miércoles, 27 de enero de 2016

Confiar en el Dios que todo lo puede

Leer | 2 CORINTIOS 3.1-6
Muchas personas ridiculizarían la idea de que Dios bendice a los creyentes por medio de sus flaquezas. Puede parece ilógico pensar en términos de beneficio. Pero para los cristianos sus defectos pueden servir como camino de bendición.

1. Nuestra insuficiencia nos obliga a trabajar con la ayuda del poder del Espíritu Santo. Lo que sea que nos ponga de rodillas y nos conduzca a Dios, tiene que ser bueno.

2. La conciencia de nuestras limitaciones puede aliviar nuestra carga de tratar de hacer la voluntad de Dios con nuestras propias fuerzas.

3. Esa conciencia le da la oportunidad al Señor de utilizarnos al máximo. Si somos los suficientemente humildes para reconocer nuestra necesidad, Dios nos elevará a grandes alturas.

4. Reconocer nuestras insuficiencias le da a Dios toda la gloria por su trabajo. Las personas que tienen una mente espiritual pueden identificar cuando algo es de Dios, y cuándo no. Si usted está en el Espíritu, la gloria irá merecidamente al Señor.

5. La insuficiencia puede capacitarnos para vivir con gozo y serenidad espiritual. O le damos nuestras cargas a Dios y dejamos de afanarnos, o actuamos con nuestras propias fuerzas y nos sentiremos abrumados.

Al igual que el apóstol Pablo, no debemos pensar que somos competentes por nosotros mismos, sino más bien reconocer que nuestra competencia viene de Dios (2 Co 3.5). ¿Qué aspecto de su vida está usted tratando de manejar con sus propias fuerzas? Renuncie a tener el control, y espere las bendiciones de Dios, sabiendo que Él desea el bien de sus hijos.

martes, 26 de enero de 2016

¿Me ama Dios?

¿Me ama Dios?

Leer | SALMO 145.7-9
La vida puede golpearnos con circunstancias inesperadas y desagradables. Cuando eso sucede, el impacto y el dolor pueden hacer que nos preguntemos: ¿Se interesa Dios por mí realmente?

En primer lugar, la Biblia nos dice que “Dios es amor” (1 Jn 4.8), lo cual significa que su naturaleza se caracteriza por la compasión y el cuidado de nosotros. El amor tuvo su origen en el Señor, y Él es nuestro mayor ejemplo de cómo expresarlo. Esta verdad, combinada con su santidad, significa que su amor es perfecto.

Segundo, sabemos que Dios nos ama porque nos llama sus hijos. “A los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios”, escribe Juan en su evangelio (Jn 1.12 NVI). Lamentablemente, algunas personas no tienen una madre o un padre que les demuestre amor. Pero Dios es el padre perfecto. Sería contrario a su carácter no amar a sus hijos de manera incondicional.

Por último, el Señor dio la demostración suprema de su amor en la cruz. Todos nosotros estábamos muertos en nuestros pecados, pero Cristo hizo lo máximo para darnos vida: vino al mundo como una expresión del amor infinito de su Padre, y al dar su vida por nosotros hizo lo que nadie más era capaz de hacer.

Después de considerar estos hechos en cuanto al amor de Dios, ¿cómo no esperar que Él se ocupe incluso de los detalles más pequeños de nuestra vida? Examine las maneras como Él le está expresando su amor a usted, y recuerde las palabras de Jesús en cuanto a esto: “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos” (15.13 NVI).

lunes, 25 de enero de 2016

Conocer a Dios como Padre

Leer | 1 JUAN 3.1-3
Cuando escuchamos la palabra “padre”, ¿qué imágenes nos vienen a la mente? ¿Un hombre que se pasa el día frente al TV o un hombre trabajador? ¿Alguien estricto o animoso? ¿Presente o ausente? No importa los atributos que puedan haber tenido nuestros padres, tenemos un Padre celestial que es perfecto.

La vida del Señor Jesús nos ayuda a ver a Dios como nuestro Padre. Vemos al Salvador sosteniendo tiernamente a los niños, ocupándose de los enfermos y mostrando compasión a quienes no la merecían. Las palabras de Cristo nos hablan de un Padre que ama a la gente, que escucha las oraciones de sus hijos, y que ofrece perdón movido por la gracia.

El Señor Jesús reveló también que hay dos padres espirituales en este mundo: Jehová y Satanás. Solo aquellos que han nacido espiritualmente en la familia de Dios pueden llamarle “Padre”. Este nuevo nacimiento (Jn 3.3) tiene lugar cuando una persona acepta el sacrificio expiatorio del Señor Jesús por sus pecados. Los que rechazan a Cristo —el único camino a Dios (14.6)— eligen, por tanto, a Satanás como su padre espiritual (8.42-45). Han creído en el padre de mentira y rechazado al único Dios verdadero tal como se reveló en la persona de Jesús. Satanás vino para robar, matar y destruir (10.10), pero Jesús vino para que pudiéramos tener una nueva vida, y ser reconciliados con Dios Padre.

Dios es sensible a cada necesidad que tenemos, y ha prometido darnos lo mejor. Él se goza en dar cosas buenas a sus hijos, y no usa nuestros pecados contra nosotros. Usted, que es un hijo de Dios, ¿qué tan bien conoce a su Padre?

domingo, 24 de enero de 2016

Para heredar las promesas divinas

Leer | HEBREOS 6.11, 12
El Señor no habría hecho todas las promesas que hay en la Biblia si no hubiera querido dar a sus hijos grandes bendiciones. Sin embargo, no podemos ser presuntuosos y dar por hecho que tales beneficios nos pertenecen de manera automática. Entonces, ¿cómo podemos apropiarnos de las promesas de Dios con la expectativa de que Él responderá nuestras peticiones?

Hay ciertas preguntas que debemos hacernos para evaluar las necesidades que traemos a nuestro Padre celestial:

• ¿Esta promesa atiende mi necesidad o deseo personal?

• ¿Estoy pidiendo con un espíritu de sumisión a su voluntad?

• ¿Puede Dios cumplir esta petición sin perjudicar a otra persona?

• ¿Le agrada mi petición a Dios?

• ¿Será Dios honrado con el cumplimiento de mi petición?

• ¿Mi petición contradice de alguna manera a la Palabra de Dios?

• Si Dios cumple esta promesa, ¿ayudará ello a mi crecimiento espiritual?

Una vez que hayamos respondido estas preguntas, heredar las promesas divinas dependerá de tres requisitos: Primero, necesitamos tener fe. Nuestro Padre quiere que confiemos en Él, y el Señor premia a quienes lo hacen (Gn 15.6; He 11.6). Segundo, debemos ser obedientes a todo lo que sabemos que es su voluntad para nosotros —nunca recibiremos lo mejor que Él da si lo desobedecemos deliberadamente. Tercero, debemos tener paciencia para esperar el tiempo perfecto del Señor.

Hacer estas cosas bien vale la pena, considerando las bendiciones que Él anhela darnos.

Pruebas y gozo

Leer | Santiago 1.2-4, 12
“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Stg 1.2). Con estas palabras Santiago está presentando una perspectiva divina, no una humana. Hay algunos beneficios sorprendentes en el sufrimiento que no son fáciles de discernir.

Primero que todo, necesitamos entender que estos versículos no nos están diciendo que nos sintamos felices por nuestro sufrimiento, sino más bien que nos regocijemos por las bendiciones que acompañan al sufrimiento. La palabra “tened” es un término contable que significa “evaluar”. Cuando vemos las dificultades desde la perspectiva de Dios y les damos el valor correcto, podemos regocijarnos por el resultado beneficioso, incluso mientras experimentemos sufrimientos. Humanamente hablando, las pruebas duelen; pero desde la perspectiva del Señor, ayudan.

La única manera de tener gozo en las pruebas es entender lo que Dios quiere que traigan. No importa cuál sea el origen de la dificultad, sabemos que el Señor quiere utilizarla para probar nuestra fe y, por tanto, producir paciencia y madurez espiritual. Quienes desean ser transformados a la imagen de Cristo, pueden regocijarse por los muchos beneficios que acompañan al sufrimiento.

¿Y usted? ¿Su anhelo de conocer al Señor y de ser transformado por Él es mayor que su temor al sufrimiento? Ninguno de nosotros quiere experimentar dolor, pero ya que es una realidad inevitable en este mundo caído, ¿por qué no responder de una manera que produzca beneficios eternos? No desaprovechemos nuestro sufrimiento.

El peligro de naufragar

Leer | 1 Timoteo 1.18-20
El apóstol Pablo quería que su joven discípulo Timoteo entendiera los fundamentos de la fe. Por tanto, le escribió acerca de dos hombres que dejaron de hacerle caso a su conciencia. Su ejemplo nos enseña que si no entendemos realmente lo que es este regalo, corremos el riesgo de apartarnos de la fe.

Muchas personas piensan erróneamente que la conciencia es la voz de Dios, en vez de un regalo que nos ha sido dado por Él. Fuimos creados con un “monitor interior” que actúa como brújula moral para guiar nuestras decisiones. Pero la conciencia, como todo lo demás en nosotros, necesita ser redimida. Dependiendo de cómo haya sido programada, nuestra conciencia puede llevarnos en la dirección equivocada.

Pablo mismo es un ejemplo de esto. Su educación como fariseo le había enseñado que los cristianos eran una amenaza para Dios y la fe judía. Su conciencia había sido programada para ver el asesinato como un servicio a Dios. Por eso, buscaba ferozmente a los creyentes y los capturaba, sin que eso afectara su conciencia. Solo después que el Cristo resucitado se encontrara con él en el camino de Damasco, su conciencia fue transformada.

A menos que dejemos que el Señor nos redima por completo, nuestras decisiones pueden resultar tan destructivas como si ignoráramos intencionalmente hacer lo bueno. Si sometemos nuestra conciencia al Espíritu Santo, encontraremos un puerto seguro cuando las tormentas amenacen nuestra fe o nuestro futuro.

Jesucristo: El regalo precioso

Jesucristo: El regalo precioso

Leer | Romanos 5.6-21
Jesucristo es el regalo precioso de Dios para nosotros. Este regalo, enviado del cielo, fue dado voluntariamente a un gran costo, porque teníamos una necesidad crítica. Este regalo fue. . .

Universal y personal. Por medio del Señor Jesús, el Padre celestial ofrece la salvación a todo el mundo (Jn 3.16).

Protector. Cuando Jesús se convierte en nuestro Salvador personal, recibimos el perdón y somos libres de la condenación por nuestro pecado (Ro 8.1). Este regalo divino evita que tengamos que enfrentar la muerte eterna, lo que significaría la separación perpetua de Dios.

