miércoles, 24 de enero de 2018

El quebrantamiento de Pedro


El quebrantamiento de Pedro

El orgullo de Pedro era un obstáculo para los propósitos de Dios. Cristo buscaba a un siervo-líder para que guiara a los creyentes una vez que Él regresara al cielo. El antiguo pescador era un impulsivo sabelotodo, pero el Señor vio su potencial a pesar de su arrogancia. Por eso, el gran Artesano utilizó una filosa herramienta —la humillación— para quebrantarlo.
Cuando las palabras del Señor estuvieron en conflicto con la opinión de Pedro, el discípulo reprendió temerariamente a Jesús. El Salvador respondió con una reprimenda, tanto para silenciar como para enseñar (Mt 16.21-23Jn 13.5-8).
Inclusive, Pedro incumplió su promesa de morir por el Señor cuando lo negó tres veces antes de que el gallo cantara. Esta humillación final, presenciada por un grupo de extraños, hizo trizas la seguridad que Pedro tenía en sí mismo. Fue un hecho doloroso, pero necesario, ya que su orgullo había distorsionado su visión de la misión de Cristo. Necesitaba entender que Jesús no vino para ser el libertador de Israel de la opresión romana, sino para salvar a la humanidad del poder y la pena del pecado. Gracias a que descubrió esa humildad, Pedro estaba ahora listo para desempeñar el papel que Cristo había escogido para él, como siervo-líder (1 P 5.5, 6).
¿De qué manera está usted obstaculizando el trabajo de Dios en su vida? Tenga en cuenta que Él está decidido a quebrantarle cuando sea necesario para bien de usted mismo, y para la gloria de Él. El Señor restauró a Pedro como un hombre más humilde, pero mucho más grande que antes. Él hace lo mismo con todo creyente que se rinde a su voluntad.

sábado, 20 de enero de 2018

Las necesidades no satisfechas


Las necesidades no satisfechas

Si Dios ha prometido satisfacer nuestras necesidades, y tiene el poder para hacerlo, entonces, ¿por qué no las atiende siempre de inmediato?
Notemos que en el pasaje de hoy, la promesa de Dios tiene una condición (v. 11). Por tanto, si Dios no está satisfaciendo nuestras necesidades como creemos que debería, es porque tiene un plan diferente, o porque algo en nuestra vida lo está impidiendo.
 El pecado. El pecado es una de las razones por la que es posible que nuestras oraciones no sean respondidas. Si Dios ignorara la desobediencia y nos concediera lo que le pedimos, estaría aprobando un estilo de vida pecaminoso.
 La holgazanería. Aunque el Señor es la fuente final de todo lo que tenemos, Él nos ha dado la responsabilidad de trabajar para satisfacer nuestras necesidades básicas (2 Ts 3.10, 11). Si usted es una persona capaz de trabajar, pero no está dispuesto a hacerlo, Dios no reforzará su desidia.
 Los deseos. Es posible que el Señor no le haya dado lo que usted esperaba, porque sus “necesidades” son, en realidad, deseos. Si Dios ve que sus deseos serán un impedimento para cumplir lo que quiere para usted, es posible que le diga “no”, porque tiene un “sí” que es mucho mejor.
Para evitar sentirse decepcionado, recuerde que las acciones y la identidad de Dios siempre coinciden. Él no premiará el pecado; y sus respuestas a la oración tendrán el propósito de conformarnos a la imagen de Cristo. Por eso, si Él no le ha dado lo que considera indispensable, es porque está preparando una bendición mucho mejor para usted.

