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Seis áreas de pecado y la demonización de los creyentes
Bajo condiciones poco habituales de pecado, los verdaderos creyentes pueden llegar a estar demonizados. ¿Cuáles son las áreas principales e identificables de pecado que en ocasiones producen esta situación? Menciono seis con cierto sentido del orden en el que suceden, comenzando incluso antes de la cuna y continuando hasta la edad adulta. Esas áreas son: el pecado generacional; el abuso infantil; los pecados sociales tales como la ira, el resentimiento, la rabia, el rechazo y la rebeldía; el pecado sexual; las maldiciones procedentes del mundo espiritual; y las prácticas ocultas.
Estas áreas de pecado no conducen automáticamente a la demonización y cuando lo hacen puede variar desde leve hasta grave. De igual manera, la liberación varía desde que es instantánea, por ejemplo, cuando uno queda libre por completo en el momento de la conversión, hasta otra que se prolonga. En este último caso, la víctima puede precisar de la práctica de la autoliberación (guerra espiritual enfocada a derribar las fortalezas demoníacas en la propia vida) durante cierto período de tiempo o tal vez tenga que buscar ayuda de otros creyentes para llevar a cabo una liberación completa.
El Pecado Generacional
Pecado generacional es aquel que pasa de padres a hijos. Se conoce por otros nombres tales como pecado trasmitido, hereditario o familiar. En algunos casos los demonios parecen identificarse con el linaje, lo cual produce su trasmisión de padres a hijos, su carácter hereditario y la demonización generacional en potencia.
Que sepa, la Escritura no da ninguna enseñanza ni ejemplos claros ni definidos acerca de la trasmisión demoníaca. Lo que sí ofrece es advertencias divinas en cuanto a las consecuencias desastrosas que pueden tener los pecados de los padres sobre sus hijos. El contexto en que se dan dichas advertencias es muy claro: ciertos cabezas de familia, por lo general varones, se han rebelado contra Dios y Él dice que le aborrecen (Éxodo 20.5). Esto implica un abandono deliberado del Señor y, por lo general, si no siempre, el servir a otros dioses; negando a Yahvé el amor y la obediencia que su señorío único y absoluto exige (Éxodo 20.5, 6; Deuteronomio 5.9b, 10; 18.9–14). El ministerio a personas afligidas por demonios que han sido trasmitidos a través del linaje familiar siempre corrobora este punto.
En la mencionada rebelión, la figura de autoridad se aparta de Dios para servir a otros dioses, a Satanás o a los espíritus, y para cometer grandes perversidades. Con frecuencia tales personas consagran a los dioses, al diablo o al mal su familia y las futuras generaciones.
Los jefes de familia judíos sabían que lo que hacían afectaba a sus descendientes durante generaciones enteras. Dios se lo había dicho; y en momentos de crisis se pusieron delante del Señor y confesaron los pecados de sus familias, e incluso de su nación. Hay ejemplos excelentes de esto en Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20 y Daniel 9.1–19.1 Los israelitas comprendían que los pecados de los padres podían afectar a las generaciones futuras. El principio implicado es que el pecado familiar, o el juicio por ese pecado, corre a través del linaje, influyendo en generaciones posteriores que no tuvieron nada que ver con el mismo.
Esta maldición generacional puede ser rota por miembros de la familia que se identifiquen con los pecados de sus padres o por dirigentes nacionales que hagan lo propio con los de su país, tanto antes como después de la cuarta generación. Eso fue lo que hicieron Nehemías (Nehemías 1.4–9), Jeremías (Jeremías 14.20) y Daniel (Daniel 9.1–21).
Los judíos ya interpretaban así esta advertencia en la época del reino dividido (Jeremías 31.27–30; Lamentaciones 5.7; Ezequiel 18.1–20). El enfoque negativo de los profetas en cuanto a esta «ley del mal hereditario»2 no iba dirigido a impugnar tal realidad sino a corregir sus abusos. Uno de ellos, dice Plumtre, era que «los hombres encontraban en ella una explicación para sus sufrimientos que les aliviaba la conciencia. Estaban sufriendo, según ellos, por los pecados de sus padres y no por los suyos propios».3
William H. Brownlee arroja más luz sobre el asunto con las siguientes palabras:4
Ezequiel objeta[ … ] al uso perverso mediante el cual uno deducía que si las generaciones pasadas habían sido tan malvadas como afirmaba el profeta (Ezequiel 2.3, capítulos 16, 20 y 23), de nada valdría arrepentirse para evitar el juicio que anunciaba. En efecto, están diciendo: «¿Para qué sirve el arrepentimiento si nuestra suerte ha sido ya sellada por los pecados de nuestros padres?» Contra esto dirige Ezequiel una larga diatriba.
Plumtre declara el respaldo de la Escritura a «la ley de las tendencias y los castigos hereditarios que recaen, no sobre los culpables originales, sino sobre sus hijos, y de la responsabilidad individual».5
En vista de este principio bíblico de la ley del mal hereditario, no parece improbable la trasmisión o herencia de demonios. La posibilidad más obvia de ello sería la de los padres implicados en el ocultismo que se rebelan contra Dios y se unen a los «no dioses» del mundo espiritual. Por lo general, tales personas no se consagran sólo ellas mismas a los espíritus, sino que hacen lo propio con su progenie. Los estudios sobre las religiones no cristianas y el ocultismo revelan que esta trasmisión es cierta.6
Por último, la experiencia de la mayoría de los creyentes que están comprometidos en un ministerio de liberación, si no de todos, demostraría que este aspecto de la demonización es una clara realidad. De modo que resulta prudente confesar los pecados de nuestro linaje (Nehemías 1.4–9; Jeremías 14.20) y destruir así cualquier trasmisión demoníaca potencial en las vidas de todos aquellos nuevos convertidos que proceden de familias no cristianas. Esto se aplicaría en especial a la vida de cualquier creyente cuya familia haya practicado alguna forma de ocultismo, pertenecido a una religión no cristiana o estado involucrada en formas extremas de pecado moral.
Aconsejo incluso a los padres adoptivos, sin asustarlos, que hagan pasar a sus hijos por una sesión de liberación. En algunos casos de demonización grave desde la cuna, los demonios han declarado su presencia en el linaje familiar a veces durante siglos. No hay razón alguna para dudar de sus afirmaciones. Esto da a los espíritus malos un sentido de propiedad sobre el linaje en cuestión. Aunque para los occidentales sea algo difícil de aceptar, se trata de una realidad que hay que tener en cuenta. Una vez roto ese derecho de propiedad por algún miembro arrepentido de la familia, la maldición del pecado generacional acaba.7
El Abuso Infantil
La víctima del abuso infantil se convierte en víctima del pecado de otros, por lo general figuras de autoridad en las que confiaba, bien en la infancia o en la adolescencia. A causa de lo extendida que está esta dimensión del mal en nuestros días, necesita una consideración especial.
El abuso infantil es una de las peores perversidades que se están perpetuando hoy en día en los Estados Unidos a través de poderosos principados y potestades malignos. Tiene que ver con esa parte de la raza humana tan querida por Dios que son los niños. Las palabras que habló Jesús sobre la relación entre el Padre celestial y los pequeños no se dijeron de ninguna otra unidad social humana (Mateo 18.1–10; 19.13–15). Y ya que Satanás aborrece a Dios, se concentra sobre todo en aquellos a quienes Él más ama: nuestros hijos. Es tan simple como eso.
Los niños son los seres humanos más vulnerables e indefensos de todos; no pueden protegerse a sí mismos de la maldad humana y sobrenatural como los adultos. Nosotros, los mayores, somos su principal protección. Como consecuencia de esto los pequeños están muy expuestos a la demonización (Mateo 15; Marcos 9; Hechos 16).
Luego esos niños se hacen adultos y se convierten en padres y abuelos; los adultos lastimados y demonizados tienden a criar hijos y nietos semejantes a ellos. La manera más estratégica para destruir a la humanidad es destruyendo a sus hijos; y el mayor bien que puede hacerse a la raza humana es el de proteger y sanar a sus pequeños heridos.
Los abusos que sufren los niños hoy en día pertenecen por lo general a cuatro categorías amplias pero interrelacionadas.
Cuatro clases de abuso |
Cuatro reacciones negativas comunes |
Abuso sexual |
Vergüenza extrema y problemas sexuales. También se dan el miedo y la ira. |
Abuso físico |
Rabia excesiva y problemas en las relaciones interpersonales. |
Abuso sicológico |
Autoimagen muy negativa y espíritu de rechazo. Siempre produce ira. |
Abuso religioso |
Confusión extrema en cuanto a Dios y la fe cristiana; incapacidad de confiar en Él y en su Hijo. |
Las reacciones negativas enumeradas no son exhaustivas. La ira, el resentimiento, la rabia y los problemas en las relaciones interpersonales acompañan casi siempre a cada una de estas cuatro clases de abuso.
El peor tipo posible de abuso infantil que existe hoy en día es el abuso ritual satánico (ARS), una combinación de las cuatro formas antes mencionadas. Se trata de un abuso religioso ejecutado en el niño para causarle un dolor indecible. Es un abuso físico relacionado con el abuso sexual, a menudo constituido por violaciones o perversiones de todo tipo imaginable e inimaginable. Su resultado es un daño sicológico de la peor clase. El niño en desarrollo queda reprogramado mediante esta perversidad extrema para comportarse de manera disfuncional como joven y como adulto. Con frecuencia este abuso escinde la personalidad del niño, produciendo su disociación y dando como resultado los desórdenes múltiples de personalidad (DMP). La investigación revela que el setenta y cinco por ciento o más de los casos de DMP han sido consecuencia del ARS y de otras formas extremas de abuso sexual infantil.
Jay, un estudiante de la Universidad Cristiana de San José, estaba consagrado a Cristo y quería ser pastor. Al mismo tiempo era un hombre con problemas obvios: ruidoso, alborotador, discutidor y colérico. Tenía fama de perturbador entre los profesores.
Mientras enseñaba de las misiones en el libro de Hechos, Jay cobró vida en la clase. Le emocionaban las misiones, el Señor y la gente. Pronto estuvimos hablando de Satanás y de sus ataques contra el pueblo de Dios en los Hechos de los Apóstoles y también tratamos de los demonios. Cierto día, Jay vino a verme después de la clase y me dijo:
«Doctor Murphy, amo al Señor, pero soy una persona difícil de tratar. Tengo dificultad para congeniar conmigo mismo. ¿Qué me pasa? ¿Podría estar demonizado?»
Jay había sido abandonado por su padre y su madre, y recogido cuando tenía tres años por unos tíos que eran borrachos y que peleaban a menudo. Cuando esto sucedía rompían los muebles y destrozaban la casa. Siendo un niñito, Jay tenía que esconderse para evitar que también le pegasen a él, pero no siempre lograba escapar a su rabia y a sus riñas de borrachos.
Su tía era la peor: le pegaba tan a menudo que el niño tenía todo el cuerpo lleno de moretones. Un día le apaleó sin piedad y Jay se encontró sin sitio donde esconderse, adonde ir ni quien le protegiera.
«Salí corriendo a la calle, doctor Murphy», me dijo. «Lloraba y gritaba, lleno de odio hacia mi tía, mi tío y hacia todo el mundo, en especial hacia Dios. ¿Dónde estaba Él? Se suponía que era el protector de los niños, pero a mí no me había protegido. Me había dado una mala madre y un mal padre, y también una tía y un tío malos. De modo que era un Dios malo, si es que existía.
»Levanté mis puños al cielo —siguió diciendo Jay— y grité mi odio contra Dios; enseguida clamé al diablo, si es que era real. Le pedí que castigara a mis tíos, que tomara mi vida. Yo era suyo, puesto que Dios me había abandonado.
»Algo terrible sucedió de repente, doctor Murphy. Una nube negra me rodeó. Podía casi verla y sentirla. Me cubrió por completo y desde entonces jamás se ha disipado. He vivido hasta hoy en esa nube oscura. Aunque se fue en parte cuando acepté a Jesús como Salvador y Señor, no desapareció del todo. Todavía me envuelve. ¿Podría tratarse de demonios?»
Tuve que suponer que así era, pero decidí no perseguir esa «nube». Ayudé a Jay a hacerlo y con el tiempo quedó totalmente libre por medio de la autoliberación.
Ira, Resentimiento, Rabia, Rechazo y Rebeldía
Estos pecados son en general el resultado del daño o del supuesto daño causado en la niñez o la adolescencia y se extienden hasta la edad adulta. Aunque el pecado reaccionario (véase la Fig. 24.1) surge debido al mal, o supuesto mal, infligido a un individuo, puede por sí mismo abrir la puerta a los espíritus malos. La mayoría de los demonios de ira, resentimiento, rabia, rechazo y rebeldía entran después de que el abuso contra la víctima deja paso a la ira o la rabia por lo que sucede.
Antes conté la historia de la joven que estaba llena de resentimiento contra sus abuelos y padres. Presenté su amargura y sus problemas sexuales sólo desde la perspectiva de la carne. No mencioné que también estaba muy demonizada. Me había llamado debido a los problemas que tenía con su pequeño de alrededor de un año de edad. Estaba segura de que las dificultades de su hijo eran de origen demoníaco. El niño sufría de terrores nocturnos y aunque éstos, como es natural, no son necesariamente causados por espíritus malos, en el caso de su hijo la mujer estaba convencida de que había demonios implicados; ya que los juguetes del pequeño eran lanzados de modo misterioso por toda la habitación cada vez que sufría los mencionados terrores, más de una vez por semana.
Siempre indago con cuidado la vida de los padres cristianos que tienen posibles problemas demoníacos con sus hijos. Una cantidad bastante grande de las dificultades de los creyentes con demonios tienen que vez con sus familias. La trasmisión demoníaca, el abuso infantil y una vida de hogar disfuncional se cuentan entre las causas más frecuentes de la vinculación de los demonios a la vida de los niños.
En este caso no tuve que hacer ninguna indagación. En cierto momento de la charla, después de contarme el prolongado abuso sexual a que había sido sometida por su abuelo, la mujer comenzó a hablar de sus fantasías eróticas personales.
«Doctor Murphy», expresó, «quiero mucho a mi marido. Tenemos una buena relación sexual, pero sobre mí vienen a menudo extraños impulsos eróticos. Siento que me gustaría salir a la calle y escoger a algún hombre guapo y sexy con el cual irme a un motel y mantener relaciones sexuales. ¿De dónde vienen esas fantasías? Las odio, pero sigo experimentándolas una y otra vez».
A medida que continuaba la sesión empecé a sospechar que aquella encantadora y joven madre era atormentada tanto por demonios sexuales como por espíritus de resentimiento e ira. Sin embargo no le dije nada al respecto. Tengo por método jamás inferir que el problema de una persona es demoníaco hasta que entro en contacto con los demonios en su vida; no obstante, la sospecha sí que afecta a mi manera de orar con ella.
Al dirigirla en la oración hice lo que a veces se llama una afirmación de fe y plegaria doctrinal (véase el Apéndice A), y seguí orando de esta manera con los ojos abiertos después de pedir a Mary Ann que los cerrara. De repente dio muestras de inquietud y comenzó a mecerse de un lado de la silla para otro mientras respiraba de manera anormal. Sus manos se movían y retorcían, la cara se le deformó y se hizo repugnante. Empecé a prepararme para una posible interrupción demoníaca; sin embargo no estaba del todo listo para el grito desgarrador que surgió de lo profundo de aquella pequeña mujer, ni para la voz áspera que protestó contra mí.
«¡T-t-te … ooodio … !»
De inmediato silencié al indignado demonio.
Mary Ann se quedó sobrecogida por lo que acababa de salir de su boca.
No se imaginaba que pudiera tener un problema de demonios. Durante el transcurso de unas pocas sesiones de consejo, tanto ella como su hijo fueron liberados.
El pastor a quien había invitado para que la ministrara conmigo siguió haciéndolo durante cierto tiempo. Más tarde descubrió que su marido, un sicólogo, estaba igualmente demonizado. Este también quedó libre y en la actualidad ambos forman parte del equipo de liberación de la iglesia del citado pastor.
Mary Ann estaba gravemente demonizada por muchos demonios sexuales asociados con el abuso de que había sido víctima en su infancia por parte de su abuelo. Un grupo aun mayor de demonios sociales (ira, rabia, rebeldía, rechazo y resentimiento) eran los más importantes, con el resentimiento a la cabeza.
Los Pecados Sexuales
La cuarta puerta habitual de pecado para una participación de los demonios en la vida de los creyentes es el pecado sexual, así como las disfunciones de todo tipo en ese terreno. En una amplia mayoría de casos de demonización grave en cristianos adultos hay presentes demonios sexuales. Para ello quiero sugerir algunas razones:
1. La sexualidad ocupa un lugar importante en la vida humana y refleja de manera singular la imagen de Dios en el hombre. Dios, como ser perfecto posee todas las cualidades sublimes de la masculinidad y la feminidad en su misma persona. Aunque el Señor no es sexual, ha creado esas cualidades únicas del hombre y de la mujer; por tanto ninguno de elloss es plenamente humano sin el otro. La perturbación de la sexualidad trastorna a la persona completa; los demonios reconocen este hecho y lo explotan para el mal.
2. Cuando las personas quedan sexualmente incapacitadas, todo su ser es dañado. Puede causarse más daño a la humanidad envileciendo su sexualidad que mediante ningún otro factor, a excepción del espiritual. Por tanto, la forma más destructiva de abuso infantil no es el físico, sino el físico-sexual. Si a éste último se le añade una dimensión religiosa (ARS), el abuso sexual se hace todavía más destructivo.
3. El sexo es uno de los instintos más poderosos en la vida. Los hombres y las mujeres tienen en este punto algunas de sus luchas más feroces. La sexualidad desbocada conduce a algunos de los problemas personales y sociales más graves a los que se enfrenta la humanidad. El SIDA y el aborto son causados más que todo por el abuso de la sexualidad; como también la prostitución, la violación, el incesto, la homosexualidad y una gama inimaginable de perversiones sexuales que practica la raza humana.
4. Los demonios del abuso y la perversión sexual flotan en el aire, por así decirlo, en todas partes, y se cuentan entre los más activos, sutiles y depravados de todos los espíritus malos.
Un indio amigo mío, el Hermano Silas, trabaja eficazmente fundando iglesias en los pueblos del norte de la India, y en cierta ocasión el joven pastor de una de ellas, situada en determinada aldea hindú, le invitó a visitarla. El hombre estaba también ansioso porque Silas hablara con su joven esposa, la cual se había estado comportando de un modo extraño en los últimos tiempos. La mujer ni siquiera quería ir a la iglesia con su marido.
Después de predicar en la iglesia un domingo por la mañana, Silas fue a la pequeña casa de barro con techumbre de paja del pastor. La esposa de éste no había asistido al culto aquella mañana y cuando Silas se acercó a la casa, ella se encontraba dentro. Incluso antes de que mi amigo estuviera a la vista, la joven esposa profirió: «El Hermano Silas ha venido a verme; tengo que salir a encontrarlo».
Llegó afuera en el momento en que Silas entraba en la propiedad y mientras corría hacia él fue despojándose de sus ropas. Cuando estuvo frente a mi amigo se hallaba desnuda. Silas supo con exactitud lo que sucedía y en seguida ató a los demonios poniéndolos bajo su control. Al volver en sí, la joven se quedó horrorizada de verse desnuda. No se había dado cuenta de lo que acababa de hacer.
Aconsejándola, Silas descubrió que pocas semanas antes, un domingo por la mañana cuando se había quedado sola en casa en vez de ir a la iglesia, cierto joven sacerdote hindú se presentó a su puerta, la sedujo y en el acto los demonios sexuales entraron en su cuerpo. Aunque más tarde la mujer se había arrepentido, todavía se veía turbada por fantasías eróticas. Con la ayuda del Hermano Silas, fue liberada.
Las Maldiciones En El Mundo Espiritual
Las maldiciones son un rompecabezas para la mente occidental. Pensamos en una maldición como en la expresión de ira o disgusto sin poder inherente para infligir daño. ¿Son sólo eso las maldiciones?