Eterno. Lo que el Señor Jesús nos da dura para siempre. Desde el día en que fuimos salvos, el Espíritu de Cristo habita en nosotros y permanece con nosotros. Como miembros de la familia de Dios, tenemos una herencia eterna en el cielo que no puede dañarse ni extinguirse (1 P 1.3-5).

Lleno de amor. Fue el amor incondicional lo que motivó al Padre a sacrificar a su Hijo por nosotros. Ninguno de nosotros merecía tal sacrificio, pues todos hemos pecado (Ro 3.10). A pesar de lo que somos, Dios puso su amor en nosotros, y lo demostró por medio de la vida y la muerte de su Hijo. Gracias a su amor, hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, y estamos siendo transformados en las personas que tuvo en mente al crearnos.

Si usted no ha aceptado el regalo de la salvación de Dios, hoy puede ser su día de nacimiento espiritual. Si ya pertenece a la familia de Dios, conoce el valor del regalo. Entonces, ¿quisiera hablar a otros de este presente maravilloso?

Jesucristo: El regalo perfecto

Leer | Mateo 7.11
Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:

Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Jn 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.

Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Ro 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (5.18). Puesto que no somos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo calificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (5.10).

Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.

Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (8.28, 29).

Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Co 5.17).

Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.

Con alas como las águilas



Leer | Isaías 40.28-31
La primera vez que vi a un águila volar entendí por qué Dios usó a esta ave para animarnos. El águila, que simplemente abre sus alas y se remonta, depende totalmente de las corrientes de aire para mantenerse arriba.
En cambio, nosotros batimos las alas tratando de ser mejores cristianos. Decidimos leer más la Biblia o mejorar en el control de nuestro carácter. Nos esforzamos por escapar de los viejos hábitos y tentaciones. Pero en vez de volar hacia las cumbres, nos mantenemos en el fondo del valle con las alas cansadas. Esto se debe a que a veces confundimos lo que hace que una persona sea madura espiritualmente. Un buen creyente no es aquel que trata y trata de hacerlo todo bien. He sido creyente el tiempo suficiente para saber que no soy mejor hoy de lo que fui el día en que me convertí.
Madurez espiritual significa reconocer que somos incapaces de cambiarnos a nosotros mismos. La carne es corrupta, y no puede ser extirpada por ningún medio humano. Pero nuestro Padre omnipotente vence nuestros impulsos imperfectos por medio de su Espíritu. Por ejemplo, el Espíritu del Señor que habita en nosotros tiene la capacidad de aplacar la ira y ejercer su poder para ayudarnos a no caer en tentaciones. Mientras que otros se fatigan tratando de ser buenos, el creyente maduro confía en el Señor y “levantar[á] alas como las águilas” (Is 40.31).
Isaías nos recuerda que hasta los jóvenes se debilitan y caen. Dios no hizo estos cuerpos, estas mentes y estos espíritus humanos para que volemos sin ayuda. Él nos creó para que nos remontemos con su poder.

sábado, 16 de enero de 2016

Una lección sobre la poda

Una lección sobre la poda

Leer | Juan 15.1-4

Una vez un Pastor se detuvo a visitar a uno de sus feligreses el cual se dedicaba al cultivo de manzanos, y su esposa le dijo que él estaba en la granja. Fue a verlo, y lo encontró cortando las ramas de uno de los árboles. Sin pensar, le dijo: “¡Vas a matar a ese árbol!” Él se dio vuelta, y le dijo: “Pastor, encárguese usted de predicar, y déjeme a mí la poda”.

Este hombre y el Pastor se hicieron amigos, y fue él quien le enseñó el porqué de la poda.
Para producir una cosecha abundante de la mejor fruta, tenía que cortar el árbol como lo hacía. Aunque podía parecer que el árbol iba a morir, era precisamente de las heridas de donde saldrían nuevos retoños.

Esta ilustración nos ayuda a entender por qué el Señor actúa a veces como una operación de poda en la vida de las personas.

Para obtener una cosecha abundante de fruto espiritual, nuestro Padre celestial tiene que quitar todo lo que nos distraiga o desvíe de su servicio. El procedimiento es a menudo doloroso. Sé que he gritado: “¿Más, Señor?” cuando ha usado el “hacha” conmigo. Pero el resultado es siempre beneficioso; soy un mejor y más auténtico reflejo de Jesucristo después que Dios corta de mí un hábito carnal o una actitud mundana.

Ser amado por Dios no significa que seremos mimados; su interés principal no es que nos sintamos cómodos. El agricultor debe podar el manzano para lograr una cosecha abundante. Igualmente, Dios permite a veces que sintamos dolor para poder producir mayor crecimiento y más fruto espiritual en nosotros.

Orar con confianza

Orar con confianza

Leer | 1 Juan 5.14, 15

La oración es el recurso más poderoso que tenemos para producir cambios. Pero muchas veces nos sentimos inseguros en cuanto a nuestras peticiones al Señor.

Podemos orar con confianza cuando formamos parte de la familia de Dios (Jn 1.12). Al recibir a Jesús como nuestro Señor y Salvador, Dios se convierte en nuestro Padre celestial y, por tanto, escucha nuestras oraciones (1 Jn 5.14).

Además, podemos orar confiadamente si lo hacemos de acuerdo con la voluntad de Dios. Ciertas cosas no están en el plan de Dios, como la mentira, el engaño y las acciones impulsadas por el orgullo o la ira (vea Pr 6.16-19; Col 3.8). Asuntos insignificantes como los colores que usemos, o de sentido común como el uso del cinturón de seguridad, quedan a nuestra discreción. Pero ¿qué de los deseos de que tenemos?

Para conocer la voluntad de Dios, nuestro espíritu tiene que estar sometido a Él (Stg 4.7). Antes de recibir respuesta, debemos estar dispuestos a aceptar su  plan, aunque eso implique renunciar a lo que deseamos.
Estudiemos la Biblia, donde la voluntad de Dios se revela por medio de mandamientos y principios. Segunda a Timoteo 3.­16, 17 nos dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia . . .”.
Debemos depender del Espíritu Santo para que nos ayude a orar de acuerdo con los propósitos del Señor (Ro 8.26).
Haga que sus oraciones tímidas se vuelvan valientes, alineándolas con la voluntad de Dios, y recuerde que Él quiere decirle “sí” a hijos.

miércoles, 13 de enero de 2016

La oración bíblica

Leer | Mateo 7.7-12

Dios quiere que sus hijos pidan lo que está en sus corazones, porque Él se deleita en dar. Aun más, quiere tener comunión con nosotros. ¡Qué gozo podemos tener cada vez que nos reunimos con nuestro Padre celestial mediante la oración!

El privilegio de la oración se basa en la relación que tenemos con Dios por medio de su Hijo Jesucristo. Solo quienes somos parte de la familia de Dios podemos decir que Él es nuestro Padre (Jn 1.12), y recibir respuesta a la oración. Él no promete esto a los incrédulos. La única excepción es el pecador que pide perdón y recibe a Jesucristo como su Salvador y Señor. Su oración siempre es respondida con la salvación, conforme a su promesa (Ro 10. 9).

En el Sermón del monte, Jesús usa tres verbos para describir la oración: pedir, buscar y llamar. Note la progresión en la intensidad: petición, búsqueda y acción. La oración es más que presentar peticiones a Dios. Implica buscar que su voluntad guíe nuestras súplicas. Significa “tocar la puerta” explorando diferentes soluciones, y recibir el consejo piadoso para ayudarnos a determinar el sentir de nuestro Señor. Jesucristo prometió que recibiremos y encontraremos, y que Dios nos abrirá la puerta. Tenemos su garantía de que el Señor responderá, y lo que Él hace es bueno.

Orar es sencillo, pero a veces nos resulta difícil hacerlo. Tratamos diferentes métodos, pero a menudo nos sentimos insatisfechos, y nos preguntamos si nuestras oraciones están teniendo algún efecto. Pídale al Señor que le enseñe más acerca de la oración bíblica. Ponga en práctica lo que aprenda, ¡y espere su respuesta con confianza!

lunes, 11 de enero de 2016

Completamente disponible

Leer | Mateo 5.13-16

Hágase esta pregunta: ¿Qué clase de luz soy? ¿Está su brillo un poco apagado, al punto tal que resulta difícil verlo, a menos que alguien esté prestando mucha atención? ¿O es usted la clase de luz que ilumina todo cuando entra en una habitación? Como cristianos, debemos “brillar” con intensidad, no importa dónde estemos. Aunque una llama sea pequeña, si es fuerte ilumina toda una habitación.

La poca visión puede opacar nuestro brillo, y eso puede hacer que perdamos bendiciones. Antes de aceptar cooperar con el Señor, podemos pensar que tenemos que saber exactamente lo que Él piensa hacer. Pero hemos sido llamados solamente a ser embajadores fieles que confían en que su Espíritu hará el resto de la obra en el corazón de las personas. Dios nos dice: “No me des una agenda; simplemente confía en mí. Observa lo que hago, a mi manera y en mi tiempo, y verás lo que sucede”.

Como creyente, usted es alguien especial. Y como miembro de la familia de Dios, en usted mora su Espíritu; su luz es el resplandor interior que hay en su vida. En cuanto al beneficio para el reino, su vida tiene un potencial inimaginable. No tiene idea de las cosas increíbles que Dios puede hacer ya sea en el lugar de trabajo, la escuela, o con la familia, vecinos o amigos, por medio de su disposición de hacer brillar la luz de su gran amor.

Si usted se pone de rodillas y ora, diciendo: “Señor, estoy disponible; haz lo que quieras con mi vida, y muéstrame lo que debo hacer”, puede tener la seguridad de que Él le indicará el siguiente paso. Dios está dispuesto y listo para actuar en la vida de cualquier persona que decida estar disponible para Él.

sábado, 9 de enero de 2016

Intimidad con Dios

Leer | Juan 15.12-15

Dios, a veces, nos parece muy lejano. En esos momentos nos preguntamos qué tan involucrado está en nuestra vida. Es entonces cuando debemos confiar en lo que ha dicho en las Sagradas Escrituras.

Por ejemplo, Salmo 139.13-17 dice que el Señor nos formó en el vientre de nuestra madre; Él nos ama incondicionalmente y tiene planes de prosperar nuestra vida espiritual a través de su Hijo (Fil 1.­6). Estas verdades nos confirman que Dios nos conoce mejor que nadie.