viernes, 19 de enero de 2018

Cómo desarrollar fe sólida


Cómo desarrollar fe sólida

Cada uno de nosotros, tarde o temprano, pasará por tiempos difíciles. No obstante, la Biblia dice que durante los tiempos de problemas y adversidades Dios espera que sus hijos respondan de la manera correcta.
El pasaje de hoy nos enseña que debemos regocijarnos durante las dificultades. Esto no significa, por supuesto, que debemos estar felices por las adversidades. Pero podemos estar gozosos porque sabemos que Dios está utilizando esas circunstancias para prepararnos y hacernos crecer. Aunque tener una actitud positiva durante una situación negativa no parece lógico, he aquí dos razones para lograrlo:
Primero, el Señor nos enseña que debemos soportar con firmeza las experiencias difíciles que enfrentemos. Nuestra reacción natural ante el dolor es correr en la dirección contraria —y lo más rápidamente posible. Pero Dios quiere que “aguantemos” para que podamos recibir todo el beneficio de la lección que Él tenga para nosotros.
Segundo, el Padre celestial utiliza las pruebas como un fuego purificador para limpiar a sus hijos y ayudarlos a madurar en la fe. Él tiene un plan para cada creyente, y la adversidad es una de las herramientas necesarias que nos preparan para hacer su voluntad.
A medida que veamos que Dios saca cosas buenas de nuestras adversidades, comenzaremos a enfrentar los tiempos difíciles con la confianza de que Él permitirá lo que más nos convenga. Podemos regocijarnos en que el Señor nos está haciendo más fuertes, purificando nuestros corazones, y convirtiéndonos en personas con fe inquebrantable.

Equipado para servir


Equipado para servir

El Señor ha dado una responsabilidad grandiosa a quienes ha salvado. Ha llamado a los creyentes a ser sus siervos, y a realizar su obra aquí en la Tierra. Piense solamente en lo importante que es que el Todopoderoso, que no necesita nada, y que puede hacer todas las cosas, nos invita a formar parte de lo que está haciendo.
Ser un siervo del Señor requiere que nos pongamos bajo su autoridad, escuchemos sus instrucciones, y llevemos a cabo sus mandatos. Con nuestras propias fuerzas, esta tarea está más allá de nuestras capacidades, pero cuando estamos caminando obedientemente con Él, nos da todo lo que necesitamos.
El Padre celestial nunca le delega tareas a sus hijos sin equiparlos previamente. Comienza desarrollando el carácter de Cristo en nosotros. Luego, al cooperar nosotros con su Santo Espíritu, Dios transforma un corazón egocéntrico en el corazón de un siervo que se deleita en atender las necesidades de los demás.
Para capacitarnos mejor, el Señor nos da dones espirituales que debemos utilizar en beneficio de otros. Con tareas específicas en mente para cada creyente, el Espíritu Santo concede los dones espirituales que necesitamos para cumplir con los propósitos de Dios.
La invitación ha sido hecha, y el poder y las capacidades están a nuestro alcance. Lo único que necesita son siervos dispuestos a participar en la aventura más emocionante de la vida. Únase al Señor en su trabajo, utilice sus dones espirituales, y deje una huella para Cristo en este mundo.

martes, 16 de enero de 2018

La búsqueda de santidad


La búsqueda de santidad

Los hijos de Dios estamos llamados a vivir en reverencia a Él. Una fuerte motivación para una vida recta es la cruz de Cristo y lo que ella representa.
Primero, la cruz es un recordatorio de nuestra condición original por causa del pecado. Segundo, apunta a nuestra necesidad de un Salvador. La justicia divina decreta que la paga del pecado es la muerte (Ro 6.23). Pero el único pago aceptable es un sacrificio de sangre de una vida perfecta (Lv 17.11; Dt 17.1). Puesto que todos somos culpables, no podemos pagar por nuestros propios pecados. Tercero, fue en la cruz que Jesús tomó nuestro lugar y sufrió la ira de Dios para que pudiéramos ser perdonados. Cuarto, la crucifixión marca el momento en que la justicia de Dios fue satisfecha y Él demostró su misericordia. Por último, señala la manera de reconciliarse con el Padre y ser adoptados en su familia. Solo por la fe en Jesucristo podemos ser salvos (Jn 14. 6).
Lamentablemente, muchos han olvidado el requisito de Dios en cuanto a la santidad (v. 15). En vez de acatar sus normas en cuanto a comportamiento y actitud, tienden a adoptar valores mundanos que les resultan más convenientes. Después, el placer y las riquezas materiales, tienden a reemplazar a la obediencia y al servicio humilde. Tales cosas son estimuladas por la sociedad, que tiene poco temor de Dios y que, por lo general, ignora sus advertencias y sus mandamientos.
Para contrarrestar la influencia de la sociedad, mantenga el significado de la cruz frente a usted. Entonces se sentirá motivado a buscar la santidad, en honor de Aquel que dio su vida para salvarle.