La Biblia empieza y termina con maldiciones. Dios pronuncia la primera serie contra Satanás y la tierra (Génesis 3.14, 15, 17–19), y la última referencia a la maldición proclama el fin de ésta (Apocalipsis 22.3). En otras palabras: para la humanidad no existe escapatoria de la maldición y las maldiciones hasta que hallan llegado los nuevos cielos y la nueva tierra, y los santos sean glorificados con nuestro Señor en el reino eterno.
Las maldiciones vienen de cuatro fuentes posible: Dios, los siervos de Dios, el mundo espiritual y los servidores humanos de Satanás. Estas cuatro fuentes liberan energía espiritual hacia la persona o el objeto maldito.
La maldición es de manera fundamental un concepto veterotestamentario que obtiene su significado de la cosmovisión del Antiguo Testamento. Las maldiciones no se utilizan allí con la idea occidental de proferir juramentos o decir palabras soeces. En el Antiguo Testamento maldecir es un concepto de poder destinado a liberar una fuerza espiritual negativa contra el objeto, la persona o el lugar maldito. Esto es cierto incluso cuando Dios maldice. En realidad, la mayor ía de las maldiciones de la Escritura se atribuyen a Dios o a sus siervos actuando conforme a la voluntad divina. Es el Señor quien libera su poder de juicio. Por eso lo llamo fuerza espiritual negativa aun cuando sea Dios quien la activa.
Tan prominente es esta actividad de Dios de pronunciar maldiciones que resulta difícil exagerarla. De los 202 contextos de maldición que hay en la Biblia, son Dios o sus siervos quienes la emiten 143 veces. Se dedican capítulos enteros a enumerar las maldiciones que el pecado trae sobre el pueblo del Señor (Deuteronomio 27–31); y uno de los temas más destacados es el de las maldiciones frente a las bendiciones, el cual también ocupa capítulos completos (Deuteronomio 28–30; Números 22–24).
Tan precioso es para Dios su pueblo que tres veces declara que maldecirá al que lo maldiga. Y también expresa: «Benditos los que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren» (Números 24.9).
Es peligroso maldecir a otra persona. Sólo un profeta guiado por Dios de manera directa puede hacerlo debidamente. Dos veces, dice el Señor, debería ser maldito el que maldice a otro. Treinta y una veces se advierte contra tales maldiciones. En su excelente libro Possessing the Gates of the Enemy [Posea las puertas del enemigo], Cindy Jacobs critica la práctica de los creyentes que pronuncian maldiciones sobre los inconversos; especialmente sobre aquellos que resisten a la verdad. (Su sección sobre lo que ella llama las oraciones del «caigan ellos muertos» es magnífica.) Jacobs dice sabiamente: «Lo que quiero destacar, sin embargo, es que mientras no reprendamos a Satanás por controlar a las personas no debemos maldecirlas. Tenemos que clamar al Señor y dejar que decida cuál ha de ser el juicio».8
También Satanás comprende el concepto de poder de las maldiciones. Dos veces le dijo a Dios que en realidad Job no le amaba sin algún motivo particular: «Quita tu mano de su vida», expresó el diablo. «Déjamelo a mí y te maldecirá en la cara» (Job 1.11; 2.5). No pasó mucho tiempo antes de que la orden de maldecir a Dios llegara a los oídos del santo. Y, tristemente, fue su mujer quien se convirtió en la voz acusadora de Satanás para ese fin: «Maldice a Dios», le dijo, «y muérete» (Job 2.9).
Bajo la Ley, que se dio más tarde, una persona que maldecía a Dios debía ser ejecutada. El Antiguo Testamento también nos advierte contra el maldecir a los príncipes y registra algunas ocasiones en las que dichos príncipes fueron maldecidos por hombres airados. Simei maldijo a David y aunque éste lo permitió entonces, durante el momento de su humillación, después ordenaría que fuese ejecutado (1 Reyes 2.8s).
T. Lewis y R. K. Harris nos informan que:
Cuando se pronuncia una maldición contra alguien no debemos entenderla como un mero deseo, aunque sea violento, de que el desastre alcance a la persona en cuestión; como tampoco hemos de interpretar que la «bendición» correspondiente trasmita sólo un deseo de que el individuo a quien se refiere obtenga la prosperidad. Se consideraba que las maldiciones poseían un poder inherente para ejecutarse ellas mismas[ … ] Tales maldiciones [y bendiciones] poseían el poder para su autorrealización.9
G. B. Funderburk dice: «En verdad la confirmación de la bendición pronunciada y la antítesis de la maldición en la historia bíblica temprana es asombrosa».10 Y luego cita los siguientes ejemplos:
1. Noé pronunció una maldición sobre Canaán y una bendición sobre Sem y Jafet (Génesis 9.25–27).
2. Isaac bendijo a sus hijos mellizos y pronunció una maldición sobre cualquiera que maldijese a Jacob (Génesis 27.27, 28).
3. Jacob bendijo a sus doce hijos, la serie de bendiciones paternas más detallada de toda la Escritura (Génesis 49.28).
4. El poder liberado tanto en la bendición como en la maldición era real. La maldición debía ser temida y la bendición codiciada.
La historia de Jacob y Esaú es buen ejemplo de esto. La búsqueda por parte de ambos de la bendición de su padre enfermo, Isaac, gira en torno a ese concepto de poder que es la bendición (Génesis 27.1s). También la trama engañosa de Rebeca para que Jacob robase a Esaú dicha bendición destinada al primogénito supone una maniobra relacionada con la cosmovisión.
Una maldición pronunciada o escrita en nombre de Dios por sus figuras de autoridad era considerada eficaz para traer el juicio divino sobre la persona, el lugar o la cosa maldita. Moisés puso delante de Israel «la bendición y la maldición» (Deuteronomio 30.1). Jeremías habló de la maldición sobre el desobediente Israel que había hecho que la tierra estuviese desierta (Jeremías 23.10).
¿Era válida esta cosmovisión o estaba Dios sólo acomodándose a la visión supersticiosa de las cosas que Israel tenía en común con sus vecinos paganos? Si aquí Dios se adapta a una peculiar pero incorrecta, ¿dónde deja de hacerlo? Todo el Antiguo Testamento se basa en esta cosmovisión en cuanto a su teología de la maldición y la bendición. Y también sucede lo mismo con el Nuevo Testamento.
Como dicen Lewis y Harrison, la realidad del concepto:
[ … ] desempeña un papel importante en la interpretación que hace Pablo de la maldición. A la luz de la Ley todos los hombres son culpables[ … ] El transgresor de la Ley está bajo maldición; su juicio ha sido pronunciado; escapar resulta imposible. Pero en la cruz Jesucristo acabó con esa maldición, «porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero» (Gálatas 3.10, 13); ya que una maldición que ha triunfado sobre su víctima es una fuerza gastada.11
Jesús mismo maldijo a la higuera que no daba fruto (Marcos 11.12–14) como símbolo del juicio sobre su infructuoso pueblo.12 Y nos exhorta: «Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian» (Lucas 6.28). Pablo responde llevando esto todavía más lejos, y diciendo: «Bendecid a los que os persiguen, bendecid, y no maldigáis» (Romanos 12.14).
Esto es justo lo que Jesús hizo desde la cruz (Lucas 23.34). ¿Deberíamos nosotros hacer menos? De ahí el asombro de Santiago de que con la boca «bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. «Hermanos míos», dice, «esto no debe ser así» (Santiago 3.9, 10).
Muchos creyentes han sido víctimas de las maldiciones del enemigo pronunciadas por los obradores de milagros satánicos.
Tales maldiciones no son siempre eficaces, pero a veces sí lo son.
Por lo general, no implican demonización, pero en ocasiones sí.
No son siempre permitidas por Dios, pero a menudo las autoriza.
No tienen por lo general que ser identificadas como individuales, ni es necesario buscar protección contra ellas, pero con frecuencia sí hay que hacerlo.
Prosperan con la ignorancia y la altivez, pero son anuladas por el conocimiento y la humildad.
Son «elaboradas» con invocaciones a los espíritus y magia satánica para hacerlas más poderosas. Sólo pueden ser vencidas por el poder superior de Dios. Sin embargo, algunas veces no las vence automáticamente por nosotros. Hemos de entender el mundo de las maldiciones con poder espiritual y romperlas nosotros mismos. De ahí la importancia que tiene la oración de guerra espiritual en grupo.
Cierta misionera en África contrajo una extraña enfermedad y comenzó a perder peso a un ritmo alarmante. Los doctores estaban perplejos. La mujer aumentó su dieta, pero su cuerpo no asimilaba los nutrientes de la comida que ingería. Por último hubo de ser enviada de vuelta al Canadá para recibir tratamiento médico; pero dicho tratamiento no surtió efecto y la misionera siguió empeorando.
Entonces empezó a asistir a la iglesia que pastoreaban John White y Ron Blue, y con el tiempo Dios reveló que el origen de su problema no era físico sino espiritual. Durante un período de oración se descubrió que la mujer había sido objeto de una maldición. Cuando se rompió la misma, su cuerpo pudo funcionar con normalidad. Había sido sanada.13
La Historia Del Avión
Hace poco leí un artículo que amonestaba a los creyentes a no dar crédito ni difundir relatos injustificados de ocultismo y satanismo. Su autor mencionaba la acusación de que el logotipo utilizado en los productos de Procter and Gamble estaba relacionado con el satanismo. Por supuesto, esto no es cierto. Por desgracia, sin embargo, quien escribía dicho artículo hacía también referencia a la historia del avión como si se tratase de otra fábula difundida por cristianos engañados.
La historia del avión es cierta. Pat, una mujer que se cuenta entre mis compañeros de oración del área de San José (California) fue su protagonista. Mi amiga salía de San José en avión y tenía un asiento de pasillo. La plaza adyacente estaba vacía, pero la que correspondía a la ventanilla se encontraba ocupada por un joven. Cuando llegó el momento de que la azafata sirviese la comida, Pat aceptó la suya, pero el mencionado joven la rechazó diciendo que estaba ayunando.
«He oído por casualidad cómo le decía a la azafata que está usted ayunando», le dijo mi amiga. «Debe ser cristiano, ¿no es así?»
«No, soy satanista», respondió el otro.
El comentario la desconcertó. ¡No supo si debía buscar otro asiento o qué hacer! Sin embargo, decidió permanecer sentada donde estaba y entablar conversación con aquel joven, si él quería. En realidad estaba bastante dispuesto a hablar de su fe y testificar del poder de Satanás.
En el transcurso de la conversación, Pat le preguntó acerca de los objetivos específicos de su ayuno y oración. (Esa forma de ayunar y orar representa un intento de maldición, no una súplica humilde.) El joven le explicó que los objetivos en cuestión eran los principales pastores e iglesias del área de San José, así como dos importantes misiones cristianas. Cuando Pat le preguntó de qué misiones se trataba, respondió sin vacilar que Partners International y OC International.
Aquello dio en lo vivo, ya que el padre de Pat era uno de los fundadores de la primera y ella misma apoyaba a OC International, la misión a la que pertenezco.
Durante los pocos años siguientes media docena de pastores claves del área de San José cayeron en la inmoralidad y fueron apartados de sus iglesias. ¿Mera coincidencia? Esto jamás había ocurrido con anterioridad. ¿Y qué les sucedió a Partners y a OC International? Pregunte a sus líderes lo que experimentaron a finales de la década de los 80 y el principio de los años 90.
La historia del avión se ha convertido en la historia del restaurante. En ciertos restaurantes, algunos cristianos han visto grupos de personas reunidas a la mesa en evidente actitud de oración y al acercarse a ellas pensando que eran creyentes han descubierto que se trataba de satanistas «orando» al diablo y echando maldiciones sobre pastores y obreros cristianos destacados.
También ha llegado a ser la historia del supermercado. La misionera Beverly Lewis, de la World Gospel Mission [Misión Mundial Evangélica], informó de una experiencia que tuvo en Argentina. Cierto satanista que esperaba en la cola del supermercado para pagar, anunció de repente a todos que él y su grupo estaban ayunando y orando a Satanás por «la destrucción de los hogares de los líderes cristianos». Luego, Beverly sigue contando los tristes resultados que tuvieron en su ciudad aquel ayuno y aquella oración maldiciente dirigida al diablo. Se trata de un relato grave y horrible.14
Esto nos llama de nuevo a reconocer que estamos en guerra. Tenemos que aprender a movilizar a los creyentes para la oración de combate a fin de romper esas maldiciones demoníacas. No debemos permitir que la verdad bíblica de la derrota de los principados y potestades satánicos nos adormezca en una complacencia altiva e indiferente diciéndonos que no nos puede suceder. Esto sería ingenuidad bíblica e histórica.
Las Prácticas Ocultistas
Hay dos grandes clases de ocultismo con las que estamos en guerra: el ocultismo no cristiano y el cristiano. Un amplio sumario del ocultismo no cristiano demandaría muchas páginas de material, no obstante sólo mencionaré determinadas áreas que constituyen los puntos focales para la batalla de los creyentes, en particular en el mundo occidental:
1. El horóscopo y demás prácticas astrológicas.
2. El uso del tablero ouija y otros métodos semejantes para entrar en contacto directo con el mundo espiritual y utilizar su poder.
3. Los juegos de roles fantásticos que implican al mundo espiritual, tales como «Mazmorras y Dragones».
4. La aceptación y el uso de cualquier poder síquico obtenido antes de la conversión.
5. Cualquier intento de conseguir sanidades síquicas o espirituales.
6. Toda práctica de percepción extrasensorial, clarividencia, levitación, telequinesia, proyección astral, escritura automática y cosas similares. Aunque algunas de ellas pueden ser puro fraude, muchas inducen la actuación de espíritus malos.
7. Cualquier participación en sectas, sesiones de espiritismo, creencia en la reencarnación o intentos de comunicarse con los muertos.
8. Todas las religiones orientales y místicas, además de cualquier otra que no sea cristiana.
9. La música o los grupos de rock duro, ácido, punk u otras clases inmorales y destructivas. Muchos de estos grupos y estilos musicales son demoníacos y ocultistas.15
10. El movimiento de la Nueva Era. Dedico un capítulo posterior del presente libro a este avivamiento moderno del paganismo y las religiones orientales.
A continuación está lo que llamo la actividad ocultista «cristiana», que comprende la búsqueda o la aceptación de experiencias espirituales en un contexto «cristiano» sin examinar, desde la perspectiva de la Escritura (1 Juan 4.1), su verdadero origen y los motivos que inducen a buscarlas.
En un principio mencionaremos la base triple mínima para examinar las experiencias espirituales. Primero, el contenido doctrinal implicado, especialmente en lo relativo a la persona del Señor Jesucristo, debe soportar el escrutinio de la Palabra de Dios (1 Juan 4.1–11; 1 Corintios 12.3; Romanos 10.9). En segundo lugar, las verdaderas experiencias con el Espíritu Santo producen humildad en vez de orgullo. El creyente se ve atraído más cerca del Señor, aumentando la santidad de su vida y desarrollando obediencia a la Palabra (Gálatas 5.22, 23) así como amor y tolerancia hacia todos los cristianos (1 Juan 2–5). En tercer lugar, el cuerpo de Cristo es edificado (1 Corintios 12–14). Uno no busca «arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20.30), sino hacer discípulos del Señor Jesús.
A este respecto son útiles algunos ejemplos de creyentes engañados espiritualmente y de espíritus engañadores (2 Corintios 11.3, 4; 12–15; Gálatas 1.8; 1 Timoteo 4.1; 2 Timoteo 3.13; 1 Juan 4.1–6). A continuación relato un ejemplo de mi propia experiencia.
En cierta ocasión me telefoneó una airada mujer llamada Audrey. Se había criado en un hogar piadoso y ahora estaba vinculada a una poderosa secta cristiana, que la había ganado mediante experiencias de poder con el mundo espiritual. Su piadosa tía le había rogado que me llamara y para complacerla así lo hizo. Habló sin interrupción durante media hora, sin darme ocasión de decir nada. Hasta que por fin expresé: «Por favor, Audrey, cállese. La he escuchado durante media hora y ahora quiero que me escuche usted. Le voy a dar algunos pasajes de la Escritura para que los lea. Prométame que los estudiará cada día y orará. Pídale al Espíritu Santo que le ayude a abrirse a la verdad que contienen. Luego llámeme de nuevo y volveremos a hablar».
Ella estuvo de acuerdo y pocos días después volvió a llamarme. La Palabra de Dios había sacudido su confianza en cuanto a la fuente de su experiencia espiritual y estaba intentando romper con la secta, pero le costaba mucho hacerlo. Unas voces interiores la amenazaban. La mujer tenía miedo y pedía ayuda.
Puesto que Audrey vivía en otra ciudad a cierta distancia, un amigo mío y yo pensamos que era mejor aconsejarla en su propia casa. Aquélla estaba llena de objetos y libros de ocultismo. Había tantas pinturas hindúes y de otras religiones orientales revistiendo las paredes de su piso que llenaron por completo la parte trasera de mi furgoneta cuando las transportamos hasta el basurero. Audrey, una mujer soltera de cuarenta y tantos años de edad había quedado atrapada en la filosofía de la Nueva Era y estaba ligada a una secta poderosa y extraña de personalidad religiosa.
Lo primero que hicimos fue explicarle el plan bíblico de salvación. Siendo creyente, Audrey se mostró muy dispuesta a colaborar y confirmó su fe en Jesús como Señor y Salvador, aunque estaba sufriendo mucho a manos de los espíritus que la atormentaban. Éstos la violaban casi a diario (se trataba de los terribles íncubos ya mencionados), mientras que otros perturbaban su sueño, la ponían nerviosa y la llenaban de miedo y ansiedad. De algunos de ellos temía que la mataran.
Comenzamos a ministrarle liberación y tuvimos bastante éxito. Sin embargo su caso era tan grave y complicado que sabíamos que habría de necesitar más consejo, por lo tanto le enseñamos acerca de la autoliberación.
Debido a mi ministerio itinerante pronto perdí el contacto personal con Audrey, aunque ella me escribía de vez en cuando. Casi un año después empecé a sentir de nuevo una profunda preocupación por ella. Me inquietaban sus últimas cartas y las cintas de casete que me había enviado. Se mostraba todavía confusa en cuanto a su caminar con Dios y me temía que su misticismo estuviera atrayendo otra vez a su vida a espíritus mentirosos.
Cuando OC International programó una conferencia misionera en el norte de California, decidí llevarme todas las cartas y cintas recientes de Audrey para poder discernir lo que estaba sucediendo en su vida. Cierta noche, en la conferencia, una señora pidió hablar conmigo y la coincidencia me asombró: ¡Era la tía de Audrey!
—He estado tanto tiempo fuera durante los meses pasado —le expliqué —que he perdido el contacto con Audrey. Aunque ella me ha escrito sin fallar, no he podido contestarla. Voy a volver a leer sus cartas, escuchar de nuevo las cintas y contestarla esta misma semana. Estoy convencido de que todavía hay algunos espíritus engañadores obrando en su vida».
—No tiene necesidad de hacerlo — dijo tristemente —Audrey ha muerto».
Aquello me dejó sin habla.
—¿Y como ha sucedido? —le pregunté.
—Ayunó hasta la muerte. Tiene usted razón, Audrey todavía estaba luchando por liberarse del todo de los demonios. Hace algunos meses me telefoneó y me dijo que el Señor le había mostrado que si ayunaba durante cuarenta días quedaría libre por completo de ellos.
»Le dije que no creía que aquello fuera de Dios y al fin abandonó la idea.
»No volví a saber de Audrey durante varias semanas. La llamaba pero no obtenía respuesta. La telefoneé al trabajo y me dijeron que no había ido por allí desde hacía algún tiempo. De manera que llamé a la policía y cuando forzaron la entrada de su apartamento la encontraron muerta. Había dejado una nota explicando que se trataba de una muerte autoinfligida mediante el ayuno. Deseaba morir para poder estar con el Señor y ser libre de sus sufrimientos».
¡Qué experiencia tan triste!
Para terminar este capítulo debo dar una palabra de advertencia sobre la participación en cualquier forma de actividad relacionada con el mundo espiritual que implique el uso de amuletos, e incluso la posesión de objetos físicos asociados con el mundo de los espíritus. Puesto que tales objetos fueron dedicados a ese mundo cuando se hicieron, a menudo hay espíritus malos asociados con ellos del mismo modo que los hay también vinculados con lugares y edificios que se dedicaron a su uso. Esto incluye pinturas, objetos de «arte», esculturas, imágenes, amuletos, fetiches, libros e incluso ciertas formas extremas de rock u otro tipo de música asociada con el mundo de los espíritus.