La vida del Señor Jesús es otro testimonio del deseo de Dios de relacionarse con nosotros. El Señor siempre buscó a los que estaban lejos para invitarlos a acercarse a Él. Dio palabras de aliento a sus discípulos y a otros seguidores, les enseñó las profundas verdades que había recibido de su Padre (Jn 7.16), y los responsabilizó de sus acciones. Invitó a algunos a acompañarles en sus profundas experiencias personales, como en la transfiguración y la última noche en Getsemaní (Mr. 9.2; Mt 26.36, 37). Todo esto revela una amistad verdadera.

La muerte de Jesús en la cruz hizo posible que pasáramos a formar parte de la familia de Dios. El Espíritu Santo, el guía y compañero que mora en todo creyente, da testimonio también de la cercanía de Dios y de lo bien que nos conoce.

Dios ha hecho posible que tengamos intimidad con Él, pero nosotros a menudo no queremos. Por causa de los intereses terrenales le damos mayor prioridad a nuestros familiares y amigos. Dispóngase a poner a Dios en primer lugar, y búsquelo con todo su corazón (Mr 12.30).

viernes, 8 de enero de 2016

Nuestro mejor amigo

Leer | Juan 15.9-17

Para algunos cristianos el Señor Jesús es Salvador, Señor y Maestro, pero pocas veces Amigo. Podemos tener dificultad p­ara entender el concepto, pero para Él no. Una vez que seamos capaces de entender qué clase de compañero es, nos daremos cuenta de que una vida verdaderamente gozosa solo es posible al tener su amistad.

Él nos acepta. Su aceptación incondicional significa que podemos acercarnos al Señor, incluso con toda nuestra sucia carga de pecado. Su intención no es dejarnos en nuestro estado presente.

Él nos acompaña en nuestras pruebas. La promesa de Dios de que nunca nos dejará ni desamparará se repite a lo largo de toda la Biblia (Dt 31.6; He 13.5). Esa promesa es real para cada creyente, gracias a la compañía del Espíritu Santo, quien actúa como nuestro Consolador y amigo fiel durante los momentos dolorosos.

Él nos responde. El Señor no tiene necesidad de dormir, comer o irse de vacaciones. A diferencia de los humanos, nunca está demasiado ocupado para suplir nuestras necesidades o dar respuesta a nuestras oraciones.

Él nos escucha. Podemos hablarle de nuestras dudas, tristezas y alegrías, pues desea que acudamos a Él. Todo lo que le digamos incluso con gritos y lágrimas será recibido con la garantía de que Él nos ama, tiene un plan para nosotros y nos auxiliará cuando sea necesario. El Señor hace más que simplemente escuchar: habla por medio de la Biblia. En la Palabra de Dios, encontraremos su respuesta a cada circunstancia que enfrentemos.

Como dice el antiguo himno: “¡Oh qué amigo nos es Cristo!

Servirnos unos a otros

Leer | 1 Corintios 12.12-25

Los creyentes tenemos dos responsabilidades:
amar a Dios, y amar al prójimo (Mt 22.37-40).
Y una manera de hacerlo es sirviendo. Dónde servir y cómo hacerlo dependerá de nuestros talentos, capacidades, y del llamado especial. Pero el lugar donde se espera que todos demos de nosotros es la iglesia local.

Cuando usted acepto a Cristo, el Señor le sello por medio del Espíritu Santo y le hizo miembro de su iglesia el cuerpo de creyentes en todo el mundo, que está unido por la fe en Jesucristo. Usted decidió, entonces, de acuerdo con la voluntad de Dios, ser parte de un grupo local y autónomo de creyentes. Él le puso allí porque sabía que usted lo necesitaba (1 Co 12.18). Usted es importante para su iglesia local.

La iglesia es más que una comunidad. Es un cuerpo interdependiente con miembros que fueron creados por Dios para funcionar en comunión unos con otros. Nosotros, los cristianos, al igual que el mundo en general, somos un grupo diverso, lo cual significa que tenemos que esforzarnos en pro de la unidad. Sin embargo, nuestras diferencias son realmente algo para celebrar, porque cada persona contribuye de manera especial al propósito de Dios. Una congregación que funciona en unidad con todos sus dones, talentos, personalidades y capacidades enfocados hacia los objetivos del reino de Dios debe ser una imagen hermosa a los ojos del Señor.

El cristianismo no es una religión de espectadores. El cuerpo de Cristo funciona mejor y más hermosamente cuando todos los miembros deciden servir a Dios y servirse unos a los otros según sus capacidades (v. 25). ¿Qué está usted haciendo en pro de su congregación ?

miércoles, 6 de enero de 2016

Una esperanza viva

Leer | 1 Pedro 1.3-5

Corinto era una ciudad caracterizada por inmoralidad sexual y otras perversidades. Los creyentes de allí habían sido una vez como sus conciudadanos, llenos de avaricia, envidia, iniquidad, engaño y maldad. Pero ahora eran nuevas criaturas en quienes moraba el Espíritu Santo, y que habían sido adoptados en la familia de Dios. El “estilo de vida corintio” ya no correspondía con lo que habían llegado a ser en Cristo.

En 1 Corintios 6.9-11, Pablo les recordó a los creyentes de Corinto que no se dejaran influenciar por su cultura ni por su antigua manera de pensar y actuar. El apóstol no les estaba advirtiendo que no tendrían parte en el reino, sino les animó a abandonar sus viejas costumbres y a armonizar su conducta con lo que eran en realidad: hijos de Dios.

Nosotros, también, debemos saber que la salvación es permanente, y que la fe debe tener un efecto positivo sobre nuestra conducta. Además, entender el fundamento de nuestra salvación, es decir, la obra de Jesucristo en la cruz, destierra el temor y nos llena de esperanza.

No podíamos ganar nuestra entrada a la familia de Dios, ni tampoco pagar nuestra deuda de pecado. Pero Jesús pagó el precio por nosotros, satisfaciendo la justicia de Dios y cumpliendo con los requerimientos de la Ley (Ro 3.25, 26). Dios mostró su aceptación del sacrificio de Jesús resucitándolo de los muertos y llevándolo al cielo para reinar a su diestra (Mr 16.19).

Lo que Dios ha hecho perdonar nuestros pecados, darnos una nueva naturaleza y adoptarnos en su familia nadie puede deshacerlo. Esto nos da una esperanza viva que sostiene y alienta vidas cada día.

martes, 5 de enero de 2016

La fuente de nuestra esperanza

Leer | Tito 2.11-14

Hay muchas opiniones variadas en cuanto a quiénes irán al cielo. Hay quienes creen que la conducta ética y el carácter moral son la clave para ser aceptados por Dios. Otros, aunque reconocen sus pecados, dicen que el esfuerzo por superarse les hará aceptables. Un tercer grupo cree que estará excluido del cielo por las malas decisiones del pasado.

Ninguna de estas opiniones se ajustan a lo que asegura la Palabra de Dios. La Biblia nos dice claramente que el carácter y la conducta no determinarán nuestro destino eterno (Ef 2.8, 9); la barrera entre nosotros y Dios es nuestra naturaleza pecaminosa. Romanos 5.12 enseña que el pecado de Adán y Eva en el huerto del Edén hizo que toda la humanidad naciera muerta a las cosas de Dios, y bajo s­entencia de condenación. Ninguna cantidad de buenas obras podrá cambiar nuestra naturaleza pecaminosa, ni tampoco podrá empeorarla nuestra mala conducta.

Sin la ayuda directa de Dios viviríamos sin ninguna esperanza; la entrada al cielo nos estaría vetada, y nuestro destino eterno sería la separación eterna del Señor. Pero el Padre celestial tenía un plan para nuestra naturaleza corrompida, y para llevarnos al cielo con Él. Envió a su Hijo Jesús como nuestro sustituto, quien tomó voluntariamente sobre sí nuestros pecados, y recibió el castigo que merecíamos. Lo que no éramos capaces de hacer, Dios lo hizo por nosotros, de modo que ahora, por la fe en Jesucristo, tenemos la seguridad de que viviremos para siempre con el Señor.

Saber que iremos al cielo da esperanza y significado a nuestra vida. Hablemos a los demás del Señor Jesús, la fuente de nuestra esperanza.

lunes, 4 de enero de 2016

Creados para alabarle

Leer | Salmo 103

¿Alguna vez se ha preguntado el motivo de su existencia? Estamos tan envueltos en las actividades cotidianas y las preocupaciones que nos agobian, que rara vez nos detenemos a pensar en el propósito de nuestra vida. Dios nos ha creado con un propósito específico: ¡Que le glorifiquemos en todo momento! (Is 43.7).
En su Palabra, Dios enfatiza que debemos glorificarle por su fidelidad y por sus grandes obras. Jesús también reconoció en todo momento la importancia de este tema. Es por eso que comenzó la oración modelo con palabras de adoración (Mt ­6.9).

¿Por qué, entonces, al orar dedicamos más tiempo en peticiones que en alabanzas? Quizás algunos creyentes sientan que están demasiado ocupados como para adorar a su Señor. Es posible que otros se sientan incómodos expresando su gratitud. Ninguna de estas excusas son aceptables. El Salmo 103.2 nos recuerda los beneficios de adorar a nuestro Creador humildemente. Y nos explica cómo podemos exaltarle con nuestras palabras. Específicamente se nos dice que debemos alabarle por sus atributos y obras (vv. 2-8, 19).

También podemos alabarle de otras maneras. Los tres términos que más se usan en el Antiguo Testamento para referirse a la alabanza están relacionados con la música, las palabras de nuestros labios y los gestos que podamos hacer con nuestras manos. Pero también podemos alabarle con nuestras acciones, pensamientos y creatividad.

Es posible que usted no esté muy familiarizado con el tema de la alabanza. Pero todo ser humano ha sido creado para alabar a Dios. Así que adórelo hoy al dedicar tiempo en su presencia.

sábado, 2 de enero de 2016

Un varón conforme al corazón de Dios

Leer | Hechos 13.13-22

¿Ha visto alguna vez una lápida grabada con un conmovedor epitafio acerca de la persona allí enterrada? No es raro ver descripciones como “Una madre dedicada” o “Un amigo querido por muchos”. En un futuro distante, ¿qué quisiera usted que las personas leyeran en su tumba? ¿Qué epitafio resumiría lo mejor de su vida?

En el libro de Hechos, vemos la manera como el poderoso rey David ha sido recordado a lo largo de la historia. En un sermón a un grupo mayormente judío, el apóstol Pablo habla de David, quien, por supuesto, era bien conocido por la audiencia. Al recordar todos los grandes logros de su reinado, ¿cómo decide Pablo describirlo? Dice que David fue la persona a quién Dios llamó “varón conforme a mi corazón” (Hch 13.22; 1 S 13, 14).