Los beneficios de la oración




Los beneficios de la oración

Al Señor Jesús le encantaba hablar con su Padre y buscar siempre la oportunidad de estar a solas con Él. A veces, hablaba con Dios delante de muchas personas, o pedía a algunos de sus discípulos que lo acompañaran a orar. Debido a que oraba con frecuencia, el Señor Jesús seguía la dirección del Padre, participaba de su trabajo, y comunicaba sus palabras.
Cuando tomamos en serio la oración, nuestra intimidad con el Señor crece. Cuanto más escuchamos y hablamos con Dios, más lo conocemos. Todo lo cual nos ayuda a ver al mundo desde una perspectiva divina. Las cosas que importan a Dios se convertirán también en nuestras preocupaciones, y nuestras oraciones reflejarán cada vez más sus intereses. Las oraciones respondidas nos animarán y aumentarán nuestra fe.
Con el tiempo, la disciplina de la oración debe comenzar a tener un efecto purificador en nosotros. El Espíritu Santo pone la verdad de Dios en nuestros corazones cuando permitimos que el estudio regular de la Biblia alimente nuestra comunión con Él. La relación consecuente con la Palabra de Dios nos revelará aspectos personales de carnalidad, y el Espíritu nos dará el poder para cambiar. Además de esto, aprenderemos a reconocer en qué quiere el Señor que nos involucremos, y cómo invertir nuestro tiempo, dinero y dones espirituales en su obra. Por medio de la oración, recibiremos también paz —incluso cuando las circunstancias empeoren o se mantengan iguales (Is 26.3).
Son muchos los beneficios de la oración, pero el más grande de todos es el gozo que proviene de pasar más tiempo con el Señor.

sábado, 13 de enero de 2018

Consagrado a la oración


Consagrado a la oración

Nuestro Salvador, Jesucristo, estuvo consagrado a la oración. Se reunía con Dios temprano, le buscaba en medio de sus ocupados días, y se escabullía por las noches para tener comunión con Él. Sus acciones son ejemplo del lugar que debe ocupar la oración en la vida del creyente.
La oración parecía ser algo natural para el Señor, mientras que para la mayoría de nosotros representa un gran esfuerzo. El camino a una vida de oración comienza con el firme compromiso de desarrollar el hábito de hablar con Dios, y de hacerlo nuestra prioridad. Podemos lograrlo apartando tiempo cada día para el Señor, y encontrando un lugar donde las interrupciones sean mínimas. Para que esto suceda tenemos que hacer sacrificios —como dormir menos, renunciar a pasatiempos o utilizar la hora del almuerzo para orar. Inclusive, puede ser que algunos padres tengan que recurrir a la ayuda de amigos para que cuiden de sus hijos, y así puedan pasar tiempos a solas con Dios.
Además, nuestra vida de oración debe estar reforzada por las Sagradas Escrituras que nos enseñan acerca del carácter, las promesas y las prioridades de Dios. La Biblia desvía nuestros pensamientos de las preocupaciones mundanas para enfocarlos en el Señor. Leer la Palabra de Dios cada día nos recordará que el Señor es supremamente importante para nuestra vida, y que nuestro deseo debe ser agradarle. Así estaremos preparados para orar de acuerdo con su voluntad, y escuchar lo que Él quiera decirnos. Evalúe el estado actual de su vida de oración, y comprométase a mejorar al menos en uno de los aspectos antes mencionados.