Un ejemplo de esto será suficiente. Se llama el «Regalo especial de Ding».16
Los blaanes son por tradición animistas y adoran a los espíritus que viven en los árboles, los ríos y las montañas. Su sistema de creencias incluye el uso de amuletos para protegerse de dichos espíritus. Simplemente uno de esos pequeños objetos escondido entre sus ropas o en sus hogares puede alcanzar el precio de un carabao o un revólver. El llegar a conocer a Cristo no libera necesariamente a los nuevos creyentes blaanes de su creencia tan arraigada en dichos amuletos, sino que más bien tratan de combinar ambas cosas produciéndose una lucha continua entre los dos mundos espirituales en vez de una victoriosa vida cristiana.
Hace dos años, Ding Rogue comprendió este problema y comenzó a confrontar a los creyentes que todavía se aferraban a su antigua forma de vida. Rogue, a veces, detiene un culto para decir: «Hay un mal espíritu aquí, hacia este lado. No tenéis derecho a traer amuletos a esta iglesia. Deberíais deshaceros de ellos». En otras ocasiones, puede señalar a la persona misma. «Es como si el Espíritu Santo me estuviese susurrando al oído: “Ese es”», expresa.
Como consecuencia de esto, los creyentes a menudo entregan sus amuletos para que sean quemados. Este gran acto de sacrificio y fe abre el camino para que el Espíritu de Dios obre en formas aun mayores en las vidas de los blaanes.
Lo mismo sucede en el mundo occidental. No podemos servir a dos señores y puesto que sólo el Señor es Dios, sigámoslo a Él. No necesitamos objetos de buena suerte, mágicos o espirituales para nuestra protección o provisión. Teniendo a Dios por Padre no precisamos de dioses ajenos.
1 1. Hoy en día estamos asistiendo a una comprensión renovada del pecado nacional que necesita ser confesado, del que hay que arrepentirse y por el cual es preciso pedir perdón. Véase John Dawson, Taking Our Cities for God , Creation House, Lake Mary, FL, 1989, y Cindy Jacobs, Possessing the Gates of the Enemy , Chosen Books, Fleming H. Revell, Tarrytown, NY, 1991.
2 2. Rev. E. H. Plumtre, Jeremiah, en Charles John Ellicott, A Bible Commentary for English Readers , Cassell and Company, Nueva York, 5:107 y 108.
3 3. Plumtre, pp. 107 y 108.
4 4. William H. Brownlee, Ezequiel 1–19, WBC, Word, Waco, Texas, 1986, pp. 282, 283.
5 5. Plumtre, pp. 107 y 108.
6 6. Véase Merrill F. Unger, Demons in the World Today , Tyndale, Wheaton, IL, 1971, pp. 82 y 83, 177 y 178, 192; Merrill F. Unger, What Demons Can Do to Saints , Moody, Chicago, 1977, pp. 135–139, 142–144, 155, 165, 178 y 179.
7 7. Véase el Apéndice C sobre oración en grupo por los pecados generacionales (además de otros agarraderos del pecado).
8 8. Jacobs, pp. 131–133.
9 9. Véase T. Lewis y R. K. Harrison, «Curse» en G. W. Bromiley, ed., ISBE , Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1989–1991, 1:837 y 838.
10 10. G. B. Funderburk, «Curse» en Merrill C. Tenney, ed., ZPEB , Zondervan, Grand Rapids, MI, 1977) 1:1045 y 1046.
11 11. Lewis y Harrison, p. 838.
13 13. John White y Ron Blue, serie de cassetes sobre la guerra espiritual. No se cuenta con el título exacto ni las fechas.
14 14. Beverly Lewis, Missionary Prayer Report, World Gospel Magazine, Noviembre, 1985.
15 15. Véase Bob Larson, Rock , Tyndale, Wheaton, IL, 1980; Bob MacKenzie, Bands, Boppers and Believers Printpack Books, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1986.
16 16. «Ding’s Special Gift», In Other Words (Diciembre de 1987).
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
Sección II
Demonización y abuso infantil
55
El abuso infantil
De las seis puertas principales por las que los demonios se vinculan a las vidas de los seres humanos, tal vez la más corriente, horrible y destructiva sea el abuso infantil. Todo el mundo reconoce que esta clase de abuso es de lo más terrible y que si se prolonga durante un largo período de tiempo dañará al niño para el resto de su vida.1 Los demonios se aprovechan de este daño para sus fines perversos.
El mundo espiritual conoce la historia del hombre como ningún historiador llegará jamás a conocerla y la naturaleza humana mejor que pueda hacerlo nunca ningún sicólogo o siquiatra. Tienen mayor conocimiento que todos los teólogos de la propensión del hombre hacia el mal, y saben más acerca de los efectos duraderos de ciertas heridas sobre la personalidad humana, tanto en el nivel individual como en el colectivo, que cualquier sociólogo.
Con este conocimiento los poderes demoníacos se han concentrado en la parte más baja de la naturaleza humana.2 Saben que el hombre tiene una insaciable inclinación a ejercer poder sobre los demás; en especial sobre los débiles, los desvalidos y los menos dotados. Con el poder viene la posición, las posesiones y el placer, meta final de la humanidad desenfrenada. El mundo espiritual sabe que los niños de hoy son los adultos del futuro y que si logran explotar la tendencia que tiene el hombre a abusar de sus propios hijos habrán causado el daño casi definitivo a la raza humana. Los espíritus malos, por tanto, están siempre directa o indirectamente implicados en el abuso infantil.
Una perspectiva histórica
La afirmación que hago sobre la tendencia del hombre a abusar de sus propios hijos puede parecer demasiado fuerte a primera vista. Después de todo, si la humanidad no cuidara de sus hijos los más de nosotros no estaríamos vivos hoy en día para leer este capítulo. Sin embargo, ciertos estudios históricos y contemporáneos llevados a cabo revelan que los niños son el grupo humano más oprimido de la historia de la humanidad. John Boswell, historiador de Yale, ha escrito un libro perturbador titulado The Kindness of Strangers [La bondad de los extranjeros] (1985) que estudia el abandono de los niños por sus padres a lo largo de la historia.
Boswell no pretendía escribir dicho libro, tuvo la idea mientras investigaba las costumbres sexuales de los primeros cristianos. Haciendo esto se topó con el razonamiento esgrimido por varios teólogos destacados de la iglesia primitiva en cuanto a que los hombres no debían visitar burdeles porque corrían el riesgo de cometer incesto sin saberlo con una hija suya a la que hubieran abandonado siendo niña.3
Boswell se quedó pasmado con aquellos escritos y al seguir investigando descubrió que el abandono de niños había sido una práctica corriente a lo largo de la historia. Durante el siglo dieciocho, por ejemplo, en las ciudades europeas un tercio de todos los niños que sobrevivían al nacimiento eran abandonados por sus padres. Según Boswell, el pensamiento moderno de que los padres están a toda costa obligados a cuidar de cada niño que permiten que nazca, de ahí la práctica de apaciguar la conciencia matándolos mediante el aborto, está basado en una estructura económica de clase media.
En el mundo antiguo, y hasta la edad moderna, esa conciencia no existía; especialmente en los tiempos en que no se contaba con ninguna forma de control de la natalidad. La sociedad esperaba que cada uno criase con responsabilidad a los hijos que decidía mantener, pero no tenía porque mantenerlos todos.
En nuestro estudio del capítulo 34 sobre los sacrificios antiguos de niños utilicé un artículo de la revista Biblical Archeology Review. La última parte de dicho artículo trata también del infanticidio y del abandono de niños como formas de control de la población a lo largo de los siglos. El autor expresa:4
Desde una óptica cultural comparativa, el sacrificio de niños o infanticidio ritual, es una forma especial de infanticidio. La manera no institucionalizada ha aparecido en la sociedad grecorromana y en el Occidente cristiano con más regularidad de lo que con frecuencia nos gusta admitir. Los niños no deseados o desamparados han sido expuestos a la intemperie, ahogados, abandonados a la muerte por hambre, estrangulados, asfixiados y envenenados; pero la manera más corriente y letal de deshacerse de los hijos que no se querían era sencillamente la negligencia.
Según la UNICEF, el abandono de niños sigue existiendo en muchas partes del mundo en desarrollo.
El artículo en portada de la revista Newsweek del 24 de enero de 1983, «Child Labor: The Plight of the World’s Youngest Workers» (El trabajo infantil: La difícil situación de los obreros más jóvenes del mundo), cuenta que «los trabajadores de menor edad que hay en el mundo (75 millones de niños) sacrifican su infancia en días interminables de un trabajo agotador».
Charisma, por su parte, publicaba en su número de diciembre de 1983 un escalofriante artículo titulado: «Throwaway Kids» (Niños desechables). El subtítulo era una afirmación en forma de pregunta: «En los últimos dos años miles de americanos han rechazado a sus pequeños. ¿Por qué? Las respuestas son evasivas». Los autores de dicho artículo, Mark Kellner y Rob Kerby, llaman a los «desechables» buenos chicos no deseados por sus familias, y dicen: «Se trata de un problema que América tiene desde hace años, pero que según las autoridades en los dos últimos ha empeorado de repente. Forma parte de la decadente estructura de aquella en otro tiempo sólida familia americana».
En vista del representativo material citado, no creo que mi acusación en cuanto a «la tendencia que tiene el hombre a abusar de sus propios hijos» esté muy lejos de la verdad.
Sólo soy una niñita
En cierta ocasión vi por televisión una película sobre la verdadera historia de una niña que fue abandonada por sus abusivos padres y llevada a una casa de crianza donde había de sufrir todavía más abusos. A mi modo de ver, la parte más conmovedora de ese filme era su comienzo, cuando una asistente social lleva a la pequeña a la citada institución.
Sentada a un lado del asiento trasero del automóvil, casi como si estuviera sola (aunque no lo está, ya que la asistente social se encuentra con ella) va una encantadora niñita de a lo sumo cuatro años de edad. Tiene un bonito pelo recogido en graciosas coletas y lleva un lindo vestido infantil. Viste asimismo un ligero abrigo gris. Más tarde, cuando la pequeña salió del coche, pude ver que en sus piececitos llevaba zapatos negros y pequeños calcetines blancos.
Ahí está sentada, en su propio mundo, y su cara revela que se encuentra sola emocionalmente. Tiene ojos inexpresivos, fijos en el vacío. No mira a su alrededor observando todas aquellas nuevas vistas como harían la mayoría de las niñas.
Cuando el automóvil se detiene, la asistente social le pide que le dé la mano para poderla conducir a su nuevo «hogar». Sin protesta alguna la niña se la da. Mis ojos quedaron fijos en aquella manita diminuta y solitaria.
Tras apearse del coche ambas empiezan a caminar hacia la casa de crianza y, de repente, esa terrible tristeza de soledad sólo conocida por una niñita de cuatro años que ha sufrido abusos y abandono, rompe mis defensas y penetra en mi mente y en mis emociones. Empiezo a llorar.
¡Eso no está bien! ¡No debería ser así!, grito en mi interior. Mis instintos paternales se despiertan y quiero extender la mano y rescatarla. Pero no se me permite hacerlo.
¡Es mi niñita!, exclaman mis sentimientos en lo profundo de mi ser. Es cierto, su aspecto coincide con el de mis dos hijas cuando tenían cuatro años de edad: sus coletas, su vestido, su abrigo, sus zapatos y calcetines. Todavía puedo verlas a ambas caminando así conmigo, de la mano, tanto tiempo atrás.
Mientras anda en dirección a la casa con su manita en la mano de la asistente social, se vuelve y mira hacia la cámara: me está mirando a mí.
¡Sus ojos!, ¡son sus ojos lo que me traspasa hasta lo más hondo! ¿Qué están diciendo?
«Sólo soy una niñita», dicen a cualquiera que tenga ojos para ver y emociones para responder. «Se me debe amar y proteger, no rechazar y maltratar.
»Sólo soy una niñita. No puedo en absoluto cuidar de mí misma. Sin adultos que me alimenten y me vistan moriré. Pero aquí estoy, sola. Nadie se preocupa de lo que me está sucediendo, en especial mamá y papá. ¿Por qué?
»Sólo soy una niñita. No puedo defenderme, ni huir a un lugar seguro. No hay ningún sitio seguro para una pequeña como yo. Voy adonde otros me llevan.
»Sólo soy una niñita», son las palabras finales de aquellos ojos antes de apartarse de mí para ir adonde la están llevando otros y no adonde ella quiere ir.
La niña no tiene ninguna elección en el asunto. No es una persona con poder. Otros lo son y ella no puede sino someterse al poder que éstos tienen sobre su vida.
Esa mirada final de sus ojos antes de apartarse de mí expresa: «Soy demasiado pequeña, y estoy demasiado herida y demasiado sola para saber lo que me está sucediendo.
»¿Qué pasa con mi futuro? No sé lo que esa palabra significa. No tengo futuro alguno, sólo el ahora, que significa que debo sobrevivir.
»¿Y qué de mi pasado? Tampoco lo conozco. ¿Es ese pasado en verdad algo pasado o forma parte todavía de mi ahora? Debo sobrevivir al ahora, que es lo único que conozco, y ese ahora está cargado de sufrimiento.
»Tengo demasiado miedo para estar atemorizada. Estoy demasiado confusa para pensar, demasiado sola para hablar … Sólo soy una niñita».
Dicho esto, la pequeña vuelve su espalda a la cámara y también a mí. Se ha ido. Sólo era una niñita.
Traté de reprimir las lágrimas, pero no pude. Lloré por ella y seguí haciéndolo por los millones de pequeñas maltratadas, rechazadas y solas que existen. Ellas tampoco son más que niñitas.
Todavía puedo ver como me miran aquellos ojos tristes cuando mi mente me trae continuas imágenes retrospectivas de la pequeña. Sus ojos no suplican, están demasiado muertos para seguir haciéndolo. Simplemente se fijan en mí, vacíos, sin mostrar emoción alguna y tan solitarios. Todavía tengo que reprimir las lágrimas cada vez que mi memoria decide traerme otra imagen de aquella encantadora niñita de ojos inexpresivos: los ojos de una pequeña desamparada.
¡Oh Señor! ¡Si hubiera podido rescatarla! ¡Si pudiese librar a los millones de otras niñitas que en este mundo perverso sufren abusos de parte de aquellos que deberían ser sus protectores! Si pudiese … ¡Pero no puedo! Son demasiadas. ¿Dónde estás tú, oh Padre, cuando las niñitas son maltratadas y están solas?
También sufro con la existencia de esta clase de maldad en el mundo de mi Padre. En realidad, aunque Él creó dicho mundo, no es su dios en la actualidad. Ese dios es Satanás (2 Corintios 4.3, 4). Aun así, sólo el Señor es Dios.
Uno se pregunta acerca de las ataduras espirituales de esos niños maltratados. ¿Cuántos de ellos llegarán a estar demonizados? ¿Cuál será el resultado de sus vidas a medida que avancen hacia la edad adulta?
El ministerio a los adultos supervivientes de un abuso infantil grave revela que muchos de ellos llegan a estar demonizados, aunque con otros no sucede así.
Estos resultados se deben a muchos factores desconocidos. Una de las razones es la intervención soberana de Dios. El Señor no interviene contra todo el mal que existe, de otro modo dejaría de haber maldad. El mal debe seguir su curso hasta el final. Sin embargo, si se permitiese a Satanás y sus secuaces hacer todas las perversidades que ansían hacer, la vida humana resultaría imposible; sería el infierno sobre la tierra.
No obstante hay millones de niños maltratados que quedan afectados por demonios, especialmente si el contexto de su abuso ha sido el ARS. Cuando aconsejamos a supervivientes de un abuso premeditado con alteración de personalidad, deberíamos estar siempre vigilantes en cuanto a la posible presencia de demonios. También tendríamos que sospechar dicha presencia al ministrar a los que han sufrido un abuso infantil grave, prolongado y que no ha sido tratado, ya sean éstos personas adultas o niños. Si dicho abuso se ha tratado eficazmente (en un sentido relativo), a menudo los espíritus malos no se encontrarán ya en el individuo o no tendrán un control tan fuerte sobre él como antes del tratamiento.
A menudo un tratamiento efectivo, ya sea de parte de consejeros cristianos o no cristianos, quitarán algunos de los asideros de pecado a los que se vinculan los demonios en una vida humana. Aunque los creyentes reconocen tanto el éxito de dicho tratamiento cuando lo realizan consejeros cristianos, a menudo se niega la eficacia del mismo si procede de profesionales no cristianos.5 Esto es poco realista. Toda verdad es, en última instancia, verdad de Dios. Si los no cristianos han fundado sus prácticas de consejo sobre la verdad divina, Dios las honrará. En realidad, si se actúa en función de dicha verdad, ésta en sí ayudará a sanar a los seres humanos.
Por tanto hay poca base para las fuertes actitudes negativas que existen en muchos círculos cristianos hacia los consejeros no creyentes. Si los procedimientos de curación están establecidos sobre la verdad de Dios, aunque el «curador» niegue la existencia del Creador todavía es posible ayudar a las personas heridas a llevar una vida menos traumática. Como la estrategia de Satanás está siempre basada en mentiras, el diablo pierde su control cuando esas mentiras se ven desplazadas por la verdad. Este es un importante principio bíblico llamado choque de verdad.
Como es natural, el ideal es un consejero que no sólo sea muy entendido y hábil en orientar a las personas que han sufrido abusos, sino que enfoque también su consejo desde una perspectiva bíblica.
Un Ejemplo De Demonización Debida Al Abuso Infantil
Al había sido uno de mis estudiantes en el seminario, el tipo de joven al que todo profesor le encanta tener en clase: inteligente, entusiasta y siempre con una buena actitud hacia el tema que se estaba enseñando, aunque desafiara algunas de sus cómodas presuposiciones teológicas.
Cierta día recibí una llamada telefónica suya. Estaba pastoreando una pequeña congregación en una de las ciudades más resistentes a Dios de los EE.UU.6 Quería que las iglesias de su ciudad comprendieran algunas de las dimensiones de guerra espiritual que tienen la maldad y la resistencia al evangelio. Me invitaba a dirigir una guerra espiritual de la iglesia unida en la ciudad.
Seis semanas aproximadamente después de aquel seminario recibí una llamada telefónica urgente de Claire, la esposa de Al.
—Doctor Murphy —me dijo —Al está demonizado. Se encuentra tendido en el suelo de la otra habitación y no sabemos qué hacer. ¿Quiere ayudarnos?
—Si está en mi mano, claro que sí —contesté — Dime lo que pasa.
—Desde que se marchó usted Al ha estado teniendo problemas. (¡Qué gran estímulo para mis seminarios!) Comenzó a dar más enseñanza a los nuestros sobre la guerra espiritual basándose en Efesios 6. Al principio le iba bien, pero luego sus mensajes empezaron a hacerse cada vez más cortos. Parecía sentirse confuso mientras predicaba y no podía seguir el bosquejo de su mensaje. Por último, terminaba su sermón y despedía a los hermanos.
»Al siempre ha sido un marido y un padre cariñoso y paciente, pero desde entonces empezó a cambiar. Se volvió impaciente con nosotros y con la gente en general, y comenzó a decir cosas extrañas. Llegó a estar oprimido.
»Ayer, por último, se derrumbó y empezó a desbarrar. Entonces, asustada, llamé a Phil, nuestro pastor adjunto y a otro miembro de la iglesia. Vinieron a casa e intentaron ayudarle.
»Mientras le aconsejaban, de repente se volvió loco. Comenzó a lanzar cosas por la habitación. Chillaba y gritaba como un demente; no podíamos controlarlo. Por último tuvimos que llamar al servicio de emergencias para que nos ayudasen. Lo llevaron al pabellón siquiátrico del hospital y pasó la noche allí.
»Lo hemos traído a casa hace algunas horas. El médico ha dicho que sufrió un ataque grave de ansiedad de algún tipo, pero cree que se solucionará con la medicina que le ha mandado.