¿Qué significa ser un varón conforme al corazón de Dios? Para David, era relacionarse de manera cercana e íntima con el Padre celestial (Sal 63.1, 6-8). Esto implica mucho más que tener una rutina para repetir oraciones memorizadas; por el contrario, esta intimidad está basada en el deseo intenso de crecer lo más unido posible a Dios (Sal 42.1).

¿Qué se necesitaría para que usted sea descrito como un hombre o una mujer conforme al corazón de Dios? ¿De qué actividades debería apartarse? ¿Qué prácticas debería añadir a su estilo de vida? Pídale a Dios que le ayude a hacer los ajustes que sean necesarios, y también le ayude a tomar la decisión de hacer de este epitafio la meta de su vida.

viernes, 1 de enero de 2016

El propósito de las bendiciones

El propósito de las bendiciones

Leer | Salmo 67

La naturaleza de Dios es bendecir. Sin embargo, necesitamos entender que Él tiene un propósito mayor en mente. Su objetivo final abarca mucho más que hacernos felices, darnos paz, protegernos y prosperarnos. En realidad, la intención del Señor nunca ha sido que sus bendiciones se queden con nosotros, por el contrarío, desea que fluyan a otros como parte de su plan para toda la humanidad.

Como podemos ver en el pasaje de hoy, el Señor nos bendice de modo que su salvación, justicia y caminos puedan ser conocidos en todas las naciones del mundo (vv. 3, 4, 7). Él actúa siempre con esta perspectiva en mente, incluso cuando trabaja en nuestra vida de manera independiente.

Saber esto debe llenarnos de profunda humildad. Cada creyente tiene la responsabilidad de ayudar a otros a conocer y entender al Dios único y verdadero. Cada bendición que Él da nos beneficia personalmente, pero también está destinada a impulsar este propósito. Por otra parte, es posible que a veces no recibamos las cosas que queremos, porque no contribuyen al propósito de Dios. Pero si estamos dispuestos a ajustar nuestras peticiones, estaremos en condición de ser utilizados en gran medida por Él.

Cuando el Señor le bendice, no solamente hace algo para usted; también hace algo en usted y por medio de usted para tocar la vida de los demás. No permita que el gozo y el bienestar que dan las bendiciones le impidan ver el propósito de ellas. Pídale a Dios que le muestre cómo usar sus bendiciones para dirigir la atención de otras personas a Él.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Un pequeño asunto de obediencia

Leer | Lucas 5.1-11

La obediencia a Dios en las cosas pequeñas es un paso esencial para recibir bendición. Lo que Él nos pide que hagamos nunca es insignificante aunque no siempre podamos reconocer la importancia de aceptar lo que el Señor nos pida. Pedro no podía imaginar el impacto que una sencilla salida en una barca tendría en su vida. Pudo haber dicho: “Estoy demasiado cansado, Maestro. Toma otra barca”. Pero su obediencia abrió la puerta para que Dios lo bendijera con un ministerio transformador.

Como hijos de Dios, debemos preguntarle qué quiere Él que hagamos cada día “¿Qué quieres que diga o cuál es la mejor decisión, Señor?” Tenemos que aprender a escuchar a nuestro Padre celestial, y a ser sensibles a la sutil voz que nos impulsa a lo largo del día. Si mantenemos nuestra mente en sintonía con Él, comenzaremos a entender el significado de algunas decisiones que, de otra manera, apenas nos daríamos cuenta. En última instancia, esta conciencia dará lugar a un estilo de vida de caminar con el Señor, y entonces recibiremos lo mejor que Él tiene para nosotros.

Una cosa que sé con certeza es que cada vez que he obedecido a Dios, Él me ha bendecido. El costo de desobedecer es muy alto. Estamos hablando de un Dios que nos ama incondicionalmente, y que tiene un plan perfecto. Obedecerle jamás nos decepcionará. Al mirar el 2015, ¿puede usted ver la sabiduría del Señor cuando le guió a tomar decisiones correctas? La visión retrospectiva es fantástica para reconocer las bendiciones de Dios.

Haga del 2016 un año de obediencia. Cuando obedecemos a Dios, nuestro corazón se abre completamente para que su poder se derrame en nosotros.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Descansar en Jesús

Leer | Isaías 26.2-4

Las guerras, las crisis económicas y las responsabilidades diarias, son solo algunas fuentes comunes de estrés que encontramos. Si nos detenemos a pensar mucho en estas cosas, la ansiedad nos abrumará.

El Señor nos dice qué es lo que debemos hacer. Jesús nos aseguró que aunque enfrentaríamos dificultades, podríamos descansar en Él (Jn 16.33). Pero no podemos confiar en alguien que no conocemos. Por esta razón, debemos primero procurar saber quién es Él.

La verdad de la Biblia es el lugar perfecto para comenzar. Por ejemplo, nuestro Dios es Señor y Dueño. Él es omnipresente, omnisciente, fiel y poderoso. Ama incondicionalmente y ofrece el perdón a todos los que confiamos en su Hijo como Salvador. Nos adopta como sus hijos, y quiere lo mejor para la vida de cada uno, tanto así que nos corrige cuando desobedecemos. Y además, desea que lo amemos más que a todos y que a todo en este mundo.

Conocer estas verdades es solo el comienzo. Como en cualquier relación, el tiempo propicia la familiaridad. Podemos leer la Biblia, orar, meditar en la Palabra de Dios y escuchar en silencio que su Espíritu hable a nuestro corazón. Esto nos ayudará a entender cómo piensa Él. Además, ver la manera como obra Dios en la vida de los demás, nos ayudará a conocer sus caminos.

Jesús es fiel, y Él le ofrece descanso en medio de un mundo turbulento. Quiere que usted ponga sus cargas sobre Él y que experimente su paz. ¿Conoce usted a este Dios maravilloso? Saque tiempo diariamente para estar en su presencia y conocerle más y más.

martes, 29 de diciembre de 2015

Perseverancia en medio del silencio

Leer | Job 23.16, 17

Ayer decíamos que Dios siempre tiene un propósito al guardar silencio. Aprendí esta lección.

Un día, me preparé para orar sobre una situación que afectaría mi futuro. Pero cuando me puse de rodillas, sentí como si Dios se hubiera ido de repente. Por tres días y tres noches, su presencia parecía estar a kilómetros de distancia. La cuarta noche, unos amigos se reunieron para interceder a mi favor, pero fue en vano. Casi derrotado, regresé a mi habitación cuando vi luz en la habitación de mi amigo. Entré por su ventana, que estaba abierta, y oramos hasta el amanecer. Pero aún nada.

Le supliqué a Dios durante toda la semana. Luego, por fin, Él intervino de una manera asombrosa para comunicarme los pasos que debía dar. La lección fue que cuando Dios guarde silencio, ¡siga orando!

Muchísimas veces he escuchado a personas decir que no deben seguir orando por una necesidad porque no hubo respuesta. Pero Mateo 17.20 dice que la fe del tamaño de una semilla de mostaza puede mover montañas. ¡Imaginemos, entonces, lo pequeña que debe ser nuestra fe cuando nos rendimos, y no esperamos en el Señor! Los creyentes no podemos tratar las oraciones como una máquina que nos da una respuesta inmediata cuando le depositamos una moneda. Hablar con Dios es una inversión a largo plazo en la íntima amistad que tenemos con Él.

Aunque Dios puede estar en silencio durante un tiempo, nunca deja de trabajar por nosotros. En el momento preciso, Él da un resultado que se adecúa a su plan perfecto. Así que, amigos, ¡a seguir orando!

lunes, 28 de diciembre de 2015

Deje que el Espíritu controle su mente

Leer | Romanos 8.5-8

Una batalla espiritual se está librando por el control de nuestra mente, porque la manera como pensemos determinará nuestra conducta. Si queremos vencer nuestras tendencias pecaminosas, debemos aprender a vernos como nuevas creaciones que ya no estamos bajo el dominio del pecado. Por la presencia del Espíritu de Cristo en nosotros, tenemos la capacidad de ser “más que vencedores”, independientemente de nuestros pecados del pasado (Ro 8.37).

También tenemos que reconocer las mentiras del enemigo que nos dicen que somos débiles y que fracasaremos otra vez. Después, tenemos que atacar con la verdad de Dios, que declara que el Espíritu de Cristo es mayor que Satanás (1 Jn 4. 4). Debemos enfocar nuestra mente en cosas espirituales (Fil 4.8), para que aprendamos a distinguir entre lo que nos corresponde como creyentes, y lo que no. Por último, debemos optar por el bien (Mt 5.3-11) y rechazar el mal (Gá 5.19-21). Cuanto más seamos dirigidos por el Espíritu, más sensible nos volveremos a sus advertencias sobre la tentación, y mayor será nuestra fortaleza para ganar la batalla por nuestra mente.

La vida llena del Espíritu comienza con el regalo del Espíritu Santo a todos los que hemos recibido a Jesucristo como Señor y Salvador. Esta llenura se convierte en una realidad cuando nos ponemos bajo el control del Espíritu, y se disfruta cuando hacemos uso del poder que Él libera en nosotros. Por tanto, requiere que resistamos la tentación, y mantengamos nuestro estado de sometimiento al Espíritu.

Al comenzar el nuevo año, transforme su “mente independiente”, y experimente las victorias que Dios da a quienes son llenos del Espíritu.

sábado, 26 de diciembre de 2015

La Biblia: La voz de Dios hoy

Leer | 2 Timoteo 3.16

Dios habló en los tiempos bíblicos de muchas maneras dramáticas. Pero, a pesar de que el Señor sigue hablando hoy, sus métodos han cambiado. Por tanto, no podemos esperar que hable con voz audible o que envíe a un mensajero angelical cad­a vez que tenga algo que decir. Debemos aprender a percibir su voz hoy.

El Padre celestial nos habla principalmente por medio de su Palabra escrita: En la Biblia tenemos su revelación completa. No le falta nada que debamos añadirle. ¿Por qué razón? Porque Él ya ha revelado perfectamente su Palabra a quienes dirigió para que la escribieran. Este no es un libro escrito por seres humanos, pues el Espíritu Santo inspiró literalmente su verdad en la mente de hombres fieles, para que pudieran ponerla por escrito (2 Ti 3.16).

La Biblia es la manera que tiene Dios de hablarle a nuestras necesidades, inquietudes, angustias y preocupaciones. Muchas veces, cuando tenemos problemas, vamos aquí o allá para hablar con un amigo o un consejero. Todo eso está bien y es bueno, y es verdad que el Padre nos habla a través de personas piadosas. Pero es a su Palabra donde debemos acudir primero.

El Señor nos ha dado este Libro para que­ podamos conocer su voluntad, lo cual exige que sistemáticamente dediquemos tiempo a su Palabra. Si usted abre la Biblia solo cuando tiene una pregunta o una emergencia, nunca tendrá una visión amplia de lo que Dios quiere decirle.