viernes, 12 de enero de 2018

Un pueblo especial para Dios


Un pueblo especial para Dios

Algunas veces, hasta los creyentes olvidamos cuál es nuestro propósito en la vida. Por el ajetreo del día a día es muy fácil olvidar que somos creaciones maravillosas a los ojos de nuestro Creador, y que tenemos un propósito en la vida. Es por eso que 1 Pedro 2. 9, 10 nos enseña que para el Señor somos . . .
1. Linaje escogido. Lo que quiere decir que usted no necesita luchar por ocupar un lugar en la casa del Señor, ya que Él le escogió. El Dios del universo le buscó activamente porque quería entablar una relación eterna con usted. ¡Usted fue seleccionado por Dios mismo!
2. Real sacerdocio. En los días del Antiguo Testamento, un rey no podía ser sacerdote, y un sacerdote no podía ser rey. Las dos funciones estaban separadas y eran distintas. Pero, en Cristo, Dios ha puesto a cada creyente en una nueva categoría. Ahora somos hijos del Rey, y tenemos acceso libre y personal al Dios todopoderoso. Somos del rey.
3. Nación santa. La palabra santa significa simplemente “apartada”. El Espíritu Santo ha sellado a todos los creyentes como hijos de Dios (Ef 4.30), y nada puede deshacer esa relación con el Padre.
4. Posesión de Dios. ¿Está consciente de cuán valioso es usted para el Padre celestial? Vale tanto para Él, que compró su salvación a un gran precio: La vida de su Hijo unigénito (1 Co 6.20).
Nada en cuanto a usted toma por sorpresa a nuestro Dios omnisciente, omnipotente y omnipresente. Él le hizo para que sea su representante en el mundo, y por eso le conoce totalmente. ¿Refleja su vida la posición que Dios le ha dado?

jueves, 11 de enero de 2018

Conocer al Señor y confiar en Él


Conocer al Señor y confiar en Él

Leer | Salmo 9.7-10
¿Qué tanto confía en Dios? Antes de responder, reflexione en cuanto a lo siguiente: ¿Realmente confía en el Señor cuando todo parece ir mal? ¿Le ha pedido Dios alguna vez que haga algo que parece demasiado ilógico y arriesgado? Cuando se prolongan las circunstancias dolorosas, ¿se pregunta usted si al Señor realmente le importa el dolor por el que está pasando?
Todos tenemos momentos de duda cuando nuestra confianza en Dios se ve frustrada por la realidad de nuestra situación.
David revela que la clave está en conocer al Señor (v. 10). Nuestro distanciamiento de Dios resulta en falta de fe; pero a quienes mantienen una relación estrecha con Cristo, les es más fácil confiar en Él de todo corazón.
Cada vez que usted sea tentado a dudar, recuerde estas verdades esenciales en cuanto al Señor:
• Él es absolutamente soberano (Sal 103.19). Dios tiene el control de todo, aunque no lo notemos.
• Él es infinitamente sabio (Ro 11.33-36). Dios conoce cada lado de la situación (por dentro y por fuera), y todo hecho (pasado, presente y futuro).
• Él ama perfectamente (Éx. 34.6). Sin excepción, Él siempre elige lo mejor para nosotros, aunque no sea fácil.
Crecemos en la fe, no esforzándonos para creer, sino buscando al Señor. Esto implica hacer todo lo que podamos para llegar a conocerlo; particularmente, dedicando tiempo a su Palabra, y en oración. Nuestra confianza cada vez es mayor, a medida que aprendemos que Él nunca abandona a quienes le buscan.

miércoles, 10 de enero de 2018

Puertas abiertas por Dios


Puertas abiertas por Dios

La redención del hombre ha sido siempre lo más importante para Dios. Pero, por causa de nuestro pecado, la justicia divina tenía que ser satisfecha; es decir, el castigo por el pecado tenía que ser pagado. Además, había que extender el perdón a toda persona culpable de haber pecado contra el Señor. La solución era costosa: Para redimir a la humanidad, el Padre sacrificó a su único Hijo, quien murió en nuestro lugar. Toda persona que cree en la obra redentora de Jesucristo, ha recibido bendiciones incalculables. Ha sido reconciliada con el Señor, hecha parte de su familia, y recibido la vida eterna.
Dios ha dado a los creyentes la responsabilidad de anunciar la buena noticia de salvación a todo el mundo, y de hacer discípulos a todas las naciones (Mt 28.19). Cuando Él abre las puertas de servicio para nosotros, podemos atravesarlas con confianza. Tenemos su Espíritu que mora en nosotros, para fortalecernos, guiarnos y equiparnos. Seremos capaces de realizar nuestra tarea gracias a su grandioso poder (Ro 8.11; Ef 3.16).
Por tanto, ¿por qué somos renuentes a hacer lo que Dios nos pide? Muchas veces, porque nuestra perspectiva es miope: Tal vez no podemos imaginar cómo añadir una tarea más a nuestra agenda, o permitimos que la inseguridad por las críticas, el fracaso, o las finanzas, gobiernen nuestras decisiones. Pero ninguna de estas cosas es un obstáculo para el Señor.
Dios está esperando que sus hijos acepten el supremo llamado de servirle como embajadores de Jesucristo. ¿Cuál será su respuesta?