»Hace poco empezó a desvariar de nuevo y a decir cosas perversas. Me di cuenta de que no era Al. Está endemoniado. Phil se encuentra con él ahora. Está tendido en el suelo en un trance. Por favor, díganos lo que debemos hacer».
Para ser sincero no sabía qué hacer. Se trata de otra de esas difíciles situaciones de ministerio en las que deben tomarse decisiones inmediatas pero no se cuenta con toda la información para realizar un diagnóstico preciso. La decisión tenía que ser instantánea y actuarse en función de ella.
¿Estaba Al de veras demonizado? ¿Cómo saberlo? No podía hacer un diagnóstico preciso basándome sólo en el breve relato de una esposa aturdida.7 Sin embargo, actué suponiendo que lo estaba. Si uno tiene cuidado con lo que hace, aunque el primer diagnóstico sea erróneo, no dañará a la víctima ni a los que están a su alrededor.
—Por favor— respondí, —dile a Phil que se ponga al teléfono.
—Phil —gritó Claire —el doctor Murphy está al teléfono y quiere hablarte.
Pude escuchar el ruido de una terrible conmoción. Oí cómo Al le gritaba a su pastor adjunto y éste intentaba dominarlo.
Los demonios vinculados con la vida de Al habían escuchado las palabras que Claire dirigiera a Phil en cuanto a mi presencia. Ellos me conocían, por lo general así sucede, y no querían nada conmigo, como suele pasar. De repente la comunicación se cortó. Claire me dijo después que Al había desenchufado el aparato.
Lo único que pude hacer fue colgar el teléfono y ponerme a orar. Reconozco que estaba asustado. Si Al se encontraba demonizado debía tratarse de demonios demasiado feroces: podía hacerse daño a sí mismo, a su esposa, a sus hijos y a Phil. Pedí a Dios que interviniera y que Claire pudiera encontrar la forma de ponerse otra vez en contacto conmigo. Pronto el teléfono sonó de nuevo.
—Al ha desenchufado el teléfono —me explicó Claire—. Estoy utilizando el de la cocina y tengo miedo.
—Dile a Phil que ordene a los demonios que se callen —la instruí —y que vayan a la boca del estómago de Al y se sujeten. Explícale que lo haga hasta que le obedezcan.
Un minuto después Claire volvió al teléfono y expresó:
—Phil ha hecho lo que usted dijo y ha resultado. Al está consciente y los demonios se han ido.
Dudaba que se hubiesen marchado, pero sentí alivio al saber que el ataque había pasado.
—Dile a Phil que anuncie discretamente que sólo quiere hablar con Al —le indiqué —no con los demonios. Que siga haciéndolo hasta que tu marido sea capaz de responderle y luego le diga a Al que venga él mismo al teléfono para que pueda hablar con él.
Transcurrieron algunos minutos de silencio que me parecieron horas. Después pude escuchar la voz apaciguada y sorprendida de Al.
—Hola, doctor Murphy, ¿qué hace usted al teléfono? — Al no recordaba nada de lo que acababa de ocurrir.
Aquel fue el comienzo de una de las sesiones de consejo más largas que he sostenido por teléfono. Duró varias horas. Ya que parecía tratarse de demonios muy destructivos,.8 Tuve que prolongarla lo suficiente hasta sentirme confiado de que Al, su esposa y Phil podían manejar cualquier cosa que ocurriera en el futuro inmediato.
Al estaba muy demonizado,9 aunque no sabía desde cuándo se encontraba en esa situación, ni tampoco las causas de la misma. Como no podía verle, decidí ordenar al demonio jefe que se manifestara.10 Sin embargo, antes de hacerlo, lo até bajo mi autoridad en el nombre del Señor Jesús (Lucas 10.17–19). Le prohibí que volviera a ponerse violento para dañar a Al o a cualquier otra persona, así como que desenchufase de nuevo el teléfono de la pared. El demonio protestó pero obedeció.
—Me llamo Ira — dijo el espíritu malo —y soy el jefe. Apártate de mí. Déjanos en paz, no me gustas.
—Cállate —le ordené. Habla sólo cuando te pida que lo hagas. Responderás a mis preguntas cuando esté dispuesto a escucharte. ¿Cuándo entraste en Al?
—Cuando tenía dos años.
—¿Qué es lo que te dio pie para entrar en su vida?
—Su padre le estaba pegando.
Ordené a Ira que bajase otra vez al estómago de Al y permaneciera allí callado hasta que le dijese lo que debía hacer.
—Al — pregunté —¿has oído quién era ese demonio y lo que ha dicho?
—Sólo algo acerca de la ira —respondió Al —pero no se ninguna otra cosa de lo que se ha expresado.
—Al —inquirí —cuéntame algo de tu vida familiar cuando eras pequeño. ¿Era el tuyo un hogar feliz? ¿Cristiano?
—Siempre he creído que era un hogar feliz, pero últimamente me lo he estado preguntando. Mi familia era cristiana ymuy estricta. Papá y mamá son líderes de la iglesia. Ibamos a ella cada vez que abría sus puertas.
—¿Cómo te llevabas con tu padre?
—Le tenía miedo. Cuando se enfadaba se ponía furioso y a menudo me pegaba tan fuerte que sentía terror de él. En cierta ocasión, siendo pequeño, me castigó tan duro que manché mis pantalones. No me dejó cambiármelos; me hizo ir a la escuela manchado y todo.
»Siempre me comparaba con mi hermano mayor. Le agradaba más que yo. Me decía que era tonto, que jamás llegaría a ninguna parte. Siempre trataba de complacerle, pero no lo lograba: era para él la oveja negra de la familia».
Durante la hora siguiente intenté que Al me contase lo más posible sobre su temprana vida de familia. Era el consejo previo a la liberación.
La madre de Al era una mujer bondadosa pero completamente dominada por su marido. Pocas veces dormían juntos en la misma habitación.
Siendo Al todavía un niño, su madre le invitaba con frecuencia a acostarse con ella y pronto empezó a prodigarle caricias sexuales. El niño no sabía cómo reaccionar. Si su madre hacía aquello, se dijo, debía estar bien; sin embargo, con el tiempo llegó a sentirse confuso y culpable. Al alcanzar la adolescencia comenzó a ver pornografía y a practicar la autosexualidad, no tardando mucho en obsesionarse con el sexo.
Aunque su relación sexual con su madre se fue desvaneciendo al hacerse adolescente, tuvo lugar al menos en otra ocasión, y quizás en más de una. Esta vez, y por iniciativa de la mujer, realizaron un coito completo.11
Sin embargo aquella no era toda la historia. Siendo pequeño Al había sufrido también frecuentes abusos sexuales de parte del hermano de su padre durante cierto tiempo. En una ocasión recuerda que su tío lo puso sobre sí estando sentado en el salón y lo acarició sexualmente mientras hablaba con su padre.
—Miré a mi padre sentado al otro lado de la habitación —recordaba Al—. Tenía que saber lo que estaba pasando. Con los ojos le rogaba que impidiese que su hermano siguiera haciendo aquello. Pero no intervino. Sólo se rió. Sentí odio hacia ambos.
Fue en ese momento de mi charla con Al cuando éste me confió que había intentado suicidarse para herir a su padre.
—Entonces comprendería el daño tan grave que me había hecho —expresó Al, y se entristecería por ello. Quería vengarme de él.
Le guié a través del proceso de perdonar a su padre, a su madre y a su tío. Aunque resentido contra ellos, por fin pudo hacerlo.12 Sin embargo, también quería que éstos reconociesen sus pecados contra él. Hasta el momento de escribirse este libro sus familiares aún habían pasado por alto el asunto. También esto es típico de esta clase de abuso.
Al era sincero en su deseo de vivir una vida santa y de servicio al Señor y a su pueblo. Este estilo de vida cristiana destruye la base de los demonios para permanecer indefinidamente asociados a la vida de alguien una vez que se ha reconocido por fin su presencia y se les ha hecho frente.13
Mientras los demonios huían, algunos lo hacían quejándose, otros trataban de gritar. Los silencié y pronto salieron todos. Estoy en contacto continuo con Al y todo le va muy bien. A esto se le llama consejo postliberación.
He contado la historia de Al, principalmente, para demostrar una de las áreas más difíciles y chocantes de la guerra espiritual: la posible demonización de los hijos mediante el abuso por parte de sus padres.14 Muchos creyentes tienen grandes dificultades para aceptar la demonización de los niños inocentes. «¿Cómo puede permitir Dios tal cosa?», se dicen. De nuevo se nos presenta el problema del mal en un universo creado y sostenido por un Dios todopoderoso y todo bondad.
Siempre que nos encontremos en el contexto del «¿Por qué Dios permite que tal y tal cosa suceda?», lucharemos con este enigmático problema. Sin embargo, una vez que aceptamos lo que las Escrituras nos enseñan de la horrible realidad del mal producido por la caída de Lucifer y de una parte de los ángeles, y seguida del pecado del hombre, podemos admitir, aunque no nos guste, todo el mal natural y sobrenatural que existe.
En realidad, es la raza humana quien ha perpetrado casi todo el mal que experimentan los niños. Los adultos abusan, atormentan, torturan y matan a niños inocentes. Son los adultos quienes exterminan a los pequeños en las guerras y los campos de concentración. Son ellos quienes permiten que millones de niños pasen hambre y mueran de inanición. Son los mayores quienes gastan su dinero en placeres y vicios descuidando y perjudicando a sus propios hijos y a los de sus prójimos. Por tanto, los adultos cometen la mayor parte de los males que sufren los niños.
Mucho se está escribiendo acerca del abuso infantil en nuestros días. Los consejeros, los pastores, los investigadores, los eruditos, las autoridades gubernativas, los médicos, los guardianes de la ley, los escritores y otros grupos, tanto seculares como cristianos, están advirtiendo a la sociedad y a la iglesia de este mal que existe entre nosotros. Tal vez no haya habido ninguna generación tan bien informada del poder destructivo que representa el abuso de nuestros hijos como la presente.15
Lo que se precisa es un entendimiento más completo de cómo este abuso, inspirado por los demonios, abre la puerta de la vida de los niños a una posible demonización. Es probable que haya millones de personas como Al en nuestras iglesias. Algunas, igual que él, ocupan nuestros púlpitos; otras se sientan en los bancos; y otras están en el campo misionero. He guiado a docenas de misioneros a la liberación de demonios que entraron en sus vidas durante la infancia y que no se fueron en el momento de la conversión o la ordenación, sino sólo cuando se pusieron en práctica los procedimientos de liberación de la Palabra de Dios. Los creyentes demonizados saben que tienen problemas, pero no adónde deben acudir para obtener la ayuda que tan desesperadamente necesitan. Consideraremos con más detenimiento esta cuestión en los capítulos siguientes.
1 1. Una sola ocasión de abuso infantil puede ser suficiente. Para el niño se trata de una violación absolutamente terrible de su sentido de relación con los demás; especialmente con aquellos adultos que constituyen figuras de autoridad y protección para él. Es algo casi demasiado doloroso de soportar y puede dejar marcado a un niño durante el resto de sus días. Sin embargo, por lo general, el abuso infantil se prolonga durante cierto tiempo, lo cual tiene efectos de lo más destructivos en el desarrollo del pequeño como ser humano, haciendo necesaria la sanidad del Señor para que éste se convierta en una persona cabal.
2 2. No estoy afirmando que Satanás no se concentre en los aspectos más delicados de la naturaleza humana (es decir, en sus habilidades intelectuales, creativas, estéticas, artísticas, compasivas, religiosas y otras también nobles y dadas por Dios). A la larga, el mal sobrenatural induce más eficazmente a los hombres a apartarse de una vida de obediencia a Dios por estos conductos que a través de su capacidad para formas más groseras de maldad.
3 3. John Boswell, «The Unwanted Children of Times Past», U.S. News & World Report 1 de mayo, 1989, p. 62.
4 4. Lawrence E. Stager y Samuel R. Wolff, «Child Sacrifice at Carthage—Religious Rite or Population Control?» Biblical Archeology Review , Enero-Febrero, 1984 , p. 51.
5 5. No estoy afirmando que el tratamiento de parte de consejeros no cristianos sea tan efectivo en cuanto a romper la asociación demoníaca como el que llevan a cabo sus homólogos cristianos dotados de habilidad y que conocen la realidad del mundo espiritual. No lo es. Sin embargo, ¿cuántos consejeros cristianos hay que conozcan ese mundo espiritual? El ideal sería un consejero bien preparado que fuera al mismo tiempo cristiano devoto y piadoso y que conociera el mundo sobrenatural maligno. Esto es lo que busco cuando refiero a otros a niños maltratados y adultos supervivientes del abuso infantil. Por desgracia, tales consejeros cristianos son difíciles de encontrar.
6 6. En misiología a menudo trabajamos con lo que hemos denominado una escala o un eje de resistencia-receptividad. Dicho eje va desde el -10 hasta el +10. En el lado de la resistencia de dicho eje colocamos los pueblos, las comunidades, las ciudades e incluso las naciones que muestran oposición al evangelio. Estas pueden variar desde las sumamente resistentes (-10 a -7), pasando por las de resistencia moderada (-6 a -4), hasta las ligeramente contrarias(-3 a -1). En el lado positivo del eje están aquellas ligeramente receptivas (+1 a +3), moderadamente receptivas (+4 a +6) y sumamente receptivas (+7 a +10). Este eje es simplemente una herramienta práctica de trabajo para comprender la actitud presente de un determinado pueblo al evangelio. La ciudad de Al era sumamente resistente, tal vez estaba situada en el -8 de la escala. Las comunidades sumamente resistentes están controladas por espíritus cósmicos de alto rango muy poderosos. (Véase bibliografía, Silvoso, 1987, 1989, sin fecha; Wagner, 1991a, 1991b, 1991c, 1992).
7 7. Las desvergonzadas acciones de Al podían deberse a un buen número de problemas físicos o sicológicos. Yo había tenido casos similares en los que no estaban directamente implicados los demonios. Los problemas tenían sus raíces en otras áreas que requerían la intervención de médicos y psiquiatras; de ahí la importancia de una diagnosis correcta. (Véase Roger K. Bufford, Counseling and the Demonic [ Word, Dallas, Texas, 1988], pp. 48–50).
8 8. Digo «parecía» porque hasta entonces no se había demostrado satisfactoriamente para mí que el problema de Al fuera demoníaco. Al no estar presente, no podía observar ningún «lenguaje corporal» que a menudo dan pistas en cuanto a una posible presencia de demonios.
9 9. No todos estarán de acuerdo con mi diagnóstico, ya que Al era cristiano y pastor. Es su derecho. No me siento obligado a discutir acerca de teorías de realidad e irrealidad. Tengo demasiado interés en la «verdadera» realidad y en la gente que sufre por vivir con su «irreal» realidad de dolor y sufrimiento. Cuando me enfrento a demonios asociados con la vida de un creyente verdadero (tanto interna como externamente), acepto su presencia y trabajo por liberar a la persona. Tampoco discuto con la sufriente víctima mis presuposiciones teológicas egoístas. En esto me niego a ceder ningún terreno. Los que existe, existe de veras —encaje o no con nuestras presuposiciones teológicas—, y los demonios hacen lo que hacen.
10 10. Algunos no creen siquiera que sea prudente ordenar o permitir a los demonios que se manifiesten o hablen mediante las cuerdas vocales de sus víctimas. Nuevamente estamos ante una cuestión de opiniones. Jesús y Pablo trataron claramente con demonios que se manifestaban (Marcos 1; Hechos 16:16–18) y es probable que con otros que no lo hacían. Yo procedo de igual manera. Por lo general no hago que los espíritus malos se manifiesten, aunque a veces sí; cuando ese parece ser el procedimiento más prudente. Puesto que hay apoyo bíblico para ambos planteamientos, que cada uno haga como Dios le guíe y le enseñe.
11 11. Más tarde, cuando traté con otros de los demonios que había en la vida de Al, uno de sus jefes dijo que se llamaba «Sexo». Había entrado durante el incesto con su madre. Esto concuerda con muchos casos similares. No es que siempre ocurra con las relaciones incestuosas con niños, pero a menudo así es. Creo que es algo que siempre debería sospecharse. A los niños y los adultos supervivientes de tal abuso debería enseñárseles acerca de la guerra espiritual como cosa común de una manera no alarmante o amenazadora. (Véase Neil Anderson, Release from Bondage [ Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991b], pp. 229s.)
12 12. Para muchos se trata con frecuencia del momento más difícil. Han vivido odiando en secreto a los abusivos miembros de su familia durante toda su vida. En el caso del ARS y del abuso equivalente a la tortura pura y simple que conduce al desdoblamiento de la personalidad, el perdón se hace casi imposible en el comienzo de las sesiones de consejo, aunque con el tiempo suele lograrse.
13 13. Probablemente la mayoría de los demonios abandonan la vida del creyente sin que éste sepa siquiera que han estado ahí. Esto ocurre con frecuencia en momentos de una búsqueda intensa de Dios. Los demonios se sienten entonces tan infelices que comienzan a marcharse. En realidad están siendo expulsados por el Espíritu de Dios que mora en el cristiano. Algunos se las arreglan para permanecer durante años, como en el caso de Al; se trata del «misterio de iniquidad» en acción.
14 14. En el último capítulo consideramos la demonización de los hijos mediante el pecado generacional. A menudo ambas cosas van juntas, pero no siempre. La demonización generacional puede darse en el mejor de los hogares cristianos, donde no se ha producido ningún abuso del hijo.
15 15. Una publicación de resumen muy completa, editada por una organización cristiana, acerca de la actual epidemia de abuso sexual infantil en los Estados Unidos —incluyendo el incesto y el ARS— es «America’s Best Kept Secret», Special Report, Passport Magazine, 1986, Calvary Chapel de West Covina, 1432 Wets Puente, West Covina, California. También todos los libros utilizados en los capítulos siguientes tienen bibliografías excelentes acerca del abuso infantil.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
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Cristianos demonizados por el abuso infantil
Los horrores casi increíbles del extenso abuso infantil en los Estados Unidos han caído sobre la sociedad causando un impacto tremendo. Las mujeres que están recibiendo consejo profesional tienen vívidas imágenes retrospectivas de tales abusos. Por todas partes del país aparecen relatos de abuso sexual de niños en las guarderías y el ARS infantil ha estallado en la conciencia pública.
El abuso sexual de los pequeños no es algo nuevo, ha ocurrido desde que el hombre cayó. La literatura histórica se refiere al mismo, aunque por lo general de manera indirecta. En ella se habla de la esclavitud, sobre todo femenina, y los matrimonios de niños, de la prostitución infantil, ritual y no ritual, … 1
La dominación de los niños y de las mujeres por parte de los hombres en el pasado hacía de dicho abuso algo fácil, respetable y previsto. También eliminaba casi por completo la posibilidad de que la víctima encontrara protección o libertad de su esclavitud. Sin embargo, ese abuso sexual infantil que ha existido siempre en el mundo occidental, ha aumentado muy rápido en los últimos años. Las causas principales de ello parecen ser el derrumbamiento de las normas éticas judeocristianas, la desintegración de la familia y la disolución general en materia de sexo que impregna nuestra cultura.
Los materiales obscenos, la pornografía infantil y la influencia de una sexualidad explícita en los medios de comunicación han contribuido a la «demencia sexual» de nuestra sociedad.2 El rápido crecimiento del satanismo, la brujería y otros grupos ocultistas semejantes han añadido una dimensión nueva y horrible al abuso sexual infantil, algo inimaginable en el pasado.
Alguien ha dicho que los niños constituyen los mayores dones de Dios para la humanidad. Jesús pronunció una bendición especial sobre ellos y sobre la infancia en Mateo 18.1–10 enseñando que:
1. Los niños son el ejemplo para todos los que desean entrar en el reino de Dios. Constituyen el modelo para los adultos y no al contrario (vv. 1–3).
2. La persona humilde como un niño «es el mayor en el reino de los cielos» (v. 4).
3. Cuando alguien recibe a un niño en nombre de Jesús, lo recibe a Él (v .5).
4. El pecado de herir a un niño es tan terrible que justifica la pena capital (v .6).
5. Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que hace tropezar a un niño! (vv. 7–9).