La Biblia es un tesoro de los pensamientos de Dios. Dedíquele tiempo cada día, comenzando hoy, para encontrar en ella nuevas verdades y discernimiento para la vida.

viernes, 25 de diciembre de 2015

El Dador Supremo

Leer | Romanos 11.33-36

En medio de todos los preparativos, de toda la ornamentación, y de todas las celebraciones de la temporada navideña, tenemos que apartar tiempo para reflexionar en cuanto a los regalos divinos que cambiaron para siempre el curso del destino humano. Cuando ese pequeño bebé entró en nuestro mundo en Belén, se desencadenó desde el cielo el primero de un flujo interminable de bendiciones.

Nos enfocamos, por lo general, en el regalo del Padre, el cual dio a su Hijo pa­ra ser el Salvador del mundo (1 Jn 4.14). Pero los tres miembros de la Trinidad tuvieron parte en este despliegue divino de generosidad que continuará hasta la eternidad.
El Señor Jesús vino a ofrecer su vida en rescate por muchos, y después de su muerte y resurrección, Él y el Padre enviaron al Espíritu Santo para morar dentro de los creyentes para siempre (Mr 10.45; Jn 14.16; 16.7).
El Espíritu, a su vez, da dones espirituales a todos los creyentes y produce su maravilloso fruto en sus vidas (1 Co 12.7-11; Gá 5.22, 23).

Pero estos regalos divinos no terminan en la Tierra. Seguirán en el cielo cuando el Señor evalúe a los cristianos y les recompense por las buenas obras que jamás habrían podido hacer sin el poder de Él (1 Co 3.13, 14; Jn 15.5).
Todo el mérito y la gloria pertenecen a Cristo; sin embargo, el Señor cubrirá de alabanzas, por gracia, a los suyos (1 Co 4.5).

Adoramos a un Dios compasivo y generoso. Piense en el derramamiento continuo de bendiciones desde su trono, y pregunte: ¿Cómo responderé hoy? Él no necesita nada de usted, pero quiere ser parte suya no para controlarle, sino para mostrarle las “abundantes riquezas de su gracia en su bondad” (Ef 2.4-7).

jueves, 24 de diciembre de 2015

Verdades bíblicas fundamentales acerca de la identidad de Jesús

Uno de los grandes beneficios de la temporada de Navidad es la mayor apertura a las conversaciones acerca del Señor Jesús. Las personas, por lo general, lo aceptan con más facilidad cuando es presentado como un pequeño bebé acostado en un pesebre. Incluso, algunos que no creen en Cristo, disfrutan de la historia de la Navidad. No hay mucho en esta escena para generar hostilidad, salvo la de aquellos que realmente odian cualquier mención de su nombre.

Pero, junto con esta oportunidad para la conversación, también abundan los malentendidos en cuanto a la verdadera identidad de Cristo. Es comprensible que quienes están fuera de la iglesia tengan ideas equivocadas acerca de Él, pero incluso hay cristianos que tienen poco conocimiento de Él. Saben que es el Hijo de Dios, y que es su Salvador, pero son incapaces de explicar con precisión quién es el Señor Jesús, y por qué creen, realmente, en Él. Es por esto que necesitamos entender seis verdades bíblicas fundamentales acerca de su identidad.

Primero, Jesús existió antes de ser concebido en el vientre de su madre. Dado que la historia de la Navidad es acerca de su nacimiento, algunas personas asumen que fue en ese día cuando comenzó su vida. Esto era exactamente lo que la mayoría de los judíos creían en aquellos tiempos. Por eso, Jesús causó una revuelta muy grande cuando afirmó que Él existía antes de Abraham (Jn 8.56-59). Y poco antes de su crucifixión, mientras estaba con sus discípulos, oró al Padre diciendo: “Me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Jn 17.24). Esto solo podía significar que Él estaba vivo con el Padre antes del inicio del tiempo.

Segundo, el Señor Jesús nació de una madre terrenal y de un Padre celestial. Es por eso que fue llamado el Hijo de Dios. Aunque había existido siempre, en el tiempo señalado dejó su hogar en el cielo para entrar en esta esfera terrenal mediante el vientre de una virgen (Lc 1.34, 35). Este era un factor esencial en el plan de salvación de Dios. Se requería un sacrificio perfecto para pagar el castigo por el pecado de la humanidad. Pero toda persona, desde el nacimiento de Adán ha nacido con una naturaleza pecaminosa. Pero, puesto que el Señor Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de una virgen, no heredó la naturaleza pecaminosa de Adán. Solamente Él ha vivido libre de pecado; por consiguiente, está calificado para ser nuestro Salvador.

Tercero, Jesús era Dios y el Hijo de Dios al mismo tiempo. Cuando el apóstol Juan escribió su relato de la vida de Jesús, lo llamo “el Verbo”, declarando: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1.1). El Hijo de Dios vino al mundo como un hombre visible para mostrar “la imagen del Dios invisible” (Col 1.15). A lo largo de su ministerio, Cristo afirmó su deidad afirmando que Él y el Padre eran uno (Jn 10.30), y que cualquiera que le viera o le conociera, había visto y conocido al Padre (Jn 12.45; 14.7).

Cuarto, el Padre y el Hijo crearon todas las cosas. El papel de Cristo en la creación está implícito por primera vez en Génesis 1.26, cuando Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Los pronombres en plural revelan que los tres miembros de la Trinidad estuvieron involucrados en la creación. Sin embargo, Colosenses 1.16, 17 expresa con más claridad lo implicado en el Antiguo Testamento: “En él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles… él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. Piense en ello. Jesús nació en el mundo que Él mismo creó. ¡Qué demostración tan maravillosa de amor por la humanidad perdida!

Quinto, no hay ningún nombre que se compare al de Jesús. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos (Hch 4.12). Esta es una de las razones por la que el mundo ve a los cristianos como intolerantes —porque proclamamos a Jesús como el único camino al Padre. Aunque muchas personas se burlan y usan su nombre en vano, sabemos que un día toda rodilla se doblará ante Él y confesará que es el Señor (Fil 2.9-11).

Sexto, Jesucristo algún día regresará a la Tierra como Rey y Juez de toda la humanidad. Dado que tantas profecías del Antiguo Testamento se cumplieron con su primera aparición, podemos estar seguros de que Él también cumplirá las que se relacionan con su segunda venida. En lugar de entrar al mundo como un bebé indefenso visto únicamente por María y José, la próxima vez todo ojo le verá cuando venga en nubes de gloria (Ap 1.7).

Jesús no era un bebé como cualquier otro, ni tuvo la intención de mantenerse en el pesebre para ser recordado una sola vez al año como parte de una tradición. Él es mucho más grande de lo que la mayoría de la gente piensa, y la Navidad nos ofrece una oportunidad única para que los demás conozcan su verdadera identidad. Después de todo, no hay mensaje más importante. Jesucristo es la única esperanza que este mundo tiene.

La Navidad : Un tiempo para dar

Leer | Lucas 2.1-20

La Navidad es una de las celebraciones más gozosas, ya que durante este tiempo la gente es más generosa que en cualquier otra época del año. La práctica de dar no es una tradición reciente pues comenzó en la primera Navidad, cuando nació el Señor Jesús, el regalo más maravilloso que ha existido. Todos los personajes de la historia tuvieron algo para dar.

Cuando María se sometió al plan de Dios, de ser la madre de Cristo, dio su cuerpo para ser la primera morada del Salvador encarnado (Lc 1.30-38).
También renunció a su buena reputación para cumplir con el llamado del Señor a su vida.
José dio su amor y su protección a María, y al niño que no era suyo (Mt 1.18-25).
Un ángel dio el anuncio del nacimiento del Mesías a unos humildes pastores que cuidaban sus rebaños durante la noche.
Una hueste celestial de ángeles ofreció alabanza y gloria a Dios.
Los pastores dieron el primer testimonio personal acerca del Mesías.
Los reyes magos renunciaron a sus comodidades para buscar al recién nacido Rey y obsequiarle regalos dignos de un rey (Mt 2.1-11).
A primera vista, puede parecer que estos regalos pertenecen solo a la primera Navidad, pero cada uno tiene una aplicación para nosotros hoy.

Lea la lista otra vez. ¿Qué regalos podría darle usted a Cristo hoy? Tal vez necesite someterse a su voluntad, o soportar malentendidos para obedecerle. ¿Y qué de los demás? ¿Quién necesita su protección, amor, o quizás buenas nuevas de salvación en Cristo?

miércoles, 23 de diciembre de 2015

¿Quién es este Jesús?


Leer | Mateo 16.13-16

En toda la historia, nadie ha tenido una influencia más grande que Jesucristo, pero muchas personas simplemente no entienden quién es en realidad. Algunos creen que su vida comenzó en un pesebre en el antiguo pueblo de Belén, pero, lo cierto es que Él había existido desde hacía mucho tiempo antes (Jn 8.58). Como miembro de la Trinidad, Jesús es el Hijo eterno de Dios, lo que significa que no tiene principio ni fin (Jn 1.1). Su nacimiento en Belén no fue más que su entrada física al mundo que Él creó.

El Señor Jesús era el Mesías largamente esperado, que vino al mundo para llevar a cabo la misión que le había dado su Padre. En cierto momento, Él preguntó a sus discípulos: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16.15). Esta es la pregunta que cada uno de nosotros debe responder. No hay término medio cuando se trata de resolver quién es Jesús, porque el Señor dijo que Él es el único camino al Padre (Jn 14.6).

En Mateo 16.16, cuando Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, Jesús le dijo que el Padre le había revelado esta verdad (v. 17). Nosotros, también, necesitamos la ayuda de Dios para comprender quién es Jesús. La mejor manera de entenderlo es analizando su nacimiento, vida y ministerio, tal como están recogidos en las Sagradas Escrituras.

Saber simplemente lo que dice la Biblia acerca de Jesús, no es suficiente. Después que usted llega a saber quién es Él, y qué vino a hacer, debe responder: ¿Qué hará con Jesús? Escuchar la verdad y rechazarla es suicidio espiritual, pero quienes creen y aceptan a Jesucristo, reciben vida eterna.

martes, 22 de diciembre de 2015

En la escuela de la fe


Leer | Mateo 16.6-12

El Señor Jesús pasó mucho tiempo alimentando la fe de sus discípulos, porque sabía que eso sería esencial para las tareas que tendrían por delante. Durante más de tres años asistieron a una escuela de fe con Jesús como su instructor, y con las Sagradas Escrituras como libro de texto. A veces, Cristo utilizó instrucción verbal, pero enseñó muchas lecciones por medio de demostraciones. Sanó a enfermos, echó fuera demonios, alimentó a miles y calmó el mar. La enseñanza a los discípulos incluyó pruebas que revelaban si creían realmente que Jesús era el Mesías.