martes, 9 de enero de 2018

Ante la puerta abierta



Ante la puerta abierta

Lo que ocupa el primer lugar en la mente de Dios es la salvación del hombre. Él espera que sus hijos tengamos esa misma mentalidad. Se nos ha encargado compartir el evangelio y discipular a otros. De manera que, debemos enfocarnos en su plan, no en nuestras preocupaciones terrenales (2 Ti 2.4).
Para llevar a cabo su plan, Dios abrirá puertas de servicio para cada uno de nosotros –—en la iglesia local, la comunidad, el lugar de trabajo, o el extranjero. Nuestra parte es estar atentos a las oportunidades, y dispuestos a tener un papel activo. La preparación espiritual incluye oración y un tiempo devocional diario, además de un buen testimonio a la vista de otros creyentes. Ya sea que Dios nos asigne tareas grandes o pequeñas, tenemos que estar en condiciones de aceptarlas. Cuando respondemos su llamado, descubrimos que Él nos ha equipado con todo lo que necesitamos (2 P 1.3).
La tarea más importante en el mundo que vivimos es colaborar con el plan redentor del Padre celestial: Él está rescatando personas del poder del pecado, adoptándolas en su familia, y convirtiendo a quienes fueron antes seres rebeldes y egocéntricos, en un reflejo de su hijo Jesucristo. Quienes somos beneficiarios de la obra salvadora de Dios tenemos la obligación de ayudar en su plan de rescatar a otros. Tenemos la responsabilidad de prepararnos y de obedecer sus instrucciones.
Dios ha preparado trabajo para cada uno de nosotros (Ef 2.10). ¿Cómo le está pidiendo el Señor que utilice sus dones espirituales y sus habilidades para llevar a cabo tales planes?

lunes, 8 de enero de 2018

El poder que da el Espíritu Santo


El poder que da el Espíritu Santo poder

Nuestro Padre celestial nos ha llamado a vivir de manera diferente al mundo. Sin embargo, con nuestras propias fuerzas es muy difícil rechazar al pecado, pues nuestra carne lo anhela. Para vivir como Dios desea, es necesario su poder divino. Y para recibir su poder, los creyentes debemos desarrollar actitudes de humildad, confianza y perseverancia.
Dios resiste a los soberbios (Stg 4.6). Él derrama su poder en quienes reconocen que no pueden lograr su objetivo, pero que confían en que el Señor puede hacerlo por medio de ellos. En cualquier circunstancia, confiar en Dios nos dará el poder interior para elegir hacer su voluntad.
Cuando seamos débiles para resistir la tentación, o tengamos demasiado temor para seguir con el plan del Señor, deberemos perseverar en la oración. Hacerlo nos acercará más a Él, fortalecerá nuestra fe, y le invitará a hacer su voluntad en nosotros y por medio de nosotros. Luego, a medida que alabemos a nuestro Padre por su naturaleza todopoderosa, proclamaremos su suficiencia para cada circunstancia, y afirmaremos su bondad, y entonces, su Espíritu nos ayudará a avanzar más allá de nuestras debilidades y temores a una posición de poder.
Hoy, el cuerpo de Cristo está experimentando carencia de poder espiritual. Los creyentes tienen una influencia cada vez menor en la sociedad, ya que nuestras vidas reflejan, a menudo, los valores del mundo. Para cambiar esta situación, tenemos que cooperar con la obra santificadora del Espíritu Santo. Si lo hacemos, Él nos dará poder.


