Para entender la santidad de Dios
Levítico 22.29-33
Si
alguna vez ha leído el libro de Levítico completo, es posible que se haya
preguntado por qué Dios dio a los israelitas tantas reglas y tantos detalles en
cuanto a los sacrificios y las formas de adoración. Cuando era niño, recuerdo
haber pensado que todas esas vacas podrían haber alimentado a mucha gente. Para
mí, los sacrificios parecían un gran desperdicio, pues no entendía lo que el
Señor estaba enseñando a su pueblo.
Hoy
tenemos las Sagradas Escrituras completas para ayudarnos a entender quién es
Dios y lo que desea de nosotros. Pero en los días del Antiguo Testamento, Él
enseñaba a su pueblo con ejemplos. Quería que entendieran tres cosas: su
santidad; el pecado y las consecuencias de la desobediencia; y el cuidado que
tenía de ellos —que Él era la fuente de todo bien. Las normas y los reglamentos
que Él instituyó eran ejemplos visibles.
En
cada detalle, Dios revelaba su santidad y en cada sacrificio, el costo del
pecado. Las reglas del tabernáculo enseñaban al pueblo que no tomaran la
adoración ligeramente. Era un privilegio serio y maravilloso acercarse a un
Dios santo y justo.
Hoy
día, es muy fácil perder de vista la santidad del Señor. Por tanto, es bueno
reexaminar el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento para mantener
presente la seriedad de la adoración.
Dios
es nuestro Padre celestial, y tenemos acceso inmediato a la sala del trono,
pero debemos preguntarnos si lo estamos tratando con la reverencia que se
merece. En la iglesia, en lugar de estar desatentos y distraídos, debemos
recordar el gran privilegio que es venir a su presencia.
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