A veces, la comprensión de los discípulos era lenta, pero Cristo nunca se dio por vencido. Los amonestó cuando demostraron falta de confianza (Mr 4.40), y elogió sus señales de progreso (Mt 16.15-17). Su objetivo era establecer firmemente su fe para que Él pudiera realizar su trabajo en y por medio de ellos. Después de su ascensión, mandó a los discípulos a difundir el evangelio de la salvación hasta los lugares más remotos de la Tierra. Sin fe, habrían fracasado.

El Señor tiene para nosotros el mismo objetivo de aumentar nuestra fe para que podamos hacer la obra que Él nos ha encomendado. Si nuestra fe es grande, Él logrará cosas sorprendentes por medio de nosotros. El Señor nos utiliza solo en la medida que confiemos en Él.

El desarrollo de la fe es vital para el creyente; por tanto, Dios espera que creamos lo que la Biblia dice acerca de Él, y que pongamos en Él nuestra confianza en medio de las pruebas, no en nuestra propia sabiduría. Cada vez que le creemos al Señor, aumenta nuestra fe.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Para andar con confianza

Para andar con confianza

Leer | Hebreos 11.1-31

El deseo del Señor es que andemos por fe. Sin embargo, si reflexionamos sinceramente en cuanto a nuestra vida, la mayoría de nosotros descubrirá ciertos aspectos en los que nos resulta difícil tener confianza. Algunos días es más fácil renunciar al control, mientras que en otros nos apresuramos a tomar las circunstancias en nuestras manos.

Felizmente, nuestro Padre celestial es paciente y amoroso. Su Palabra enseña que la santificación es el proceso de hacernos santos, no solo el resultado final. Los niños son un magnífico ejemplo de cómo funciona esto. Cuando aprenden a caminar, empiezan agarrándose de algo, se levantan, y luego dan un paso. Inevitablemente se caerán, y en ese momento los ayudamos a levantarse para que puedan seguir andando. Asimismo, Dios nos muestra cómo vivir conforme a nuestra fe en Él, aunque cometeremos errores. Caerse y levantarse de nuevo es parte del proceso de aprendizaje.

El Señor nos enseña que tenemos un rol en el aprendizaje. Nuestra responsabilidad es estudiar las Sagradas Escrituras para conocer el carácter de Dios y sus promesas. Al hacer esto nuestra confianza en Él crece, lo que nos permite tomar decisiones que exigen que creamos y nos apoyemos en el Señor. Cuando damos un paso por fe y experimentamos la ayuda y la fidelidad de Cristo, nuestra confianza aumenta.

Piense en las respuestas, acciones y decisiones que tomó la semana pasada. ¿Cuántas de ellas fueron guiadas por el Espíritu Santo? ¿Y cuántas fueron reacciones humanas hechas con autosuficiencia? Vivir con confianza en Cristo exige fe y acción. Si usted permite que Él le dirija, su fe crecerá.

martes, 15 de septiembre de 2015

El propósito de nuestras pruebas

Leer | 1 Pedro 4.12

Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,

1 Pedro 4:12 [RV60]

A algunos creyentes les gusta aparentar que tienen una vida perfecta y libre de preocupaciones, especialmente en las redes sociales. Pero, en realidad, ser cristiano no siempre es fácil. De hecho, a veces enfrentaremos circunstancias que pondrán a prueba nuestra fe y capacidad de confiar en Dios.

En el pasaje que leemos hoy, Pedro se refiere a los tiempos de prueba como “fuego de prueba”. Dice que no debemos sorprendernos cuando se nos presente la adversidad. Es importante recordar que Dios tiene un propósito para nuestras pruebas, y que Él nos ayudará en cada paso del camino. Pero la pregunta es: ¿Cuál es ese propósito?

Primero, en algunas ocasiones el Padre celestial utilizará las experiencias dolorosas para limpiar y purificar las vidas de sus hijos. Las pruebas nos llevan al Señor y nos hacen más capaces de ver las cosas desde su perspectiva y más conscientes de nuestro pecado.

Segundo, en otras ocasiones el Señor las permitirá como una forma de probar nuestra fe, paciencia o devoción a Él. Utilizará estas experiencias para revelar algo sobre nuestro desarrollo espiritual y para fortalecer nuestra fe.

Tercero, es posible que Dios use el sufrimiento para demostrar el poder que tiene para sostenernos. Esto anima a otros que han sido testigos del poder sustentador de Dios en nuestra vida.

Finalmente, las dificultades fortalecen nuestro testimonio. En medio de nuestras luchas, podemos sentirnos abrumados y desanimados. Pero una vez que la tormenta ha pasado, podemos mirar atrás y ver la providencial mano del Señor llevándonos a través del camino.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Dones Espirituales


A Dios le gusta la variedad, por eso creó a todas las personas como individuos únicos. Usted es único, y el Señor tiene tareas específicas diseñadas solo para usted. Con esto en mente, ¿cómo cree que debiera enfrentar su vida? Una opción es vivir de manera confiada, yendo adonde le lleve la vida sin pensar mucho en el futuro. El problema con este método es que puede hacer que usted llegue al final de la vida para luego darse cuenta de que estuvo en el camino equivocado, y de que no logró lo que Dios tenía en mente para usted.

Otro método es definir los objetivos de su vida y desarrollar un plan que le permita alcanzarlos. Aunque esto pueda parecerle una mejor manera de descubrir la voluntad de Dios para su vida, debe asegurarse primero de quién es el plan que está siguiendo. ¿Es el de Dios o el suyo? El objetivo no es solo estar ocupado, sino vivir cumpliendo el propósito del Señor para su vida. Él está dispuesto a mostrarle sus planes, si usted le busca y le obedece.

Una de las maneras como Él nos ayuda a descubrir su voluntad es dándonos capacidades, destrezas y dones espirituales que se adaptan perfectamente a su llamamiento. Las capacidades y las destrezas son habilidades con las que nacemos. Éstas, por lo general, determinan nuestros intereses y vocaciones. En cambio, los dones espirituales son las facultades especiales dadas por Dios que nos equipan para que le sirvamos de manera efectiva y exitosa. Son escogidos por Dios, y dados a nosotros en el momento de nuestra salvación. Saber cómo nos ha creado el Señor, y cuáles son los dones que nos ha dado, nos ayuda a descubrir lo que Él desea que hagamos.

Usted encontrará una lista de los diversos dones espirituales en Romanos 12.4-8; 1 Corintios 12.4-11, 28; Efesios 4.11, 12 y 1 Pedro 4.10, 11. Si usted no está seguro de cuál es el suyo, piense en lo que le motiva.

Conocer y comprender los diferentes dones espirituales no solo nos ayuda a determinar cómo quiere Dios que le sirvamos en la iglesia, sino que también nos ayuda a aceptar y valorar los dones que le ha dado a otros. Con esto en mente, examinemos varios aspectos en cuanto a los dones espirituales.

Ante todo, cada creyente tiene al menos un don espiritual (1 Co 12.11). Una manera sencilla para descubrir el suyo es observando cómo responde a las situaciones o a las necesidades. Por ejemplo, supongamos que invito a varias personas a mi casa para la cena y, en medio de la comida, derramo mi té. La persona con el don de misericordia siente de inmediato mi malestar y se apresura a animarme. El invitado que tiene el don de dar ofrece servirme un vaso nuevo de té. Alguien con el don de administración se encarga de la limpieza, y quien tiene el don de exhortar sugiere que, en el futuro, ponga mi vaso lejos del borde de la mesa. Todos responden de manera diferente, pero juntos trabajan como un todo para encargarse de la situación y resolver el problema.

En segundo lugar, los dones espirituales nos son dados para el bien común de la iglesia. No es para nosotros, sino para los demás. Cuando trabajamos de acuerdo con nuestros dones, la iglesia se beneficia (1 Co 12.7). Es por eso que Pedro nos exhorta a utilizar nuestros dones espirituales para servirnos unos a otros (1 P 4.10). Si los usamos activamente para ayudar a otros, desempeñaremos eficazmente aquello para lo Dios nos creó.

En tercer lugar, debemos servirnos unos a otros por medio del poder del Espíritu Santo (1 P 4.11). Nuestros dones espirituales no se originan en nosotros, y no son para ser utilizados con nuestras propias fuerzas o con fines egoístas. Si los discípulos de Cristo no podían cumplir con la tarea que Él les asignó sin el poder del Espíritu Santo, tampoco podremos hacerlo nosotros. Pero Dios nos guía, nos capacita y nos equipa, para realizar el trabajo que nos ha asignado.

En cuarto lugar, recuerde siempre que la obra es del Señor, y que nosotros somos mayordomos de los dones espirituales que Él nos confía (1 P 4.10). Dios ha elegido llevar a cabo su obra por medio de la iglesia con la utilización de los dones que tenemos. No importa cuán poco pensemos que tenemos que ofrecer, el Señor quiere que nos pongamos a su disposición para servir. Nunca debemos subestimar lo que Él puede hacer en nuestra vida. El Señor tiene el poder de abrir las puertas de la oportunidad, y proporcionarnos los recursos que necesitemos para tener éxito. Cuando el Espíritu se mueve en nuestro corazón para revelar las necesidades y nos da el poder para responder de acuerdo con los dones que Él nos ha dado, cumplimos su voluntad.

Me gustaría que piense en cuán preciosos son sus dones espirituales. Estos regalos fueron escogidos especialmente para usted por el Señor. Pero, al igual que cualquier otro regalo, tienen que ser abiertos y utilizados para que sean de beneficio. Nada le dará un mayor sentido de comunidad y de propósito que invertir su vida en la obra de Dios para el bien de los demás.

martes, 18 de agosto de 2015

Los obstáculos a vencer para una oración efectiva

Leer | Santiago 1.5-8
5  Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6  Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
7  No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
8  El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

En el libro de Salmos están registradas algunas de las oraciones del rey David. Allí leemos cómo alababa al Señor, cómo confesaba su pecado, y cómo clamaba por sus dificultades. También pedía a Dios que escuchara sus oraciones, y que no guardara silencio (Sal 28.1).

Todos queremos orar efectivamente como David. Para hacerlo, debemos evitar ciertos obstáculos, tales como:

Fe vacilante. Las dudas en cuanto al carácter de Dios o a nuestra dependencia de Él reducen nuestra confianza en el Señor.

Motivación equivocada (Stg 4.3). Los deseos egoístas no reciben ninguna respuesta positiva. Debemos pedir que se haga su voluntad, no la nuestra.