sábado, 6 de enero de 2018

El poder del Espíritu Santo




El poder del Espíritu Santo

Leer | Hechos 1.1-5
Días antes de morir crucificado, Jesús dijo a sus discípulos lo que vendría: Después de su resurrección, recibirían un Consejero —el Espíritu Santo— que estaría con ellos para siempre (Jn 14.16). Él moraría en cada creyente, dándole su poder para vivir en victoria. El Señor también nos investirá con su poder divino si cultivamos ciertas cualidades para que seamos más semejantes a Cristo:
• La pureza de corazón. Antes de ser salvos, el pecado nos separaba del Padre. Cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador, Dios nos lavó y regeneró (Tit 3.5), nos vistió con la justicia de Cristo, y nos purificó para que pudiéramos convertirnos en su pueblo (2.14). Ahora, depende de nosotros buscar la santidad para que podamos ser más como el Señor. La confesión regular de nuestros pensamientos y acciones pecaminosas trae perdón y nos limpia de toda maldad (1 Jn 1.9).
• Un espíritu obediente. Antes de que fuéramos adoptados en la familia de Dios, nuestra naturaleza estaba en rebeldía contra su autoridad. Pero gracias a que hemos creído en Cristo, hemos sido liberados del poder del pecado sobre nosotros y hemos adquirido la capacidad de optar por la obediencia. Aunque nuestra vida no será perfecta, el Señor ve si nuestras mentes y nuestros corazones están dedicados a obedecerle.
Cuando hacemos de la santidad una prioridad, y demostramos obediencia al Señor, recibimos poder sobrenatural para escoger lo recto. Cada día, nos llenaremos de poder al confesar nuestros pecados (Sal 51.1, 2, 10), mantener nuestra dedicación a Dios, y obedecer la dirección del Espíritu Santo.

viernes, 5 de enero de 2018

Lecciones que aprendemos en medio de pruebas


Lecciones que aprendemos en medio de pruebas

Leer | Juan 6.1-14
La Palabra de Dios es un tesoro muy práctico. Los relatos y los principios que se encuentran en los Evangelios son tan aplicables hoy como lo fueron en los días de Jesús. Todos, tarde o temprano, tendremos problemas que parecerán no tener solución. Por tanto, necesitamos recordar que los problemas son oportunidades para que el Señor nos enseñe lecciones valiosas que no aprenderíamos de otra manera.
La preeminencia de Dios supera los recursos humanos. Cuando Jesús preguntó: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (v. 5), Felipe reconoció rápidamente su propia limitación. Aunque Cristo sabía desde un principio lo que iba a hacer, estaba enseñando a sus discípulos que el plan perfecto y el poder para implementarlo provienen de Dios, no de soluciones ni recursos humanos.
Aunque Cristo pudo haber hecho el pan con su sola palabra, eligió utilizar a personas para lograr su propósito. Andrés miró a su alrededor buscando algo para comer, un muchacho renunció a su pequeño almuerzo, y los discípulos organizaron a la multitud y distribuyeron la comida que Jesús había multiplicado. Cada paso requirió confianza y obediencia, especialmente porque el método de Cristo parecía ilógico.
Dios sabe cómo resolver su problema, pero Él puede decidir solicitarle su cooperación, incluso hasta pedirle que haga algo que no parece razonable. Pero recuerde que cada vez que rendimos a Él nuestras soluciones deficientes y nuestros escasos recursos, y damos un paso al frente en obediencia, el Señor hace grandes cosas en nosotros y por medio de nosotros.

Cuando las cosas parecen imposibles


Cuando las cosas parecen imposibles

¿Cuál es su primera reacción cuando enfrenta un problema que no tiene solución? Algunas personas se esfuerzan al máximo por encontrar algún tipo de solución, mientras que otras se dan por derrotadas o se aíslan para evadir el problema por completo. Es de esperar que, como cristiano, usted acuda de inmediato al Señor en busca de dirección.
• Ay, Señor, ¿qué debo hacer? A primera vista, esta parece ser la pregunta correcta, ¿pero lo es realmente? Lo malo con esta pregunta es que, aunque estamos buscando la guía del Señor, el enfoque está en nuestras acciones. Esto significa que la manera como pensamos manejar la situación se limita a nuestras habilidades, recursos y entendimiento. Muchas veces, nuestra mente comienza a idear planes, y pronto recurrimos a la manipulación y a las maniobras en nuestro intento por solucionar el problema.
• Señor, ¿qué vas a hacer? Esta es la pregunta correcta, porque ahora la atención se ha desplazado a la omnisciencia y a la omnipotencia de Dios todopoderoso. Él destruye nuestras limitaciones, y resuelve cualquier situación que afrontemos. Dios tiene el poder de llevar a cabo sus planes, los cuales —a diferencia de nuestras soluciones— son perfectos y siempre le dan la gloria a Él.
Para orar de la manera correcta, usted debe estar dispuesto a poner todos sus planes en las manos de Dios. Él no solo sabe qué hacer y cómo lograrlo, sino que también puede abrir un camino en medio de cualquier imposibilidad. La tarea suya es simplemente confiar en Él, y ser obediente para seguir sus instrucciones.