6. Jamás debemos despreciar o tener en menos a uno de los pequeños de Dios (v. 10a).
7. «Sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos» (v. 10b). El sitio de mayor intimidad familiar es estar siempre en la presencia de Dios el Padre.
Se atribuye a los dirigentes de la Iglesia Católica el haber dicho hace mucho tiempo: «Dadme un niño hasta que tenga siete años de edad; después de eso puede tenerlo quienquiera». Los primeros siete años de la vida del niño son los más formativos. Si puede ser instruido para hacer la voluntad de Dios en esos años tempranos, raramente se apartará de modo definitivo de seguir al Señor. (Hay, sin embargo tristes excepciones a esto [1 Samuel 8.1–5]).
También existen muchas probabilidades de que si se le forma mal en los primeros años de su vida, el pequeño quede marcado para el resto de sus días. Qué terrible es por tanto cualquier trato dado a los niños que los haga tropezar, es decir, que los dañe, para toda la vida.
Si esto se aplica al abuso de los niños en general, el caso infantil en el terreno del sexo debe constituir una categoría en sí mismo. Obligar a un niño a someterse a cualquier actividad sexual es violar su infancia. El sexo no tiene nada que ver con el amor infantil. El único objeto de la explotación sexual de los pequeños es el placer de aquel que la lleva a cabo. Se utiliza a los niños de una manera antinatural para satisfacer las pasiones pervertidas y egoístas de los explotadores; no es extraño que resulte algo tan destructivo para los pequeños.
Datos Sobre El Abuso Sexual De Los Niños
El 25 de agosto de 1985, el periódico Los Angeles Times publicó los resultados de una encuesta telefónica, realizada entre americanos escogidos al azar, sobre el tema del abuso sexual infantil.3 Dicha encuesta reveló que el 27 por ciento4 de las mujeres y el 16 por ciento de los hombres encuestados habían sufrido abusos sexuales siendo niños. El margen de error de la encuesta era del 3 por ciento.
Según la encuesta dos tercios de las víctimas eran niñas y el 93 por ciento de los que habían abusado de ellas hombres con una edad de veinte años por encima de las suyas. La edad más vulnerable son los diez años. El 41 por ciento de los incidentes habían corrido a cargo de amigos y conocidos, el 27 por ciento de extraños y el 23 por ciento de familiares. Aproximadamente la mitad de los que perpetraron tales abusos fueron descritos como personas en autoridad[ … ] Más o menos el 95 por ciento de las víctimas y las no víctimas concordaron en que el abuso sexual tiene un efecto duradero sobre los niños.
La encuesta reveló además que sólo el 3 por ciento pusieron el abuso en conocimiento de la policía u otras autoridades. Menos del 50 por ciento de los que lo hicieron informaron en el plazo de un año después del suceso. En el 70 por ciento de los casos en que se informó del abuso, no se tomó ninguna medida efectiva acerca del mismo.
Se empleó la fuerza física en el 18 por ciento de los casos, mientras que en el resto las pequeñas víctimas se sometieron a la vejación por varias razones. Las investigaciones demuestran que algunas de dichas razones fueron: desamparo («tenía miedo»); inversión de papeles, según la cual la responsable de las consecuencias sería la víctima, no el que abusó de ella («no quería que él tuviese problemas»); no tener salida y acomodación («sentí que no había nadie a quien pudiese pedir ayuda»). Las víctimas infantiles no tienen más opción que someterse al abuso hasta que pueden lograr un poder superior al de sus explotadores.
Este último punto es importante. Se trata de una cuestión de poder. Los lastimados perpetradores de abusos, todos ellos son personas heridas, encuentran satisfacción sexual y apoyo para su ego sólo en una situación que dominan por completo; y paralograrlo necesitan encontrar una víctima que no pueda resistirse a sus perversiones sexuales.
Las víctimas, por su parte, tratan de buscar una fuente de poder superior al de sus explotadores. Esta es la consecuencia natural de cualquier impotencia y perjudica aún más a las víctimas, ya que les hace ver inconscientemente la vida como un juego de poder. Hacen votos en ese sentido: «Jamás me dejaré controlar por el poder de otros». «Espera a que me encuentre en una posición de poder y verás». «Debo buscar la forma de conseguir poder sobre el que abusa de mí». Cuando las víctimas se convierten en personas con poder, son propensas, a su vez, a ejercer dicho poder sobre otros individuos más desvalidos que ellos. Así se crea un círculo vicioso.
Las víctimas se convierten en personas rencorosas y reservadas, cuya negativa a revelar sus verdaderos pensamientos a los demás es una forma de ejercer poder sobre ellos y al mismo tiempo de protegerse de su poder. Pero lo peor de todo es que esas víctimas pueden llegar a su vez a ser explotadores de sus propios hijos o los de otros. Este abuso es resultado de su resentimiento y su necesidad de poder. También puede proceder de espíritus demoníacos.
La expresión definitiva de poder para vengarse o subyugar la fuerza de quien perpetró el abuso es la muerte: bien aquella de la víctima mediante el suicidio, bien la del que abusó de ella por medio del asesinato.5 Por fortuna, en la mayor ía de los casos la necesidad de vencer el poder de la persona que abusa no conduce a esta drástica competencia definitiva, pero algunas veces sí.
Los Cristianos Y El Abuso Sexual De Los Niños
La suposición casi universal de que los verdaderos creyentes no abusan de los niños es falsa. Un investigador cristiano amigo me dijo que hay un número desproporcionado de creyentes culpables de abuso infantil, incluso de sus propios hijos. Dicho abuso abarca lo sicológico, lo físico y lo sexual.6
La historia de Al narrada en el capítulo anterior es un buen ejemplo de ello. Sus padres eran creyentes durante todos aquellos años en que el niño sufrió abusos físicos, emocionales y sexuales a manos de los miembros de la familia. Steve, ejecutivo de una misión, me contó de un caso destacado de abuso infantil entre cristianos en el cual había tenido que intervenir siendo director de una de las escuelas misioneras más grandes de África.
Una niña había intentado suicidarse sin éxito y como consejero experimentado Steve llegó a tener ciertas sospechas al investigar algunos de los acontecimientos que habían rodeado el caso. Comprendió que de aquella manera la adolescente había lanzado un confuso grito de socorro. Una vez lograda su confianza, Steve empezó a indagar sobre su vida familiar.
Evasiva en un primer momento, la chica terminó por fin con lo que ocultaba y dijo sollozando: «Me odio. No merezco vivir. Estoy sucia. Tengo que aceptar ser utilizada sexualmente por mi padre cada vez que me desea».
Su padre había abusado de ella desde la niñez. La chica no recordaba haber estado nunca libre de esa utilización sexual. Sin embargo, lo peor había ocurrido durante los años más recientes: tenía que ofrecerse voluntariamente para evitar que el hombre abusara de sus hermanas más pequeñas. El odio que sentía por su padre sólo era superado por el que se prodigaba a sí misma por el hecho de entregarse a él como si fuera su amante.
«¡Lo odio! ¡Me odio!», dijo de súbito, «¡Quiero morir! ¡No puedo soportar más este infierno emocional!»
Steve dispuso un encuentro con el padre de la chica, un misionero evangélico y al confrontarlo con las acusaciones de su hija las negó rotundamente. Steve hizo caso omiso de su negación y siguió insistiendo hasta que el padre, al fin, lo admitió todo. ¿Y qué explicación dio de su inmoralidad sexual?
«Tengo la responsabilidad de enseñar a mis hijas acerca del sexo», dijo, «y en vez de dejar que lo aprendan de otros prefiero instruirlas yo. ¿Qué mejor manera que ser amadas sexualmente por su padre?»
Steve tuvo la desagradable responsabilidad de informar de aquel abuso tanto a la misión como a la policía. Las tres chicas fueron separadas de su familia . Al hombre y a su esposa los enviaron de vuelta a los Estados Unidos deshonrados. Aquel hombre no sólo cometió incesto,7 sino que quizás fuera también un adicto sexual,8 ya que al parecer quería sexo en todo momento.
Tales personas necesitan la intervención de consejeros preparados; con su anormal apetito en el terreno del sexo indican que son personas dañadas.
Los que abusan de los niños y los pedófilos9 pertenecen a dos grandes grupos: <%1>aquellos que saben que hacen mal<%1> y quieren ser libres y los que justifican su apetito sexual por los pequeños, incluso por sus propios hijos. En ocasiones, éstos últimos pueden sentirse arrepentidos si dañan a personas inocentes o son descubiertos, pero desean continuar igual. El primer grupo necesita ayuda; y aunque la batalla quizá sea larga y difícil, pueden cambiar y en efecto así ocurre. El segundo grupo necesita confinamiento en instituciones que les impidan ser una amenaza para los niños en el futuro.
He aconsejado a creyentes pedófilos que necesitaban un tratamiento a largo plazo. Su pecado tenía que ver tanto con el incesto como con el abuso sexual de otros niños. Todos los pedófilos graves que he tratado estaban demonizados. Es una dimensión crucial del trabajo de consejero que con frecuencia se descuida, incluso por parte de los consejeros cristianos. No estoy diciendo que todos los pedófilos estén demonizados. No sé si lo están. Sólo digo que todos aquellos que he tratado lo estaban. No se puede decir dogmáticamente que todos los que practican un determinado pecado estén afectados por demonios.
Rich Buhler ha escrito un importante libro sobre el abuso de los niños titulado Pain and Pretending [Dolor y pretexto].10 En el mismo, después de dar una visión panorámica del abuso sexual de los pequeños que, en sus propias palabras, «ha alcanzado proporciones de epidemia» en los Estados Unidos, pregunta: «¿Y qué <%-1>pasa con la comunidad cristiana? Resulta trágico que la incidencia de dicho abuso<%-1> no <%-1>parezca en absoluto diferente entre los cristianos. He entrevistado a profesionales que piensan que el abuso puede ser en realidad más alto en ciertas clases de hogares religiosos».
Buhler menciona el trabajo de mi amigo David Peters, un consejero privado profesional que ha trabajado también con agencias públicas seculares. Peters ha escrito un magnífico libro que lleva por título A Betrayal of Innocence [Traición a la inocencia],11 en el que revela los resultados de ciertos estudios sobre el abuso sexual de los niños en hogares cristianos. Uno de dichos estudios fue realizado por estudiantes graduados de una facultad evangélica de sicología. Los mencionados estudiantes encuestaron a 150 pastores y consejeros cristianos acreditados, los cuales les informaron que habían tratado más de mil casos de abuso sexual cometido por creyentes.
Buhler cita el trabajo de un investigador que entrevistó al personal de algunos centros de internamiento de agresores sexuales, así como a consejeros, terapeutas y sociólogos de una parte de los EE.UU., los cuales, según dice, estaban unánimes en su conclusión de que la «tasa de abuso sexual no es menor en los hogares religiosos o cristianos que en la sociedad en general».12
¿Puede ser esto verdad? David Peters dice: «Los rasgos generales descritos por los pastores y consejeros parecían ajustarse básicamente al perfil del estudio descubierto en los hallazgos seculares. El noventa por ciento de las víctimas referidas pertenecían al sexo femenino. Los agresores más corrientes eran los padres y los padrastros, los primeros con más frecuencia que los segundos».
Peters afirma que en el 64 por ciento de dichos casos, el incesto comenzó cuando el niño tenía entre siete y trece años de edad. Los incestos referidos pocas veces constituían incidentes aislados de abuso deshonesto. En la mayoría de los casos, entre el 60 y el 65 por ciento eran sucesos repetidos a lo largo de un período de un año o más.
En casi la mitad de los casos referidos por consejeros cristianos más de un hijo de la familia había sufrido abusos. El sesenta y dos por ciento de las familias incestuosas eran de la clase media o alta. Peters llega a la conclusión de que «tales cifras hacen difícil para nosotros el seguir nuestra inclinación natural a negar que el abuso infantil afecte a los cristianos en este tiempo».13
En su libro Healing Victims of Sexual Abuse [Sanando víctimas del abuso sexual], Paula Sanford dice: «Los cristianos anhelan creer que el problema del abuso sexual no puede darse entre ellos; que alguien nacido de nuevo sería incapaz de cometer tal abominación». Sanford expresa que su experiencia como consejera demuestra lo contrario: muchos de los culpables de abusos han aceptado a Jesús como Señor y Salvador muchos años antes de pecar en esta área. Algunos incluso han ejercido como ministros del evangelio. Según sus palabras: «Es gente que ama al Señor y muchos de ellos se declaran llenos del Espíritu. Ocupan los bancos de las iglesias, cantan en el coro o enseñan en la Escuela Dominical. Algunos incluso predican desde el púlpito».14
En cierta ocasión, mientras llevaba a cabo unas conferencias de adiestramiento en la guerra espiritual para misioneros en América Latina, hablé del trauma emocional que sufren los niños como resultado de un abuso sexual incluso de corta duración. Al terminar la charla, uno de los misioneros me pidió tener una sesión de consulta conmigo.
«Ed», me dijo, «tengo tres hijas. Una de ellas vive con nosotros y las otras dos están en Estados Unidos estudiando en la universidad. Las tres sufrieron abusos sexuales siendo niñas.
»Cuando vivíamos en los EE.UU., nos encantaba abrir nuestra casa a los misioneros de otras organizaciones. En una ocasión, uno de ellos visitó nuestra iglesia durante una semana y estuvo alojándose en casa. Meses después una de mis hijas me contó que mientras se encontraba con nosotros dicho misionero había abusado sexualmente de ella y de sus dos hermanas.
»Ese abuso ha tenido un efecto terrible en las tres chicas. Queremos saber qué podemos hacer para ayudarlas a recuperarse. ¿Estarías dispuesto a aconsejar a la que todavía se encuentra con nosotros?» Accedí a ello.
Se trataba de una niña encantadora y Dios comenzó el proceso de sanar aquel trauma demoníaco relacionado con el incidente en cuestión. Suplico a todos los que se ocupan de aconsejar a creyentes con problemas sexuales que consideren los posibles visos demoníacos implicados. Las personas que han sido víctimas de abusos a menudo atrapan sus demonios de aquellos que han abusado de ellas. A otras les vienen del aire, como los demonios mismos confiesan, durante el trauma del abuso e incluso después. Cuando más grave es dicho trauma, tanto más susceptible es la víctima de contraer ataduras demoníacas e incluso demonización.
En cierta ocasión se puso en contacto conmigo un obrero cristiano que ha dedicado su vida a trabajar con adolescentes que tienen problemas. Estaba experimentando dificultades sexuales y llamaba para pedir ayuda. Es alguien que ama mucho a su mujer. El matrimonio tiene hijos, entre ellos dos niñas. Me confesó que había abusado de sus hijas cuando eran pequeñas y al comienzo de su adolescencia, hasta que fueron capaces de hacerle desistir.
June, su esposa, es una mujer encantadora y ama a Will. Durante sus primeros años de matrimonio no sabía que su marido fuera pedófilo, aunque sí se dio cuenta de que le atraían las jovencitas. Cuando al fin sus hijas le contaron el abuso de que habían sido objeto por parte de su padre, la mujer se sintió llena de remordimiento al no haberlas protegido.
June confrontó a Will con el relato de las chicas. Él lo admitió, se sintió muy arrepentido y pidió perdón a cada una de ellas. Con el tiempo ambas le perdonaron. El hombre fue incluso a ver a sus hijos casados y les contó lo que había hecho a sus hermanas. También éstos acabaron perdonándolo.
Will y June dejaron su ministerio y se retiraron de toda participación activa en la iglesia hasta que él fuese sanado. Tenían miedo de que pudiera ser descubierto o volviera a caer al sentirse las jovencitas atraídas por él. Will tiene una personalidad muy atractiva y a los niños les encanta.
Aquella fue una decisión sabia. Will necesitaba someterse a una intervención espiritual y sicológica, y por fin la encontró en una iglesia local que tenía un «programa dedoce pasos» sólo para cristianos pedófilos o adictos sexuales.15 Allí progresó bastante hacia su recuperación, aunque todavía le faltaba algo.
Fue entonces cuando recurrió a mí. Después de aconsejarle, le animé a que comprara mi serie de cintas sobre la guerra espiritual y comenzara un estudio y una práctica serios sobre esta cuestión. Un día Will me telefoneó. Él y June había estado escuchando la serie de cintas, estudiando el manual de guerra espiritual que la acompañaba y haciendo las oraciones de guerra. Hasta ese día no había tenido ninguna prueba inequívoca de demonización. Aunque a menudo se preguntaba si estaría demonizado, no había nada que lo convenciera de que pudiese tener un problema de demonios.
Aquel día, sin embargo, las cosas cambiaron. Mientras Will conducía su automóvil y oraba, los demonios se manifestaron desde su interior tratando de tomar control del coche. Intentaron obligarle a salirse de la calzada o a colisionar con otro automóvil. Entonces Will empezó a declarar su autoridad en Cristo sobre los espíritus malos para evitar matarse a sí mismo. Cuando me llamó estaba emocionalmente sacudido, casi llorando.
Comencé a orar con él por teléfono y de repente los demonios se manifestaron. Querían matar a Will. Ambos les hicimos frente en el nombre de Jesús y ellos resistieron. Will luchaba contra ellos con su autoridad en Cristo y yo lo apoyaba. Pronto quedó libre mientras aún se encontraba al teléfono. Aquel fue el momento decisivo en la vida de Will. Todavía sigue escuchando de vez en cuando mi serie de cintas para aprender mejor la manera de salir victorioso en su lucha continua con los espíritus sexuales. Y aún se reúne cada semana con su grupo de apoyo; esto es absolutamente necesario. La liberación de los demonios pocas veces cura por sí sola las adicciones y perversiones sexuales; lo único que hace es liberar la victoria para que uno sea sanado.16
Durante todos esos años en los que Will abusó sexualmente de los niños, era cristiano. Aunque no resulte fácil de comprender en vista de algunos pasajes bíblicos, sí es concebible a la luz de otros.
1 1. Véase Mary Ellen Keith y Deborah Elder Champagne, The Scarlet Cord: The Dramatic Life of Rahab Nelson, Nashville, 1985, un relato novelado de abuso sexual infantil en los tiempos bíblicos relacionado con la adoración de Baal. Esta novela está basada en una precisa investigación histórica.
2 2. Véase el importante libro del Dr. Earl D. Wilson titulado Sexual Sanity , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1984; así como Christians in the Wake of the Sexual Revolution , Multnomah, Portland, OR, 1985, de Randy Alcorn; y Eros Defiled:The Christian and Sexual Sin , InterVarsity, Downers Grove, IL, 1977, del Dr. John White.
3 3. La encuesta de The Los Angeles Times definía el abuso sexual como «coito, cópula oral, sodomía, masturbación, fotografías de desnudos y exhibicionismo». Obviamente no se suscitaron los temas del ARS ni de la longevidad del abuso.
4 4. Algunas cifras suben hasta un tercio de las chicas con dieciocho años de edad o menores actualmente. Cuando uno considera la vergüenza personal a menudo asociada con el reconocimiento del abuso y el factor de disociación (James G. Friesen, Uncovering the Mistery of MPD [Here’s Life Publishers, San Bernardino, CA, 1991], pp. 41s, este cálculo no parece lejos de la realidad.
5 5. En su número correspondiente al 29 de abril de 1989, el San José Mercury News publicó un artículo de Pamela Kramer titulado «Kids Who Kill Leave Behind a Dearth of Answers» (Los niños que matan dejan tras de sí muy pocas respuestas), y cuyo subtítulo decía: «En 1988, cuarenta y cuatro padres fueron muertos por sus hijos en el estado». El artículo en cuestión expresaba: «Los niños no deben ser asesinos [ … ] especialmente[ … ] de sus padres.» El Dr. Luis J. West, catedrático y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles, dice: «Los niños que matan a sus padres pertenecen casi siempre a una de tres categorías fundamentales[ … ] La primera es la enfermedad mental[ … ] La segunda, una reacción al grave abuso o la grave negligencia de parte de sus padres[ … ] Los expertos dicen que el niño puede no ver ninguna otra salida para acabar con una terrible situación que la de matar al padre que lo maltrata. La tercera categoría está compuesta por niños que se han convertido en delincuentes o criminales, o a veces por aquellos con problemas de comportamiento. El primer tipo de parricida, por lo general, comete el crimen solo. El segundo [ … ] implica a uno o varios amigos. Y el tercero puede comprometer o no a camaradas suyos.»