Conflictos en las relaciones. Estar resentidos o enfrentados con los demás afectará la comunicación con el Padre celestial.

Falta de generosidad (Pr 21.13). A Dios le desagrada que no nos preocupen las necesidades de las personas, o que demos de mala gana a la iglesia. Él nos oye pidiendo bendiciones, pero nos ve negándonos a ser generosos (1 Ti 6.17-19).

Indiferencia (Pr 28.9). La apatía hacia la Palabra de Dios es otro obstáculo. Él nos ha dado la Biblia para que podamos conocerle y servirle. No leerla y ni aplicarla, reducirá nuestra capacidad de vivir como le agrada a Dios.

Desarrollar una vida de oración vigorosa exige esfuerzo y dedicación, pero las recompensas son grandes. Si sus oraciones no han sido respondidas, piense en cuáles de los problemas mencionados anteriormente, si los hay, necesitan ser corregidos. Luego, comience a personalizar las oraciones que lea en Salmos o en otras partes de la Palabra de Dios.

jueves, 13 de agosto de 2015

Cuando el Rey "trabaja el turno de la noche contigo en mente"


"Déjame servirte otro banquete abundante. Entonces te diré el deseo de mi corazón" Es en este punto de increíble expectación con que Ester deja a Jerjes, tan lleno con la abundancia de su banquete, tan enamorado por su belleza y tan ansioso por escuchar su petición... que no pudo dormir.

Salmo 42:1-9 Vemos un esquema de la pasión verdadera por la presencia íntima de Dios que fue revelada hace cientos de años comenzando en la vida y reino de David, el dulce salmista de Israel y perfectamente captado por los cantores adoradores llamados "los hijos de Coré"

Dios nos dice en Su Palabra que se siente motivado y atraído a ciertas cosas. Él promete respondernos cuando y dondequiera que Él encuentre estas cosas en abundancia. Él es atraído por corazones contritos y humillados, y desde el principio, ha sido su hábito encontrarse con aquellos que lo buscan en las primeras horas de la mañana.

Jesús dijo que Su Padre está deseoso de aquellos que lo adoran en espíritu y en verdad, que Él personalmente está buscando a tales adoradores aquí en la tierra. ¡Piensa en eso! El Dios Todopoderoso, el creador del cielo y de la tierra, deja su trono celestial para buscarte a ti y disfrutar de tu regalo único que preparaste solo para Él.

La vida cristiana no es un deporte de espectadores. El ser cristiano es amar a Dios fervientemente, apasionadamente y todo el tiempo. Jesús dijo "busca (persevera, desea, anhela tener) primeramente el Reino de Dios y su justicia..." Jesús no dijo "trata de que te guste el reino... quédate por ahí, disfruta de los alrededores... obtén todo la diversión religiosa que puedas antes de que te vayas y vive de la misma manera que has estado viviendo hasta ahora"

Cuando lo adoras a Él primero, y buscas bendecirlo más de lo que buscas sus bendiciones, algo maravilloso sucede en el corazón de Dios. Debe ser una condición parecida a la que tuvo el Rey Jerjes cuando la reina Ester lo agasajó en el banquete, sin poder dormir y lleno en abundancia, enamorado por su belleza y listo para escuchar.

Nosotros no "compramos" o "ganamos" el favor especial de Dios, pero Él es un galardonador de los que diligentemente le buscan. Él atesora nuestra adoración y guarda nuestras oraciones y alabanzas, no se necesita mucho cerebro para darse cuenta ahora de lo que bendice a Dios.

Cuando ponemos los deseos de Dios primero antes que los nuestros y buscamos complacerlo a Él más que a nosotros, Él responde.

Cuando el Rey "trabaja el turno de la noche contigo en mente" los destinos son levantados de las cenizas de los complots malignos  y  las grandes estrategias de destrucción en contra de buenas personas son destruidas

ORACION

Padre, te buscaré temprano en la mañana y te buscaré en la noche, tú eres mi deleite, mi roca y mi castillo. Bendeciré tu nombre por siempre, pongo mi esperanza en ti, mi satisfacción y gozo. Tú ya conoces  todas mis necesidades y te las encargo solo a Ti

 

lunes, 3 de agosto de 2015

COMO CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS, Watchman Nee


COMO CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS
INTERESA LA PERSONA, NO LA TECNICA

Los hijos de Dios pueden y deben conocer la voluntad de Dios. El conocimiento de la voluntad de Dios se relaciona con la persona; y no tiene nada que ver con la técnica. Cuando el Señor atrae a los hombres, a algunos los atrae por medio de su intelecto, a otros les conmueve sus emociones y aún a otros por medio de su voluntad. Por lo general, la voluntad es el medio que Dios menos utiliza para atraer a los hombres. Muchos aman las verdades de la Biblia. Desean conocer más de estas verdades y esperan que otros puedan ser edificados con ellas. Pasan horas estudiando la Biblia y son versados en estudios bíblicos. Cuando no pueden interpretar un pasaje, se sienten frustrados. Cuando creen que pueden interpretar un pasaje, se alegran. Tales personas sólo se acercan a la Biblia con su mente.
No llevan necesariamente una vida cristiana apropiada. Hay que admitir que es difícil llevar una vida cristiana auténtica sin usar la mente. Pero aquellos que sólo tienen una comprensión intelectual de las doctrinas, no experimentan la vida cristiana que apropiada.
Hay otro grupo de personas que no son tan brillantes; no son muy versadas, pero tienen mucho celo. Ríen y lloran con gran facilidad. Tienen sus emociones a flor de piel. Cuando tocan la Biblia, son conmovidas fácilmente. Laboran solamente cuando sienten que algo arde en su interior. En su celo, les predican a todos los que se encuentran y no se detienen ni aunque queden afónicos.
A dondequiera que van, llevan consigo un aire de emotividad, pero cuando su celo se desvanece, ni siquiera diez personas lograrían hacerlos mover un solo centímetro. Tales personas tienen un alma fuerte. Pueden avivarse fácilmente, y pueden avivar a muchos cuando sus corazones están ardiendo. Pueden llorar o reír con otros, pero cuando baja la ola de sus emociones, no pueden llevar a nadie al Señor. Tocan a otros con su emotividad. Cuando se encuentran avivados, tienen un buen concepto de sí mismos, pero cuando se enfrían, nada hará que los haga emprender algo. Tales cristianos no son útiles al Señor.
Supongamos que un hombre tiene una mente despejada delante del Señor, unas emociones equilibradas, un buen conocimiento de la Biblia, y celo por servir a otros. Todas estas cosas son maravillosas, pero si el Señor nunca ha tocado su persona, no puede servir debidamente a Dios. Necesita que Dios toque su voluntad. Si el espíritu de un hombre está muerto delante del Señor, tal individuo es inútil para Dios; su espíritu necesita ser regenerado. Damos gracias al Señor, porque
nuestro espíritu ha sido renovado y regenerado. Este espíritu es nuestro hombre interior. Todo creyente ha recibido la vida de Dios en su espíritu. El mismo Espíritu que habitó en Pablo también habita en un hermano débil. Si somos del Señor, la nueva creación que tenemos en nuestro espíritu será la misma que en los demás, pues Dios no hace acepción de personas. Sin embargo, cuando el hombre interior expresa la vida del Señor, pueden verse grandes diferencias, las cuales se relacionan con la constitución natural del hombre. La mente, la parte emotiva y la voluntad, son las facultades naturales del hombre, mientras que el Espíritu Santo, quien mora en su interior, y su espíritu regenerado, han venido a ser el hombre nuevo, el hombre interior. Sin embargo, la persona aún tiene un hombre exterior, el hombre viejo, el hombre natural. El hombre exterior se relaciona con el pecado. Al hombre viejo se le puso fin en la cruz, pero la vida de la vieja creación aún permanece. Puesto que el hombre interior sólo puede expresarse por medio del hombre exterior, las expresiones y manifestaciones son diferentes en distintas personas. La vida interior se ve estorbada por el hombre exterior. Por lo tanto, el hombre exterior debe llegar a su fin. De no ser así, siempre habrá obstáculos que impedirán que el hombre sirva al Señor.


DIOS PONE FIN AL HOMBRE EXTERIOR

A fin de que la persona salva y regenerada pueda expresar la vida del Señor, necesita dar dos pasos. El primero es creer, que consiste en recibir la vida nueva, y el segundo, es consagrarse, que consiste en entregar al Señor su hombre exterior para que la vida nueva se exprese. Es como tener una casa rodeada por un terreno. Podemos pensar que la casa es el hombre interior, y que el terreno que la rodea es el hombre exterior. Si la casa pertenece a una persona, y el terreno a otra, habrá problemas. Por consiguiente, tan pronto como un hombre cree, debe consagrar su vida al Señor. La consagración consiste en entregar nuestro hombre exterior al Señor, para que le pertenezca a El, de la misma forma que el hombre interior. Muchos creyentes no se han definido todavía. Cuando se les pregunta si son salvos, dicen que sí. Pero a pesar de que son salvos, su hombre exterior nunca ha sido tocado. La vida interior que tienen está limitada al no poder expresarse. Por consiguiente, no debemos simplemente creer en el Señor y quedarnos en la etapa de ser salvos y regenerados. También debemos consagrar nuestro hombre exterior al Señor. Si un hombre está dispuesto a consagrar al Señor su mente, su parte afectiva y su voluntad, expresará la vida del Señor.
El problema que vemos hoy, es que aunque muchos se han consagrado, lo hacen a su propio antojo. Se consagran sólo cuando quieren hacerlo, y cuando no quieren, no lo hacen. La mayoría de las personas son guiadas por su intelecto y sus emociones, y su interés fundamental es satisfacer su propia carne. Muchos se comunican con el Señor valiéndose de su mente y de sus emociones. Son pocos los que se comunican con El usando su voluntad. Es fácil encontrar creyentes que valoran las doctrinas de la Biblia. Si les explican bien Mateo 24 o Apocalipsis, se complacen en escuchar tales mensajes. No se requiere mucho esfuerzo para escuchar un mensaje que no nos exige pagar ningún precio. Después de escuchar un buen mensaje, regresan contentos a casa, pero no sucede nada más. Otros tienen emociones sensibles. Siempre están activos trabajando para el Señor. Estos son mejores que los que son insensibles, pero son tan inestables como las olas del mar. Quizás ellos preparen un mensaje con mucho celo. Después de compartir el mensaje, es posible que piensen secretamente en su corazón cuán bueno fue su mensaje y cuántos fueron conmovidos. Quizás estén tan gozosos que no puedan dormir en toda la noche. (Muchas personas no pueden dormir por causa del dolor, pero éstos no pueden dormir por causa del gozo). Estas personas se complacen con las actividades de la carne. Aunque estén sirviendo al Señor exteriormente, en realidad se satisfacen a sí mismas. No han entregado su voluntad plenamente al Señor. Deben consagrar su voluntad incondicionalmente al Señor y ser disciplinadas por El. Antes de ofrecer algún servicio válido al Señor, deben permitirle que guíe su mente y su parte emotiva, a fin de no ser gobernadas por una mente activa ni ser impulsadas por sus emociones.