miércoles, 3 de enero de 2018

La pasión por conocer a Dios


La pasión por conocer a Dios

Como cristianos, debemos desear estar enfocados en conocer a Dios por medio de su Hijo Jesucristo (Jn 14.9). Pero, ¿cómo se demuestra tal pasión?
Primero, con ansias de conocer al Salvador. El Señor Jesús se describió a sí mismo como el buen pastor, el pan de vida, y la vid verdadera. Él nos invita a descubrir quién es. La complacencia —descansar en lo que ya sabemos— no tiene cabida en la vida cristiana.
Segundo, con un compromiso firme con el Señor. Esa dedicación tendrá una influencia duradera en nuestras finanzas, lugar de trabajo, amistades, y hogar. El cultivo de una relación estrecha con Dios, es una búsqueda de toda la vida.
Tercero, amando a Dios sobre todas las cosas y pasando tiempo con Él (Jer 31.34; Mr 12.30). Si Dios tiene el primer lugar en su corazón, usted buscará pasar tiempo con el Señor. Nuestros días se planificarán sobre la base de recibir y obedecer sus instrucciones. La oración consistirá tanto en escuchar al Señor, como en hablar con Él.
Por último, desechando cualquier deseo que obstaculice o sustituya nuestro anhelo ferviente de conocer al Salvador. Dar la espalda al pecado y a las actividades mundanas parecerá un pequeño precio a pagar por la bendición de caminar estrechamente con Dios.
Con el tiempo, al mantener el fuerte deseo de conocerlo, el firme compromiso de andar con Él, de tenerlo en primer lugar, y de sustituir nuestros deseos por los suyos, nuestra pasión por Él crecerá. ¿A quién ve usted cuando se mira en su espejo espiritual —a un creyente apasionado por Cristo, o a uno indiferente?

martes, 2 de enero de 2018

Cómo vivir victoriosamente


Cómo vivir victoriosamente

Leer | Mateo 4.18-20
El hombre que dio un paso al frente para predicar en Pentecostés era imperfecto, y con fama de ser impulsivo. Pedro no solo había discrepado de Jesús, sino que incluso había negado conocerle. Pero se había convertido en un hombre cuyo impacto a favor del reino de Dios superaba su impulsividad.
Al estudiar la vida de Pedro, a menudo cometemos el error de enfocarnos en sus acciones negativas, como en la duda que casi lo ahogó cuando caminó sobre el agua, y en las antes mencionadas desaprobación y negación de Jesús. Pero Pedro es también ejemplo de una vida victoriosa. Siendo un pescador inculto, que probablemente tenía pocas otras habilidades, dejó sus redes y siguió a Jesús en el instante que Él pidió que lo hiciera. Fue el primero en reconocer a Cristo como el Hijo de Dios (Mt 16.16). Y después de la resurrección del Señor, su naturaleza espontánea lo llevó a lanzarse al agua y nadar hacia la orilla cuando vio a su Salvador esperándolo (Jn 21.7). La devoción de este discípulo no puede ser puesta en duda.
Pedro es una inspiración para nosotros hoy. Dios no escoge a siervos que sean rocas sólidas, sin ninguna grieta o hendidura. Por el contrario, elige a personas que tienen debilidades y fracasos. El Señor busca a creyentes que sean dóciles, que estén dispuestos a arrepentirse, y que estén listos para entregarse a la voluntad de Dios —a personas parecidas a Pedro.
Él busca a seguidores dispuestos que hagan suyo el llamamiento de Isaías: “Heme aquí, envíame a mí” (Is 6.8). Esa es la vida victoriosa.