6 6. Referimos a aquellos que tengan dificultad para aceptar esto a los siguientes autores: Paula Sanford, Healing Victims of Sexual Abuse , Victory House, Inc., Tulsa, OK, 1988; John L. Sanford, Why Some Christians Commit Adultery , Victory House, Inc., Tulsa, OK, 1989; Charles Mylander, Running the Red Lights: Putting the Brakes on Sexual Temptations , Regal, Ventura, CA, 1986; John E. White, Eros Defiled.
7 7. El incesto es otro de los secretos mejor guardados de América, «America’s Best Kept Secrets», Passport Magazine (1986). Uno de los libros claves que contribuyeron a sacudir tanto a la sociedad como a los psicólogos para que afrontaran el hecho del incesto generalizado en los Estados Unidos fue Betrayal of Innocence: Incest and Its Devastation , Penguin Books, Nueva York, NY, 1978, de la Dra. Susan Forward y Craig Buck. La Dra. Forward es una de las primeras autoridades mundiales en el tema del incesto y el abuso sexual.
8 8. Para la mayoría de la gente adicción sexual es un término relativamente nuevo. Su premisa consiste en que aquellos cuya vida está controlada por el sexo son adictos sexuales, de igual manera que sucede en el caso del alcohol o las drogas. El libro del Dr. Patrick Carne titulado Out of the Shadows: Understanding Sexual Adiction,CompCare Publishers, Minneapolis, MN, 1983, supone una excelente introducción a este complicado tema.
9 9. Pedófilo es el adulto que se siente sexualmente atraído por los niños. Algunos experimentan esa atracción sólo por las niñas, otros por los chicos y otros aun por ambos sexos. Aunque son capaces de mantener relaciones sexuales normales con personas adultas, prefieren los niños.
10 10. Rich Buhler, Pain and Pretending , Nelson, Nashville, 1988, pp. 32 y 33.
11 11. David Peters, A Betrayal of Innocence , Word, Waco, Texas, 1986.
13 13. Peters, pp. 19 y 20.
14 14. Paula Sanford, Healing Victims of Sexual Abuse , Victory House, Inc. Tulsa, OK, 1988, pp. iv, viii.
15 15. El «Programa de los Doce Pasos» tuvo su origen en Alcohólicos Anónimos y ha demostrado ser eficaz para todo tipo de adicciones. Muchas iglesias están organizando grupos de apoyo para creyentes basados en una versión más cristianizada de dicho programa. El «poder superior» a que hace referencia el mismo, se reconoce como Dios o Jesucristo, y no un dios de la propia imaginación. El programa cristiano es principalmente para creyentes; si hay un no creyente que quiere participar en él, primero se le guía a una fe personal en Cristo. De esta manera el ministerio se convierte en evangelístico y de edificación de los creyentes en la fe.
16 16. Para más información véase mi serie de cintas que aparece en la bibliografía, Spiritual Warfare.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
57
La negación de los hechos, una crisis nacional
Este capítulo tiene varios objetivos:
1. Informarle del problema del abuso sexual infantil tal y como lo ve un líder nacional que ha llegado a ser un vigoroso defensor de los niños que sufren esta clase de abuso.
2. Abrir sus ojos a las fuerzas siniestras que se oponen a todo esfuerzo por concientizar a la gente acerca del problema de los niños víctimas del abuso sexual.
3. Hacer notar los efectos que producen las personas malvadas infiltradas en las guarderías con el objeto de captar tantas de éstas como sea posible para un abuso sexual general de los niños así como para el abuso ritual satánico (ARS).
4. Estimular nuestro entendimiento utilizando los recursos que tenemos a nuestro alcance para ayudar a salvar a nuestros niños.
5. Desafiar a los pastores para que enseñen a los miembros de sus iglesias sobre el abuso sexual infantil, el cual existe incluso entre los cristianos; cooperen con aquellas agencias dignas que actúan en esta área; utilicen sus derechos como ciudadanos para influir en las instituciones encargadas de hacer cumplir las leyes, incluyendo nuestro sistema judicial, a fin de que crean a los niños y enjuicien de manera consecuente a aquellos que tratan de abusar sexualmente de ellos; y ministren tanto a las víctimas como a los autores del abuso sexual que buscan la ayuda de la iglesia.
Después del odio que Satanás siente por Dios está su odio a la humanidad, creada según la imagen divina. Cada golpe que lanza el diablo contra la raza humana es un golpe contra el Señor y contra su reino. La parte más débil y vulnerable de la humanidad son los niños, y puede hacerse más daño al hombre lastimando a sus hijos que golpeándolo a él. Cuando Satanás es capaz de causar un dolor indecible a los niños por medio de los adultos en quienes confían sin titubear, ha logrado el mal definitivo.
Desde esta perspectiva el abuso de los niños se convierte en un asunto de guerra espiritual. Hay poderosos principados demoníacos en el nivel cósmico que gobiernan esa locura del abuso infantil, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas hoy en día en el mundo occidental. En particular me siento muy agradecido por aquellos cristianos y no cristianos heroicos que luchan para que nuestros niños sean protegidos de los perpetradores de abusos contra ellos, tanto dentro como fuera de nuestras casas. Los más depravados oponentes aestos esfuerzos, por encima de los mismos abusadores, son aquellos que obtienen beneficios personales o corporativos con el continuo abuso infantil.
Los que cometen tales abusos se encuentran en nuestros propios hogares: por lo general son miembros de nuestra familia con más edad y autoridad, u otros familiares y amigos que obtienen satisfacción o una sensación de poder causando un dolor sexual, físico, emocional e incluso espiritual a los niños indefensos. Los abusadores también se encuentran en las casas de nuestros vecinos, sobre todo en aquellas de personas de la clase media, con estudios y que son a menudo responsables cívicos, educativos, agentes de la ley, médicos e incluso líderes religiosos.
Los individuos que sacan provecho del dolor de los niños son casi siempre de dos clases: los productores de pornografía infantil y las sectas satánicas. La pornografía infantil debería ser un crimen punible con la pena capital. Tales personas lastiman y causan la muerte a más niños que todas esas pandillas callejeras que han sido objeto de tanta atención por parte de los medios informativos. Algunas de ellas anuncian artilugios especiales utilizados en todo tipo de abuso sexual ritual. Otras editan manuales sobre cómo engañar y seducir sexualmente a niños inocentes.
La tortura sexual, física, sicológica y espiritual de los pequeños forma parte esencial de esa demonización sedienta de poder que caracteriza a las sectas satánicas y a sus miembros voluntariosos. Esas personas están tratando de obtener el control de guarderías a lo largo y ancho del mundo, con el propósito expreso de tener un acopio abundante de niños indefensos para su deleite demoníaco. Por desgracia los adversarios declarados y perversos de los valientes defensores de los niños que dirigen la batalla legal contra el abuso infantil, están acompañados de otro grupo todavía más amplio y peligroso.
Este está representado por el apático, ingenuo y a menudo incrédulo público adulto en general, entre el que se cuentan muchos cristianos. Este grupo se ve incrementado por ciertas ramas indiferentes y a veces hostiles de la policía, la judicatura, las agencias protectoras de la infancia, los asistentes sociales y los llamados profesionales (sicólogos, siquiatras, consejeros) que no están dispuestos a admitir la magnitud de este mal ni a creer el testimonio de los niños víctimas de tales abusos.
Esta crítica situación no se ha mitigado desde que la revelación del abuso sexual infantil existente cayera con verdadera fuerza sobre la conciencia de la sociedad en los años 70 y 80. Tampoco ha alcanzado aún la conciencia de la iglesia, porque, según se alega, el abuso sexual de los niños no constituye sólo una cuestión espiritual sino social, y por tanto se la considera fuera del área de responsabilidad de los líderes cristianos y de los creyentes en general. También se nos dice que es un problema que afecta sobre todo a los inconversos: los cristianos que asisten a la iglesia no se verían envueltos en el abuso sexual de ningún niño y menos aún de sus propios hijos.
El Dr. Roland Summit, destacado dirigente médico y fiel defensor de los niños que han sido víctimas de abusos sexuales, ejerce como jefe del Servicio Consultivo Comunitario y profesor clínico adjunto de Psiquiatría en el Centro Médico Harbor-UCLA de Torrance, California. Está realizando una intensa, y a menudo decepcionante, campaña para hacer entender esta compleja perversidad a la sociedad en general y más particularmente al liderazgo del país, que es quien ostenta el poder y podría si lo quisiera ayudar de veras en la presente crisis.
En 1983, el Dr. Summit escribió un artículo titulado «The Child Sexual Abuse Accommodation Syndrome» (El síndrome de adaptación al abuso sexual de los niños)1 en el que resume tanto el interés presente por el problema del abuso infantil, que «estalló saltando a la luz pública» con la publicación de más de 30 libros sobre el tema y muchas crónicas en la prensa y la televisión, como el resultado de los cada vez más numerosos estudios sobre el asunto. El Dr. Summit afirma que este estallido de información indica que el abuso sexual de los niños es algo «mucho más corriente y dañino para los individuos y la sociedad de lo que jamás han reconocido los investigadores clínicos o los sociólogos. Estas afirmaciones, expresa, tienen el respaldo de los relatos personales y los descubrimientos preliminares de programas especializados en el tratamiento del abuso sexual».
A continuación, el Dr. Summit revela la incredulidad general con que han sido recibidos los resultados de esta investigación por parte de los profesionales del bienestar de la infancia, y dice que existe entre los sociólogos un escepticismo irracional así como una renuencia a aceptar «tales afirmaciones sin precedentes». Una contraafirmación que podía preverse es que aunque tales abusos sexuales de niños pueden ser más comunes de lo que en un principio se pensó, el hecho de que haya pocas denuncias sobre el tema revela que «la experiencia para el niño no es uniformemente dañina». En realidad, algunos afirman que el resultado puede ser neutral e incluso beneficioso para el pequeño. El Dr. Summit comenta entonces que «cualquier niño que intenta encarar una relación sexualizada con un adulto puede enfrentarse a una respuesta incierta y muy variable de parte de cualquier fuente personal o profesional a la que se acuda en busca de ayuda».
En seguida el autor revela el impacto negativo que tiene sobre el niño víctima del abuso la incredulidad con que su denuncia es recibida. Esta incredulidad a menudo resulta tan perjudicial como el abuso en sí. El interés en el abuso infantil crea nuevos problemas para el niño, ya que aumenta la probabilidad de que salga a la luz pero no protege al pequeño de los efectos dañinos de la incredulidad general en cuanto a sus alegaciones de abuso. El sistema de intervención establecido no cree las afirmaciones del niño.
El Dr. Summit dice que «la víctima infantil identificada tropieza con un mundo que reconoce de mala gana el concepto abstracto de abuso sexual de los niños, pero que desafía y reprime al pequeño que presenta una denuncia específica como víctima». ¡Qué triste situación para el niño que ha sufrido abusos! Primero, expresa el Dr. Summit, «las creencias de los adultos están dominadas por una mitología arraigada y autoprotectora que pasa por sentido común. “Todo el mundo sabe” que los adultos deben protegerse de las acusaciones infundadas hechas por jovencitos seductores o vengativos». Todavía persiste la imagen de unos niños involucrados en fantasías sexuales que llevan a la práctica las mismas acusando luego a los adultos de participar con ellos en el juego sexual.
El Dr. Summit defiende enérgicamente a las jóvenes víctimas, afirmando que la mayoría de los críticos se niegan a reconocer que las más de esas acusaciones han resultado ser verdad. El niño no se muestra hábil o calculador, sino la mayor parte de las veces temeroso, vacilante y confuso en cuanto a la naturaleza de esa experiencia sexual continuada y del resultado de su revelación. «Si un inseguro y emocionalmente aturdido niño acusa a un adulto respetable y razonable de una conducta perversa y agresiva», expresa, «gran parte de las personas mayores que escuchen dicha acusación culparán al pequeño».
Esta incredulidad por parte de los responsables de su cuidado causa un efecto terrible en la víctima infantil y «aumenta el desamparo, la desesperanza, el aislamiento y la autoculpabilidad que constituyen los aspectos más dañinos del abuso sexual del niño». Cuando ningún adulto interviene a su favor, el pequeño se traumatiza todavía más y su «tendencia a resolver ese trauma como un suceso intrapsíquico e incorporar un monstruoso fantasma de culpa, autoculpabilidad, dolor y rabia» se ve reforzada.
La aceptación y confirmación del testimonio del niño son cruciales para su supervivencia sicológica. «Un pequeño que sufre abusos sexuales de parte de su padre o de algún otro varón que desempeña ese papel», afirma el Dr. Summit, «y que es rechazado por su madre, está sicológicamente huérfano y casi indefenso por completo contra una diversidad de consecuencias dañinas». Sin embargo, la madre que se convierte en defensora de su hijo y lo protege contra el abuso repetido, parece conferir al niño el poder de reconstruir su autoimagen y recuperarse con unas consecuencias mínimas.
Lo que hace tan difíciles la mayoría de los abusos sexuales de niños es que aquellos proceden de personas implicadas en lo que el Dr. Summit llama la «confianza de parentesco». De modo que se recrimina al pequeño por atreverse a atacar a una figura de autoridad que goza de confianza. Esto produce una difícil crisis de lealtades tanto en el niño como en el progenitor que lo protege. El Dr. Summit afirma: «Cuando el niño más necesita amor y respaldo, el progenitor desprevenido reacciona horrorizado, con rechazo y acusación». Y luego escribe sobre el papel decisivo que desempeñan los profesionales de la salud mental en todo el proceso; si éstos fallan, el niño puede sufrir un daño personal todavía mayor. En fin, el Dr. Summit se refiere a lo que él llama el síndrome de la adaptación2
El proceso de adaptación intrínseco al mundo del abuso sexual infantil inspira prejuicio y rechazo en cualquier adulto que elige permanecer al margen de la impotencia y el dolor del dilema del niño o que espera que un pequeño se comporte según los conceptos de autodeterminación y toma de decisiones autónomas y racionales propios de las personas mayores. Sin una comprensión clara del síndrome de la adaptación, los especialistas clínicos tienden a reforzar esa creencia tranquilizadora de que los niños son sólo raras veces víctimas de un abuso sexual unilateral, y que de las pocas denuncias que salen a la luz gran parte pueden ser descartadas como fantasías o ser debidas a la confusión o a un desplazamiento del propio deseo de poder y conquista seductora del niño.
¡Qué resumen tan convincente de la difícil situación a la que se enfrentan los niños víctimas del abuso sexual! ¡Qué triste comentario sobre las reacciones de los adultos a las denuncias de abuso de nuestros pequeños! ¡Qué experiencia tan quebrantadora para el niño traumatizado la de sufrir más trauma todavía a causa de la incredulidad de un mundo adulto! Nosotros, los cristianos, debemos creer a los niños.
El Dr. Summit respaldó con sus aportes el excelente trabajo realizado por la Comisión del Fiscal General sobre pornografía, cuando era Fiscal General Edwin Meese y presentó a dicha Comisión una desoladora denuncia del liderazgo de la nación, responsables de defender a los niños explotados sexualmente y de procesar o ayudar a curarse a los que abusan de ellos. El documento se titula «Too Terrible to Hear! Barriers to Perception of Child Abuse»3 (¡Demasiado espantoso de escuchar! Obstáculos para la percepción del abuso infantil) y es casi «demasiado espantoso de leer». Su introducción castiga a los responsables de proteger y apoyar a nuestros niños en general, incluyendo la propia iglesia, y a aquellos que son víctimas del abuso sexual en particular; y lo hace de la siguiente manera:4
Creo que como pueblo, como nación y como conjunto de instituciones para el cuidado de la infancia hemos mantenido, como los tres monos, una postura autoprotectora de no ver, no oír y no decir ningún mal.
El abuso sexual de los niños y la pornografía infantil, con sus vicios acompañantes de la prostitución y los abusos deshonestos a los pequeños, se justifican, trivializan o simplemente se niegan siempre que existe un riesgo de confrontación. Aunque la mayor motivación para negar esas cosas esté en cada uno de nosotros como individuos adultos, nuestra necesidad de rechazarlos se ve reforzada por la implacable ineficacia de las instituciones protectoras y la paralizante y calculada confusión sembrada por un número desconocido de ciudadanos influyentes cuyas vidas privadas está dedicadas a la subyugación sexual de los niños.
Las instituciones protectoras, tales como la familia, la iglesia, los colegios, las agencias médicas y de servicios sociales, la policía, los tribunales, el Gobierno y los medios públicos de comunicación no son entes ajenos a la mayoría de las necesidades infantiles, sin embargo, todos esos recursos siguen consagrados a creencias, políticas y prioridades que no sólo pasan por alto, sino que también oscurecen, el efecto que tiene el interés sexual de los adultos por los niños.
Si existe un tráfico entusiasta de sexo con niños y se consume a los pequeños para elaborar sus productos, ¿cómo puede tal imperio permanecer oculto? Quisiera reflexionar sobre siete dimensiones de la negación de los hechos que sirve de camuflaje protector.
A continuación aparecen las siete dimensiones mencionadas:
1. Autoprotección. Los adultos tienden a asociarse para confirmar «el mito incontestado de que el abuso sexual infantil sólo lo practican extraños obviamente degenerados con los hijos de otros … » Una continua tradición de siglos culpa a la víctima y difama al padre denunciante cada vez que se acusa a un adulto respetable. Cualquier profesional que levanta la voz a favor del niño será también blanco de las críticas.
2. Supresión de la víctima. Muchos niños víctimas del abuso no informan jamás del mismo y si llegan a hacerlo es años después de que haya comenzado. El sentido común indica que si uno es víctima de algún crimen debe denunciarlo en seguida; pero puesto que no se ha hecho ninguna denuncia inmediata, no ha habido crimen.
De esta manera se aplica al niño una sicología propia de los adultos. El Dr. Summit revela más adelante que los pequeños, por naturaleza, no denuncian los abusos cometidos por aquellas autoridades adultas a quienes se les ha enseñado a someterse. Si son miembros de la familia todavía resulta más difícil hacerlo. Y expresa: «En vez de definir el crimen y forjar nuevas herramientas con objeto de combatirlo, utilizamos nuestra desconfianza en los niños para evitar reconocerlo y resistirnos a intervenir». El resultado de ello es que muchos de los crímenes sexuales relacionados con pequeños jamás se denuncian y, lo que es peor aún, los más de dichos crímenes, una vez denunciados, nunca se traducen en cargos.
3. Investigación y valoración inadecuadas.
4. Inhibición por falta de pruebas. Este argumento se centra en la posición legal tradicional de que la condena de un delito exige una firme evidencia objetiva; evidencia que no está disponible en la mayor parte de los casos de abuso sexual infantil. No hay testigos adultos; por lo general la única persona que puede atestiguar es la víctima.
Según Summit, la técnica de la defensa en tales crímenes es «dejar que el caso madure» y «dudar de la víctima». Si dicho caso llega a juicio, los jueces y jurados, todos los cuales son adultos, se ponen del lado del acusado contra su víctima infantil.
El Dr. Summit presta singular atención al proceso descrito cuando se trata de casos de ARS y otras clases de abuso sexual religioso de niños. Habla de mutilación de pequeños, e incluso de sacrificios infantiles según el testimonio de docenas de niños. Entonces se afirma que el testimonio del pequeño es «demasiado increíble para ser creído» y en la mayor parte de los casos queda empantanado en una desesperada confusión y se descarta antes de pasar por un juicio completo.
5. Matar al mensajero. Esta inaudita sección del documento ofrece una panorámica de la intensa persecución a que se ven sometidos los valientes que han intentado sacar a la luz el abuso sexual infantil, los círculos eróticos de niños y otras formas de explotación sexual organizada de los pequeños. Summit dice que «el especialista infantil que obtiene las primeras revelaciones de abuso será un mensajero muy poco grato».5
El rápido surgimiento de especialistas en el diagnóstico del abuso sexual infantil y la refutación que cabía esperar de parte de los abogados defensores han producido una batalla legal muy reñida. Las personas a las que se aclamaba hace algunos años por sus contribuciones al descubrimiento de esta clase de abusos son ahora censuradas como inventores en beneficio propio y maliciosos cazadores de brujas. Las herramientas que dieron comienzo a aquel conocimiento explosivo del abuso sexual hace cinco años, las muñecas anatómicas, el dibujo de figuras, los exámenes físicos perfeccionados, las listas de comprobación de síntomas y las pautas de conducta previstas tanto en la víctima como en el perpetrador del abuso, se denuncian ahora como instrumentos abusivos. Estos métodos son atacados para invalidar los hallazgos y se destruye a los mensajeros para refutar el mensaje.
