.
La muerte de Jesús tuvo por lo menos tres importantes dimensiones:
a. El pago de la sangre del Señor por nuestros pecados fue primordialmente algo relacionado con Dios.24
b. El pago de la sangre del Señor fue en beneficio de la humanidad. Él llevó tanto la culpa como la pena que correspondían a nuestros pecados y también quebró el poder de los mismos.25
c. El pago de la sangre del Señor por nuestros pecados fue algo relacionado con Satanás: canceló todos los derechos que tenía sobre nosotros, liberándonos de su esclavitud y control.26
Al morir Jesús en la cruz, el poder de Satanás sobre la humanidad sumisa fue roto de una vez por todas. El diablo jamás entendió la cruz de Cristo hasta que fue demasiado tarde. Sin embargo ahora sí la entiende.27
6. El Señor Jesucristo llevó adelante la derrota final de Satanás y la plena redención de la humanidad con el acontecimiento quíntuple que incluye su muerte, su enterramiento, su resurrección, su ascensión y su glorificación.28
Satanás no comprendió que la muerte no podía retener al Señor Jesucristo, ni tampoco que en su resurrección, ascensión y glorificación ascendería por encima de todo principado y potestad y reinaría como Señor en el cielo y en la tierra. No sabía que Jesús encomendaría a sus discípulos toda la autoridad sobre las fuerzas del enemigo. Sin embargo, ahora lo sabe y lo teme.
7. El Señor Jesús mantiene a Satanás derrotado y al creyente redimido mediante su ministerio de intercesión en beneficio nuestro a la diestra de Dios.29
8. Por último, el Señor Jesús completará la derrota de Satanás y la redención de la humanidad en su gloriosa segunda venida.30
Si existe alguna clave para la victoria en la guerra espiritual es esta: Dios ya ha derrotado completamente por nosotros a Satanás y a sus huestes demoníacas por medio del Señor Jesucristo.31 En el nombre de nuestro Señor Jesucristo y mediante la unión que tenemos con Él, todos somos partícipes de esa victoria sobre el diablo y sus huestes demoníacas.32
1 1. Hay un debate sin fin sobre la autoría de Hebreos. Para un excelente resumen de los argumentos véase F. F. Bruce, «Hebrews, Epistle to the», en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977, 3:87–93; Donald Guthrie, «Hebrews, Epistle to the», en G. W. Bromiley, ed., ISBE, Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989, 2:663–670. Sin embargo, puesto que escribo con otros intereses en mente, daré por sentada la autoría paulina de dicha epístola. Esta es la opinión histórica de la iglesia.
2 2. Excelentes observaciones sobre el significado de la palabra katargeo, aquí traducida por «destruir», son las de: William E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words , Oliphants, Londres, 1953, 1:13 y 14; y Gerhard Delling en Gerhard Kittel, TDNT , Eerdmans, Grand Rapids, MI, Eerdmans, 1977, 1:452–454. Todo el tratamiento que hace Kittel encaja bien en mi visión del «ya, pero no todavía» de la destrucción de Satanás. Véase también F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews, Eerdmas, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 48–51, que hace un comentario magnífico.
5 5. Para un repaso general y completo de las muchas cuestiones difíciles y críticas que presentan 2 Pedro y Judas, véase Richard J. Bauckham, Jude, 2 Peter, WBC, Word, Waco, Texas, 1983. Desafortunadamente Bauckham acepta como fecha de composición de ambos libros el siglo II. Uno de los más minuciosos estudios de las cuestiones críticas desde una perspectiva conservadora es el excelente comentario de Michael Green, 2 Peter and Jude , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1983, pp. 13–53. Green enfrenta honestamente los problemas críticos que supone el sostener las opiniones tradicionales acerca de la autoridad de ambas epístolas, pero termina afirmando la tradicional autoridad petrina de 2 Pedro y la autoría de Judas por el medio hermano de Jesús, pp. 41–46.
6 6. Tom White, The Believer’s Guide to Spiritual Warfare , Servant, Ann Arbor, MI, 1990, pp. 31–34, esboza las opiniones corrientes acerca, tanto del origen de los demonios como de la caída de los ángeles.
9 9. H. Buis en ZPEB 1:114–117. Unos estudios excelentes sobre el tema son los de Buis (ISBE 1:277–279), Green ( pp. 98–9) y Vine (142; 2:212–213. Véanse también los estudios sobre «Pit» (pozo) y «Abyss» (abismo) en ZPEB e ISBE.
11 11. William Barclay, Letters of James and Peter ( Westminster, Filadelfia, 1960), pp. 379–384, da una excelente panorámica del desarrollo de interpretaciones divergentes de la caída de los ángeles dentro del judaísmo, directamente relacionada con 2 Pedro y Judas.
15 15. Frederic Gardiner, The Last of the Epistles: Commentary on the Epistle of St. Jude , John P. Jewell, Boston, 1856, p. 23.
18 18. Véase la importante reflexión de Robert H. Mounce sobre las estrellas como símbolos de ángeles en los escritos bíblicos y judáicos. The Book of Revelation , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1977, pp. 192 y 193.
20 20. Véanse Lucas 4.13 con Mateo 16.21–23; Juan 8.29, 46; 14.30; 16.11; 17.1–4; 2 Corintios 5.21; Filipenses 2.15–18; Hebreos 2.18; 4.14–16; 5.7–11a.
23 23. Véanse Juan 3.14–16; 10.11, 14–18; [Isaías 53]; por tanto 1 Corintios 1.17 y 18, 21–23a; 2.1 y 2; Gálatas 5.11; 6.14; Colosenses 1.20; Hebreos 12.2, 24; 13.20.
24 24. Véanse Mateo 20.28; Romanos 3.23–26; 5.9–11; Efesios 5.2; Colosenses 1.19 y 20; Hebreos 2.17; 9.11–14; 1 Pedro 1.18 y 19; 1 Juan 1.7; 2.1 y 2; 4.10.
25 25. Véanse Isaías 53.4–6; Mateo 26.28; Lucas 19.10; Hechos 20.28; Romanos 5.8–11; 2 Corintios 5.21; Gálatas 3.13; Efesios 1.7; 2.13; Tito 2.14; Hebreos 2.9; 10.10; 13.12; 1 Pedro 1.2; 3.18; Apocalipsis 1.5; 5.9; 7.14.
26 26. Véanse Colosenses 2.13–15 con Efesios 6.12; Hebreos 2.14 y 15; 1 Juan 3.8; Apocalipsis 12.11.
27 27. Véanse Juan 13.1, 2, 27; 1 Corintios 2.1, 2, 6–8; Hebreos 2.14 y 15; Colosenses 2.13–15; Apocalipsis 12.11 con Efesios 3.10.
28 28. Véanse Juan 2.18–21; 10.17 y 18; 1 Corintios 15.1–4; Hechos 1.9; Hebreos 1.3–13; Efesios 1.19–23.
29 29. Romanos 8.33 y 34 con Apocalipsis 12.10 y 11; 1 Juan 2.2; Hebreos 7.25; Mateo 28.18; 1 Pedro 3.22; Efesios 1.20–22; 2.6; 3.10.
30 30. Véanse 1 Tesalonicenses 4.13–18; 2 Tesalonicenses 1.6–10; 2.1–4, 8; Apocalipsis 20.10 con Mateo 25.41.
32 32. Véanse Lucas 10.17–19; Efesios 2.6; 3.10; 6.10–20; Santiago 4.7 y 8; 1 Pedro 5.8–11; 1 Juan 4.1–4; 5.18 y 19.
No hay comentarios:
Publicar un comentario