REQUISITOS PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS

No me agrada oír cuando la gente pregunta cómo conocer la voluntad de Dios. Todos nosotros ya deberíamos tener una respuesta clara al respecto. La voluntad de Dios sólo es revelada a quienes han consagrado su voluntad a El. El no nos obliga a hacer nada, pues siempre espera que nosotros estemos dispuestos. No es tan importante conocer la voluntad de Dios como estar dispuestos a hacerla. Tenemos que decirle al Señor: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya”. Cuando pongamos a un lado nuestro yo, conoceremos la voluntad de Dios. Una vez en una reunión de hermanas en Hangchow, dos hermanas me preguntaron si la voluntad de Dios se basaba en las circunstancias, en la Biblia o en otros principios. Al escuchar esto, me afligí mucho, y les respondí de una manera severa (aunque en mi corazón no había dureza): “Conocer la voluntad de Dios no es un asunto de métodos. Ustedes pueden tener los mejores métodos, y aplicarlos en detalle, paso a paso, pero aún seguirán sin conocer la voluntad de Dios”. Mientras hablaba, mis ojos estaban fijos en las dos hermanas. Entonces les pregunté: “¿Qué clase de personas son ustedes? El conocimiento que una persona tenga de la voluntad de Dios tiene que ver con la persona misma. Si la persona no es recta, el método no producirá ningún resultado.
¿Puede Dios revelar Su voluntad a personas como ustedes? No necesitan hacer muchas preguntas, no necesitan pedirle métodos a Dios. Dios puede revelar Su voluntad de muchas formas; puede revelarla por medio del viento, del trueno, de un niño o de una burra. Sólo necesitan preguntarse si personas como ustedes son aptas para conocer la voluntad de Dios”.
En Génesis 18, cuando Dios estaba a punto de destruir la ciudad de Sodoma, fue a ver a Abraham, porque no podía ocultarle lo que iba a hacer. Abraham era amigo de Dios (Jac. [Stg.] 2:23). El no era un esclavo de Dios, porque el esclavo no sabe lo que hace su señor; sólo el amigo conoce la mente de un amigo (Jn. 15:15). No había barreras entre Abraham y Dios, y por esto Dios no podía ocultar lo que iba a hacer. Lot era pariente de Abraham; él pudo haber tenido mucho conocimiento espiritual, pero Dios no habló con él; sólo habló con Abraham. Sería muy extraño si Lot se me acercara y me preguntara: “¿Cómo puedo conocer la voluntad de Dios?” Abraham era apto para conocer la voluntad de Dios, pero Lot no. Sería inútil que Lot supiera cuál era la voluntad de Dios. Lot aún seguiría siendo Lot. ¿Quién es usted? ¿Es usted Abraham o Lot? Muchos prestan atención sólo a los métodos para conocer la voluntad de Dios. Es necesario conocer los métodos, pero debemos ser como Abraham para comprenderlos. Si es alguien como Lot, quien está aprendiendo estos métodos, aunque sean los mejores, de nada servirán, porque es una persona que vive en el mundo. No ha puesto fin a su relación con el mundo ni con la posición que tiene en él. Necesitamos aplicar la luz de Dios para ver si en nosotros hay pecados, sean grandes o pequeños. ¿Hemos cometido alguna injusticia? ¿Le debemos algo a alguien? ¿Hemos sido negligentes en nuestro comportamiento o hemos sido incorrectos en nuestras palabras, gestos o actitudes? ¿Estamos todavía aferrados a algo? Todos estos pecados, grandes y pequeños, afectan nuestra aptitud para conocer la voluntad de Dios.


EL PUNTO DE PARTIDA PARA CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS: 
UNA CONSAGRACION INCONDICIONAL

En cuanto a conocer la voluntad de Dios, Pablo dijo que no debemos ser insensatos, sino entender cuál es la voluntad del Señor (Ef. 5:17). Hay un punto de partida para conocer la voluntad de Dios, y hay una continuación para la misma. Si no se tiene el comienzo apropiado, no se puede conocer la voluntad de Dios. Pero aun teniendo un buen comienzo, si uno no es la persona apropiada, seguirá sin conocer la voluntad de Dios.
¿Alguna vez en su vida se ha consagrado incondicionalmente al Señor? No me refiero a dedicarse a ser un predicador, sino a consagrarse a El para hacer Su voluntad. Usted no necesita preocuparse con respecto a la voluntad de Dios; sólo tiene que consagrarse de manera sincera. Debe comprender que necesita una relación directa con la voluntad de Dios, y ésta no debe ser afectada por los hermanos. Si el Señor quiere que yo vaya al oriente, iré al oriente. No me afectará la opinión de ninguna persona, cosa o circunstancia. Aún así, mis ojos no estarán puestos en el oriente sino en Dios mismo. El peligro que existe entre los obreros de Dios es que pueden convertir la obra en el centro de su atención. No podemos desarrollar ningún apego a la obra, ni a las personas ni a las circunstancias. Debemos relacionarnos directamente con Dios y poner nuestros ojos exclusivamente en El. Los siete espíritus de Apocalipsis son enviados por toda la tierra, pero no tienen relación alguna con la tierra. Estos siete espíritus están delante del trono de Dios (1:4; 5:6) y se relacionan solamente con Dios. Debemos consagrarnos plenamente a Dios por lo menos una vez, para poder ejecutar Su voluntad. Este es el punto de partida en nuestro conocimiento de la voluntad de Dios. Sin este punto de partida, nunca podremos entender la voluntad de Dios como se debe.


LA CONTINUACION EN CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS: 
ELIMINAR TODOS LOS OBSTACULOS

El punto de partida para conocer la voluntad de Dios es una consagración incondicional. Pero si uno desea avanzar en dicha voluntad, debe eliminar todos los obstáculos. Si es obstinado, envidioso, orgulloso o tiene pequeños problemas de índole semejante, está enfermo espiritualmente y no podrá conocer la voluntad de Dios. Si usted desea impedir que su oído escuche algo, no necesita tapárselo con una vara ni un escritorio; basta con un pequeño dedo. El mismo principio se aplica al conocimiento de la voluntad de Dios: un pequeño obstáculo será suficiente para impedirnos conocer Su voluntad.
Una vez daba un paseo con la señorita Barber por un jardín. Después de un rato nos cansamos y nos sentamos en unas sillas debajo de un árbol. Ella dijo: “Hay una estrella brillante en el cielo, pero no puedo verla porque una hoja me impide verla. Hermano Nee, si alguien se me acerca y me habla de las muchas maneras de ver la estrella, no podría verla aun cuando los métodos de observación que me sugiriera fueran muy buenos. La razón es que mi posición no es la indicada; estoy parada en el lugar equivocado”. Las palabras que me dijo en esa ocasión, todavía están frescas en mi mente. Ella me explicó que una pequeña hoja puede impedir que veamos la luz de una enorme estrella. Muchas veces, cosas muy pequeñas ocultan la voluntad de Dios. Si después de buscar la voluntad de Dios muchas veces, no obtiene una visión clara, la solución no es cambiar de método, sino de persona. Si descubre que no puede conocer la voluntad de Dios, esto indica que algo se interpone entre usted y Dios. Puede ser que ya Dios le haya hablado y que usted no haya estado dispuesto a obedecerlo. Usted debe eliminar estos obstáculos. Una vez que haya puesto fin a estos problemas, conocerá la voluntad de Dios. Para conocer la voluntad de Dios, debemos prestar atención a la persona más que a los métodos.


LA MANERA DE CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS 
VARIA DE UNA PERSONA A OTRA


Puede ser que un mismo método no se aplique a todas las personas. David se ofreció para pelear contra Goliat, y Saúl le prestó su armadura. Pero como no le ajustó bien ni podía caminar con ella, decidió quitársela (1 S. 17:32, 38-39). Una vez, cuando estuve en Shanghai, le di mi abrigo al hermano Luk, y le quedaba demasiado pequeño. No se sentía muy cómodo con el abrigo, pues no le quedaba bien. Sólo podemos ponernos algo que sea de nuestra talla. Dadas las diferentes condiciones del hombre, Dios ha designado diferentes maneras para que éste lo conozca. Algunos le pueden conocer con cierta facilidad, mas para otros es muy difícil. En todo caso, Dios tiene un camino para que el hombre conozca Su voluntad. Por tal motivo, no debemos tratar de aprender ningún método. Lo que tenemos que hacer es consagrarnos al Señor, eliminar los obstáculos y mantener una relación personal con El.


LOS QUE LABORAN PARA DIOS DEBEN CONOCER SU VOLUNTAD

Muchas veces he ofendido a muchos hermanos. Cuando me preguntan por la manera de conocer la voluntad de Dios, siempre les respondo que no me gustan tales preguntas. Qué bendición sería si pudiésemos consagrarnos por completo al Señor para conocer Su voluntad. ¿Qué somos nosotros? Aunque la tierra, el sistema solar y el universo sean tan vastos e inmensurables, ¡nunca se pueden comparar con la voluntad de Dios! ¡Cuán glorioso es que un pecador, un hombre de polvo, pueda conocer la voluntad de Dios! Una vez que un hombre llega a conocer la voluntad de Dios, viene a ser superior a una simple criatura. Esta es la meta del Nuevo Testamento. Aquellos que no conocen la voluntad de Dios, ni siquiera son aptos para ser llamados cristianos y están desperdiciando las provisiones de Dios. Los que no conocen la voluntad de Dios, no pueden laborar para El. Si un siervo no conoce el deseo de Su amo, ¿cómo puede ser un siervo? Es posible que un incrédulo no tenga conocimiento de la voluntad de Dios, pero es inexcusable que nosotros no conozcamos Su voluntad. Un cristiano debe primero que todo ser un amigo de Cristo: uno que conoce Su voluntad, antes de llegar a ser un esclavo Suyo: uno que le sirve. Necesitamos hacernos la pregunta: “¿Somos amigos del Señor? ¿Hay alguna barrera entre El y nosotros? ¿Conocemos Su voluntad?” Sólo después de que hayamos llegado a ser sus amigos, podremos llegar a ser Sus esclavos y trabajar para El.