6. Engaño deliberado. El archivo de los casos y el fallo del sistema legal en cuanto a proteger a los niños se deben, por un lado, a la negación involuntaria y la anulación pública reiterada, y por otra a la influencia de los que toman decisiones y porteros falaces. El Dr. Summit los describe como «doctores, jueces, abogados, policías, editores, escritores, administradores de colegios, profesores y padres que son pedófilos, pornófilos u ocultistas invisibles». Y añade: «Los niños que describen abusos con perpetradores múltiples implican típicamente a instituciones y líderes comunitarios de confianza entre los actores periféricos[ … ] La inseguridad en cuanto a separar amigos de enemigos debilita la confianza emocional de las víctimas y de sus defensores.6
7. Caos conceptual. Las últimas palabras del Dr. Summit son un llamamiento a «escuchar a las vocecitas y superar el inmenso dolor». Dice así:7
Hasta que se desarrolle una base más madura de conocimiento, las especulaciones de los investigadores serán aventajadas sobremanera por la astucia de los abogados. Sea cual fuere la evolución de conceptos que los últimos diez años de avance hayan iniciado, dichos conceptos están todavía demasiado inmaduros para sobrevivir a otra era glacial de negación reactiva.
El continuo progreso en la definición de las motivaciones, el ámbito y la importancia del abuso sexual infantil en los Estados Unidos requerirá un nuevo compromiso para considerar una amplia gama de temas relacionados con la explotación de los niños por los adultos. Cada uno de dichos temas resulta repulsivo para la comodidad de los mayores y tenderá a fragmentar las alianzas constructivas. Sólo un esfuerzo extraordinario y un vigoroso sentido de coalición puede capacitarnos para escuchar las vocecitas y superar el inmenso dolor.
Hay que decir algo acerca de ciertos pasos positivos que se han dado dentro del gobierno americano para contener la oleada de abuso sexual infantil. Del trabajo de la Administración Reagan8 dirigido por el entonces fiscal general Edwin Meese, ha salido la legislación de mayor alcance en toda la historia de los Estados Unidos en cuanto a combatir la obscenidad y el abuso sexual infantil.
En 1984 se determinó la pornografía infantil como crimen específico y a consecuencia directa del plan en siete puntos para combatir la obscenidad nacional, redactado por el fiscal Meese, se promulgó la ley de 1987 sobre la protección de la infancia y la obscenidad, algo que llevó luego a la creación de la Unidad de Aplicación de la Ley Nacional de Obscenidad dentro de la División Criminal del Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Los americanos preocupados en general y los cristianos en particular cuentan ya con muchas de las herramientas necesarias a nivel nacional para ayudar a sacar a la luz y frenar tanto la obscenidad como el abuso sexual de niños. Lo que se necesita ahora es una acción eficaz, unida a un nuevo entendimiento de las cuestiones como ha resaltado el Dr. Summit en sus dos excelentes documentos.
Tal vez los sucesos de abuso sexual más desgarradores se hayan producido en diferentes guarderías a lo largo y ancho de los EE.UU.9 Algunas de ellas patrocinadas por el Ejército americano, particularmente el U.S. Army Presidio Day Care Center en San Francisco y West Point.10 Pero lo más triste de todo es que algunas de esas guarderías infantiles donde se abusó sexualmente de niños, estaban regentadas por cristianos.
Los casos de la McMartin Preschool en Manhattan Beach, California y del Presidio Day Care Center en San Francisco tuvieron que ver con cientos de niños, 300 en McMartin y 60 en Presidio. Lo que resulta más inquietante es que ambos casos fueron abandonados por el ministerio público por «falta de pruebas». Se afirmó que «los cargos eran demasiado vagos». Los acusados están hoy en día en libertad para seguir cometiendo sus agresiones sexuales contra niños dondequiera que los encuentren.
El 28 de marzo de 1988, Linda Goldston, redactora del San Jose Mercury News, publicó los hallazgos del Laboratorio de Investigación Familiar de la Universidad de New Hampshire, entidad realizadora del primer proyecto de investigación a nivel nacional sobre guarderías infantiles centrado en el abuso sexual de los pequeños. El artículo se titulaba «Day Care Sex Abusers: 40 Percent Women» [Perpetradores de abusos sexuales en las guarderías: 40 por ciento mujeres] y he extraído del mismo los siguientes puntos:11
1. Los responsables de casi el 40 por ciento de los abusos sexuales de niños en las guarderías infantiles de los Estados Unidos son mujeres y se muestran más proclives al uso de la fuerza y a la intimidación que los hombres.
2. Veinticinco por ciento de los abusos sexuales fueron cometidos por el propietario o director de la guardería, lo que sugiere que éstos establecieron sus centros con el fin de abusar de los niños.
3. Los niños están todavía más expuestos a sufrir abusos sexuales en el hogar que en las guarderías. La tasa estimada de abuso sexual es de 5, 5 casos por cada 10.000 pequeños inscritos en guarderías contra 8, 9 casos por cada 10.000 niños menores de seis años de edad que suceden en los hogares.
4. Los abusos más violentos se producen en las 229.000 guarderías del país, que atienden a siete millones de niños.
5. Casi la mitad de las víctimas eran más inteligentes y con más atractivo físico que el promedio, y caían mejor al personal de la guardería y eran más afectuosos con ellos que los demás. Dos tercios de los casos se produjeron en los cuartos de baño, y las víctimas fueron niños y niñas en más o menos la misma proporción.
6. Las mujeres que forman el grueso del personal de las guarderías tendían más a abusar de los niños junto con otras mujeres, mientras que los hombres acostumbraban actuar solos. También las mujeres eran «más dadas a cometer actos múltiples de abuso sexual y aquellos que suponen penetración, que los hombres».
7. La reputación sin tacha de una guardería y la buena preparación de su personal influía poco en el riesgo de abusos. Los niños tenían «las mismas posibilidades» de ser víctimas del abuso sexual en centros prestigiosos tales como la McMartin Preschool de Manhattan Beach.
8. La inmensa mayoría de los casos comprendían un único culpable, sin embargo aquellos con perpetradores múltiples eran, por supuesto, los más serios: afectaban a más niños, a los más pequeños e implicaban las actividades sexuales más graves y las probabilidades más altas de pornografía y abuso ritual.
9. Las amenazas utilizadas por los perpetradores del abuso incluían el decir a los niños que si contaban a alguien lo que había sucedido matarían a sus padres o a sus animales domésticos.
10. El hecho de poseer licencia tampoco tenía efecto en la reducción de los abusos. Los inspectores de las juntas estatales que concedían dichas licencias tendían a examinar los centros una vez al año, y a concentrarse en cosas tales como la seguridad contra incendios.
Mucho más podría decirse del asunto, pero la información que hemos presentado aquí y en el capítulo anterior constituye el trasfondo necesario para lo que examinaremos a continuación sobre la dimensión más horrorosa del abuso sexual infantil: el abuso ritual satánico (ARS). Mis amigos, los doctores James Friesen y James Wilder se refieren al mismo como «El abuso imaginativo: una perversidad calculada».
El propósito de dicho abuso no es que los voluntariosos compañeros sexuales de los niños los exploten para satisfacer sus propias perversiones, sino dañar a los pequeños y controlar su «alma, mente y espíritu». Esto «requiere que el niño experimente tipos de sufrimiento mucho más frecuentes e intensos».12 Aunque en el abuso sexual corriente de los niños puede haber demonios implicados, en el ARS y otras formas emparentadas de abuso sexual degradante, que tienen como propósito destruir la personalidad del pequeño y conseguir control sobre él para metas perversas a largo plazo, éstos siempre están presentes.
1 1. La dirección del Dr. Summit es Harbor-UCLA Medical Center, 1000 West Carson Street, Torrance, California, 90509, Estados Unidos. El Dr. Summit es también miembro fundador de la organización Parents Anonymous.
2 2. Dr. Roland Summit, «The Child Sexual Abuse Accommodation Syndrome», Child Abuse and Neglect 1983, p. 180.
3 3. Presentado a la Comisión del Fiscal General sobre Pornografía, Miami, Florida, EE.UU., 20 de noviembre de 1985. También disponible escribiendo al despacho del Dr. Summit en Torrance, California, EE.UU.
8 8. No se trata de ninguna declaración particular de aprobación a la presidencia de Reagan, sino sólo de dar la honra a lo que la merece. La política del antiguo presidente hacia los enfermos mentales, tanto como gobernador de California como cuando estaba en la Casa Blanca, fue tan destructiva para la gente lastimada como beneficiosa su posición sobre la pornografía infantil para los niños víctimas de esta última.
9 9. Véase Jan Hollinsworth, Unespeakable Acts , Congdon and Weed, Nueva York, 1986, un ejemplo práctico con garra y meticulosamente documentado de cierta guardería cuyos directores fueron hallados culpables de terribles abusos sexuales a los niños: el Country Walk Baby Sitting Service.
10 10. Linda Goldston, «Day Care Sex Abusers: 40 Women», San Jose Mercury News , 22 de marzo, 1988; «Armyof the Night: Child Abuse at the Presidio», West Magazine of San Jose Mercury News (24 de julio, 1988, pp. 14–23; Joanna Michaels, «’The Teacher Hurt Me, Mommy’: The Sex Abuse Scandal at West Point», Redbook, Enero de 1986, pp. 106–108, 142.
12 12. James Wilder y James Friesen, «Restoration of Those Exposed to Extreme Evil as Children», The Shepherd’s, House, Van Nuys, CA, 1989, pp. 2, 5.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.
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El abuso sicológico: Una perversidad calculada
Escribiendo sobre la relación que hay entre dolor, poder y abuso, los doctores Wilder y Friesen hacen varias observaciones decisivas para nuestro estudio sobre la guerra espiritual.1 Wilder dice que «el abuso es la aplicación de un poder excesivo».
Este concepto aplicado contra un indefenso niño es importante para nuestro estudio sobre el abuso infantil en general y sobre la explotación sexual en particular. El uso de tal poder, expresa Wilder, produce dolor y a fin de cuentas desamparo en la víctima, así como «también, en última instancia, en el que abusa de ella».
«Paradójicamente», afirma Wilder, «el abuso más corriente tiene lugar cuando la persona con poder se siente impotente». ¡Qué profundo discernimiento! Wilder acompaña la afirmación con un ejemplo de la vida real en el que un padre, la persona con poder, intenta conseguir más dominio sobre su hijo que llora, aplicando una fuerza excesiva y sofocándolo con una almohada hasta casi matarlo. El llanto termina. Aquí tenemos la aplicación de un poder excesivo para conseguir poder sobre la vida del niño en ese momento. Se trata también del abuso físico de un pequeño, lo cual constituye un delito.
Los padres detienen el abuso, al menos por ese momento, cuando se ven con el poder suficiente para controlar al niño. Luego se instalarán en un círculo vicioso de momentos de arrepentimiento y nuevos abusos. Wilder dice que «la mayoría de los padres sólo han sido seducidos de modo parcial por el mal, de modo que creen sólo en parte que deberían controlar a sus hijos. Como resultado de ello abusan de los pequeños sólo de un modo parcial». Este no es el caso de aquellos que están tan entregados al mal que desean controlar plenamente a su progenie, dominando sus mentes, cuerpos, voluntades y espíritus. Tal es la naturaleza de la maldad extrema.
«La única forma de conseguir ese control mental», dice Wilder, «es aplicando tanto poder que el dolor, el miedo al mismo y el deseo de poder para evitar dicho dolor se alinien con el poder. Aquí entra el uso de poder calculado para producir impotencia y dolor a fin de quebrantar el alma del niño».2
El quebrantamiento del alma
Wilder destaca la abundancia de pruebas que existen en cuanto a que los propósitos de Dios en la creación se ven a menudo frustrados en este mundo pecaminoso. A pesar de ello, algunos cristianos tienen dificultad para creer que el alma pueda ser quebrantada. «Sin embargo», expresa Wilder, «la evidencia apunta a que las personas somos quebrantables» (Salmo 34.18; 69.20; Proverbios 15.13; 17.22).
«En la única referencia a los “quebrantados de corazón” que se hace en el Nuevo Testamento, Cristo afirma que ha venido a sanar los. No dice que vino para buscar la pieza que creó y tirar lo demás».3
La entrada de los demonios por el quebrantamiento
Muchos casos de demonización pueden atribuirse a momentos de trauma, en particular a aquellos relacionados con la agresión, ya sea sexual o física, por otra persona. Parece demasiado injusto que un individuo llegue a estar demonizado además de sufrir un trauma, pero ¿quién ha dicho que vivimos en un mundo justo? Satanás es el príncipe de este mundo y cualquier sitio que gobierne será injusto. «Los demonios se sienten atraídos por el sufrimiento», observa Wilder, «porque: 1) les “gusta” el padecimiento y el dolor; 2) el dolor produce impotencia, lo cual hace más atractivos sus ofrecimientos de poder».4 Cuando Jesús hubo ayunado tuvo hambre y ¿quién cree usted que se le presentó?
La actitud de Wilder y Friesen difiere de la adoptada a menudo por los consejeros, sicólogos y siquiatras cristianos, quienes con frecuencia afirman que pocas veces o nunca han encontrado demonios en la vida de pacientes que hayan sufrido un abuso grave. Para bien de las víctimas de tales abusos esa actitud está empezando a cambiar. Cuando repaso las muchas sesiones de consejo que he tenido con creyentes desde que el Señor me obligó a entrar en este ministerio a mediados de los años 70, no puedo sino sacar la conclusión de que, al menos en los Estados Unidos, el abuso sexual después de participar en el ocultismo es la causa número uno de demonización en la vida de los cristianos.
El sentimiento de impotencia
Wilder dice que el dolor produce impotencia. La víctima del abuso quiere que ese dolor cese y cuando no sucede así se siente impotente. «El dolor de los sentimientos de impotencia», expresa Wilder, «puede hacer que uno anhele con desesperación el poder. Muchas personas han tenido esta experiencia al contemplar la muerte de un ser querido. La solución a ese sentimiento de impotencia parece ser un aumento del poder propio». Sin embargo, Wilder sigue diciendo que esa no es la solución, sino una trampa: «Una buena definición del mal», explica, «sería: Corregir la impotencia aumentando el poder que tenemos». Algunas formas corrientes de conseguir poder son «planeando la venganza, guardando rencor, alimentando la amargura, tomando represalias pasivas o agresivas, intentando controlar a otros o a uno mismo, y estallando en ira».5
El primer ofrecimiento de poder
Dios constituye la fuente esencial de todo poder, afirma Wilder, ya sea demoníaco o de otro tipo. Sin embargo, Él no es sólo poder. Por consiguiente «ofrecer poder como solución a nuestros problemas es un insulto a su naturaleza. El primer ofrecimiento de poder casi siempre procede de los demonios: ya se trate de poder para sanar, liberar o vengarse … Los demonios son seres con poder y siempre se lo ofrecerán a uno: 1) poder como forma de arreglar las cosas; 2) bastante poder para devolver más de lo que se ha recibido; 3) poder suficiente como para que se lastime uno al utilizarlo; 4) poder si se entrega algo a cambio». Luego Wilder hace una declaración polémica que,sin embargo, merece ser considerada con sumo cuidado: «La gente que busca poder, incluso para sanar, por lo general lo encuentra en los demonios».6
Basándose en lo que ha escrito en el apartado referente al daño que sufren los niños mediante el abuso, Wilder sigue diciendo: «Ahora que tenemos cierta comprensión del poder, el dolor y el abuso nos es posible considerar de qué manera puede la gente malvada utilizar imaginativamente este último para obtener los resultados que desean». Y luego da el ejemplo de un niño desobediente de dos años de edad sobre el cual sus padres quieren conseguir un control absoluto. El pequeño debe aprender a obedecer una orden de inmediato, por lo cual lo meten en una lavadora con la ropa sucia calculando el tiempo que puede permanecer en ella sin morir. Después de aplicarle ese tratamiento varias veces consiguen el poder que deseaban sobre él. Si el niño empieza a desobedecer de nuevo comentan: «¿Te apetece un buen lavado?»
Formas leves de tortura como esta «son suficientes para conseguir el control sobre la mente y el cuerpo del niño, pero para controlar en verdad su alma, su mente y su espíritu se requieren tipos de sufrimiento mucho más prolongados e intensos. Antes de considerar este problema veamos cómo afecta al alma y la mente de un niño una tortura entre leve y moderada».7
Alex y Betty, una atractiva pareja de treinta y tantos años de edad habían trabajado durante un término con una de las misiones evangélicas interdenominacionales más grandes y antiguas del mundo. El hogar de Alex era religioso, pero no cristiano; mientras que Betty procedía de una familia disfuncional no creyente.
Betty sufrió mucho durante su primer término de servicio misionero. Ocupada con sus niños pequeños no pudo participar en el ministerio con Alex. Sin embargo, su verdadera frustración con el trabajo de las misiones era mucho más honda: se sentía espiritual y emocionalmente muerta. Había sido así toda su vida, antes y después de conocer a Cristo.
Sabía que era creyente. El haber aceptado a Cristo por la fe y no por sentimientos cuando era adolescente la había salvado del suicidio. Su fe en Dios como creador y redentor, en Cristo como salvador y Señor, y en el Espíritu Santo que moraba en ella era más importante que la vida misma. Sin Dios la existencia le resultaba un infierno. Prefería la muerte a una vida impía.
En Dios había encontrado esperanza para una sanidad emocional definitiva; podía seguir creyendo, aunque no sintiera su presencia. Conocía mejor al Espíritu Santo. Aunque tampoco era capaz de sentir su presencia, oía su voz dentro de sí8 más fuerte que las demás voces.
Betty estaba segura de que debía cambiar o no podría seguir siendo misionera. Para sanar a otros tenía que ser sanada ella misma. Así que convenció a Alex de que necesitaba consejo cristiano y el matrimonio recibió un permiso de enfermedad y se trasladó a Arizona a fin de que pudiera someterse a un tratamiento a fondo y a largo plazo en determinado centro evangélico de ayuda sicológica. Llevaban allí un año cuando Loretta y yo los conocimos a petición suya.9
A medida que Betty compartía con nosotros lo que recordaba de su niñez, se hacía cada vez más patente que había sido víctima de algún tipo perverso de abuso ritual satánico (ARS) calculado, y ya que esta clase de abuso implica siempre actividad demoníaca (si hay excepciones, jamás he oído de ellas), Loretta y yo cambiamos algunos aspectos de nuestro procedimiento habitual de consejo. Teniendo en cuenta el poco tiempo de que disponíamos quisimos hacer al menos seis cosas:
1. Asegurarnos lo más posible de que Betty conocía en realidad a Cristo como Salvador y Señor. Sí lo conocía.
2. Obtener una descripción lo más completa posible de su infancia y su adolescencia en el hogar.
3. Proporcionarle la clase de ambiente de consejo apropiado para que se abriera a nosotros a pesar de ser para ella casi unos extraños.
Digo «casi unos extraños» porque Betty había adquirido un ejemplar de mi serie de cintas y conocía mi voz y mi estilo de enseñanza. Escucharlas había despertado en ella la esperanza de ser sanada y el deseo de conocerme. Se dijo a sí misma que si sus problemas tenían que ver con demonios y podía ser liberada de su influencia, su sanidad iría más aprisa. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
4. Descubrir si su problema tenía o no visos de implicación demoníaca directa.10
5. Comenzar el proceso de liberación si fuese necesario.
6. Armonizar nuestro ministerio hacia ella con el de su sicóloga cristiana. Puesto que esta última había solicitado que la aconsejásemos, estábamos muy animados en ese aspecto.
La historia de Betty es larga y compleja. Tengo más de cien páginas de notas procedentes de nuestras sesiones con ella y su sicóloga cuenta con un número superior. En el momento de escribir este libro Betty está todavía recibiendo consejo cada semana. Resumo su caso de la siguiente manera:
1. La suya es una historia de demonización generacional que se remonta hasta por lo menos su padre, su abuelo y su bisabuelo. También le ha sido trasmitida a uno de los hijos de ella.
2. Su padre, que era satanista, la consagró al diablo antes de que naciera. Los espíritus le habían dicho que iba a tener una hija con labio leporino y palatósquisis, lo cual sería señal de que estaba especialmente escogida por Satanás. Debía iniciarla en el satanismo desde la cuna.
3. La odiaba ya antes de nacer. Como su padre lo había odiado a él, así hacía con su hija; el satanismo es un sistema de creencias basado en el odio.
4. Antes de nacer, la niña ya estaba gravemente demonizada. El demonio que se llamaba a sí mismo «Inclinado al Infierno» entró en ella procedente de su padre cuando su madre la tenía aún en el vientre. Y lo mismo hicieron «Padre del Odio», uno de los espíritus malos principales en su vida, Dolor, Tortura, Labio Leporino y Palatósquisis.11 Destructor, en cambio, entró poco más o menos cuando nació la pequeña.
5. Betty sufrió repetidos abusos rituales de carácter sexual por parte de su padre desde que tuvo casi tres años de edad los que continuaron hasta la adolescencia, cuando su madre, sospechando que se estaban produciendo, no permitió nunca más que se quedara a solas con su padre.
6. Cuando experimentó aquel primer abuso sexual ritual a la edad de tres años, varios demonios entraron en su cuerpo: Sacrificio, Espíritu de su padre, Matar y Perversión.
7. Otros se introdujeron en ella a lo largo del abuso continuado: Lujuria y Autoridad falsa. Este último dijo a la chica que lo que su padre hacía con ella era bueno y que tenía que obedecerle ya que él representaba la autoridad en su vida.
8. Los demonios siguieron entrando en la vida de Betty en momentos precisos de gran trauma. En primer lugar, un grupo lo hizo cuando ella se encontraba en el hospital esperando a ser operada de su palatósquisis y su labio leporino a los tres meses de edad. El jefe de ellos era Incredulidad, que resultó ser el príncipe de todos aquellos demonios, unos 1065 en total. No ha habido más evidencia de demonización desde que fueron expulsados.
Otro demonio jefe de menor rango que Incredulidad era Fortaleza del Miedo, el cual tenía a sus órdenes cinco demonios: Terror, Espanto, Pánico, Ansiedad y Preocupación.12 Incredulidad controlaba a otros demonios jefes además de Fortaleza del Miedo, que se llamaban Orgullo, Dolor, Simulación, Ignorancia, Solo, Separado e Intocable. Después estaba otro demonio que se autodenominaba Engañar, y que declaró: «Entré cuando ella trabajaba en la parte vieja de la ciudad, entre los marginados, bajo la dirección del Rvdo. Smith, líder espiritual de ese ministerio. El Rvdo. Smith tiene espíritus de control que operan a través de él y está estropeando a todos los jóvenes que le prestan su colaboración. Le dijo que no valía nada, que era mala hasta la médula, que no había nada bueno en ella y que merecía ser tratada como un gusano y pisoteada.
»Le indicó que debía ser desgraciada. Que si uno no era infeliz no estaba haciendo lo correcto. Ella ha creído todas esas mentiras, pero ahora se está volviendo contra nosotros».
¿No es interesante que aquellas cosas negativas que el Rvdo. Smith le dijo a Betty fueran las mismas que ella había estado escuchando desde su infancia de parte de los demonios? Esto es en parte lo que quería decir el apóstol Pablo cuando advirtió que algunos maestros cristianos de los «postreros tiempos» escucharían «a espíritus engañadores» y enseñarían «doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4.1; véase Mateo 16.21–23).
Por último, había un demonio llamado Confusión que dijo: «Entré en ella la noche que fue bautizada». Y al preguntarle cómo pudo ocurrir aquello en su bautismo, contestó: «Porque estaba confusa en cuanto a ese acto. Le estaban diciendo que si se bautizaba sería salva, sin embargo ella sabía que la salvación viene por medio de la fe en Jesucristo. Así entré en su vida».
9. Betty experimentaba de continuo lo que describía como un «dolor flotante» en lo profundo de su ser. No podía deshacerse del mismo. Aunque intentaba ser una esposa, madre y misionera feliz, jamás estaba contenta. En lo íntimo de su persona sufría siempre.
10. Se le dijo a su padre que la ofreciera en sacrificio de sangre a Satanás y el hombre intentó hacerlo en aquella ocasión cuando abusó por primera vez, en forma ritual, de ella sexualmente, a los tres años de edad, en el sótano de su casa. Betty empezó a sospechar que tal vez era una víctima del ASR pocos meses antes de que la conociéramos. Estaba viendo un documental sobre la vida del pintor Goya, en algunas de cuyas pinturas se hacía referencia al ocultismo mezclado con el catolicismo de su época. Aquellas actividades incluían el sacrificio de niños.
Mientras miraba el documental, Betty tuvo su primera visión retrospectiva que indicaba un posible ARS por parte de su padre. Se vio atada con cuerdas y amordazada mientras su progenitor se entregaba al bestialismo y abusaba sexualmente de ella. Tenía en su mano una extraña daga con la que le hacía cortes en el cuerpo. La sangre manaba de sus heridas, hasta que por fin un familiar lo detuvo .
Algún tiempo después de experimentar aquella visión retrospectiva, asistió sin ninguna malicia a una Feria del Renacimiento (a menudo esas ferias están controladas por grupos ocultistas) y allí vio exhibidas dos complicadas dagas dedicadas a las prácticas ocultas. Se trataba de cuchillos sacrificiales, del mismo tipo que había contemplado en su visión retrospectiva. Ahora sabía que su padre había tratado de sacrificarla en ritos a Satanás. Por último, vio un programa televisivo que presentaba a adultos supervivientes del ARS y comprendió que aquellas historias eran la suya propia. Todo empezó a encajar.
11. Los demonios confirmaron aquellas escenas retrospectivas en cada detalle. Dijeron que Betty había sido escogida por el diablo a través de su padre, tanto para servir a éste como para ser sacrificada por él a Satanás, pero Dios intervino.
12. Los principales propósitos del ARS y de los demonios eran quebrantar la voluntad de Betty, ponerla bajo el control de su padre y de Satanás, y producirle un desdoblamiento de personalidad. La conversión de la niña cuando tenía once años de edad fue el momento decisivo de su vida. Ahora que conocía a Dios personalmente llegó a sentir una gran hambre de Él y comenzó a crecer como cristiana a pesar de su dolor interno.
13. Betty había tenido un desdoblamiento de personalidad siendo pequeña y como resultado de ello el ARS que sufrió se había borrado por completo de su memoria. Aunque no podía explicar aquel dolor flotante ni su muerte emocional, no sabía nada acerca de sus torturas infantiles. James G. Friesen define el desdoblamiento de la siguiente manera:13
(Ese) es el acto de defenderse contra el dolor. Puede tratarse de la defensa más eficaz que tenga la gente, ya que resulta cien por ciento eficaz. Al desdoblarse, una persona se separa del recuerdo de un acontecimiento doloroso.
Es tan simple como esto: Un niño pasa por cierto trauma y luego simula ser una persona distinta, u otro yo (alter), a quien no le han sucedido esas cosas malas. Se trata de una separación de la memoria y el asunto queda inmediata y completamente olvidado. La personalidad alternativa recién creada «recuerda» sólo un período en blanco allí donde se produjo el trauma, y no hay ni siquiera indicio de que aquel suceso traumático pudiese haber ocurrido. Cuando el desdoblamiento es completo, la amnesia alcanza la plenitud. Si uno menciona algo de lo que sucedió durante aquel período en blanco, aparece una mirada perpleja en el rostro de la persona desdoblada que expresa: «No tengo ni la menor idea de lo que está usted hablando».
Esto es lo que sucedía en el caso de Betty. No recordaba nada de su trauma. Sabía que su padre era perverso y esclavo de la pornografía. Tenía la casa llena de esa clase de material. También sabía que él y su madre no constituían un matrimonio unido ni amoroso, así como que ésta la guardaba para que no se quedase jamás a solas con su padre desde que llegó a la adolescencia; pero no conocía la razón de ello ni se había preocupado por averiguarla.
Por último, Betty sabía que su amor por Dios carecía de emociones. No podía conocerlo como Padre; cosa que resultaba inexplicable. Tampoco era capaz de concebir a Cristo como un Salvador compasivo. Le parecía demasiado perfecto para ella. Conocía, sin embargo, que el Espíritu Santo moraba en su interior. Aunque no sentía su amor, le hablaba y le decía cómo seguir a Cristo. En fe, Betty obedecía. Los demonios estaban furiosos con el Espíritu Santo pero le temían, así me lo dijeron repetidas veces.
Durante la primera sesión de consejo, Betty dibujó el siguiente diagrama de su relación con Dios:
Cada uno de los demonios a los que exigí que respondieran a mis preguntas acerca de su propósito en la vida de Betty me dijo que su objetivo principal era impedir que conociese la presencia real de Dios en ella. Todos afirmaban que se trataba de una cristiana y que se había convertido en su infancia.
Inclinado al Infierno: «Mi propósito era arrastrarla al infierno. Después de su conversión lo cambió por el de hacer de su vida un infierno en la tierra».
Incredulidad: «Nos pertenece a nosotros. Su padre nos la ofreció en sacrificio. Ella no recuerda lo que hizo su padre».
Sacrificio: «Él [Jesús] la ha redimido por su sacrificio perfecto. Tiene un plan para su vida y nosotros queríamos destruirla para que no se cumpliese. Por último adquirió sabiduría. Se ha estado rebelando contra nosotros y Jesús la está sanando».
Espíritu de su padre: «Procedo de su padre, quien le decía mentiras y yo estaba allí trabajando con él diciéndole aquellos embustes. Ha creído esas mentiras hasta hace poco».
Dolor y Tortura: «Nuestro propósito era torturar su mente, cortarla de la vida de Dios. Nos hemos estado escondiendo de ella. No sabía que estuviéramos aquí».
Labio Leporino y Palatósquisis: «Entré en su vida porque no quería que conociese a Dios. La odiamos, por eso la atormentábamos».
Destructor: «Mi propósito era destruir su espíritu. Entré en ella cuando nació».
Autoridad Falsa: «Le dije que tenía que ser una huraña y no obedecer a ninguna autoridad. No necesita a nadie. Debería ir sola por la vida».
Incredulidad, el príncipe: «Poseo un lugar en ella: la sede de sus emociones. La tengo confundida por completo. No queremos que conozca a Dios en su alma».
Separación: «e impido que sienta el amor de Dios».
Orgullo: «Yo le impido conocer a Dios como Padre e identificarse con Jesús».14
Hacia el final de la segunda sesión de liberación con Betty, descubrimos su primera personalidad alternativa. Tenía la certeza de que habría formado algunas de éstas las cuales hicieron posible que sobreviviera al ARS y funcionase de un modo tan eficaz como lo hacía.
1. Había sufrido un abuso infantil grave y continuado de carácter sexual, físico, sicológico y religioso como víctima del ARS. Friesen dice a este respecto: «Una cosa que sabemos del desdoblamiento de la personalidad es que el individuo sólo recurre a él cuando el dolor ha sido extremo y por lo general comienza en la época preescolar».
«El noventa y siete por ciento ha sufrido un abuso infantil grave siendo niños. Otro estudio descubrió que el 88 por ciento había sido víctimas de abusos sexuales y el 83 por ciento experimentado la penetración sexual. ¡Qué forma tan horrible de empezar la vida! Aunque siempre que conozco a alguien con personalidad desdoblada tengo la esperanza de que se trate de uno de esos individuos que no sufrieron abusos sexuales, por lo general no es así».15
2. Ese abuso se prolongó en el contexto de una falta de cuidado solícito en el hogar. Friesen describe así este caso: «Las circunstancias de la vida han sido peligrosas y los niños siguen sufriendo abusos durante un largo período de tiempo».16
3. Existe el factor biológico natural. Los niños que desdoblan su personalidad son muy inteligentes y tienen una capacidad innata de trasladarse del contexto doloroso a un mundo imaginario. Son maestros de la fantasía. Según Friesen, el promedio de niños que poseen esta capacidad es casi de un 25 por ciento.
4. El niño que desdobla su personalidad está dotado sicológicamente de una imaginación muy vívida y creativa.17 Esto es semejante al punto 3.
Betty había experimentado todo aquello y más. Es una de las personas más inteligentes, creativas y fuertes que haya jamás conocido. Al final de la segunda sesión de consejo con Loretta y conmigo, expresó: «No he sabido cómo comunicarme con el Espíritu Santo, ni con este niño interior, sección interior. Las últimas semanas se ha ido lejos, muy lejos; e incluso el Espíritu Santo, es como si dijera: “Estoy aquí y estoy protegiendo esto … ” Es como si tuviese un cuerpo dentro de mí. Parece absurdo, pero … está indefenso y no puede luchar por sí mismo y los demonios quieren destruirlo. Mientras orábamos esta mañana, había una voz que me decía: “No puedes tener el bebé; no puedes tener el bebé; no puedes tener el bebé”».18 No tardamos mucho en entrar en contacto con ese niño interior, el bebé. Betty no podía hablar, pero es obvio que otro «yo» estaba hablando por ella. Así que nos hallábamos en contacto con al menos dos personalidades alternativas además de Betty, la personalidad anfitriona. Durante mi última conversación con su sicóloga, ésta manifestó que habían sido identificadas más de cien de esas personalidades alternativas las cuales vivían en el cuerpo de Betty. El proceso de integrarlas a todas en una personalidad anfitriona se está produciendo todavía. Betty ganará la batalla.
Hace algún tiempo me dijo: «Las tres cosas que han dañado tanto mi vida han sido la actividad demoníaca, el abuso sexual (ASR) y las personalidades múltiples. Esas que existen dentro de mí y que me han impedido alcanzar la sanidad completa que necesitaba. Ahora comprendo por qué he tenido dificultad en aplicar la verdad de Dios a mi vida. ¿Cómo puede aplicarse la verdad a una personalidad dividida hasta que no están juntas todas sus piezas? Esta personalidad está siendo ahora reparada y las piezas en cuestión empiezan a encajar».
Con esto como trasfondo estamos listos para considerar ahora la complicada cuestión de los DMP y la posible dimensión demoníaca de esta afección humana
1
1. James Wilder y James Friesen, «Restoration of Those Exposed to Extreme Evil as Children» , The Shepherd’s House, Van Nuys, CA, 1989.
El importante libro de Friesen sobre los DMP, Uncovering the Mystery of MPD (1991), es el primer tratado en profundidad de carácter erudito y bien documentado sobre los Desarreglos Múltiples de la Personalidad escritos por un psicólogo cristiano con preparación y experiencia. El Dr. Wilder ha escrito también un libro sobre la suma maldad del satanismo, A Redemptive Responde to Satanism, InterVarsity, Downers Grove, IL, 1992.
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8. Hay una tendencia inquietante y poco bíblica en algunos círculos evangélicos conservadores hacia una forma sutil de bibliolatría y en contra del misticismo y el revivalismo cristianos. Es como si Dios ya no hablase directamente a su pueblo, sino sólo de una manera indirecta a través de la Biblia, y ello, primordialmente, desde el púlpito. Cuando leemos la Escritura, Dios nos habla, se nos dice, y cuando oramos hablamos con Dios.
Aunque esto es cierto, ¿es acaso toda la verdad? Está limitado el Señor en su forma de hablar a las citas directas de la Biblia? ¿No tiene ya (como en el pasado) comunión con su pueblo? ¿No dirige sus vidas, suple sus necesidades y contesta a sus preguntas personales si esperan en Él? Aunque todo lo que Dios diga estará en armonía con su infalible revelación en la Biblia, a Él también le gusta hablar personalmente a sus hijos.
Terry Muck escribe bajo el título «Dios y Oral» (durante el tiempo de la cuestión de Oral Roberts y su recaudación de 4, 5 millones de dólares en contribuciones): «Sería en verdad un día triste si pensásemos que Dios había terminado de hablar. De modo que a pesar de nuestro escepticismo en cuanto a la comprensión que tuvo Roberts de este mensaje en especial, no neguemos el hecho de que Dios nos habla clara y frecuentemente. En realidad, las pruebas de que el Señor desea comunicarse con nosotros son tan abrumadoras que parece obvio que la única cosa que podría silenciar su voz sería nuestra propia renuencia a escucharle». Muck admite que «puede ser difícil distinguir la voz de Dios del resto de las voces. Satanás es conocido por disfrazar su patrocinio zalamero para que el oidor accidental lo confunda con una señal de parte de Dios. Nos resulta posible incluso caer víctimas de nuestros propios deseos fervientes de ministrar tan fiel y completamente como podamos. Confiamos en que este fue el caso de Roberts».
Sin embargo, los hechos son claros: «A lo largo de la historia Dios ha hablado a innumerables seres humanos —dice Muck—. Incluso según las locuaces normas actuales, el Señor ha sido un verdadero parlanchín.» Y pasa a dar una panorámica histórica condensada de la comunicación individual que ha tenido Dios con el hombre. «Esta ha sido la posición de la Iglesia durante dos mil años y la del Antiguo Testamento desde cientos de años antes de Cristo.» (Terry Muck, «God and Oral», Christianity Today [20 de marzo de 1987]; véase también John White, When the Spirit Comes with Power [ InterVarsity, Downers Grove, IL 1988]).
9 9. Por lo común, los misioneros experimentados se cuentan entre mis partidarios más fervientes respecto al tipo de enseñanza sobre la guerra espiritual que presento en este libro; a pesar de que generalmente sus misiones, y en particular los directivos de las mismas, se resistan a los aspectos más polémicos de dicha enseñanza. Este apoyo existe por muchas razones. Primeramente, en la evangelización y el discipulado de los nacionales los misioneros se topan a menudo con problemas que parecen entrañar una actividad demoníaca directa. En segundo lugar, por lo general, los misioneros se cuentan entre la gente más valiente y sincera del mundo. De no ser así, jamás sobrevivirían en el campo misionero. Y en tercer lugar, se trata por lo común de gente consagrada a la gente; aquello que ayuda de veras a las personas y es coherente con los principios bíblicos generales (todo lo que supone una ayuda real para la gente está siempre de acuerdo con dichos principios), lo aceptan. Ellos buscan esa ayuda. Supongo que fueron los misioneros, muchos de ellos graduados del Seminario Teológico Dallas, quienes corrigieron la opinión del fallecido Dr. Merrill F. Unger en cuanto a la posible demonización de ciertos creyentes (véase Unger, Demons in the World Today [Tyndale, Wheaton, IL, 1971, pp. 116 y 117).
10 10. Por «visos de implicación demoníaca directa» entiendo demonización. Todos los problemas humanos tienen visos demoníacos indirectos a causa de la naturaleza del mal personal que existe en el universo.
11 11. No estoy afirmando que el labio leporino y la palatosquisis sean necesariamente demoníacos. Por lo general, como todos los otros males físicos que han resultado de la Caída, no tienen que ver directamente con demonios. En este caso, sin embargo, sí procedían de ellos. No sé si la presencia de los espíritus Labio Leporino y Palatosquisis en la niña antes de nacer produjo esa malformación física, si éstos entraron después de que dicha malformación empezase a producirse en la matriz, o si se trató de una mera coincidencia. Caben las tres posibilidades.
12 12. Naturalmente esos estados psicológicos no son por necesidad directamente demoníacos, como sucede en la mayor parte de los casos. Los demonios que se «especializan» (quizá sea la mejor manera de decirlo), bien permanentemente bien durante algún tiempo, en producir o reforzar tales estados negativos, adoptan por lo general nombres funcionales como estos. Aunque a algunas personas les resulte muy incómodo admitir esta posibilidad, sólo puedo contestar: «Lo que es, es. Prefiero mi forma de encontrarlos a la manera de otras personas de no hacerlo.»
13 13. Friesen, pp. 62 y 63.
Murphy, E. F. (2000, c1994). Manual de guerra espiritual (electronic ed.). Nashville: Editorial Caribe.